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Hacia un materialismo biológico

La caída del materialismo histórico

Estudio científico para una mejor comprensión del animal humano con el fin de establecer un contrato social biológico

Doctor Claude Soas
(Dr. Claude Nancy)

Hacia un materialismo biológico - La caída del materialismo histórico - Doctor Claude Soas - Dr. Claude Nancy

413 páginas
14,5 x 21 cm.
Ediciones Sieghels, 2014
Encuadernación: rústica

 Precio para Argentina: 390 pesos
 Precio internacional: 27 euros

 

 

 

 

 

 

 

La Etología, tras despertar admiración tanto en el mundo de la ciencia como en el público en general, fue utilizada como sustento de las más variadas teorías del establishment político-cultural. Sin embargo, tras las primeras síntesis, debiendo admitir con consternación, que la “Naturaleza” se justifica esencialmente por la herencia, que predica la desigualdad, glorifica el elitismo e impone el orden y la jerarquía.
Frente a la ofensiva de desinformación, me siento en la obligación de publicar esta síntesis de hechos, recientes descubrimientos científicos en su mayoría. Voy, por otra parte, a intentar aplicar estos hechos biológicos y etológicos en el campo de la sociología, la sicología y el comportamiento humano.
Mal que les pese a los dogmáticos, el homo sapiens es originalmente un animal, y, como todos los animales, por sus ancestros, obedece a leyes bien precisas que no puede transgredir sin poner en peligro su especie, su personalidad y su entorno.
La etología nos permite desenmascarar la enorme superchería en la que vivimos alimentada por la mafia, que forma el gobierno oculto del mundo. Entre otros, demuestra la falsedad de los principios de igualdad, libertad y fraternidad, la primacía de la economía como determinante de la historia y las abstracciones seudo-humanitarias que rompen el contacto con las leyes de la naturaleza.
Este libro que intenta ser una síntesis de los fenómenos vivos, se dividirá en cuatro partes: La primera tratará los orígenes de la vida y de la evolución física de las especies animales, con el fin de demostrar bien y de insistir en la UNIDAD del mundo viviente. La segunda describirá la evolución mental de estas mismas especies y se destinará primordialmente a los recientes descubrimientos en los terrenos del comportamiento y de las relaciones instintivas. Siempre se ha tenido demasiada tendencia a olvidar que la adaptación de los animales depende también de su evolución mental, y que esta última posee un carácter hereditario tan importante como adquirido. En tercer lugar descubriremos la evolución de los primates, y en esta prole principalmente la de la rama que condujo al “Homo Sapiens”. Descubriremos en la filogénesis una explicación a numerosos comportamientos de este último; de manera principal en el campo de sus reacciones instintivas, que los filósofos “oficiales” nos presentan por lo general como monstruosidades. La cuarta parte intentará sacar algunas conclusiones en cuanto al comportamiento social del hombre.

 

ÍNDICE

Introducción 9
I.- Los orígenes de la vida 29
II.- La evolución biológica 37
III.- Nociones elementales de genética 51
IV.- La gran historia de la evolución 59
V.- La supervivencia en sociedad 69
VI.- Los instintos 93
VII.- Instinto fundamental de territorio 107
VIII.- La vida en sociedad 125
IX.- El instinto de jerarquía 155
X.- Complejo amor = odio + azar 177
XI.- Principio de autorregulación del número en las sociedades animales y nociones de limitación de los nacimientos 191
XII.- El juego y el sueño 203
XIII.- La ritualización 211
XIV.- El instinto sexual 237
XV.- Los instintos secundarios 251
Instinto de muerte. 253
Instinto de entusiasmo militante. 259
El instinto de libertad. 260
El instinto de xenofobia y racismo. 263
XVI.- La sociobiología 267
XVII.- La programación genética humana 287
XVIII.- Etología y psiquiatría 323
XIX.- La evolución de los primates 341
XX.- La evolución del hombre 351
A. El Australopiteco. 351
B. El Homo Erectus. 361
C. El hombre de Neandertal. 365
D. El hombre de Cro-Magnon. 368
E. El hombre neolítico y el hombre moderno. 374
XXI.- La eugenesia 381
XXII.- Por un contrato social biológico 395
Autores y obras de referencia 411

INTRODUCCIÓN

“Sólo ganarán los que están dispuestos a no ganar nada para sí mismos, porque el futuro pertenece a los que arriesgan todo por un ideal. La sabiduría está en vivir heroicamente”
Alexis CARREL.

 

Abruptamente, al comienzo de los años sesenta, la humanidad civilizada parece descubrir una nueva ciencia: la “Etología”. En realidad, no se trataba más que del “redescubrimiento” de un conjunto de conocimientos ya asimilados en su mayoría por nuestros ancestros, los cazadores prehistóricos, ya que éstos les eran necesarios para su supervivencia; pero a medida que avanzaba su progresión en las facilidades de la civilización, sus descendientes olvidaron estos conocimientos elementales. Debido a una tecnicidad cada vez más creciente, el entorno se volvía cada vez menos hostil y la vida de los hombres cada vez más acomodada. Muy pronto ya no se trataba de un problema de supervivencia, y la actividad cazadora en lo referente a la búsqueda del alimento pasa a un segundo plano. El hombre olvida muy rápido su observación de las costumbres y el comportamiento de los animales, perdiendo así, cada vez más, sus lazos biológicos con el mundo animal, en el cual no representa de hecho sino el último eslabón en la actualidad. Las religiones y las culturas, creadas por él, lo confirman en su superioridad y en su creencia en un origen diferente. El hombre no provenía más del mundo animal; descendía de Dios. Al menos lo fue así con la aparición de las religiones monoteístas e intolerantes, puesto que las religiones más primitivas como el chamanismo, el totemismo y el fetichismo, nunca han prohibido la creencia en la filiación animal del hombre.
Un hecho es cierto: La humanidad redescubría maravillada estas historias de animales inteligentes, sintiendo instintivamente que los comportamientos de estos últimos representaban una parte de su pasado, una explicación y una esperanza para la comprensión de su futuro. Y esto aún más allá de la aparición de las técnicas nucleares (imposibles de dominar correctamente en lo inmediato) y de la aparición de los graves desórdenes sociales, engendrados por los sectarismos religiosos y filosóficos, los cuales amenazaban su propia supervivencia. Hubo entonces, en aquella época, un verdadero entusiasmo por la etología “renaciente”. Se reeditaron con una fuerte publicidad todos los escritos realizados con anterioridad sobre este tema. Todos los medios televisivos incluían películas sobre animales en su programación. Igualmente se consagró con el premio Nobel a tres de los más eminentes etólogos: Konrad Lorenz, Karl von Frisch y Niko Timbergen. Los medios masivos se apoderaron del tema, en un comienzo por esnobismo y por ser un tema de actualidad,  luego para hacer dinero, y finalmente con una segunda intención político-religiosa, pues en un primer momento los fabricantes de opinión de todo género, creían poder apoderarse para su beneficio de esta “nueva ciencia”; los unos para justificar sus extraordinarias ganancias, y los otros sus propias intolerancias filosóficas. Todos los pensadores de izquierda, socialistas y comunistas, cristianos y demócratas, se movilizaron para intentar justificar sus concepciones económicas y sociales, así como sus sueños igualitaristas, por medio de las observaciones etológicas. Las costumbres gregarias de las sociedades invertebradas (hormigas, termitas, abejas) los estimulaban. Pero se desilusionaron muy rápidamente, cuando las primeras síntesis sobre las costumbres de los mamíferos y de las aves aparecieron. Debiendo admitir con consternación, que la “Naturaleza” se justifica esencialmente por la herencia, que predica la desigualdad, glorifica el elitismo e impone el orden y la jerarquía.
Pero la etología había sido lanzada de una manera imprudente, con un gran fracaso para las medias bajo las órdenes de los amos ocultos del mundo. El mal estaba hecho; la humanidad reaprendía su pasado y abría de nuevo los ojos en lugar de seguir ilusionándose en mitos utópicos, en sueños filosóficos e ideas preconcebidas. Entonces se usó de todo para dar marcha atrás y para desacreditar lo que se había adorado con anterioridad. Se intenta negar lo que incomoda, se califican ciertas observaciones rigurosas de interpretación fascista; se trata de lanzar el descrédito sobre toda la etología calificando a K. Lorenz de nazi, por el hecho de haber enseñado en la Universidad de Koenigsberg en la época de la Alemania Nacionalsocialista, aunque nunca se hubiera inscrito en el partido de Hitler. Los “demócratas” se imaginaban sin duda que todos los regímenes practicaban como ellos el nepotismo, el favoritismo y los nombramientos partisanos. Pero los Hitlerianos, al contrario de los comunistas y los social-demócratas, no imponían la inscripción obligatoria en el partido para la obtención de un puesto oficial en el país. Para ellos sólo las cualidades humanas y profesionales contaban. Y siempre, con el fin de desacreditar la etología, se omite citar los etólogos resistentes, como Nika Timbergen, o los que no tuvieron nada que ver con la última guerra, como Desmond Morris o Jane Goodall. El terrorismo intelectual ya sea que resulte de omisiones, de mentiras o de interpretaciones falaces, será siempre el arma preferida del judeocristianismo y de su hermano menor marxista. Si aún se admira en la actualidad las historias de animales en la televisión, es por supuesto por el pronunciado gusto del público por este tipo de programas; pero sistemáticamente se abstiene de hacer una síntesis comparativa con las sociedades humanas, como se hacía anteriormente.
El gran sabio Jean Hamburger escribió en Puissance et Fragilité (edición “J'ai Lu” 1972): “En el hombre, el instinto inconsciente juega también un papel fundamental. Es fácil mostrar hasta qué punto los hombres son menos libres en su pensamiento y en su comportamiento de lo que ellos creen. El pensamiento consciente, mezclado de imperativos instintivos, construye sus sistemas éticos, políticos y religiosos”. Como él, yo creo que el hombre es ante todo un animal, que se ha espiritualizado y culturizado secundariamente, en su objetivo de sobrepasar su incesante sentimiento de inseguridad; la religión no siendo más que la forma extrema de la incapacidad humana, que se entrega ante toda fuerza divina. Como Pierre Thuillier, profesor de la Universidad de París que acaba de escribir en las Éditions complexes: “¿Los biólogos, van a tomar el poder?”, yo creo que la biología será necesaria para comprender el siglo XXI y para crear una nueva ética cultural y social en acuerdo con la biología y la animalidad del hombre. Así como el astrónomo Hubert Reeves del CNRS,(1) creo que al entrar en la era atómica, la humanidad se sitúa en un momento crucial de su historia; un momento bastante más grave que la caída del imperio romano o el advenimiento del maquinismo; pues el átomo indisciplinado, la informática todo poderosa(2) y la sobrepoblación incontrolada amenazan su supervivencia, a tal punto, que debe repensar y readaptar totalmente su ética. Desgraciadamente todos los que actualmente detentan el poder en el mundo y que viven con comodidad, se agarran con empeño a sus prebendas y a sus poderes, ya sean banqueros o políticos, comunistas o demócratas, cristianos o mahometanos. Todos mienten, con tal de mantener la intolerancia y los dogmatismos que sirven de justificación a su poder. Tan sólo la “VERDAD” y la realidad biológicas podrán combatir eficazmente sus mentiras. La biología es la mejor arma espiritual para erigirse en contra de todo pensamiento totalitarista. Por tal razón creo necesario el intentar una síntesis etológica.
Cuando al comienzo de los sesenta, descubrí la etología a través de los libros de Ardrey y de K. Lorenz, estaba no solamente apasionado, sino que además comprendí muy rápido que muchas preguntas científicas, morales, éticas y médicas (por ejemplo: en el campo de las enfermedades psicosomáticas y mentales, en diversos comportamientos humanos sin una explicación aparente, etc.) encontrarían su explicación en un estudio profundo de esta ciencia. Y no me equivocaba, con treinta años de adelanto, ya que la Federación Mundial de Sociedades de Psiquiatría decide en 1989, en el congreso celebrado en Jerusalén, crear por fin una rama de “psiquiatría biológica” basada en la etología. Volveremos sobre esto de una forma más detallada en un capítulo siguiente. Yo experimentaba tanto mejor la etología, ya que el trato de los enfermos me había enseñado la importancia de la animalidad, de la herencia y de las reacciones instintivas en el ARTE médico. También, para comprender mejor al sujeto, acepté dar conferencias etológicas y ecológicas en diferentes clubes. Luego de esto los oyentes entusiastas me pidieron que publicara mis notas. Una vez terminado el manuscrito, en 1973, lo presenté ante diversas editoriales francesas (las cuales no citaré aquí por decencia). Todas lo rehusaron, usando como pretextos:
1) Que yo no era un autor conocido, y que por consecuencia,¡el riesgo de un fracaso financiero era grande! Algunas me hicieron constatar, que la mayoría de los autores publican su primer libro a cuenta propia; a menos  que sea calurosamente recomendado por un miembro de su comité de lectura (es decir, estar enchufado). Ninguna criticaba el valor del contenido.
2) Otros me notificaron, que el tema era demasiado científico, el tiraje y la venta estarían fuertemente limitados y, por tanto, no rentables.
3) Otros al fin me respondieron que el tema no les interesaba, y que en el momento no poseían de una colección para incluirlo.
4) Una editorial, que se dice de derecha, me notificó que el contenido al ser tan explosivo, le arriesgaba a acarrearse problemas. Pasando sobre el “valor” de esta última, constataba con pavor que un cierto mundo de la edición podía ser no más que una vasta empresa de robo financiero y una república de pequeños amigotes, en la cual la existencia nos es suministrada por la emisión de tipo Bernard Pivot, en donde los mismos pequeños amigotes reaparecen todos los años. Sin olvidar que desde el final de la segunda guerra mundial todas las casas editoriales fueron monopolizadas por los banqueros “que se decían demócratas” y que se apresuraban a utilizar los medios como forma de propaganda y de fábrica de engaños, eliminando a todos los que podrían escribir en forma contraria al famoso “sentido de la Historia”. Las campañas y los procesos llevados contra los escritores revisionistas dan testimonio de ello; todos ellos “herejes”, teniendo siempre que publicar por su cuenta y bajo su riesgo. Sin olvidar al final que la afluencia de libros de poco valor impide a la masa orientarse y escoger bien sus lecturas; tanto así que una enseñanza empobrecida, también en manos de los “demócratas, lacayos de los banqueros cosmopolitas”, desde hace más de 50 años, ha hecho desaparecer totalmente el sentido crítico da la gran mayoría de los ciudadanos. Descorazonado abandoné este asunto. Me contenté con hacer leer mi manuscrito a ciertos iniciados, esperando un día encontrar un apoyo, un mecenas comprensivo o, algo quizás más escaso, un editor inteligente y honesto. Continúo, también, teniéndolo al día y a medida de los descubrimientos etológicos recientes, confirmando todos ellos lo bien fundado de mis inicios. Por esta razón, estoy persuadido de poder publicarlo un día, a pesar de ciertas verdades demasiado brutales, y de que una marejada de reacciones pasionales es siempre de temer.
En la actualidad la intoxicación intelectual es tal que lo gangrena todo; igual sucede a aquellos que deberían representar las élites, y que por lo regular, como todo el mundo, por esnobismo o por miedo, terminan sacrificando la demagogia y las ideas prefabricadas. La humanidad olvida cada vez más la reflexión y de igual manera pierde hasta la simple noción de la observación, base de toda lógica. Nos encontramos en la era de los tecnócratas que inventan las leyes en la abstracción más demencial, y que luego buscan forzar al mundo y a la naturaleza a doblegarse ante sus elucubraciones de máquina cerebral, por cierto bien engrasada, pero totalmente desconectada de la realidad. Las catástrofes ecológicas del Lago Baikal y del Mar Caspio están allí para probarlo.
Para explotar mejor la credulidad del público los “creadores de opinión” han erigido en dogma intocable: la idea lisonjera pero falsa de la igualdad de inteligencia para todos los hombres, confundiendo a sabiendas inteligencia e instrucción. Haciendo también creer a los imbéciles, es decir, a la mayoría, que ellos son inteligentes, es demasiado fácil imponer los dogmas y las ideas prefabricadas que sirven a sus poco relucientes designios. Además, el dogma igualitario les permite aún abusar de la buena fe de los pueblos de la siguiente forma: En efecto, la mayor parte de los sabios, perfectos técnicos para todo lo que señala a su propia especialidad, son así empujados a emitir opiniones de lo más generales en los ámbitos socio-políticos o científicos, que les son en ocasiones totalmente ajenos, y para los cuales por facilismo o falta de tiempo se han sacrificado a través de ideas preconcebidas, siempre en detrimento de la reflexión. Cuando Oppenheimer o Einstein, especialistas físicos, emitían su creencia sobre la igualdad de los pueblos y sobre el sentido de la historia, estos principios no eran más que intensificados ante los ojos del público. No viene al juicio de nadie, que el matemático Einstein pudiera equivocarse groseramente en biología, terreno que le era perfectamente ajeno. Y el mismo Einstein probablemente no se daba cuenta de que se abusaba de él y de su credulidad imponiéndole en este campo ideas abstractas, preparadas, que él no se tomaba el tiempo de verificar. Muchos sabios también, por lo general entre los más capacitados, no pueden deshacerse en sus trabajos de las ideas preconcebidas y subjetivas, morales o religiosas, que impresionan y aprisionan sus pensamientos durante su infancia, su adolescencia o su vida privada. Aquí tenemos algunos ejemplos significativos:
1) Cuando comencé los estudios de medicina en 1948, tenía como profesor de zoología a un hombre cuyos trabajos, particularmente sobre los procordados y los tunicados, eran mundialmente conocidos. Era el gran zoólogo Paul Brien, profesor en la Universidad Libre de Bruselas, notable francmasón y miembro activo del partido comunista y de la liga antifascista. Ahora bien, en esta misma época bajo la égida de Stalin, el mundo científico ruso vivía una “revolución” provocada por las teorías de Lyssenko quien pretendía haber demostrado la herencia de los caracteres adquiridos bajo la influencia del medio. Y mi profesor, ese brillante científico, se sintió obligado a enseñar a sus estudiantes, entre los cuales me hallaba yo, estas nuevas teorías, que él mismo no había comprobado, pero que concordaban muy bien con sus dogmas filosóficos. Algunos meses más tarde en la intimidad, luego de mi examen, él no dudaba en reconocer el carácter absurdo de estas afirmaciones puramente gratuitas, ya que Lyssenko nunca pudo suministrar la menor prueba. Guardo mucha admiración por este gran zoólogo belga, a quien luego conocí más a fondo. Siempre consideraré deplorable que el hombre haya tenido que engañarse a sí mismo y a su ciencia de una manera tan lamentable para hacer cuadrar sus cursos con los dogmas del partido. Por otra parte, estaba tan impregnado de los principios igualitarios que al final de su vida reincide al publicar su libro sobre “la Epigénesis”, en donde intenta de nuevo demostrar la influencia preponderante del medio sobre los caracteres biológicos, cuando sabía muy bien que las teorías de Lamark ya no eran defendibles desde la aparición de los trabajos de la escuela neodarwiniana. Lo peor es que aún en la actualidad su sucesor en la cátedra de zoología, también comunista y hermano masón, continúa imponiendo los mismos errores a varias generaciones de estudiantes; pero este sucesor suyo, sin lugar a dudas, con mucha menos sinceridad.
2) Otro hombre y otro caso. Citemos el del coronel francés André Bruge. Hecho prisionero en 1950, después de la derrota de Cao-Bang en Indochina fue encerrado en los campos Viêt-Minh durante cuatro años, y luego en Dien-Bien-Phu. Convertido en oficial de inteligencia y de contra-propaganda durante la guerra de Argelia publica un libro titulado Le poison rouge, que constituye, en mi opinión, un excelente análisis de la técnica de lavado cerebral practicado en los campos de muerte comunistas. Pero en sus conclusiones y sobre todo en su análisis de las contra-medidas a tomar contra esta violación de la personalidad, el coronel Bruge, gran católico, sólo puede llegar a palabras y medidas calmantes de este tipo: “Cuando se le golpee en una mejilla, ponga la otra” o “Todos somos hermanos en Jesucristo”, obligado como también lo estaba de hacer encajar los dogmas cristianos con sus experiencias. Lo mismo sucede con su colega Château-Jobert, quien también en sus publicaciones anticomunistas, se embrolla en un conformismo cristiano, inadaptado a las medidas contra-revolucionarias eficaces.
3) Otro ejemplo significativo, el del profesor Twisselman, profesor de anatomía y de antropología en la Universidad Libre de Bruselas. Restaurador en el museo de historia natural de esta capital, además de notable francmasón, él también tuvo que traicionar su ciencia en beneficio de los dogmas igualitaristas tan queridos por la mayoría de los grandes masones (3) cuando en una conferencia televisada sobre la herencia recomienda la mezcla de las razas con el fin, decía él, de eliminar más fácilmente las taras letales que existían en las razas puras. También se oía a este gran evolucionista predicar la convergencia biológica, cuando sabía muy bien que la evolución se efectuaba por divergencia progresiva, y que la mezcla racial equivale a hacer morir la especie en vía de evolución (tratándose en este caso de la especie humana). Algo divertido, también él en privado me hizo declaraciones, de hecho en contradicción con sus declaraciones públicas.
4) El doctor Henri Laborit, por su lado, puso en su punto “la hibernación quirúrgica”, una nueva técnica puesta en marcha durante la guerra de Indochina y que permite salvar a numerosos heridos, entre otros, del cráneo. Pero en su libro L'agressivité retournée, se cree obligado a ir como lo hace todo el mundo, con su cantinela humanitaria, deseando la eliminación de esta misma agresividad que, según él, provocaría la explotación del hombre por el hombre. Llegando al punto de mostrar su admiración por las drogas que disminuyen o perturban esta agresividad, admitiendo incluso que su desaparición vuelve a los individuos indiferentes y produce en ellos el cese de la creatividad. En la prosecución de sus fines “humanitarios” entiende poder aplicar en el hombre el método que normalmente emplea en el laboratorio con sus simios de experimentación. Para suprimir su agresividad les introduce en el cerebro, cerca del nudo caudal en el paleoencéfalo, unos electrodos en los que la estimulación, aniquila la llamada agresividad. Así como un árbol puede tapar el bosque, los dogmas “humanitarios” disimulan la monstruosidad de su método aplicado en la humanidad; porque ésta se acerca alegremente al lavado de cerebro comunista destinado a despersonalizar a los individuos y a transformarnos en una sociedad de dóciles borregos. Por otra parte, los científicos soviéticos demostraban con sus experimentos sicotrónicos, utilización de ondas a muy bajas frecuencias (algunos Hertz), que era posible influenciar de una forma duradera el siquismo de los individuos. Aún en la actualidad, en el año 2000, fanatizan a su policía y tropas de élite (los Spetznatzs) a convertirse en perfectas máquinas de la muerte, sin estados de alma. Estas ondas son tan eficaces sobre el funcionamiento de las células cerebrales, que pueden engendrar náuseas a perpetuidad, vómitos incontenibles (recuerden las quejas de los empleados de las embajadas occidentales en Moscú), diversos desórdenes funcionales, incluso graves, que pueden ocasionar la muerte. Ciertos internos de los institutos psiquiátricos de la URSS fueron víctimas como opositores, y se cree que aún en la actualidad la KGB de Poutine utiliza estas ondas de muerte y despersonalización.
5) Tampoco el gran K. Lorenz escapa a esta aberrante negación de sí mismo. En su libro titulado “La Agresión”, demuestra, a través de una atinada observación, el absurdo y la imposibilidad de la democracia en el reino animal, pero se cree de todas formas obligado a darle su preferencia a ésta después de un sólo experimento de Erich von Holst sobre los pequeños peces llamados gobios. Él reconoce que sólo se puede obtener esta democracia si no es por la escisión de una parte del cerebro de estos peces. Así, la democracia que él desea no puede ser otra que la de los impedidos mentales. Sin embargo, cabe anotar que después de ser nombrado premio Nobel de medicina en 1973, K. Lorenz escribió juicios mucho más severos sobre nuestras democracias. De hecho, estoy persuadido de que no se trata de un juicio diferente sino que, al contrario, se siente en libertad para actuar, para clamar al mundo la “Verdad biológica” de la cual es poseedor y hacia la cual lo han conducido todos sus trabajos. Pero es igualmente desafortunado constatar que un gran sabio como él deba andar con rodeos para poder llegar a hacer escuchar su voz y su objetivo análisis científico de los fenómenos naturales, a los cuales estamos sometidos como todos los demás seres vivientes. Sin embargo, en su libro Los ocho pecados mortales de civilización K. Lorenz asesta algunas verdades bien sentidas en todos los parangones de nuestras actuales democracias. Sin entrar en su brillante demostración, no puedo resistirme a citar sus conclusiones, que son las siguientes:
1) La sobrepoblación de la tierra nos obliga cada uno de nosotros a cuidarnos de la profusión de los contactos sociales de una manera, en el fondo, inhumana; y por el amontonamiento de numerosos individuos en un espacio limitado, provocando ineluctablemente la agresividad enfermiza y la violencia.
2) La devastación del medio ambiente natural afecta, no sólo al mundo exterior en el que vivimos, sino que además destruye en el hombre todo respeto, incluso por la belleza y la grandeza de una creación que lo sobrepasa.
3) La carrera de la humanidad con sí misma se convierte, para nuestra desgracia, en algo siempre más rápido con el desarrollo de la tecnología. Esta violencia de adelantamiento deja a los hombres ciegos ante los verdaderos valores y los priva del tiempo de la reflexión, actividad indispensable y propiamente humana.
4) La desaparición de todo sentimiento fuerte y de toda emoción, debido al debilitamiento de las costumbres y a los progresos de la tecnología y de la farmacología provoca una creciente intolerancia en todo lo que puede ocasionar el menor descontento. La desaparición simultánea de la capacidad del hombre de experimentar la felicidad, a la cual no llega si no es sobrepasando los obstáculos a costa de un duro esfuerzo; el ritmo deseado por la naturaleza, de contrastes equilibrados entre flujo y reflujo de los sufrimientos y las alegrías, se atenúa en una imperceptible oscilación, lo que engendra un aburrimiento mortal.
5) El deterioro genético. Por fuera del “sentido natural del derecho” y de ciertos restos hereditarios del derecho consuetudinario, no existen en el interior de la sociedad moderna factores de selección, que vengan a ejercer su presión sobre el desarrollo y el mantenimiento de las normas de comportamiento, cuando éstas se vuelven cada vez más necesarias con el desarrollo de la sociedad. No es imposible que muchos infantilismos, que transforman a una gran parte de la juventud rebelde de hoy en parásitos sociales, sean probablemente de origen genético.
6) La ruptura de las tradiciones nos muestra de hecho que hemos llegado a un punto crítico donde las jóvenes generaciones no llegan a entenderse culturalmente con las antiguas; menos aún a identificarse con ellas. Estas, entonces, los tratan como un grupo étnico extranjero y los enfrentan con un “odio nacional”. Las razones de este desorden de identificación, vienen ante todo, de la falta de contacto entre padres e hijos; lo que en los niños de pecho conlleva consecuencias patológicas.
7) La creciente receptividad de la humanidad al adoctrinamiento, sumada al extremo perfeccionamiento de los medios técnicos conducentes a posibilidades nunca antes esperadas en la historia de la humanidad de influenciar a la opinión publica y de crear la uniformidad de opiniones. Los efectos despersonalizantes de estos medios son acogidos con beneplácito por todos los que quieren manipular las masas. Encuestas de opinión, técnicas publicitarias y una moda hábilmente propagada, permiten a los magnates de la producción, de un lado de la cortina de hierro, y del otro lado a los funcionarios, ejercer un poder idéntico sobre las masas.
8) Los fenómenos de deshumanización están favorecidos por una doctrina seudo-democrática que afirma, que el comportamiento moral y social del hombre no está absolutamente determinado por la evolución filogenética de su sistema nervioso y de sus órganos sensoriales, sino que está únicamente influenciado por el “condicionamiento”, el cual ha experimentado en el transcurso de su ontogénesis relacionada con su entorno cultural. Esta utopía representa para el futuro de la humanidad, un peligro mas bien real y mucho menos fácil de evitar que el Apocalipsis nuclear, del cual nos colman los periodistas sensacionalistas.
Los sabios y escritores, que acabo de citar, no tienen como fin engañar su mundo a sabiendas. Ellos mismos, en el fondo, son víctimas de una educación dogmática o de prejuicios desfavorables acusando sus ideas pasadas, como Laborit o K. Lorenz. ¿Pero qué decir entonces de los farsantes, que manejan la mala fe como una segunda naturaleza? Pienso principalmente en Henri Guillemin, el pensador de moda en las pequeñas pantallas. En una entrevista televisada, reconoce cínicamente, que había emprendido una biografía de Karl Marx, pero que tuvo que abandonar este estudio; ¿por qué? Nunca lo adivinarían; le había parecido imposible a este historiador de izquierda, el develar las infamias, la deshonestidad y la mala fe de su ídolo. Cómo habría podido decidirse a proclamar, que ese falso dios del socialismo echaba a sus criadas luego de haberlas embarazado, pasaba su vida apostando en la bolsa, despreciaba el mundo obrero, aplastaba a los pobres empleados de su morgue, servía de indicador en diversas pólizas y vivía cómo parásito a expensas de algunos industriales, entre ellos su compadre Engels, con quien coleccionaba libros pornográficos. Naturalmente Henri Guillemin no suministró todos estos detalles en televisión. Se conformó con decirnos, que Karl Marx no era idealmente puro, evitando decirnos que la edición de “El Capital”, este ladrillo que originalmente pesaba 3 kilos, fue enteramente financiada por la casa Rothschild, demostrando de manera perentoria la colusión total entre el bolchevismo y la Alta Finanza cosmopolita y apátrida. Quien aún no ha comprendido esto es un imbécil incorregible, porque los ejemplos de esta colusión abundan. Son también los Rothschild quienes financian la supervivencia del periódico comunista francés “L’Humanité” de manera indirecta pero eficaz, a través de los anunciantes de sus diversos trusts. Era Rockefeller (cuyo verdadero apellido es Finkelstein) quien financiaba y financia aún todos los movimientos ecologistas alrededor del mundo; movimientos tan llenos de izquierdistas y de trotskistas que se les apoda “las calabazas”, es decir, verdes por fuera pero bien rojo sangre por dentro. Así como en el tiempo de Hitler, las SA eran llamadas con desagrado por los SS y los puros Nacional Socialistas “los bistecs”, los pardos por fuera pero rojos por dentro, porque luego de la toma del poder por Hitler, y sin su conocimiento, los jefes SA entre ellos Roehm engrosaron sus filas con numerosos tráfugas comunistas. En parte, causa también de la purga de junio del 34, llamada la noche de los cuchillos largos.
Otro historiador, André Brissaud, sigue sin vergüenza el mismo derrotero intelectual. No duda en “omitir” todos los hechos que le molestan en su panegírico sobre el almirante Canaris. En su rabia por destruir la mística nacionalsocialista, que él considera con razón (concuerdo con él) como la más temible enemiga de la mística cristiana. Falsifica la historia, manosea los datos, como se lo hice saber en una carta, que se abstuvo obviamente de responder sobre este tema tan escabroso. Los judíos Max Gallo y Alain Decaux, a pesar de todos sus títulos honoríficos y su éxito no actúan de otra forma.
Mientras estos historiadores de “renombre” no pueden hacer otra cosa que generar el desagrado en las personas honestas, no se quedan atrás las estrellas de los shows televisados. Uno de ellos, del cual callaré el nombre por decencia, tuvo el descaro de declarar en una emisión, que delante de ciertos hechos históricos nadie puede quedar imparcial, incluso ni él mismo. Lo que es verdaderamente la negación de toda moralidad y que demuestra que los títulos universitarios y honoríficos no garantizan necesariamente el grado de seriedad del historiador. ¡Pobre gran público engañado por estos “amos del pensamiento”! Continuamente “agredido” por los medios (televisión, radio, cine, prensa), que manipulan los feudos políticos y financieros. Éstos se encargan de filtrar todas las noticias dándoles, por supuesto, la apariencia de objetividad, deformándolas, dándoles la vuelta y sacándolas de su contexto. Frente a esta ofensiva de desinformación, me siento en la obligación de publicar esta síntesis de hechos, que son varios recientes descubrimientos científicos. Voy, por otra parte, a intentar aplicar estos hechos biológicos y etológicos en el campo de la sociología, la sicología y el comportamiento humano. En efecto, los hombres no lograrán comprenderse ni gobernarse mejor sin antes conocer objetivamente la historia por una parte, y la evolución de las otras especies animales, de las cuales no somos más que el resultado. Es lamentable que la mayoría de los filósofos y de los hombres de estado no posean ningún conocimiento biológico, este les habría evitado llevar la humanidad a no pocas catástrofes y a bastantes masacres inútiles. Mal que les pese a los dogmáticos, el homo sapiens es originalmente un animal, y ,como todos los animales, por sus ancestros, obedece a leyes bien precisas que no puede transgredir sin poner en peligro su especie, su personalidad y su entorno. Para evitar cometer trágicos errores es necesario que conozcamos las leyes de la materia viviente, así como el escenario terrestre, el cual nos sirve de entorno y nos rige. A propósito, fue el filósofo Sir Francis Bacon, quien dijo: “Se gobierna la Naturaleza obedeciéndola”. Pero para obedecer y para gobernar es necesario un perfecto conocimiento de las cosas.
Es por esta razón que en el año 1900, Eugène Marais decidió irse a vivir durante algunos años entre una manada de babuinos, con el fin de estudiar su comportamiento de forma verídica en estado libre en la naturaleza, convirtiéndose así en el pionero de la etología moderna, aunque sus declaraciones publicados en aquella época en afrikaner permanecieran ignoradas hasta mediados del siglo. En 1930 Carpenter toma el relevo y estudia las costumbres de los monos aulladores, aislados en una isla de América Latina cerca de Costa Rica. Sus trabajos aparecen hacia 1940, pero debido a la guerra no se puede tener conocimiento de ellos hasta después de 1945. Desde entonces, numerosos científicos han trabajado en este mismo sentido y han acumulado una cantidad de conocimientos que nos permiten sacar desde ahora conclusiones irrefutables. Hoy se reconoce que esta nueva ciencia que estudia el comportamiento de los animales en su medio natural debe servir de fundamento a la sociología y a todas las ciencias sociales anexas. Ciertos científicos afirman que la sociología no podrá jactarse de los verdaderos atributos de la ciencia, si no es adoptando los resultados. Aparece de repente que extendida al hombre, la etología tendrá innegablemente nuevas repercusiones en la medicina, principalmente en el campo de las enfermedades psicosomáticas y mentales. Tan importante parece este campo en el mundo científico que, con justa razón, en  1973 se concede el premio Nobel de medicina a los tres eminentes etólogos Konrad Lorenz, Niko Timbergen y Karl von Frisch.
La etología nos permite desenmascarar la enorme superchería en la que vivimos alimentada por la mafia, que forma el gobierno oculto del mundo. Pero antes que todo, para alcanzar la objetividad de los hechos, es conveniente “desmitificar” un cierto número de ideas recibidas. Entre ellas:
1) Los grandes principios de igualdad, libertad y fraternidad no existen en la Naturaleza. Más aún, ellos muestran ser totalmente antinaturales. Por otra parte, los griegos ya sabían con Aristóteles que los hombres son desiguales y que aplicar a todos un trato igual equivalía entonces a hacer reinar la injusticia. En cuanto a la fraternidad, nunca es universal, no puede existir más que en el grupo o en la comunidad; hasta el día de hoy, sólo el régimen Nacionalsocialista ha llegado a imponerlo a toda una nación. Porque las democracias, en la actualidad bajo la influencia de las logias masónicas, se empeñan en destruir y descomponer las comunidades, imponiendo el flujo migratorio y la mezcla de los pueblos. De esta forma contravienen las leyes naturales que nos enseñan que el progreso no puede nacer sino en la divergencia (y no en la convergencia) de los pueblos; ellas desarraigan, además, a autóctonos y alógenos. Esta mezcla racial impuesta, vuelve a los pueblos frágiles, incapaces de homogeneidad y de resistir a las mafias que los explotan. Mafias compuestas por la Alta Finanza y sus lacayos, los dirigentes vendidos de las naciones. En lo referente a la libertad total es un engaño, puesto que la de cada individuo se encuentra limitada por la de los demás, y es necesaria una lucha diaria para mantenerla.
2) Al contrario de lo dicho por los teóricos marxistas, no es la economía la que determina la historia sino los hombres. Julio César no invadió la Galia por una razón económica, sino porque él era César. De la misma manera Alejandro Magno conquistó Persia y la India porque era un conductor de hombres, y no debido a razones económicas. Lo mismo ocurrió con Napoleón, Gengis Khan o Tamerlan. Sucede igual en los animales, los jefes de la manada crean la historia de ésta. Las grandes cosas y las grandes realizaciones, es decir, los hechos que perduran en la Naturaleza, en la vida o en la humanidad son siempre realizadas por los dirigentes. Y si vemos a los americanos ir a la guerra por el petróleo de Kuwait, es menos la razón económica la que los guía que el deseo de dominar el mundo. Naturalmente, en el hombre la dominación consta de un componente de explotación, tanto más visible cuando el pueblo es más civilizado. Anteriormente la dominación implicaba la desaparición del vencido,  ya fuera por la huida de éste hacia otra región o por su exterminio. Consciente o inconscientemente cada grupo animal (o humano) se considera superior ante los otros grupos. Esta verdad es tal para los hombres, que la mayor parte de los pueblos primitivos se auto proclaman, cada uno en su lengua, el pueblo de los “verdaderos hombres”; y esto excluyendo a todos los demás. Así, los judíos se consideran como el único pueblo “elegido por Dios” excluyendo a todos los demás, considerados en su libro Sagrado, el Talmud, como simple ganado destinado a ser explotado. El Talmud se enseña de forma idéntica en todas las sinagogas del mundo aún en este comienzo del siglo XXI. En los pueblos civilizados la hipocresía esconde ese sentimiento tribal de superioridad, pero no hay que raspar demasiado fuerte el barniz social para verlo reaparecer.
3) El materialismo histórico constituye una enorme mistificación. Desvaloriza la especie, la nivela por lo bajo, y la conduce en consecuencia, a un fracaso evolutivo. Lo constatamos en la desintegración de los países comunistas de todo el mundo; comunismo que no hay que confundir con el “Bolchevismo”, que aún está bien vivo, y que constituye la concepción mundialista de organización de la humanidad. En el siglo XXI este cederá su sitio al materialismo biológico.
4) Al inverso del mito de Rousseau del buen salvaje que nunca ha existido, porque el hombre ha nacido animal de presa, y son sus talentos de asesino los que le han dado el dominio de la tierra. Desde su aparición ha exterminado a un número de otras especies vivientes, y de una manera tan anárquica y brutal, que debido a su destrucción ha llegado hoy a amenazar su propia existencia. La China de los años 50 nos proporciona el ejemplo más jocoso. En aquella época el equipo en el poder decidió bruscamente eliminar todos los gorriones del cielo chino, bajo el pretexto de que estos comían una cantidad muy importante de cereales. Todo buen maoísta debía desde ese momento, asentar en su cuadro de caza varios gorriones por semana. En menos de un año casi todos los gorriones de China habían desaparecido, pero los insectos que estos gorriones ya no comían, habían tomado su puesto y devoraban una cantidad de cereales mucho más importante que antes de la masacre. Veinte años más tarde China paga aún las consecuencias de esta inteligente operación; prueba de la aberración a la que se entrega el hombre, cuando acomete el desequilibrio del medio biológico. Los norteamericanos no lo han hecho mejor al destruir a los bisontes, cuyas osamentas se descomponían en el oeste, solamente para saciar su placer de matar o para permitirle a la seudo-aristocracia californiana comer lengua de bisonte. Esta destrucción desata las guerras indias y la destrucción moral y cultural de estos pueblos mucho más aristocráticos y equilibrados que la masa de inmigrantes norteamericanos compuesta en su esencia de la hez social proveniente de los antiguos continentes. Pero al pisar suelo norteamericano esta hez de todos estos pueblos de Europa y de Asia se concede el derecho del más fuerte. Adoctrinada en la creencia de su superioridad y la falsa cultura de la Biblia, se impone por la fuerza a la verdadera cultura natural y primitiva de los autóctonos de Norteamérica.
5) En todas partes las teorías humanitarias han empujado al hombre a exterminar los carnívoros y los animales de presa, consideradas de un lado como competidores, pero por otro lado, como seres diabólicos. La guerra contra los competidores se transforma en una guerra de religión desde el advenimiento del judeocristianismo. Obsesionados por sus dogmas religiosos, la mayoría de los hombres no se da cuenta de que estos carnívoros siempre han tenido en la naturaleza el rol bien preciso de limpiadores y de selectores naturales. De hecho está comprobado que los lobos, los coyotes, las hienas, los chacales y la gran mayoría de los otros predadores sólo atacan, casi exclusivamente, a los animales débiles o degenerados de las especies, sirviéndoles de presa. Operando así una loable selección que favorece la evolución general. El americano promedio, como todo “señor del mundo” obsesionado por el espíritu igualitario y por las fábulas bíblicas y cristianas, padece aún hoy de un profundo odio hacia un gran número de carnívoros como el lobo. A tal punto de gastar cada año, incluso hoy en día, en Estados Unidos, 95.000 dólares para cazar lobos, cuando estos no destruyen anualmente más que el equivalente a 3.000 dólares. Se comprenderá entonces que el director del zoológico de Nueva York, de una forma humorista, haya colocado encima de una de las jaulas un letrero señalando al animal más sanguinario del mundo y el más prolífico (este se reproduce a una velocidad de 190.000 unidades cada 24 horas). Cuando el americano promedio se acerca a la jaula, sólo ve su imagen reflejada en un espejo. Este animal nunca está saciado de sangre; sobre todo desde la creciente influencia de la cultura judía en el mundo occidental. Para satisfacer su mentalidad sanguinaria, el semita tiene la necesidad de degollar a sus víctimas para hacer la carne kasher. Esta manera salvaje de asesinar los animales de carnicería se encuentra en todos los americanos, quienes sin ir hasta ese punto, no dudan en alquilar helicópteros para cazar lobos y coyotes. La caza de esta manera (sin riesgo) es muestra de los más bajos instintos engendrados por los monoteísmos y muy desarrollados, naturalmente, en todos los espíritus vulgares y fanáticos.
6) El hombre, quien ha vencido a las otras especies gracias a su inteligencia, se arriesga a despegarse de la realidad, especializándose sólo en la vía intelectual y desconociendo cada vez más sus relaciones y lazos con la naturaleza, viviendo tan sólo bajo el seno de abstracciones seudo-humanitarias, y así a desaparecer, falto de haber respetado las leyes naturales. Esta obsesiva dictadura caracteriza el pensamiento llamado progresista. Aunque la Naturaleza reserve siempre una recompensa para la inteligencia en cada especie y entre ellas, hay que saber que la exagerada especialización de un órgano anuncia siempre la decadencia de una especie o de una línea. El humanismo mostraba la superioridad del hombre por su cultura general, cuando guardaba el contacto permanente con la Naturaleza. La especialización intelectual, abstracta y exagerada, destruye actualmente esta posición privilegiada, hasta el grado del actual desprecio por las actividades manuales. Ahora bien, el arte manual tanto como la inteligencia aplicada han hecho del hombre lo que es. La humanidad no parece que vaya a ser destruida por la bomba de hidrógeno, sino más bien por la pereza perpetua en la que se deleita desde el advenimiento de los intervencionismos tecnocráticos y de la ONU, y desde la era de las protecciones sociales; por toda clase de contaminación, la degeneración mental (las modas y las culturas degeneradas) y moral, y la informática todo poderosa que destruye la creatividad fijando a cada individuo en una media autorizada.
7) Cada especie tiene como finalidad su supervivencia, su proliferación y su propagación sobre la faz de la tierra. Pero para asegurar esta supervivencia y para permitir su constante adaptación a las cambiantes condiciones del medio, hay que mejorar continuamente esta especie, de ahí la ley evolutiva de la divergencia progresiva. A cada generación, todas las especies se muestran como un matorral de pequeñas modificaciones. Las modificaciones desfavorables, mal adaptadas o degenerativas se eliminan, mientras que las modificaciones favorables provocan un progreso, limpio o imperceptible, al mismo tiempo que un alejamiento del centro original de la especie. Esto da como resultado, en el interior de cada especie la creación de las razas (es decir, de subespecies). Con el tiempo y a medida de su progreso, una raza termina por eliminar a todas las otras (a menudo también de forma muy pacífica, y gracias también a una mejor resistencia a las agresiones de un medio perpetuamente cambiante) y facilita una transición hacia una especie más evolucionada. Sobre esta base científica se hace claro que recomendar la convergencia de subespecies bajo la forma de mezclas raciales constituye un crimen contra la Naturaleza.
8) Del punto precedente se desprende, que la ayuda ciega al tercer mundo se inscribe en un sentimiento antinatural; cada raza y cada grupo étnico es responsable de trabajar en su propia evolución y en su propia superación, a fin de que estas conduzcan al mejoramiento de la especie humana. El verdadero socialismo debe, entonces, volver la espalda al internacionalismo para volverse nacional, en el sentido de “la nación biológica”. Yendo incluso más lejos, debe convertirse en “regional y étnico”. Se revela absurdo el hecho de fomentar la pereza, la pasividad y la ausencia de creatividad de otros grupos humanos, en tanto que aquí los viejos, que han consagrado su trabajo y su vida a la comunidad, viven de forma miserable, y que los jóvenes sanos de cuerpo y alma, quienes constituyen el futuro de nuestro grupo, no pueden desarrollarse por falta de un subsidio. La ayuda a los subdesarrollados y a los inmigrantes con el dinero de nuestras comunidades sólo sirve para enriquecer a los banqueros cosmopolitas, bajo el pretexto de la caridad, de los intercambios económicos y de la lucha contra el desempleo.
9) Metámonos bien en la cabeza, que la desconfianza, de la cual instintivamente hacemos prueba con respecto de los extranjeros a nuestro grupo, es un comportamiento justificado naturalmente y explicado filogenéticamente. Cuando un caballo es introducido en una pradera, donde otros caballos pastan, éstos lo obligarán a quedarse apartado durante un cierto tiempo para juzgarlo y analizarlo, y para impedirle crear confusión y desorden en el grupo. Pues para que una comunidad animal pueda sobrevivir en la naturaleza, es necesario que reinen el orden y la jerarquía. Lo mismo sucede con las comunidades humanas, con más razón cuando se impone la entrada masiva de extranjeros, y cuando la unión contra el medio ambiente hostil ya no se soporta con agudeza debido al excedente.
10) Somos originalmente animales como los otros, y sufrimos las mismas leyes biológicas que ellos. Poseemos, sin embargo, una ventaja sobre ellos: Somos los primeros animales que han tomado conciencia de lo que son. Esta toma de conciencia nos ha permitido un mejor análisis y una mejor comprensión de la naturaleza y nos ha facilitado la tarea en la dominación de las otras especies. Pero, al otro lado de la moneda, hemos adquirido de este modo la posibilidad de mentir, y sobre todo de mentirnos a nosotros mismos. Esta disimulación de los instintos y sentimientos no existe nunca en el animal infrahumano y le evita así todo posible extravío. Un perro, por ejemplo, nunca simulará la amistad, porque en él es la amistad o es lo contrario.
11) El hiperdesarrollo de la inteligencia ha empujado al hombre a perder fácilmente el contacto con la naturaleza y a menudo, a comportarse también de una forma aberrante. Como ejemplo entre muchos está la campaña electoral para la presidencia de los Estados Unidos en 1972. El senador demócrata Mac Govern había escogido como coequipero al senador Eagleton, un desequilibrado mental, condenado muchas veces por alcoholismo, y quien debía sufrir varios tratamientos de desintoxicación y de electrochoques en una clínica psiquiátrica. Que se haya escogido a un desequilibrado como candidato suplente para conducir un importante grupo animal, los EEUU, constituye de por sí una aberración; pero es peor aún, si se medita que los dirigentes de un pueblo no sean los mejor informados en cuanto a las cualidades intelectuales y morales de su candidato. Y que decir de la gran mayoría de nuestros periodistas “progresistas”, quienes estimaban a este candidato como alguien perfectamente aceptable, y alababan de igual forma su “valor” al haber osado revelar sus taras (lo que es además otra mentira, pues las revela molesto y forzado al final de la campaña electoral, después de las indiscreciones de un periodista del clan adverso). ¿Imagínese lo que habría sucedido sin las tardías revelaciones de este “honesto” periodista? El senador Eagleton nunca habría revelado su desequilibrio mental, y él quizás habría podido convertirse un día en el presidente de los Estados Unidos, es decir, prácticamente dirigir el planeta “Tierra”. En estas condiciones parece claramente, que apoyarlo a pesar de todo y encontrarle excusas, como se ha hecho, no puede más que subrayar el desconocimiento de las leyes biológicas. Los políticos, los financieros y los periodistas, que se han traducido en culpables de esta “ignorancia” criminal, tampoco poseían el instinto de autodefensa y de supervivencia, que nos muestran como ejemplo las otras especies animales. En efecto, ningún grupo animal intentará buscarse una tara y un desequilibrado mental para dirigir la horda; ya que instintivamente todo animal sabe que esa elección conduciría a todo el grupo a la destrucción y la degeneración. Escogiendo su candidato, siguiendo criterios políticos, financieros y mercantiles, y no en función de criterios biológicos, estos americanos nos prueban que el desarrollo filogenético de la inteligencia, que fue hasta aquí la mejor de las cosas, se convierte poco a poco en la peor, y podría en un breve plazo empujar a toda nuestra especie a su destrucción, si ésta continúa haciendo malabares con las abstracciones igualitarias. Es el momento justo de hacer obedecer a los financieros, que dirigen el mundo y que imponen en todas partes a sus lacayos a la cabeza de las naciones. La dirección de cada nación, de cada etnia y de cada comunidad debe volver a los mejores y a los más desinteresados, es decir, a los “aristócratas biológicos”, si queremos evitar las catástrofes. Desde 1945 el caos se instaló en todas partes del mundo, porque los valores mercantiles, plutocráticos y judeocristianos rigen todo el planeta para su beneficio, de una manera antinatural y antibiológica.
12) Las ideologías igualitarias hacen pesar sobre el mundo una amenaza mortal. Ellas suplantan la diferenciación, principio de la vida, y la selección, motor de la evolución. Se ve además, a los manipuladores ocultos que sueñan con dominar el mundo (y que de hecho lo dominan momentáneamente) atacar por todos los medios la fuente de vida de nuestra especie, es decir, a nuestra juventud, insuflándoles principios de muerte biológica como la droga, la liberación sexual y anárquica, las abstracciones intelectuales e igualitarias, el descuido general y la pereza en el trabajo, el embrutecimiento sonoro y la contaminación mental de todo género, el egoísmo desenfrenado y el hedonismo a cualquier precio, el culto a las falsas élites y a los tarados ídolos de la canción o de los deportes revolcados en el oro y sus facilidades, el fetichismo de las apariencias y de las modas imbéciles.
En el transcurso de las páginas de este libro daré siempre los ejemplos con la síntesis de su interpretación científica, citando el autor de las observaciones; pero para evitar demasiada sobrecarga en el texto, sólo revelaré escasamente la página así como el capítulo del libro de origen, tal como lo desea el esnobismo actual. Para los lectores desconfiados bastará remitirse al glosario de los autores y sus obras para verificar mis declaraciones, con un mayor beneficio intelectual para ellos. Creo que es más lógico actuar de esta forma, con el fin de que no se me pueda acusar de haber alterado la idea de un autor, al extraer algunas de sus frases del contexto general (como suele practicarse habitualmente). Para la comprensión evitaré emplear demasiados términos científicos, así como la jerga indescifrable tan querida por los especialistas del trucaje de la opinión.
Este libro que intenta ser una síntesis de los fenómenos vivos, se dividirá en cuatro partes: La primera tratará los orígenes de la vida y de la evolución física de las especies animales, con el fin de demostrar bien y de insistir en la UNIDAD del mundo viviente. La segunda describirá la evolución mental de estas mismas especies y se destinará primordialmente a los recientes descubrimientos en los terrenos del comportamiento y de las relaciones instintivas. Siempre se ha tenido demasiada tendencia a olvidar que la adaptación de los animales depende también de su evolución mental, y que esta última posee un carácter hereditario tan importante como adquirido. En tercer lugar descubriremos la evolución de los primates, y en esta prole principalmente la de la rama que condujo al “Homo Sapiens”. Descubriremos en la filogénesis una explicación a numerosos comportamientos de este último; de manera principal en el campo de sus reacciones instintivas, que los filósofos “oficiales” nos presentan por lo general como monstruosidades. La cuarta parte intentará sacar algunas conclusiones en cuanto al comportamiento social del hombre. Estas serán breves, pues este libro es el primero de una trilogía, en la cual el segundo tratará las razas humanas, sus orígenes, sus desigualdades, sus migraciones y sus mezclas. Y el último volumen tratará sobre un contrato social biológico adaptado a la supervivencia moral y física en una sociedad futura en equilibrio con los instintos y las profundas aspiraciones de los hombres.
Este primer libro proporcionará, entonces, una síntesis de los principales descubrimientos actuales en “Eto-biología”. Y estoy convencido, de que los descubrimientos venideros, no harán otra cosa que reforzar las conclusiones ya relacionadas en este libro, porque la orientación científica de hoy lo demuestra suficientemente. Como decía Jean Cocteau: “La ciencia no sirve más que para verificar los descubrimientos del instinto”.
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NOTAS:
1. Hubert Reeves, a quien admiro como astrónomo, no obstante me ha defraudado como persona. Para guardar su puesto “alimenticio” en el CNRS, piensa únicamente “en el sentido de la historia”. Yo le había pedido prologar mi manuscrito (edulcorado), pero rehusó, ya que no podía sacar a flote “ideas de tal género”. Su negativa, no apoyándose sobre ningún argumento científico, sino solamente en su adhesión filosófica y en su repulsión hacia K. Lorenz. Dicha aversión le ha llevado, de igual forma, a rehusarse a devolverme mi manuscrito, lo que es “bastante insolente” para un gran hombre.
2. En sí misma, la informática no es buena ni mala. No es más que una tecnología, que facilita las actividades humanas, y que se convierte, en lo que los manipuladores desean que ésta se convierta. Sin embargo, facilita tanto el entroncamiento de las informaciones, que se hace  aún más tentadora en su utilización para los fines de dominación. En una sociedad sin moral se convierte en una arma terrible, y desafortunadamente en la actualidad nos hallamos en un mundo cada vez más amoral.
3. No se debe pensar, que yo sea un enemigo de todos los francmasones y de todos los católicos. Al contrario, cuento entre mis escasos amigos íntimos, con un gran maestro masón y un caballero de la milicia de Jesucristo. Además, al ser pagano, soy tolerante con todas las religiones. Mis amigos y yo hemos, por otra parte, trascendido este tema religioso, porque lo importante es encontrarse entre hombres honestos. El infortunio quiere, como un día me lo hacía notar el profesor Brien, que la mayoría de los adeptos a la francmasonería lo sean sólo por intereses. De hecho son pocos los que aceptan oponerse a las palabras de orden internacionalistas e igualitaristas de las logias de izquierda (que afortunadamente no son todas). Igual va para la mayoría de católicos, enceguecidos por los mismos dogmas igualitarios. Pues si los francmasones encuentran su origen en los constructores del templo de Salomón, los cristianos poseen el mismo origen religioso en los hijos de estos últimos. Puede haber hombres honestos en todas partes; pero ellos son escasos allí en donde reinan los dogmas.