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El comunismo es así

 

Akim Akimich

El comunismo es así - Akim Akimich

101 páginas
Editorial Antorcha
1959

Encuadernación rústica
 Precio para Argentina: 20 pesos
 Precio internacional: 6 euros

Por servicio a la verdad y a los hombres en peligro de engaño por el comunismo, traducimos un folleto escrito por un obrero..., ¿de qué nacionalidad?, ¿de qué nombre? Se ignora y se ignorará siempre. Escapado de Rusia, como tantos millares que "eligen la libertad" después de sufrir el horror del "paraíso comunista" (son sus propios conceptos) ha de vivir medio escondido y, sobre todo (él también lo indica), evitar que por una imprudencia suya caigan en la U. R. S. S. víctimas de la represalia injusta, seres que le importan. Oculta su nombre y su residencia. El seudónimo que usa hemos visto que está sacado de las "Memorias de la Casa de los Muertos", de Dostoiewsky. Ello nos parece un símbolo.
Este opúsculo tiene tal sencillez y tal acopio de datos vividos, y tanta energía hay en la pintura, que hace de él un elemento informativo de primera mano.

 

ÍNDICE


Prologo                              7
I.   Explicación                    21
II.   Ateo                 23
Antisocial                35
Supercapitalista                   45
V.   Superimperialista                      51
VI.   Cruel              65
VII.   Hipócrita                   87
VIII.   Pérfido                     91
IX.   Conclusión                  97            

NOTA DEL TRADUCTOR

Por servicio a la verdad y a los hombres en peligro de engaño por el comunismo, traducimos un folleto escrito por un obrero..., ¿de qué nacionalidad?, ¿de qué nombre? Se ignora y se ignorará siempre. Escapado de Rusia, como tantos millares que "eligen la libertad" después de sufrir el horror del "paraíso comunista" (son sus propios conceptos) ha de vivir medio escondido y, sobre todo (él también lo indica), evitar que por una imprudencia suya caigan en la U. R. S. S. víctimas de la represalia injusta, seres que le importan. Oculta su nombre y su residencia. El seudónimo que usa hemos visto que está sacado de las "Memorias de la Casa de los Muertos", de Dostoiewsky. Ello nos parece un símbolo.
Muchos libros y folletos se han publicado demostrando el fracaso del sistema o la insospechada dureza del comunismo en su trato con los que esclaviza; muchos describiendo los horrores de esa inmensa 'Caso de los Muertos". Pero este opúsculo tiene tal sencillez y tal acopio de datos vividos, y tanta energía hay en la pintura, que hace de él un elemento informativo de primera mano. Por eso le hemos traducido.
Pues precisamente por ir dirigido a los que absorben con mayor facilidad los venenos de una propaganda mendaz, nos parece útil. Como el autor, al final de su obra, creemos que vale la pena trabajar para que se salven de la mentira contra el alma y la violencia contra el cuerpo, los que el comunismo busca para instrumentos ciegos suyos, primero; después para mano de obra gratuita atada a una cadena.

El Traductor.

PRÓLOGO

Este segundo libro que publica Editorial Antorcha, el presente, también trata del Comunismo.
EL COMUNISMO ES ASI, título de la obra, es un título ambicioso. Su significado no puede ser literal, ni el autor ha pretendido encerrar en su breve volumen lo que el Comunismo es cuantitativa y cualitativamente.
Entendamos: el Comunismo es así para el autor. No pretendemos decir que así no sea; porque no falta el autor a la verdad.
Pero él sólo puede comprender lo abarcado y profundizado por su conocimiento a través de su saber y experiencia, para pasar a referirlo con su dote literaria de alta calidad y a juzgarlo con su razón, ciertamente, dotada de un gran vigor dialéctico.
Como dice Lepp, "después del Cristianismo, probablemente, jamás existió doctrina cuyo efecto práctico (1) sobre la vida colectiva e individual haya sido tan considerable" (2).
Lepp es moderado en exceso; no "'probablemente", sino realmente, después del Cristianismo, jamás existió doctrina cuyo efec­to práctico sobre la vida colectiva e individual haya sido tan con­siderable.
Si al efecto le asignamos el significado que hoy tiene su califi­cativo para la generalidad, y por "práctico" entendemos el efecto cuantitativo de la doctrina comunista, diremos, con entera verdad, que ni el cristianismo produjo jamás un efecto tan enorme como lo ha producido la idea comunista. Entendámonos, dada la manía de las comparaciones integrales entre cosas de órdenes absoluta­mente distintos, huyamos de sugerir una superioridad del Comunis­mo sobre Cristianismo. Hemos dicho efecto cuantitativo, no aludi­mos ni comparamos la calidad y moralidad de sus respectivos efec­tos. El efecto de la doctrina cristiana fué y es muy superior al de la comunista, cualitativa y cuantitativamente, sobre la vida colec­tiva e individual, si lo consideramos en cuanto a la cantidad y ca­lidad de los hombres profesos en ella voluntariamente. En cambio, el efecto de la doctrina comunista es muy superior cuantitativamen­te, dada la cantidad de hombres que son afectados contra su vo­luntad por las acciones de los que profesan la doctrina comunista.
Unos mil millones de seres humanos bajo el poder político de los profesos en la doctrina comunista, es un efecto cuantitativo ja­más alcanzado por el Cristianismo. Si a ese millar de millones agre­gamos el millar y medio de millones del resto de la Humanidad, objeto de la doctrina comunista, objeto de captación actual o de asesinato o esclavización futura, resultará indiscutible que ni el Cristianismo ni nada produjo efecto de tan gigantesca dimensión en la Humanidad.
Tal hecho, tal efecto, dada su dimensión universal —cósmica, podríamos decir hoy con entera propiedad—, no cabe, no es abar-cable, por una sola vida, ni dotada de la mayor y más excelente ri­queza intelectual, y menos aún podrá ser encerrado en las doscien­tas ni en las dos mil páginas de Un libro.
En el Index bibliográphiqué de "Wolfstieg figuran 43.317 obras sobre la Masonería; el Index es de principios de siglo; hoy exis­tirán más de 60.000. Y seguimos oyendo la pregunta "¿qué es Ma­sonería?". No conocemos la cifra de obras publicadas sobre Comu­nismo; en 1905, Sombart citaba ten su Archivo centenares de títu­los; Wilbrandt (3), en 1920, calculaba ya en 10.000 las obras sobre Marxismo; acababa de triunfar el Comunismo en Rusia; desde en­tonces, Moscú ha lanzado muchos millares de obras, ha favorecido y excitado la aparición de más aún en el extranjero y ha provocado la réplica también en millares de libros. No hay cifras, ni aproxi­madas, para calcular los millares de obras publicadas, ni los mi­llones de volúmenes editados; pero, indudablemente, las cifras son muy superiores a las de la bibliografía sobre Masonería..., y se sigue formulando la pregunta "¿Qué es Comunismo?..."
Quisiéramos que un prodigio sobrehumano hubiese permitido al autor del libro que prologamos responder: El Comunismo es así..., y nos mostrase total e integralmente cómo el Comunismo es, pues llegaríamos a saber y comprender qué es el Comunismo.
Dice Ortega: "La verdad integral sólo se obtiene articulando lo que el prójimo ve con lo que yo veo, y así sucesivamente. Cada in­dividuo es un punto de vista esencial." (4)
Exacto, si en lugar de "se obtiene" dijera "puede obtenerse", o se "obtiene el máximo posible de verdades". Esto es lo que apli­camos a EL COMUNISMO ES ASI.
Este libro es la perspectiva mental y experimental de su autor; valiosa perspectiva, en verdad, para, sumada con tantas más, poder llegar a conocer hasta dónde es capaz de alcanzar la mente humana lo que el Comunismo es.
No podemos analizar en este prólogo cuanto el autor evoca y provoca, cuanto incita y excita. Con ser tan escasa su dimensión, resulta un pequeño calidoscopio, donde a la vuelta de cada página se abre para nuestra mirada una nueva y gigantesca perspectiva de ese universo inicuo, feroz y patético que es el Imperio Comunis­ta soviético.
En su primera página, "Akim Afeimich", nos plantea ese proble­ma capital que previamente ha debido plantearse a sí mismo y re­solverlo antes de tomar su pluma para lanzar este ataque contra "su patria"...
Presenciábamos la proyección de la película inspirada en el "caso Guzenko"—aquel funcionario de la embajada soviética en Canadá, que huye y denuncia la red del espionaje rojo en el país— cuando, al final y en el momento en el cual era más dramática la peripecia del huido, una voz surgió de la oscuridad, desde filas atrás, que dijo: "Es un traidor; un traidor a su patria..." "Es ver­dad", "Es verdad", respondieron dos o tres voces allá y acá...
"¿Seré un traidor?" ha debido preguntarse a sí mismo el autor al tomar su pluma para lanzarse al ataque contra la U.R.S.S.
Y se ha respondido: "No; la U.R.S.S. es un Estado superpuesto a Rusia, no es la verdadera Rusia, aplastada bajo la crueldad co­munista, que espera su libertad como los demás pueblos de detrás del telón de acero. Rusia también está detrás del telón de acero... Cuando en Rusia se lee u oye algo referente a nosotros los rusos, y eso es pocas veces, sufrimos de que se crean que el pueblo ruso es el Partido Comunista."
Ignoramos, en verdad, si serán muchos o pocos los capaces de distinguir entre lo formal y lo real; entre lo formal, geografía, an­tropología, nombres, eso llamado "patria soviética", U.R.S.S. y, dis­tinguiéndolo, llegar a comprender que lo real, bajo tales cosas y palabras, sólo es el Partido, negador y destructor de toda patria, incluso de la "patria rusa", y transformado él en Patria.
Veamos cómo el judío Trotsky transmuta "patria" en Partido:
"Nadie entre nosotros quiere tener ni puede tener razón contra el Partido. En definitiva, el Partido tiene siempre razón... No se puede tener jamás razón que con y por el Partido, porque la His­toria no ha creado otras vías para realizar su razón. Los ingleses tienen un dicho histórico: Righ or wrong, my country —que tenga él razón o no, es mi patria—. Nosotros tenemos mejor motivo histó­ricamente para decir: tenga o no tenga razón en ciertas cuestiones parciales concretas, en ciertos puntos, es mi Partido... Y si el Parti­do adopta una decisión que tal o cual de entre nosotros estima in­justa, él dirá, justa o injusta, es de mi Partido, y yo soportaré las consecuencias de su decisión hasta el extremo."
Esto lo decía Trotsky cuando creía tener en sus manos la heren­cia de Lenin y se veía ya Supremo Dictador.
Mucho tiempo antes, en vísperas de la Revolución de 1905, en su folleto Nuestras tareas políticas, había previsto el porvenir del Partido, calificando a Lenin, su estructurador, de "jefe del ala reaccionaria de nuestro Partido", denunciando su "vulgar carica­tura de la intransigencia trágica del jacobinismo", y asegurando que los métodos leninistas conducían a una situación en la cual el aparato del Partido se substituye al Partido, el Comité Central se substituye al aparato y, por fin, el Dictador se substituye al Comité Central"
El sorites de Trotsky, verdadero y convertido en realidad luego, es imperfecto; en lógico rigor, debería empezar así: el Partido se substituye a la Patria...
No es nueva la transmutación. No son los marxistas inventores de la transformación de una idea, del régimen donde encarna, en "Patria".
Ya en la Revolución francesa hemos asistido a tal transmuta­ción: la Idea, la Revolución, encarnada en la República, llegó a ser "Patria", la República se substituye a Francia. Ya será, en lugar de Francia republicana, República francesa. La enormidad lingüística es reflejo de la enormidad política perpetrada. El sustantivo, Francia se adjetiva y, por el contrario, el adjetivo, republicana, se sustantiva.
La enormidad lingüística no es advertida siquiera y resulta adop­tada por unanimidad; tanto que republicano resultará sinónimo de patriota... Y ya se inicia entonces una nueva transmutación; al avanzar la Revolución, al ser cada vez más radical, el "patriota" único y verdadero acabará siendo sólo el sans-culotte, el proletario, como se llamará después, cuando adviene la Revolución social; el "patriota" único será el comunista.
El invento debe reivindicarse para la Masonería, progenitura de la Revolución francesa, como ésta lo es de la Comunista. Es la Ma­sonería, por internacionalista, por engendro del judío cosmopolita y apatrida, la que realiza la transmutación de la idea-Patria en pa­tria-Idea.
Progenitora de la Revolución le Masonería, de la Revolución con versal, es decir, de la Revolución Internacional, para lograr su triunfo necesitaba provocar en sus adeptos tal aberración de su pa­triotismo, al conseguir que su sentimiento de amor a la Patria natural se transmutase en amor a la Idea-Revolución; porque, operada la transmutación en sus adeptos, serían capaces ya de traicionar a su Patria real, sin formar conciencia de su traición, sin remordimiento al traicionar, si así servían a su nueva Patria, la patria-Idea, la patria-Revolución. El afrancesado, nombre vulgar de los que sustituyeron en sí mismos la idea-Patria con la patria-Idea, es un personaje histórico en todas las naciones europeas.
El secreto de los "inexplicables" triunfos de los ejércitos de la Convención y de Napoleón está entero ahí, en la traición cometida por el masón contra su Patria real en servicio de su patria-Ideal.
Veamos cómo el mismo Napoleón revela esa patria-Idea, que tantas traiciones provocara en beneficio suyo, y gracias a la cual pretendió, y estuvo a punto, de ser Dueño del mundo.
"La paz en Moscú completaba y terminaba mis expediciones de guerra. Era para la gran causa el fin de los zares y el principio de la seguridad. Iban a desarrollarse nuevas tareas, colmadas de bien­estar, y la prosperidad de todos... La causa del siglo estaba ganada: la Revolución realizada. Los mismos principios, el mismo sistema en todas partes. Un código europeo. Una misma moneda, las mismas pesas, las mismas medidas, las mismas leyes, la comunidad de los mares. La Europa, de este modo, no hubiera constituido en breve más que un solo pueblo, y por doquier que uno viajara se hubiera encontrado en la Patria, común." (5)
¡Sueño alucinante!... La alucinación producida por el espejis­mo de la patria-Idea común, impedía ver a cuantos profesaban el "patriotismo" de la patria-Idea la muerte de su Patria real y la esclavización de su propio pueblo bajo la bota del Tirano Universal.
Y todo sin tener conciencia de su iniquidad; más aún, creyendo los más hacer la felicidad de sus naciones y pueblos.
Nadie ha expresado tan inaudito fenómeno con tanta claridad y sinceridad como lo expresara Dostoiewsky, y no refiriéndose a la Revolución francesa, sino a la rusa:
"Todas esas ideas, nuevas entonces, hacían furor entre nosotros, en Petersburgo; nos parecían santas y morales en el más alto grado, y, sobre todo, destinadas sin excepción a constituir la norma social del mundo entero."
"Todas estas convicciones relativas a la inmoralidad de la Re­ligión, de la familia, a la inmoralidad del derecho de propiedad, todas estas ideas, que ordenaban despreciar a la Patria en tanto ella se opusiese a la evolución..., se apoderaron de nuestros corazones e inteligencias en nombre de no sé qué principio de grandeza."
"He aquí lo que hay entre nosotros de más terrible: que se pue­da cometer el acto más abominable y el más infame sin ser del todo malo..., la más imprudente o más abominable maldad puede no atribuirse sino a grandeza de alma, a la actitud viril y valiente que rompe las cadenas."
Y terminaba vaticinando:
"Que se dé a estos grandes profesores modernos la posibilidad plena y completa de abolir la vieja sociedad para reconstruirla de nuevo: el resultado serán tales tinieblas, tal caos, algo tan grosero, tan ciego e inhumano, que todo el edificio se desplomará bajo las maldiciones de la Humanidad antes de que la obra esté acabada de construir." (6).
Consecuentes los comunistas con su "patriotismo revolucionario" —su "patria" es la Revolución comunista—profesarán el derro­tismo.
"Los derrotistas, cuya doctrina será expresada por los social-demócratas, bolcheviques e internacionalistas, Lenin, Trotsky y Mártov (7), refugiados en Suiza, estiman que la derrota de los ejércitos rusos, provocando como en 1905 un movimiento revolucionario, asestaría un golpe mortal a la autocracia. Ya en octubre de 1914, Lenin escribe en el periódico el Social-Demócrata (núm. 33): "Nos­otros somos partidarios de la derrota de Rusia, porque su derrota hará más fácil su liberación de las cadenas zaristas." (8)
Este derrotismo comunista tenía lejanos precedentes en Rusia, demostrando su origen masónico.
"El derrotismo apareció ya cuándo la guerra de Crimea" (9).
Alejandro Herzen, el medio-judío y masón, el protegido de lo» Rothschild, dirá:
"Entre nosotros, patriotas revolucionarios (nótese: patriotas de la patria-Revolución) y el Imperio no hay ninguna clase de solidari­dad: la derrota de los ejércitos del zar es deseable en cualquier cir­cunstancia y es preciso felicitarse por la victoria de los aliados en Crimea" (10).
"Durante la guerra ruso-japonesa, el derrotismo se convierte en la tendencia dominante, no solamente en los bolcheviques, en los mencheviques y en los bundistas (Partido socialista judío), sino tam­bién en la burguesía liberal... algunas semanas después del asesinato del ministro Plehve, el conde Witte (ex presidente del Consejo y ministro después, que firma el tratado de Paz ruso-japonés) escribía al general Kuropatkin (Ministro de la Guerra y General en Jefe del Ejército ruso en Manchuria) y calificaba la guerra de "desgraciada", "porque—decía—yo no veo en su resultado, por muy victoriosa que pueda ser para nosotros, ningún bien para Rusia. Sin exagera­ción, se puede decir que una guerra victoriosa dará quizás peores resultados que un mediano éxito" (11) y debió pensar este ministro masón del zar, siguiendo su contexto: "y un mediano éxito dará peores resultados que una derrota"..., ¿no le lleva ahí su "lógica?..."
"Plejanov (primer jefe del Partido socialista ruso, maestro de Lenin) abrazaba a los delegados japoneses entre los aplausos de todos los asistentes (en el Congreso de la Internacional Socialista de Amsterdam—1904), y proclamaba en su discurso:
"Yo digo que si el zar triunfase sobre el Japón, el pueblo ruso sería el vencido (para él, es el "pueblo" el partido revolucionario). Fortalecida con el prestigio de la victoria, la autocracia remacharía más sólidamente todavía las cadenas del pueblo ruso... Pronuncian­do estas palabras tengo la consciencia de expresar el pensamiento y los sentimientos de la gran masa del pueblo ruso. Jamás la voz del Partido social-demócrata dejó de ser sobre este punto la voz misma del pueblo ruso."
Lenin escribirá:
"El proletariado (también para Lenin, el proletariado es el Par­tido de la Revolución) tiene motivos para alegrarse... Los objetivos del Japón han sido alcanzados en su conjunto. La progresiva y avan­zada Asia (!) ha asestado a la reaccionaria Europa un golpe irrepa­rable... La guerra de un país progresista (Japón) contra un país atrasado (Rusia) ha desempeñado en esta ocasión, como en tantas durante el pasado, un papel revolucionario... Es, por lo tanto, per­fectamente comprensible que los más determinados representantes de la Social-Democracia internacional revolucionaria, Jules Guesde, en Francia, y Hyndman, en Inglaterra, hayan dado libre curso a sus simpatías por el Japón, que está en plan de infligir una seria corrección al absolutismo ruso... La capitulación de Port Athur es el prólogo de la capitulación del zarismo" (12).
Mas, lectores; otra vez Lenin:
"Eramos derrotistas con el zar" (13).
"El Partido... proclamaba intrépido la derrota de la monarquía zarista y estigmatizaba la "defensa de la patria en la guerra" (14).
Es una monstruosidad inconcebible para una mente normal; pero una monstruosidad enteramente lógica.
El Maestro, el judío Marx, incapaz de sentir la Patria, proclamó en el Manifiesto Comunista para cuantos lo quisieran seguir:
Los obreros no tienen patria...
El resto, el derrotismo, la traición a la Patria en sus momentos decisivos, cuando está en guerra con otra nación extranjera, es una consecuencia perfectamente lógica.
"Los obreros no tienen patria", proclama el Marxismo, sabiendo que los obreros tienen y sienten su Patria y, desde siempre, han muerto por ella con tanto y más heroísmo que los hombres de cual­quier otra clase social. Y esto lo saben perfectamente los marxistas; mas, mediante su alquimia sofística y su máquina sindical, a cuan­tos obreros les obedecen les hacen obrar como si no tuviesen patria, como renegados de la suya, llevándolos al derrotismo, a la traición, hasta cuando su nación se halla en guerra internacional.
El más miope lo ha podido ver así en múltiples momentos de la Historia de su nación.
Y si la ceguera es tan total en alguien y es incapaz de verlo así, por lo menos, podrá escuchar a Marx ufanándose, no ya de provo­car el derrotismo en sus militantes y en la inculta masa sindical, sino también, cosa mucho más difícil, en la "inteligencia" radical.
Refiriéndose a Sorge (al padre del famoso espía traidor alemán de la última guerra) la presentación de su yerno, Lafarge, a Cle-menceau, escribirá:
"Es inútil decirte, pues tú conoces el chauvinismo francés, que los hilos que mueven a los jefes, empezando por Guesde y Malón y acabando por Clemenceau, los tenemos nosotros. Entre nosotros no hay que hablar de ello. Cuando se quiere producir agitación entre los señores franceses, hay que hacerlo anónimamente, para no cho­car con el sentimiento nacional" (15).
He ahí al que fuera el "arquetipo" del patriotismo francés, aquel famoso Tigre, sujeto y movido por unos misteriosos hilos, en poder de esos "nosotros"..., ¿quién son ellos?... ¿Marx?... No; aun cuan­do él se considera uno de ellos. Digámoslo en poder de los "Dioses"; entonces los Rothschild, los Warburg, los Rathenau, los Seliiff, los financieros judíos internacionales, que Continuaron teniendo los hi­los que sujetaban y movían a gobernantes tan insospechables como un Clemenceau, imponiéndoles que su estrategia política y militar provocase la caída de su "aliado" el zar, la Revolución y el triunfo de Comunismo.
También aquí, en el Occidente, naciones chauvinistas, creyéndose independientes y soberanas, han estado y están sometidas al vasalla­je extranjero, siendo sin saberlo y sin quererlo mercenarias del Judaismo en la lucha fratricida de los pueblos cristianos entre sí, sobre cuyas ruinas intenta secularmente instaurar su Imperio es­clavista.
Nada nuevo esa U. R. S. S., creación del Judaismo. En ella, Rusia y los demás pueblos que formaban el Imperio zarista, son meros ins­trumentos demográficos y geográficos, no patria, esclavizados por la patria-Partido, tan esclavizados como los demás pueblos última­mente invadidos.
No son "traidores" los huidos de la U. R. S. S. cuando atacan al Estado Soviético. Nadie llamó ni llama traidor al general De Gaulle porque atacase a los alemanes invasores y a los "franceses" que ayu­daban al invasor. ¿Cómo ser ellos traidores a una Rusia que no existe más que como mera expresión geográfica? Rusia no existe como nación libre ni como Estado soberano. ¿Cómo ser libre y Es­tado siendo sus tiranos los mismos que profesaron el derrotismo en alianza subjetiva u objetiva con los invasores de su patria, Rusia?...
Sería estupendo que los comunistas derrotistas, los que procla­maron "sagrado" deber suyo el traicionar a Rusia, ya dueños del Poder en virtud de sus traiciones, reivindicasen y exigiesen el pa­triotismo de los auténticos rusos con el solo efecto y objeto de for­talecerse con él y perpetuar secularmente la esclavitud del pueblo ruso.
La Patria es algo más que un suelo limitado; es una sociedad humana determinada por el amor.
¿Cómo puede ser patria, sociedad de amor, esa Rusia esclavizada en virtud de la cadena de traiciones cometidas por los derrotistas que son sus actuales dominadores?...
¿Y cómo puede ser patria la que, como la U. R. S. S. es Una crea­ción para destruir todas las patrias del planeta?...
El hombre que niega el derecho de vivir a todos los demás hom­bres, a sí mismo se niega moral y jurídicamente el derecho a vivir.
Igual, exactamente igual esa "patria" comunista, llamada U. R. S. S. Si ella niega el derecho de existir a todas las patrias de la tierra, moral y jurídicamente a sí misma se niega el derecho a existir.
¿Cómo exigir ni reivindicar patriotismo los comunistas, cuando ellos mismos proclaman desde que nacieron como Partido que no tienen patria?...
El autor del presente libro, como cuantos recobraron su liber­tad y dignidad de hombres, no es ningún traidor. Todo lo contrario; es un patriota cuando combate a los derrotistas y traidores, asesinos de su patria.
La miopía política de muchos occidentales y su analfabetismo integral sobre Comunismo proyectaba una sombra de antipatriotis­mo sobre cuantos, al recobrar la libertad, al salir del infierno so­viético, cumplían un deber de hombres y patriotas atacando a los enemigos de su patria, esclavizadores de su pueblo y amenaza para toda la Humanidad.
Al mostrar que la traición a la patria es deber y virtud de todo comunista, no creemos que nadie sea ya capaz de llamar traidor al que combate a los traidores.
Porque, al fin, de haber traición en ellos, sería traición a la traición...
Y traicionar al traidor es patriotismo.
J. C. Barrio.

 

NOTAS:

1. Subrayado por nosotros.
2. Ignace Lepp. Le Marxisme, pág. 9 (Ed. Labergerie. Parla, 1949).
(3)   B. Wilbrandt: Carlos Marx, pág. 9.
(4)   J. Ortega: El tema de nuestro tiempo. Obras I, pág. 880.
(5)   Les Csses: Memorial, V, 398-400.
6. F. Dostoiewsky: Los Poseídos.
7. Un medio-Judio y dos judíos.
8. Lydia Bach: Historie de la Révalution russe. I, 20.
9. Boris Souvarine: Staline, p. 69.
(10) Citado por H. Rollin en La Revolución ilusa, J, 119-120.
(11)   E. Rollin. O. c. I, 112,
12. vpered, 14 enero 1905.
13. Declaración: Congreso de los Soviet» de 15-3-1S1B.
14. Lenin: El Radicalismo, pág, 36.
(15)   Marx a Sorge: Carta 5 noviclnbre 1880.