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COMANDOS EN EL CÁUCASO

La Unidad especial Bergmann - Voluntarios Caucasianos en el Ejército Alemán, 1941-45 - Colección Legionarios Europeos en la II Guerra Mundial

Carlos Caballero Jurado

 

COMANDOS EN EL CÁUCASO - La Unidad especial Bergmann - Voluntarios Caucasianos en el Ejército Alemán, 1941-45 - Colección Legionarios Europeos en la II Guerra Mundial - Carlos Caballero Jurado

 

García Hispán Editor
1995
288 págs.,
15x21 cms.
 Tapa: blanda
 Precio para Argentina: 119 pesos
 Precio internacional: 17 euros

 

En el presente volumen, Carlos Caballero va mucho más allá de lo que sugiere el título. No sólo estudia la Unidad Especial Bergmann sino todos los Batallones formados por azeríes, armenios, georgianos y pueblos norcaucasianos que intervinieron en la campaña del Cáucaso. Porque ésta es una notable peculiaridad de esta campaña: la intervención en primera línea, en las más avanzadas vanguardias, de unidades de voluntarios reclutadas entre los pueblos sometidos de la hoy extinta URSS.
La aparición de este libro coincide, como ya viene siendo habitual en esta colección, con una situación de crisis, en este caso la existencia de varios conflictos armados en la región del Cáucaso. Por esta razón el lector encontrará, junto a la descripción de lo ocurrido en la época de la II Guerra Mundial, mucha información que le permita comprender los hechos actuales. Un valor añadido, así pues, para este texto que tengo el honor de presentar.

Otro elemento a destacar es que, por vez primera, se publica -al menos en castellano- la historia pormenorizada de una formación de voluntarios del Este relativamente pequeña. Este es, si se me permite señalarlo, un gran defecto de la historiografía consagrada al Movimiento de Voluntarios Europeos en la Segunda Guerra Mundial: desde hace tiempo disponemos de historias minuciosas y detalladas sobre tal Batallón flamenco o tal Regimiento holandés. Sin embargo, cuando se habla de los voluntarios reclutados en la URSS, con la única excepción del caso de los bálticos, solo nos encontramos con historias llenas de generalidades, poco detalladas y -a menudo- contradictorias. Aquí, y repito, por vez primera, se ofrece la completa historia de una formación integrada por voluntarios del Cáucaso, desde sus orígenes en 1941, hasta su trágico final en 1945.

 

ÍNDICE

Prólogo del Editor..................................................................................................................7
Capítulo I.
Introducción..........................................................................................................................11
Capítulo II.
Una fugaz Independencia.................................................................................................... 25
Capítulo III.
La nueva cárcel de los pueblos............................................................................................35
Capítulo IV.
Los planes alemanes para el Cáucaso.................................................................................49
Capítulo V.
Organización de la Unidad Especial Bergmann...................................................................59
Capítulo VI.
Preparativos de la Campaña del Cáucaso...........................................................................73
Capítulo VII.
Operación Edelweiss............................................................................................................ 91
Capítulo VIII.
La Unidad Bergmann en el frente del Cáucaso.................................................................103
Capítulo IX.
Los Batallones Legionarios Caucasianos en acción..........................................................113
Capítulo X.
Política de ocupación alemana en el Cáucaso....................................................................141
Capítulo XI.
Tras las Líneas Soviéticas..................................................................................................155
Capítulo XII.
En Crimea............................................................................................................................171
Capítulo XIII.
Deportaciones en masa ......................................................................................................179
Capítulo XIV.
El Batallón I/Bergmann.......................................................................................................191
Capítulo XV.
El Batallón II/Bergmann.....................................................................................................199
Capítulo XVI.
El Batallón III/Bergmann....................................................................................................205
Apéndice I
Theodor Oberländer y los Memorandums de la Unidad Especial Bergmann..................213
Apéndice II
El Abwehr y las unidades Brandenburguesas en La Cmapaña del Cáucaso ...................221
Apéndice III
Las Nacionalidades del Cáucaso........................................................................................235
Apéndice IV   
Documentos Fotográficos................................................................................................... 241
Apéndice V    
Cartografía.......................................................................................................................... 261
Apéndice VI   
Uniformología...................................................................................................................... 281
Apéndice VII  
Bibliografía.......................................................................................................................... 285

PRÓLOGO DEL EDITOR

La colección "Legionarios Europeos en la II Guerra Mundial" alcanza con este volumen, el VIII, su plena madurez. Desde nuestro primer título, consagrado a los voluntarios de Letonia, nos hemos esforzado por mejorar cada vez que llegábamos a nuestros lectores. Tipografía, fotografía, cartografía, pero también calidad en el contenido y solvencia en la información histórica. La fidelidad con que nos siguen nuestros lectores es nuestro mejor premio.
En el presente volumen, Carlos Caballero va mucho más allá de lo que sugiere el título. No sólo estudia la Unidad Especial Bergmann sino todos los Batallones formados por azeríes, armenios, georgianos y pueblos norcaucasianos que intervinieron en la campaña del Cáucaso. Porque ésta es una notable peculiaridad de esta campaña: la intervención, en primera línea, en las más avanzadas vanguardias, de unidades de voluntarios reclutadas entre los pueblos sometidos de la hoy extinta URSS.
La aparición de este libro coincide, como ya viene siendo habitual en esta colección, con una situación de crisis, en este caso la existencia de varios conflictos armados en la región del Cáucaso. Por esta razón el lector encontrará, junto a la descripción de la ocurrido en la época de la II Guerra Mundial, mucha información que le permita comprender los hechos actuales. Un valor añadido, así pues, para este texto que tengo el honor de presentar.
Otro elemento a destacar es que, por vez primera, se publica -al menos en castellano- la historia pormenorizada de una formación de voluntarios del Este relativamente pequeña. Este es, si se me permite señalarlo, un gran defecto de la historiografía consagrada al Movimiento de Voluntarios Europeos en la Segunda Guerra Mundial: desde hace tiempo disponemos de historias minuciosas y detalladas sobre tal Batallón flamenco o tal Regimiento holandés. Sin embargo, cuando se habla de los voluntarios reclutados en la URSS, con la única excepción del caso de los bálticos, solo nos encontramos con historias llenas de generalidades, poco detalladas y -a menudo- contradictorias. Aquí, y repito, por vez primera, se ofrece la completa historia de una formación, integrada por voluntarios del Cáucaso, desde sus orígenes en 1941, hasta su trágico final en 1945.
Y aún debo señalar algo más. Cuando hablamos de voluntarios europeos, casi inevitablemente, pensamos en las Waffen SS. En realidad, como veremos en este libro, el origen de algunas formaciones esta en un organismo muy distinto, el "Abwehr": el Servicio de Información Militar germano. Esta perspectiva, a menudo ignorada, es puesta muy de relieve en las páginas que siguen.
La cuidada cartografía de Carlos Sampedro y un material fotográfico de gran rareza redondean, finalmente, esta obra que seguramente leeréis con pasión.

José García Hispan.
Director de la Editorial.

INTRODUCCIÓN


INTRODUCCIÓN
El Cáucaso es una región cuyo nombre evoca, a los oídos de los europeos occidentales, misterios, exotismo, atavismos... No por casualidad, el Premio Nobel noruego Knut Hamsum tituló "En el país de los cuentos" el relato de un viaje que hiciera por el Cáucaso. Un libro cuya lectura sigue siendo hoy interesante e instructiva (l). El halo de misterio que rodea al Cáucaso en buena parte es debido a que en Europa Occidental se ignora casi todo sobre su historia (extraordinariamente compleja, por otra parte). De hecho, sólo al iniciarse el desmoronamiento de la URSS la Europa Occidental ha vuelto a poner sus ojos en esa región (2).
Una de las pocas nociones claras que tenemos es que esta región constituye un extraordinario mosaico étnico, algo que al parecer se remonta a la antigüedad ya que, como anotaba Otto Maull, "los antiguos, refiriéndose a esta región, hablaban de las montañas de las muchas lenguas" (3). Plinio el Joven afirmaba que para la administración de esta región los funcionarios del Imperio Romano ya necesitaban de los servicios de intérpretes de 130 idiomas. Tal multitud de lenguas no es sino reflejo de la multiplicidad de étnias. Se ha dicho, con toda razón, que el Cáucaso es un genuino "museo etnográfico". Muy distintos pueblos han buscado refugio en estas montañas desde tiempos remotos y en ninguna parte del mundo se encontrará una región que -con una extensión análoga- reúna tan extraordinaria diversidad de lenguas y razas.
La región tiene fama también de albergar grandes riquezas y, en la época de la II Guerra Mundial, su importancia en la economía soviética era mucho mayor de la que tenía, décadas después, al descomponerse la URSS. El mariscal soviético Andrei A. Grechko, que fuera Ministro de Defensa de la URSS y que tuvo un papel destacado en las operaciones militares que durante la II Guerra Mundial se desarrollaron en aquel teatro de operaciones, lo puso de manifiesto en su libro "La Batalla del Cáucaso":
"Es difícil valorar la importancia del Cáucaso en la vida del Estado Soviético. La existencia de ricas reservas de minerales y de tierras fértiles han convertido al Cáucaso en inagotable fuente de materias primas, industriales y de carácter estratégico-militar, así como en importante base alimenticia del país" (4).
Conviene, antes que nada, refrescar algunos datos geográficos e históricos sobre el Cáucaso. Bajo este nombre se conoce no sólo a la gran cordillera, sino también, de forma más genérica, a todo el itsmo que se extiende entre el Mar Negro y el Mar Caspio. Es decir, la acepción más amplia de "Cáucaso" incluye la Ciscaucasia o Precaucasia, la Cordillera propiamente dicha y la Transcaucasia. La cordillera del Cáucaso se extiende a lo largo de 1.300 kms., con una anchura de entre los 160 y los 180 kms. En su parte central contiene alturas que rondan los 5.000 metros. En resumen: un poderosísimo sistema montañoso, difícilmente franqueable. De hecho el Cáucaso es el ejemplo paradigmático de lo que los geógrafos han dado en llamar "cordillera barrera". Los rusos, tras su conquista de la región, construyeron tres carreteras estratégicas que atravesaban la cordillera, a fin de permitir el rápido envío de refuerzos militares a la Transcaucasia. Se trataba de las siguientes rutas:
-          La Carretera Militar de Georgia, que arrancando de Osetia del Norte llegaba a Tbilisi (Tifus), en Georgia oriental.
-          La Carretera Militar de Osetia, que partiendo desde esta región llegaba hasta Kutaisi, en Georgia occidental.
-          La Carretera Militar de Sujumi, que arrancaba de Cherkesia y a través de Teberda llegaba al puerto de Sujumi.
Todas estas rutas desembocaban en Georgia, país clave para el dominio del Cáucaso, aunque en el caso de la última concluyera en la región noroccidental de Georgia habitada por los abjasios. Al norte de la Cordillera, la Ciscaucasia está formada por vastas regiones esteparias, habitadas por rusos y ucranianos, a menudo formando comunidades cosacas, amén de una gran cantidad de étnias autóctonas, del más diverso origen. Estas étnias no eslavas se concentran a lo largo de todo el piedemonte caucásico, en el extremo suroriental de Ciscaucasia, el Daghestán, y en la región suroccidental de Ciscaucasia, en la zona conocida antiguamente como Circasia. Un caso excepcional es el de los Kalmucos, pueblo de raza mongol y religión budista que habita el extremo nororiental de Ciscaucasia, en torno a la desembocadura del Volga, muy lejos por tanto de la Cordillera. La Transcaucasia, en fin, es la región donde se asientan las tres grandes nacionalidades de esta parte del mundo: los georgianos, los armenios y los azeríes. Estos tres pueblos presentan, pese a su vecindad geográfica, grandes diferencias entre sí y además se distinguen todos netamente de los rusos.
La expansión rusa hacia el Cáucaso se inscribió en el marco de una lucha plurisecular en la que los rusos se enfrentaron a los pueblos tártaros, descendientes de las hordas mongolas, y a los turcos otomanos. Con el objetivo teórico de defender a los pueblos cristianos que habían quedado bajo el dominio tártaro o bajo la soberanía turca (musulmanes en ambos casos) los rusos avanzaron en un triple frente: hacia el Mar Negro y Crimea, hacia los Balcanes y hacia el Cáucaso. El éxito con que culminó este empeño, en la última de las regiones citadas, dejó dentro de las fronteras del Imperio de los Zares a una extraordinaria variedad de pueblos.
Georgia es la nación más occidental. Las primeras noticias históricas sobre los georgianos se remontan al segundo milenio antes de nuestra era y el país fue evangelizado ya en el siglo IV Su época de mayor apogeo se sitúa en los siglos XI y XII. Después, las invasiones de los mongoles de Gengis Khan (siglo XIII) y de los tártaros de Tamerlán (siglo XIV), arruinaron el país, que en los siglos siguientes debió enfrentarse también a los turcos otomanos y a los persas. Dada su afinidad religiosa con los rusos (los georgianos son, como ellos, cristianos ortodoxos) no es extraño que Georgia acabara solicitando la protección de Moscú frente a sus enemigos musulmanes. Ya en 1784 el rey georgiano Irakli II solicitó la ayuda de la zarina Catalina II para preservar lo poco que quedaba del reino de Georgia de los ataques de las tribus musulmanas del Daghestán. El envío de tropas rusas fue respondido con un intento de invasión persa, que fue rechazado. El nuevo rey, Jorge XII de Georgia cedió al zar Pablo I el título de Rey de Georgia, reservando para su familia el título de regentes. Se trataba de una unión dinástica, federal, pero a la muerte de Jorge XII, el nuevo zar ruso, Alejandro I anexionó pura y simplemente el país en 1801. Los rusos pudieron consolidar su dominio gracias al temor atávico que infundían a los georgianos sus poderosos vecinos musulmanes. Por otra parte, la rusificación del país progresó lentamente, dada la existencia de una fuerte identidad nacional, cimentada en una lengua, una cultura y una historia propias. La lejanía de San Petersburgo, la nueva capital zarista, aligeró también las presiones rusificadoras. Además, el dominio de Rusia sobre Georgia permitió que se reinstauraran los límites de la Gran Georgia, pues el pequeño reino georgiano que los zares habían heredado se vio ensanchado con la anexión de territorios como Guria (en 1829), Mingrelia (en 1857), Svanetia (en 1858), etc., todos los cuales habían estado bajo soberanía de los reyes georgianos en pasados tiempos de esplendor.
En el territorio de Georgia habitaban, así pues, otros muchos grupos étnicos, destacando especialmente los abjasios (en torno al puerto de Sujumi) y los adzharios (en torno al puerto de Batumi). Ambos pueblos son musulmanes. Otro grupo destacable son los osetios meridionales. Los osetios, establecidos a caballo de la Cordillera, se dividen entre un grupo septentrional (mayoritariamente musulmán) y el meridional, dentro de los límites geográficos de Georgia y mayoritariamente cristiano.
Armenia también tiene una larguísima historia y los armenios fueron ya temibles enemigos (también eventuales aliados) para los romanos. Durante la Edad Media el país fue escenario de constantes invasiones (árabes, persas, turcos, mongoles) y, a finales del siglo XVII, quedó definitivamente dividido entre Persia y Turquía. De este siglo arranca una poderosa diáspora armenia, que ha llevado a los hijos de este pueblo a los cuatro rincones del mundo. Pese a esta diáspora, los armenios han mantenido una fuerte conciencia nacional, en gran parte debido a que su religión es una variante puramente nacional del cristianismo (Armenia fue evangelizada en el siglo IV). Esta Armenia de la diáspora, cuyos integrantes formaron prósperas colonias en todas partes donde se establecieron, gracias a una reconocida y tradicional habilidad para los negocios, nunca dejó de pensar en el restablecimiento de la independencia de su Patria. Es curioso señalar que el nacionalismo armenio, como el sionismo judío, se forjó allende de las fronteras históricas, entre los armenios de la diáspora. Como ejemplo, vale la pena señalar que el primer periódico en lengua armenia se publicó en 1794 en Madras (en la actual India).
Como en el caso de los georgianos, no es extraño que los armenios vieran en Rusia la posibilidad de sacudirse el yugo de sus vecinos islámicos. La guerra ruso-persa de 1827, que concluyó con la victoria rusa, permitió a los zares hacerse dueños de la Armenia oriental. La Armenia occidental siguió en manos turcas, pese a que los rusos también realizaron intentos para adueñarse de ella.
Pero el avance ruso a través del Cáucaso no se orientó sólo hacia el Cáucaso occidental (región en la que se encontraban los cristianos armenios y georgianos, a los que se decía querer proteger) sino también hacia el Cáucaso oriental, habitado exclusivamente por musulmanes. Ya a principios del XVIII los rusos se hicieron presentes en el Daghestán, sometiendo a su protectorado a los nogaios y, después, a los kumikos, cuyo territorio fue cedido formalmente por el Imperio Persa en 1813. El Azerbaiján, la región más oriental de Transcaucasia, fue también duramente disputado por turcos y persas durante siglos. Pero Rusia, potencia emergente, también se interesó por el territorio. Igualmente, fue la guerra ruso-persa de 1827 la que llevó a los rusos a adueñarse del Azerbaiján septentrional (el meridional siguió formando parte de Persia y aún hoy pertenece a Irán). A diferencia de georgianos y armenios, los azeríes no poseían una identidad nacional específica, considerándose a sí mismos, bien como turcos (en razón de su lengua y de su raza) o bien como persas (por su religión, el Islam shiita, y por su cultura). Los conquistadores rusos, por su parte, los designaban como tártaros, calificativo que de forma genérica se aplicaba a todos los musulmanes sometidos al imperio zarista. "Tártaros de Transcaucasia" era el nombre que, en concreto, se utilizaba para designar a los azeríes. Si buena parte de la Transcaucasia se incorporó de buen grado al Imperio zarista, no puede decirse lo mismo de los pueblos de la Ciscaucasia situados en la ladera norte de la cordillera del Cáucaso, que resistieron tenazmente el avance ruso. De hecho la Transcaucasia quedó sometida al poder de los zares bastante antes que el piedemonte de la Ciscaucasia. Inicialmente sólo un estrecho corredor a través de Osetia permitía el acceso ruso a la Transcaucasia. La fortaleza de Vladikavkaz (fundada en 1784), en el valle alto del Terek, fue el primer gran establecimiento militar ruso en la región. Algunos pueblos, como los osetios, aceptaron con relativa facilidad la soberanía rusa. En cambio los pueblos musulmanes del norte del Cáucaso y, en especial, los chechenos, hicieron gala de una resistencia heroica. Los cronistas rusos de la época nos hablan de que se defendían "feroz y fanáticamente. Esto se debe a que los líderes e integrantes de estos movimientos de resistencia pertenecían a cofradías sufíes como la "Qadiriya" y la "Naqshbandiya" (5).
La primera guerra entre los rusos y los musulmanes norcaucasianos duró desde 1785 a 1791. Durante ella, el "Imán" checheno Mansur Ushurma, de la cofradía "Naqshbandiya" alzó la bandera de la guerra santa islámica contra los conquistadores rusos. Logró sonadas victorias (en una ocasión sus hombres aniquilaron a una Brigada rusa entera) antes de ser capturado, Ushurma moriría en las mazmorras zaristas.
La incorporación de Georgia al Imperio zarista parecía hacer imposible en el futuro el estallido de cualquier brote de resistencia, ya que a partir de entonces Chechenia quedaba casi totalmente rodeada por territorios zaristas. Pero los militares rusos en la región no se fiaban, así que en el centro de Chechenia establecieron una sólida base militar rusa, bautizada con el elocuente nombre de Grozni ("la terrible", en ruso). Y en 1818, el general ruso Alexei Yermolov, que había dirigido la conquista con métodos brutales, matando y quemando todo lo que se oponía a su paso, recomendaba al Zar "no descansar mientras quedara un checheno vivo".
En 1824 volvió a estallar la guerra, en forma de una rebelión que se extendería por el Caucaso septentrional. Su líder era otro miembro de la cofradía "Naqshbandiya", el "Imán" Chamyl. Su nombre se convertiría en legendario, ya que dirigió con gran eficacia esta guerra de liberación hasta 1859, ¡durante 35 años! Los rusos en algún momento llegaron a usar hasta medio millón de soldados contra los guerrilleros de Chamyl. Aunque en estas guerrillas participaban musulmanes de todas las nacionalidades caucasianas, los chechenos eran los más destacados.
Mijail Lermontov, un famoso poeta ruso que servía como oficial en el Ejército del Zar en aquella campaña, escribió sobre aquellos guerrilleros; "Su Dios es la Libertad, su Ley es la Guerra (...) son feroces en la batalla y su sentido del pundonor es extraordinario (...) su valentía es temible para los rusos". El Imán Chamyl se convirtió en aquellos años en un personaje famosísimo y fue elogiado por los grandes hombres de su época, influyendo al ruso Tolstoy y... a Karl Marx, quien escribió: "Para comprender la libertad hay que fijarse en Chamyl". La rebelión se inició en el Daghestan, región contra la cual los rusos lanzaron grandes operaciones en el bienio 1831-32. Pero apenas habían apagado aquel foco cuando la rebelión se extendió al otro extremo del piedemonte septrentional, entre los pueblos musulmanes de la Circasia. Esta región era de importancia vital para los rusos, que deseaban asegurarse al cualquier precio el dominio de toda la costa del Mar Negro. Este segundo gran ciclo de operaciones se extendió desde 1832 a 1839. Pero el Daghestan no había quedado pacificado y desde 1834 volvió a ser el feudo de Chamyl. En 1834, un oficial ruso escribía: "Todo el Daghestan insumiso y toda Chechenia obedecen a Chamyl, que es su Imán, autoridad suprema y jefe en la lucha contra los infieles".
Chamyl aprovechó su gloria y su carisma para imponer la paz entre las distintas nacionalidades musulmanas de la región, a menudo enfrentadas entre sí. También envió peticiones de ayuda a los dos principales dignatarios musulmanes del mundo; al Sultán de la Sublime Puerta, que además de ser dueño y señor del Imperio otomano, ostentaba el título de Califa (Comendador de los Creyentes) y como tal era líder espiritual del mundo islámico. Y al Emir de La Meca, Guardián de los Santos Lugares del Islam. Pero ni uno ni otro estaban en situación de ofrecer ninguna ayuda a Chamyl y sus rebeldes. Y finalmente los guerreros de Chamyl fueron vencidos por la fuerza, inconmensurablemente mayor, de la Rusia zarista. En 1859, el último grupo de 400 guerrilleros de Chamyl se entregó a una formación rusa compuesta por 40.000 hombres, bajo el mando del general Baratinski. Como reconocimiento a su heroísmo, el Zar permitió a Chamyl conservar su espada. Para entonces la población de Chechenis había quedado reducida a 40.000 almas. Las mejores tierras del país le fueron arrebatadas a los chechenos y entregadas a colonos cosacos. Los supervivientes solo pudieron seguir viviendo en las altas e inhospitalarias montañas y sus dueños valles. Convencidos de que estos pueblos musulmanes serían difícilmente asimilables, los rusos les presionaron en masa para que emigraran hacia el Imperio turco otomano. Entre 1858 y 1864, unos 500 000 individuos de distintas tribus circasianas se refugiaron en los territorios de soberanía de la Sublime Puerta (en Anatolia, pero también en Siria y en los Balcanes).Aunque parezca increíble, tras la larga guerra mantenida por Chamyl, durante el periodo posterior a su derrota y mientras se realizaban estas deportaciones, se mantuvo la lucha  armada.   Su lider  era  ahora  un  miembro  de  la  cofradía "Qadiriya", Kunta Haxi. En medio de la salvaje política de exterminio y deportación que estaban practicando los rusos, Kunta Haxi logró aumentar la fuerza e influencia de esta cofradía, de la que el era el dirigente para toda la región del Cáucaso. Las autoridades rusas persiguieron con renovado ímpetu a los cofrades y los documentos rusos de la época narran con estupor las historias de centenares de musulmanes norcaucasianos que se dirigían al martirio entonando himnos religiosos sufíes o bailando las danzas rituales de la cofradías. Otros seguidores de Kunta Haxi no se resignaron a tomar tan pasivamente la situación y formaron grupos guerrilleros en los montes. La guerra ruso-turca de 1877 provocó otra oleada de resistencia de los pueblos musulmanes del Cáucaso contra la dominación rusa, tanto en el Daghestán como en Circasia. De hecho, cuando los otomanos desembarcaron en las costas del Mar Negro entre los efectivos empleados había gran cantidad de circasianos que previamente se habían refugiado en tierras otomanas. Los abjasios, cuyo territorio acababa de ser unido a Georgia por las autoridades zaristas, se unieron en gran número a las fuerzas otomanas. Mas al Este, y también en 1877, los miembros de la cofradía "Qadiriya" (los seguidores de Haxi) y los de la cofradía "Naqshbandiya" (los que habían seguido a Chamyl) decidieron unir ahora sus fuerzas y se levantaron en armas tanto en el Daghestán como en Chechenia propiamente dicha. Pero la guerra acabó con victoria rusa y tras ella se produjo una nueva emigración masiva, ahora formada fundamentalmente por musulmanes de Abjasia. Este breve resumen nos da una idea de lo extraordinariamente dura que fue la conquista de Circasia y del Daghestán por parte de los rusos. Un hecho que debemos tener presente desde ahora para entender despues los planes alemanes hacia esta región y el eco que encontraron. Al acabar la conquista, aunque la mayor parte de los pueblos del Daghestán permanecieron en su suelo, la población de las distintas tribus de Circasia se había reducido dramáticamente, debido a la práctica sistemática de las deportaciones masivas.
Aún así, a caballo de la gran cordillera siguen existiendo numerosas étnias, más o menos numerosas y mayoritariamente musulmanas: che-chenos e inguches, osetios septentrionales, kabardinos y balkares, kara-chais y cherkeses y adigios, formando grupos más o menos compactos en su distribución geográfica. Por esta razón y por su número, relativamente considerable, estas nacionalidades, solas o emparejando a dos grupos étnicos, dispusieron dentro de la URSS de entidades administrativas propias. En la costa del Caspio, la región del Daghestán siguió conformando un extraordinario mosaico étnico. Debo repetirlo, la conquista rusa fue extremadamente dura para estos pueblos musulmanes del Cáucaso. Centenares de miles de chechenos, abjasios, cherkeses, etc., fueron expulsados hacia Turquía, creando así una profunda animadversión entre los pueblos musulmanes y cristianos del Cáucaso, estos últimos protegidos por los zares. Conviene tener presente que en alguna ocasión tribus o naciones enteras de entre las que denominamos "circasianas" eligieron el exilio antes que entregarse a los rusos. Fue, por ejemplo, el caso de los ubych, quienes después de resistir hasta 1864 a las tropas zaristas, huyeron en masa hacia Turquía, estableciéndose en el centro de la península de Anatolia. En las vísperas de la I Guerra Mundial, la Transcaucasia contaba con 6'7 millones de habitantes, un 80 % de los cuales pertenecía a las tres grandes nacionalidades de la región: armenios, azeríes y georgianos. Estas tres nacionalidades estaban notablemente mezcladas geográficamente y así por ejemplo existía un gran enclave armenio en territorio azerí (el Nagorno Karabaj) y un gran enclave azerí en Armenia (el Najichevan). Aún más, en las distintas ciudades los tres grupos étnicos coexistían. Así por ejemplo, Bakú, la principal ciudad del Azerbaiján, contaba casi con más habitantes armenios que azeríes. El resto de la población de Transcaucasia pertenecía a más de 20 étnias distintas, algunas de ellas autóctonas (abjasios, osetios, etc.) y otras alóctonas (rusos, judíos, alemanes, griegos, etc.) El mapa étnico de la Precau-casia y de la Cordillera era aún más complejo, como nos muestra la cartografia que acompaña a este volumen. También se ha añadido un apéndice con los datos fundamentales de los distintos grupos étnicos. A finales del siglo XIX y principios del XX empezaron a formarse grupos políticos nacionales en la Transcaucasia zarista. En el Azerbaiján se creó el partido "Hümmet" (Ayuda Mutua) y después el partido "Mussavat" (Igualdad), con elementos ideológicos tomados del socialismo y también del panturquismo (6).

En Georgia el nacionalismo moderado (autonomista) estaba vinculado a ideales socialdemócratas análogos a los de los mencheviques rusos. En Armenia finalmente, la Federación Revolucionaria Armenia ("Dachnak") era el grupo más significativo y su principal objetivo era la unificación nacional. Este objetivo suponía una grave amenaza para el Imperio otomano, en el cual sin embargo, los armenios habían sido tradicionalmente un grupo étnico muy bien representado en las estructuras de poder.
La I Guerra Mundial tuvo una tremenda influencia en Transcaucasia. Solemos olvidar que este conflicto no se limitó a las llanuras del norte de Francia y sur de Bélgica y que, por el contrario se extendió a otras muchas zonas del mundo, incluido el Cáucaso. En la Transcaucasia se enfrentaron los ejércitos del Zar de todas las Rusias y los del Sultán de la Sublime Puerta. Inicialmente fueron los turcos los que llevaron la iniciativa, avanzando sus tropas en dirección a Batumi y a Tbilisi. Sin embargo, desde principios de 1915 los rusos pasaron al contraataque, sobrepasando la anterior frontera ruso-turca y penetrando en la Armenia Occidental. Como se reseñó anteriormente, esto suponía un grave peligro de desmembración para el Imperio otomano. Ya en octubre de 1914 -un mes antes de la entrada de Turquía en la guerra- el "Katolikos" (el Papa, por así decirlo), de la Iglesia armenia, había apelado al Zar para que liberara a los armenios de Turquía. La respuesta rusa había sido la promesa de crear una Gran Armenia autónoma, dentro del Imperio zarista, que incluiría a todos los territorios de población armenia del Imperio otomano.
Los turcos, temerosos de que sus subditos armenios aprovecharan este avance zarista para secesionarse de Turquía, ordenaron una deportación masiva de armenios hacia Siria, que finalmente acabó en genocidio. El tema jamás ha sido esclarecido totalmente por la historiografía, pero los nacionalistas armenios aseguran que más de un millón y medio de sus compatriotas pereció a manos turcas. La cifra de 300.000 muertos parece, dentro de su enormidad, ajustarse más a la realidad.
Si los armenios confiaban en el avance ruso para reunificar su país, aunque fuera bajo la soberanía de los zares, en el Azerbaiján -por el contrario- el partido "Mussavat" no veía con desagrado la posibilidad de que, llegado el caso de una victoria turca, su país se integrara en Turquía como un protectorado. Los más destacados exponentes azeríes del panturquismo, exiliados en Estambul desde antes del inicio de la guerra, presionaron a partir de 1915, ante el Gobierno turco y ante los de las demás Potencias Centrales, para conseguir que intentaran llevar a cabo la liberación del Azerbaiján.
En cuanto a Georgia, algunos destacados exiliados de esa nacionalidad, marcadamente independentistas y residentes en Alemania, presionaron a Berlín a favor de la Independencia de su nación. Estas maniobras políticas se iniciaron ya en 1914, pero mientras las tropas turcas avanzaron por Transcaucasia los alemanes no prestaron mucha atención al problema. La cosa cambió tras el inicio de la contraofensiva rusa en 1915. Alemania comprendió entonces el interés de agitar la retaguardia zarista. El príncipe Macabeli y el político Tseretheli, cabezas del Comité Nacional Georgiano creado en Berlín, apadrinaron en el verano de 1915 la formación de una Legión Georgiana. En marzo de 1916 la unidad ya contaba con 1.200 hombres, en buena parte ex- prisioneros de guerra tomados al Ejército zarista. Se decidió por razones obvias enviar a la unidad al frente de Trascaucasia, integrándose en el despliegue del Ejército turco, pero su historia posterior no fue muy brillante. Ello se debió en buena parte a que las tropas turcas de Transcaucasia no sólo no lograron batir a los rusos, sino que encajaron graves derrotas. Pero la razón fundamental fue que los turcos no veían con simpatía ni interés a esta unidad: sus proyectos para Transcaucasia estaban impregnados de panturquismo y por ello preferían a las minorías musulmanas de Georgia más que a los georgianos mismos. A finales de 1916, la Legión Georgiana del Ejército alemán fue disuelta (7).

NOTAS

1          K. Hamsum, "En el país de los cuentos", Plaza Janes, Barcelona 1979.
2          La agitación nacionalista en el Cáucaso fue uno de los factores que más contribuyeron a la disgregación de la URSS. Véase: Helene Carrerc d'Encausse, "La Gloirc des nations ou la fin de l'Empire sovictique," Fayard, Paris 1990.
3          O. Maull, "Geografía Política", Ed. Omcga, Barcelona 1960.
4          A. A. Grechko, "La Batalla del Cáucaso". Ver bibliografía al final de este libro
5          El sufismo puede ser definido como la vía mística del Islam. Los sufíes están organizados en los que podríamos llamar Cofradías u Ordenes religiosas. A partir del siglo XVIII el sufismo unió a su vertiente mística una fuerte componente activista, de lucha armada en defensa del Islam contra sus enemigos. De ahí que la influencia sufí sea especialmente fuerte en las regiones del mundo donde el Islam está o ha estado más amenazado, como era el Cáucaso en la época que nos ocupa. Existen numerosas órdenes o cofradías sufíes, pero entre las que son importantes a nivel mundial por estar muy difundidas por todos los países islámicos, las mis antiguas son la "Qadiriya" (fundada en 1166) Y la "Naqshbandiya" (creada en 1389).
Esta estaba especialmente arraigada en el Caucaso y en Asia Central, dicho de otra manera, en las zonas por las que el Imperio zarista se estaba expandiendo a costa del Islam. En tiempos más recientes la cofradía ha establecido su principal foco en Pakistán. Conviene señalar que en el Museo de esta orden, en Pakistán, aún se conservan las reliquias del Islam Chamyl, el héroe de la resistencia de los caucasianos musulmanes en el siglo XIX, así como que esta misma orden o cofradía fue la principal inspiradora de la resistencia de los "muyahidines" afganos contra la invasión soviética de su país, finalmente derrotada.
6 El panturquismo aspiraba a la unificación de todas los pueblos de raza, habla o cultura turcas incluyendo tanto a los que eran de origen tártaro (descendientes de los mongoles) como a los que eran propiamente de origen turco. Debe tenerse en cuenta que los rusos no distinguían entre unos y otros, aplicándoles a todos el mismo nombre de "tártaros", mientras reservaban el de "turco" para los subditos del Imperio otomano, allende sus fronteras. También debe recordarse que muchos pueblos tártaros habían acabado adoptando lenguas de origen turco o que su cultura estaba muy influenciada por la turca. En resumen: tártaros y turcos del Imperio zarista se sentían miembros de un mismo pueblo, algo muy comprensible si recordamos que su religión era en ambos casos el Islam. Pero volvamos al panturquismo: esta ideología se desarrolló inicialmente en las zonas musulmanas de la Rusia zarista a fines del siglo pasado. Su principal impulsor fue Gasprinski (su nombre real era Ismail bey Gaspraly) un tártaro de Crimea que, en 1883, había creado el diario "Targuman". Este panturquismo original aspiraba a la modernización de las sociedades islámicas del Imperio raso, a través de su alfabetización y educación para -de esta forma- potenciar una lengua literaria común que permitiera una toma de conciencia nacional. (Téngase en cuenta que si calificamos a las distintas lenguas de origen turco habladas en lo que fue el imperio zarista y después la Union Soviética como simples dialectos del turco, lo que no es incorrectos en termine» lingüísticos, el turco se convierte en la segunda lengua por número de hablantes en este espacio político, directamente detrás del ruso. Los panturcos aspiraban a lograr posteriormente la independencia de la Rusia zarista. Esta agitación panturca se extendió por las tres grandes regiones musulmanas del Imperio Zarista: el Cáucaso, el Asia Central o Turkestán (las actuales Repúblicas de Kazakstán, Turkemistán, Uzbekistán, Kirguistán y Tadjikistán) y las regiones tártaras (Crimea, por un lado y los tártaros del Volga y el Ural por otro). Inicialmente el panturquismo de Gasprinski encontró poco eco en el Imperio turco otomano cuya ideología oficial seguía siendo el "otomanismo" (una mezcla de legitismo dinástico y devoción hacia el Sultán de la Sublime Puerta como cabeza del Islam). Sin embargo, dentro del Imperio otomano, la progresiva pérdida de la hegemonía turca en los Balcanes acabó generando la formación del Movimiento de los Jóvenes Turcos, con un programa de modernización y "turquización" del multinacional Imperio otomano. Inmediatamente se estableció una corriente de simpatía entre los Jóvenes Turcos y los seguidores de Gasprinski ya que, para los primeros, la pérdida de los territorios otomanos en los Balcanes podía y debía ser compensada con la absorción de las regiones turco-tártaras musulmanas del Imperio zarista. Por su parte, los seguidores de Gasprinski veían en el Imperio turco al único gran Estado musulmán que podía ayudarles a liberarse del dominio ruso. Así pues, desde principios del siglo XX, los musulmanes de Rusia volvían sus ojos hacia Turquía, mientras que desde Estambul se veía con agrado la posibilidad de reconstruir un gran Imperio turco, orientado esta vez hacia oriente.
7 -Para una historia completa de esta unidad, quizás el precedente más significativo de la "Sondcrvcrband Bcrgmann" que estudiamos en este libro, véase: Hans Werncr Neulen, "Feldgrau in Jcrusalem. Das Levantekorps des Kaiserlichen Deutschland", Univcrsitas Verlag, Munich 1991.

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OTRAS OBRAS DEL AUTOR
*          "Los fascismos desconocidos", Barcelona 1982.
*          "Foreign Volunteers of the Wehrmacht, 1941-45", Londres 1983.
*          "Resistance Warfare", Londres 1985.
*          "El Batallón Fantasma. Españoles en la Wehrmacht y las Waffen SS, 1944-45", Valencia 1987.
*          "David contra Goliat. Voluntarios letones en la campaña de Rusia", Alicante 1989.
*          "Cruces de Abedul. Voluntarios flamencos en la campaña de Rusia", Alicante 1989.
*          "Escritores en las trincheras. La División Azul en sus libros, publicaciones periódicas y filmografía", Madrid 1989 (En colaboración con Rafael Ibáñez).
*          "Central American Wars, 1959-89", Londres 1990 (en colaboración con Nigel Thomas.
*          "La Espada del Islam. Voluntarios árabes en el Ejército alemán, 1941-45", Alicante 1990.
*          "Ajedrez Rojo. Legionarios croatas en el Ejército alemán", Alicante 1991.
*          "Wehrmacht Auxiliary Forces", Londres 1992 (En colaboración con Nigel Thomas).
*          "Rompiendo las cadenas. La División Ucraniana de las Waffen SS", Alicante 1992.
*          "Waffen SS. Los centuriones del III Reich", Madrid 1993.