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Malvinas. Los héroes olvidados

 

Lilian Morelli

Malvinas. Los héroes olvidados - Lilian Morelli

239 páginas
Editorial Guardia Nacional
1990

Encuadernación rústica
 Precio para Argentina: 30 pesos
 Precio internacional: 9 euros

Este libro de Lilian Morelli que presenta GUARDIA NACIONAL rescata las reflexiones formuladas por integrantes de nuestras Fuerzas Armadas a ocho anos de la guerra del Atlántico Sur entre la Argentina y Gran Bretaña. En términos generales las opiniones no versan sobre tópicos técnicos del conflicto, más bien ilustran sobre las consecuencias del mismo y su prospectiva política. Desmiente, eso sí, una leyenda peyorativa del comportamiento de la tropa comprometida en la guerra y da cuenta de la opinión que al respecto tienen los responsables de la conducción en el Teatro de Operaciones.
Exponen, entre otros, los almirantes Busser, Robacio; los generales Quevedo, Mabragaña y Menéndez. También los coroneles Cervo, Aguiar, Andújar y el teniente coronel Rico; como asimismo suboficiales y soldados que participaron de la gesta.
Los diálogos mantenidos con los responsables de la conducción operativa, dieron pie a especulaciones de carácter político, que fueron ampliadas con opiniones de dos ex presidentes de la Nación, el doctor Arturo Frondizi y el general Marcelo Levingston. La autora no escatima conceptos que hacen a la políti­ca de desmalvinización, que por otra parte sus encuestados convalidan con sus criterios. Se trata de un libro básicamente testimonial pero carga­do del contenido que ocho años otorgan al episodio, donde se vislumbran responsabilidades aún a determi­nar.
Lilian Morelli que, desde joven se abocó al periodismo, prolongó esa actividad con la más medular de escritora. En toda su producción que, también traduce en este libro, resalta su permanente preocupación de que el hombre es el alma de los pueblos. Una obsesión que convierte en casi una angustia. Aquí su último testimo­nio de una guerra que la conmueve.

 

ÍNDICE


Agradecimiento       7
Prólogo del Padre Daniel Zaffaroni  9
A Modo de Introducción    11
Capítulo I - La Última Victoria        19
Capítulo II - La Guerra que Pudo Ser         37
Capítulo III - Fue todo lo Posible    55
Capítulo IV - La Guerra Inesperada           73
Capítulo V - Las Comunicaciones en Malvinas       85
Capítulo VI - La Infantería de Marina en Combate 101
Capítulo VII - Acción en Puerto Fox          117
Capítulo VIII - Artilleros y Comandos        131
Capítulo IX - Prospectiva de una Guerra    149
Capítulo X - Así se Luchó   169
Capítulo XI - La Guerra Aérea       183
Capítulo XII - Opinan dos ex-Presidentes   207
Capítulo XIII - Las Mujeres y la Guerra     219
Capítulo XIV - A Modo de Epílogo                       229
índice General         239

                  

PRÓLOGO

Este Prólogo tendría que haber sido hecho por algún capellán castrense, como el Padre José Fernández ó el Padre Roque Puyelli, que estuvieron alentando a nuestros soldados durante la lucha por Malvinas. Yo los admiro profundamente y los envidio santamente. Mi misión fue más modesta: rezar en retaguardia y organizar la oración entre la gente de Buenos Aires.
Por eso más que prólogo éste será un pequeño testimo­nio más de esa epopeya que conmovió al país y que fue "la más gloriosa de nuestra historia reciente", como se dijo al inaugurar el monumento recordatorio de la Plaza San Martín. Nadie me había asignado ninguna misión, a pesar de que ofrecí mis servicios al Ministerio de Defensa.
Por eso me dediqué sólo a encausar lo que la gente sen­tía y necesitaba: rezar. El lugar elegido fue el convento de Santo Domingo, ante la misma imagen de la Ssma. Virgen del Rosario que nos concediera la victoria cuando las In­vasiones Inglesas. Allí rezamos todo el día y todos los días que duró la guerra.
Continuas oleadas de cientos de personas se sucedían sin fin. Jóvenes, ancianos, amas de casa, obreros, estudian­tes, todos hermanados en una ferviente plegaria codo a codo. El Prior de los dominicos me ofreció dejar abierto el templo de noche para respetar ese río de fe. Fe que no de­cayó por la derrota, como no decayó otrora cuando el de­sastre de Huaqui. Por el contrario, nuestro derecho enton­ces se reafirmó. Todos los países del mundo lo conocieron y reconocieron, salvo, claro está, Inglaterra y sus satélites.
El cese de las operaciones fue sólo una tregua para un cambio de armas. Los diplomáticos ocuparon el lugar de los soldados. Seguimos confiando en la justicia de nuestra causa y en la justicia de Dios.
Desde entonces todos los días dos de mes celebramos una Misa recordando aquél 2 de abril de 1982. En ella pedimos por todos los hermanos que descansan en Malvi­nas. Sus tumbas son cabeza de un puente que ahora a noso­tros nos toca transitar.
Así se lo prometimos junto a sus padres y hermanos, cuando intentamos visitarlos con el Lago Lacar. Estamos ciertos que Dios está con nosotros porque Dios nos dio nuestra Patria y nos dio el derecho de defenderla, aún con las armas. El No Matar tiene una sola excepción tan fuerte como la regla: La Legítima Defensa. Nosotros no provoca­mos, sólo nos defendemos del despojo violento de un terri­torio que es nuestro. Lo mismo hizo el Papa con los territo­rios pontificios. Los mismo Juana de Arco cuando -inspira­da por Dios- empuñó las armas y desalojó de Francia a los intrusos ingleses.
Y Dios la premió con la gloria de los altares. Los argen­tinos tuvimos que padecer hasta ayer un siniestro complot de desmalvinización. La Historia se encargará de juzgar a sus autores. Felizmente el proceso se está revirtiendo. Los ex-combatientes de Malvinas acaban de desfilar por prime­ra vez como héroes junto a los Granaderos de San Martín. Loado sea Dios.
Lilian Morelli, tu lucha y la de tantos como tú no ha de ser en vano. El título de tu libro es ya el de la primera página de la historia esclarecida.
Buenos Aires, 10 de julio de 1990.
Padre Daniel Zaffaroni

A MODO DE INTRODUCCIÓN

En esta época en la cual nos encontramos, es necesario saber mirar hacia el pasado, para descubrir el rostro de los que afirmaron la dignidad de la Nación con la fuerza cen­tralizadas en el deber supremo de realizar, todos los esfuer­zos tendientes a afirmar la tarea común de fidelidad, en vir­tud de la cual una Nación vive. Esos rostros, son los Héroes Olvidados, que relacionados con sus semejantes construye­ron aspectos característicos de una personalidad adecuada para obtener el bien común, que diera orientación general de sus actos, de sus sacrificios, de su conducta virtuosa.
Ellos conocían los detalles de su profesión a fondo, por ello, sabían de los defectos, de la precariedad de los instru­mentos con que tenían que ejecutar su misión. Pero demos­traron la máxima perfección en la ejecución de la obra. Eran hombres virtuosos que perseguían objetivos de igual naturaleza, a través de iguales procedimientos. Eran sim­plemente hombres, que no se permitieron el desaliento ante las dificultades. Hombres que se trazaron un plan para aca­bar con el enemigo: Nuestra razón histórica. En sus actos valerosos dieron razón a su comportamiento, regando con su sangre esa tierra austral que se transformó en algo místi­co, que nos aferra al ritmo del tiempo.
El patriotismo, el coraje, la abnegación y la fraternidad, virtudes muy especiales y no siempre advertidas por los ciudadanos, y tal vez, un poco olvidadas fueron las que die­ron aquel 2 de abril un objetivo supremo: sacrificándose cuando el bien del país lo exigió, dejando de lado la propia vida.
(continúa)