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Nüremberg o la Tierra Prometida

 

Maurice Bardéche

 

Nüremberg o la Tierra Prometida - Maurice Bardéche

230 págs.,
11,5 x 20 cm
Encuadernación Rústica
Ediciones Horse Sense, 1988
 Precio para Argentina: 45 pesos
 Precio internacional: 16 euros

 

 

LA OBRA:
Fue editada en 1947 en plena orgía de asesi­natos y persecuciones llevados a cabo por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, sir­viendo de ejemplo a un creciente número de historiadores e investigadores, de diversas pro­cedencias geográficas e ideológicas -P. Rassi-nier, P. Kleist, F. J. P. Veale, S. Borrego, L. Degrelle, J. A. Llorens Borrás, L. Marschalko, R. Faurisson, J. Bochaca...-, que al cabo de cuarenta años de batallar en las más difíciles condiciones lograron esclarecer sobre los úni­cos verdaderos crímenes perpetrados por los "triunfadores", antes, durante y después de 1945. El libro, como era natural, fue secues­trado por los temores del librepensamiento, y su autor dio con sus huesos en la cárcel.

EL AUTOR:
Maurice Bardéche nació en Dun-Lé-Roi en el centro de Francia el 1ro. de octubre de 1909. En 1932 se licenció en Letras llegando a ser profesor de Literatura en las Universidades de la Sorbone y de Lille. Su vocación política comienza en 1944 a partir del ignominioso fusila­miento de su cuñado Robert Brasillach. Creó el Movi­miento Social Europeo y en apoyo a su acción política, fundó la editorial "Les Sept Couleurs" y la revista "Defense de l'Occident" continuada hasta 1982. Publicó "Let-tre á Francois Mauriac", "Núremberg o la tierra prome­tida", "Nuremberg II o los falsarios", "El huevo de Colón", "Las Temps Modernas", "¿Qué es el fascismo?", "Pour una lecture de Balzac", "Stendhal romancier", "Historia da las mujeres"... y, en colaboración con Brasillach, "Historia du Cinema" e "Historia de la Guerra de España".

 

ÍNDICE

ESTUDIO PRELIMINAR ..................... 9
Nota biográfica ............................ 9
Nüremberg o la tierra prometida ...........12
Los tribunales ..............................13
La historia y el sentido común..............14
Gran Bretaña ..............................17
Francia  ....................................23
Estados Unidos de Norteamérica ............27
Bombardeos a poblaciones civiles ......... 28
La Abadía de Montecassino ............... 30
Malmedy ................................. 30
Trato a las poblaciones ................... 31
El General Patton ....................... 32
La entrega de material a la U.R.S.S....... 32
Hiroshima y Nagasaki ................... 33
Plan Morgenthau  ........................ 33
La U.R.S.S.................................34
Ekaterinburgo............................ 34
Katyn .................................... 36
Teherán .................................. 37
El anti-imperialismo soviético............. 38
Comportamiento de las tropas rojas ...... 39
Rudolf Hess .............................. 40
El costo en vidas del experimento comunista 42
Algunos juicios sobre el marxismo ........ 42
Los judíos  .................................44
Antiguo Testamento ...................... 44
La Acción directa ........................ 48
Germany Must Perish .................... 50
Exacciones a los alemanes ................ 50
Adolf Eichmann .......................... 51
Juicios lapidarios ......................... 52
El nuevo amanecer .........................52
BIBLIOGRAFÍA DEL ESTUDIO PRELIMINAR 55
NÜREMBERG O LA TIERRA PROMETIDA ... 57

EPÍGRAFE

"Salomón contó a todos los extranjeros que había en el país de Israel y cuyo empa­dronamiento había sido hecho por David, su padre. Encontró ciento cincuenta y tres mil seiscientos. Y tomó setenta mil para llevar los fardos, ochenta mil para tallar las piedras en la montaña y tres mil seis­cientos para vigilar y hacer trabajar al pueblo."

Segundo Libro de las Crónicas 2, 17—18.

ESTUDIO PRELIMINAR

NOTA BIOGRÁFICA
Maurice Bardéche, nació en Dun-le-Roy, cerca de Borges, en el centro de Francia el 1º de octubre de 1909. A los 23 años se licenció en Letras. Fue profesor de Literatura del siglo XIX en la Sorbona y de Literatura Francesa en la Universidad de Lille. Publicó estudios sobre Balzac —a quien consagró su tesis doc­toral en 1940—, Stendhal y una muy intere­sante "Historia de Mujeres". Como hombre culto y patriota lúcido, comprendió que la gran­deza de Francia dependía de su entendimiento con Alemania y con el resto de las Comuni­dades Europeas. Una Europa unida por un pasado común y por un proyecto de vida fra­ternal, era la única garantía de supervivencia frente a la acción aniquiladora de los barones de la finanza y de los zares bolcheviques.
Llevado por esa convicción escribió una pre­ciosa Historia de la Guerra de España —en colaboración con su cuñado Robert Brasillach— y otro libro de perenne actualidad —El huevo de Colón— donde analiza las causas de la de­cadencia de Occidente y propone las medidas para su necesario empinamiento.

En los años siguientes a la publicación de NUREMBERG O LA TIERRA PROMETIDA expuso sus ideas en una serie admirable de ensayos, tales como Nuremberg II o los falsa­rios, donde amplía muchos puntos de la obra anterior, Les Temps Moderves, ¿Qué es el fas­cismo? . . . y en apoyo a su acción política creó la editorial Les Sept Coidevrs y el Movimiento Social Europeo que agrupaba a sectores del nacionalismo de diversos países de Europa, pero debió cesar su actividad porque las cir­cunstancias políticas hicieron imposible la actuación del movimiento.
En El huevo de Colón hallamos tal profusión de pensamientos de validez universal, que los hombres de todos los pueblos harían bien en meditarlos y llevarlos a la realidad política porque su aplicación garantiza una existencia potente y transmutadora.
Como muestra de ello consideramos insosla­yable la transcripción de algunas de esas sa­bias observaciones:
"El alma de un pueblo debe estar protegida como sus usinas y sus ciudades. El imperio cerrado del sistema soviético es la más grande lección de la política moderna. Hay una guerra microbiana que los yanquis no previeron, y es la que se les hace cada día y cuyos efectos son invisibles y espantosos. Ustedes -—se dirige a un senador norteamericano— le temen a la peste. Hay una cosa peor: la disolución de las voluntades".
"La democracia de los partidos aparece cada vez más como el dominio de los extranjeros. Los partidos nos entregan, unos a los soviets y otros a los financistas internacionales. La democracia del frente popular nos arroja de nuestra patria: nos arrebata la libertad y la propiedad do nuestro suelo. Y finalmente, con el pretexto de asegurar sus derechos a todo el mundo, nos retira a nosotros el derecho a vivir". Tal apreciación vale también para la socialdemocracia.
Veamos ahora, con qué admiración este ilustre francés con conciencia europea, capta la grandeza impresa al soldado alemán por el ré­gimen nacionalsocialista: "El último día de Ber­lín, ante la puerta de la Cancillería, se vio cons­tantemente en su puesto de guardia a un SS inmóvil, bien apoyado sobre los talones, como era costumbre, montar su guardia; y cada vez que caía, un camarada, corriendo, bajo las balas, venía a tomar su puesto, con el fusil en el puño, como él, inmóvil, como él, hasta que caía a su turno. Su fidelidad aquí no era sino un símbolo, pero esos símbolos son los que hacen la historia".
Por encima de las faramallas inventadas por los enemigos de Occidente, este francés ejemplar supo ver la realidad y escribió con una valentía que no deja de fascinarnos: "La derrota ale­mana en 1945 aparece hoy como la más grande catástrofe de les tiempos modernos".
Por donde se le mire. Bardéche es un hombre inteligente, insobornable, íntegro. Todo un peli­gro para la clase sacerdotal que explota y mo­nopoliza los mitos del Siglo XX.
Así como los falsificadores de la historia ar­gentina que se ensañaron contra la figura de Don Juan Manuel de Rosas —cuya grandeza nos concedió el período más glorioso de nuestro ayer— fueron sistemáticamente desenmascara­dos por la historiografía nacional e internacio­nal, del mismo modo la inconcebible acumulación de patrañas, de calumnias y ocultamientos con une los vencedores de 1945 quisieron descali­ficar a los alemanes, no ha podido resistir el análisis riguroso encarado por hombres probos que en aras de la verdad no titubearon en arriesgar la libertad, sus bienes y hasta la pro­pia vida.

NUREMBERG O LA TIERRA PROMETIDA
Maurice Bardéche tuvo la temeridad de pu­blicar en 1947, es decir, en plena orgía de per­secuciones y asesinatos llevados a cabo por las esforzadas vestales de los inmortales princi­pios, Nüremberg o la tierra prometida, libro valiente y esclarecedor que sirvió de ejemplo a un creciente número de historiadores e in­vestigadores de diversas procedencias geográ­ficas e ideológicas, que al cabo de cuarenta años de batallar en las más difíciles condicio­nes, lograron desmontar el tinglado levantado por los vencedores con la intención de eterni­zar sus calumnias y justificar los únicos ver­daderos crímenes de lesa humanidad ejecutados antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
El libro, como era natural, fue secuestrado por los tenores del librepensamiento y su autor dio con sus huesos en la cárcel.
Nada, o casi nada, queda de la increíble im­postura que sirvió de sustento a la parodia de juicio de Nüremberg y que costara infinitas sevicias y millones de vidas inocentes a los vencidos.
Desde la composición de los tribunales, pa­sando por los procedimientos empleados para arribar a sentencias dictadas mucho antes del inicio de esa bufonada trágica —con la acep­tación indiscriminada de los testigos de cargo, con la violencia física y moral contra las víc­timas y contra los testigos que no ajustaron sus declaraciones a los propósitos de lincha­miento de los verdugos— hasta la aplicación retroactiva de una legislación ad hoc, todo con­formó una trama tenebrosa que no deja de abochornar a los hombres de ley y marca con un sello de ignominia a los constructores de un mundo sin patrias, sin familia, sin fe y sin honor, donde la saturación tecnológica nos trae a la memoria, melancólicamente, el estremecedor universo orwelliano.

LOS TRIBUNALES
Los tribunales militares internacionales de Nüremberg y de Tokyo se integraron exclusi­vamente con representantes de los vencedores.
De los 3.000 funcionarios que actuaron du­rante los procesos de Nuremberg, el 80 por ciento, o sea 2.400, eran judíos.
El cargo más importante y más repetido imputado a los alemanes fue la persecución de los judíos y el exterminio de 6 millones de individuos de la raza elegida por Yahveh.
Judíos fueron los principales beneficiarios de las exhorbitantes reparaciones que se exi­gieron de los alemanes y que no tienen miras de cesar jamás.
Y judíos fueron los verdugos que masacra­ron a millones de hombres, mujeres y niños en todos los territorios hollados por la barbarie demomarxista.
El Papa Pío XII en su alocución del 3-10-53 dijo: "...los vencidos pueden ser culpables; sus jueces pueden tener sentido de la justicia y el propósito de una objetividad completa; a pesar de eso, en semejantes casos, el interés del derecho y la confianza que merece la sen­tencia, pedirá que se agreguen al tribunal jue­ces neutrales, de tal manera que de éstos de­penda la memoria decisiva".
Estas prudentes palabras podrán ser apre­ciadas por mentes equilibradas, pero nunca por los borrachos de odio que asaltaron los estra­dos de los tribunales de Nuremberg. Veamos un solo ejemplo que tiene el mérito de ser un testimonio irrecusable sobre la clase de justicia que se administraba en Nüremberg, y que es­tá referido al trato dispensado al dirigente nacionalsocialista Julius Streicher: "Soldados negros le azotaron —con consentimiento de los oficiales blancos—, le arrancaron los dientes, le forzaron a servicios odiosos, le abrieron la boca y le escupieron adentro".

LA HISTORIA Y EL SENTIDO COMÚN
Después de la ingente tarea esclarecedora de M. Bardéche, de Paul Rassinier, de Peter Kleist, de F. J. P. Véale, de Salvador Borrego, de León Degrelle, de José A. Llorcns Borras, de L. Marschalko, de R. Faurisson, de Joaquín Bochaca, entre otros, la escena ha quedado ilu­minada con luz de día y los personajes expues­tos con su verdadero rostro.
La persistencia en la falacia de la "solución final", como en la lectura de las Tablas de Sangre de Rivera Indarte, sólo puede ser acha­cada a un espíritu avieso, a un cerebro vale­tudinario, o a una especulación comercial o política. Todo reñido con un criterio rigurosa­mente científico.
No podía ser de otro modo. Resultaba por demás grosera la pretensión de transformar en degenerados a ochenta millones de alemanes, justamente el pueblo más culto de la tierra.
Al pueblo de cuyo seno salieron músicos co­mo: Mozart, Beethoven, Bach, Wagner, Schuberf, Schumann; pintores como Witz, Lochner, Granach, Hans Memling, Durero, Holbein, Grunewald; escultores como Hans Multscher, J. Syrlin, F. Veit, J. Schilling, Thorak, Arno Breker; filósofos como Leibnitz, Schelling, He­gel, Kant, Nietzsche, Fichte, Schopenhauer, Jaspers, Husserl, Heidegger; estadistas como Carlomagno, Otón I El Grande, Carlos V, Fe­derico el Grande, Bismarck; economistas como M. Weber, List, Sombart, Schumpeter, Bohm Bawerk; poetas como Goethe, Schiller, Hölderlin, Novalis; guerreros como Clausewitz, Blücher, von Moltke, Hindeburg, Rommel; histo­riadores como Ranke, Mommsen y Spengler; pueblo de creadores, de investigadores, de in­ventores, de científicos en tocias las discipli­nas; pueblo de hombres laboriosos, disciplina­dos, sacrificados, capaz como pocos de renacer de sus propias cenizas, dividido y humillado y constituirse en poco tiempo en la vanguardia del mundo.
De este pueblo insigne ha dicho el francófilo historiador suizo, Gonzague de Reynold: "Na­die puede discutir que el pueblo alemán ha hecho, a partir del Siglo XVIII, un esfuerzo tal, que ha colocado a su Patria en el primer rango de las naciones civilizadas y civilizado­ras. En todos los dominios, en el de la química como en el de los estudios antiguos, los ale­manes han trabajado como precursores. En ningún dominio se puede prescindir de ellos, ni de los resultados de su labor. Cuando se trata de la ciencia, su espíritu de conquista y de cultura se ha manifestado en provecho del tesoro común: la civilización universal".
La propaganda aliada veía fieras en ejér­citos altamente disciplinados que —lo dice na­da menos que el conocido estratega británico Liddell Hart— "se contenían particularmente basta el punto de entorpecer sus propias ope­raciones por los extremados escrúpulos que sentían de hacer cualquier petición a la pobla­ción civil".
El 3 de septiembre de 1870, en un gesto de caballerosidad que los franceses no merecían, Bismarek y Moltke saludaron en posición de firme cuando el carruaje de Napoleón III, con cochero» de librea y peluca empolvarla, atra­vesó Conchery camino a Bélgica. Era tanta la corrección alemana que el general norteameri­cano Sheridan, testigo calificado de la victoria alemana de Sedan, quedó asombrado por la capacidad combativa de las tropas alemanas y por la habilidad de sus jefes, pero se vio contrariado por el respeto mostrado por los alemanes a las reglas de guerra civilizada. Por ello le dijo a Bismarck: "Sabéis cómo herir al enemigo mejor que nadie pero no habéis apren­dido cómo hay que aniquilarlo. Hay que ver más humo de pueblos ardiendo, pues, de lo con­trario, no terminarán ustedes con los fran­ceses".
En 1940, tras la rendición francesa, los ale­manes concedieron un trato respetuoso a Reynaud, a Daladier y hasta al israelita León Blum, que llevados por odios insensatos no va­cilaron en provocar la contienda.
Los generales Giraud y Juin y los políticos fueron internados en un castillo donde recibían una ración equivalente a la de un general ale­mán, vivían en habitaciones de hotel y tenían libertad para recibir toda clase de visitas.
Durante los combates de Arnheim, la última gran victoria, militar del Tercer Reich, el com­portamiento de los alemanes ha sido expresa­mente reconocido por los ingleses. En carta del 2 de octubre de 1944 el Coronel Warrack dice: "Pláceme expresarle mi más profundo agra­decimiento por la eficaz ayuda de los servicios sanitarios alemanes, gracias a los cuales pudie­ron ser evacuados más de dos mil doscientos heridos de la primera división de paracaidistas, del 24 al 26 de septiembre de 1944, en el sector de Oosterbeek. Los citados servicios tra­bajaron sin descanso, día y noche, a veces bajo el fuego de los dos bandos".

El soldado alemán no conoció el saqueo y el botín. Los testimonios son abrumadores sobre el particular.

Ya tendremos ocasión de verificar el com­portamiento ele los soldados de la democracia y del marxismo a la hora de la victoria.
Haremos a continuación una rápida hojeada a la historia lejana y reciente de los princi­pales instigadores de los simulacros de juicio de Nuremberg y responsables de los mayores atropellos consumados contra millones de seres inocentes e indefensos. Allí encontraremos los fundamentos atávicos de tales depredaciones.

GRAN BRETAÑA
Nos enseña el eminente historiador inglés Veale que el viajero alemán Paul Hentzner. durante su estada, en Londres en 1598, observó que entre los pasatiempos que se ofrecían a los visitantes de la capital, en tiempos de la Peina Isabel, figuraba el espectáculo del oso al cual habían arrancado los ojos y que, atado a un poste, era muerto a palos por los chicos y los adolescentes.
El mismo Veale nos recuerda la orden dada por Enrique VIII, a los jueces, por medio de Thomas Cronwell: "El abad de Glastonbury —le decía— será juzgado en su propio pueblo y ejecutado también en el mismo con sus cóm­plices. Procuren que las pruebas estén bien elegidas y las acusaciones bien preparadas".
Esto es, justamente, lo que se hizo en Nu­remberg.
Por supuesto que todo estuvo en orden y los reos pudieron ser ahorcados y descuartizados con arreglo a la voluntad del soberano.
En 1858 el palacio de verano de Pekín fue saqueado por un ejército francobritánico y en 1863 la ciudad japonesa de Kagoshima fue destruida por una flota al mando del Almi-rante. Kuper, con el exclusivo fin de obtener concesiones comerciales de los japoneses.
Durante las invasiones inglesas al Rio de la Plata en 1806-1807, la preocupación domi­nante fue el robo del tesoro público que halla­ron, por fin, en Luján y que jamás devolvieron no obstante las promesas formuladas después de su derrota.
El Coronel Neill ahorcó a sus prisioneros en masa a raíz del motín indio, en tanto que John Lawrence ataba a los cautivos a las bocas de los cañones y los destrozaba haciendo fuego.
El misericordioso John Nicholson, por su la­do, clamaba porque se desollasen vivos, se em­palase o quemase a los amotinados, lo cual llevaba a cabo con el respaldo de oportunas citas extraídas del antiguo testamento.
En 1900, lord Kitschener, durante la guerra entre los colonos holandeses y el imperio bri­tánico, ordenó quemar las granjas de los boers, llevar a las mujeres y niños a campos de con­centración —toda una primicia en la materia— y someterlos a un trato vejatorio. Más de 41.000 mujeres, 22.000 niños y 1.600 incapaces de combatir, sucumbieron por malos tratos.
En el Libro Blanco del Gobierno Británico, se reconoce que el bloqueo de Europa realizado por la marina británica entre 1914 y 1918 causó 800.000 víctimas, principalmente entre mujeres y niños, con el agravante que el blo-queo se mantuvo hasta un año después de la firma del armisticio.
Durante los juicios de Nuremberg se preten­dió que los soldados antes de obedecer la orden del superior, debían analizar la legitimidad de la misma. Como el soldado alemán, igual que todos los soldados del mundo, obedeció sin discutir muchos de ellos fueron castigados con penas noverísimas. También fuero» condenados con diversas penas, que incluían la de muerte, los soldados que tomaron represalias contra los guerrilleros o contra las poblaciones que los albergaban.
Repasemos unos pocos documentos bien alec­cionadores de la doctrina británica sobre este particular.
Fue el mismísimo Mr. Churchill quien refi­riéndose a la Segunda Guerra Mundial dijo: "En la lucha a vida o muerte no hay, al fin de cuentas, ninguna legalidad".
El General Montgomery, por su lado, expre­só: "... el deber del soldado está en obedecer sin discusión todas las órdenes que este ejér­cito le da y estas órdenes son, precisamente, las de la Nación".
El Art. 443 del British Manual consigna: "Los miembros de las fuerzas armadas que cometieran violaciones de las leyes de guerra, ordenadas por sus Gobiernos o comandantes, 110 pueden ser declarados criminales ni casti­gados por el enemigo". Exactamente lo con­trario se hizo en Nuremberg y se continuó haciendo durante mucho tiempo después.
No obstante ello, cuando los trabajadores alemanes de Cochum se negaron a aceptar las órdenes de los ingleses de proceder al desmantelamiento de los establecimientos industriales de la zona, fueron de inmediato detenidos y encarcelados por la fuerza de ocupación britá­nica. Los abogados defensores se presentaron con el texto de la convención de La Haya que prohibe a una potencia extranjera obligar a los habitantes a realizar acciones contra su propio país. También, ingenuamente, mencionaron la doctrina sentada en Nuremberg según la cual los hombres debían actuar de acuerdo a su con­ciencia y rechazar, en consecuencia, las órdenes que la contradecían. El Tribunal Británico dio una respuesta categórica: "Ningún alemán, cualesquiera que fueran sus circunstancias, te­ma derecho a negar su obediencia al Gobierno Militar, que era la autoridad absoluta".
En cuanto a la responsabilidad de los ata­ques a poblaciones civiles, es el conocido espe­cialista en temas militares, Liddell Hart, quien acusa: "Cuando Mr. Churchill llegó al poder, una de las primeras decisiones de su gobierno fue extender los bombardeos a la zona de los no combatientes".
En concordancia con ello, Mr. Spaight, del Ministerio del Aire británico, confiesa: "Como teníamos dudas respecto al efecto psicológico de la desviación propagandística de la verdad de que habíamos sido nosotros quienes había­mos empezado la ofensiva de bombardeos es­tratégicos, nos abstuvimos de dar la publicidad que merecía nuestra gran decisión del 11 de mayo de 1940".
No debe extrañarnos tal determinación en un hombre que el 21 de septiembre de 1943, en plena Cámara de los Comunes, gritó: "Para conseguir la extirpación del nacionalsocialismo no habrá extremos de violencia a los cuales no recurramos".
Pero existen otros muchos hechos particular­mente odiosos por la perfidia y por la saña asesina que revelan, imputables a la Rubia Albión.
Veamos algunos.
En abril de 1945, en las postrimerías de la guerra, el Almirante alemán Friedenburg, por encargo del General Jodl y del Almirante Doe-nitz, ofreció a Montgomery la rendición de las tropas alemanas que combatían en el este y en el oeste para evitar la previsible carnicería que los soviéticos practicaban invariablemente entre los prisioneros.
La respuesta de Montgomery no podía ser más desalmada: "Rendición incondicional o ex­terminio en masa, contestó. De lo contrarío, cada treinta minutos los bombardeos ingleses convertirán a una ciudad alemana en un mon­tón de cenizas, de modo que ningún niño ale­mán quedará con vida".
Ya terminaba la guerra, el ejército del ge­neral ruso Vlasow, compuesto por rusos, geor­gianos y ucranianos, que había luchado dura­mente contra los hunos rojos, se entregó a los aliados, con la esperanza de ser tratados como prisioneros de guerra por las potencias demo­cráticas. Los británicos simularon acogerlos, les permitieron acampar y, de inmediato, infor­maron a las autoridades soviéticas de lo acon­tecido. Estas exigieron el privilegio de juzgar a los prisioneros y los ingleses procedieron a su entrega en medio de escenas de horror protagonizadas por los combatientes anticomunistas que preferían el suicidio antes que com­parecer delante de los androides de la hoz y el martillo.
Vlasow y su estado mayor fueron rápida­mente   fusilados   en   Rusia,   y   los   soldados
1.200.000— que lo acompañaron en la lucha heroica por liberar a su tierra de la tiranía extranjera que la degrada, fueron inexorable­mente exterminados en los campos de concen­tración de la U.R.S.S.
Otro ejemplo espeluznante de la iniquidad británica nos lo ofrece el ejército croata que se entregó a los ingleses bajo promesa de ser tratados como prisioneros de guerra y que no serian entregados a las hienas comunistas.
Se trataba de 37 generales, 167 oficiales, 5.000 suboficiales y 200.000 soldados, acompañados por una inmensa cantidad de civiles que conocían de cerca las costumbres del matarife Tito.
Sorpresivamente, el 23 de mayo de 1945, los británicos mediante el uso de tanques, de ca­ñones, ametralladoras y gases lacrimógenos forzaron la entrega de los nacionalistas croa­tas a los comisarios marxistas-leninistas. El cuadro de violencia y desesperación que pre­cedió a este auténtico genocidio, no podría ser captado por ninguna descripción. Los vampi­ros bolcheviques, con la bendición de los can­cerberos de los derechos humanos, agradecie­ron el convite y organizaron una orgia de san­gre y trituración que terminó por muchos años con los sueños emancipadores de los fieles de Pavelic.
Esta protervia británica que no puede ser relatada sin experimentar un profundo males­tar, se conoce con el nombre de OPERACION KEELHAUL.
Para terminar con la farsa de la caballe­rosidad de los aliados, veamos cómo fueron tratados los vencidos en 1945.
El 7 de mayo los generales alemanes Keitel y Jodl se hicieron presentes en el Cuartel Ge­neral Aliado de Reims, saludaron militarmen­te, firmaron la rendición y expresaron su deseo de que los "vencedores tratasen generosamente al pueblo alemán". Nadie, absolutamente nadie, del bando vencedor respondió los saludos ni los deseos formulados por los generales de la na­ción vencida.
Asombra comprobar la distancia sideral que media entre la conducta de los alemanes res­pecto de los vencidos en todas las guerras —no olvidar el trato concedido a los franceses en 1910 y el comportamiento alemán durante la batalla de Arnheim— y el trato humillante dudo por los aliados a los correctísimos repre­sentantes del pueblo alemán.
Está claro, pues, para cualquier inteligencia honrada, que los ingleses no podían estar au­sente del banquillo de los acusados durante la substanciación de los juicios de Nuremberg.

FRANCIA
Durante las guerras revolucionarias empren­didas por los franceses —1793-1815— los sol­dados ciudadanos que invadieron Renania, Bél­gica e Italia, estaban inspirados por las pro­clamas oficiales sobre perspectivas de riqueza y de gloria; a cambio de la libertad, los ejér­citos de Francia saquearon desvergonzadamen­te los países que arrollaban. La campaña de Italia de Napoleón, estuvo caracterizada por el saqueo sistemático de los tesoros artísticos guardados en las iglesias y en los museos de arte.
Las atrocidades cometidas por los franceses a partir de la Revolución Francesa siguen con­moviendo la conciencia universal. Esos accesos de barbarie son suficientemente conocidos por lo que carece de sentido realizar un inventario de los mismos.
El tratado de Versalles significó imponer a los alemanes condiciones sin ejemplo en la his­toria, salvo, acaso, en los tiempos de Senaquerid y de Tamerlan.
Más directamente vinculados con este traba­jo están los actos de salvajismo y de sadismo consumados por los sicarios de la "liberación".
En la Circular denominada "Insurrección", el Gral. De Gaulle agregó estas piadosas pala­bras, dignas de un soldado de la democracia que nos asuela: "...el día J será el de la crisis decisiva que ha de tener como consecuencia, no solamente la liberación del territorio sino, también, y especialmente, la desaparición y el castigo de Vichy y de sus cómplices. La insu­rrección tiene como fin garantizar la elimina­ción en algunas horas de todos los funcionarios con autoridad, la represión revolucionaria en algunas horas de la traición, conforme con las aspiraciones de represalias de los militantes de la Resistencia ..."
"...Sería absurdo y ultrajante para el pue­blo francés imaginarse la ausencia de todo levantamiento de la masa animada de justa voluntad de venganza . .."
"... Hay que considerar que la liberación del enemigo y del fascismo de Vichy irá acom­pañada de una violenta explosión revoluciona­ria ... Jamás deberán ciarse órdenes de mode­ración... La insurrección triunfante deberá ocuparse enseguida de la eliminación de los ele­mentos hostiles."
"... El período precedente a la insurrección deberá caracterizarse por una intensificación progresiva de ejecuciones de traidores. Se plan­tea la cuestión de saber si es deseable que la insurrección triunfante se caracterice por eje­cuciones sin juicio..."
Resultaría imposible hallar entre la docu­mentación de origen alemán, una proclama hen­chida de tanto odio demencial como el que re­vela la que acabamos de transcribir.
No debe extrañar, entonces, que al amparo de semejante catecismo la horda conveniente­mente engrosada por judíos y comunistas se lanzara a una cacería desalmada contra los elementos nacionales. Más de 100.000 franceses fueron asesinados sin proceso alguno durante las 48 horas de piedra libre otorgadas por el general De Gaulle, que libró la guerra desde los micrófonos de la BBC de Londres.
Charles Maurras, "el más francés de los franceses", según la exacta definición del Ge­neral Petain, fue acusado de traición por la quintacolumna comunista y por extranjeros inasimilables. La flor y nata del cipayismo ideológico y racial condenó a la más perfecta encarnación del espíritu inmortal de Francia, a la pena de prisión perpetua y a la degrada­ción nacional.
Al cabo de siete horas de exposición orde­nada, documentada, demoledora, en la que el acusado terminó enjuiciando a la escoria bol­chevique y a los cobardes y envidiosos que le hacían de coro, Charles Maurras terminó con estas palabras lapidarias: "Tengo que deciros, señor abogado de la República, que la violencia no está tanto en mis palabras, como parece: está en la situación. La violencia consiste en que usted se siente en el sitio en donde ésta y no me siente yo".
El mariscal Petain, el héroe de Verdún, mo­numento viviente de las glorias de la Patria, fue condenado a muerte primero y luego a pri­sión perpetua. Falleció en la cárcel.
El escritor y poeta Robert Brasillach fue sometido a una farsa de juicio y terminó siendo fusilado.
El general Juin, que tan bien había sido tra­tado por los alemanes después de la derrota francesa, en la orden del día que dirigió a sus "tabores" marroquíes no tuvo rubor en decla­rar: "Os lo prometo solemnemente: cuando el enemigo sea vencido, las casas, las mujeres y el vino os pertenecerán durante cincuenta ho­ras. En ese lapso podéis hacer lo que os plazca".
Consecuencia de esa invitación al delito, fue­ron 60.000 italianas violadas en condiciones de barbarie. No se salvó nadie: niñas, muchachas, mujeres de toda edad, hasta las enfermas, las religiosas y las recluidas en manicomios.
Fue tan espantoso este festival del crimen, que M. Pierre Henri Teitgen, diputado republi­cano-popular y Ministro de Justicia, exclamó entusiasmado el 6 de agosto de 1946, que al lado suyo y de M. de Menthon "Danton, Robes-pierre y otros fueron unos niños, ya que ellos habían hecho pronunciar más de 150.000 con­denas por los Tribunales de excepción, mien­tras que el Terror sólo había pronunciado 17.000". Va sin decir que en esa cifra no se incluyen las ejecuciones sumarias que, como dejamos dicho, pasaron de 100.000.
Como era habitual en esos días aciagos, los tribunales extraordinarios estaban formados en un noventa por ciento por judíos y comunistas. Los abogados defensores estaban impedidos de ejercer sus funciones y los testigos de la de­fensa no se atrevían a presentarse por el clima de terror que imperaba en todo el territorio de Francia.
Bardéche se queja amargamente de los ju­díos: "Los hemos encontrado a la cabeza de la persecución y de la calumnia contra aquellos de nuestros camaradas que habían querido pro­teger de los rigores de la ocupación a este país, donde estamos instalados desde muchísimo tiempo antes que ellos; donde nuestros ante­pasados estaban instalados y que los hombres de nuestra raza habían transformado en un gran país... Ellos nos han dividido; han re­clamado la sangre de los mejores y de los más puros de entre nosotros y se han regocijado y se regocijan de nuestros muertos".
En abril de 1945, después de la entrada de las tropas francesas en Herrenderg, más de cien mujeres fueron violadas, con frecuencia bajo la amenaza de las armas y en presencia de sus padres, madres o hijos. Mujeres de 70 años recibieron igual trato.
El 4 de abril de 1945, soldados franceses, cerca de Bruchsal, hicieron salir a varias jó­venes de 14 a 17 años de un refugio antiaéreo y las violaron.
Por ello pudo Maurice Bardéche escribir que: "mientras los alemanes ocupaban nuestro país, mientras eran los más fuertes, invocamos la protección del Derecho Internacional. Ahora que están vencidos, no son más soldados, no tienen derecho de apelar al derecho de gentes, son criminales del derecho común. Es difícil ser más innoble y más bajo. La política fran­cesa desde 1944 no es más que bajeza y sujeto de vergüenza para nosotros, la imagen del deshonor".

ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA
Maurice Bardéche dice que el proceso de Nuremberg no estuvo inspirado por el espíritu de justicia sino que se redujo, a pesar de su aparatosidad, a ser un simple ajuste de cuentas del judaísmo contra los soñadores de una Europa unida y potente.
Esa misma convicción fue la que llevó al juez norteamericano Wennersturm a dimitir el cargo en Nuremberg y a declarar que "su parti­cipación en esa mascarada constituiría una deshonra para él y para la justicia americana".
Por su parte, El Chicago Tribune, que fuera propiedad del senador McCarthy, en su edito­rial del 10 de junio de 1946, no trepidó en publicar: "El estatuto en nombre del cual los acusados son juzgados es una invención de Jackson, contraria al derecho internacional inspirador de la Segunda Convención de La Maya. Inventando semejante Estatuto, Jackson ha instaurado la legislación del «lynchage»".
En 1948 el fiscal principal británico, Sir Hartley Shawcross, consideró un deber de con­ciencia declarar: "El proceso de Nuremberg se ha transformado en una farsa, me avergüenzo de haber sido acusador en Nuremberg como colega de estos hombres —se refería a los rusos—".
Poco tiempo después, el 20 de mayo de 1949, el senador McCarthy tuvo agallas para de­nunciar ante la prensa de su país: "He escu­chado testigos y he leído testimonios que prue­ban que los acusados fueron golpeados, mal­tratados y torturados con métodos que no podían haberse originado sino en cerebros en­fermos".
Hoy existe consenso generalizado entre estu­diosos e historiadores en que el proceso de Nuremberg fue la explosión de un estado de con­ciencia colectivo de tipo vesánico impulsado por los poderes ocultos de la tierra. El mismo esta­llido de la guerra y su desenvolvimiento nos hablan de una intoxicación de los cerebros llevada a escalas rayanas en el delirio.
En esa catástrofe mundial le cupo a los Es­tados Unidos un papel protagónico.

Bombardeos a poblaciones civiles
Repasemos algunos ejemplos de esa locura. Heilbronn era una pequeña ciudad hospital alemana hasta que un ataque furibundo de la aviación yanqui la convirtió en una montaña de escombros y de restos humanos de los heri­dos y convalescientes que allí se alojaban. Dresde era una de las ciudades más bellas de Europa. Ubicada en las riberas del Elba, sus palacios, sus galerías de arte, sus museos y sus templos, el castillo con la célebre Bóveda Verde, la catedral católica, la Opera, entre otros tesoros artísticos e históricos, contribuían a la forja de la fama que tan justamente la aureolaba.
Dentro de sus límites no existía ninguna guarnición militar, tampoco contaba con forti­ficaciones ni refugios contra los raids aéreos. Carecia por completo de interés militar o estratégico. Por esas características la población estable se vio incrementada por la llegada de gruesos contingentes de refugiados, en su totalidad niños, mujeres y ancianos, que huían del rodillo comunista que avanzaba desde el este.
Un luctuoso 13 de febrero de 1945, 800 bombarderos pesados ingleses dejaron caer su car­ra completa, compuesta de 400.000 bombas incendiarias y provocaron daños devastadores e innumerables víctimas. Tres horas después, 1.350 superfortalezas volantes británicas repi­tieron la terrorífica operación y lanzaron 200.000 bombas incendiarias y 5.000 explosivas. Y el 15 de febrero otros 1.100 bombardeos pesados del 8º ejército de la Aviación de los Estados Unidos, le aplicaron el tiro de gracia. La impresionante cantidad de bombas incendia­rias y explosivas, más el alfombrado con fós­foro, todo ello complementado con ametralla­mientos efectuados en vuelos rasantes, provo­caron el cuadro más dantesco de toda la con­tienda, pletórica de actos de crueldad. Los cálculos arrojaron una cifra de muertos pró­xima a las 400.000 personas, no combatientes. Este auténtico holocausto produjo el doble de victimas que las ocasionadas por los bombar­deos atómicos de Hiroshima y Nagasaki juntos.
Con posterioridad, la operación se completó con el despojo de las obras de arte que no fueron atrasadas por el fuego.
La Virgen del Niño, famoso óleo de Rafael, pasó a decorar el museo de los sin Dios de Rusia, junto con otras obras de mucho mérito que integraban el patrimonio cultural de la ciudad mártir de Dresde.

La Abadía de Montecassino
La abadía de San Benedicto o abadía de Mon­tecassino, había sido fundada y construida por San Benito bajo el lema "reza y trabaja". Los monjes habían reunido en su biblioteca todas las obras clásicas. Su trabajo consistía en co­piar, recopilar y difundir esos monumentos de la cultura universal.
En el convento no había soldados ni empla­zamientos bélicos. En previsión de un ataque aliado, los alemanes tomaron a su cargo la ta­rea de embalar lodos los libros y documentos que guardaba el monasterio, y conducirlos por medio de 200 camiones hasta el castillo de Santángelo y allí entregarlos a los representantes del Vaticano. Los bárbaros tedescos salvaron para la civilización uno de los más importantes santuarios de la cultura occidental.
En vivo contraste con la preocupación hu­manística de los alemanes aparece la actitud de los americanos. El 15 de febrero de 1944, 100 fortalezas volantes hicieron añicos el Monaste­rio. A las pocas horas, otros cien bombarderos medianos realizaron un nuevo y furioso ataque. Se bombardearon sus ruinas. Desaparecía así una de las más antiguas y gloriosas abadías del mundo.

Malmedy
Durante el período que va de noviembre de 1945 a abril de 1946, la War Crimes Commission integrada por jefes y oficiales del ejército norteamericano se abocó al juicio de los miem­bros de la I División SS Panzer por la comi­sión de supuestos delitos de guerra, en Malmedy, población belga próxima a la frontera alemana.
La mayoría de los prisioneros alemanes quedaron impotentes como consecuencia de los golpes y de las patadas.
Las torturas físicas consistieron en régimen de oscuridad, interrupción del sueño, puñetazos y golpes con barras de metal en la espinilla, en los órganos genitales y en partes heridas, capuchas malolientes... Estas brutalidades se intensificaban en el momento de la declaración, durante la cual se golpeaba a los detenidos hasta el punto de causarles heridas graves y motivar su desvanecimiento. Uno de los acu­sados, de 19 años de edad, se suicidó colgándose en su celda.

Trato a las poblaciones
Francis Parker Yockey en su libro Imperium nos da. a conocer el trato dispensado por los americanos a las poblaciones de los países de­rrotados: "Alemania y Austria, dice, recibie­ron un trato como jamás se había dado a un país vencido. La población fue tratada de una manera infrahumana y una política de hambre organizada fue introducida por nosotros, y du­ra todavía en 1948".
"El ejército norteamericano prohibió a su personal el dirigir la palabra a la población civil. En los edificios públicos había bares, servicios higiénicos y sanitarios especiales para los americanos y negros superiores."
Es el mismo escritor norteamericano quien pregunta: "¿Qué nación occidental hubiese re­ducido a las mujeres de otra nación occidental al estatuto legal de las concubinas? Eso es lo que hizo el alto mando americano en Alemania y Austria: permitió el concubinato y prohibió el matrimonio de sus soldados con las mujeres oriundas de los países ocupados".
Los alimentos que sobraban y ropas usadas de los ocupantes eran quemados en medio de la calle, a la vista de la población hambrienta y harapienta.

El General Patton
En las postrimerías de la guerra, Hitler or­dena el retiro de casi todas sus tropas del fren­te occidental para dar la agónica batalla contra el Atila de las estepas. De ese modo se fran­queó el avance de los ejércitos anglo-yanquis y la ocupación por éstos de Austria, Bohemia, Eslovaquia, Yugoeslavia y hasta de Rumania y Hungría. Con tales facilidades el general Patton cruzó el Elba y avanzó raudamente hacia Berlín. A un paso de la conquista de la capital del Tercer Reich recibió la inesperada orden de detenerse y de retroceder hasta la orilla del Elba. Esta es la razón por la que el general soviético Koniev pudo conquistar la ciudad de Berlín y los inmensos territorios de la Europa oriental que aún hoy detenta la bes­tia bolchevique.
¿Qué había pasado en realidad?
Roosevelt en cumplimiento del acuerdo ruso-norteamericano del 12 de septiembre de 1944, ordenó al General Eisenhower notificar a Stalin que se le cedía el honor de ocupar Berlín. Así, de manera tan elemental, se disponía del destino de 120 millones de hombres.

La entrega de material a la U.R.S.S.
Los EE.UU. entregaron a los comunistas rusos el siguiente material: 15.000 aviones de combate; 7.200 tanques; 500.000 camiones y tractores, 100 barcos de transporte y cantida­des discrecionales de víveres, municiones, indu­mentaria y elementos de toda clase.
Los británicos por su lado, les enviaron 6.500 aviones, 5.000 tanques, 4.000 cañones y grandes cantidades de materiales varios.
Con semejantes suministros, más el alivio que representó para los soviéticos la invasión de la fortaleza europea por parte de los aliados, pudieron revertir una situación desesperada y trocarla en una victoria que la más exhaltada fantasía no hubiera podido imaginar.

Hiroshima y Nagasaki
El 6 de agosto de 1945, Merriman Smith informa sobre el estallido de la bomba atómica en Hiroshima: "El Presidente Truman, nos dice, acogió la noticia con una alegre excita­ción. Estrechó la mano del Capitán Graham y exclamó: éste es el mayor acontecimiento de la historia mundial. Una amplia y orgullosa sonrisa iluminaba su rostro".
No era para menos. Más de 100.000 seres humanos habían sido asesinados con una sola movida. Toda, una proeza.

Plan Morgenthau
En la Conferencia de Quebec que tuvo lugar el 16 de septiembre de 1944 y de la que parti­ciparon Roosevelt y Churchill, quedó definida la política que seguirían los aliados respecto de Alemania una vez lograda la victoria.
Tal política fue redactada por el judeocomunista Harry Dexter White y se conoció con el nombre de Plan Morgenthau. De acuerdo con este Pian, Alemania sería dividida, su in­dustria desmontada, las escuelas y universidades clausuradas y sus políticos, jefes de estado mayor y miembros del Partido, fusilados.
Alemania sería convertida en un país agrí­cola. También se preveía el trabajo forzado en el extranjero, la destrucción de los patrimonios privados y públicos del conjunto de los ale­manes.
La monstruosidad del plan hizo exclamar al Secretario del Departamento de Asuntos Exte­riores de Estados Unidos, C. Hull: "Esto signi­fica que sólo el sesenta por ciento de la pobla­ción alemana dispondría de medios de vida. El restante cuarenta por ciento se vería obli­gado a morir de hambre".
El plan se aplicó rigurosamente hasta 1947. A partir de entonces, las vicisitudes de la po­lítica internacional aconsejaron a los nortea­mericanos no proseguir con el cumplimiento a ultranza de una venganza que significaba la muerte de 30.000.000 de hombres y la consi­guiente consolidación del marxismo en el cora­zón de Europa.

LA U.R.S.S.
El 20 de enero de 1940, Mr. Churchill dijo por radio Londres: "De todas las tiranías de la historia la bolchevique es la peor, la más destructiva y la más denigrante. La esclavitud bolchevique es peor que la muerte".
A pesar de esas palabras de verdad, al poco tiempo no tuvo empacho en declarar que "con tal de ganar la guerra me alío con el diablo".

Ekaterinburgo
El 21 de marzo de 1917, el gobierno provi­sional ruso en concordancia con la Duma pro­cedió al arresto del Zar y se le confinó en
Tsarskoie-Seló. Posteriormente y en compañía de sus familiares es conducido y alojado en el Palacio Alejandro.
El 25 de abril de 1918 el prisionero es lle­vado a Ekaterinburgo, en las proximidades de los Montes Urales y el 20 de mayo se le reúne con el resto de sus familiares.
El grupo de los cautivos estaba formado por once personas que eran: El Zar Nicolás II; la Zarina Alexandra Feodorowna, prima del Kai­ser Guillermo II y nieta de la Reina Victoria de Inglaterra; el Cesarievitch Alexis Nicolaievich; la Gran Duquesa Olga; la Gran Duquesa Tatiana; la Gran Duquesa María; la Gran Du­quesa Anastasia; el médico Eugenio Botkin; la camarera Demidova; el cocinero Karitonov y el servidor Trup.
En la noche del 16 al 17 de julio de 1918, ya instalados en el poder las huestes de Lenin y Trotzky, se resuelve la liquidación física de la familia imperial.
Ahorraremos a los lectores los detalles de la espeluznante carnicería. Sólo diremos que los detenidos fueron abatidos a tiros y rematados a culatazos y bayonetazos. A continuación se procedió al saqueo de las pertenencias de las víctimas. Los cadáveres se trozaron con el em­pleo de hachas y cuchillos de grandes dimen­siones y se sometieron a la acción corrosiva de 290 kilogramos de ácido sulfúrico y de abundantes cantidades de gasolina llevadas expro-feso. Sobre lo que aún quedaba se arrojaron 10 granadas de mano. Por último se recogieron los despojos y se tiraron en un pantano ubi­cado en las cercanías.
Fue un típico acto de "justicia proletaria" tal como la entienden los bandidos rojos.
La consigna de Lenin: "No puede concebirse una dictadura del proletariado sin terror y vio­lencia", así como la no menos elocuente de Latzis: "no hacemos la guerra a los indivi­duos: exterminamos a la burguesía como cla­se", eran escrupulosamente acatadas por los sicarios a las órdenes del chequista Yurovsky.

Katyn
En abril de 1943 la radio alemana anunció el descubrimiento de las fosas de Katyn y dio los nombres de las víctimas identificadas. Los cadáveres —oficiales polacos prisioneros de los soviéticos en número de 10.000-— fueron ha­llados en inmensas fosas comunes con las ma­nos atadas en las espaldas y un tiro en la nuca. El genocidio tuvo lugar, según los expertos, entre marzo y mayo de 1940.
El crimen en masa fue verificado por una comisión de médicos internacionales que se trasladaron a los bosques de Katyn situados en las proximidades de Smolesko. Las autoridades polacas en el exilio también tuvieron oportu­nidad de constatarlo y no tardaron en ponerlo en conocimiento de los mandatarios británicos y estadounidenses.
No obstante la total evidencia de que los ejecutores habían sido los comunistas, Gran Bretaña, Estados Unidos y la URSS, en el col­mo del cinismo, declararon el 30 de octubre de 1943, en nombre de las Naciones Unidas, que el fusilamiento colectivo de la oficialidad po­laca había sido obra de los alemanes.
Mucho más tarde, en Nuremberg, cuando la responsabilidad soviética sobre la matanza de Katyn era un secreto a voces, el fiscal mosco­vita en un alarde de sangre fría y de impudicia dijo que "correspondía a los alemanes el delito del asesinato de la oficialidad polaca".
Los demás integrantes del Tribunal que es­taban predispuestos a apoyar cualquier injuria que pudiese perjudicar a los vencidos, esti­maron que la iniciativa excedía los límites de lo tolerable —lo que era mucho decir—, y guardaron discreto silencio.
En cambio, Lord Hankey en la Cámara de los Lores, el 5 de mayo de 1949, decidió acabar con el matrimonio satánico mantenido con el estuprador soviético y declaró: "Hubo algo de cínico y repugnante en el espectáculo de jue­ces británicos, franceses y americanos sentados junto a unos colegas —los rusos— que repre­sentaban a un país que antes, durante y des­pués de los juicios, había perpetrado más de la mitad de todos los crímenes políticos exis­tentes".
Y el cerdo del habano, aquél de la alianza con el diablo, en plena Cámara de los Lores, se vio obligado a confesar: "Señores, lo que sucede con los soviets rusos no tiene nombre. Nuestro aliado contra Alemania sobrepasa to­das las marcas de la hipocresía y de la traición. El régimen comunista no sólo esclaviza millo­nes de seres humanos, sino que en sus rela­ciones con los demás estados hace gala de un cinismo frío y de una brutalidad feroz que ofenden a la civilización cristiana... La Unión Soviética pretende apoderarse del mundo para marcarle con el sello de la abyección más in­fame".
Demasiado tarde para lamentarse.

Teherán.
En el curso de la Conferencia de Teherán, y en presencia de Roosevelt y de Churchill, el mariscal (?) Stalin ofreció un brindis que por su profundo sentido cristiano no dejó de emocionar a sus comensales: "Propongo, dijo, que bebamos por la justicia más rápida posible para todos los criminales de guerra de Alemania: justicia ante un piquete de ejecución. Bebo por nuestra unidad para despacharlos tan pronto como los capturemos a todos ellos, y deben ser, por lo menos, 50.000". La realidad demostró que las piadosas intenciones del georgiano se multiplicaron por cien.

El anti-imperialismo soviético
La Unión Soviética, campeona de los dere­chos humanos y protectora infatigable de las naciones más débiles, exhibía en los umbrales de la Segunda Guerra Mundial, una perfor­mance más que envidiable.
En efecto: desde 1917 hasta 1939 había col­gado de la ganchera del marxismo-leninismo a Armenia, Georgia, Azerbaidjan, Kazakhstan, Kirghizia, Tadjikstan, Tanu Tuva, Mongolia Exterior, Carelia Oriental y Ucrania.
Antes del ataque de la Wehrmacht se había engullido Carelia Occidental, Petsamo, Viborg, Lituania, Letonia, Estonia, Berabia, Bukovina y la mitad de Polonia.
La cosa no para allí. Después de la guerra librada contra el expansionismo prusiano, el Hermano Mayor extendió su abrazo fraternal sobre Prusia Oriental, sobre más territorio polaco, sobre la Turenia Transcarpática y Sakhalin del Sur.
Y como el apetito viene, comiendo, de una dentellada se tragó Alemania Oriental, Bohe­mia y Moravia, Eslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Polonia entera con los territorios que se habían usurpado a Alemania, Albania y Yugoeslavia. Estas dos últimas naciones man­tienen desde hace un tiempo una disputa fa­miliar con la metrópoli.
A este pecadillo de incontinencia gastronó­mica, hay que sumarle inmensos territorios del Africa, del Asia —Corea del Norte, Indochi­na — y de América —Cuba y Nicaragua—.
Como puede apreciar cualquier inteligencia un obnubilada por los prejuicios fascistas, la fraternidad militante y no parlante de la orden de San Carlos Marx ha llevado la felicidad a mas de 1.500.000.000 millones de seres huma­nos. Y para protegerlos de las insidias y de la provocación de las decadentes burguesías se ha resignado a construir 95 Km. de fosos, 102 Km. de alambradas electrificadas; 238 fortines y 202 miradores artillados en la zona de Berlín. Los mal pensados le llaman el Muro de la Vergüenza.

Comportamiento de las tropas rojas
Ilya Ehrenburg, judío y ministro de propa­ganda soviético, con fecha 28 de abril de 1945, dio a conocer la siguiente orden del día al ejér-cito: "Los soldados rojos arden como si fueran de paja, para hacer de los alemanes y de su capital una tea encendida de su venganza; para vosotros, soldados del ejército rojo, la hora de la venganza ha sonado... Desgarrad con lirio el orgullo racial de las mujeres alemanas; tomadlas como botín legítimo. ¡Matad! ¡Des­truid, bravos y aguerridos soldados del Ejér­cito Rojo!".
Por una pieza documental de esa naturaleza de origen nacionalsocialista, los judíos esta­llan dispuestos a ceder Jerusalén. Pero ello un imposible. En cambio las hallamos en abun­dancia en los archivos de los civilizadores que se llenan la boca con las palabras libertad y democracia.
Y como en el mundo tenebroso del marxismo ninguna bestialidad queda como una pura ex­presión de deseos, acompañamos unos tramos la marcha de las hordas bolcheviques para registrar su comportamiento.
La víspera del Domingo de Ramos, 24 de marzo de 1945, los rusos ocuparon Neisse, en la Silesia Alta. Quedaban allí 20 religiosos, doscientas monjas y unos 2.000 vecinos. Los soldados estaban poseídos por la fiebre del sa­queo. Continuamente violaban a las muchachas, mujeres y monjas. Los soldados con los oficia­les delante formaban largas colas ante sus víc­timas. En la primera noche violaron a muchas hasta cincuenta veces. Las monjas que se de­fendían eran asesinadas y llegaban a tal ago­tamiento físico que no tenían fuerzas para de­fenderse... Las mismas escenas se repetían en los hospitales y asilos de ancianos. Hasta las monjas de 70 y 80 años, que enfermas y paralíticas estaban en cama, eran violadas y maltratadas por estos hombres sin entrañas... A un asilo de ancianos dirigido por monjas le prendieron fuego desde el sótano de tal modo que casi todos los asilados murieron presa de las llamas y del humo.
¡Y pensar que los soldados alemanes eran fusilados por sus mandos si eran sorprendidos en actos de pillaje o de abuso en perjuicio de la población ocupada!
¡Los milagros que obra la propaganda!

Rudolf Hess
Rudolf Hess murió (?) el 18 de agosto de 1987 en la cárcel de Spandau. Tenía 93 años. La Cárcel del Spandau, con sus 586 celdas, se fue quedando vacía. La presencia de un sólo prisionero justificó su existencia durante mu­chos años.

¿Qué crimen imprescriptible se le imputó a Hess?
Rudolf Hess fue lugarteniente de Adolf Hitler. En 1941 aceptó la misión de ser trasla­dado a Gran Bretaña para concertar una paz honorable entre ese país y su Alemania natal.
Alemania aborrecía la idea de un enfrenta-miento con las potencias del oeste. En cambio, estaba determinada a comprometer todos sus recursos materiales y humanos en una guerra a vida o muerte contra la Unión Soviética.
Rudolf Hess fue, pues, un mensajero de paz. Los poderes tácticos lo trataron como a un provocador. Se le hizo prisionero. Se le mal­trató. Se le "juzgó" en Nuremberg y se le apli­có condena perpetua.
Con los años se realizaron diversas gestiones para lograr su excarcelación. Todo terminaba entre la cobardía de los aliados occidentales y el odio irreductible de la fiera roja.
En el mundo de las democracias y del mar­xismo es común exonerar de culpas a los espías atómicos, a los traidores de toda laya, a cri­minales encaramados en las altas esferas de los gobiernos. Alguno, incluso, fue honrado con el Premio Nobel de la Paz.
Para un hombre de estirpe heroica, para un auténtico Héroe de la Paz, no existe el recono­cimiento ni la misericordia.
La inicial ignominia británica fue armóni­camente acompañada por el falso sentimenta­lismo democratoide y remachada, en todo el transcurso de estos 46 abominables años, por la baba jadeante y venenosa de los chacales moscovitas.
El costo en vidas del experimento comunista
Según cálculos en extremo conservadores, los turiferarios de Marx, Lenin, Trotzky, Stalin y Mao, se vieron en la necesidad de encarar la humanitaria decisión de suprimir ciento cin­cuenta millones de personas, para facilitar el parto de la nueva sociedad donde la ausencia de amos y de esclavos posibilitaría la realiza­ción de una vida plena de libertad y felicidad.
Todo parece indicar que la cosa estuvo bien encaminada. Porque gracias a la benemérita Nomenklatura que se viste con los modistos y los diseñadores italianos, que usufructúa de suntuosos dachas en los más selectos centros de veraneo de la Santa Rusia, que viaja en Mercedes Benz conducidos por chóferes con uniforme y que ocupa las residencias de lujo de las ciudades, entre otras gabelas, gracias, decimos a esta esforzada clase dirigente, dos­cientos millones de rusos en overoll, en alpar­gatas, viviendo a razón de uno cada cuatro me­tros cuadrados y comiendo lo que pueden tie­nen la sensación de haber alcanzado la igual­dad que tanto anhelaban.

Algunos juicios sobre el marxismo
El 30 de enero de 1937, en plena cruzada española, el Cardenal Gomá a la vista de los estragos producidos por los homínidos comu­nistas, dijo: "...llega la ilicitud a la mons­truosidad cuando el enemigo es este monstruo moderno, el marxismo o comunismo, hidra de siete cabezas, síntesis de toda herejía, opuesto diametralmente al cristianismo en su doctrina religiosa, política, social y económica".
El mismo hombre de la Iglesia, quizá por no haber capturado el profundo sentido espi­ritual del accionar de los chekistas españoles, escribió: "Dolor de haber visto a España en­vuelta en una ola de barbarie como no se da en las tribus de África. El plomo homicida ha destrozado el cerebro del sabio, del político, del literato, del hombre de negocios, sólo porque eran el soporte y la gloria de una civilización que reconoce algo más que la salvaje civiliza­ción marxista, que trata de reducirnos a la condición de parias, de seres de un rebaño humano"...
Entre nosotros, otro reaccionario, el General San Martín, en carta al General Castilla del 15 de abril de 1849 le cuenta: "El inminente peligro que amenazaba a la Francia en lo más vital de sus intereses, por los desorganizado­res partidos de terroristas, comunistas y socia­listas, todos reunidos al solo objeto de despre­ciar no sólo el orden y la civilización, sino tam­bién la propiedad, la religión y familia, han contribuido muy eficazmente a causar una reacción favorable en favor del orden".
Por su parte, el fascista Juan Manuel de Rosas en carta a Josefa Gómez de 1871, en relación con la Internacional marxista dice: "...sociedad de guerra y de odio que tiene por liase el ateísmo y el comunismo, por objeto la destrucción del capital y el aniquilamiento de los que lo poseen, por medio de la fuerza brutal del gran número que aplastará a todo cuanto intente resistirle. Tal es el programa que con una cínica osadía, han propuesto los jefes a sus adeptos... Sus reglas de conducta son la negación de todos los principios sobre que descansa la civilización".
Alexander Solzhenitsyn, uno de los pensa­dores más importantes de nuestro tiempo y el testigo más temido de la trágica experiencia comunista, nos enseña que la ideología mar­xista está muerta y exhala, en consecuencia, olor a cadaverina.
Lo cual no es óbice, agregamos nosotros, pa­ra su propagación. Y eso por la sencilla razón que la envidia, que es la enfermedad más ex­tendida entre el género humano, transforma a los fracasados en necrófagos insaciables.

LOS JUDÍOS
En el centro de los acontecimientos que con­dujeron a la última contienda mundial encon­tramos multitud de judíos. De igual origen con­fesional y racial fueron muchos de los hombres que cometieron los más odiosos crímenes con­tra los vencidos, según hemos podido compro­bar a lo largo de este esbozo.
Esta es la razón por la que consideramos pertinente dedicar unas líneas para caracteri­zar a un pueblo que en el momento de desa­rrollarse los acontecimientos que motivaron el libro de Bardéche, aún no se había constituido en Estado Nacional.
Hurguemos pues, en la historia lejana y en la conducta contemporánea en procura de ha­llar los pergaminos que puedan legitimar la pretensión judía de constituirse en fiscales de individuos y naciones en nombre de la justicia y de los muy respetables derechos humanos.

Antiguo Testamento
En el Deuteronomio, Cap. 20, Vers. 10/14 encontramos: "Cuando te aproximes a una ciu­dad para combatirla, le brindarás, primero, la paz y si te da respuesta de paz y te abre las puertas, todo el pueblo que en ella se encuen­tra quedará tributario tuyo y te servirá. Más, si no trata paces contigo y te declara la guerra, la sitiarás. Yahveh, tu Dios, la entregará en tu mano y pasarás a cuchillo a todos sus varones.
Sólo las mujeres, los niños, el ganado y cuanto botín hubiere en la ciudad guardarás para tí y disfrutarás de los despojos de tus enemigos, que Yahveh, tu Dios, te ha entregado".
En el Cap. 20, Vers. 16, podemos leer: "Pero de las ciudades de estos pueblos que Yahveh, tu Dios, te va a dar en posesión, no dejarás viva alma alguna, sino que consagrarás a com­pleto exterminio al hitita, al amorreo, el cana-neo, el perezeo, el jivveo y el yebuseo".
¿El bondadoso Yahveh no habrá dejado a alguien fuera de la lista?
En Números, Cap. 31, Vers. 7 y siguientes está escrito: "Y pelearon contra Madián, como Yahveh había mandado a Moisés, y les mata-ron todos los varones... Los hijos de Israel se llevaron cautivas a las mujeres de Madián y sus pequeñuelos y saquearon todo su ganado, todos sus rebaños y toda su hacienda. Incen­diaron todas sus ciudades en los diversos pun­tos de su residencia y todos sus campamentos. Luego cogieron todo el botín y toda la presa hecha con hombres y en ganado y condujeron los cautivos, el botín y la presa donde Moisés, al sacerdote Elazar y a la comunidad de los hijos de Israel, que estaba en el Campamen­to... Moisés, el sacerdote Elazar y todos los príncipes de la comunidad salieron a recibirlos fuera del campamento. Enojóse Moisés contra los jefes del ejército, kiliarkas y centuriones que tornaban de la expedición guerrera y les dijo: -Pero, ¿habéis dejado con vida a, todas las mujeres? Ahora, pues, matad a todo varón en­tre los párvulos y a toda mujer que haya conocido varón cohabitando con él. En cambio a todas las muchachas que no hayan tenido ayun­tamiento con varón conservadlas en vida para vosotros»".
Evidentemente se trata de todo un himno a los derechos humanos.
Lo que nos sorprende vivamente es la notable analogía del texto precedente con la devastación de Dresde y con el trato concedido a las poblaciones alemanas de Prusia Oriental, Pomerania. Silesia y país de los Sudetes obli­gados a abandonar sus. hogares centenarios en condiciones de ferocidad tal que provocaron más de 4.500.000 muertos.
En I Samuel, Cap. 15, Vers. 2 y sig. nos hallamos otra vez frente a la figura indulgente de Yahveh. Así a dicho Yahveh: "He conside­rado lo que Amaleq hizo a Israel, que se le opuso en el camino cuando éste subía de Egipto. Pues ahora ve y destroza a Amaleq y extermí­nale con cuanto posee, sin compadecerte de él, antes bien, matarás hombres y mujeres, mu­chachos y niños de pecho, toros, y ovejas, ca­mellos y asnos".
¡Si en vez de Yahveh hubiera sido Adolf Hitler el autor de las caritativas recomenda­ciones que transcribimos... !
Para terminar con estas citas que parecen sacadas de las obras maestras del terror, nos trasladamos al libro de Ester, Cap. 13, Vers. 4 y sig. Hamán tuvo la mala suerte de obser­var las costumbres de los judíos y de informar al Rey "que entre las tribus esparcidas por la tierra anda mezclado un pueblo de mala en­traña, contrario por sus leyes a toda nación, y que desdeña continuamente las órdenes de los reyes para que no logre estabilidad la acción coordenada de nuestro gobierno..." Y propo­nía su eliminación.
El pobre Hamán no sabía con quién se ha­bía metido. Ester en el Cap. 9, nos enseña cómo proceder frente a los despistados.
En el Vers. 5 dice: "Los judíos hirieron a todos sus enemigos a golpe de espada, matanza y exterminio, e hicieron en sus adversarios cuanto le plugo". En el Vers. 6 agrega: "En Susa, la acrópolis regia, mataron los judíos y exterminaron a quinientos hombres y a los diez hijos de Aman".
En el Vers. 16: "Y el resto de los judíos que habían en las provincias del rey se reunieron y defendieron su vida, y quedáronse tranquilos de sus enemigos, matando de sus contrarios a setenta y cinco mil..."
Menos mal que se quedaron tranquilos. Para la época en que tuvo lugar semejante masacre, la cifra no está mal. Sería el equivalente de 10.000.000 al cambio del día, debidamente ac­tualizado. Algo más que los 6.000.000 de la fábula con que nos aturden continuamente.
En el Vers. 17 termina: "Fue esto el día trece del mes de Adar, y descansaron el día catorce del mismo, al que declararon día de convite y alegría".
Bien merecían el descanso después de tanta faena. Es la famosa celebración de la Fiesta del Purim.
Advertimos que la densidad de los textos resulta sofocante, por eso será mejor dejar el Antiguo Testamento y pasar a nuestros días.
Como en la vida todo cambia y evoluciona, podría pensarse razonablemente que lo que fue ayer, hoy mudó de naturaleza. Para averiguar­lo nada mejor que incursionar en la historia más reciente de los sumisos seguidores del bue­no de Yahveh.
El 8 de febrero de 1920 un periodista lla­mado W. Churchill escribió: "Es posible que esta raza sorprendente esté en el proceso de creación de un nuevo sistema filosófico y político, tan malévolo como benévola fue la Cristiandad, el cual, si no es contrarrestado, des­truirá irremediablemente todo lo que el Cris­tianismo ha hecho posible. Estos movimientos revolucionarios entre los judíos no constituyen una novedad. Ellos han sido los inspiradores de lodos los movimientos subversivos acaecidos en el Siglo XIX; y ahora, esta banda de extra­ordinarias personalidades de los bajos fondos de las grandes urbes de Europa y América ha agarrado al pueblo ruso por el pelo y se ha convertido en la dueña indiscutible de ese enor­me imperio... El predominio de los judíos en las instituciones soviéticas es sorprendente... el sistema terrorista aplicado por la Cheka ha sido ideado y llevado a cabo por hebreos y, en ciertos casos notables, por hebreas. El papel jugado por los revolucionarios judíos en esa sangrienta locura es asombroso".
B. Disraeli, eminente estadista inglés de ori­gen judío, en su obra Life of Lord G. Bentinck señala: "El pueblo de Dios coopera con los sin Dios; los más ardientes acumuladores de la pro­piedad se unen a los comunistas... Y todo ello tan sólo porque quieren destruir la Cristian­dad".

La Acción directa
En julio de 1946, miembros de la organiza­ción terrorista sionista Irgun, colocaron una bomba en el Hotel King David, de Jerusalén, donde funcionaba el cuartel general británico. Como consecuencia de la explosión murieron noventa y dos hombres y mujeres y hubo cua­renta y cinco heridos, en su mayor parte dedi­cados a tareas administrativas. El jefe de Ir­gun era Menaghem Begin, quien años después sería Primer Ministro del Estado de Israel.
En 1978, en una elección que puede ser ca­lificada de sangrienta ironía, el señor Begin recibía el Premio Nobel de la Paz.
En la noche del 9 al 10 de abril de 1948, las organizaciones terroristas Irgun y Stern, en acción combinada se abalanzaron sobre la pequeña aldea campesina de Deir Yassin, don-do vivían 600 personas dedicadas a la agricul­tura. El día 10 la Cruz Roja Internacional pudo contar los cadáveres de 254 hombres, mu­jeres y niños.
Con relación a esta obra de caridad de fac­tura hebrea, el historiador británico Arnold Toynbee expresó: "Desde el establecimiento de Israel, el colonialismo israelí es uno de los ca­sos más negros en la historia completa del colonialismo en la Edad Moderna, y su negrura es puesta de relieve por la época. Los sionistas de Europa Oriental han practicado el colonia­lismo en Palestina, en la forma extrema de desalojo y despojo de los habitantes árabes nativos, en el mismo momento en que los pue­blos de Europa Occidental han renunciado a su dominación temporaria sobre los pueblos no europeos".
La conquista de Palestina es un rosario ma­cabro de saqueos, atropellos y asesinatos que sobrecogen el espíritu. No haremos un recuen­to exhaustivo de tanta tropelía. Como broche final que sintetiza todo lo realizado antes y después, haremos una rápida referencia a la inmolación de Sabra y de Shatila.
El miércoles 15 de septiembre de 1982, el ejército israelí, auxiliado por voluntarios liba­neses y con una poderosa cobertura aérea, ini­ció la invasión de El Líbano. Durante cuatro días se dedicó a la matanza de civiles y a la destrucción de sus hogares, concentrados en los campamentos de Sabra y Shatila en las proxi­midades de Beirut. El saldo del salvajismo represor fueron 5.000 personas asesinadas, y si se cuentan los desaparecidos, la cifra se ele­va a 7.000.
Ochocientos mil palestinos expulsados, mediante el empleo sistemático del terror, de sus tierras milenarias y amontonados como parias
en tugurios infectos, sometidos a la inexorable acción del hambre, de la mugre y de las enfer­medades, son el testimonio vivo y lacerante de los sentimientos humanitarios que guían la acción de los máximos dirigentes del sionismo.

Germany Must Perish
A mediados de 1941 el gobierno y el pueblo alemanes fueron violentamente conmovidos por la aparición del libro Germany Must Perish del judío Theodor N. Kaufman. Allí se soste­nía que los alemanes de cualquier origen, con­dición, fe o ideología, debían perecer y que al terminar la guerra se dispondría de 20.000 médicos para que procedieran a la esteriliza­ción de todos los hombres y mujeres en edad de procrear y así lograr, al cabo de sesenta años, la extinción completa de la raza germana.
El pueblo alemán, diligentemente informado por su ministro de propaganda el Dr. Goebbels acerca de las piadosas intenciones de los man­sos judíos, apretó filas alrededor de sus diri­gentes y se preparó para sostener una lucha sin cuartel, en salvaguarda de su supervivencia como Nación y como etnia.

Exacciones a los alemanes
Por el Tratado entre la República Federal e Israel suscripto en septiembre de 1952, Ale­mania asumía el compromiso de abonar al Es­tado de Israel la astronómica suma de tres mil millones de marcos alemanes en bienes y ser­vicios por un lapso de doce años.
En virtud de ello los alemanes instalaron cinco usinas eléctricas que cuadruplicaron la capacidad generadora de Israel, se modernizó la red ferroviaria, se entregaron cuatrocientos vagones cubiertos con sus respectivas máqui­nas, se amplió el sistema telefónico y telegrá­fico, se modernizó el puerto de Haifa, se pro­veyeron los equipos para la explotación mi­neral, se construyeron 280 kilómetros de ca­ñerías gigantes para la irrigación del Negev, se entregaron 59 naves, dos lanchas para adua­na y cuatro buques de pasajeros y se instaló integramente una acería, se suministraron 200.000 toneladas de hierro y miles de tonela­das de otras materias primas. También se entregaron aviones, tanques, submarinos, camio­nes, cohetes antiaviones y antitanques. Amén de toda clase de municiones.
Esas extorsiones sumadas a las exigidas por quienes sufrieron presuntos daños en sus per­sonas y/o propiedades en Alemania y en los países que durante la guerra ocuparon los ale­manes, habían elevado las contribuciones de la República Federal a fines de 1974, a la cifra de cincuenta y dos mil millones de marcos, equivalentes al cambio del día en que se escribe este artículo, a casi veintiocho mil millones de dólares.
Téngase presente, insistimos, en que el Estado de Israel no existía cuando tuvo lugar el conflicto que originó los reclamos y repárese, asimismo en la circunstancia por demás curiosa, que sólo la República Federal estuvo obligada a afrontar las indemnizaciones, no así la parte de Alemania que permanecía bajo la férula del imperialismo soviético.

Adolf Eichmann
Los argentinos tenemos una cuenta pendiente con la insolencia sionista. El 11 de mayo de 1960, el coronel Eichmann fue secuestrado por comandos clandestinos israelíes que operaban en territorio nacional. Convenientemente camu­flado fue enviado a Israel en donde al cabo de una parodia de juicio fue sentenciado a morir en la horca, tal como estaba establecido desde hacía 25 años.

Juicios lapidarios
Por todo cuanto llevamos expuesto no parece excesivo el juicio vertido por N. S. Jesucristo y recogido por San Juan en el Cap. VIII. Vers. 44 de su Evangelio: "Vosotros sois hijos del diablo..."
Ni la gráfica caracterización de Nuestro Se­ñor Jesucristo reproducida por San Mateo, Cap. XXIII, Vers. 34: "serpientes, raza de ví­boras".
Ni las cáusticas expresiones de San Pablo, Tes. 1ª, Cap. II, Vers. 15: "Los cuales también mataron al Señor Jesús y a los profetas y nos han perseguido a nosotros y no son del agrado de Dios y son enemigos de todos los hombres".
Como broche de oro a nuestras meditaciones sobre los judíos, reproduciremos el pronuncia­miento registrado en la sesión plenaria 2400a. del 11 de noviembre de 1975, en el seno de las Naciones Unidas, que como es de público cono­cimiento, no se trata de una Institución nacida del celo fundacional de los Padres Peregrinos.
En la parte pertinente declara: "...que el sionismo es una forma de racismo y discrimi­nación racial".

UN NUEVO AMANECER
En la bibliografía especializada que figura al final de este trabajo, podrá hallar el lector la reconstrucción coherente de la historia de los últimos ochenta años. Ninguno de los auto­res, incluido el propio Bardéche, fue impelido a encarar tan peligrosa labor por razones de prejuicios irracionales. Muchos de ellos estu­vieron del bando de los aliados durante la guerra.
A su término fueron sorprendidos y sepul­tados por un alud de falsificaciones, de calum­nias, de iniquidades, que desafiaban frontal-mente todas sus vivencias, todas las realidades conocidas, su propio acervo cultural, y no en­contraron más alternativa que salir a la pa­lestra con la íntima convicción de lograr el res­tablecimiento del imperio de la verdad.
En el bando vencedor se pensaba y aún se piensa, que "la victoria no es completa más que si, después de haber forzado la ciudadela, no se violentan también las conciencias", como con su lucidez acostumbrada observa Bardéche.
En tiempos de la literatura concentracionaria que tantos dividendos ha reportado a los eternos saltimbanquis se está acabando.
Con razón les advertía Bardéche a los oportunístas profesionales: "Temed el día que se escriba la historia verdadera de esta guerra".
La historia verdadera terminó de escribirse a está en las páginas finales.
Los tartufos que en nombre de la democracia y la libertad se adjudicaron el ominoso dere­cho al veto se están poniendo nerviosos.
El arte horrible de la justicia, de que nos hablara el Dante, y del que se abusara en las jornadas aciagas de Nuremberg, también está en la picota.
Para las nuevas generaciones la finalidad trascendente de la lucha del Nacionalsocialismo estará expresada de manera conmovedora e in-tergiversable, en la orden impartida por el Al-mirante Doenitz, el 7 de mayo de 1945, vale decir, momentos antes de la rendición incondi­cional que le fuera impuesta, en el sentido de que la totalidad de los cañones de la Wehrmacht quedaran apuntando hacia el enemigo asiático.
Cuando el contenido profundo del Naciona­lismo, que fuera sostenido al precio de la vida de millones de combatientes, sea cabalmente aprehendido, la derrota mundial de 1945, cuyas últimas consecuencias estamos padeciendo, será relegada a la historia.
A partir de entonces la droga, la fealdad, los vicios nefandos, la mentira, todo cuanto configura el cuadro de degeneración y de de­cadencia inherentes a las mistificaciones de las plutocracias y burocracias triunfadoras, se ale­jarán del escenario para refugiarse en los an­tros de los que no debieron salir jamás.
Un hálito de vida nueva y eterna volverá a adueñarse de las voluntades y de las inte­ligencias para plasmarse en un nuevo orden de belleza creadora.
Rodolfo Segura

BIBLIOGRAFÍA DEL ESTUDIO PRELIMINAR

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Revistas
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"Thule. La cultura de la o otra» Europa". Ediciones Bausp. Barcelona, 1979.