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Wall Street y los bolcheviques

Los capitalistas del comunismo. La financiación capitalista de la Revolución Bolchevique.

Antony Sutton

Wall Street y los bolcheviques - Los capitalistas del comunismo. La financiación capitalista de la Revolución Bolchevique - Antony Sutton

294 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2018
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 480 pesos
 Precio internacional: 19 euros

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A las personas que han vivido los años de la Guerra Fría; que han pasado una gran parte de sus vidas preocupadas por la posibilidad de un holocausto nuclear; a las personas que durante su niñez, su juventud y la mayor parte de su vida adulta no escucharon más que sesudos análisis y alarmantes comentarios sobre el enfrentamiento y las reiteradas crisis entre el capitalismo norteamericano y el comunismo ruso; a esas personas se les hará muy difícil imaginar que, detrás y por encima de toda esa pantalla de conflictos entre ideologías, políticas y estrategias, pudo existir una connivencia y hasta una colaboración extraordinariamente beneficiosa entre personas pertenecientes a los dos bandos supuestamente enfrentados a muerte.
Y, sin embargo, eso es lo que demuestran – sin lugar a duda alguna– los registros, los archivos y los documentos que están siendo liberados al público. En Rusia, después del colapso de la URSS, ha surgido toda una montaña de documentos y archivos que recién está comenzando a ser evaluada. Pero ya antes de ello, en los EE.UU. al vencerse los plazos que permiten el mantenimiento en secreto de los archivos oficiales del Estado, los documentos relacionados con hechos ocurridos a principios y a mediados del Siglo XX fueron siendo liberados al dominio público con lo cual – al menos en buena parte – pudieron ser consultados por historiadores, investigadores y académicos.
Es cierta que la gran cantidad de versiones nos dejan con un panorama general realmente complicado, pero, en esto, Anthony Sutton tiene una gran virtud: se atiene a la documentación concreta, verificable y confirmada, de la época. La obra está literalmente sembrada de citas textuales de documentos obtenidos de los archivos del Departamento de Estado de los EE.UU., del Senado y del Congreso norteamericano, de la Inteligencia británica y de otras fuentes similarmente sólidas. No es, por cierto, una obra especulativa y prácticamente cada afirmación está respaldada por los hechos duros.
Las pruebas demuestran que la estructura tecnoindustrial de la Unión Soviética, y en especial su aparato industrial-militar, se construyeron en gran parte con dinero capitalista, con tecnología norteamericana y con know-how occidental. Grandes empresas capitalistas tuvieron no menos grandes inversiones en la URSS. Prácticamente dos de cada tres grandes empresas industriales soviéticas se construyeron con la ayuda de firmas capitalistas o con asistencia tecnológica capitalista.
¿Cómo se condice esto con la supuesta enemistad absoluta entre capitalismo y comunismo? En gran medida, este libro de Antony Sutton responde a esa pregunta – al menos en cuanto a los orígenes de la Revolución Bolchevique y su financiación inicial.

 

ÍNDICE

Introducción del Traductor
Prefacio
Capítulo 1:
Los actores sobre el escenario de la revolución.
Capítulo 2:
Trotsky deja Nueva York para completar la revolución.
Capítulo 3:
Lenin y la asistencia alemana en la revolución bolchevique
Capítulo 4:
Wall Street y la revolución mundial
Capítulo 5:
La misión de la Cruz Roja norteamericana en Rusia - 1917
Capítulo 6:
La consolidación y la exportación de la revolución
Capítulo 7:
Los bolcheviques regresan a Nueva York
Capítulo 8:
120 de Broadway, Ciudad de Nueva York
Capítulo 9:
La Guaranty Trust se va a Rusia.
Capítulo 10:
J.P.Morgan le da una pequeña ayuda al otro bando.
Capítulo 11:
La alianza de los banqueros con la revolución.
Apéndice 1
Directores de los principales bancos, firmas e instituciones mencionados en este libro.
Apéndice 2
La teoría de la conspiración judía en la revolución bolchevique.
Apéndice 3:
Documentos seleccionados de los archivos del gobierno de EE.UU. y Gran Bretaña.
Anexo:
El inicio de la revolución bolchevique y el primer régimen soviético en Rusia. (Por Mark Weber).

Introducción del traductor

 

La complejidad del tema
A las personas que han vivido los años de la Guerra Fría; que han pasado una gran parte de sus vidas preocupadas por la posibilidad de un holocausto nuclear, temiendo que algún demente de uno u otro lado de la Cortina de Hierro “apretara el botón”; a las personas que durante su niñez, su juventud y la mayor parte de su vida adulta no escucharon más que sesudos análisis y alarmantes comentarios sobre el enfrentamiento y las reiteradas crisis entre el capitalismo norteamericano y el comunismo ruso; a esas personas se les hará muy difícil imaginar que, detrás y por encima de toda esa pantalla de conflictos entre ideologías, políticas y estrategias, pudo existir una connivencia y hasta una colaboración extraordinariamente beneficiosa entre personas pertenecientes a los dos bandos supuestamente enfrentados a muerte.
Y, sin embargo, eso es lo que demuestran – sin lugar a duda alguna– los registros, los archivos y los documentos que están siendo liberados al público. En Rusia, después del colapso de la URSS, ha surgido toda una montaña de documentos y archivos que recién está comenzando a ser evaluada. Pero ya antes de ello, en los EE.UU. al vencerse los plazos que permiten el mantenimiento en secreto de los archivos oficiales del Estado, los documentos relacionados con hechos ocurridos a principios y a mediados del Siglo XX fueron siendo liberados al dominio público con lo cual – al menos en buena parte – pudieron ser consultados por historiadores, investigadores y académicos.
Lo que estos documentos revelan resulta asombroso para quienes siempre creyeron a pié firme en la seriedad del enfrentamiento entre el comunismo y el capitalismo; aunque, la verdad sea dicha, en buena medida no hacen sino confirmar la mayoría de las fundadas sospechas que muchos escépticos siempre tuvimos.  Las pruebas demuestran que la estructura tecnoindustrial de la Unión Soviética, y en especial su aparato industrial-militar, se construyeron en gran parte con dinero capitalista, con tecnología norteamericana y con know-how occidental. Grandes empresas capitalistas tuvieron no menos grandes inversiones en la URSS. Prácticamente dos de cada tres grandes empresas industriales soviéticas se construyeron con la ayuda de firmas capitalistas o con asistencia tecnológica capitalista.
¿Cómo se condice esto con la supuesta enemistad absoluta entre capitalismo y comunismo? En gran medida, este libro de Antony Sutton responde a esa pregunta – al menos en cuanto a los orígenes de la Revolución Bolchevique y su financiación inicial. Sobre los años siguientes, el mismo autor ha brindado abundante material adicional y probablemente su mejor trabajo en este sentido sea su The Best Enemy Money Can Buy (El Mejor Enemigo que el Dinero Puede Comprar) , dónde demuestra fehacientemente la colaboración que el Estado soviético recibió de empresas capitalistas occidentales (y principalmente norteamericanas) en áreas tan sensitivas como las de la industria automotriz – incluyendo vehículos militares blindados –, las computadoras, la aeronáutica, la misilística, la industria naval, el petróleo y otras actividades.
Pero, sea como fuere, lo cierto es que todo comenzó en 1917 con la “Revolución de Octubre” que instauró el comunismo en Rusia. Y, realmente, explicar ese inicio no es fácil.
Por de pronto, se trata de una época muy complicada: varios países estaban en plena Primera Guerra Mundial que, iniciada en 1914, duraría hasta el 11 de Noviembre de 1918 con una participación norteamericana a partir del 6 de Abril de 1917. Además, la monarquía rusa se hallaba en pleno estado de descomposición política debido, en parte, a sus propias tensiones sociopolíticas internas y, en parte también, debido a las catástrofes militares que Rusia había sufrido en una guerra para la cual se hallaba pésimamente preparada; catástrofes que, por supuesto, a su vez retroalimentaban peligrosamente las tensiones existentes.
Por otra parte, también es muy complejo el mosaico político de la propia Rusia, con su fragmentación entre narodnikis, anarquistas, socialdemócratas, socialrevolucionarios, mencheviques, bolcheviques, bundistas judíos, liberales, monárquicos, republicanos moderados, conservadores y toda una serie de fragmentaciones y “líneas internas” adicionales. No es nada fácil orientarse en esta verdadera selva de grupúsculos, partidos, ideologías, tendencias y estrategias más o menos revolucionarias; cada una con su caballito de batalla propio, sus interpretaciones ideológicas o doctrinarias propias; cada una con sus intereses y sus objetivos particulares; y todos ellos con frecuencia violentamente enfrentados entre sí.
 
Las ideologías
En este libro se mencionan muchas personas y, por desgracia para el lector no muy interiorizado en el tema, Sutton presupone el conocimiento, al menos en líneas generales, de la biografía y del papel que estas personas desempeñaron. Por ello, para quienes no estén familiarizados con la Historia de principios del Siglo XX, quizás no esté de más intentar una breve reseña de los personajes principales.
Además, estas personas se hallaban imbuidas de ideologías y doctrinas cuya reseña también se hace necesaria porque de otro modo su comportamiento, sobre todo para la generación posterior a la caída del Muro de Berlín en Noviembre de 1989, se hace difícilmente comprensible. 
Queda sobreentendido que estas reseñas han de ser, por fuerza, muy sintéticas y resumidas. A quienes deseen profundizar el tema, los invitamos a consultar la abundante literatura especializada que existe sobre el período considerado.
* * * * * * * * * * * *
Las ideologías operantes a principios del Siglo XX son el producto del desarrollo intelectual y cultural que surgió por la confluencia de, al menos, dos procesos históricos principales: la Revolución Francesa y la Revolución Industrial.
Los hechos de París de 1789 y sus posteriores secuelas, con su lema de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” constituyeron el punto de partida para el debilitamiento político y el desprestigio intelectual y cultural del sistema monárquico que venía gobernando a Europa y a gran parte del mundo entero desde hacía siglos.  Por el otro lado, el invento de la máquina de vapor primero, su implementación en la producción industrial después, y la generalización del conocimiento científico traducido en tecnología, generaron un sistema de producción industrial, a una escala nunca vista hasta ese entonces, en dónde las máquinas y las instalaciones industriales primaban en costos e importancia por sobre las personas destinadas a atenderlas.
De este modo, la sociedad europea se fue desgarrando poco a poco por la influencia de dos fuerzas contrapuestas: mientras por un lado en el ámbito político la tendencia era hacia regímenes de mayor flexibilidad y libertad individual, por el otro lado, en el ámbito social y económico, se instalaban condiciones de explotación y opresión, con los dueños de los medios de producción (las máquinas y las instalaciones) tratando de obtener el mayor beneficio posible exprimiendo a una masa de trabajadores poco menos que sojuzgados.
Con el correr del tiempo esta contraposición cristalizó en dos propuestas básicamente diferentes. Por un lado, los partidarios del llamado liberalismo propugnaron – dentro del marco de una visión que priorizaba la libertad individual – dejar que las llamadas “reglas del mercado” se encargasen de establecer – o restablecer – los equilibrios necesarios. Y como la libertad individual, por supuesto, convenía a los dueños de los medios de producción, – es decir: a los dueños del capital – el liberalismo como ideología política, en términos generales,  quedó asociado al capitalismo como sistema económico.
Naturalmente el sistema de explotación de la mano de obra – en algunos casos realmente feroz y, en otros, bastante exagerado por la mitología política – no dejó de generar sus consecuencias. Una de ellas fue el socialismo. Mientras que los liberales ponían el énfasis en el concepto de la libertad individual – subrayando el ingrediente de “Libertad” del lema de la Revolución Francesa – los socialistas subrayaron el concepto de la “Igualdad” incluido en el mismo lema. Los trabajadores comenzaron a organizarse en sindicatos, se instituyó la huelga como herramienta de presión para lograr mejores condiciones de trabajo pero bastante pronto quedó en claro, al menos para los líderes socialistas más lúcidos, que el arrancarle algunas concesiones al sistema capitalista no cambiaba en esencia absolutamente nada del sistema en si mismo. Se podían obtener jornadas de menos horas de trabajo, ambientes de trabajo menos insalubres, prohibir el trabajo infantil, lograr más días de descanso y otras “conquistas”. Pero, en lo esencial, el sistema capitalista seguía funcionando sobre la base de egoísmos individuales puestos muchas veces por sobre el interés general y, naturalmente, los egoísmos de los poderosos inevitablemente prevalecerían siempre por sobre los egoísmos de los menos poderosos. Había, pues, esquemáticamente hablando, al menos dos “clases” sociales extremas – la de los trabajadores, o “proletarios”, y la de los capitalistas o “burgueses” – irreconciliablemente enfrentadas en el terreno socioeconómico. Con el agravante de que la burguesía detentaba, ya sea el poder político en forma directa, o bien podía influir sobre el poder político mediante su dinero y su poderío económico.
Hacia mediados del Siglo XIX, Carlos Marx elaboró una teoría del socialismo que luego sería apta para ser orientada principal y precisamente a la conquista del poder político. Según Marx, y simplificando su pensamiento en forma quizás extrema, el conflicto entre la clase proletaria y la clase burguesa no tendría solución posible. Sólo podría ser superada, dialécticamente, mediante una “síntesis” superior. Esta síntesis, ideada como un socialismo llevado hasta sus últimas consecuencias – sin propiedad privada de los medios de producción y hasta sin Estado como superestructura social – terminó recibiendo el nombre de comunismo.
El planteo teórico de Marx necesitaba, sin embargo, de una herramienta política eficaz y de una estrategia de lucha que posibilitara la conquista del poder burgués. El hombre que concibió esa herramienta y esa estrategia bajo la forma de un partido político revolucionario, compuesto por militantes profesionales completamente dedicados a la lucha, fue Lenin.
 
La Primera Guerra Mundial
Hacia principios del Siglo XX la situación política europea comenzó a volverse altamente inestable. La chispa que encendió el polvorín se produjo el 28 de junio de 1914, cuando el archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austro-húngaro, fue asesinado a tiros en la ciudad de Sarajevo por el joven Gavrilo Princip quien, con casi completa seguridad, había sido motorizado por intereses paneslávicos serbios.
Aunque la investigación oficial realizada por agentes austriacos no encontró pruebas directas de la complicidad del gobierno serbio, el ministro del Exterior de Austria-Hungría, conde von Berchtold, mantuvo una postura rígida y severa por la que se exigían duras sanciones contra Serbia.
El 23 de julio de 1914 Austria-Hungría envió un ultimátum a Serbia y siete días más tarde le declaró la guerra. Alemania se alineó del lado de Austria-Hungría y Rusia del lado de Serbia.  Con el correr del tiempo el conflicto se convirtió en mundial.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) tuvo por principal escenario el continente europeo. Fue una conflagración de tipo político, económico y militar, que dividió a las naciones intervinientes en dos bandos:
Las Potencias Centrales integradas por Alemania, Austria-Hungría, Bulgaria y Turquía,
Las Potencias Aliadas formadas principalmente por Gran Bretaña, Francia, Rusia e Italia, además de Portugal, Bélgica, Serbia, Grecia y Rumania. Con el agregado de los Estados Unidos, oficialmente a partir de Abril de 1917.
Los neutrales fueron: España, Holanda, Suiza, Dinamarca, Suecia y Noruega.
Para 1917, las Potencias Centrales, a pesar de enormes pérdidas en materiales y en vidas humanas, tenían una posición territorial ventajosa: se hallaban ocupando buena parte de Bélgica, el Nordeste de Italia, Serbia y gran parte de Rumania, además de Polonia y Lituania. Las únicas pérdidas territoriales las experimentó Turquía en Palestina, Mesopotamia y Armenia. Rusia había sido prácticamente derrotada en el terreno militar y se hallaba en una situación muy inestable, con la amenaza de caer en la anarquía interna – situación que, al final, se produjo con el estallido de una Revolución que derrocó a la monarquía gobernante.

Sin embargo, a pesar de esos éxitos relativos, los Aliados demostraron tener, a la larga, una mayor capacidad de resistencia. Después de superar en gran medida el bloqueo submarino alemán los Aliados recibieron el apoyo de los Estados Unidos y terminaron imponiéndose a las Potencias Centrales, finalizando la guerra en Noviembre de 1918.
En este muy breve resumen de la Primera Guerra Mundial, lo que hay que retener para poner el libro de Sutton en contexto es que, en 1917, para los Aliados era de vital interés mantener al maltrecho y prácticamente vencido ejército ruso en la guerra a fin de que no se liberaran las tropas alemanas concentradas en el frente oriental. En contrapartida, al Alto Mando alemán le interesaba, lógicamente, lo opuesto: una pronta rendición de Rusia le daría un frente oriental tranquilo, con lo que las tropas podrían ser trasladadas al frente occidental en dónde se las necesitaba desesperadamente.
Este cuadro de situación explica en buena medida por qué el gobierno imperial alemán organizó el traslado de un revolucionario como Lenin – que en 1917 se hallaba exilado en Suiza junto con otros emigrados rusos – hacia Rusia y explica también el interés de los alemanes en apoyar hasta cierto punto la revolución rusa: mientras más desorden hubiese en Rusia, mientras más debilitada estuviese Rusia en virtud de su anarquía interna, menos tropas alemanas habría que enviar al frente para controlarla. Y además, como Sutton muy bien lo señala, quienes pensaban hacia adelante no podían tampoco dejar de considerar las oportunidades que, después de la guerra, brindaría el enorme mercado potencial ruso.
El cálculo alemán de impulsar el envío de Lenin – y probablemente también de Trotsky – a Rusia falló porque los personajes alemanes involucrados no supieron prever las consecuencias a largo plazo de su plan y, posiblemente, tampoco conocían la vastedad y la complejidad de los contactos con los cuales contaban los revolucionarios. Por una parte, los alemanes concibieron a Lenin, Trotsky y a los demás como revolucionarios rusos cuando en realidad eran – Trotsky sobre todo – revolucionarios internacionales, absolutamente persuadidos de que, para el proletariado, no debían existir ni países ni fronteras. La primer intención de la revolución bolchevique fue intentar una revolución a nivel mundial o, al menos, intentarla en todos aquellos países que tuviesen una economía capitalista desarrollada y un proletariado con “conciencia de clase”; algo que en Rusia se daba sólo de un modo muy relativo.
La vocación internacionalista de los bolcheviques que en 1917 llegaron al poder en Rusia está bastante bien demostrada por la serie de sublevaciones, revueltas y revoluciones comunistas que se sucedieron en Alemania, Hungría y varios otros países después de terminada la guerra y que, en todos los casos, contaron con el decidido apoyo – y a veces hasta la instigación – de los comunistas rusos. Si bien todos estos intentos fracasaron o duraron muy poco, es de destacar que lo de la URSS como “patria del comunismo” y la tesis de la “revolución en un sólo país” vino bastante después, de la mano de Stalin y en abierta contradicción con la estrategia de Lenin y, sobre todo, con la de Trotsky.
Por otra parte, los alemanes no contaron tampoco con la posibilidad de que los capitalistas Aliados – por motivos diferentes – podían muy bien sumarse al juego. Así como los revolucionarios comunistas concebían al proletariado desde una óptica internacional, los magnates capitalistas tenían la misma concepción internacional de los mercados para cuya explotación los países, las naciones y las fronteras representaban un incómodo impedimento. Por ello, no es de extrañar que, tanto los capitalistas de las Potencias Centrales como los de las Aliadas considerasen a Rusia simplemente como un enorme mercado. Y del lado de los Aliados nadie estaba, para nada, entusiasmado con la idea de dejar que los alemanes, después de la guerra, explotasen ese gran mercado en provecho propio, sin competencia alguna. De modo que, si los alemanes habían impulsado a los revolucionarios rusos con la idea de debilitar a Rusia para sacarla de la guerra, los capitalistas – en especial los norteamericanos – no estaban para nada dispuestos a dejar que los alemanes se manejaran solos y, consecuentemente, apoyaron también a la revolución rusa con miras a quedarse con, o por lo menos participar del, mercado que Rusia representaba. Varios de los documentos aportados por Sutton demuestran esto de una manera palmaria.

La Revolución Rusa
Para entender varios de los acontecimientos a los que se hace referencia en el libro de Sutton es casi indispensable tener aunque más no sea una somera idea de los hechos ocurridos en Rusia hacia fines del Siglo XIX y principios del XX.
En términos muy generales, lo principal a tener en cuenta es que la monarquía zarista (en Rusia, al monarca se lo denominaba “Zar”), ya bastante debilitada por su fracaso en la guerra ruso-japonesa de 1904/1905, no pudo resistir el fracaso adicional de sus fuerzas en la Primera Guerra Mundial de 1914/1918 que produjo un estado de verdadero caos, anarquía y efervescencia revolucionaria en el país.
En 1917 el zar Nicolás II, que ya había sufrido fuertes presiones liberales para convertir a la monarquía absoluta rusa en una monarquía parlamentaria, se vio obligado a abdicar. Además de la catástrofe de la guerra, hay que tener en cuenta que su prestigio ya se hallaba seriamente disminuido también por la presencia del famoso monje libertino Rasputin quien ejercía una gran influencia sobre la esposa de Nicolás II y, a través de ella, sobre la familia imperial. Aparentemente Rasputin tenía algún poder para controlar la hemofilia que padecía el hijo y heredero del trono de Nicolás II – además de que, quizás debido a ello, también había probablemente conseguido convertirse en amante de la emperatriz. O, por lo menos, eso es lo que se decía por la época en toda Rusia.
Después de la abdicación, el primer “Gobierno Provisional” que intentó sustituir a Nicolás II – con el liberal príncipe Lvov como Primer Ministro – tampoco tuvo mayor éxito y Lvov terminó reemplazado por el socialista Alexander Kerensky. Éste, a su vez, también resultó desbordado por los acontecimientos y, finalmente, los bolcheviques – por medio de un audaz golpe de Estado en Petrogrado (San Petersburgo) – accedieron al poder con Lenin y Trotsky como dirigentes principales.
Otra cosa que requiere un pequeño comentario es la palabra rusa “Soviet”. Significa “Consejo” o quizás más bien “Asamblea”. Originalmente, hacia fines de la era zarista, fue una asamblea deliberativa de obreros, constituida a nivel local, para la resolución de los conflictos en el lugar de trabajo. Con el tiempo los marxistas rusos organizaron y utilizaron esta asambleas como herramienta de lucha y terminaron extendiendo su composición a soldados y campesinos aunque la dirección y el liderazgo se mantuvo casi siempre en manos de militantes intelectuales de alguna facción política.  La conocida consigna de “Todo el Poder a los Soviets”, enarbolada por los bolcheviques durante la Revolución, fue una forma de utilizar estas asambleas como herramienta contra la autoridad del Gobierno Provisional que siguió a la caída del zar.
Como guía orientadora, se incluyen aquí dos cronologías muy resumidas de los principales acontecimientos.
 
Hechos anteriores a la Revolución
Fecha Acontecimientos Principales
1855 Inicio del reinado del Zar Alejandro II
1861 Emancipación de los siervos.
1874-81 Crecen las agrupaciones políticas terroristas, anarquistas y revolucionarias antigubernamentales y antimonárquicas así como la reacción del gobierno.
1881 Alejandro II es asesinado por un grupo revolucionario. Le sucede Alejandro III.
1883 Se forma el primer grupo marxista ruso.
1894 Inicio del reinado del zar Nicolás II
1898 Primer Congreso del Partido Obrero Social Demócrata Ruso
1900 Se funda el Partido Social Revolucionario Ruso
1903 Segundo Congreso del Partido Obrero Social Demócrata Ruso. Comienza la división entre bolcheviques (mayoría) y mencheviques (minoría).
1904-5 Guerra ruso-japonesa que Rusia pierde.
1905 Revolución Rusa de 1905 (con destacada participación de Trotsky en la misma).
Enero – Sangrienta represión de una manifestación en San Petersburgo (Petrogrado).
Junio – Motín en el acorazado Potemkin en Odessa
Octubre – Huelga general. Se forma el Soviet de Petrogrado. El gobierno accede a llamar elecciones para un parlamento (Duma).
1906 Primera Duma. Primer Ministro: Pedro Stolypin. Se comienza con reformas agrarias.
1907 Segunda Duma (Entre Febrero y Junio)
1907 Tercera Duma, (hasta 1912)
1911 El Primer Ministro Stolypin es asesinado por terroristas de izquierda.
1912 Cuarta Duma, (hasta 1917). Bolcheviques y mencheviques se separan definitivamente
1914 Comienza la Primera Guerra Mundial.
1915 Derrotas catastróficas del ejército ruso. Nicolás II asume el puesto de Comandante en Jefe.
1916 Se produce falta de alimentos y combustibles. Los precios se disparan.
1917 Estalla la Revolución Rusa..

Cronología de la Revolución Rusa:
Debe tenerse presente que, hasta 1918, Rusia se rigió por el Calendario Juliano. En el Siglo XX, este calendario estaba 13 días retrasado respecto del Calendario Gregoriano de empleo común en Occidente.
Calendario Gregoriano Calendario Juliano Acontecimientos
  Enero Huelgas y disturbios en Petrogrado.
8 de Marzo 23 de Febrero Día Internacional de la Mujer: huelgas y demostraciones en Petrogrado.
11 de Marzo 26 de Febrero 50 muertos al reprimirse una manifestación.  El Zar Nicolás II prorroga el mandato de la Duma y le ordena al comandante del distrito militar de Petrogrado que reprima los desórdenes por medio de la fuerza.
12 de Marzo 27 de Febrero Las tropas se niegan a abrir fuego sobre los manifestantes. Se producen deserciones. Los manifestantes atacan y saquean prisiones, cortes y estaciones de policía.
El edificio de la policía secreta del zar (Okhrana) es incendiado. Los soldados se unen a los revolucionarios.
Se forma el Soviet de Petrogrado.
Se forma el Comité Provisional de la Duma con miembros del Partido Democrático Constitucional (KDT- o Kadets)
14 de Marzo 1 de Marzo Se emite la Orden N° 1 del Soviet  de Petrogrado
15 de Marzo 2 de Marzo Abdica Nicolás II. Se forma un Gobierno Provisional con el Príncipe Lvov como Primer Ministro.
16 de Abril 3 de Abril Lenin regresa a Rusia procedente de Suiza.
3 y 4 de Mayo 20 y 21 de Abril Se producen demostraciones masivas de obreros, soldados y militantes políticos en las calles de Petrogrado y Moscú desatadas por la nota que el Ministros de Relaciones Exteriores Miliukov había enviado a los Aliados y por medio de la cual se manifiesta la intención de mantener a Rusia en la guerra. Cae el primer Gobierno Provisional.
18 de Mayo 5 de Mayo Se forma un gobierno de coalición. Los socialistas acceden a formar parte del gabinete del Gobierno Provisional. Alexander Kerensky es nombrado Ministro de Guerra y de la Armada.
Mayo Mayo Trotsky regresa a Rusia procedente de los EE.UU.
16 de Junio 3 de Junio Primer Congreso de toda Rusia de delegados de Trabajadores y Soldados. Se elige el Comité Ejecutivo Central de los Soviets con dirección de mencheviques y socialrevolucionarios.
23 de Junio 10 de Junio El Soviet prohíbe una demostración bolchevique planificada en Petrogrado.
29 de Junio 16 de Junio Kerensky ordena una ofensiva contra las fuerzas Austro-Húngaras. La campaña tiene sólo éxitos iniciales.
1 de Julio 18 de Junio Una manifestación oficial del Soviet en Petrogrado es súbitamente copada por los bolcheviques que imponen sus lemas:  “Abajo con los diez ministros capitalistas” (del Gobierno Provisional) y “Todo el poder a los Soviets”.
15 de Julio 2 de Julio Termina la ofensiva militar de Kerensky sin resultados satisfactorios para Rusia. Trotsky se une a los bolcheviques.
16 y 17 de Julio 3 y 4 de Julio Demostraciones masivas de personas armadas en Petrogrado. Los bolcheviques las instigan exigiendo “Todo el poder a los Soviets”.
19 de Julio 6 de Julio Las fuerzas alemanas y austro-húngaras contraatacan. El ejército ruso colapsa y se retira presa del pánico. El pueblo de Tarnopol termina saqueado por las propias tropas rusas hambrientas y sin control. El Gobierno Provisional ordena el arresto de los líderes bolcheviques.
20 de Julio 7 de Julio El Primer Ministro Lvov renuncia y le pide a Kerensky que asuma como Primer Ministro. Kerensky accede y se forma el nuevo gobierno a partir del 25 de Julio.
4 de Agosto 22 de Julio Trotsky y Lunacharski son arrestados.
8 de Septiembre 26 de Agosto Cae el segundo gobierno de coalición.
8 al 12 de Septiembre 26 al 30 de Agosto El general Lavr Kornilov , Comandante en Jefe del ejército ruso, desplaza tropas hacia Petrogrado exigiendo del gobierno plenos poderes civiles y militares.
13 de Septiembre 31 de Agosto Una mayoría de diputados del Soviet de Petrogrado aprueba la resolución bolchevique de establecer un gobierno íntegramente socialista con exclusión de la burguesía.
14 de Septiembre 1 de Septiembre Rusia es declarada república.
17 de Septiembre 4 de Septiembre Trotsky y otros prisioneros son liberados.
18 de Septiembre 5 de Septiembre La resolución bolchevique sobre la integración del gobierno obtiene mayoría de votos en el Soviet de Moscú.
2 de Octubre 19 de Septiembre El Soviet de Moscú elige un Comité Ejecutivo y un nuevo Presidium con mayorías bolcheviques y con el bolchevique Viktor Noguin como presidente.
8 de Octubre 25 de Septiembre Se forma el tercer gobierno de coalición. Una mayoría bolchevique en el Soviet de Petrogrado elige un nuevo Presidium con mayoría bolchevique y Trotsky como presidente.
23 de Octubre 10 de Octubre El Comité Central bolchevique aprueba la decisión de realizar un insurrección armada.
24 de Octubre 11 de Octubre Se realiza un Congreso de los Soviets de la Región Norte de Rusia.
2 de Noviembre 20 de Octubre Primer reunión del Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado.
7 de Noviembre 25 de Octubre Se inicia la “Revolución de Octubre”. El Comité Militar Revolucionario dirige obreros armados a capturar los principales edificios de Petrogrado. Kerensky abandona Petrogrado. Se inicia el Segundo Congreso de Soviets de toda Rusia.
8 de Noviembre 26 de Octubre Segundo Congreso de Soviets. Los mencheviques y los delegados socialrevolucionarios abandonan el Congreso en protesta por los sucesos del día anterior. El Congreso asume la autoridad del Estado y promulga varias resoluciones. Se aprueba la formación de un gobierno exclusivamente bolchevique – el Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom) – con Lenin como presidente.

Los personajes
Los comunistas Vladimir Ilyich Ulianov (Lenin)

Entre los revolucionarios rusos existió la costumbre muy extendida de adoptar seudónimos o “nombres de guerra”. En parte esto se debió a cuestiones de seguridad ya que sus actividades con harta frecuencia eran ilegales, clandestinas – incluyendo la organización de atentados terroristas – y, naturalmente, perseguidas por las autoridades.
Así, en realidad, “Lenin” es uno de esos seudónimos. Su verdadero nombre completo era Vladimir Ilyich Ulianov. Nació en la ciudad rusa de Simbirsk, el 22 de abril de 1870 como miembro de una familia de clase media relativamente modesta. Su hermano Alejandro murió ejecutado por tomar parte en un atentado contra el zar Alejandro III. La ejecución de su hermano, a quien admiraba y quería imitar, marcó fuertemente su carácter y su personalidad.  
Lenin cursó estudios secundarios y se graduó de abogado. En 1895, conoció a Georgui Plekhanov, el principal líder marxista de Rusia. Entre los dos unificaron a buena parte de los grupos socialistas rusos creando el Partido Obrero Social Demócrata pero el grupo fue disuelto por las autoridades y Lenin terminó deportado en Siberia (1897). Allí conoció a Nadiezhda Krupskaia, casándose con ella en 1898.
Liberado en 1900, Lenin emigró a Suiza, donde, con Plekhanov, fundaron el periódico socialdemócrata Iskra (La Chispa). Pero la colaboración de ambos no habría de durar. En medio de feroces discusiones ideológicas, la ruptura con Plekhanov (y con Trotsky) se produjo durante el congreso de 1903 del Partido Obrero Social Demócrata. El grupo de Lenin pasó a designarse como “bolchevique” (palabra que proviene de un término ruso que implica “mayoría”) y el resto, “menchevique” (en forma similar, de una palabra rusa que implica “minoría”).
Lenin estuvo en San Petersburgo durante una insurrección que tuvo lugar en 1905 (en la que Trotsky desempeñó un importante papel) pero, luego del fracaso del alzamiento, volvió a su exilio en Suiza.
En marzo de 1917, en plena Primera Guerra Mundial, estalla la revolución que depone al zar Nicolás II. Con el apoyo de funcionarios del gobierno alemán que ponen a su disposición un tren para su traslado (el famoso “tren sellado”) Lenin y más de 30 personas de su entorno viajan a Rusia dónde llegan en Abril.
Desde el mismo comienzo Lenin exigió la entrega del poder a los Soviets. Su objetivo fue derribar al gobierno que había surgido después del derrocamiento del zar e instaurar una dictadura proletaria. No sin oposición, logró que el comité central bolchevique adoptara esa postura.
Aprovechando la debilidad del Gobierno Provisional y la anarquía general imperante,  la revolución bolchevique tuvo lugar en Noviembre (Octubre según el antiguo calendario ruso) de 1917. Se formó el Consejo de Comisarios del Pueblo como nuevo órgano de gobierno y la presidencia del mismo quedó en manos de Lenin.
Entre las primeras medidas de Lenin se cuentan: las que propiciaban la salida de Rusia de la I Guerra Mundial, tarea que se le encomendó a Trotsky, y la confiscación de las tierras de la Iglesia y de los latifundios. Las fábricas y los bancos quedaron bajo un proceso de estatización.
Las reformas, llevadas a cabo de un modo precipitado, produjeron una violenta guerra civil. El propio Lenin sufrió dos atentados: el primero en Enero de 1918 cuando desconocidos dispararon contra el automóvil en el que se encontraba y el segundo, en Agosto de 1918, cuando una militante socialrevolucionaria, Fanny Kaplan, disparó tres veces contra él hiriéndolo de gravedad. Ante ello, Lenin estableció un régimen de terror basado en la policía secreta (la Cheká). Se estima que, entre 1918 y 1921, unas 200.000 personas fueron ejecutadas. En parte con ello, la guerra civil se fue controlando ya que además, el Ejército Rojo, conducido por Trotsky, pudo contener a los opositores cuyas fuerzas contaron con algún apoyo de países occidentales.
A fines de 1920, Lenin se había consolidado en el poder, pero la economía estaba arruinada. La producción industrial había caído a un 20% de lo que se había logrado antes de la guerra, bajo el zarismo. Las ciudades estaban desabastecidas. Lenin instituyó el llamado “comunismo de guerra” tratando, entre otras medidas, de quitarle a los campesinos sus productos para distribuirlos entre la población. El resultado, sin embargo fue una reducción de los cultivos y una hambruna generalizada que causó innumerables muertes.
Ante ello, en 1921, Lenin se decidió por lo que llamó la “Nueva Política Económica” (NEP). En esencia, consistió de un capitalismo de Estado del que se suponía que después daría paso al comunismo. Con esta política, Lenin logró cierta recuperación de la economía, la consolidación de su régimen y, en 1922, Rusia se organizó en una estructura nominalmente federal que pasó a llamarse Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)
Lenin murió de una hemorragia cerebral, en Gorki, cerca de Moscú, el 21 de enero de 1924 aunque, gravemente enfermo, tuvo que dejar de ejercer efectivamente el poder a partir de 1922.

 Leon Bronstein (Trotsky)
Al igual que “Lenin”, “Trotsky” (o bien “Trotzky”, “Trotski” o “Trotzki” en algunos documentos – la transliteración de los nombres rusos es muy imprecisa en muchos casos) también es un seudónimo. Su verdadero nombre es Leon Davidovich Bronstein. Nació el 7 de noviembre de 1879 en Yákovka (Ucrania), en el seno de una familia de judíos rusos de posición económica desahogada. Estudió en Odesa y Mykolayiv, iniciándose en política hacia 1896. Populista al principio, pronto se sumó al movimiento marxista llegando a ser un experto conocedor de esa doctrina al punto que aportó a la misma el desarrollo de la teoría de la “revolución permanente”.
En 1897 fundó la Unión de Obreros del Sur de Rusia. A raíz de sus actividades revolucionarias fue detenido por las autoridades zaristas y condenado al exilio en Siberia. Sin embargo, escapó de su lugar de confinamiento y en 1902 lo encontramos en Europa dónde, según se dice, adoptó el nombre de un carcelero que lo había custodiado: Trotsky. 
Durante este período fuera de Rusia, se unió a Lenin, Martov (Yuli Osipovich Zederbaum), Plekhanov y otros miembros del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso que editaban el periódico Iskra (La Chispa). Cuando, en 1903, se celebra el segundo congreso de ese partido en Londres, Lenin sustenta la posición de que el partido debía organizarse con un selecto grupo de cuadros de revolucionarios profesionales mientras que Martov aboga por una organización más flexible y abierta. Cuando se produjo la votación por la cuestión en disputa, la mayoría (“bolchevique”) votó por la propuesta de Lenin, y los partidarios de Martov quedaron en minoría (“menchevique”).
En 1905 Trotsky regresa a Rusia y participa en la revolución de ese año llegando a ser presidente del Soviet de San Petersburgo. Cuando la revolución fracasa, es encarcelado y nuevamente deportado a Siberia pero vuelve a escaparse en 1907 y se traslada a Europa. Pasa por Londres, Paris, Viena y Suiza siempre dedicado a actividades revolucionarias, especialmente propagandísticas. Funda el diario “Pravda” en 1908, aunque esta publicación no está directamente relacionada con el diario del mismo nombre que inician los bolcheviques en 1912. Durante este período, Trotsky intervino activamente en la disputa entre bolcheviques y mencheviques, tratando de mantener una posición relativamente independiente, aunque tuvo serias disputas con Lenin y, en general, su posición estuvo siempre más cerca de los mencheviques que de sus oponentes.
Hacia fines de 1914 Trotsky se trasladó a Francia de la cual fue expulsado a España en 1916. Después de un período de detención en España, partió hacia los EE.UU. arribando a Nueva York el 13 de Enero de 1917.
Cuando, en Febrero de 1917, se producen los hechos que inician la Revolución Rusa, Trotsky está, pues, en Nueva York. Intenta regresar a Rusia lo antes posible embarcándose hacia allí pero es detenido por las autoridades canadienses en Halifax  las cuales – luego de una serie de acontecimientos muy bien documentados por Sutton en este libro – lo liberan debido a presiones norteamericanas. Finalmente, Trotzky llega a Rusia a principios de Mayo de 1917, después de Lenin que había arribado en Abril. Esta ventaja de menos de 30 días a favor de Lenin quizás no ha sido evaluada debidamente por los historiadores. Lo indudable, en todo caso, es que en Petrogrado el prestigio de Trotsky era bastante mayor que el de Lenin pero, probablemente, la rápida sucesión de los acontecimientos, y el hecho de haber llegado primero, le dieron a Lenin la oportunidad de ganar la iniciativa. La pérdida de esa iniciativa resultará fatal para Trotsky más tarde cuando, luego de la muerte de Lenin, tenga que enfrentarse con Stalin.
El hecho es que, luego de su regreso a Rusia, Trotsky no se unió inmediatamente a los bolcheviques. La realidad es que, en ese momento, los socialdemócratas rusos estaban divididos en por lo menos seis facciones diferentes y los bolcheviques estaban esperando la convocatoria al próximo Congreso del partido para decidir la estrategia a adoptar. Trotsky comienza uniéndose a los Mezhraiontsy, un relativamente pequeño grupo local de Petrogrado, y se convierte en uno de sus líderes. Cuando el Congreso se reúne por fin en Junio de 1917, Trotsky – representando a la facción Mezhraiontsy – es elegido miembro del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia.
En Agosto de 1917 es arrestado por el Gobierno provisional pero recupera la libertad apenas unos días después en Septiembre y cuando los bolcheviques consiguen obtener una mayoría en el Soviet de Petrogrado, Trotsky es designado Presidente del mismo, con lo cual queda sellada su alianza con la facción de Lenin.
Trotsky también presidió el Comité Militar Revolucionario bolchevique, desde el cual participó en la Revolución de Noviembre/Octubre. Luego fue comisario de Relaciones Exteriores y negoció la paz por separado con Alemania en Brest-Litovsk, con la que Rusia se retiró de hecho de la Primera Guerra Mundial. Luego, comandó también al Ejército Rojo, que aplastó a los adversarios de la revolución durante la Guerra Civil que se desató después de la toma del poder por los bolcheviques.
Lenin se vio obligado a retirarse de la vida política en mayo de 1922, tras sufrir una apoplejía. La mala suerte quiso que Trotsky se enfermara aproximadamente por la misma época. En esas condiciones, no consiguió impedir que Zinoviev (Radomyslsky o Apfelbaum), Kamenev (Rosenfeld) y Stalin (Dzhugashvili) ocuparan el poder.
Mortalmente enemistado con Stalin, fue destituido de su cargo de Comisario de Guerra en 1925 y expulsado del Politburó en 1926. Stalin, que terminó concentrando en sus manos todo el poder y gobernó a Rusia con mano de hierro hasta 1953, lo envió al exilio en Asia central en 1928 y al año siguiente fue desterrado de la URSS. Residió en Turquía, Francia, Noruega y finalmente en México, dónde murió asesinado.

Los capitalistas

Los Morgan

El fundador de la dinastía, John Pierpont Morgan (1837-1913), fue un banquero y financista norteamericano que dominó gran parte del mundo financiero e industrial de su época. En 1892 organizó la fusión de la Edison General Electric con la Thompson-Houston Electric Company. La compañía resultante de la fusión fue la célebre General Electric. En 1901 organizó otra fusión de varias empresas para constituir la United States Steel Corporation. Hacia principios del Siglo XX llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo, con inversiones financieras en varias grandes corporaciones. Falleció en Roma, en 1913.
Su hijo, Jack Pierpont Morgan (1867-1943) heredó la fortuna y los negocios de su padre. Después del estallido de la Primera Guerra Mundial organizó el primer empréstito a Rusia por 12 millones de dólares. Otros 50 millones fueron para el gobierno francés y todas las compras de municiones hechas por los británicos en los EE.UU. pasaron por alguna de sus firmas – y esto a pesar de que, teóricamente al menos, los Estados Unidos constituían un país neutral ya que entraron en la guerra recién en Abril de 1917. Después, Morgan organizó, por medio de un conjunto de 200 bancos, un empréstito de 500 millones de dólares para los Aliados. Además, por supuesto, de varias otras operaciones muy interesantes que Sutton describe en detalle en su libro.

 Los Rockefeller

Los Rockefeller constituyen toda una dinastía que ya lleva algo así como seis generaciones. Los fundadores de esta dinastía son, John D. Rockefeller (Senior), (1839 – 1937) y su hermano William Rockefeller (1841-1922).
En 1870 fundaron el poderoso emporio petrolero Standard Oil, siendo el mencionado John D. Rockefeller (hay al menos otros tres posteriores con el mismo nombre) considerado como “el hombre más rico del mundo” y, de hecho, el primer multimillonario de los Estados Unidos.
La Standard Oil fue condenada por prácticas monopólicas por la Suprema Corte de los EE.UU. y obligada a dividirse en varias empresas en 1911. Por este motivo, las empresas que formaban parte de la Standard Oil se reorganizaron: Continetal Oil se convirtió en Conoco; la Standard de Indiana se convirtió Amoco; la de California se hizo Chevron; la de Nueva Jersey se transformó en Esso primero y en Exxon después; la Standard de Nueva York se convirtió en Mobil; y así sucesivamente.
Con todo, estas medidas no dejaron de ser cosméticas en su mayor parte. Los Rockefeller raramente vendían sus acciones y siguieron teniendo una influencia decisiva, tanto en estas empresas como en varias otras, creadas alrededor de su emporio petrolero. Algunas de ellas las menciona Sutton en este libro.

El método científico y la política
Como puede apreciarse, el panorama general es realmente complicado. Pero, en esto Anthony Sutton tiene una gran virtud: se atiene a la documentación concreta, verificable y confirmada, de la época. La obra está literalmente sembrada de citas textuales de documentos obtenidos de los archivos del Departamento de Estado de los EE.UU., del Senado y del Congreso norteamericano, de la Inteligencia británica y de otras fuentes similarmente sólidas. No es, por cierto, una obra especulativa y prácticamente cada afirmación está respaldada por lo que Sutton mismo denomina “hard facts”, “hechos duros”, o pruebas concretas.
No obstante, como con frecuencia sucede cuando se quiere historiar o explicar ciertos procesos políticos particularmente complejos, esta mayor virtud de Sutton a veces se convierte en su mayor debilidad. 
En primer lugar, hay que tener presente que en política nunca todo está documentado. En parte porque, como cualquier político sabe, existen cosas que sencillamente no se pueden (o no se deben) documentar. Nadie en su sano juicio firma un recibo por un soborno; rara vez se pone por escrito una orden para ejecutar una salvajada; a veces las ordenes puestas por escrito no parecen tan tremendas y las convierten en salvajadas quienes las ejecutan; las conspiraciones (que las hay, sin que eso necesariamente signifique caer en “teorías conspirativas” genéricas) por regla general, o bien no se documentan, o bien hasta se documentan mal a propósito; hay insinuaciones, sugerencias, indicaciones, guiños entre cómplices, que están más allá de cualquier documento y después de más de medio siglo se vuelven indemostrables si uno se empecina en atenerse exclusivamente a esos “hard facts”.
Además – y con esto no pretendo hacerle creer a nadie que he descubierto una novedad – los políticos mienten. No es en absoluto raro hallar que aquello que escribieron o dijeron se encuentra en las antípodas de lo que, al final, terminaron haciendo. Y muchas veces, aún cuando no mienta descaradamente, el político se ve obligado por las circunstancias e incluso por sus propios enemigos a actuar en contra de sus más íntimas y firmes convicciones. Y, para colmo, las convicciones tampoco son algo forzosamente invariable a lo largo de la vida de una persona.
La política, al fin de cuentas, también es un arte y su evaluación estrictamente racional y científica no siempre ni necesariamente es la evaluación correcta. No siempre la explicación científica es la única posible y, con mucha frecuencia, esa explicación científicamente fundada deja lagunas – a veces enormes – sin aclarar.
Por ejemplo, Sutton descarta casi por completo la influencia de la comunidad judía en la revolución bolchevique. Por una parte, no es imposible que, al escribir su libro en 1974, considerara que bastantes problemas tendría con echarse en contra a todo el establishment capitalista de Wall Street como para, encima, exponerse a quebrar lanzas con la poderosa comunidad judía en los EE.UU.  y con el lobby sionista norteamericano para terminar siendo acusado de antisemita. Por el otro lado, es cierto que los documentos que analizó – más allá de referencias genéricas a la fastidiosamente mencionada “conspiración judía” internacional y a los no menos sempiternamente citados “Protocolos de los Sabios de Sión” – no se encuentran pruebas concretas de esta influencia.
Pero hay otros documentos y hechos que Sutton hábilmente omite mencionar. Mientras insinúa que la financiación de Trotsky probablemente provino de fuentes “alemanas”, pasa discretamente por alto que todo el entorno de la firma norteamericana Kuhn, Loeb & Co. tenía y mantenía fuertes lazos con Alemania. Jakob Schiff, el socio principal de la firma, había nacido en1847, en el seno de una distinguida familia judía, en Frankfurt, Alemania, y emigró a los EE.UU. en 1865. Además de socio de la Kuhn & Loeb, Schiff fue director en varias importantes corporaciones norteamericanas, incluyendo a la compañía de seguros de vida Equitable y a la empresa ferroviaria Union Pacific.
Odiaba cordialmente al zarismo ruso al extremo de financiar con 200 millones de dólares a los japoneses cuando éstos se vieron envueltos en la guerra ruso-japonesa de 1904/1905. Son numerosas las fuentes que sostienen que buena parte del dinero que financió a Trotsky provino – directa o indirectamente – del entorno de la Kuhn, Loeb y Co., más allá de la relativamente exigua suma de 10.000 dólares que Trotsky llevaba encima cuando lo detuvieron las autoridades canadienses. Es muy posible que Schiff sintiera más simpatías por Kerensky que por Lenin – lo cual explicaría su contrariedad después del derrocamiento del primero – pero, no debería olvidarse que Trotsky venía de mantener una posición altamente independiente, más cercana a los mencheviques que a los bolcheviques, y se sumó al grupo de Lenin a último momento, prácticamente obligado por los acontecimientos.
Otros socios importantes de la Kuhn, Loeb y Co. , también de ascendencia judía y relacionados con Alemania, son los Warburg, originarios de Hamburgo, en dónde la familia era propietaria de un prestigioso banco que existe hasta el día de hoy, con filiales en Colonia, Berlin, Frankfurt, Suiza y Luxemburgo.
Por ejemplo, Max Warburg (1867-1946), después de haber sido asesor del Kaiser Guillermo II, permaneció en Alemania hasta 1938 – aún bajo el régimen de Hitler y hasta apenas un años antes de declararse la Segunda Guerra Mundial -  para después emigrar hacia los EE.UU. No carece tampoco de interés el detalle de que en 1933 fue miembro del directorio del principal banco alemán, el Reichsbank, a cuyo frente en aquél momento se encontraba Hjalmar Schacht – el mismo que más tarde sería Ministro de Economía de Hitler. Como que tampoco puede pasarse por alto su tránsito por el directorio de la I.G.Farben alemana, una firma que – según otro de los libros de Sutton – recibió apoyo norteamericano incluso bajo el régimen nazi.  Por otra parte, Paul Warburg, hermano del anterior, fue el principal promotor de la formación del sistema de la Reserva Federal norteamericana y miembro de su primer directorio, por designación del presidente Woodrow Wilson.  La rama neoyorquina de esta Reserva Federal ocupa un lugar destacado en la obra de Sutton.
Lo concreto es que, aun sin entrar en teorías conspirativas fantasiosas, la contribución de una gran cantidad de intelectuales y de dirigentes judíos en la revolución bolchevique, es innegable. El propio Sutton concede un 20% para “la proporción de bolcheviques judíos extranjeros involucrados” en la revolución; lo cual, como mínimo, ya debería ser bastante significativo para un núcleo social cuyos miembros nunca constituyeron más del 4 al 5% de la población total de Rusia. Pero, además de ello, la obra de Johannes Rogalla von Bieberstein, a la que en los últimos años se suma el casi monumental trabajo de Alexander Solyenitzin sobre el tema ,  contienen pruebas que despejan toda duda razonable sobre la cuestión.

El Traductor
Junio 2007.


 Prefacio

 

Desde los comienzos de la década de los años 1920, numerosos panfletos y artículos, e incluso unos pocos libros, han tratado de establecer un vínculo entre los “banqueros internacionales” y los “revolucionarios bolcheviques”. Rara ves estos intentos han estado apoyados sobre una evidencia concreta, y nunca han sido presentados dentro del contexto de una metodología científica. Más aún: algunas de las “evidencias” utilizadas en estas obras han sido fraudulentas, cierta parte es irrelevante, y muchas de ellas no pueden ser verificadas. Por otra parte, los autores académicos se ha evitado estudiadamente el examen del asunto; probablemente porque la hipótesis ofende la pulcra dicotomía de capitalistas versus comunistas (siendo que, por supuesto, todo el mundo sabe que son enemigos acérrimos). Aparte de ello, dado que gran parte de lo escrito roza lo absurdo, existe el peligro de que una sólida reputación académica resulte fácilmente arruinada por el brulote de lo ridículo. Razón suficiente para evitar el asunto.
Por fortuna , los archivos del Departamento de Estado (State Department Decimal File), particularmente la sección 861.00, contienen extensa documentación sobre el hipotético vínculo. Cuando se integra la evidencia que se desprende de estos documentos oficiales con el resto de las pruebas procedentes de fuentes no oficiales tales como biografías, documentos personales e historias convencionales, lo que emerge es una historia verdaderamente fascinante.
Hallamos que existió un vínculo entre algunos banqueros internacionales y muchos revolucionarios, incluyendo a los bolcheviques. Estos caballeros banqueros — que aquí se identifican — tuvieron un interés financiero en, y estuvieron comprometidos con, el triunfo de la revolución bolchevique.
Quiénes, por qué — y por cuánto — es lo que constituye la trama de este libro.

Antony C. Sutton
Marzo de 1974