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Guerra en Finlandia (1939-1944)

 

Juan Vázquez García

Guerra en Finlandia (1939-1944) - Juan Vázquez García

80 páginas
Muy ilustrado
24 x 17 cm.
Editorial Galland books
2010

Encuadernación rústica cosido
 Precio para Argentina: 60 pesos
 Precio internacional: 12 euros

En las últimas fases de la Primera Guerra Mundial, Finlandia vivió una sangrienta guerra civil, entre los prosoviéticos y las unidades "blancas", cuyos mandos provenían mayoritariamente del ejército zarista.
A finales de los años treinta, las demandas soviéticas habían alcanzado cotas insoportables, en virtud del tratado suscrito entre Ribbentrop y Molotov, el 23 de agosto de 1939, en el que Finlandia había quedado en la esfera de influencia soviética.
Los finlandeses respondieron con una rotunda negativa y con el fortalecimiento de lo que se daría en llamar la Línea Mannerheim, una cadena de fortificaciones de campaña a lo largo del istmo de Karelia, vía de penetración natural desde Rusia.
Stalin, totalmente ignorante de la realidad, creía que la mayo parte de la población finlandesa acogería con los brazos abiertos al Ejército Rojo, viéndolo como un libertador, pues Finlandia era una nación de trabajadores comunistas que se encontraban oprimidos por una dictadura burguesa. Pronto comprobaría cuán equivocado estaba

 

 

ÍNDICE

Introducción
Comienza la guerra
Desastre en el frente central
La batalla al norte del Ladoga
Asalto al istmo
Timoshenko entra en escena
El final
La Guerra de Continuación

INTRODUCCIÓN

En las últimas fases de la Primera Guerra Mundial, Finlandia vivió una sangrienta guerra civil, entre los pro-soviéticos y las unidades «blancas», cuyos mandos provenían mayoritariamente del ejército zarista, entre los que destacó Carl Gustav Mannerheim, nacido en el seno de una aristocrática familia sueco-finlandesa. A finales de 1918, con ayuda alemana, el bando comunista se rindió y en 1920, el Tratado de Tartu, firmado entre Finlandia y la Unión Soviética, forma­lizó un nuevo estatus. Además de las fronteras, las relaciones serían radicalmente distintas, pues los finlandeses temían a los bolcheviques, mientras que los soviéticos estaban incómodos con un vecino que había optado por un sistema burgués y capitalista y se había acercado al enemigo germano.
La llegada de Stalin al poder no hizo sino empeorar las relaciones, pues deseaba una Finlandia muy débil, con una amplia zona desmilitarizada en el Báltico y en el istmo de Karelia, con el absurdo pretexto de preservar la seguridad de Leningrado.
Afínales de los años treinta, las demandas soviéticas habían alcanzado cotas insoportables, en virtud del tratado suscrito entre Ribbentrop y Molotov, el 23 de agosto de 1939, en el que Finlandia había quedado en la esfera de influencia soviética. Ante el pasivo cinismo de Hitler, Stalin pretendía que la frontera en Karelia se retrasara hasta unos 30 kilómetros de Viipuri y fuese desprovista de defensas, así como la cesión de la península de Hanko y de varias islas en el golfo de Finlandia.
En contrapartida, Stalin ofrecía más de 5.000 km2 de territorio estéril de la Karelia soviética, así como el reconocimiento de la soberanía fin­landesa del archipiélago de las Alands.
Los finlandeses respondieron con una rotunda negativa y con el for­talecimiento de lo que se daría en llamar la Línea Mannerheim, una cadena de fortificaciones de campaña a lo largo del istmo de Karelia, vía de penetración natural desde Rusia. Al norte del lago Ladoga el terreno era muy difícil, con enormes extensiones de lagos y bosques, escasas carreteras y poca población. Se sucedieron una serie de encuentros al más alto nivel entre ambos países, así como varias consultas entre Fin­landia y sus posibles aliados, para valorar el grado de apoyo con el que podrían contar en el caso de ataque soviético. Suecia no contaba con grandes recursos y estaba temerosa de lo que pudiera pasarle, tras la invasión de Polonia. Francia y el Reino Unido se mostraban tan pasivas y pusilánimes como siempre en esa fase de la guerra y no aportaron más que buenas palabras, mientras que, en Alemania, Hitler proclamaba una cínica neutralidad en caso de conflicto. El 23 de octubre tuvo lugar una tensa reunión en el Kremlin, entre los representantes finlandeses Tanner y Passikivi, y Molotov y Stalin, en la cual, Molotov, visiblemente contra­riado con la firme determinación finlandesa, dijo bruscamente: «¿Es su intención provocar un conflicto?», a lo que Paasikivi respondió secamente «¡Nosotros no deseamos tal cosa, pero, al parecer, ustedes sí!».

Tras rechazar el ultimátum soviético, los finlandeses se prepararon para la guerra, que comenzó, con indiscriminados ataques aéreos, el 30 de noviembre de 1939. Stalin pretendió culpar a los finlandeses de la primera agresión, para lo cual no dudó en causar varias bajas entre sus propios soldados, con fuego de mortero, en la localidad de Mainila, en el istmo de Karelia, culpando de las mismas a la artillería finlandesa. El Kremlin rompió relaciones diplomáticas con Fin­landia el día 29, al mismo tiempo que varias de sus unidades cruzaban la frontera en Petsamo.