Para pocos pueblos supuso la Segunda Guerra Mundial una prueba más difícil que para el ruso. Y no se trata sólo del número de muertes que provocó en ese país, increíblemente alto, sino a la disyuntiva que supuso para muchos rusos tener que elegir en qué campo combatir.
El caso de Rusia es excepcional: aunque atacada por la Alemania nazi, un elevado número de rusos optó por endosarse el uniforme germano para intentar acabar con el comunismo, en vez de actuar como hubiera sido lo «normal»: enrolarse en un propio Ejército para combatir al atacante.
En este libro se estudia la trayectoria y las vicisitudes de aquellos rusos anticomunistas que hicieron armas contra el régimen soviético bajo las banderas de la Wehrmacht.
Desgraciadamente Hitler nunca los vio como aliados y prohibió su reclutamiento y la incorporación a su ejército. Lo cierto es que la gran mayoría de los componentes del llamado Ejército Ruso de Liberación (ROA) no eran terratenientes, ni aristócratas sino jóvenes completamente educados bajo el régimen soviético y muchos soldados del Ejército Rojo.
Es posible que si la política del III Reich hubiera sido otra respecto a la población rusa, la historia del siglo XX habría cambiado sensiblemente