Libreria Argentina Libreria Argentina Libreria Argentina

 

Konservative Revolution

Introducción al nacionalismo radical alemán, 1918-1932

Giorgio Locchi - Robert Steuckers - et alli

 

Konservative Revolution - Introducción al nacionalismo radical alemán, 1918-1932 - Giorgio Locchi - Robert Steuckers - et alli

172 págs.,
14,5 x 21 cm
Encuadernación Rústica
Ediciones Acebo Dorado, 2010
Colección Disidencias
 Precio para Argentina: 70 pesos
 Precio internacional: 15 euros

 

Durante el periodo que transcurre entre el final de la Gran Guerra y la toma del poder por Adolf Hitler, se desarrolla en Alemania un vasto y plural movimiento nacionalista, de carácter radical y antiburgués, que contara en sus filas, entre otros intelectuales, con Thomas Mann, Ernst Jünger, Friedrich Georg, Oswald Spengler, Ernst von Salomon, Carl Schmitt, Hans F. K. Günter, Werner Sombart, Rainer Maria Rilke y Max Scheler.
Para la historiografía antifascista, la Konservative Revolution no sería otra cosa que la génesis del nazismo. Para los revisionistas de la historia del siglo XX se trata, por contra, de la última revuelta contra el mundo moderno heredero directo de la revolución francesa de 1789. Los artículos publicados en este volumen tratan, en una verdadera introducción al tema, de dar luz a una cuestión candente en ambientes franco-germanos, pero absolutamente inédita en nuestro país.

 

 

 

ÍNDICE

Nota del Editor
Prólogo de Carlos Caballero Jurado
La Konservative Revolution en Alemania, 1918-1932. Por Giorgio Locchi
A propósito de la reedición tan esperada del manual de Armin Mohler. Por Robert Steuckers
Fundamentos del pensamiento bündisch. Luc Nannens
Los trotskistas del nacional-socialismo. Por François Duprat
Movimientos juveniles e ideología nacional-revolucionaria en la República de Weimar. Por Thierry Mudy
Los Nerother, anarcas del movimiento de Juventud. Por Bertrand Eeckhoudt
La Konservative Revolution y sus editores. Po Michel Froissard
Los autores de la Konservative Revolution. Por Giorgio Locchi

Nota del editor

Hace algunos años, leyendo un clásico del antifascismo contemporáneo como es la obra Fascismo y dictadura*, de Nicos Poulantzas, me tropecé -de paso- con un aspecto hasta entonces para mí absolutamente desconocido. Confieso que, si el libro de Poulantzas, lastrado terriblemente por una interpretación economicista y mecanicista, me aclaró bien pocas cosas sobre los fascismos italiano y alemán -sobre todo la razón última de porqué fué derrotada la clase obrera en aquellos países-, me dejó con un interrogante aún mayor sobre aquellos otros grupos nacionalistas radicales que, en la Alemania de Weimar y al margen del partido nacional­socialista, fueron hostiles no sólo al sistema surgido del Tratado de Versalles sino a todo lo que representara espíritu burgués occidental e, incluso, al nacional-socialismo institucional. Al referirse a ellos, Poulantzas los despachaba como organizaciones que abrazarían una "ideología feudal transformada", una "ideología imperialista feudal", un "romanticismo reaccionario vulgar" y un "socialismo feudal": esto es, la habitual jerga marxista que, en lugar de ilustrar científicamente, oscurece todo cuanto aborda. Así, cuando se refería a los intelectuales que apoyaron tales posiciones, la palabra intelectual aparecía entrecomillada, surgiendo muy de pasada los nombres de Ernst von Salomón y Oswald Spengler, así como los de algunas organizaciones en la órbita de la Konservative Revolution. En definitiva, Poulantzas acababa por esquivar cualquier profundización en el marco de las luchas político-ideológicas en la Alemania de 1918-1933 con un sorprendente: "Sería fastidioso entrar en detalles" (¡sic!). No tuve mucha más suerte -lo reconozco- en otros campos de la historiografía contemporánea -Jean-Pierre Faye-, incluida la no marxista -Alastair Hamilton. Al final, mi toma de contacto con ciertos aspectos de la cultura alternativa alemana a través de estudios de la Nouvelle Droite -funda­mentalmente por medio de las revistas Nouvelle Ecole, Vouloir y Diorama Letterario-, nos han permitido descubrir un mundo lo suficientemente atractivo como para consagrarle este primer libro que al mercado lanza Ediciones Acebo Dorado con el patrocinio de la Asociación Cultural Disidencias: nos, referirnos -obviamente- al universo de la Konservative Revolution o Revolución Conservadora alemana que el lector, al avanzar en la lectura, observará que bien poco tiene que ver con esa purulenta y cotidiana agresión del mismo nombre anidada por Ronald Reagan y alentada posterioremente por sus yuppies, brokers, rambos, telepredicadores y demás fauna, en la pretensión de liquidar el transcurso de la Historia y dar el golpe de gracia a todo atisbo de inteligencia, haciendo realidad aceleradamente las inquietantes premoniciones de los Aldous Huxley, Ray Bradbury y George Orwell. Parece obvio que, para nosotros, jóvenes disidentes, ahondar en este aspecto de la historia de nuestro continente, desconocido sin duda para buena parte del público español, pero del que ya existe una abundantísima producción literaria en inglés, francés y, sobre todo, en alemán, no sólo no es fastidioso sino que lo consideramos oportuno en aras a contribuir, desde nuestras modestas posibilidades, a ayudar a quebrar esa especie de exclusivo, excluyente y sórdido reino de lo razón universal en el que, pese a sus ropajes democráticos, detectamos un alma totalitaria. Al ser artículos que tratan de forma general -los dos primeros- o bien se fijan en aspectos muy concretos de la Konservative Revolution -e incluso del nacional-socialismo, al referirse a los llamados trotskistas de este movimiento- el lector observará ciertos saltos que, en principio, requerirán toda su atención. Creemos, sin embargo que, valorados en conjunto, conforman una introducción más que aceptable a un tema por el que Ediciones Acebo Dorado se interesará en un próximo, texto ceñido a aspectos puramente ideológicos de aquel singular movimiento.
Agradecemos a las direcciones y las respectivas redacciones de las revistas Nouvelle Ecole -Francia-, Vouloir -Bélgica- y a la ya desaparecida Revue d'Histoire du Fascisme -Francia-, las facilidades que nos han sido dadas para la traducción y edición de aquellos. Y expresamos, por último, nuestro reconocimiento al profesor Caballero Jurado, certero y esclarecedor prologuista, y al Sr. Fernández Massagué, presidente de la Asociación Cultural Disidencias, sin cuyas orientaciones y apoyos nuestra labor ciertamente se habría visto seriamente comprometida.

Juan C. García Morcillo

 

*Nicos Poulantzas, Fascismo y Dictadura. La III Internacional frente al fascismo, Siglo XXI de España, ed., Madrid, 1979. Cf. págs. de la 108 a la 118.

Prólogo de Carlos Caballero Jurado

Creo que fué Goethe quien dijo que la cultura se presentaba de manera distinta en Francia y en Alemania. Comparándola con un árbol, afirmaba que la cultura crecía en Alemania como raíces y en Francia como flores Es una hermosa parábola para señalar lo que quizá sea más llamativo de la cultura alemana: su opacidad.
No se debe sólo a que el alemán sea un idioma más difícil de lo normal, sino, quizá también, a la misma introversión de la cultura germana y a su muy peculiar manera de pensar. Sea cual sea la causa, el hecho es que la cultura alemana alcanza ordinariamente una trascendencia internacional menor que la francesa o la anglosajona, por poner dos ejemplos. Muchos de los pensadores alemanes pasan por la historia sin haber conseguido lectores más allá de las fronteras de su país. Otros, desde luego, alcanzan una trascendencia universal; baste con señalar que Karl Marx y Friedrich Nietzsche escribieron en alemán y su obra es, sin duda alguna, de tal índole. Pero, volviendo al principio, esta introversión y esta opacidad de la cultura alemana son un hecho indudable. Y quizá ésta sea la razón por la cual ese fascinante fenómeno intelectual que fué la Konservative Revolution alemana del periodo de entreguerras, apenas ha tenido comentaristas en el extranjero. Ciertamente algunas de sus figuras más destacadas como Ernst Jünger, Carl Schmitt, Oswald Spengler o Wemer Sombart forman parte ya de los clásicos contemporáneos, pero a otros muchos se los ha tragado el olvido injustamente.
Significativo al respecto de lo que digo es la suerte conocida por el libro que aquí se comenta de manera directa en los dos primeros trabajos, me refiero a la obra de Armin Mohler Die Konservative Revolution in Deutschland, 1918-1932. Dieciocho años después de su primera edición aún no se ha vertido a ningún idioma extranjero. Hace años que se viene hablando de la aparición de traducciones al francés, al italiano... pero nada se ha concretado.
Por el contrario, el libro Langages totalitaires, del francés J. P. Paye, aparecido casi simultáneamente en diversos países europeos, ha conocido versiones en numerosas lenguas extranjeras, incluido el castellano (1). Y el tema era, sin embargo, el mismo: la Konservative Revolution alemana. Del magnífico libro de Mohler hablan en estas páginas dos profundos conocedores de la Konservative Revolution, como son Giorgio Locchi y Robert Steuckers. Así que me limitaré a decir algunas palabras sobre el texto de Faye, por desgracia el único estudio global mediante el cual el lector español puede acceder a las interioridades de la Konservative Revolution.
Poco tiempo antes de su publicación, en el célebre mayo de 1968, la izquierda se había dado a sí misma la vana ilusión de que aún era posible una revolución al viejo estilo. La cultura, y más aún, la cultura política de la izquierda, se encontraba eufórica y aparecía dominada por tres impresio­nantes fetiches: el marxismo, el freudismo y la semiótica. O por sus oportunas mezclas: el freudo-marxismo o la semiótica marxistizante.
A esta última escuela se adhiere Faye, quien, no sin cierta pedantería, da a su libro un subtítulo que, inevitablemente, nos recuerda el que Marx dio a su celebérrimo El Capital: Crítica de la economía política. El subtítulo de la obra de Faye es, nada menos que:

LA RAZÓN CRITICA DE LA NARRATIVA LA ECONOMÍA

El tiempo ha sido el mejor crítico de esta obra. El marxismo ha sido arrumbado al desván de las ideologías. Con suerte, como dijo Monnerot, algún día aparecerá en la Sala de los Milenarismos del Museo de las Supersticiones. El freudismo está cuesta abajo. Y la gran promesa, la semiótica, corre ya hacia su ocaso. Los supuestos teóricos en los que se basó Faye están ya superados.
Así que lo que en 1972 parecía ser el colmo de lo científico y lo moderno, hoy es un absurdo sinsentido. El sucesivo hundimiento de los distintos paradigmas del pensamiento izquierdista es, repito, la mejor crítica que se puede hacer al libro de Faye. Por lo demás, se trata de un texto al que con gran benevolencia podríamos calificar de plúmbeo. Con más mordacidad le atribuiríamos otros calificativos, como enrevesado, pedante, etc.
Hay otros textos notables con los que aproximarse a la Konservative Revolution. Quizá la forma más sencilla sea a través del escrito por el que fuera principal discípulo de Julius Evola. Me refiero a Adriano Romualdi y su obra Corriente polinche ed ideologiche della destra tedesca dal 1918 al 1932. Se trata de un texto muy manejable y de fácil comprensión, incluso para alguien no familiarizado con la cultura alemana. Dado que es impensable contar con una pronta traducción al castellano de la obra de Mohler, quizá fuera conveniente que alguien lo intentara al menos con el libro de Romualdi. Muy revelador de lo que ocurre con la Konservative Revolution -su casi total desconocimiento por parte del público- es el hecho de que haya que recomendar como forma de introducirse en ella la obra del germanista francés Edmond Vermeil, Doctrinaires de la Révolution Allemande, 1918-1932 (3). Y digo que es revelador, porque esta obra fué escrita... antes del estallido de la segunda guerra mundial. Adolece, por ello, de un grave problema: la falta de perspectiva. Aún así suele ser el texto más recomendado para iniciar una aproximación a la Konservative Revolution. Para comprender bien el significado de la Konservative Revolution, por otra parte, debemos situarnos en otras coordenadas de la cultura política alemana. Uno de ellos es el auténticamente fascinante movimiento juvenil alemán -los Wandervógel, término que podríamos traducir por aves migratorias. Por suerte, el texto que tengo el privilegio de prologar contiene dos artículos sobre aquellos, debidos a Thierry Maudry y a Bertrand Eeckhoudt, si bien quien desee conocer a fondo el tema deberá profundizar con algún libro más (4).
Igualmente es incomprensible la Konservative Revolution sin un conocimiento, al menos superficial, del coetáneo fenómeno de los Cuerpos Francos surgidos en la postguerra de 1918. En él estuvieron directamente implicadas muchas de las figuras de la Konservative Revolution. En realidad se trata de vasos comunicantes: la Konservative Revolution influye en los Cuerpos Francos tanto como éstos en aquella (5).
Y, siguiendo la actual tendencia interpretativa de los fascismos, que busca sus raíces en fenómenos culturales del siglo XIX, creo que tendríamos que acudir a los estudios de George L. Mosse como forma de completar este acercamiento. Mosse ha estudiado detenidamente cómo se produjo, a través de vías culturales, la nacionalización de las masas alemanas. El surgimiento de la sociedad de masas, típico de la moderna civilización industrial y urbana, no fué acompañado en Alemania de un proceso de aculturización, sino al contrario por un fenómeno de nacionalización de aquellas (6). Es en ese sustrato sobre el que crecerá y florecerá la Konservative Revolution.
Y llegamos así al punto crucial. ¿Qué relaciones existen entre la Konservative Revolution y los fascismos? ¿Hay un vínculo unívoco, por ejemplo, entre aquella y el nacional­socialismo?
Hay que empezar con una afirmación contundente: la Konservative Revolution no es una corriente única de pensamiento, sino más bien un haz de tendencias, con puntos de analogía y puntos de discrepancia. No existía una sola dirección, una ortodoxia. Lo que conocemos como Konservative Revolution es, en realidad, un verdadero torrente formado por más de 550 círculos o clubs políticos y por unas 530 publicaciones periódicas distintas.
Problemas clave, como el debate sobre el papel que debía tener la técnica en la sociedad futura, encontraban soluciones contrapuestas en su seno. Había quienes rechazaban la técnica, como manifestación del mundo mecánico, cuántico y numérico que había surgido tras la Ilustración y sus dos epifenómenos: la revolución industrial y la revolución liberal democrática. Se trataba de un rechazo pleno. Otros, aún conscientes de este origen impuro de la técnica, consideraban utópico no atender a la realidad de que condenar al desarrollo técnico era condenarse a la impotencia. Finalmente, había quienes interpretaban la técnica como una manifestación más del espíritu prometeico y faústico que caracterizaba a los europeos y, más concretamente, a los alemanes (7). Algo similar ocurrirá en los análisis que dentro de la Konservative Revolution se hagan con respecto a los fascismos. Muchos de ellos aplaudirán en el fascismo italiano la manifestación de un estado de espíritu análogo. Otros lo considerarán como una manifestación más del espirito latino del que debería desprenderse totalmente Alemania si deseaba buscar su propio y pleno desarrollo. En el caso del nacional-socialismo el fenómeno se complica con factores añadidos. Hay que empezar por constatar un hecho obvio: los contactos -incluso los trasvases de ideas y personas- que se produjeron entre la Konservative Revolution y el NSDAP fueron intensos y extensos. Y seguir con una aclaración: el nacional-socialismo, ideología derrotada en la segunda guerra mundial, ha sido sometido a un sistemático y eficaz proceso de demonización: encarna el mal absoluto. Resulta muy comprensible que personajes integrantes de la Konservative Revolution -y estudiosos de ella, como el mismo Mohler- hayan intentado, en esta postguerra, subrayar todo lo que la separaba del NSDAP. Por decirlo con lenguaje de la calle: era la única forma de salvar algo de la quema. Quizá al recoger aquí un texto -por lo demás muy interesante- del malogrado François Duprat sobre lo que se ha dado en llamar los trotskistas del nacional-socialismo, no aclaremos lo suficiente las indudables influencias que, sobre éste movimiento político, llegó a tener la Konservative Revolution, pero sí se dejan notar las posibilidades a las que pudo llegar el nacional-socialismo si la inteligencia política de Hitler no hubiese sido capaz de desplazar al ala izquierda de los aledaños de la cúpula nazi.
Con todo, este intento de segregar -algunos llegan incluso a oponer- los fenómenos de la Konservative Revolution y el nacional-socialismo tiene también bases más fuertes. Para empezar, su muy distinto carácter. La Konservative Revolution es un amplísimo abanico de clubs políticos, editoriales y revistas que expresan ideas notoriamente dispares. El NSDAP es un movimiento político de masas y, como tal, sometido a una ortodoxia ideológica, a una dirección centralizada y también -¿por qué no decirlo?- a una importante plebeyización de sus componentes ideológicos. Algo especialmente grave a los ojos de los arisiocratizantes y elitistas exponentes de la Konservative Revolution.
Hubiera resultado imposible hacer de un rudo hombre de las SA un erudito en el pensamiento jurídico de Carl Schmitt; las sutilezas ideológicas de Ernst Jünger le habrían resultado inasequibles al lector del Vólkischer Beobachter, el pesimismo histórico de un Oswald Spengler no era el pensamiento más adecuado para los entusiastas seguidores de las Hitlerjugend. El nacional-socialismo no podía sino tratar de reducir a un mínimo común denominador la variedad de tendencias encarnadas en la Konservative Revolution. Y este mínimo común debía ser algo sustancialmente distinto de las elaboradas cotizaciones de los intelectuales conservador-revolucionarios.
No cabe dudar de que el nacional-socialismo creció gracias al caldo de cultivo que supuso la Konservative Revolution. ¿Cómo no recordar aquí la anécdota del encuentro entre Hitler y uno de los más destacados líderes conservador-revolucionarios, Moeller van den Bruck? (8) En él, Hitler re­conoció la primacía intelectual de Moeller y sus colegas, ofreciéndose a ser un mero tambor en el ejercito que difundiera y defendiera sus ideas.
Ciertamente se produjeron, después de 1933, una vez Hitler en el poder, algunos choques directos entre exponentes de la Konservative Revolution y los nacional-socialistas. En la noche de los cuchillos largos algunos destacados integrantes de la Konservative Revolution fueron ejecutados. Aún así, los miembros de las distintas tendencias de la Konservative Revolution gozaron siempre de un respeto profundo entre los dirigentes nacional-socialistas. Cuando Jünger, opuesto al III Reich, multiplicó sus críticas al régimen y algunos funcionarios desearon actuar policialmente contra él, Hitler se opuso directamente a cualquier medida contra el respetado autor de Tempestades de acero. De manera cada vez más frecuente, los estudiosos que analizan el nacional-socialismo o alguna de sus facetas, empiezan su aproximación a través de la Konservative Revolution. Bern Wegener, por ejemplo, ha realizado uno de los más recientes estudios sobre las Waffen SS subrayando cómo su espíritu de Orden Militar derivaba de ideas desarrolladas por la Konservative Revolution (9). Y como el deber del prologuista es no cansar al lector, termino aquí estos párrafos haciendo una última reflexión. El nacional-socialismo es hoy una ideología superada. Su derrota se debió no sudo al poderío de sus enemigos, sino también a sus debilidades y contradicciones internas. Apta para nostálgicos impasibles con espíritu de secta, resulta sin embargo difícil extraer de ella materiales ideológicos aprovechables para el tiempo en que vivimos.
Todo lo contrario ocurre con la Konservative Revolution. En su multitud de tendencias, en el vivo debate que la recorría, en su dialéctica fértil, cabe encontrar muchos puntos de referencia. De ahí, el interés indudable que tienen los textos que siguen.

Notas

1. Jean-Pierre Faye, Los lenguajes totalitarios, Taurus, Madrid, 1974.

2. Adriano Romualdi, Correnti politiche ed ideologiche della destra tedesea dal 1918 al 1932, L'Italiano, Roma, 1981.

3.      Edmond Vermeil, Doctrinaires de la Revolution Allemande, 1918-1938, Nouvelles Editions Latines, París, 1948 -la primera edición salió en 1937, ésta es una edición corregida y aumentada.

4. Una buena y asequible introducción se encuentra en la obra de Nicola Cospilo, I Wandervógel. La Giuventú Tedesea da Guglielmo II al nazionalsocialismo, II Corallo, Padua, 1984.

5. Sobre los Cuerpos Francos existe la traducción castellana de la obra clásica de Jacques Benoist-Mechin, Historia de Alemania y de su Ejercito, 1918-1938, Montaner y Simón, Barcelona, 1942. Un estudio más breve, y hasta cierto punto más aprovechable -menos erudito y se concentra más en los aspectos ideológicos y psicológicos del movimiento de los Cuerpos Francos- es la obra de Dominique Venner, Les Corps Francs allemands de Baltique. La naissance du nazisme -existen varias ediciones, entre ellas la de Le livre de poche, París, 1978.

6. Sobre la interpretación de los movimientos fascistas como resultado final de las corrientes culturales antiilustradas del siglo XIX véase el n.°3, vol. III, de Revisión -dirección postal: Apartado de Correos 630,03080 Alicante.
.La principal obra de George L. Mosse en esta línea es The Nationalization of the Mass Movements in Germany from the Napoleonic Wars through the Third Reich, Howard Ferting, Nueva York, 1974.

7. Véase al respecto la obra de Jeffrey Herf, Reactionary Modernism. Technology, Culture and Politics in Weimar and the Third Reich, Cambridge University Press, Nueva York, 1984.

8. La mejor monografía sobre Moeller van den Bruck es la de Alain de Benoist: Moeller van den Bruck o la Rivoluzione Conservatrice, Tridente, La Spezia, 1981.

9. Bern Wegner, Hitlers politische Soldaten. Die Waffen SS, 1933-1945, Ferdinand Schoningh, Paderborn, 1982. La edición inglesa de la obra -aparecida en 1990- ha suprimido, significativamente, el capítulo introductorio sobre la influencia de la Konservative Revolution en la ideología de las SS, al juzgar que sería difícilmente comprensible para el lector no alemán, dado el desconocimiento casi absoluto que sobre este movimiento existe fuera de Alemania.

CITAS

"El nacionalismo moderno... desea lo extraordinario. No quiere moderación... sino su cualidad productiva básica, su fortaleza espiritual... La guerra es la madre del nacionalismo. Lo que nuestros literatos e intelectuales digan sobre esto carece de importancia. La guerra es la experiencia de la sangre, así que todo lo que importa es lo que los hombres tengan que decir de ella... La guerra es nuestra madre, ella nos ha parido en la hinchada panza de las trincheras, como una nueva raza, y nosotros reconocemos con orgullo nuestro origen. Consecuentemente nuestros valores deben ser valores heroicos, los valores de los guerreros y no el valor del tendero que quiere medir el mundo con su vara de medir telas. Nosotros no queremos lo útil, práctico y agradable sino lo que es necesario y que el destino obliga a desear".

Ernst Jünger

 

"Es preciso unir a las juventudes comunistas y hitlerianas y con ayuda de esos batallones unidos mandar al diablo a los ladrones de la gran industria y las finanzas con su apéndice corrupto de ordenanzas de mierda y de cagadores en florero y luego establecer como ley suprema, la única ley decente, la camaradería... Y puedes llamar a esto socialismo o nacionalismo, me importa un carajo".

Ernst von Salomón