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La rebelión de la nada

O los ideólogos de la subversión cultural

Enrique Díaz Araujo

La rebelión de la nada - O los ideólogos de la subversión cultural - Enrique Díaz Araujo

371 páginas
Editorial Cruz y Fierro
1984

Encuadernación rústica
 Precio para Argentina: 35 pesos
 Precio internacional: 10 euros

Un ideólogo es alguien que reduce, contamina y falsifica la realidad.
La esencia más intima de la Ideología es la subversión de lo accidental contra lo substancial, de lo múltiple contra lo uno, de lo contingente contra lo necesario, de la cantidad contra la calidad, de lo inferior contra lo superior, de la NADA contra EL SER. Su fórmula mis terrible y mis lógica es el non servíam de Satanás. La rebelión de la creatura contra el Creador y la entronización del hombre endemoniado en el sitio que sólo corresponde a Dios.
La ideología se enseñorea hoy en todo. En economía y en política, en la ciencia, en las costumbres, en la moral, en el arte y en la cultura. Todo parece querer llevar el signo de la rebelión de la nada.
Este libro es una declaración de guerra contra las princi­pales ideologías dominantes. Una voz de alarma, un sarcasmo ilevantable ante tanta baratura intelectual, un guante arro­jado al rostro de tantos embusteros, una invitación a desen­mascararlos y a bregar sin desmayos para la restauración de la Verdad.
Porque no hay otro camino que el que sintetizó Gracián CONTRA MALICIA, MILICIA.

 

ÍNDICE


A modo de prólogo                        9
Herbert Marcuse, esa "M"              15
Wilhelm Reich, sexo y revolución                39
Franz Fanón: el fóbico de la violencia                      95
A. G. Frank: la esquizofrenia es una vieja dependencia                   113
El fumista: el otro Ingenieros                       131
P. Freiré, el seudólogo de la pedagogía dialéctica               159
Paralelo entre paranoicos: Las Casas y Teilhard      223
El Che Guevara: mito y realidad                  255
índice                      371               

LA OBRA

Fuera del ser no hay nada. El conocimiento consiste en la adecuación de la inteligencia con el ser de las cosas. Para crecer en sabiduría, pues, hay que empezar por contemplar la realidad. Esto es lo que dicta el sentido común. Sin embargo, siempre ha habido indi­viduos a quienes lo real ni los ata ni les importa, que se rebelan contra esa natural y legitima dependencia del sujeto del conocimiento. Anteponiendo la razón o la conciencia, niegan tributo a la verdad objetiva y lucubran un "pen­samiento" o ideología de reemplazo. Frente a la normal conciencia del ser ensueñan un "ser de conciencia", rigu-rigurosamente ficticio y vacío de contenido. Además, para compensar esa inexistencia ontológica, proponen a sus entes ideales con quemante ardor psicológico y desbor­dante calor literario, tratando de deslumbrar, con esos fuegos fatuos, a los ingenuos que los siguen. Por otra parte, ese desarreglo mental se compadece muy bien con alguna anormalidad psicopática, por lo que su estudio cae ya de lleno en el campo psiquiátrico. Durante siglos tales conductas desequilibradas, al ser excepcionales, merecían el tratamiento adecuado, o, cuando menos, un juicio despectivo. Pero sucede, que a partir de la segunda mitad del siglo que corre esas actitudes se han genera­lizado de un modo decididamente alarmante, al punto de hacer perder la capacidad de asombro o curación. Incrus­tadas la mayoría en la negación hegeliana-marxista, emiten pseudopodios hacia todas las direcciones del saber y de las ciencias. Cual tropicales plantas ponzoñosas, florecen atrapando corazones y mentalidades enfermizas. Asi se ha alcanzado una etapa de la decadencia en que esa llama­tiva eclosión de irrealidad, con genuino desprejuicio, se vanagloria de exaltar a la Utopia como un bien en sí misma. De ahí que presenciemos una indudable re-volu-ción o inversión del conocimiento propiamente dicho. Eso es lo que acá se denomina como La Rebellón de la Nada. Revuelta visceral y demencial contra el orden mismo de la creación. La de aquellos que, por hipótesis, prefieren lo que no es a lo que es. Casos clínicos que pueden ser analizados en serio o en broma, según se guste. El autor, optando por una solución salomónica, sin dejar de seña­lar los aspectos trágicos del problema, lo aproxima a su faz más cómica. Porque la risa puede ser, en determi­nadas circunstancias, la mejor respuesta a ese triste mun­do de oscuras ideologías que nos rodea. Como tal, con una cierta sonrisa, se deben apreciar las páginas que componen estos ensayos de tipología subversiva.

EL AUTOR

ENRIQUE DÍAZ ARAUJO es un historiador y ensayista de tono aceradamente polémico. Toda su producción está encaminada a combatir los males de las ideologías mo­dernas. A veces ha elegido el camino del estudio erudito para desnudar los errores del evolucionismo biológico (Cfr. Evolucionismo, Evolución y evolucionismo); otras, se ha aplicado a la paciente, reconstrucción de períodos históricos argentinos especialmente deformados (Cfr. La conspiración del 43, Vélez Sársfield y el Código Civil, La política de Fierro, Eduardo Wilde, ideólogo del Ochenta, José Ingenieros y las bases finiseculares). En ocasiones ha incursionado por la exposición metódica de temas acuciantes (Principios económicos cristianos, La primera América). Pero, por lo general, su inclinación natural lo ha llevado a la lucha frontal contra los mitos más divul­gados de esta época indigente (Cfr. La rebelión de los adolescentes, ¿Cuánto cuesta una revolución?, Critica de las teorías economicistas del imperialismo,). No es, desde luego, lo que suele denominarse un "especialista"; más bien, puede decirse que Díaz Araujo abomina de toda innecesaria escisión de la unidad del saber, como del intelectualismo disecado. Ya sea desde la novela o desde el artículo periodístico, con prosa apresurada, sin demoras estéticas, sin rodeos cientifícistas ni concesio­nes anacrónicas, va directamente a sus cotidianos debates con los enemigos de la Fe y de la Patria. Por todo eso, bien puede considerársele como un hombre auténtica­mente preocupado por las urgentes respuestas que recla­ma la honda crisis en que vivimos, un apologista de las verdades perennes, un escritor militante, de prolifidad tan sorprendente como encomiable, puesto que está al servicio de la Cristiandad.

A MODO DE PRÓLOGO

Ya no se puede hablar, como hace unas décadas atrás, de "decadencia de Occidente" o de "crisis de nuestra civilización"; porque hoy la cultura occi­dental está en las catacumbas. Los grupos dominan­tes en los países que alguna vez pertenecieron a la Cristiandad o que recibieron su influjo vivifica­dor son al presente abierta o encubiertamente an­tioccidentales. Occidente está en liquidación, y la masa de sus liquidadores se integra con la concu­rrencia de fuerzas ideológicas de distinto signo pero similar intención. La "cultura" economicista de la burguesía tecnocrática con su jerga mundialista y su soporte multinacional ocupa uno de los primeros planos en el desvastado escenario. A su lado flo­recen sectas irracionalistas que buscan develar los misterios del universo con las técnicas gnósticas del teosofismo oriental y la "cultura" periodística de la ciencia ficción. En el frente y golpeando brutalmen­te a sus puertas está la "cultura" soviética, monolíti­camente organizada por los legítimos herederos de Gengis Khan. Y en el seno mismo de las institucio­nes occidentales que antes trasmitían y creaban su cultura aparece instalada la "Revolución Culturar, negación global y sistemática de aquella tradición civilizadora. Estos son los signos de los tiempos que corren. Un tiempo indigente, catastrófico y perver­so que como no tiene nada real que ofertar en reem­plazo de lo que ataca se complace en llenar la mente de las desvalidas masas occidentales con utopías absurdas y con odios negadores. Es la Rebe­lión de la Nada. Todas sus potestades y domina­ciones son tan estériles e impotentes para crear y construir algo nuevo que sirva al hombre que hasta sus "críticas" tienen que envolverlas con las viejas palabras que acuñara nuestra derrotada civilización. Palabras equívocas y engañadoras a las que se les ha hecho perder todo su significado. Orgullo de nuestra civilización fue el concepto del libre albedrío. La decadencia de la libertad es hoy tan enor­me que esa voz sólo suena en los altoparlantes mun­diales con dos sentidos que le son contradictorios. Uno de ellos es el de "liberación", que usan las termites de la "Revolución Cultural" para arremeter contra los resabios de la dignidad humana. El otro es "derechos humanos", que emplean sus socios li­quidadores cuando desean proteger a las susodichas termites de la justa sanción de los hombres amena­zados. Los hombres que son y se sienten libres, sobre, todo en su fuero interno que es el que más importa, jamás ya emplean esas voces, porque sa­ben bien que son simples consignas liquidadoras de la libertad. Por un lado, "liberación" de la vida por la acción de la metralleta; por el otro, el "big stick for human rights". Una tenaza instrumentada para extirpar los muñones de libertad occidental.
Mas, como mientras hay vida hay esperanza —y para los cristianos hay Esperanza contra toda es­peranza terrenal— nosotros nos unimos al coro de los resistentes de la catacumba; y alzamos nuestra débil voz por la vilipendiada cultura occidental.
En ese sentido emplearemos estas cuartillas en protestar contra los "bonzos" de la Nueva Izquier­da, los grandes maestres de la Rebelión de la Nada, los favoritos de los Medios de Comunicación de Masas. Para desalíenarnos (de nuestra condición humana) ellos recomiendan la "desmitificación" (de todos los valores en que se asienta nuestra vida). Les responderemos desmitificándolos a ellos y a sus mitos. Recordando en primer lugar que esa expresión que usan es propia de los esclavos. "Para el esclavo —dice George Santavana—, libertad sig­nifica simplemente liberación del yugo". Libertad, en cambio, "implica libertad vital, el ejercicio de poderes y virtudes naturales de uno mismo y del propio país". El esclavo, para tratar de ser un li­berto, procura rebelarse. "Pero la rebelión, a lo más, sólo puede quitar de en medio algún obstáculo para la vida libre. La sustancia y la alegría de la libertad comienzan tan sólo cuando las facultades de la psique debidamente integradas descubren o establecen un mundo en el cual producen su fruto específico y apropiado"1. Por eso es que le deja­mos la 'liberación" a ellos y nos quedamos con la libertad.
Los profetas de la revolución cultural han mos­trado con su ejemplo cómo uno puede 'liberarse" de varias cosas: de la cultura, de la nacionalidad, de la moral, de las lealtades, de la piedad, de los esfínteres, de las obligaciones y religaciones natu­rales, del sentido común y, sobre todo, de la cordu­ra. Su mensaje, decididamente, no pasa por "el per­fil de la cordura". Histerismo y liberación son socios mancomunados y solidarios. "Yo era, funda­mentalmente, un irresponsable, un intelectual esquí zofrénico", nos confiesa André Gunder Frank, uno de los maestros del utopismo contemporáneo2. Con las variaciones propias de cada caso encontraremos esta nota de anormalidad psíquica en cada uno de los conductores de ciegos con que ilustraremos esta galería de revolucionarios ilustres. Al luchar contra a realidad del hombre, del mundo y de la natura­leza, han ido perdiendo la poca cordura de la que alguna vez pudieron disponer. Y pretenden que los demás también la perdamos. Por eso son unos "lo­cos feos", porque ni mueven a compasión ni a risa.
Por supuesto que la selección que practicamos entre tantos "termocéfalos" y "cronólatras" es arbi­traria. Elegimos a Marcuse, a Reich, a Fanón, a Freiré, a las Casas, a Teilhard, a Gunder Frank, a Ingenieros y a Guevara, como hubiéramos podido hacerlo con Fromm, el marqués de Sade, Sartre, Mao, Marat, Adorno, Fidel Castro, Küng, Cortázar y Althusser. Total hoy lo que sobran son pontífices de la Revolución Cultural, unos vivos y otros muer­tos, pero todos omnipresentes en las "mass media". Unos más personalmente respetables, otros menos; pero todos igualmente nefastos para la suerte de nuestra civilización. Abigarrado es el tropel de los liberadores y extensos sus dominios, desde la Reli­gión a las Finanzas, desde la Metafísica a la His­toria, aunque sus recintos preferidos se hallan en la antropología, la sociología, el psicoanálisis, la literatura y la pedagogía. "Las ciencias sociales" como las convocan con prosopopeya para que les sirvan de coartada a sus "praxis" terroristas. En cada rubro han encontrado un filón revolucionario para adoctrinar a los ingenuos en las hegelianas artes de la "crítica negativa". Son tantos los nega-dores de oficio que no podemos materialmente acá ocuparnos de todos. Sólo hemos optado por separar dos rebeliones estructuradas por estamentos: la de los estudiantes y la de los clérigos. También en otras obras que tenemos en curso de publicación analizamos más en detalle la cuestión de las teorías anticapitalistas para consumo del "Tercer Mundo"; le "Tiers Monde" como lo bautizaron en su usina francesa los tecnócratas zurdos de las empresas mul­tinacionales europeas, ávidas de convertir a esta región del orbe en su coto cerrado de caza. Ahora que el Viejo Continente ha caído en las garras del "eurocomunismo" de consumo, con su grotesca fa­chada parlamentaria y su obscena realidad de cos­tumbres decadentes y aberrantes, los proxenetas de la Rebelión de la Nada, autoerigidos en guías y censores del resto del mundo, intentan trasladar a las naciones jóvenes su descreimiento religioso, su barullo filosófico, su abandono moral, su anona­dación política y su sometimiento económico. De esas centrales parte la flecha envenenada del "tercermundismo" socialista, socio menor del "mundia­lismo" trilateral y del comunismo moscovita. Hispa-nofobia anacrónica, folklorismo telurista, anarquis­mo pedagógico, hagiografía cubana, humanismo marxista, evolucionismo decimonónico, progresismo utópico, violentismo sistemático, behaviorismo cien-tificista... son algunos de los abalorios con que quieren embaucarnos. Rechazamos toda esa caduca e inservible chatarra. El autor "no desea presen­tarse como imparcial ante lectores que no lo son", escribía José Ingenieros3, un maestro algo olvidado de la Nueva Izquierda. Tampoco nosotros quere­mos ser neutrales ante ese engendro destructor de todo lo sagrado: las creencias, la patria, la familia, el honor, el libre albedrío. "Epater les épateurs", y que el lector juzgue dónde hay más necesidad de "desmitificar".

Enrique Díaz Araujo

1     Dominaciones y Potestades, Bs. As., Sudamericana, 1954, pags. 94-97.        .
2     Capitalismo y Subdesarrollo en América Latina, Bs, As.. Signos, 1970, pág. 7.
3     La evolución de las ideas argentinas, Bs. As., El Ate­neo, 1951, t. I, pág. 8.