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EL HOMBRE DE LA TRADICIÓN

 

Eduard Alcántara

EL HOMBRE DE LA TRADICIÓN - Eduard Alcántara

96 páginas.
6 imágenes b/n
Tamaño: 13,5 x 20,5 cm.
Ediciones Camzo
España, 2012
Colección: Hermética

Encuadernación rústica cosida c/solapas
 Precio para Argentina: 78 pesos
 Precio internacional: 12 euros

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En un mundo que ha llegado a las más altas cotas de disolución imaginables se hace imprescindible que el hombre que quiera sobrevivir en medio de tantas ruinas sepa qué actitudes existenciales debería seguir por tal de intentar no sucumbir en medio del marasmo envilecedor, desarraigante y desgarrador al que la modernidad y la postmodernidad lo quieren arrastrar. Sin duda son la actitudes propias del Hombre de la Tradición las que suponen el antídoto idóneo ante las dinámicas disolventes de los tiempos presentes.
Con esta convicción vamos a consagrar este libro a la aproximación a un retrato, lo más fiable posible, que plasme lo que representa este Hombre de la Tradición. Vamos, pues, a intentar caracterizarlo y lo haremos con la intención de que se erija en arquetipo en el que fijarse –y con el que orientarse– en esta era crepuscular. Si duda que el tenerlo siempre presente como patrón pulirá las cualidades internas de aquellos hombres que se niegan a caer en la sima profunda de la vulgaridad, de la ramplonería y del enfermizo apego a lo material de que es víctima el común de los mortales (el ‘hombre ordinario’).
En otras épocas no tan oscuras se hacía posible que un tipo de hombre diferenciado –portador, como tal, de una potencialidad espiritual especial y de una fuerza anímica tal de poder actualizar dicha potencialidad– pudiera hallar vías de transustanciación interna en el seno de organizaciones de carácter iniciático que remontaban su hilo dorado (sus orígenes) a illo tempore. Hoy en día esta posibilidad resulta muy remota, pues del proceso de embrutecimiento consustancial al mundo moderno tampoco se libra-ron dichas organizaciones y en caso de quedar alguna genuina y revestida de legitimidad Tradicional el dar con ella resultaría harto complicado; si no tarea casi imposible.
Ante esta constatación al hombre diferenciado sólo le queda la improbable (por resultar muy difícil) opción del tránsito autónomo por los caminos de la transformación interna. Y esta acentuada improbabilidad abocará a que el mirarse continuamente (hasta en las acciones más nimias, secundarias e intrascendentes) en el arquetipo configurado por el Hombre de la Tradición sea una de las pocas opciones de superación que le resten. De este modo irá forjando su carácter, cada vez más, en la templanza, en el control de sus acciones y pensamientos y en la prevalencia de objetivos alejados de la burda materialidad y de la instintividad más primaria y elemental que atenazan al hombre moderno. Y si no de una manera natural (como consecuencia de un descondicionamiento iniciático más que improbable a tiempos de hoy) sí como si de un automatismo se tratase (adquirido a base de rutina, hábito y práctica) podrá ser sujeto del recto obrar y podrá, seguramente, protagonizar su transustanciación en las experiencias que le siguen al post-mortem y/o a lo largo de otro tránsito terreno de su no vulgaris alma; posibilidades, éstas últimas, a las que no podrá acceder el ‘hombre común’ que en vida no haya hecho nada por dejar el lastre representado por su exagerado apego terrenal.

 

ÍNDICE

Prólogo de Enrique Ravello
Introducción
Capítulo I – Raíces
Capítulo II – La Naturaleza
Capítulo III – Intransigencia de la Idea
Capítulo IV – El Deber  
Capítulo V – El Guerrero
Capítulo VI – El Silencio
Capítulo VII – La Raza del Alma
Capítulo VIII – El Descondicionamiento
Capítulo IX – La Muerte
Capítulo X – El Ariya
Capítulo XI – La Coagulación
Capítulo XII – El Asiento Peligroso
Epílogo
Bibliografía

PRÓLOGO

 

Conocí los escritos de Eduard Alcántara hace bas­tantes años en uno de aquellos loros de la incipiente Internet que, en aquellos años, servían realmente de intercambio y exposición de ideas. Siempre habíamos tenido conciencia de ser pocos los interesados en el pensamiento tradicional en España, pero desde las primeras lecturas de los escritos de Alcántara, pudi­mos constatar no sólo su interés y profundo conoci­miento del pensamiento tradicional, su rigor y su pre­cisión en los comentarios, si no sobre todo, su inter­pretación exacta y precisa, sin la menor concesión a las elucubraciones, a autocomplacencias individualis­tas ni a tergiversaciones acomodaticias con las que tantos habían intentado justificar determinadas postu­ras ideológicas y personales.
De hecho el conocer a Eduard Alcántara a través de Internet tiene una lectura simbólico clara. Alcántara como hombre de la Tradición que ha escogido la vía de la acción, y por lo tanto no parti­cipa de huidas a Torres de Marfil, ni de abandonos del mundanal ruido, sino que desde esos mismos principios se implica en contribuir a un reendereza­miento de la realidad actual, cada vez más alejada de los principios metafísicos y de cualquier orden que le dé forma y estructura.
He de insistir en que otro de los elementos que me hizo tomar a Alcántara como un autor de refe­rencia en el pensamiento tradicional fue su clara y de­terminada elección por Julius Evola como su Maestro inspirador. Un autor sin duda muy superior e René Guénon y a cualquier otro de los autores “oficiales” del pensamiento tradicional del siglo XX.
Nuestra relación pronto pasó del intercambio epis­tolar al conocimiento personal, aún recuerdo su parti­cipación en el homenaje a Evola organizado en Ma­drid y en el que participaron destacadas figuras del pensamiento tradicional como Renato del Ponte y Antonio Mediano.
Cuando Ediciones Camzo, me propuso este prólo­go lo acepté como un honor, nada tenía que ver con la amistad personal, -algo secundario desde el punto de vista tradicional-, lo hice por si de alguna forma mis palabra pudieran servir para insistir, al público lector de esta editorial, en la máxima validez de Alcántara como autor tradicionalistas y como el más fiel intérprete de la obra evoliana en lengua caste­llana. Existe una máxima ario-hindú que le gusta re­petir a Evola y que dice así: “Hay que hacer lo que debe ser hecho”: esto es precisamente lo que ha rea­lizado Alcántara con la obra evoliana, poner el nece­sario orden y concierto en la interpretación del Maestro transalpino. Muchos han sido los que han pretendido manipular ese legado para convertirle en la excusa necesaria para sus más personalistas y mez­quinas pretensiones, intentado -con el previsible ro­tundo fracaso- convertir a Evola en pensador políti­camente aceptable para introducirse en los debates intelectuales “oficiales”. Como queremos que este libro y este prólogo tengan ante todo una utilidad concreta para el lector interesado en el pensamiento tradicional evoliano, daremos algunos nombres pro­pios para que sirvan de advertencia. Entre los autores italianos que pretenden dicha “modulación”, tenemos que citar a Gianfranco de Turris, mientras que entre los que siguen señalando la correcta dirección del Maestro transalpino hay que citar al ya nombrado Renato del Ponte.
Sin duda, y no por repetido es menos necesario insistir, Eduard Acaltára pertenece a la categoría de los fieles a los principios, lo que de alguna forma le convierte en un Minnesänger. Nuestro Autor insiste en la idea tan defendida por Evola, de situai' el origen de la Tradición en el extremo norte del mundo (sede Hiperbórea), Tradición entendida como “la transmi­sión (traditio) a través de generaciones de un único estado de carácter transcendente”, es decir como un conocimiento supra-humano que será extendido por un grupo racial primigenio con características físicas, psíquicas y espirituales concretas y diferenciadas. En ese sentido es revelador y significativo el nombre que Alcántara da a su blog personal: Septentrionis Lux. Del mismo modo, y lejos de ecumenismos universa­listas e igualitaristas, Alcántara nos remite a la ontolò­gica oposición entre la Luz de Norte y sus principios viriles, olímpicos y uránicos, frente a la Luz del Sur regida por la observación especulativa, la indiferenciación y nivelación por lo bajo, dos principios antitéti­cos en constante enfrentamiento. Es de notar la con­sideración que hace Alcántara -siguiendo a Evola- del cristianismo -o del eurocristianismo medieval po­drías decir con más propiedad- como una de las ma­nifestaciones de esa Luz del Norte, mientras que se­ñala a las religiones de los pueblos semitas (islamismo y judaismo) como parte de la segunda.
El libro que presenta Ediciones Camzo trata sin embargo de otra cuestión, de importancia vital para el Hombre e la Tradición. La de la ascesis interior que desde el profundo conocimiento de los principios tra­dicionales debe llevar al hombre diferenciado hacia la reconstrucción interior, el desapego de la contingen­cia y la final identificación con lo Incondicionado. Le­jos de los disparatados planteamientos y ridículas pseudo-espiritualidad que caracterizan a la llamada New Age propia del hombre fugaz, anónimo cobarde e inconsistente, Alcántara en el presente libro los ca­minos interiores -siempre difíciles- que señala con­ducen a la Liberación: el honor, la precisión, el silen­cio la autodisciplina, la aceptación del riegos, la oposi­ción al cualquier tipo de fatalismo, insistiendo en la idea principal de toda ascesis y conquista metafísica: el verdadero enemigo interno, al verdadera lucha es contra uno mismo, una lucha no apta para los que se dan por vencidos de antemano. Como señala el pro­pio Autor, los capítulos de libio y el orden de lectura que nos propone tiene, encierran una valencia opera­tiva con el objetivo de lograr, en el individuo intere­sado en recorrer esta vía heroica, esa tensión diaria necesaria para cualquier conquista real y efectiva. “La Eternidad se consigue día a día”, decía Evola.
No queremos cerrar este prólogo sin felicitar a Ediciones Camzo por haber iniciado con este libro una apuesta editorial por dar a conocer al público de lengua castellana, los mejores y más rigurosos estu­dios relacionados con el Mundo de la Tradición.
Enrique Ravello

INTRODUCCIÓN

 

En un mundo que ha llegado a las más altas cotas de disolución imaginables se hace imprescindible que el hombre que quiera sobrevivir en medio de tantas ruinas sepa qué actitudes existenciales debería seguir por tal de intentar no sucumbir en medio del maras­mo envilecedor, desarraigante y desgarrador al que la modernidad y la postmodernidad lo quieren arras­trar. Sin duda son la actitudes propias del Hombre de la Tradición las que suponen el antídoto idóneo ante las dinámicas disolventes de los tiempos presentes.
Con esta convicción vamos a consagrar este libro a la aproximación a un retrato, lo más fiable posible, que plasme lo que representa este Hombre de la Tradición. Vamos, pues, a intentar caracterizarlo y lo haremos con la intención de que se erija en arquetipo en el que fijarse -y con el que orientarse- en esta era crepuscular. Si duda que el tenerlo siempre presente como patrón pulirá las cualidades internas de aque­llos hombres que se niegan a caer en la sima profun­da de la vulgaridad, de la ramplonería y del enfermi­zo apego a lo material de que es víctima el común de los mortales (el ‘hombre ordinario’).
En otras épocas no tan oscuras se hacía posible que un tipo de hombre diferenciado -portador, co­mo tal, de una potencialidad espiritual especial y de una fuerza anímica tal de poder actualizar dicha po­tencialidad- pudiera hallar vías de transustanciación interna en el seno de organizaciones de carácter ini- ciático que remontaban su hilo dorado (sus orígenes) a illo tempore. Hoy en día esta posibilidad resulta muy remota, pues del proceso de embrutecimiento consustancial al mundo moderno tampoco se libra­ron dichas organizaciones y en caso de quedar alguna genuina y revestida de legitimidad Tradicional el dar con ella resultaría harto complicado; si no tarea casi imposible.
Ante esta constatación al hombre diferenciado sólo le queda la improbable (por resultar muy difícil) opción del tránsito autónomo por los caminos de la transformación interna. Y esta acentuada improbabili­dad abocará a que el mirarse continuamente (hasta en las acciones más nimias, secundarias e intrascenden­tes) en el arquetipo configurado por el Hombre de la Tradición sea una de las pocas opciones de supera­ción que le resten. De este modo irá forjando su ca­rácter, cada vez más, en la templanza, en el control de sus acciones y pensamientos y en la prevalencia de objetivos alejados de la burda materialidad y de la instintividad más primaria y elemental que atenazan al hombre moderno. Y si no de una manera natural (como consecuencia de un descondicionamiento iniciático más que improbable a tiempos de hoy) sí co­mo si de un automatismo se tratase (adquirido a base de rutina, hábito y práctica) podrá ser sujeto del recto obrar y podrá, seguramente, protagonizar su transustanciación en las experiencias que le siguen al post­mortem y/o a lo largo de otro tránsito terreno de su no vulgaris alma; posibilidades, éstas últimas, a las que no podrá acceder el ‘hombre común’ que en vida no haya hecho nada por dejar el lastre representado por su exagerado apego terrenal.
A lo largo de años hemos ido recopilando múlti­ples citas de autorías diversas y hasta desconocidas - por cuanto muchas de ellas eran intencionadamente anónimas -. Unas las hemos extraído de revistas y li­bros impresos o digitales, otras de artículos, otras nos han sido enviadas por amigos y, finalmente, otras muchas cuya autoría responde a Julius Evola las he­mos extractado de, sobre todo, artículos suyos escri­tos en diferentes medios a lo largo de su vida; y es que se ha editado alguna obra del maestro italiano cuyo contenido son citas suyas aparecidas, eminente­mente, en sus libros, pero nosotros hemos cambiado el rumbo y hemos realizado el rastreo por muchos de sus artículos. No obstante lo cual, en este libro nuestro, también aparecen citas de algunas de sus obras.
El porqué el recurso a Evola resulta recurrente en el presente trabajo responde a que en él hemos creí­do ver el más genuino enfoque de lo que supone la Tradición, pues “ha sabido como nadie transmitirnos las verdades imperecederas que hoy prácticamente han sido dejadas de lado por este decadente mundo moderno, pero que deberían ser siempre el eje vertebrador de cualquier agrupación humana normal y deberían de ser el faro a seguir para cualquier intento de Restauración de un Orden constructivo y equili­brado. El Hombre de la Tradición sacralizaba y ritualizaba toda su existencia pues la entendía como parte de un todo que incluía, también, lo Alto.”
El que Evola haya sabido ver en la ‘vía de la ac­ción’ (interna -transustanciadora- y externa) el nervio principal del Mundo Tradicional y, también, el único camino posible para su Restauración lo convierte en un referente mayor para comprender, sin desviacionismos, qué es la Tradición y para alumbrarnos sobre cómo el hombre diferenciado debe desenvolverse en un mundo deletéreo como por el que estamos transi­tando.
al respecto de lo que es la Tradición decíamos en cierta ocasión que “es de una forma de entender y de vivir el mundo y la existencia que ha empujado al hombre, en determinados momentos de su historia, a encauzar todo su quehacer cotidiano hacia fines Ele­vados, Suprasensibles, Metafísicos,... y le ha llevado, en consecuencia, a configurar unos tejidos sociales, culturales, económicos y políticos guiados e impreg­nados hasta la médula por dichos valores Superiores y dirigidos a la aspiración de la consecución de un Fin Supremo, Trascendente. A esto denominamos Tradicionalismo, con mayúscula, a esta tendencia que tiene como modelo el de la Tradición Primordial que conformó la vida del Hombre de los orígenes; esto es, la vida del Hombre de la Edad de Oro descrita por Hesíodo o del Satya-yuga definido por la tradi­ción indoaria.”
Varios párrafos atrás comentábamos sobre las mu­chas y variadas fuentes de las que hemos extractado las citas que aparecen a lo largo de esta obra nuestra. Así, las podemos encontrar de autores guiados por un acendrado sentido del hecho Trascendente, unos de ellos con clara vocación esotérica, otros acaso sólo con intuiciones sobre lo mistérico sagrado y otros con tan solo inquietudes exotéricas y religiosas. Las pode­mos, asimismo, encontrar de autores cuyo sentido de lo Superior se hallaba muy atenuado o, simplemente, no se hallaba, pero que una cierta intuición -segura- mente ignota para ellos- les había empujado, en de­terminado momento, a expresar algo que para noso­tros ha resultado de interés para poder ir caracteri­zando con más detalle a este nuestro Hombre de la Tradición.
Suministramos, asimismo, citas de diversos textos Sapienciales que como tales sólo tienen la rúbrica de la Sabiduría Perenne.
Las citas están, como no podía ser de otro modo, al servicio del tema tratado en cada capítulo y no el tema al servicio de las citas, pero sí es cierto que la ordenación y la clasificación de que ellas hemos he­cho nos han ayudado a establecer las categorías que le hemos otorgado a nuestro Hombre y que corres­ponden a cada uno de los doce capítulos de que se compone este libro.
Capítulos que aparecen siguiendo un in crescendo que empezaría -de acuerdo a unas categorías estable­cidas por Evola en su día- por la ‘raza del cuerpo’ pa­sarían por la ‘raza del alma’ y acabarían en ‘la raza del espíritu’. Capítulos más cercanos a la primera catego­ría serían, pues, los titulados “raíces”, o “la naturale­za”, a la segunda los que llevan el encabezamiento “el deber”, “el guerrero”, “el silencio” o, directamente, “la raza del alma” y a la tercera buena parte del de “la muerte” y el de “el ariya”; de todos modos no hay categoría que, en consonancia con esta percepción holística propia de la Tradición, no esté (tal como se comprobará a lo largo de la lectura de esta obra) im­pregnada de las otras dos.

Este in crescendo nos lleva a establecer la jerar­quía genuina a la que estos estratos constitutivos del ser humano responden en un Hombre de la Tradi­ción y que no es otra que la que tiene en su cima al Espíritu (el Principio Eterno), continúa por el alma (entendida como mente) y acaba en el cuerpo. El re­componer esta quebrada, invertida o mutilada jerar­quía es tarea del hombre diferenciado y seguir la este­la del Hombre de la Tradición le ayudará en este em­peño.

  Se puede tener una aproximación al tema de las experiencias post- morten en nuestro “La ilusión reencamacionista” (http://septentrionis. wordpress.com/2009/02/08/la-ilusion-reencamacionista/)

  Intencionadamente anónimas de acuerdo al espíritu de servicio a lo Trascendente y de 'impersonalidad activa'; expresión ésta acuñada por Julius Evola y de la que se hablará en el capítulo VII: “El Hombre de la Tradición: La raza del alma”.

Extraído de nuestro “El Tradicionalismo y Julius Evola”, en : http://septentrionis.wordpress.com/2011/02/23/el-tradicionalismo-y- julius-evola/

Ibidem.

EL AUTOR

 

Eduard Alcántara
Con más de un cuarto de siglo dedicándose a la docencia como en definición que él prefiere maestro de escuela este español-catalán cuenta como su principal vocación la del estudio de la metafísica y, en un plano más contingente, de la historia.
Esto le ha empujado a la elaboración de trabajos centrados en estas ciencias y en otras relacionadas con ellas como puede ser la metapolítica.
La lógica de estas sus preferencias le ha abocado a identificarse con el Tradicionalismo, a la manera como entendieron esta corriente de pensamiento autores como René Guénon, Frithjof Schuon o Titus Burckhardt... pero especialmente el italiano Julius Evola; cuya exposición, desde la óptica de la ‘vía de la acción’ (interna y externa), de lo que representa la Tradición estima como la interpretada de manera más adecuada.
El autor del presente libro se ha, por ello, dedicado, especialmente, al estudio de la extensa obra del pensador trasalpino y a la posterior elaboración de artículos y ensayos divulgativos e interpretativos de la misma, así como aplicativos a temas o situaciones de la actualidad.
Tarea que ha venido cumplimentando con la impartición de conferencias.
Sus trabajos on-line y en papel impreso se pueden rastrear por diversos webs, blogs (en especial en: http://septentrionis.wordpress.com/) , revistas y libros y han sido traducidos a diversos idiomas como el portugués y el francés y publicados en alojamientos de diferentes países, como -aparte de España- Italia, Francia, Portugal, Argentina, Chile, Ecuador o México.