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Amia Embajada
¿Verdad o Fraude?

 

Juan Gabriel Labaké

 

Amia Embajada ¿Verdad o Fraude? - Juan Gabriel Labaké

 

396 págs.,
Editorial Reconquista

2011, Argentina
21 x 15 cm.
 Tapa: rústica
 Precio para Argentina: 390 pesos
 Precio internacional: 20 euros

 

Desde que explotó la AMIA, tuve una rara sensación: algo olía mal en la Dinamarca de calle Pasteur al 600.
Las explicaciones oficiales no aclaraban nada. Al contrario, lo oscurecían todo.
Lo raro, rarísimo, era la rapidez y eficacia con que EE. UU. e Israel habían llegado a una precisa y grave conclusión: los terroristas eran Irán y Hezbollah. Toda una hazaña.
Entonces sucedió otro hecho prodigioso: un capitán del Ejército israelí encontró entre los escombros un pedazo de bloque del motor de una Trafic Renault con el número de fabricación intacto.
Ocho días después, la SIDE informó que la Trafic había sido vendida por Telleldín.
Ese mismo día, la SIDE solicitó al juez Galeano que interviniera cuatro teléfonos. Tres días después la SIDE supo que pertenecían a Alberto Jacinto Kanoore Edul. ¿Lo sabia la SIDE desde antes? ¿Lo adivinó...? ¿Cómo conocía a Edul? Nadie pudo explicarlo. Peor, nadie se atrevió a pedir explicaciones.
La CIA y el Mossad hicieron su tarea: en menos de 15 días "probaron" lo que sus gobiernos sabían desde el 18 de julio: los autores del atentado eran... Irán-Siria-Líbano-Hezbollah... Edul.
Estaba todo resuelto.
¿Lo estaba?
La Argentina, como nación, necesita saberlo.

Juan Gabriel Labaké fue: - Diputado nacional (1973/1976); - Embajador (1989/1992); - Asesor presidencial (1990/1992); - Abogado defensor de Isabel Perón (1984/1988); - Defensor de Kanoore Edul en el caso AMIA

 

 

ÍNDICE

 

Prólogo 7

Capítulo 1: El caso AMIA 13

Capítulo 2: La muerte lo sobreseyó 75

Capítulo 3: La SIDE y la DEA no se tocan 87

Capítulo 4: Los Edul y los musulmanes no tienen derechos humanos 93

Capítulo 5: La misteriosa foja 870 115

Capítulo 6: ¿La Argentina versus Irán? 125

Capítulo 7: Irán responde. El fiscal Nisman calla 177

Capítulo 8: ¿Dónde está la Trafic? 201

Capítulo 9: Última esperanza: la Cámara de Casación y la CIDH 249

Capítulo 10: Un fiscal muy particular 265

Capítulo 11: Las denuncias duermen en paz 283

Capítulo 12: Del caso Embajada nadie habla... ni la Corte 289

Capítulo 13: EE.UU.-Israel es un monstruo grande y pisa fuerte 309

Capítulo 14: Presiones del Gobierno, la SIDE y la prensa 331

Capítulo 15: ¿Quién fue? 349

Conclusión 395

PRÓLOGO

 

Han pasado más de 17 años

Desde el primer momento en que explotó una potente bomba (o varias menores, en cadena) en la sede de la AMIA, tuve una rara sensación: algo olía mal en la Dinamarca de calle Pasteur al 600.

¿Un atentado terrorista antijudío en nuestro país, cuando no había motivo conocido para ello?

¿Y justo dos años después de haber volado la Embajada de Israel?

Raro.

Las explicaciones oficiales no aclaraban nada. Al contrario, lo oscurecían todo.

Las oficiosas eran menos disparatadas pero tampoco aclaraban nada.

Que fue Siria.

No. Fue Irán.

Tampoco. Fue el Hezbollah libanés.

Menos aún. Fue un grupo de policías bonaerenses enredados en el robo de autos.

La batuta de ese desafinado concierto parecía estar en Washington y en Tel Aviv. Desde ambas capitales se nos informó, con total seguridad, que había sido Irán a través de Hezbollah.

Lo raro, rarísimo, era la rapidez y eficacia con que EE. UU. e Israel habían llegado a tan precisa como grave conclusión. Tanto la CIA como el Mossad habían tardado sólo tres o cuatro horas para llegar a saber en forma "indubitable", oficial, quién fue el autor intelectual, y quién el autor material del atentado.

Toda una hazaña.

Decididamente, algo olía mal en la Dinamarca argentina.

Sin pérdida de tiempo y para que no quedaran dudas, el Departamento de Estado, al mediodía de ese 18 de julio, transmitió oficialmente a nuestro entonces ministro del Interior Dr. Carlos Ruckauf, que se encontraba por otros motivos en Washington, el fantástico descubrimiento logrado por la CIA: fue Irán...

El presidente israelí Shimon Peres y el primer ministro Itzhak Rabin lo aseguraron enfática y simultáneamente desde Tel Aviv.

Ruckauf regresó de inmediato a Buenos Aires e informó al presidente Menem y su Gabinete sobre los pormenores del atentado, según le habían revelado desde el Departamento de Estado: los autores habían sido los iraníes, a través de Hezbollah.

El presidente Menem, muy convencido de ello o quizás muy asustado, tomó una decisión que marcó rumbos nuevos, muy raros también, en el Derecho Internacional: en uso de sus poderes constitucionales y de la soberanía nacional... decretó la extraterritorialidad de la zona del siniestro, y confió la investigación "in situ" del atentado a las fuerzas militares y a los servicios de espionaje de dos países extranjeros: EE. UU. e Israel, la CIA y el Mossad.

El Ejército Argentino, La Policía Federal Argentina, la Gendarmería Nacional argentina y la SIDE argentina, por ese acto de "soberanía nacional" de Menem, quedaron bajo las órdenes del Ejército israelí.

El presidente Menem dijo que, de ese modo, todo el mundo se podría quedar tranquilo sobre la imparcialidad y eficacia de la investigación... ¡Notable!

Mucho mal olor. Más que en Dinamarca.

Entonces sucedió otro hecho prodigioso: un capitán del Ejército israelí encontró entre los escombros un pedazo del bloque del motor de una Trafic Renault con el número de fabricación intacto. Algo demasiado absurdo para ser creíble. Un terrorista, por inexperto que sea, jamás deja su impresión digital en el lugar del crimen: ¡nada menos que el motor del coche bomba con su número de fabricación intacto...! Sólo faltaba que el terrorista chambón hubiera dejado su DNI, sus impresiones digitales y una muestra de su ADN al lado del motor...

Esa torpeza de los supuestos criminales irano-libaneses se complementaba a las mil maravillas con la descomunal buena fortuna de los militares israelíes: los primeros se olvidaron de borrar el número del motor del coche bomba a usar, y los segundos lo encontraron "casualmente" entre los escombros...

Simplemente, algo prodigioso, increíble.

El 26 de julio, es decir ocho días después del infernal atentado, los investigadores afortunados nos informaron que el coche bomba había sido vendido por un reducidor de autos robados, de apellido Telleldín.

Ese mismo día, la SIDE solicitó por nota al juez Juan José Galeano que interviniera cuatro líneas telefónicas, sin indicar quién era el titular de esas líneas, y sin ciar razón alguna que avalara tan extraño como sugestivo pedido. Galeano supuso que la SIDE estaba siguiendo a un sospechoso.

El 29 de julio a la medianoche, las empresas telefónicas informaron al juez que esas cuatro líneas telefónicas pertenecían a un comerciante del barrio "yabrudense" de Buenos Aires, de nombre Alberto Jacinto Kanoore Edul, y que éste había llamado el 10 de julio, desde uno de esos teléfonos, a Telleldín...

Pero, ¿Quién lo conocía a Edul? ¿Cómo supo la SIDE el 26 de julio que debía intervenir esas cuatro líneas de Edul, si recién tres días después las telefónicas informaron quién era su dueño y qué llamadas había hecho? Nadie pudo explicarlo. Peor, nadie se atrevió a pedir explicaciones.

El 31 de julio allanaron los domicilios (el particular j^el comercial) de Edul. Descubrieron que era musulmán...

El cerco se iba cerrando.

Entre los efectos secuestrados figuraba la agenda personal de Edul.

El padre de Edul, tan seguro estaba de la inocencia de su hijo, que convidó café a los policías mientras éstos allanaban su domicilio...

El Io de agosto el juez Galeano indagó a Edul.

Poco días después, el juez encontró en la agenda de Edul el nombre y la dirección de Mohsen Rabbani, un sheij musulmán de la escuela shiita iraní, que era, a su vez, consejero cultural de la Embajada de Irán en Buenos Aires. La SIDE, sólo por casualidad y buena suerte, seguía a Rabbani y escuchaba sus conversaciones telefónicas desde hacía dos años... sólo por casualidad y buena suerte.

Misión cumplida.

Los militares y espías israelíes y norteamericanos, que habían venido, según la versión oficial, a esclarecer el caso (y, según algunos testimonios, a llevarse las pruebas comprometedoras para su país y a "plantar" motores entre los escombros...), podían regresar a sus bases repitiendo el lacónico parte de guerra de Julio César al Senado romano: "Veni, vidi, vid".

La CIA y el Mossad, en menos de 15 días, habían "probado" lo que sus gobiernos sabían ya el mismo 18 de julio: los autores del execrable atentado pertenecían a la tenebrosa pista Irán-Siria-Líbano-Hezbollah... Edul. Estaba todo resuelto.

¿Lo estaba?

Al momento de escribir estas líneas han pasado 17 años y diez meses desde que la CIA y el Mossad "descubrieron" a los criminales. Durante ellos, se han llenado en total alrededor de 1.000.000 de fojas, es decir, 2.000.000 de páginas, distribuidas en unos 5.000 tomos o cuerpos. La investigación sobre Edul, sólo ella, ocupa ya más de 23.000 fojas, que equivalen a 46.000 páginas. Una montaña de libros con investigaciones.

Y, a pesar de una pesquisa tan prolongada (la más larga que se conozca en la Argentina) y de tamaño papelerío (el más voluminoso expediente judicial de nuestra historia), un numeroso ejército de camaristas, jueces, fiscales, abogados auxiliares y empleados administrativos no logró encontrar una sola prueba, por pequeña y débil que fuere, que inculpara a los árabes, o a los iraníes, o a cualquier otro musulmán... y menos aún a Edul. Al contrario. Todo indica que los autores pertenecen a otra pista, a la cual nadie quiere o se atreve a investigar, porque podría descubrirse que el zorro estuvo cuidando el gallinero durante estos últimos casi 18 años.

La gravedad del asunto, sus nefastas consecuencias para las relaciones internacionales de nuestro país y la suerte de mi defendido Edul, me han llevado a escribir este libro.

El lector no encontrará en él un alegato político, sino una exposición casi académica, ciertamente objetiva y documentada, sobre la verdad del caso AMIA. Encontrará, también, datos precisos del atentado contra la Embajada de Israel, y el sorprendente parecido del método terrorista empleado en cada uno de esos dos crímenes perpetrados contra la Argentina y contra la Humanidad.

Alberto Jacinto Kanoore Edul, su padre y sus dos hermanas, entre lágrimas de dolor, impotencia y rabia, me designaron apoderado y abogado defensor en agosto de 2004. Llevo más de siete años en esa labor profesional. Conozco el expediente de la causa AMIA como pocos.

Nuestro país y el mundo deben conocer la verdad que han logrado ocultar hasta hoy esos 2.000.000 de páginas. Es necesario que la conozcan porque, debido a ese ocultamiento, los 41 millones de argentinos y, especialmente, los deudos de los 85 compatriotas inocentes asesinados en el atentado a la sede de la AMIA llevan 17 años y diez meses esperando que se encuentre a los culpables... a los verdaderos.

No hay impericia. Hay encubrimiento.

Trataré de probarlo.

Creo mi deber hacerlo, no sólo para cumplir correctamente mi labor como abogado defensor de los Edul, sino también porque el caso AMIA (junto con el similar de la Embajada de Israel en Buenos Aires) y la ocupación de las Islas Malvinas por una potencia de la OTAN, son las dos grandes cuestiones estratégicas de ámbito internacional a resolver por nuestro país. Los 40 años que llevo en esta profesión, mi conocimiento de la causa AMIA y mi larga experiencia en la vida pública, tanto en el terreno legislativo, como en el diplomático y en el ejecutivo, me han convencido de que ahí reside la clave de bóveda del futuro de la Argentina en el tablero mundial.

Y ello, porque ambos conflictos nos meten de lleno, y en mala posición, en el terreno que definirá la estructura y el equilibrio (o desequilibrio) de poder del siglo XXI, lo cual puede desencadenar una guerra feroz con armas inimaginables. Me refiero a la lucha por el dominio de EE.UU. sobre Medio Oriente, como paso preparatorio del enfrentamiento final con China. En esa locura perversa, Israel es y será un aliado estratégico e interesado de EE.UU., y nosotros, gracias a nuestra claudicante posición y actuación en los casos AMIA y Embajada, quedaremos en medio de las balas sin bebería ni comerla, seremos los idiotas útiles... si se me permiten ambas expresiones populares.

En este trabajo, podrá el lector encontrar las pruebas irrebatibles de que:

1. - Edul es totalmente inocente. Se lo acusa de haber comprado la Trafic que se habría usado como coche bomba, pero ese vehículo jamás apareció. Los peritos de los acusadores aducen que la Trafic está enterrada 3 metros bajo la vereda de la AMIA, donde dicen que se produjo la explosión. Pero el fiscal, el juez y la Cámara de Apelaciones se niegan sospechosamente a excavar en ese lugar para saber si ello es cierto.

2. - A Edul se lo persigue, a pesar de ser un pequeño engranaje de esta inmensa maquinaria, porque lo necesitan para montar un "relato" que permita el logro de inconfesables objetivos políticos ajenos a él y a la Argentina. Es la "pata argentina", la conexión local que requiere dicho "relato".

3. - Es virtualmente imposible que Irán, Siria, el Líbano y el Hezbollah hayan tenido algo que ver en este atentado.

4. - La pesquisa judicial se ha efectuado exclusivamente sobre la base de lo informado y solicitado por EE.UU. y su central de inteligencia, la CIA, y por el Estado de Israel y su servicio secreto, el Mossad.

5. - La conducta de EE.UU e Israel y sus servicios secretos de inteligencia los transforma en los principales sospechosos. Sólo eso: sospechosos, que deben ser investigados indefectiblemente si se desea que el juicio sobre el atentado a la AMIA sea serio y descubra a los culpables.

7.- Los atentados a la AMIA y a la Embajada de Israel tienen tantas similitudes entre ellos que se torna razonable atribuirlos al mismo autor intelectual e investigarlos en conjunto.

¿Es ello posible y creíble? ¿EE. UU. e Israel, y sus respectivos servicios secretos pueden haber llegado a tanto? ¿Pudo un sector de israelíes asesinar a sangre fría a más de medio centenar de judíos en la AMIA, y a más de 10 en la Embajada? ¿Cuál pudo ser el motivo de tamaño crimen? Y si fue así, ¿por qué EE. UU. lo apaña y aun lo protege?

Esos interrogantes serán tratados en los capítulos finales, porque permitirán comprender los motivos que han llevado a los magistrados actuantes a cometer las muchas y graves anormalidades que saturan el expediente del atentado a la AMIA, así como en el de la Embajada, y las manifiestas falsedades que se han propalado sobre esos crímenes y su investigación en todos los medios nacionales y extranjeros.

Y ello, no sólo porque Edul merece justicia, sino porque la Argentina, como nación, necesita que los atentados a la Embajada y a la AMIA se esclarezcan debidamente.

He ahí el meollo de la cuestión.
Del Viso, 31 de mayo de 2.012.

Juan Gabriel Labaké

CONCLUSIÓN

 

Por lo expuesto en este libro, estimo que pueden sacarse las siguientes conclusiones:

1. - En ambos atentados, Embajada de Israel y AMIA, la explosión se produjo en el interior del edificio respectivo.

2. - Por lo tanto, hay que descartar el uso de un coche bomba en ambos casos.

3. - De ello se deduce, automáticamente y sin lugar a dudas, que tanto los iraníes, como los Edul, nada tuvieron que ver en esos dos atentados.

4. - Todos quienes niegan a priori la explosión interna y exigen no abrir ese curso de investigación a pesar de ser el más lógico y probable, es decir el Estado de Israel, la DAIA y la AMIA, quedan sospechados de estar ocultando algo muy grave, y encubriendo criminalmente a los verdaderos asesinos.

5. - En esa maniobra delictiva de encubrimiento estarían incursos los fiscales, los jueces y los camaristas que actuaron en ambas causas y, lamentablemente, también la Corte Suprema de Justicia de la Nación, así como las autoridades y servicios secretos de inteligencia nacionales y extranjeros que exigieron culpar a la pista Irán-Siria-Líbano-Hezbollah-Edul, y no investigar la pista israelí-norteamericana.

6. - Es muy probable que ambos atentados hayan sido perpetrados por grupos fundamentalistas religiosos judíos de Israel, amparados y apoyados por un sector del Shin Beth.

Me inclino a creer que fue el Gush Emunin y no el Jabad Lubavitch, pues en aquel tiempo el Emunin era el más fuerte y activo de los dos y el que había logrado infiltrar al Shin Beth.

7. - El objetivo de los asesinos fue, previsiblemente, torpedear los acuerdos de paz que estaba negociando Isaac Rabin con Yasser Arafat, y que consistían en que Israel devolviera a los palestinos los territorios arrebatados (parte del "Eretz Israel") en la guerra de los "seis días" de 1967, a cambio de la paz entre ambos pueblos.

8. - Para ello, le mandaron un primer mensaje terrorista a Rabin con el atentado a la Embajada de Israel en marzo de 1992. Al ver que, aún así, Rabin seguía adelante con el plan de paz, le mandaron un segundo mensaje terrorista: el atentado a la AMIA en julio 1994. Pero, como Rabin demostraba ser más tozudo que ellos, optaron por la "solución final": lo asesinaron al propio Rabin en noviembre de 1995. Y lograron su objetivo: como ya dije, desde ese día jamás tuvo Israel un gobierno partidario de firmar la paz con los palestinos. El "Eretz Israel" estaba a salvo...

9. - De modo que los dos atentados de Buenos Aires se inscribirían en la larga y sangrienta serie de crímenes terroristas semejantes cometidos por los fundamentalistas religiosos judíos, que el Dr. Norberto Ceresole ha descripto tal como lo consigné en el capítulo 15.

10. - Quienquiera haya sido el autor intelectual y material del atentado a la AMIA, es evidente que la SIDE y, en menor medida, la Policía Federal Argentina, tuvieron activa participación en su preparación o, al menos, en el ocultamiento de sus verdaderos autores y, consecuentemente, en el armado de pistas falsas como la de Edul, el coche bomba, el chofer suicida y otras muy notorias.

11. - Ante esa montaña inconmensurable de poder e intereses mundiales inconfesables, y la crueldad con que luchan por retenerlos sus beneficiarios de hoy, ¿qué pueden decir los Edul, sino es aquello de Calderón de la Barca?:
Apurar, cielos, pretendo, ya que me tratáis así qué delito cometí contra vosotros, naciendo; aunque si nací, ya entiendo qué delito he cometido.

Los reales criminales necesitaban un musulmán. Como en la Argentina no hay casi familias de origen iraní, les vino bien una de origen sirio y de fe islámica.

Sólo por haber nacido en una familia de origen árabe y profesar la religión musulmana, los Edul han sido, y siguen siendo martirizados desde hace 18 años.

Es hora de ponerle fin a ese atropello.
Labaké, Juan Gabriel