Libreria Argentina Libreria Argentina Libreria Argentina

 

Juan Manuel de Rosas: La Ley y El Orden

 

Leonardo Castagnino

Juan Manuel de Rosas. La Ley y El Orden - Leonardo Castagnino

384 páginas
medidas: 15 x 25 cm.
Ediciones La Gazeta Federal
2011
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 440 pesos
 Precio internacional: 22 euros

En esta obra se dan a conocer documentos y episodios de la Confede­ración Argentina. El autor ha seleccionado artículos que describen la singular personalidad Juan Manuel de Rosas. Dotado de una fuerte personalidad, partidario de la ley y el orden, trabajador incansable, inteligente y sagaz, Rosas pudo descubrir intrigas y quedar victorioso ante las agresiones y guerras con sus adversarios y enemigos internos aliados con las principales potencias de la época. Su natural intuición y sagacidad le permitieron vaticinar hechos como el asesinato de Ale­jandro Heredia, la Guerra del Paraguay o el descubrimiento y castigos de los culpables por la muerte de Facundo Quiroga.
¿Quién fue Juan Manuel de Rosas? ¿Asumió el poder por ambiciones personales o fue empujado por las circunstancias? ¿Fue Rosas un tirano o el hombre necesario de la época? La opinión de distintos estudiosos, la trascripción de documentos y testimonios de esa época, permitirán al lector formar su propias opiniones, que pueden coincidir o no con las del autor.

 

 

 

 

 

ÍNDICE

PRÓLOGO    9
CAP. 1: INTRODUCCIÓN 11
El brazo vigoroso         11
Los hombres "de copete"                    16
CAP. 2: HOMBRE DE PALABRA   19
Las palomas impúdicas            20
La palabra de Rosas      21
Chilenos, Ranqueles y Pampas 22
Disidencia de Rosas     23
El retiro de Rosas         24
CAP. 3: MALÓN Y DESPUÉS         27
El administrador de estancias   27
Los malones    29
El auxilio de Rosas       30
Los ganaderos  32
La política sinuosa                  33
Cuando las papas queman       35
La asamblea con los indios       36
La demarcación de fronteras    37
El compromiso incumplido    38
La espalda de Rosas      39
CAP. 4: ASUNCIÓN DE ROSAS AL PODER        41
Al primer gobierno - (8 de diciembre de 1829)           41
Renuncia al primer gobierno    43
La suma del poder       46
Designación al segundo gobierno (1835)         49
Voto en disidencia       55
La ley y el orden          57
Rosas y los indios        58
El complot unitario de 1833   59
GAP. 5: ROSAS Y LAS FIESTAS PATRIAS 61
Rosas y el 25 de Mayo 61
9 de Julio Federal (1835)        63
CAP. 6: ROSAS Y LA ORGANIZACIÓN NACIONAL     67
El Pacto Federal de 1831         67
La carta de Hacienda de Figueroa        68
El pensamiento de los caudillos           77
Testimonio de Robert Gore    79
Pensamiento del exiliado         80
La Constitución olvidada        83
CAP. 7: LA INTELIGENCIA DE ROSAS    89
La historia oficial         89
Testimonios de extranjeros      91
CAP. 8: EL ASESINATO DE QUIROGA    93
Rosas, López, y "el moro" de Quiroga 93
Los hermanos Reinafé  95
Los Reinafé tienen miedo        96
A la espera de una oportunidad            97
El Monte de San Pedro           99
Misión Quiroga          102
Facundo inicia el regreso          103
El Capitán Santos Pérez           104
Las vísperas del crimen 106
Barranca Yaco  108
Intrigas y simulaciones unitarias           113
Rosas echa manos al asunto (abril de 1835)     116
Reconstrucción del hecho        128
La actitud de Estanislao López (mayo de 1835)           130
Manifiesto de intimación a los Reinafé (junio de 1835)          137
Juicio y defensa (1836)            138
La sentencia (1837)     143
CAP. 9: ALEJANDRO HEREDIA    145
La intuición de Rosas   145
El asesinato (1838)      146
Declaraciones de un cobarde (1841)    146
CAP. 10: INVASIÓN UNITARIA (1838-1840)      149
Delicada situación        149
El sinuoso patriotismo de Lavalle (1838)        150
La espada, la pluma y la palabra. (1839)          151
La doble opción          153
La opción equivocada  154
La mulita por el rabo (1840)   156
Máximas unitarias       156
Las vidalitas de I.amadrid        160
Hambre y vidalitas      166
Los gemidos    167
Facultades omnímodas            172
CAP. 11: EL GENIO DE ROSAS     179
El entorno       179
La organización del Ejército de Vanguardia      179
El conocedor de hombres        181
CAP. 12: EL AJUSTE DE CUENTAS          183
Domingo Cullen         183
Dos barras de grillos (1839)     184
Las medias de lana (1839)       194
La posta de Vergara (1839)      195
CAP. 13: LA INDULGENCIA          199
Pedro Ferré      199
El indulto        199
CAP. 14: LA PROPUESTA DE FRUCTUOSO RIVERA   203
, El personaje   203
El "Pardejón" nos declara la guerra (7 de marzo 1839) 205
La propuesta de Rivera y la respuesta de Rosas (1839) 206
El cazador trampeado (diciembre de 1842)      207
CAP. 15: LA POLÍTICA AMERICANISTA 209
La amenaza de Chile    209
El pensamiento de Rosas         210
CAP. 16: LA INDEPENDENCIA DE PARAGUAY 223
El pedido de independencia paraguaya (1842) 223
La negativa de Rosas (1843)                225
El vaticinio de Rosas                227
La perspectiva histórica            228
Sin rencores     229
El reconocimiento paraguayo   230
CAP. 17: ESTRATEGIAS      231
Unitarios y federales    231
Las "amnesias" del general Paz 235
Sueños y ambiciones    235
La "Comisión" de Chile          236
Las estrategias de Sarmiento     240
No sólo intereses comerciales   242
Los "afanes" unitarios  244
La actitud de San Martín         247
Rosas en el Parlamento Francés           250
Rosas, Malvinas y la deuda      252
Defensa de la soberanía            255
CAP. 18: ROSAS FRENTE A LAS AGRESIONES EXTRANJERAS 257
Política inglesa 257
Politiquería francesa                            259
Intrigas del imperio brasileño              259
Traición de los salvajes unitarios          260
La Confederación Argentina    262
El eslabón de Obligado           263
Las vísperas de la guerra                       263
Leña al fuego               264
El incendio. Vuelta de Obligado         264
El Himno de Obligado                       267
Regreso sin gloria         270
CAP. 19: NO SOMOS EMPANADAS        273
No somos empanadas  273
La carta norteamericana                       276
La resma de papel        278
La paz con los anglo-franceses  279
La osadía de una colonia de segundo orden      284
Recuperación de las banderas   287
CAP. 20: LA DIGNIDAD NACIONAL       293
Misión Howden-Waleswky (1847)     293
Misión Gore-Gros       293
El pretendido nuevo Agente Consular (1848)  296
El reconocimiento unitario (1848)      299
CAP. 21: LA CIVILIZACIÓN          301
El batallón de Aquino  301
Confesión y testimonio           302
Mano dura      303
CAP. 22: EXILIO Y MUERTE          309
El exilio           309
Canora y El Soldadito                                                                                    311
Los papeles de Rosas    311
Juicio de Dios y de la Historia             312
El mejor caballo          312
El pensador      313
Libertad y licencia        314
Sus últimos días          315
Sobriedad y grandeza   315
CAP. 23: VOLVÉ, JUAN MANUEL           317
Los arrepentidos          317
El adversario    318
Camorras en el Plata    319
Más vale nunca que tarde         320
Volvé, Juan Manuel    321
Juan Manuel y el cancionero popular.  321
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA          323
OTRAS OBRAS DEL AUTOR        325

PRÓLOGO

 

Juan Manuel de Rosas es una de las personalidades más controvertidas de la historia argentina, ignorado por los primeros "intentos históricos" de sus adversarios políticos. En rescate de esa historia fue Adolfo Saldías, hijo de antirosistas y antirosista él mismo. Tras meticuloso estudio de documentos y papeles de la época, Saldías escribió su obra "Historia de Rozas", -luego titulada "Historia de la Confederación Argentina"-, respe­tando lo que consideró la verdad histórica, para disgusto de muchos.
La controversia iniciada con la obra por Saldías continúa hasta nues­tros días, pero más allá de las opiniones de panegiristas y detractores, de alabanzas o injurias, lo cierto es que Rosas fue el hombre necesario de la época, para terminar con la anarquía con "un brazo vigoroso", tal como lo intuyó el propio San Martín.
Tal vez uno de los rasgos más característicos de la personalidad de Ro­sas fue su apego y respeto de la Ley y el orden, por lo que recibió el título de Restaurador de las Leyes. Designado para su segundo período de go­bierno, en algunas frases de su proclama de ascensión, dejó en claro su pensamiento:
"Ninguno de vosotros desconoce el cúmulo de males que agobia a nuestra amada patria, y su verdadero origen. Ninguno ignora que una fracción nume­rosa de hombres corrompidos, haciendo alarde de su impiedad, de su avaricia, y de su infidelidad, y poniéndose en guerra abierta con la religión, la honesti­dad y la buena fe, ha introducido por todas partes el desorden y la inmoralidad; ha desvirtuado las leyes, y hécholas insuficientes para nuestro bienestar; ha generalizado los crímenes y garantido su impunidad; ha devorado la hacien­da pública y destruido las fortunas particulares; ha hecho desaparecer la con­fianza necesaria en las relaciones sociales, y obstruido los medios honestos de adquisición; en una palabra, ha disuelto la sociedad y presentado en triunfo la alevosía y perfidia. La experiencia de todos los siglos nos enseña que el remedio de estos males no puede sujetarse a formas, y que su aplicación debe ser pronta y expedita y tan acomodada a las circunstancias del momento..."
Rosas fue coherente con su pensamiento, y durante más de veinte años de gobierno, luchó a brazo partido contra las intrigas y revueltas ininte­rrumpidas provocadas por sus adversarios y enemigos, que llevados por su odio visceral a Rosas no tuvieron perjuicios para aliarse con potencias extranjeras en contra de su Patria. Y Rosas lo hizo con inteligencia, con intuición y sagacidad, con un trabajo titánico y honesto, usando la diplo­macia, la política y la fuerza.
Rosas conservó esos principios hasta su muerte, y desde el exilio escri­bía que nunca tomaría parte de una acción contra un gobierno constitui­do.
¿Quién fue Juan Manuel de Rosas? ¿Asumió el poder por ambiciones personales o fue empujado por las circunstancias? ¿Fue Rosas un tirano o el hombre necesario de la época? La opinión de distintos estudiosos, la trascripción de documentos y testimonios de esa época, permitirán al lector formar su propias opiniones, que pueden coincidir o no con las del autor.

INTRODUCCIÓN

 

El brazo vigoroso

El 6 de abril de 1829, el Libertador General San Martín le escribe a Tomás Guido (1):
"Las agitaciones de diez y nueve años de ensayos en busca de una libertad que no ha existido... hacen clamar a lo general de los hombres por un gobierno vigoroso, igualmente conveniente para que el país pueda existir es de necesidad absoluta que uno de los dos partidos desaparezca... al efecto se trata de buscar un salvador que reuniendo el prestigio de la victoria, el concepto de las demás provincias, y más que nada un brazo vigoroso que salve a la Patria de los males que la amenazan..."
Como vemos, el Libertador pensaba en la necesidad de un "brazo vi­goroso" para abatir la anarquía en que se encontraba la Confederación. Juan Manuel de Rosas no defraudaría las esperanzas del Libertador, y como sabemos, mantuvo con éste una significativa correspondencia con muestras de mutuo apoyo y consideración, hasta la desaparición física de San Martín, quien antes de su muerte, dejó testimonio de sus sentimien­tos, legando además su sable libertador a Juan Manuel de Rosas.
Cuando las intervenciones extranjeras, los ministros europeos ve­nían con proposiciones y se volvían con la manos vacías, ante la tenaci­dad de Rosas, que finalmente se salió con la suya "sin retroceder un tran­co de pollo" (según palabras del propio Rosas) "El que las hace las paga ...y al son que me tocan bailo".
San Martín se enteró de la acción de Vuelta de Obligado, donde los cañoncitos de Mansilla (2) y Thorne (3) hicieron estragos, no tanto en los acorazados de guerra como en la flota mercante y en el ánimo de los in­terventores. Desde Europa San Martín le daba a esa lucha una importan­cia trascendental, y en carta a Tomás Guido del 10 de mayo de 1846, San Marín le expresa:
"...ya sabía la acción de Obligado, donde todos los interventores habrán vis­to por este echantillón (4), que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca. A un tal proceder no nos queda otro partido que el de no mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres, sea cual fuere la suerte que depare el destino, que por íntima convicción no sería un momento dudoso en nuestro favor si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá sobre nuestra Patria, si las Naciones europeas triunfan en la contienda, que en mi opinión es de tanta trascendencia como la de nues­tra emancipación de la España. Convencido de esta verdad, crea Ud. mi buen amigo, que jamás me ha sido tan sensible, no tanto mi avanzada edad como el estado precario de mi salud, que me priva en esta circunstancia de ofrecer a la Patria mis servicios, no por lo que puedan valer sino para demostrar a nuestros compatriotas, que aquella tenía aún a un viejo servidor cuando se trata de re­sistir la agresión, la más injusta de la que haya habido ejemplo..."
Con estas cartas pone el Libertador al descubierto la ceguera de los unitarios que se unían al extranjero en una contienda que era "de tan­ta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España." Pero San Martín confiaba en que los diplomáticos europeos, que iban y venían de Europa, se estrellarían con la sagacidad (5) y tenacidad de Rosas, y así si lo expresaba en carta a Tomas Guido el 27 de diciembre de 1847:
"...Dirá a Ud. que orejeo cada vez que veo dirigirse a nuestras playas a estos políticos y a pesar de lo que se dice de los sinceros deseos que estos dos gobier­nos tienen de concluir definitivamente las diferencias con nuestro país, de to­dos modos yo estoy tranquilo en cuanto a las exigencias injustas que puedan tener estos gabinetes, porque todas ellas se estrellarán contra la firmeza de nuestro Don Juan Manuel..."
Nótese que San Martín se refería a Rosas como "nuestro Don Juan Ma­nuel". En 1844, seis años antes de su muerte, San Martín en su testamen­to otorga a Rosas el sable libertador: "El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas, como prueba de satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sos­tenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranje­ros que tratan de humillarla".
Este gesto del Libertador no fue reconocido por ciertos hombres que trataron de ocultarlo, como lo demuestra la carta que Valentín Alsina (6) le dirige a Don Félix Frías (7) el 9 de noviembre de 1850 desde Montevideo, y refiriéndose a San Martín le dice: "...como militar fue intachable; pero en lo demás era muy mal mirado de los enemigos de Rosas. Ha hecho un gran daño a nuestra causa con sus prevenciones agrestes y cerriles contra el extranjero, copiando el estilo y la fraseología de aquél; prevenciones tanto más inexcusa­bles, cuanto que era un hombre de discernimiento. Era de los que en la causa de América no ven más que la independencia del extranjero, sin importarle nada de la libertad y sus consecuencias... Nos ha dañado mucho fortificando allá y acá la causa de Rosas, con sus opiniones y con su nombre; y todavía lega a Rosas, tan luego su espada. Esto aturde, humilla e indigna y.. .pero mejor no hablar de esto. Por supuesto en el diario me he guardado de decir nada de esto..." (8)
La falsificación y ocultamiento histórico es confesado por sus propios autores. Así escribieron nuestra historia oficial. Tampoco se lo perdonará Domingo F. Sarmiento (9), quien había visitado a San Martín en Europa, y ante expresiones adversas que Sarmiento trató de hacer sobre Rosas, es interrumpido por el dueño de casa: "Ese tirano de Rosas que los unitarios odian tanto, -dijo San Martín- no debe ser tan malo como lo pintan cuando en un pueblo tan viril se puede sostener veinte años... me inclino a creer que exageran un poco -continuó el Libertador- y que sus enemigos lo pintan más arbitrario de lo que es... y si todos ellos y lo mejor del país, como ustedes dicen, no logran desmoronar a tan mal gobierno, es porque la mayoría convencida está de la necesidad de un gobierno fuerte y de mano firme, para que no vuel­van las bochornosas escenas del año 20 ni que cualquier comandante de cual­quier batallón se levante a fusilar por su orden al Gobernador del Estado" (10)
Sarmiento, despechado, le comenta en carta del 4 de septiembre de 1846 a su amigo Antonio Aberastain (11): "...va Ud. a buscar la opinión de los americanos mismos (en Europa) y por todas partes encuentra la misma inca­pacidad de juzgar. San Martín es el ariete desmontado ya que sirvió a la des­trucción de los españoles; hombre de una pieza; anciano batido y ajado por las revoluciones americanas, ve en Rosas el defensor de la independencia amena­zada y su ánimo noble se exalta y ofusca... San Martín era hombre viejo, con debilidades terrenales, con enfermedades de espíritu adquiridas en la vejez; habíamos vuelto a la época presente nombrando a Rosas y su sistema. Aquella inteligencia tan clara en otro tiempo, declina ahora; aquellos ojos tan pene­trantes que de una mirada forjaban una página de la historia, estaban ahora turbios y allá en la lejana tierra veía fantasmas extranjeros, todas sus ideas se confundían, los españoles y las potencias extranjeras, la Patria, aquella Patria antigua, la estatua de piedra del antiguo héroe de la independencia, parecía enderezarse sobre el sarcófago para defender la América amenazada..."' (12)

Los hombres "de copete"
La filosofía de nuestros hombres "iluminados" del siglo XIX, sostuvo que lo bueno y conveniente, era lo extranjero en contraposición con lo nues­tro, y lo resumieron en la falsa antinomia de "civilización o barbarie", donde la civilización venía de la Europa de ojos celestes. Buscaron alian­zas extranjeras y hasta pidieron el protectorado inglés. Se consideraron "ciudadanos del mundo". Ninguna importancia tenían nuestras tradicio­nes y costumbres; por el contrario, eran las causas de "nuestro atraso" que imposibilitaba la "civilización". Eran la "nueva generación", los "hom­bres de las luces", los abogadillos, los "iluminados", los "afrancesados", los de casaca y "cuello duro "que tildaron a los caudillos de bárbaros e igno­rantes. Rosas los llamaba hombres "de copete".
Rosas entendió esto perfectamente: "...Ya sabe que no debe fiarse ni creer en ningún hombre de casaca y corbata almidonada" - le dice a "Carancho del Monte" (13) en enero de 1834. (14) La grave situación de la Confederación, la anarquía de 1820 y el asesinato del gobernador Manuel Dorrego, entre otros desórdenes, llevan a Rosas al poder. El mal gobierno de Balcarce y de Viamonte, las intrigas unitarias y el posterior asesinato de Facundo Quiroga en Barranca Yaco, llevan nuevamente a Rosas al gobierno con la suma del poder otorgado por la Legislatura y confirmado por amplia mayoría plebiscitaria. La "Representación de las Relaciones Exteriores" y encargado de la guerra, le darían un carácter de autoridad Nacional. Sin apartarse de la Ley establecida gobernó Rosas con mano firme bajo el Pac­to Federal de 1831. Hizo de componedor entre los celos o desavenencias entre los caudillos federales y respetó las autonomías provinciales. Con clara política americanista mantuvo las mejores relaciones posibles con los vecinos; respetó la autonomía de la Banda Oriental cedida en tiempos de Rivadavia, y con políticas de persuasión trató de reincorporar a la Con­federación las provincias del Alto Perú y Paraguay, absteniéndose de inva­dir sus territorios aún habiendo vencido a López o al tirano Santa Cruz, que le había declarado la guerra, o negándose a "confederar" la provincia de Río Grande do Sul durante la revolución de los Parraphos. Respetó las prerrogativas de los residentes extranjeros otorgadas por el tratado de 1825 pero sostuvo firmemente la integridad territorial, el honor y la so­beranía nacional ante la agresión de las potencias extranjeras, apoyados por los "auxiliares" unitarios. Contuvo el avance imperialista de Brasil y su aliado oriental Fructuoso Rivera, que tratando de incendiar la Confe­deración pretendía escindir la Mesopotamia como nación independiente, intrigando con unitarios como los hermanos Varela y compañía. Durante más de 20 años luchó a brazo partido contra las intrigas unitarias, fogoneadas desde Montevideo por "iluminados" como Alberdi, Carril, los her­manos Varela o Esteban Echeverría, y desde chile por Sarmiento o por los unitarios emigrados de Bolivia. Soportó traiciones, revueltas y guerras ci­viles, como las llevadas a cabo por Lavalle, Paz, Lamadrid o Maza con los Libres del Sur, aliados a las potencias extranjeras. "Si más no hemos hecho, es porque más no hemos podido", estampó en su renuncia a la gobernación, tras la batalla de Caseros. Derrotado por la coalición de traidores, enemi­gos internos y externos, se retiró al exilio sin bienes materiales y con sólo un cajón de papeles para conocimiento de la posteridad.

Rosas no fue un usurpador del poder; fue el "hombre necesario" en una época, en un país anarquizado y dividido en facciones enfrentadas, que no dudaban en unirse al enemigo extranjero para imponer sus ideas y fi­losofías contrarias a nuestras tradiciones y cultura. La derrota de Caseros fue un grave contraste, pero no alcanzará a destruir la obra de Rosas, ni borrar la fascinante personalidad de Juan Manuel: "Llegará el día en que desapareciendo las sombras sólo queden las verdades, que no dejarán de cono­cerse por más que quieran ocultarse entre el torrente oscuro de las injusticias". (Juan Manuel de Rosas. 1857)

 

NOTAS:
1  Tomas Guido (1778-1866). Político y militar argentino. Miembro de la Logia Lautaro, fue partidario de San Martín en su enfrentamiento con Alvear. Cooperó y apoyó la preparación de la expedición al Perú, boicoteada por el Directorio. Como militar y político permaneció junto a San Martín en Lima. Fue Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores durante el gobierno de Dorrego quien lo designa plenipotenciario ante la Corte de Río para la celebrar la Convención Preliminar de Paz con Brasil. Fue amigo personal de Juan Manuel de Rosas a quien prestó servicios diplomáticos en Chile, Ecuador, Bolivia y Brasil. Después de Caseros luchó por la unidad nacional cuando el centralismo porteño separó la Provincia de Buenos Aires de la Confederación.
A la vista de la errada política después de Caseros, recordando las épocas de la Confederación de Rosas, Tomás Guido se lamentaba en carta a Olazábal el 30 de enero de 1855: "Cuatro años hace... [de la caída de Rosas] ¿creería usted que el Brasil se lanzase a estas expediciones marítimas buscando camorras en el Río de la Plata y sus afluentes? Me parece un sueño lo que estoy presenciando y todo debido a nuestros errores."
Fue inteligencia y brazo armado de la Patria. Casado con Pilar Spano, falleció en 1866.
2          Lucio Norberto Mansilla. (1789-1871). Combatió en la invasiones inglesas. En 1810 se alistó en los ejércitos patrios y en 1814 en el Ejército de los Andes con el grado de Capitán. Combatió en Ayacucho y el sur de Chile a las órdenes de Las Heras. Enviado a Entre Ríos en apoyo de Francisco Ramírez, enfrentado con José Artigas. Forma parte del Estado Mayor en la guerra contra Brasil, luchando en Ituzaingó, Camacuá y Ombú... En 1834 es designado Jefe de Policía de la ciudad de Buenos Aires. Fue destacado orador de la legislatura rosista. Fue Jefe en la batalla de Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845, durante la histórica defensa de la Confederación en la guerra del Paraná contra las potencias europeas Inglaterra y Francia. Casado con Agustina Ortiz de Rozas, hermana del Restaurador, fue padre de Lucio Victor Mansilla. Murió el 19 de abril de 1871, víctima de la fiebre amarilla.
3          Juan Bautista Thome. Nacido en Nueva York en 1807, llega a la Argentina a los 18 años. Se autodefinió como "argentino por simpatía, por adopción, y por haber adquirido con mi sangre tan glorioso título". En 1825 se incorpora a la marina de la Confederación. Participa en la batalla de Carmen de Patagones contra Brasil. Interviene en la Expedición a los Desiertos del Sud de 1833, donde recibe medalla de honor por su desempeño. Participa de la heroica defensa de Martín García, en Vuelta de Obligado, Quebracho, Caaguazú, Cagancha, Don Cristóbal y Pago Largo. En todas recibió el reconocimiento por su actuación. En Vuelta de Obligado perdió la audición por lo que se lo conoció luego como el "Sordo de Obligado". En esa batalla estuvo a cargo de la batería Manuelita, donde resistió hasta disparar la última munición. Año después de esa batalla, el oficial inglés Sullivan devolvió la bandera tomada en Obligado, en reconocimiento a la actuación heroica de Thome. "Llevo en mi cuerpo -dijo una vez- las severas impresiones del plomo del Brasil, del plomo de la Francia, del plomo de la Gran Bretaña, y estos signos me hermosean a mi vista y estos signos me enorgullecen al contemplarlos."
Después de Caseros fue separado del servicio. En diciembre de 1852 acompaña al Coronel Hilario Lagos, sublevado contra los liberales porteños. En 1853 se lo separa definitivamente del servicio. Murió en Buenos Aires el 1° de agosto de 1885
4          Del francés échantillon: muestra.
5          Sagaz: Astuto y prudente, que prevé y previene las cosas. Que presiente. Que saca por el rastro la caza. (Diccionario de la Real Academia Española)
6          Valentín Alsina. (1802-1869) Jurisconsulto. En 1835 se exilia en Montevideo desde donde hace una insidiosa e intrigante campaña periodística contra Juan Manuel de Rosas. En septiembre de 1852 asumió como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, cargo al que renunció y retomó en 1857. Fue padre de Adolfo Alsina.
7          Félix Frías. (1816-1881). Político, diplomático y escritor. Opositor a Juan Manuel de Rosas, fue secretario de Lavalle en sus campañas militares contra el gobierno de Rosas. Autor de diversos escritos políticos, jurídicos y periodísticos reunidos bajo el título "Escritos y Discursos".
8          Sulé Jorge. La coherencia política de San Martín, .p.77.
9          Domingo Valentín Quiroga Sarmiento, más conocido como Domingo Faustino Sarmiento. Encarnizado opositor a Juan Manuel de Rosas, se exilió en Chile renunciando a la ciudadanía argentina. Como periodista chileno hizo campaña incentivando la ocupación chilena de la Patagonia argentina y el Estrecho de Magallanes. Enemigo del federalismo y de los caudillos, escribió el "Facundo, Civilización y Barbarie", con mentiras a designio según su confesión a Ramos Mexía. Participó como boletinero del ejército brasileño-urquicista que invadió la Confederación para derrocar al gobernador Juan Manuel de Rosas. Sobre su actuación en esos hechos dejó su versión en el libro Campaña del Ejército Grane". Luego de Caseros, como Ministro de Bartolomé Mitre, combatió y persiguió a los caudillos y gauchos federales del interior, festejando su persecución y muerte violenta. Incentivó la Alianza contra Paraguay haciendo una insidiosa campaña periodística contra Francisco Solano López. A la muerte de éste en Cerro Corá envió en festejo una serenata a la casa de Mitre. Fue Presidente Argentino y como tal concluyó la guerra contra Paraguay. Luego sofocó con el Ejército Nacional la revolución jordanista de Entre Ríos. Murió en Asunción del Paraguay. (Ver Castagnino Leonardo. Guerra del Paraguay. La triple Alianza contra los países del Plata).
10        Gálvez, Manuel. "Vida de Sarmiento". Emece Edit. 1945.
11        Antonino Aberastain. (1818-1861) Político y abogado. Gobernador de San Juan luego de la revolución que depuso al Gobernador José A. Virasoro. Resistió la intervención del Coronel Juan Saá. Aberastain fue derrotado el 2 de enero de 1861 en el combate "Rinconada del Pocito". Fue fusilado junto a otros cuatrocientos hombres. (Chávez Fermín. Diccionario Histórico Argentino, p.14)
12        Soler Cañas, Luis: "San Martín, Rosas y la falsificación".
13        Vicente González. (1791-1861). Nacido en Uruguay, participó en la lucha contra las invasiones inglesas. Adhirió a la Revolución de mayo incorporándose al Ejército como Capitán de Caballería. Hombre de confianza, amigo personal y partidario de Rosas, fue conocido como "Carancho del Monte" o "Don Carancho" por su fisonomía de nariz aguileña y llamado festivamente por Rosas como "Su majestad caranchísima". Participó junto a Rosas en la Expedición a los Desiertos del Sud de 1833. Se incorporó a las fuerzas de Manuel Oribe contra Lavalle, participando en la batalla de Quebracho Herrado. Con motivo del pronunciamiento de Urquiza declaró públicamente su adhesión a Rosas. Fue dado de baja de Ejercito después de la batalla de Caseros de 1852.
14        Carta de Rosas a Vicente González, "Carancho del Monte", el 1° de enero de 1834.