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El mito del eterno retorno

Arquetipos y repetición

Mircea Eliade

El mito del eterno retorno - Arquetipos y repetición - Mircea Eliade

176 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2017
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 190 pesos
 Precio internacional: 14 euros

 

 

 

"El mito del eterno retorno" constituye una especie de introducción a una filosofía de la historia en tanto intenta develar lo que la historia significaba en la antigüedad. Interroga para ello las concepciones fundamentales de las sociedades arcaicas que, pese a conocer también ciertas formas de “historia”, se esfuerzan por no tenerla en cuenta. Al estudiar esas sociedades tradicionales, un rasgo que llama principalmente la atención es su rebelión contra el tiempo concreto, histórico; su nostalgia de un retorno periódico al tiempo mítico de los orígenes, al Tiempo Magno. Este menosprecio de la historia y del tiempo profano, continuo, resulta en una cierta valoración metafísica de la existencia humana. Las ciencias humanas actuales podrían incluso aprender de la valoración que el hombre tradicional dio a su situación en el Universo. Aun más: que los problemas cardinales de la metafísica podrían experimentar una renovación gracias al conocimiento de la antología arcaica.
El "eterno retorno" no debería confundirse con las interpretaciones modernas de este concepto, en tanto no se trata de una eternidad de duración indefinida, además de que implican la existencia de una repetición imposible y claramente contraria a la verdadera noción tradicional de los ciclos, según la cual tan sólo hay correspondencia y no identidad. Lo que Eliade entiende por "repetición" no es otra cosa que la reproducción o, más bien, la imitación ritual de "lo que fue hecho en el comienzo". En una civilización íntegramente tradicional, todo procede de "arquetipos celestiales": así, ciudades, templos moradas, siempre se edifican según un modelo cósmico. Eliade ha reunido numerosos ejemplos que se refieren a las más diversas tradiciones, lo que muestra bien la universalidad y, podríamos decir, la "normalidad" de tales concepciones.

 

ÍNDICE

Prólogo a la edición francesa7
I.- Arquetipos y repetición11
El problema11
Arquetipos celestes de los territorios, de los templos y de las ciudades13
El simbolismo del “ centro”20
Repetición de la cosmogonía26
Modelos divinos de los rituales30
Arquetipos de las actividades profanas37
Los mitos y la historia45
II.- La regeneración del tiempo. “Año”, año nuevo, cosmogonía59
La periodicidad de la creación72
Regeneración continua del tiempo84
III.- “Desdicha” e “historia”. “Normalidad” del sufrimiento101
La historia considerada como teofanía110
Los ciclos cósmicos y la historia121
Destino e historia142
IV.- “El terror a la historia”. La supervivencia del mito del “eterno retorno”151
Las dificultades del historicismo158
Libertad e historia165
Desesperación o fe171

Prólogo a la edición francesa

Si no fuese por el temor a parecer demasiado ambicio­sos, hubiésemos puesto a este libro como segundo sub­título el siguiente: Introducción a una filosofía de la historia. Pues tal es, en definitiva, el sentido del pre­sente ensayo; con la particularidad, sin embargo, de que, en lugar de proceder por el análisis especulativo del fenómeno histórico, interroga las concepciones fun­damentales de las sociedades arcaicas que, pese a cono­cer también ciertas formas de “historia”, se esfuerzan por no tenerla en cuenta. Al estudiar esas sociedades tradicionales, un rasgo nos ha llamado principalmen­te la atención: su rebelión contra el tiempo concreto, histórico; su nostalgia de un retorno periódico al tiem­po mítico de los orígenes, al Tiempo Magno. El senti­do y la función de lo que hemos llamado “arquetipos y repetición “ sólo se nos revelaron cuando comprendi­mos la voluntad de sus sociedades de rechazar el tiempo concreto, su hostilidad a toda tentativa de “historia” autónoma, es decir, de historia sin regulación arquetípica. Este rechazo, esta oposición, no son simplemente, como lo prueba este libro, el efecto de las tendencias conservadoras de las sociedades primitivas. A nuestro parecer, estamos autorizados a ver en ese menosprecio de la historia, es decir, de los acontecimientos sin mo­delo transhistórico, y en ese rechazo del tiempo profano, continuo, cierta valoración metafísica de la existen­cia humana. Pero esa valoración no es, en ningún caso, la que tratan de dar ciertas corrientes filosóficas poshegelianas, principalmente el marxismo, el historicismo y el existencialismo, desde el descubrimiento del “hombre histórico”, del hombre que es en la medi­da en que se hace a sí mismo en el seno de la historia.
El problema de la historia, como tal, no será empe­ro abordado en forma primordial en este ensayo. Nues­tro designio fundamental ha sido señalar ciertas líneas de fuerzas maestras en el campo especulativo de las so­ciedades arcaicas. Nos ha parecido que una simple pre­sentación de esto último no carece de interés, sobre todo para el filósofo acostumbrado a hallar sus problemas y los medios de resolverlos en los textos de la filosofía clá­sica o en los casos que le presenta la historia espiritual de Occidente. Creemos desde hace tiempo que la filo­sofía occidental corre el peligro de tornarse “provin­ciana”: primero, por aislarse celosamente en su propia tradición e ignorar, por ejemplo, los problemas y las so­luciones del pensamiento oriental; luego, por obstinarse en no reconocer más que las “situaciones” del hombre de las civilizaciones históricas, sin consideración por la experiencia del hombre “primitivo”, dependiente de las sociedades tradicionales. Estimamos que la antropolo­gía filosófica tendría algo que aprender de la valora­ción que el hombre presocrático (dicho de otro modo, el hombre tradicional) dio a su situación en el Universo. Aun más: que los problemas cardinales de la metafísica podrían experimentar una renovación gracias al cono­cimiento de la antología arcaica. En varios trabajos anteriores, en particular en nuestro Tratado de Histo­ria de las Religiones, hemos intentado presentar los prin­cipios de esa antología arcaica, sin pretender, ciertamente, haber conseguido dar una exposición siempre cohe­rente, y menos aún exhaustiva.
Muy a pesar nuestro, el ensayo que va a leerse tam­poco aportará dicha exposición exhaustiva. Como nos dirigimos tanto al filósofo como al etnólogo o al orientalista, pero sobre todo al hombre culto, al no es­pecializado, a veces nos hemos visto obligados a resu­mir en fórmulas sumarias lo que, tratado con ampli­tud y detalladamente, hubiese exigido un imponente volumen. Toda discusión profunda acarrearía un des­pliegue de citas de fuentes y un lenguaje técnico que desalentarían a muchos lectores. Ahora bien: nuestra preocupación, más que comunicar a los especialistas una serie de comentarios al margen de sus propios pro­blemas, era llamar la atención del filósofo y del hom­bre culto en general sobre posibilidades espirituales que, aun cuando han sido superadas en numerosas re­giones del globo, son instructivas para el conocimien­to y la historia del hombre. Una consideración del mismo orden ha hecho que limitemos a lo estrictamente necesario las referencias, las cuales a veces se reducen a una simple alusión. Un índice especial, al final del volumen, dará las indicaciones complementarias so­bre ese punto.
Comenzado en 1945, este ensayo sólo pudo ser pro­seguido y acabado dos años después. La traducción del manuscrito rumano se debe a los señores Jean Gouillard y Jacques Soucasse, a quienes dirigimos la expresión de nuestra gratitud. Una vez más, nuestro sabio colega y amigo Georges Dumézil se tomó el tra­bajo de leer la traducción en manuscrito y así nos per­mitió corregir algunas inadvertencias.

M.E.

 

 

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