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Para una economía humana

 

Héctor Bernardo

Para una economía humana - Héctor Bernardo

245 páginas
Ediciones Theoria
1949

Encuadernación rústica
 Precio para Argentina: 25 pesos
 Precio internacional: 7 euros

En el presente volumen se reúnen una serie de artículos y conferencias sobre temas económicos, escritos en diversas épocas, mayormente en el período que va de 1940 a 1949.
El título bajo el cual los hemos reunido, expresa bastante claramente las intenciones del autor. Aunque responden a diversos temas todos tienen, en efecto, un parentesco, una cierta razón común que los vincula: y es la preocupación que todos traslucen por salvaguardar los valores humanos.
La actividad económica, como toda actividad humana, debe ordenarse a ese fin, respecto del cual tiene razón de medio. Este es el orden de la vida humana. Esta es la buena vida humana; aquélla en que la cúspide en la escala de valores la ocupan los valores intelectuales y morales.
En esta época de caos la Economía se declara autónoma y aún pretende sobreponer­se a la Política. En otras palabras; deja de ser humana, de actuar en la medida del hombre. El ritmo de la producción y la dimensión de las empresas no están en proporción con la escala humana.
La revolución nacional cierra una etapa de la historia argentina e inicia otra, tal vez decisiva, para el destino de los argentinos.

 

ÍNDICE


Prólogo                   9
La crisis de la economía liberal                    23
El concepto de Economía               55
I. Concepto de lo económico ....     55
II. La ciencia económica                 62
III. La Economía en el orden de las ciencias                       83
Economía y Política             97
El método en Economía                  117
I. Noción de método                      117
II. El método en las ciencias morales                       124
III. Leyes naturales y leyes morales 138
Economía y Planificación                 145
Esquema de una Economía nacional . .        171
Apéndice: Nota sobre la organización sindical en la Argentina                     213               

PRÓLOGO

En el presente volumen se reúnen una serie de artículos y conferen­cias sobre temas económicos, escritos en diversas épocas. En parte se encon­traban dispersos en distintas revistas, algunas de ellas hoy desaparecidas. Otros no habían sido publicados. El in­terés que entonces les prestaron algu­nas personas dedicadas al estudio de los problemas económicos —y que creemos subsiste todavía— y la cir­cunstancia apuntada que hace difícil su consulta, nos ha determinado a ha­cer esta publicación. A ellos agrega­mos algunos trabajos nuevos, escritos expresamente para este volumen. Por lo demás, todo el material ha sido re­visado y ampliado en varios puntos. Esta labor era indispensable, sobre to­do para algunos artículos. Escritos, la mayor parte, casi al correr de la plu­ma y en medio de luchas políticas en­conadas, adolecían —y adolecen, sin duda, todavía— del estilo periodístico propio del tipo de publicaciones al que estaban destinados.
El título bajo el cual los hemos re­unido, expresa bastante claramente las intenciones del autor. Aunque res­ponden a diversos temas todos tienen, en efecto, un parentesco, una cierta razón común que los vincula: y es la preocupación que todos traslucen por salvaguardar los valores humanos.
Esta preocupación no ha sido aban­donada y —debemos destacarlo— na­da le ha hecho perder su actualidad. Toda política es conducción de los go­bernados a su fin. El quehacer político es fundamentalmente teleológico. Pe­ro el fin de la multitud congregada en la comunidad política no puede ser fi­jado arbitrariamente. Es un fin obje­tivo, impuesto por la naturaleza mis­ma del hombre. Es el mismo fin hu­mano o bien humano completo (tem­poral). La actividad económica, como toda actividad humana, debe ordenar­se a ese fin, respecto del cual tiene razón de medio. Este es el orden de la vida humana. Esta es la buena vida humana; aquélla en que la cúspide en la escala de valores la ocupan los valo­res intelectuales y morales.
El mundo contemporáneo viene pa­deciendo la inversión de valores que comenzó en la Reforma y se consuma con el advenimiento del mito proleta­rio, pasando por la revolución burgue­sa del 89. Los verdaderos valores hu­manos, en efecto, aquéllos por los cua­les se define una auténtica vida hu­mana, han sido suplantados por otros valores o simplemente por pseudo-valores. Lo que recién empieza a com­prenderse es que al suplantar los valo­res del espíritu por los de la materia, al postergar la verdad ante el éxito, la pureza de los medios ante la eficacia, y reducir el bien a la utilidad o placer, lo que verdaderamente se ha suplan­tado, lo que verdaderamente se ha postergado y reducido es el hombre mismo. Una filosofía desesperada, co­mo es la filosofía contemporánea de mayor éxito, termina por no ver en el hombre más que un existente, con­creto e incomunicable, ante el cual se abre el abismo de la Nada.
En este caos la Economía se declara autónoma y aún pretende sobreponer­se a la Política. En otras palabras; deja de ser humana, de actuar en la medi­da del hombre. El ritmo de la produc­ción y la dimensión de las empresas no están en proporción con la escala humana. Son un ritmo de gigante y una dimensión de gigante. El ritmo acelerado impone la producción uni­forme, en masa. La dimensión de las empresas capaces de trabajar a ese ritmo y con esa técnica, supone la concentración de los instrumentos de producción en unos pocos. Todo esto trae algunas ventajas materiales, pero a costa de la alegría en la convivencia y de la libertad de todos.
Es el caso de preguntarse si no esta­mos pagando un precio demasiado al­to por todos estos privilegios técnicos que nos proporciona nuestra civiliza­ción. Pero, ¿cómo podríamos saberlo sin referirlo al hombre mismo? Por­que es en orden al fin humano que debemos juzgar la importancia de las cosas. Y esto nos lleva derechamente a otra pregunta: ¿qué es el hombre?1 En efecto, nuestra apreciación de los diferentes fines que pueden presentar­se en forma optativa al hombre —y por tanto de los medios aptos para al­canzarlos— depende de los caracteres que atribuímos a la naturaleza huma­na. Por eso no bastará declararse de­fensor del humanismo y de los valores humanos y de los derechos humanos, para coincidir. Habrá que definir pre­viamente al hombre para saber en qué consiste ese humanismo, cuáles son esos valores y esos derechos. Una cul­tura, una política, una economía, po­drán declararse humanas, pero sólo lo serán si efectivamente se conforman a las exigencias de la naturaleza huma­na, a lo que es el hombre objetiva­mente y no a la idea, desmesurada o empequeñecida, que podamos formar­nos de él. En esto, como en todo, habrá que restablecer antes que ninguna otra cosa, los fueros de la verdad obje­tiva, sin lo cual todo se vuelve discu­tible.
Por nuestra parte, y para evitar cualquier equívoco que pudiera susci­tar el calificativo, declaramos nuestra adhesión a la doctrina hylemorfista de la Escuela, según la cual el hombre es un compuesto de dos principios, materia y forma, incompletos en sí mismos.
Esta concepción acerca del hom­bre preside el desarrollo que de dis­tintas cuestiones económicas se hace en este volumen. Ella es la que nos permite sostener una auténtica "ter­cera posición" entre el liberalismo y el colectivismo, disyuntiva peligrosa ante la cual parece estar colocada nuestra civilización.
En el primer trabajo, escrito en 1944 y publicado en el número veinte y nueve de "Nueva Política'' y luego en la Revista de Economía Argenti­na, se plantea precisamente este pro­blema y se trata de resolverlo en tér­minos adecuados a la realidad argen­tina.
El segundo trabajo se ha elaborado sobre la base de un artículo escrito en el año 1945 para la Revista de Econo­mía Argentina. Aunque nada se ha cambiado del contenido doctrinario de aquel artículo, su desarrollo ha si­do notablemente ampliado con el exa­men de nuevas cuestiones y citas bi­bliográficas.
El capítulo sobre "Economía y Po­lítica'' fué publicado en forma frag­mentaria en la revista "Balcón", hoy desaparecida. En cambio el trabajo sobre "El método de la Economía" es totalmente nuevo, aunque su conte­nido ha formado parte de las leccio­nes profesadas en la Facultad de Cien­cias Económicas de Buenos Aires.
En cuanto al "Esquema de una Economía Nacional", hemos preferido dejarlo tal como fué escrito y publi­cado en 1941 en la revista "Nueva Política", limitándonos a aclarar en notas algunos aspectos de la nueva realidad argentina.
Esta nueva realidad ha sido impues­ta por el movimiento revolucionario del 1 de junio de 1943. En efecto, en  esa fecha se cierra un proceso que amenazaba destruir los últimos ves­tigios de nuestra nacionalidad. No po­dríamos concluir estas páginas sin re­ferirnos a su significación. El hecho revolucionario ha dado un nuevo rit­mo a los acontecimientos nacionales. Portadora de valores permanentes, la revolución encarnó, en su momento, la Nación misma. Sus temas, sus me­jores argumentos, son nuestros temas, aquellos que nuestra generación ha­bía desarrollado en su lucha constan­te por la recuperación nacional. Y es que, aunque realizada por el es­fuerzo exclusivo del ejército, la re­volución se nutrió de la acción y el pensamiento de la generación que se ha dado en llamar nacionalista, cali­ficativo que, por cierto, expresa mu­cho más y mucho menos de cuanto pretende significar esta generación en el pensamiento político argentino.
Si quisiéramos cifrar su denomina­ción, podríamos con más precisión llamarla la generación del treinta, porque alrededor de esta fecha nace a la vida cívica, por imperio de disposiciones legales y por la razón his-tórica de otra revolución que alentó por un instante —nada más que por un instante— sus primeras esperanzas, para perderse luego en los veri­cuetos de la política menuda de los partidos.
De entonces a ahora, nuestra ge­neración vivió en vigilia perenne, ce­losa y solitaria guardiana de las esen­cias nacionales, olvidadas por el régi­men caído. Y éste es su mejor mérito, su derecho de ciudadanía, pese a la inanidad de su gestión política, su falta de sentido práctico, como dicen al­gunos de sus aprovechados detracto­res, porque su actitud crítica frente a la política de partidos, de todos los partidos, hizo posible estos vientos de liberación que soplan hoy en la Ar­gentina.
La revolución nacional, decimos, cierra una etapa de la historia argen­tina e inicia otra, tal vez decisiva, pa­ra el destino de los argentinos. Como todo movimiento profundo, trae con­sigo el pesado lastre de los ambiciosos y advenedizos que siempre acechan el instante propicio para lucrar. Pero es­tas son las deficiencias propias de to­da obra humana. Lo que le otorga dimensión histórica son las ideas que proclama. Porque una revolución, cuando es verdaderamente tal, impli­ca, ante todo, un estilo, un modo nue­vo de ser, al que deben ajustarse las instituciones políticas, sociales y eco­nómicas. De aquí su hondo sentido restaurador, su fuerza integradora. Ella representa, malgrado todas las debilidades y contradicciones, a pesar de algunas actitudes que parecieran desmentirla, la permanente voluntad de ser de la Argentina, la continuidad con nuestra límpida historia de honor e hidalguía. Y por eso se hace necesario salvarla de todos los peligros que la asechan. Porque el fracaso de la revolución nacional, sería el fracaso de la Patria en una coyuntura histori­ca como no la tuvo el país desde los días de la Independencia.
Nadie se llame, pues, a engaño, im­pulsado por resentimientos persona­les. Después de ésto y contra ésto, sólo queda el caos imperando en la Argentina. O si se quiere expresarlo con una metáfora posiblemente más significativa: la Pampa convertida en Estepa.

Buenos Aires, 30 de agosto de 1949 Fiesta de Santa Rosa de Lima

 

1 Este es el título, precisamente (en alemán Was ist der Mensch?, Jacob Hegner, Leipzig, 1936) de uno de los más interesantes libros del notable escri­tor alemán, recientemente desaparecido Theodor Haecker.