Libreria Argentina Libreria Argentina Libreria Argentina

 

Pascua de sangre

Los Judíos de Europa y los Crímenes Rituales

Ariel Toaff

Pascua de sangre - Los Judíos de Europa y los Crímenes Rituales - Ariel Toaff

530 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2018
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 760 pesos
 Precio internacional: 25 euros

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El doctor Toaff es nada más y nada menos que hijo del Gran Rabino de Roma y un especialista en historia judía. Ejerce como profesor de Historia Medieval y del Renacimiento en la universidad judía de Bar Ilan. Se dio a conocer con sus profundos estudios sobre la judería medieval. Los tres volúmenes de su obra “Amor, Trabajo y Muerte. La Vida Judía en la Umbría Medieval” (Love, Work and Death. Jewish Life in Medieval Umbria) son una enciclopedia en este campo ciertamente limitado.
Sin embargo, estuvo a punto de perder todo su prestigio debido al trabajo que aquí presentamos. El profesor Toaff se topó con un descubrimiento espeluznante que le heló la sangre, pero tuvo el valor y la honestidad intelectual de seguir adelante. Inmediatamente comenzaron las persecuciones y acosos de parte de sus correligionarios, frente a los cuales declaró el autor: “No voy a renunciar a mi dedicación a la verdad y la libertad académica, incluso si el mundo me crucifica”. Todos los medios de presión se pudieron en marcha y, quebrantado al fin, debió hacer acto de arrepentimiento.
El crimen imperdonable del este académico intachable es haberse enfrentado valientemente a uno de los temas más controvertidos en la historia de los judíos de Europa, que siempre ha servido como un caballo de batalla del antisemitismo: la acusación, dirigida contra los judíos, durante siglos, de secuestrar y matar niños cristianos para usar su sangre en los ritos de la Pascua Judía. En lo que respecta a Italia, casi todos los juicios rituales de homicidios se llevaron a cabo en las regiones del noreste, caracterizadas por grandes asentamientos de judíos de origen alemán (asquenazis). El caso más famoso de este tipo ocurrió en Trento, Italia, en 1475, como resultado del cual muchos judíos locales fueron acusados y sentenciados a muerte por el asesinato del niño que se conocería como “Simón de Trento”, que fue venerado como santo por varios siglos, hasta hace pocas décadas. Sin embargo, una relectura sin prejuicios de los registros del juicio original, junto con los registros de varios otros juicios, vistos dentro del contexto europeo general y complementados por un conocimiento exacto de los textos hebreos relevantes, arroja nueva luz sobre el significado ritual y terapéutico de la sangre en la cultura judía, llevando al autor del presente estudio a concluir, de mala gana, que, particularmente en lo que se refiere a los judíos asquenazis, las acusaciones de los “libelos de sangre” no siempre fueron una invención.
“Pascua de Sangre” es una obra maestra de la literatura y una obra maestra de historia, que merece ser ampliamente leída, no eliminada por el Agujero de la Memoria en algún tipo de Estado Policial de la ADL. Todos los colectivos están abiertos a revisar su historia y a pedir perdón si en el pasado se ha cometido algún crimen. Los cielos no se han abierto por ello, incluso puede verse como un acto de madurez. Aquí, sin embargo, la policía del pensamiento es inflexible.
En esta, la primera traducción completa en castellano, se ha hecho, además, un gran favor a la investigación histórica al marcarse los párrafos originales que debieron ser eliminados por el autor y los que se vió obligado a agregar en la nueva edición.

 

ÍNDICE

Prefacio -.- Parte A
Capítulo I.- En Venecia con el Santo Emperador Romano Parte B
Federico III (1469)
Capítulo II.- Salamoncino de Piove di Sacco, financista depredador
Parte C
Capítulo III.- Asher, el judío barbudo (1475) Parte D
Capítulo IV.- Portobuffolè, Volpedo, Arena Po, Marostica,
Rinn Parte E
Capítulo V.- De Endingen a Ratisbona: ¿homicidios rituales
o cuentos de hadas de los hermanos Grimm? Parte F
Capítulo VI.- Usos mágicos y terapéuticos de la sangre ParteG
Capítulo VII.- Crucifixión y canibalismo ritual: de Noruega a
Fulda ParteH
Capítulo VIII.- Precedentes remotos y la saga de Purim Parte I
Capítulo IX.- Sacrificio y circuncisión: el significado de Pésaj Parte J
Capítulo X.- Sangre, lepra e infanticidio en la Hagadá ParteK
Capítulo XI.- Comida e invectiva: el Séder y las maldiciones Parte L
Capítulo XII.- El memorial de la Pasión ParteM
Capítulo XIII.- Morir y matar por el Amor de Dios Parte N
Capítulo XIV.- “Haciendo el higo”: gestos rituales y obscenos Parte Ñ
Capítulo XV.- El desafío final de Israel ParteO
Capítulo Agregado
El Juicio Embarazoso del Sacerdote Pablo de
Novara (Trento, 1476) Parte P
Apéndice Agregado
Ensayos y Metodología Histórica - En Defensa
de Pascua de Sangre ParteQ
Apéndice Documental
Documentos no traducidos al castellano, salvo el último (nota
de Radio Cristiandad) Parte R

Introducción

 

El devenir humano ha llevado a los pueblos y culturas a recorrer los más insospechados caminos del pensamiento. El espíritu inventivo ha creado innumerables abstracciones que han fundamentado culturas, sociedades y mitologías. Pero dentro de todo ese entramado de ideas hay un núcleo conceptual que no debe ser nunca pasado por alto si no se quiere perder la noción de lo concreto. Nietzsche lo resume de esta forma: «La moralidad pregunta: ¿Cómo debo actuar? Esa pregunta para una especie que ha actuado por milenios es realmente absurda».
Independiente de la capacidad para crear ideas, las leyes naturales y el sustrato biológico se han probado como el único fundamento certificable para el hombre. Para Nietzsche cualquier búsqueda de la esencia humana o cualquier producto del espíritu, debe emanar y nunca enfrentarse con el fundamento natural.
Esta esencia natural, que era muy clara a los pueblos de la antigüedad, ha sufrido un agónico camino de disolución. En este sentido la cultura occidental —que está a pocas décadas de ser verdaderamente global— ha creado tan diversos y abstractos productos espirituales que hacen imposible ponerse de acuerdo, aunque sea mínimamente, sobre las preguntas esenciales del hombre. Las ideas se han fragmentado a tal nivel que prácticamente hay tantas visiones de mundo como personas. La evidente falta de consenso está diluyendo y debilitando las grandes cosmovisiones, aquellos fundamentos que sostenían y guiaban a los pueblos. Y no es que esas narrativas fueran verdades eternas inmodificables, sino que eran productos espirituales consensuados y fundamentados en realidades concretas que servían de guía para forjar destino histórico y fundamento cultural.
En este sentido hay una cualidad de la naturaleza —extendida a todos los organismos de la tierra— que siempre fue considerada como un aspecto fundamental a la hora de crear abstracciones mentales. Esta es la certificación que la vida es una lucha continua y que los hombres —los cuales están insertos de lleno en esta realidad— deben considerar este principio para que sus proyectos culturales se fundamenten de forma sólida, realista y efectiva. Los antiguos griegos llamaron a este fundamento de la existencia “Polemos” (conflicto, confrontación, lucha), el padre de todas las cosas.
En las distintas especies de seres vivos la lucha es descarnada y cruel, matar o morir, comer o ser comido, luchar o ser desplazado. En la especie humana, y a medida que el hombre logró estados culturales avanzados, la lucha instintiva se moduló racionalmente transformándose en una exitosa actividad para generar esfuerzo civilizador y bienestar social. Así, Polemos estuvo siempre presente como fuerza vital que invitaba a la lucha y la resistencia, permitiendo la preservación del hombre y también la superación a la hora de crear progreso y cultura. De esta forma se lograron crear comunidades agonales en donde naturaleza y cultura convivían de forma orgánica.
Pero este fundamento se ha perdido en los intrincados callejones de la abstracción mental y las teorías nacidas de ideologías que no consideran la importancia de las leyes de la vida. Hoy ese fundamento instintivo parece lejano, vergonzoso, primitivo y dañino. Y si en ocasiones el espíritu de lucha se transformó en fuente de destrucción, crear ideologías en donde se rechaza la esencia natural del hombre es un camino estéril que le quita el último bastión de objetividad al ya nihilista y subjetivo fundamento de la cultura actual.
Los valores de la ética heroica —derivados de la modulación de los instintos que vuelcan a la lucha por la existencia— representan la antítesis de esta sociedad posmoderna. Por eso la ética guerrera ha sido acorralada y relegada, siendo reemplazada por utopías que no tienen ningún correlativo en la naturaleza. Y lo paradójico de esta situación es que la eliminación del conflicto del léxico cultural no ha terminado con la violencia. Las mismas sociedades que han renegado de la lucha como eje valórico se han involucrado en las guerras más destructivas de la historia. En estas sociedades “pacíficas” el conflicto se ha trasladado más bien a las capas inconscientes, produciendo verdaderas torturas psíquicas.
Este texto busca realizar un recorrido histórico del instinto de lucha y su derivado espiritual, la cultura agonal. Especial énfasis es puesto en comprender y buscar las causas de lo que parece un camino de debilitamiento premeditado, así como también su potencial resurgimiento como alternativa a la cultura e ideas dominantes de la actualidad.

Introducción: Las Pascuas Sangrientas del Profesor Toaff
por Israel Shamir

 

Sangre, traición, tortura y abjuración se entremezclan en la historia del profesor (doctor) Ariel Toaff, un judío italiano. Historia que parece un invento de su compatriota Umberto Eco. El profesor Toaff se topó con un descubrimiento espeluznante que le heló la sangre, pero tuvo el valor de seguir adelante, hasta que le cayó encima toda la presión de su comunidad, y, quebrantado al fin, hizo acto de arrepentimiento.
El doctor Toaff es hijo del Gran Rabino de Roma, y ejerce como docente en la universidad judía de Bar Ilan, no lejos de Tel-Aviv. Se dio a conocer con sus profundos estudios sobre la judería medieval. Los tres volúmenes de su obra “Amor, Trabajo y Muerte. La Vida Judía en la Umbría Medieval” (Love, Work and Death. Jewish Life in Medieval Umbria) son una enciclopedia en este campo ciertamente limitado. Mientras iba ahondando en el tema, descubrió que las comunidades ashkenazis medievales de la Italia del Norte practicaban una forma particularmente horrible de sacrificios humanos. Sus hechiceros y adeptos raptaban y crucificaban a pequeños niños cristianos, les sacaban la sangre y la usaban para rituales mágicos, invocando al Espíritu de la Venganza contra los odiados goyim.
Toaff profundizó en el caso de san Simón de Trento. Se trataba de un niño de dos años que fue raptado desde su casa, en la ciudad italiana de Trento, por unos judíos ashkenazis, en vísperas de la Pascua judía de 1475. Durante la noche, los secuestradores asesinaron al niño, le sacaron la sangre, le clavaron agujas en su cuerpo, lo crucificaron cabeza abajo a la vez que pedían que “Así perezcan todos los cristianos por tierra y por mar”, y así fue cómo celebraron su Pascua, un ritual arcaico con sangre derramada y niños asesinados, en la forma más literal, prescindiendo de la metáfora habitual que conocemos como la “transmutación del vino en sangre”.
Los asesinos fueron capturados, confesaron, y fueron hallados culpables por el Obispo de Trento. Inmediatamente los judíos apelaron al Papa, y éste mandó al obispo de Ventimiglia a investigar los hechos. Este obispo supuestamente aceptó un fuerte soborno de los judíos y terminó por concluir que el niño había sido asesinado por una mina colocada por Hamás para echarle la culpa a Israel, y que no se había encontrado ninguna orden dictada por el Tsahal en Trento. “Simón había sido asesinado por cristianos que tenían la intención de arruinar a los judíos”, decía la Enciclopedia Judía antes de la guerra, en un claro caso de premonición, ya que el mismo argumento lo esgrimieron los judíos en 2006 al tratar de justificar la matanza masiva de niños en Kafr Qana.
Sin embargo, en el siglo XV los judíos eran influyentes, pero no todopoderosos. Ellos no podían tratar al mundo como lo hicieron en 2002, después de la masacre que efectuaron en Yenín, ordenando que todo el mundo saliera inmediatamente. Ellos no contaban con el derecho estadounidense de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Ellos no podían bombardear a Roma, y la palabra “anti-semitismo” sólo fue inventada 400 años más tarde. A ellos se les dio un trato justo, lo cual es mucho peor que un trato preferencial: el papa Sixto IV reunió una comisión de seis cardenales, encabezada por el mejor especialista en derecho de aquel tiempo, para celebrar un nuevo juicio; y esta corte suprema encontró culpables a los asesinos. Se puede leer más sobre el caso, en la versión católica (www.stsimonoftrent.com) y en la versión judía (http://www.jewishencyclopedia.com/articles/13752-simon-simedl-simoncino-of-trent). Los documentos del juicio se han conservado y están todavía disponibles en el Vaticano.
En 1965 la Iglesia católica romana entró en un proceso de perestroika. Éstos fueron los días alciónicos del Concilio Vaticano II, cuando los modernistas desarraigaron los fundamentos de la tradición, con la esperanza de actualizar la fe para que cuadrara en la nueva narrativa de la modernidad, amistosa con los judíos; dicho en palabras simples, los obispos querían ser amados por la prensa liberal.
Los siempre vigilantes judíos aprovecharon la oportunidad y presionaron a los obispos para que des-canonizaran a san Simón de Trento. Los obispos los complacieron con gusto, pues en un extraño ritual los dirigentes de la Iglesia ya habían descubierto que los judíos no tenían la culpa de la crucifixión de Cristo, a la vez que admitían la culpa de la Iglesia en la persecución de los judíos. La crucifixión de un pequeño niño italiano era un asunto de poca monta comparado con esta marcha atrás. Tomando una decisión apresurada, los obispos decretaron que las confesiones de los asesinos carecían de validez porque se habían obtenido mediante la tortura, y, por lo tanto, los acusados eran inocentes, mientras que el joven mártir no era verdaderamente tal. Se puso fin a la devoción a San Simón, su culto fue descontinuado y prohibido, y los restos del niño martirizado fueron removidos y sepultados en un lugar secreto para que no volviera a resurgir ningún peregrinaje.
Ahora volvamos al profesor Ariel Toaff. Mientras iba revisando los documentos del proceso judicial, hizo un descubrimiento asombroso: las confesiones de los asesinos contenían elementos totalmente desconocidos por los clérigos italianos o por la policía; es decir, que no se trataba de confesiones dictadas por el celo de los investigadores bajo la tortura. Los asesinos pertenecían a la pequeña y apartada comunidad ashkenazi, y practicaban sus propios ritos, bastante diferentes de los que practicaban los judíos italianos nativos; estos ritos fueron reproducidos fidedignamente en sus confesiones, aunque no eran de conocimiento de la brigada investigadora de crímenes de entonces. “Estas fórmulas litúrgicas en hebreo, de un fuerte tono anti-cristiano, no pueden ser proyecciones de los jueces, porque no conocían estas oraciones, que ni siquiera pertenecían a los ritos italianos sino a la tradición ashkenazi”, escribe Toaff. Una confesión tiene valor sólo si contiene algunos detalles verdaderos y comprobables del crimen, que la policía no conozca. Esta norma capital de la investigación criminal fue observada en los juicios de Trento.
Semejante descubrimiento tiene el potencial suficiente para producir una sacudida, una conmoción y un rediseño de la Iglesia. El noble y culto rabino Toaff ha resucitado a San Simón, doblemente víctima, tanto de la venganza del siglo XV como de la perestroika del siglo XX. Esto exigiría un acto de penitencia de parte de los doctores del Vaticano que se olvidaron del niño asesinado mientras buscaban la amistad de importantes judíos estadounidenses, y que aún se niegan a admitir su gravísimo error. Monseñor Iginio Rogger, un historiador de la Iglesia que en los años ‘60 (mal)condujo la investigación del caso de san Simón, dijo (http://usatoday30.usatoday.com/news/world/2007-02-10-italy_x.htm) que las confesiones no tenían ningún valor pues “los jueces se valieron de horribles torturas”. Este comentario es evidentemente anti-sionista, y por ende “anti-semita”, pues si se rechazan las confesiones obtenidas mediante tortura, entonces habría que soltar a todos los presos palestinos que se encuentran en las cárceles judías; es también un comentario anti-estadounidense, pues EE.UU. reconoce el valor de la tortura, y la practica en Guantánamo y en otras partes. Incluso es un comentario negador del “Holocausto” pues invalida el juicio de Nuremberg El reconocido abogado judío estadounidense Alan Dershowitz podría haber argumentado contra Rogger, pero por alguna razón no lo hizo.
“Yo no quisiera estar en el lugar de Toaff, respondiendo sobre este asunto a historiadores que han documentado seriamente este caso”, dijo Rogger a USA Today. Pero el lugar de Toaf es harto preferible al de Rogger, quien tendrá que responder en el Cielo por el menosprecio a un santo.
Más encima, el crimen de Simón de Trento no fue una excepción: Toaff descubrió muchos casos más de tales sacrificios sangrientos relacionados con la mutilación de niños, cuya sangre derramada se utilizaba en la confección del matzo (pan sin levadura), repitiéndose a lo largo de quinientos años de historia europea
La sangre, esta mágica bebida, se utilizaba como una medicina popular en aquel tiempo, como en todas las épocas: Herodes trataba de mantenerse joven bañándose en sangre de bebés; los alquimistas usaban la sangre para convertir el plomo en oro. Los brujos judíos estaban muy metidos en la magia, y la usaban tanto como los demás. Había un próspero mercado de exquisiteces tales como sangre, polvo hecho a base de sangre, y matzos amasados con sangre. Los mercaderes judíos lo vendían con las debidas cartas de autorización rabínica. La sangre más preciada era la del goy katan, es decir del niño no-judío, pero era mucho más corriente la sangre procedente de circuncisiones. Tales sacrificios sangrientos eran “acciones y reacciones instintivas, viscerales, virulentas, en las que inocentes e ignorantes niños eran víctimas del amor a Dios y a la venganza”, escribe Toaff en el prólogo de su libro. “La sangre de ellos bañaba los altares de un dios que, según se creía, necesitaba que lo orientaran, y al cual a veces se le impulsaba con impaciencia para que ejerciera su protección o su castigo”.
Este comentario, que puede parecer algo críptico, se entiende si se lee el libro del profesor israelí Israel Yuval “Dos Naciones en Tu Vientre” (Two Nations in Thy Womb). Yuval explica que las libaciones de sangre eran necesarias (a los ojos de los magos judíos) para atraer la Venganza Divina sobre los goyim. También menciona otro caso irrebatible (es decir, no desmentido por los judíos) de sacrificio sangriento realizado por un judío (véase mi artículo http://www.israelshamir.net/English/blood.htm). Toaff complementa la información dada por Yuval insistiendo en lo usual del uso de la sangre con fines mágicos entre los judíos en la Edad Media, y tomando en consideración el elemento anti-cristiano: la crucifixión de las víctimas y las maldiciones contra Cristo y la Virgen. En esto, su libro es apoyado por otro autor, Elliot Horowitz, con su libro (algo más tímido) “Ritos Temerarios: Purim y el Legado de la Violencia Judía” (Reckless Rites: Purim and the Legacy of Jewish Violence, Princeton, 2006). Horowitz nos relata extraños rituales: flagelación de la Virgen, destrucción de crucifijos, palizas y asesinatos de cristianos.
Todo esto ha quedado atrás, y ahora podemos mirar hacia el pasado y decir: sí, algunos brujos y místicos judíos practicaron sacrificios humanos. Ellos asesinaban niños, mutilaban sus cuerpos y utilizaban su sangre para derramar la Ira Divina sobre sus vecinos no-judíos. Ellos se burlaban de los ritos cristianos mediante el uso de sangre de cristianos en lugar de la sangre de Cristo. La Iglesia y el pueblo de toda Europa tenían razón. Los europeos (y los árabes y los rusos) no eran fanáticos enloquecidos sino que entendían lo que veían. Castigaban a los culpables pero dejaban en paz a los inocentes. Nosotros, humanos, podemos contemplar esta espantosa página de la Historia con orgullo, y verter algunas lágrimas por los pobres niños destrozados por estos monstruos sedientos de cólera. Los judíos deberían ser más modestos y dejar de llevar sus heridas históricas como banderas: sus antepasados prosperaron a pesar de estos terribles hechos de algunos de sus correligionarios, mientras que en el Estado judío los pecados de algunos pocos palestinos recaen sobre el pueblo palestino entero. También podemos sacudirnos de encima el lloriqueo de los amigos de Israel cuando quieren que permanezcamos ciegos ante la masacre de Yenín o de Qana, pues se trata, exactamente, de esto que los judíos llaman “libelo (acusación) de sangre”, que al final no es ninguna difamación.
Esperemos que el gran acto de osadía del profesor Toaff se convierta en un punto de inflexión en la vida de la Iglesia. El desbalance causado por la perestroika que fue el Concilio Vaticano II llegó demasiado lejos. Recordemos que la perestroika rusa terminó con el derrumbe de la estructura entera. Mientras los anti-papistas temían un anti-Cristo en la sede de San Pedro, el peligro real es que surja un Gorbachov.
En la ciudad italiana de Orvieto, a orillas del mar Adriático, los judíos pidieron la anulación de una exposición que tenía un gran valor artístico, y el cese de las procesiones que conmemoraban el milagro de Trani.
Allí, unos mil años atrás, una judía se robó una hostia consagrada de una iglesia, y decidió freírla en aceite, pero sucedió que milagrosamente la hostia se convirtió en carne y empezó a sangrar en abundancia, de modo que la sangre inundó toda la casa. Hay constancia de muchos casos de profanación de hostias en toda Europa; fueron bien descritos por Yuval, Horowitz y Toaff, y ocurrieron en verdad, y sólo la infame desfachatez judía impulsó a la Roman Association of Friends of Israel a escribir una carta al Papa exigiendo el fin de un ritual que tiene mil años de observancia. Y lo consiguieron. La Iglesia se doblegó, los paneles fueron desmantelados, se canceló la procesión y se formularon profundas disculpas a los judíos, para completa satisfacción de los embajadores israelíes Gideon Meir (ante Roma) y Oded Ben-Hur (ante el Vaticano), que dictaron la capitulación.
“Extraño mundo en verdad es el nuestro”, escribió Domenico Savino en la excelente revista Effedieffe. “Se ofende a la fe cristiana, y se le pide perdón a los ofensores”. Savino se pregunta si habrá sido imposible simplemente ignorar cortésmente la demanda de los Amigos de Israel, y cita ampliamente las palabras del cardenal Walter Kasper, representante del Vaticano en este acto de sometimiento. Kasper niega que la Iglesia sea el Verdadero y Único Israel Elegido, y afirma la igualdad de los judíos en tanto “hermanos mayores”; niega la necesidad de Cristo, pide perdón a los judíos y promete “una nueva primavera para la Iglesia y el mundo”.
«¿Primavera para la Iglesia?», exclama Savino; «¡Ese cuento es viejo!. Después del concilio Vaticano II, el Papa dijo: “Esperábamos la primavera y lo que vino fue la tormenta”. Esa primavera ha sido suficiente para nosotros, y después de esa reconciliación en Orvieto ¡no quiero escuchar nunca más la palabra “primavera”, y ver la ancha sonrisa de satisfacción de los “hermanos mayores” Gideon Meir y Oded Ben-Hur!».
La “perestroika” no sólo llegó a Italia, ni se limitó a la Iglesia Católica. En Alemania se está preparando un nuevo sacrilegio: una Biblia “políticamente correcta”, con un relato de la Pasión enmendado de modo que no cause disgusto a los judíos. El título es engañoso, pues no podrán llamar a su producto bastardo como una “nueva traducción al alemán de la Biblia, libre de machismo y anti-semitismo”, como tampoco se le puede llamar a las aguas servidas de uno como “vino libre de productos tóxicos”. Cambiar una letra en la Biblia es equivalente a arruinar el mundo, dice el Talmud. La escritura “libre de anti-semitismo” probablemente se centrará en el sufrimiento judío, mientras la Iglesia hará el papel del villano de la película. Exaltará a Judas y rechazará a Cristo. Del mismo modo, quitar las “tendencias de género” significará quitar el episodio de la Anunciación, que es la gran división que separa a la monocausalidad estéril de los judíos, de la confluencia cristiana entre el Cielo y la Tierra. De hecho el modelo cristiano tuvo tanto éxito que incluso los judíos lo adoptaron en su Kábala, y aparentemente decidieron encajarles la vieja y redundante monocausalidad a los alemanes.
En Inglaterra, el viejo semanario liberal The Observer cambió sus plumas y se convirtió en el nido neoconservador de los que apoyan la guerra y la alianza entre Bush y Blair. Con impecable lógica en seguida el periódico también renunció a Cristo y prefirió a los judíos, como lo muestra una reseña de Adam Mars-Jones (4 Feb. 2007) de un nuevo libro inglés (“The Song Before It Is Sung”, de Justin Cartwright), donde el periodista opta por Oscar Schindler en vez del general Adam von Trott, quien fue ejecutado por participar en la conspiración de 1944 de los generales para derrocar a Hitler: “¿Qué es lo que hace de La Lista de Schindler un film tan asombroso? Es que se guía por la ética judía al mostrar el viaje exterior del héroe, en vez de mostrar una evolución interna. El tipo tenía debilidades, ¿y qué?; es su problema. Sólo vale el hecho de que salvó judíos. Sus mitzvahs (buenas acciones) le valieron un lugar entre los Gentiles Justos, y a falta de una vida después de la muerte (que no es realmente una característica de la creencia judía) es todo lo que se puede decir. Ojalá aparezcan más ejemplos por el estilo, y se rinda menos culto al martirio. La veneración del sacrificio, para una victoria puramente simbólica, puede distorsionar la empresa mejor intencionada y corre el riesgo de insultar a los muertos, que no tuvieron elección”.
El comentarista de The Observer elige claramente a Judas o Caifás (“aunque contaminado, quiso salvar a los judíos”) contra Jesucristo, que fue el Sacrificio. Su llamado a “menos culto del martirio, menos veneración del sacrificio para una victoria puramente simbólica” haría del Gólgota la última palabra, sin Resurrección en perspectiva. ¿Quién necesitaría las virtudes cristianas?. Las faltas y los vicios del ser humano son “su problema, mientras salve judíos”, y lo mejor que puede desear un no-judío es “un lugar entre los Gentiles Justos”. Desde este punto de vista, san Simón y otros niños no murieron en vano: ellos ayudaron a los judíos a invocar la Venganza de Dios, y aquello fue lo mejor que ellos podrían desear. De la misma forma, los soldados británicos no podrían esperar un destino mejor que el de morir por Israel en las calles de Basora, Teherán o de cualquier otro lugar.
Así, en Roma, Berlín o Londres, los judíos ganaron un round o dos en su forcejeo con la Iglesia. Al perseverar obstinadamente y no arrepentirse jamás, nunca pedir perdón y obrar siempre contra el cristianismo, lograron sustituír en muchas personas sencillas la imagen de la Vía Dolorosa, del Gólgota y la Resurrección, con su burda tergiversación de la historia humana como una larga línea recta de sufrimiento de inocentes judíos, acusaciones de sacrificios sangrientos, holocaustos y la redención sionista en la Tierra Santa. Mientras la gente rechazaba sensatamente la idea de la culpa judía de la muerte de Cristo, los judíos le metieron en la cabeza a la gente una idea aún más absurda, la de la culpa de la Iglesia en la muerte de los judíos.
Las consecuencias no son puramente teológicas. Inglaterra, Italia y Alemania aprueban la estrangulación de la Palestina cristiana, el bloqueo de Gaza y el robo de las tierras de la Iglesia en Belén y en Jerusalén. Ellos apoyan el Drang nach Osten (Empuje hacia el Este) estadounidense. Peor aún: han perdido su conexión con Dios, y su empatía con sus hermanos humanos se seca, como si el ciego espíritu de venganza invocado por los conjuros a base de sangre inocente los hubiera atrapado.
La publicación del libro del profesor Toaff podría convertirse en el punto de inflexión que surge en el momento justo en la historia occidental, desde la apología de Judas a la adoración de Cristo. Sí, su informe sobre niños asesinados es apenas una grieta en el enorme edificio del excepcionalismo judío construído en la mente de los europeos. Pero los grandes edificios también pueden derrumbarse en un momento, como lo aprendimos el 11-S.
Aparentemente los judíos se percataron de ello y se abalanzaron sobre Toaff como un enjambre enfurecido. Un historiador judío de renombre, rabino e hijo de rabino, escribió acerca de sucesos que tuvieron lugar hace 500 años. ¿Por qué deberían ellos alborotarse tanto?. En la Edad Media, el uso de la sangre, la necromancia y la magia negra no eran un ámbito exclusivamente judío. Brujas y magos de origen no-judío hacían lo mismo. ¡Así que uníos a la raza humana, con verrugas y todo!. Pero esto sería demasiado humillante para los arrogantes Elegidos.
“Es increíble que alguien, y mucho menos un historiador israelí, conceda legitimidad a la infundada acusación de crimen ritual que ha sido la fuente de tanto sufrimiento y ataques contra los judíos a lo largo de la Historia”, dijo el director nacional de la Liga Anti-Difamatoria (ADL), Abraham Foxman. La Liga Anti-Difamación dijo que el libro era “infundado y le hace el juego a los anti-semitas”.
Foxman, que no es ni historiador ni rabino, sabe a priori, basándose solamente en su fe y su convicción, que el libro es “infundado”. Pero también dijo lo mismo acerca de la masacre de Yenín.
En un comunicado de prensa la Universidad de Bar-Ilan “expresa gran enojo y desagrado extremo por lo que hizo Toaff, por su falta de sensibilidad al publicar su libro acerca de los crímenes rituales en Italia. Su elección de una editorial privada en Italia, el provocativo título del libro y las interpretaciones dadas por los medios de comunicación a su contenido, han ofendido la sensibilidad de los judíos del mundo entero y han dañado el delicado tejido de las relaciones entre judíos y cristianos. La Universidad de Bar-Ilan condena con firmeza y repudia lo que aparentemente implica el libro de Toaf, según lo que informan los medios acerca de su contenido, como si hubiera un fundamento para las acusaciones de crimen ritual, que condujeron al asesinato de millones de judíos inocentes”.
Son palabras de excomunión. Toaff está aguantando una fuerte presión comunitaria; estuvo a punto de encontrarse, a los sesenta y cinco años, en la calle, probablemente sin derecho a jubilación alguna, abandonado de sus viejos amigos y alumnos, exiliado y excomulgado. Probablemente su vida fue amenazada también: los judíos emplean asesinos profesionales secretos para tratar con tales estorbos. En los días antiguos se les llamaba rodef; hoy en día se les llama kidon, y siguen siendo tan eficientes como antaño, y es más difícil dar con ellos que con los maniáticos sedientos de sangre. La reputación de Toaff sería aniquilada: Sue Blackwell “consultaría a sus amigos judíos” y lo llamaría un nazi; Searchlight, revista financiada por la ADL, descubriría, invadiría e inventaría su vida privada; y muchos judíos insignificantes lo denigrarían en la web, en sus blogs y en su buque insignia, la Wikipedia. ¿Quién lo defendería? Probablemente ni un solo judío, y no muchos cristianos.
Al principio del ataque, trató de enfrentarse: “No voy a renunciar a mi devoción por la verdad y la libertad académica, incluso si el mundo entero me crucifica”. Toaff dijo anteriormente esa semana a Haaretz que mantenía las afirmaciones de su libro según las cuales hay una base real para algunas de las acusaciones medievales contra los judíos por sacrificios sangrientos.
Pero Toaff no estaba hecho de material resistente. Como Winston Smith, el personaje principal de la novela “1984” de George Orwell, fue quebrantado en un calabozo mental de la Inquisición judía. Publicó una carta de completa disculpa, detuvo la distribución de su libro, prometió someterlo a la censura judía y “también prometió entregar todos los fondos provenientes de la venta de su libro a la Liga Anti-Difamación” del bueno de Abe Foxman.
Sus últimas palabras fueron tan conmovedoras como las de Galileo abjurando de su herejía: “Nunca permitiré que un odiador de judíos me utilice o utilice mi investigación como un instrumento para avivar las llamas, una vez más, del odio que condujo al asesinato de millones de judíos. Ofrezco mis más sinceras disculpas a todos los que se hayan sentido ofendidos por los artículos y las distorsiones que se me atribuyeron a mí y a mi libro”.
Así, Ariel Toaff se rindió ante la presión comunitaria. No tiene mucha importancia lo que él diga ahora. No sabemos qué torturas mentales le preparó la policía política judía de la Liga Anti-Difamatoria, ni cómo fue obligado a retractarse. Lo que nos ha dado es suficiente. Pero, ¿qué es lo que nos ha dado?. En un sentido, su aporte es comparable al de Benny Morris y otros nuevos historiadores israelíes: repitieron datos que conocíamos de fuentes palestinas, desde Abu Lughud hasta Edward Said. Pero las fuentes palestinas no eran confiables; en nuestro universo judeocéntrico sólo se consideran fidedignas las fuentes judías. De modo que Morris y los demás han ayudado a millones de personas a liberarse de la obligada narrativa sionista. Esto no sería necesario si fuéramos capaces de creer a un goy frente a un judío, a un árabe acerca de la expulsión de 1948, a un italiano acerca de san Simón, y tal vez incluso a un alemán acerca de las deportaciones de la guerra. Ahora Ariel Toaff ha liberado a muchas mentes cautivas al repetir lo que sabíamos por múltiples fuentes italianas, inglesas, alemanas o rusas. Si el “libelo de sangre” resultara ser no una difamación sino un caso criminal regular, ¿quizá otras afirmaciones judías caerán también?. ¿Quizá los rusos no fueron culpables de pogroms?. ¿Quizá Ajmadineyad no es ningún nuevo Hitler inclinado a la destrucción?. ¿Quizá los musulmanes no son malvados odiadores de judíos?.
Ariel Toaff nos abrió también una ventana para ver ciertos procesos dentro de la judería, a fin de comprender cómo se mantiene esta increíble disciplina del Enjambre, cómo los disidentes son castigados, cómo se consigue la uniformidad mental. La judería es en verdad excepcional, desde este punto de vista: un científico cristiano (o musulmán) que encontrase una mancha en la larga historia de la Iglesia no la ocultará; él probablemente no será aterrorizado para lograr su obediencia; él no será exiliado si abraza el punto de vista más vilipendiado; incluso si termina excomulgado, el científico o el escritor encontrará suficiente respaldo, como Salman Rushdie, Voltaire y Tolstoi lo descubrieron. Ni la Iglesia ni la Ummá [comunidad musulmana] ordenan este tipo de disciplina ciega, y ningún Papa ni Imán tiene el poder que tiene el señor Abe Foxman sobre sus correligionarios. Y a Foxman no le importa la verdad sino solamente lo que –según su punto de vista- es bueno para los judíos. Ninguna cantidad de testimonios, ni siquiera una transmisión en directo de un sacrificio humano cometido por judíos podría obligarlo a aceptar la desagradable verdad: ya encontraría un argumento para negar la evidencia. Vimos eso en el caso del bombardeo de Qana, cuando aviones israelíes destruyeron un edificio y mataron a unos cincuenta niños, ciertamente más de los que asesinaron los brujos judíos de Umbría. Por ello no cabe esperar que el libro de Toaf convenza a los judíos. Nada los convence.
No hay por qué envidiar esta unidad de corazones y mentes judíos: la otra cara de esta unidad es que ningún judío es libre. Un individuo es obligado por sus padres a convertirse en judío; él no tiene libertad mental en ninguna etapa; él tiene que seguir las órdenes. Lector judío, si entendieras que eres un esclavo, no en vano has leído hasta aquí. Mientras no seas capaz de contestar la pregunta retórica “¿acaso no eres un judío?” con un simple “No”, seguirás siendo un preso en libertad bajo palabra, un cautivo con la soga al cuello. Tarde o temprano ellos tirarán de la cuerda. Tarde o temprano tendrás que mentir, buscar palabras evasivas, para negar lo que sabes que es justo y verdadero. La libertad está a tu puerta; extiende el brazo y tómala. Como el Reino de los Cielos, la libertad es tuya si la pides. La libertad una persona la elige con el corazón, no con el prepucio. Ariel Toaff pudo haberla tenido; ¡qué lástima que su valor le falló!.
Su destino me recuerda el de Uriel (¡casi el mismo nombre!) Acosta. Un insigne precursor de Spinoza (nacido en 1585 en Oporto, Portugal, y muerto en Abril de 1640 en Ámsterdam), Acosta atacó el judaísmo rabínico y fue excomulgado. “Un alma sensible, Acosta encontró imposible soportar el aislamiento de la excomunión, y se retractó -anota la Enciclopedia Británica. Excomulgado nuevamente después de ser acusado de disuadir a los cristianos de convertirse al judaísmo, hizo una retractación pública después de soportar años de ostracismo. Esta humillación destrozó su autoestima, y terminó por suicidarse”. El error de Acosta fue llegar lejos, pero no lo suficiente.-

PRÓLOGO

 

Nos hemos propuesto elaborar esta traducción al castellano de la obra del Profesor Toaff, porque, a pesar de su pertenencia al pueblo judío, se dedicó a una investigación seria y profunda, buscando la verdad de este tan delicado tema; por supuesto, de inmediato comenzaron las persecuciones y acosos de parte de sus correligionarios, frente a los cuales declaró el autor: “No voy a renunciar a mi dedicación a la verdad y la libertad académica, incluso si el mundo me crucifica”, como puede verse en
https://blogdelassombras.com/2016/05/15/ariel-toaff-a-contracorriente/
o (el mismo artículo) en:
http://lawebdelassombras.blogspot.com/2016/05/ariel-toaff-contracorriente.html
Lamentablemente en forma posterior, como dice el artículo recién mencionado, y veremos más adelante, el profesor Toaff cedió a esos ataques y modificó su libro. Contamos, afortunadamente, con las ediciones sucesivas y algunos análisis de tales cambios, lo que nos permitió confeccionar este trabajo, en castellano, de modo íntegro para que se vea no sólo la honestidad del autor, sino también el ingente aparato puesto en movimiento por los judíos poderosos cuando se trata de ocultar las verdades que los delatan e incomodan.
En honor a esas verdades y a la Verdad Encarnada, Nuestro Señor Jesucristo, tenemos la satisfacción de poner en manos de nuestros seguidores y otros interesados, la que —creemos casi con absoluta seguridad— es la primera versión en castellano de esta obra y sus análisis, que, además, pone al alcance de los que hablan el segundo idioma del mundo, el libro impactante y revelador escrito por el Profesor Ariel Toaff.
Dios Nuestro Señor y su Santísima Madre le concedan especialmente al alma del autor de Pascua de Sangre, las gracias necesarias para su eterna salvación, a pesar de los obstáculos que su pertenencia al pueblo deicida le significan en ese orden. Incluso considerando su sometimiento a las presiones recibidas por esta obra, entendemos que ha hecho, aunque más no sea, los mínimos esfuerzos honestos como para merecerlas.

*.*.*

El libro “Pascua de Sangre” fue escrito —originalmente en italiano— por el profesor Ariel Toaff en el mes de febrero del Año del Señor 2007. El profesor Toaff es hijo del fallecido ex Gran Rabino de Roma, Elio Toaff (1915-2015); es profesor de Historia Medieval y del Renacimiento en la Universidad Bar Ilan en Israel, y su trabajo se ha centrado en los judíos y su historia en Italia.
Esta traducción al castellano, realizada por Radio Cristiandad, se basa en la versión del inglés de los señores Juan Marcos Lucchese y Pedro Gianetti, realizada en el mismo año de publicación de la obra original (24 de agosto del Año de Gracia 2007), de la cual obtuvimos un ejemplar digital. Los traductores realizaron tres revisiones de la traducción, la primera el 14 de Septiembre de ese mismo año inaugural de la obra, la segunda en el mes de febrero del Año del Señor 2015 (es la que hemos tomado para esta labor) y la tercera alrededor de un año después; esto se corresponde con la intención de los traductores de “emitir actualizaciones y revisiones periódicas, todas con la última fecha de revisión”.
Las primeras dos revisiones recién mencionadas, aparecen en el siguiente enlace de Internet:
http://antimatrix.org/Convert/Books/Blood_Passover_by_Prof_Toaff/
Cabe destacar que en la versión obrante en el link arriba transcripto, los traductores agregaron, a continuación de la fecha del Año de Gracia 2007 correspondiente a la primera revisión, la leyenda: “ROSH HOSHANA, NOCHE (5768)”. En base a este agregado, hemos tratado de hallar datos sobre la presunta pertenencia de los traductores a la religión judía, pero nada se ha encontrado que confirme o descarte esa suposición.
Hemos contado también con un análisis, que puede encontrarse en el siguiente enlace de Internet:

https://hercolano2.blogspot.com/2012/04/comparison-between-original-and-revised.html,

aunque sin los colores que enseguida se indican, que están referenciados en el mismo artículo, de las modificaciones que se vio compelido a efectuar el autor ante las presiones de la ADL: Liga Antidifamatoria; la institución judía fundada por la organización B’nai B’rith (“Hijos de la Alianza” en español) en los Estados Unidos, cuyo objetivo es “mediante la apelación a la razón y a la conciencia, y si es necesario a la ley, detener la difamación del Pueblo judío”.

Este análisis, que no cuenta con la mención de quien lo ha elaborado, destaca:
Tipografía indicativa de agregados y pasajes censurados
A) En LETRAS ROJAS los pasajes eliminados de la primera edición de Ariel Toaff;
B) En letras verdes las interpolaciones agregadas en la edición revisada;
C) En LETRAS AZULES los pasajes que se creyó oportuno enfatizar, así como comentarios propios del revisor.

El autor de este estudio expresa una breve introducción:

El objetivo del presente archivo es proporcionar una versión hallable de BLOOD

PASSOVER que muestre todas las supresiones e interpolaciones importantes en ambas ediciones del texto. La mayoría de los cambios se realizaron en el Prefacio y en los Capítulos Cinco, Seis, Once, Doce y Trece.
También hay una gran cantidad de “negaciones” rituales insertadas bajo coacción: la presión ejercida por la ADL, que nunca había leído el libro.
Estas negaciones rituales incluyen el cuento de hadas recientemente inventado de los “donantes voluntarios”, en el cual Toaff obviamente no cree, y para el cual no hay más evidencia —según el material de origen de Toaff— que la existencia de unicornios o los milagros de Mahoma.
La “evidencia” consiste en una sola oración de El Mito del Asesinato Ritual. Judíos y Magia en la Reforma Alemana, New Haven (Connecticut) - Londres, 1988, de Ronnie Po-chia Hsia, falsificada, mal traducida y sacada de contexto, distorsionando totalmente el significado simple, tanto del contexto como de la oración. Este es el tipo de cosas que arruina la reputación de un historiador.
No debe olvidarse que uno de los defensores de John Demianiuk en Israel fue casi cegado por un lanzador de ácido mientras asistía a un funeral, mientras que otro “se suicidó” al “caerse” de la ventana de una 15ª planta.
Sin embargo, al menor costo de mutilar una obra maestra, Toaff ha logrado la mayoría de sus objetivos: publicó su libro, regalándonos incluso MÁS ejemplos repugnantes de la comida, la bebida y la succión de sangre humana por parte de los judíos, y nadie arrojó ácido en su cara.
¿Mea Culpa, o Eppur si Muove?
*.*.*

Advertencia final: No somos traductores diplomados; no somos especialistas en lenguas extranjeras; mucho menos en latín, razón por la cual los textos en esta preciosa lengua los hemos dejado como en el original, sin verterlos al castellano, excepción hecha de los pasajes traducidos por los autores de la versión en inglés. Esas traducciones se volcaron en este trabajo textualmente.
Somos, simplemente, fieles católicos interesados en todo lo que haga a nuestra Fe y a la Santa Iglesia Católica, y en defender la Verdad. Por estas razones, toda observación, rectificación o colaboración sobre esta publicación, será muy bienvenida, juiciosamente analizada y oportunamente aplicada a nuestro artículo, según el más prudente criterio.
A partir de aquí, todos los textos han sido obtenidos de los autores y sitios citados; y traducidos, del mejor modo posible y con las limitaciones señaladas, por nosotros.
Una vez publicadas todas las partes del libro, elaboraremos un artículo especial con las conclusiones que esta obra nos merece.
*.*.*.*.*
PASCUA DE SANGRE
(PASQUE DI SANGUE)
por ARIEL TOAFF
[TRADUCCIÓN AL INGLÉS - TEXTO COMPLETO]
FECHA DE REVISIÓN SEPT. 14, 2007
ROSH HOSHANA, NOCHE (5768)

Candía (Reino de Candía) = Nombre de la isla de Creta durante su pertenencia a la República de Venecia (1205-1212).
Serenísima = La ciudad de Venecia
Véneto = Región al noreste de Venecia
Mestre = Ciudad más cercana a Venecia, en la parte continental
Alcalde = Magistrado
Ratisbona = Ratisbona, Alemania
Salamoncino, Simonino, Simoncino = Diminutivos de Solomon, Simón.
Avogaria di Comun = Término similar al de fiscalía comunal.
Hemos semi-italianizado los nombres de ciertos judíos alemanes que viven en Italia. Ej.: Samuel de Núremberg.
Esto es para distinguirlos de los alemanes que viven en Alemania, por ejemplo: Andrea de Rinn.

SOBRE LA TRADUCCIÓN:
El profesor Toaff escribe con un vocabulario muy amplio, usando muchas palabras de los dialectos veneciano y véneto. Sus fuentes incluyen no sólo la literatura derivada moderna en inglés, francés, italiano y alemán, sino también la documentación original en hebreo, yiddish, latín y medieval italiano, a veces con mil años de antigüedad.
No traduce ni pone en cursiva el latín medieval o italiano en sus notas al pie; éstas a veces también están redactadas en una mezcla de idiomas.
En la mayoría de los casos, el material contenido en las notas a pie de página simplemente se parafrasea en el texto. Donde hemos intentado traducir este material, el mismo aparece [entre corchetes]. Todas las notas de los traductores están [entre corchetes]. Ej.: “Chi cerca dove non deve, trovarà qualcosa che non gli piace”. [“El que mira donde no debería, encontrará algo que no le gustará”]. [Proverbio siciliano].
Continuaremos traduciendo el latín en las notas a pie de página y emitiremos actualizaciones y revisiones periódicas, todas con la última fecha de revisión.
Nuestro objetivo es producir una traducción completa absolutamente perfecta, incluido el latín, para quienes les interese.
El texto original italiano en PDF, incluyendo las ilustraciones, está disponible en línea en:
http://www.laboratorio99.com/upload/Pasque%20di%20Sangue.pdf y
http://www.noiantimoderni.com/index.php?option=com_docman&task=doc:details&gid=194  (se requiere registración).
La versión en Internet de http://vho.org/aaargh/fran/livres7/pasque.pdf coloca las notas al pie en la parte inferior de la página, con las ilustraciones en un archivo separado, y numera las notas al pie de 1 a más de 900, que no se corresponden con el libro, y no siempre esto es correcto. También hace que sea imposible extraer capítulos individuales para publicar en grupos de discusión de historia de Internet, etc.
Por eso, preferimos la versión de
www.laboratorio99.com/upload/Pasque%20di%20Sangue.pdf.
La resolución y el contraste también son mejores. Hemos guardado el texto de “laboratorio99” y si desaparece de Internet, lo tenemos. La presente traducción se publicará en Internet, junto con la versión de “laboratorio99” convertida a Word para que también pueda ser extraída. Si estos textos desaparecen de un sitio, reaparecerán en otro lugar. Sólo búsquenlos. Este es un proyecto a largo plazo.
La presente traducción conserva la numeración original de las notas al pie, pero coloca las notas al pie en cada página, en lugar de unirlas al final del libro. Hasta donde sabemos, no se han tomado medidas legales contra las personas que publican este material en Internet. En casos raros, se han recibido cartas que exigen que se elimine el texto. Eso es todo. Si está preocupado, simplemente verifique si los textos italianos en línea todavía están allí.

Sobre el texto:
El profesor Toaff se ha retractado parcialmente, y ahora sostiene que:
Sí, los judíos son un elemento corruptor y perturbador en la sociedad;
Sí, los judíos prestan dinero al 40% y parecen querer un poco más;
Sí, los judíos compran y venden justicia con enormes sobornos;
Sí, los judíos llevan a cabo todo tipo de bancarrotas y estafas fraudulentas;
Sí, los judíos recurren a la intoxicación y al asesinato cuando se ven frustrados;
Sí, los judíos están obsesionados con el odio hacia los cristianos y la religión cristiana;
Sí, los judíos secuestraron y castraron a muchachos cristianos en gran escala y los vendieron como esclavos en la España islámica durante siglos;
Sí, los judíos usaron [¿y todavía usan?] sangre humana en todo tipo de remedios para charlatanes, a pesar de la prohibición bíblica, incluso para quejas menores;
Sí, los judíos usaron [¿y todavía usan?] sangre humana cristiana en su masa de matzá en la Pascua;
Sí, los judíos usaron [¿y todavía usan?] sangre humana cristiana en su vino en la Pascua;
Sí, la sangre tenía que ser de varoncitos cristianos de no más de 7 años de edad;
Sí, la sangre debía [¿todavía debe?] ser certificada como kosher por un rabino;
Sí, hubo [¿hay?] un comercio grande y rentable de productos de sangre falsos y sangre de animales, que eran [¿son?] inadecuados para el propósito antedicho;
Sí, los cristianos trataron de vender la sangre de los niños cristianos a los judíos, pero fueron rechazados porque los judíos temían que se tratara de sangre animal; pero no, no se mató a ningún niño cristiano para obtener la sangre. ¡Nunca, nunca! O casi nunca ¡Todo vino de “donantes voluntarios”!
Cualquiera que haya leído el libro simplemente se reirá.
La única “cláusula salvadora” es que estas acusaciones sólo se hacen contra los judíos asquenazis. Sería interesante ver cuánto sucio “trapo sefaradí” los asquenazis podrían transmitir al público si así lo quisieran.
Sobre el título
No hace mucha diferencia práctica, pero creemos que el título “Pascua de Sangre” es preferible a “Pascua Sangrienta”, por varias razones.
El título es, después de todo, “Pasque di Sangue”, no “Pasque Sanguinose”.
Un “recipiente di sangue” sería un “receptáculo de sangre”, algo intrínsecamente destinado a recibir y retener sangre, un recipiente inextricablemente ligado a la sangre por su propia naturaleza, por diseño, como su esencia (como esos tubos que se usan para los análisis de sangre). Hay una clara identificación entre los dos sustantivos, A = B.
Un “recipiente sanguinoso”, un “receptáculo sangriento”, sería simplemente un recipiente, de cualquier naturaleza, que simplemente se ha manchado de sangre por alguna razón; la sangre es en ese caso algo fortuito, accidental y extraño a la naturaleza esencial del recipiente; por ejemplo, si alguien te golpea en la boca con un cenicero y éste se mancha con sangre, se lava y ya no es un “receptáculo sangriento”. 
Creemos que fue la intención del Profesor Toaff acuñar una frase; como si dijéramos “dinero de sangre”. Es obvio que “dinero de sangre” implica mucho más que simplemente “dinero sangriento”: es algo específico, algo muy distinto; un significado muy estrecho.
Sobre el latín empleado
Es obvio que no estamos en presencia del latín clásico correcto, ni del latín medieval estándar, como lo escribiría alguien capacitado en literatura.
Se ha empleado la horrible jerga de los notarios venecianos, abarrotada de palabras italianas y venecianas: “dice”, “antes mencionado”, “mencionado arriba”, “antes dicho”, y todo lo demás.
En veneciano, las palabras comunes, que parecen ser las mismas que las del italiano, a menudo tienen significados radicalmente diferentes. Creemos que esto se puede reflejar en parte por el latín utilizado aquí. Esto explicaría algunos de los asombrosos “errores de traducción” en latín.
Hemos hecho todo lo posible con este material, pero para hacerlo bien, se requeriría un nivel de erudición similar al del Profesor Toaff. Si usted se lo enseña a su profesor de latín, simplemente le dirá que no es correcto, y no lo comprenderá fácilmente o lo maltratará, a menos que tenga el contexto completo.
El Profesor Toaff es esa gran rareza en el mundo moderno: un amante sincero y desinteresado de la verdad. Es obvio que ama todos estos detalles por sí mismo, aunque a veces es difícil saber hacia dónde se dirige con algunas cosas.
Es al Profesor Toaff mismo que el presente esfuerzo humilde e inadecuado, pero completamente desinteresado, está sinceramente dedicado. De hecho, esperamos leer algunos de los otros libros del Profesor Toaff.
Creemos que “Pascua de Sangre” es una obra maestra de la literatura y una obra maestra de la historia, que merece ser ampliamente leída, no eliminada por el Agujero de la Memoria en algún tipo de Estado Policial de la ADL (Anti-Defamation League) Internacional.
*.*.*

PREFACIO

 

Los procesos sobre homicidios rituales constituyen un nudo difícil de desatar. La mayoría de los investigadores simplemente parten en busca de una confirmación más o menos convincente de teorías previamente desarrolladas, de las que el propio investigador parece firmemente convencido. La importancia de que cualquier información no se ajuste a la imagen preconcebida, a menudo se minimiza, y algunas veces se pasa completamente en silencio. Curiosamente, en este tipo de investigación, lo que debe probarse simplemente se da por sentado, para comenzar. Existe una percepción clara de que cualquier otra actitud implicaría peligros y repercusiones que deben evitarse a toda costa.
No hay duda de que la uniformidad de las confesiones de los acusados, contradicha sólo por variantes e incongruencias generalmente relacionadas con detalles de importancia secundaria, fue asumida por los jueces y la llamada “opinión pública” como una “prueba” de que los judíos, caracterizados por su gran movilidad y amplia dispersión, practicaban rituales horribles y asesinatos en odio a la religión cristiana. El estereotipo del asesinato ritual, como el de la profanación de Hostias y el sacrificio caníbal, estuvieron presentes en sus mentes desde el principio, sugiriendo tanto a los jueces como a los inquisidores la posibilidad de extorsionar para obtener confesiones simétricas, armoniosas y significativas, desencadenando una reacción en cadena de denuncias, verdaderas persecuciones adecuadas y masacres indiscriminadas.
Si bien se han realizado intentos, en ciertos casos, para reconstruir los mecanismos ideológicos y las creencias teológicas y mitológicas subyacentes, con sus justificaciones de índoles similares, que hicieron posible la persecución de los judíos como practicantes de rituales escandalosos y sangrientos, particularmente en los países de habla alemana de Europa, poco o nada se ha hecho para investigar las creencias de los hombres y mujeres acusados, o que se acusaron, de crucifixión ritual, profanación de Hostias, hematofagia [comer productos derivados de la sangre] y canibalismo.
Por otro lado, si se hace una excepción para el primer caso sensacional de crucifixión ritual, que ocurrió en Norwich, Inglaterra, en 1146, o el caso igualmente conocido de “libelo de sangre” en Trento, Italia, en 1475, los registros de juicios y las transcripciones (usualmente mencionados bajo el término genérico “documentación histórica”) constituyen, en realidad, evidencia muy pobre y a menudo puramente circunstancial, altamente condensada en su forma y muy escasa de detalles, totalmente insuficiente para fines de investigación. Quizás por esta misma razón, lo que falta a menudo se agrega artificialmente, se asume o se formula como una hipótesis, en ausencia de evidencia probatoria explícita de una forma u otra (es decir, en la dirección deseada); mientras tanto, todo el asunto está inmerso en un baño de tinte, del cual la imagen emergente es superficial en el mejor de los casos, envuelta en una nube de misterio, con toda la parafernalia relacionada de un pasado lejano, y debe permanecer para siempre incomprensible para los investigadores que intenten examinar estos problemas mediante la aplicación de categorías interpretativas anacrónicas. Estos esfuerzos, obviamente poco confiables, generalmente se realizan de buena fe. O, más exactamente, casi siempre de buena fe
Así, en las obras anglosajonas (británicas y americanas) la investigación histórico-antropológica sobre judíos y asesinatos rituales (de Joshua Trachtenberg a Ronnie Po-Chia Hsia), la magia y la brujería se cuentan tradicionalmente como uno de los aspectos favoritos bajo examen. Este enfoque, por una variedad de razones, está disfrutando de un renacimiento extraordinario en este momento. Pero lo que parece obtener un alto grado de popularidad en este momento no es necesariamente convincente para estudiosos meticulosos, que no se contentan con respuestas superficiales e impresionistas.
Casi todos los estudios sobre los judíos y la llamada acusación de “libelo de sangre”, hasta la fecha se han concentrado casi exclusivamente en persecuciones y perseguidores; sobre las ideologías y presuntos motivos de esos mismos perseguidores: su odio hacia los judíos; su cinismo político y/o religioso; su rencor xenófobo y racista; su desprecio por las minorías. Se ha prestado poca o ninguna atención a las actitudes de los propios judíos perseguidos y a sus patrones subyacentes de comportamiento ideológico, incluso cuando se confesaron culpables de las acusaciones específicas presentadas en su contra. Incluso se ha prestado menos atención a los patrones de conducta y las actitudes de estos mismos judíos; ni se han considerado estos asuntos dignos de interés, atención o investigación seria. Por el contrario: estos patrones de conducta y actitudes simplemente han sido descartados incontestablemente como inexistentes, inventados por las mentes enfermas de los antisemitas y los cristianos fanáticos y obstinadamente dogmáticos.
Sin embargo, aunque son difíciles de digerir, estas acciones, una vez que se demuestra o incluso se supone que son auténticas, deberían ser objeto de estudio serio por parte de académicos de renombre. La condena, o, alternativamente, la justificación aberrante de estos rituales, no pueden imponerse a los investigadores como las únicas y banales opciones. Se debe permitir a los eruditos la posibilidad de intentar una investigación seria sobre las motivaciones reales, presuntas, religiosas, teológicas e históricas de los propios protagonistas judíos. Las excusas ciegas son tan inútiles como la condena ciegamente dogmática: ninguna puede demostrar otra cosa que no sea lo que ya existía en la mente del observador, para empezar.
 Es precisamente la posibilidad de evadir cualquier definición clara, precisa e inequívoca de la realidad de los asesinatos rituales de niños, arraigados en la fe religiosa, lo que ha facilitado la ceguera intencional o involuntaria de los eruditos cristianos y judíos por igual, tanto pro como anti-judíos.
Cualquier ejemplo adicional del “aplanamiento” bidimensional de la historia judía, considerado exclusivamente como la historia del “antisemitismo” religioso o político en todo momento, debe ser necesariamente lamentado. Cuando las preguntas de “un solo sentido” presuponen respuestas de “un solo sentido”; cuando el estereotipo de “antisemitismo” se cierne amenazadoramente sobre cualquier enfoque objetivo del difícil problema de la investigación histórica en relación con los judíos, cualquier investigación termina por perder una gran parte de su valor.
Toda esa investigación se transforma así, por la propia naturaleza de las cosas, en una “visita guiada” realizada contra un fondo ficticio e irreal, en un “reality show virtual” destinado a producir la reacción deseada, que naturalmente se ha decidido de antemano.
Como se destacó anteriormente, simplemente no es permisible ignorar las actitudes mentales de los judíos que fueron juzgados, torturados y ejecutados por un asesinato ritual, o perseguidos por el mismo cargo. En algún momento, debemos preguntarnos si las “confesiones” de los acusados ​​constituyen registros exactos de hechos reales, o simplemente el reflejo de creencias que forman parte de un contexto simbólico, mítico y mágico que debe reconstruirse para ser entendido. En otras palabras: ¿estas “confesiones” reflejan meramente las creencias de los jueces gentiles, el clero y el populacho, con sus fobias y obsesiones privadas, o, por el contrario, de los propios acusados? Desenredar el nudo no es una tarea fácil o agradable; pero tal vez no es del todo imposible.
En primer lugar, por lo tanto, debemos investigar las actitudes mentales de los propios judíos, en el trágico drama del sacrificio ritual, junto con las creencias religiosas y los elementos supersticiosos y mágicos que los acompañan. Se debe prestar la debida atención a las admisiones que se hicieron “plausibles” en el contexto histórico y local, identificable con una serie de territorios de habla alemana en ambos lados de los Alpes, a lo largo del extenso período desde la Primera Cruzada hasta el ocaso de la Edad Media. En esencia, debemos investigar la posible presencia de las creencias judías relacionadas con los asesinatos rituales de niños, vinculados con la fiesta de la Pascua, al intentar reconstituir el significado de tales creencias. Los registros de los juicios, en particular los informes minuciosamente detallados relacionados con la muerte del pequeño Simón de Trento, no pueden descartarse bajo el supuesto de que todos esos registros representan simplemente la deformación específica de las creencias de los jueces, que supuestamente han recopilado datos detallados pero manipulados, confesiones por medio de la fuerza y ​​la violencia para asegurar que todas esas confesiones se ajustaran a las teorías antijudías que ya estaban en circulación en ese momento.
Una lectura cuidadosa de los registros del proceso, tanto en su forma como en su sustancia, recuerda demasiadas características de las realidades conceptuales, rituales, prácticas litúrgicas y actitudes mentales típicas de —y exclusivas de— un mundo judío distinto y particular —características que de ninguna manera pueden ser atribuidas a la sugerencia por parte de los jueces o prelados— que no puede ser ignorado. Sólo un análisis franco de estos elementos puede aportar una contribución válida, nueva y original a la reconstrucción de las creencias relacionadas con el sacrificio de niños apresados por los supuestos perpetradores judíos —ya sean reales o imaginarios— además de las actitudes basadas en la fe inquebrantable en su redención y venganza final contra los gentiles, que surge de la sangre y el sufrimiento, y que sólo se puede entender en este contexto.
En este mundo judeo-germánico en continuo movimiento, las corrientes profundas de la magia popular habían distorsionado, con el tiempo, el marco básico de la ley religiosa judía, cambiando sus formas y significados. Es en estas “mutaciones” de la tradición judía —que son, por así decirlo, autoritarias— que deben buscarse las justificaciones teológicas de la conmemoración [en burla de la Pasión de Cristo], que, además de la celebración en el rito litúrgico, también tenía la intención de revivir, en acción, la venganza contra un enemigo odiado que se reencarnaba continuamente a lo largo de la larga historia de Israel (el faraón, Amalec, Edom, Amán, Jesús). Paradójicamente, en este proceso, que es complejo y cualquier cosa menos uniforme, se observa que los elementos típicos de la cultura cristiana se recuperan —a veces invertidos, inconsciente pero constantemente— dentro de las creencias judías, mutando a su vez y asumiendo nuevas formas y significados. Estas creencias, al final, se volvieron simbólicamente anormales, distorsionadas por un judaísmo profundamente impregnado por los elementos subyacentes y rasgos característicos de una religión adversaria y detestada, involuntariamente impuesta por el mismo perseguidor cristiano implacable.
Por lo tanto, debemos decidir a favor o en contra de las supuestas “confesiones” relacionadas con la crucifixión de niños la noche anterior a la Pascua judía; si los testimonios relacionados con la utilización de la sangre cristiana en la celebración de la fiesta de la Pascua representan, en realidad, meros mitos, es decir, creencias e ideologías que datan de hace mucho tiempo; o prácticas rituales reales, es decir, eventos que de hecho ocurrieron, en realidad, y fueron realmente celebrados, en las formas prescritas y consolidadas, con su bagaje más o menos fijo de fórmulas y anatemas, acompañando las prácticas mágicas y las supersticiones que formaban parte integral de la mentalidad de los judíos mismos.
En cualquier caso, incluso en la eliminación del estereotipo calumnioso del asesinato infantil ritual, fundamental para la acusación, repito, debemos evitar el atajo fácil de considerar estos juicios y testimonios sólo como proyecciones —obtenidas a la fuerza del acusado, por tortura y otros métodos coercitivos, tanto psicológicos como físicos— de los estereotipos, supersticiones, temores y creencias de los jueces y la población. Tal método desencadenaría un proceso que inevitablemente desembocaría en el rechazo de estos mismos testimonios como “documentos sin valor, con poca base en la realidad”, excepto como “indicios de las obsesiones de una sociedad cristiana” que veía en el judío, meramente una “imagen de espejo distorsionada” de sus propios defectos. Esta tarea parece haber sido absolutamente prohibitiva para muchos académicos, incluso famosos, hombres bien educados y de buena voluntad, que se han ocupado de este tema difícil.
Primero, Gavin Langmuir, quien, partiendo de los hechos de Norwich, Inglaterra, considera la crucifixión y la hemotofagia ritual, que aparecen en dos fases diferentes de la historia, simplemente como las invenciones elaboradas e interesadas de los grupos eclesiásticos, negando a los judíos ningún papel excepto uno meramente pasivo, sin responsabilidad.
Langmuir fue seguido más tarde por Willehad Paul Eckert, Diego Quaglioni, Wolfgang Treue y Ronnie Po-Chia Hsia, quienes, aunque examinaron el fenómeno del asesinato infantil ritual desde diferentes puntos de vista —de manera inteligente y competente, comenzando por la Baja Edad Media, prestando atención a la documentación del juicio de Trento— lo consideraron como una simpleza y, a menudo a priori, una difamación infundada, una expresión de hostilidad por parte de la mayoría cristiana contra la minoría judía.
De acuerdo con el punto de vista adoptado por estos investigadores, los métodos de interrogatorio y las torturas del inquisidor no tuvieron otro propósito que orquestar una confesión de culpa completamente armoniosa, es decir, de adherencia a una verdad que ya existía en la mente de los inquisidores. El uso de preguntas agresivas y una variedad de estratagemas, incluida, en particular, la tortura refinada, tenían por objeto obligar a los acusados ​​a admitir que la víctima había sido secuestrada y torturada según el ritual judío, y finalmente asesinada por odio a la fe cristiana. Se dice que las confesiones son obviamente increíbles, ya que los asesinatos fueron supuestamente cometidos para permitir el uso ritual de sangre cristiana, en violación de la prohibición bíblica contra la ingestión de sangre, una prohibición escrupulosamente observada por todos los judíos. En cuanto a la tortura, es mejor recordar que su uso en los municipios del norte de Italia, al menos desde el comienzo del siglo XIII, estaba regulada, no sólo por tratado, sino también por estatuto. Como instrumento para determinar la verdad, se permitía la tortura en presencia de pistas serias y bien justificadas en los casos en que el alcalde [magistrado] y los jueces lo consideraban realmente necesario. De tal modo, todas las confesiones obtenidas a la fuerza, para ser consideradas válidas, tuvieron que ser corroboradas por el inquisidor, más tarde, bajo condiciones normales, es decir, en ausencia de dolor físico e incluso de la amenaza de tortura renovada. Estos procedimientos, aunque inaceptables a nuestros ojos hoy en día, eran, no obstante, de hecho normales, y parecen haberse observado en el caso de los juicios de Trento.
Israel Jacobo Yuval, siguiendo los pasos del estimulante estudio pionero de Cecil Roth, es más crítico y parece más abierto de mente. Yuval destaca el vínculo entre la acusación de “libelo de sangre” y el fenómeno de los suicidios en masa y los asesinatos de niños entre las comunidades judías alemanas durante la Primera Cruzada. La imagen que surge es de una reacción hostil y virulenta de los judíos asquenazis contra la sociedad cristiana circundante, una reacción que encuentra expresión, no sólo en invectivas litúrgicas, sino, sobre todo, en la convicción de que los judíos mismos eran capaces de obligar a Dios a vengarse sangrientamente de sus perseguidores cristianos, acercando así la redención. Más recientemente, Yuval demostró muy significativamente que las respuestas asquenazis a las acusaciones de asesinato ritual fueron sorprendentemente débiles.
Estas respuestas, cada vez que se registraron, no contenían el menor rechazo de la evidencia probatoria; más bien, consistían en un mero tu quoque [tú también] de la acusación contra los cristianos: “Ni ustedes, ustedes mismos, están exentos de la culpa del canibalismo ritual”. Como Yuval escribió, David Malkiel ya había notado la manera en que se le dio una prominencia fenomenal a una escena, descrita en un Midrash secundario, y también en las ilustraciones de la Hagadá de la Pascua de las comunidades judías alemanas, del Faraón tomando un baño de salud en la sangre de niños judíos cruelmente masacrados. El mensaje, que no arrojó la más mínima duda sobre la efectividad mágica y terapéutica de la sangre de los niños, parecía tener la intención de cambiar la acusación. ”No somos nosotros los judíos, o si lo deseamos, no sólo nosotros los judíos, quienes hemos cometido tales acciones; los enemigos de Israel en la historia también han sido culpables de estas cosas, en cuyo caso fueron los niños judíos las víctimas inocentes”.
Cualquier muestra de que estos asesinatos, celebrados en el ritual de la Pascua, representaban, no sólo mitos —es decir, creencias religiosas consistentes, o más o menos consistentemente extendidas— sino más bien los ritos reales, pertenecientes a grupos organizados y formas de adoración que en realidad se practicaban, requieren un respeto a la debida prudencia metodológica. La existencia de este fenómeno, una vez que esté inequívocamente probada, debe ser vista dentro de su contexto histórico, religioso y social, sin mencionar el entorno geográfico en el que presumiblemente se dice que ha encontrado expresión, con todas las características relacionadas y peculiares que no pueden ser replicadas en otro lugar. En otras palabras, debemos intentar buscar los elementos heterogéneos y las experiencias histórico-religiosas particulares que supuestamente han hecho que la matanza de niños cristianos con fines rituales parezca plausible, durante un cierto período, dentro de un área geográfica determinada (es decir, las regiones de habla alemana de Italia y Alemania transalpinas y cisalpinas, o donde haya fuertes elementos étnicos de origen judío alemán, en cualquier momento entre la Edad Media y la Era Moderna Temprana), como la expresión de la adaptación colectiva de los grupos judíos y un presunto deseo de parte de Dios en este sentido, o como el instrumento irracional de presión para reforzar ese deseo [por parte de Dios], así como en los suicidios masivos y asesinatos de niños “por el amor de Dios”, durante la primera cruzada.
En esta investigación, no debería sorprendernos encontrar costumbres y tradiciones ligadas a experiencias que no existieron en otros lugares: experiencias que debían probarse más profundamente arraigadas que los estándares de la ley religiosa en sí misma, aunque diametralmente opuestas en la práctica, acompañadas de todas las apropiadas y necesarias justificaciones formales y textuales. Acción y reacción: instintiva, visceral, virulenta, en la que los niños, inocentes e inconscientes, se convierten en víctimas del amor y la venganza de Dios. La sangre de los niños, bañando los altares de un Dios que se considera necesario como guía, y que a veces, por compulsión impaciente, lo impulsa a proteger y castigar.
Al mismo tiempo, debemos tener en cuenta que, en las comunidades judías de habla alemana, el fenómeno, donde se arraigó, generalmente se limitaba a grupos en los que la tradición popular, que con el tiempo se había distorsionado, evadido o reemplazado los estándares rituales de la halakháh judía, además de las costumbres profundamente arraigadas y saturadas de elementos mágicos y alquímicos, todo se combinó para formar un cóctel mortal cuando se mezclaron con el fundamentalismo religioso violento y agresivo. No puede haber ninguna duda, me parece, de que, una vez que la tradición se generalizó, la imagen estereotípica del asesinato infantil ritual judío continuó inevitablemente siguiendo su propio curso, por puro impulso. Por lo tanto, los judíos fueron acusados ​​de cada asesinato de niños, mucho más a menudo erróneamente que con razón, especialmente si se descubrían en la primavera. En este sentido, el cardenal Lorenzo Ganganelli, más tarde Papa Clemente XIV, fue correcto en su famoso informe, tanto en sus justificaciones como en sus “distinciones”.
Los registros de los juicios de asesinatos rituales deben examinarse con sumo cuidado y con la debida precaución. En relación con los juicios por brujería, Carlos Ginzburg señaló que los acusados ​​(o las víctimas), en un “juicio de prueba” de este tipo,
“… terminaron perdiendo todo sentido de identidad cultural propia, como resultado de la aceptación, en todo o en parte —por la violencia o aparentemente por libre elección espontánea— del estereotipo hostil impuesto por sus perseguidores [es decir, una especie de “Síndrome de Estocolmo” medieval]. Cualquier persona que no se conforme simplemente repitiendo los resultados de estos hallazgos de violencia histórica, debe tratar de trabajar sobre los raros casos en que la documentación no se presenta formalmente en forma de pregunta y respuesta, en los cuales, por lo tanto, uno puede encontrar fragmentos relativamente inmunes a las distorsiones de la cultura que la persecución estaba tratando de borrar”.
Los juicios de Trento son un documento invaluable de esta especie. Los registros de los juicios —especialmente, las grietas y divisiones en la estructura general que permiten al investigador distinguir y diferenciar, en sustancia, no sólo en forma, entre la información proporcionada por el acusado y los estereotipos impuestos por los inquisidores— son deslumbradoramente claras. Este hecho no puede ser minimizado o distorsionado por medio de categorizaciones preliminares de naturaleza ideológica o polémica, destinadas a invalidar esas distinciones. En muchos casos, todo lo que los acusados dijeron era incomprensible para los jueces, a menudo porque su discurso estaba lleno de rituales hebraicos y fórmulas litúrgicas pronunciadas con un fuerte acento alemán, exclusivo de la comunidad judía alemana, que ni siquiera los judíos italianos podían entender; en otros casos, porque su discurso se refería a conceptos mentales de naturaleza ideológica totalmente ajenos a todo lo cristiano. Es obvio que ni las fórmulas ni el lenguaje pueden descartarse como meras invenciones astutas y sugerencias artificiales de los jueces en estos juicios. Descartarlos como inútiles, como inventados totalmente, como las fantasías espontáneas de los acusados aterrorizados por la tortura y proyectados para satisfacer las demandas de sus inquisidores, no puede imponerse como el punto de partida obligatorio, el requisito previo para una investigación válida, y menos aun para el presente trabajo. Cualquier conclusión, de cualquier naturaleza, debe ser debidamente demostrada después de una estricta evaluación y verificación de todas las pruebas subyacentes sine ira et studio, usando todas las fuentes disponibles capaces de confirmar o invalidar esa evidencia de una manera persuasiva y convincente.
El presente trabajo no podría haber sido escrito sin los consejos, críticas, reuniones y discusiones con Dani Nissim, un viejo amigo, que, además de su gran experiencia como bibliógrafo y bibliófilo, me brindó su profundo conocimiento de la historia de la comunidad judía de la región de Véneto, y de Padua en particular. Las conclusiones de este trabajo son, sin embargo, sólo mías, y no tengo dudas de que las personas mencionadas anteriormente esta
rían muy en desacuerdo con ellas. He participado en largas discusiones sobre los capítulos acerca de los judíos de Venecia con Reiny Mueller, durante el curso de las cuales recibí sugerencias muy útiles y consejos invaluables. Debo agradecer también a las siguientes personas por su asistencia en la recuperación de la documentación archivística y literaria; por su aliento y crítica, a Diego Quaglioni; Juan María Varanini; Rachele Scuro; Miriam Davide; Elliot Horowitz; Judith Dishon; Boris Kotlerman e Ita Dreyfus.
Agradezco también a mis alumnos que participaron activamente en mis seminarios sobre el tema, celebrados en el Departamento de Historia Judía en la Universidad Bar-Ilan (2001-2002 y 2005-2006), durante los cuales presenté los resultados provisionales de mi investigación. En primer lugar, sin embargo, deseo agradecer a Ugo Berti, quien me persuadió de emprender esta difícil tarea, dándome el coraje de superar los muchos obstáculos previsibles que se interponían en el camino.
*.*.*