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PANCHATANTRA

Edición a cargo de

JOSÉ ALEMANY BOLUFER

Colección de Fábulas hindúes

PANCHATANTRA - Colección de Fábulas hindúes - Edición a cargo de JOSÉ ALEMANY BOLUFER

334 paginas
22 x 16 cm.
Editorial Paidos, 2007

Colección Orientalia
Encuadernación rústica,
 Precio para Argentina: 226 pesos
 Precio internacional: 41 euros

 

 

Esta obra es una recopilación de cuentos, fábulas e historias moralizadoras hindúes escrita en sánscrito. Tal y como nos ha llegado hasta la actualidad, la versión india más completa consta de cinco libros, que atesoran un total de setenta y tres piezas en prosa intercaladas de poemas que, a manera de estribillo, ayudan a memorizar el mensaje esencial de la narración. [... ]
El Panchatantra constituye un excepcional vehículo de conocimiento del universo indio, que nos transporta de lo real a lo fantástico continuamente, rompiendo los límites del tiempo y el espacio, con un pasado indefinido que se convierte en espiral y un medio físico que se transforma en umbral de lo mágico. Se trata de un producto típicamente hindú, pues su hilván narrativo va engarzando los cuentos, unos dentro de otros. [...]
Para el lector español la más importante versión de esta obra es la realizada por encargo del todavía infante y futuro rey Alfonso X el Sabio: nuestro Calila y Dimna, cuya influencia en España cala en la obra de Ramón Llull, el Arcipreste de Hita y el Conde Lucanor. [...]
El Panchatantra es un magnífico reportaje de la India sempiterna, donde se unifican mitología y costumbre, realidad y fantasía.
Al lector español le ocurrirá lo mismo que al hindú de cualquier época: se sentirá inmerso en la unidad de toda la obra y, por un instante, permanecerá suspendido en lo ilusorio.
Del Prólogo

José Alemany Bolufer (1866-1934), erudito y filólogo español, doctorado en Filosofía y Letras, ejerció como profesor desde 1891. Fue catedrático de Lengua griega en la Universidad de Granada y luego en la de Madrid. Miembro de las Reales Academias de la Lengua y de la Historia y autor de numerosos trabajos sobre lingüística indoeuropea, tradujo importantes obras del sánscrito al castellano.

 

ÍNDICE

Prólogo, Carmen García-Ormaechea                      11
PANCHATANTRA
Nota del traductor                21
Introducción              31

Libro I: Desunión de amigos
Cuento principal: Del toro, los dos chacales y el león                   35
Cuentos intercalados en el principal
Cuento I. El mono y la cuña                        39
Cuento II. El chacal y el tambor                  50
Cuento III. El rico Dantila, el barrendero y el rey              56
Cuento IV. Aventuras de Devazarman, que comprende:
1o        Los dos carneros y el chacal                        63
2o El tejedor, el barbero y sus respectivas mujeres                        67
Cuento V. El tejedor que se hizo pasar por Vixnu             74
Cuento VI. El cuervo y su hembra, el chacal y la serpiente                      80
Cuento VII. La grulla y el cangrejo (Conclusión del anterior) . .  81
Cuento VIII. El león y la liebre                     85
Cuento IX. El piojo y la pulga                      93
Cuento X. El chacal teñido de azul                         95
CUENTO XI. El león, el tigre, el cuervo, el chacal y el camello ....           101
Cuento XII. El tittibha y el mar                    108
CUENTO XIII. La tortuga y los cisnes (Continuación del anterior)         109
Cuento XIV. Los tres peces (Continuación del anterior)               110
Cuento XV. El gorrión, el pájaro carpintero, la mosca, la rana y el elefante (Conclusión del XI)                     113
Cuento XVI. El león, el chacal, el lobo y el camello                       122
Cuento XVII. Los monos y el pájaro                       128
CUENTO XVIII. La hembra del gorrión y el mono                       130
Cuento XIX. Los dos amigos                        131
Cuento XX. La grulla, la serpiente, el cangrejo y el icneumón . . 135
Cuento XXI. El depositario infiel                 136
Cuento XXII. El rey y el mono                     139

Libro II: Adquisición de amigos
Cuento principal: Del cuervo, el ratón, la tortuga y el ciervo .... 143 Cuentos comprendidos en el principal
CUENTO I. Historia del ratón Hiranyaka                         157
Cuento II. La mujer que cambia sésamo mondado por sésamo sin mondar (Continuación del anterior)                   160
CUENTO III. El cazador, el cerdo y el chacal, a quien salió una cresta en la cabeza (Conclusión del 1)                    161
CUENTO IV. Aventuras de Lo que ha de obtener                        168
CUENTO V. Historia del tejedor Somilaka                        174
Cuento VI. El toro, el chacal y la hembra de éste
(Continuación del anterior)             178

Libro III: Buhocorvina
Cuento principal: Los cuervos y los búhos                         191
Cuentos intercalados en el principal
Cuento I. El elefante y las liebres                 203
Cuento II. El gorrión, la liebre y el gato salvaje ....            207
Cuento III. El brahmán y los tres rateros                212
Cuento IV. El león en la cueva y el chacal             224

Libro IV: La pérdida de lo adquirido
Cuento principal: El mono y el monstruo marino             229
Cuentos secundarios
Cuento I. La rana y la serpiente                  234
Cuento II. El león, el chacal y el burro                    239
Cuento III. El cacharrero y el rey                243
Cuento IV. La leona, los dos leoncitos y el chacalito
(Conclusión del anterior)                 244
Cuento V. El asno cubierto con una piel de tigre               246
Cuento VI. El suegro y sus cuatro yernos               247
CUENTO VII. El carretero, su mujer y el amante             248
Cuento VIII. La ratoncilla transformada en muchacha                251
Cuento IX. Los tres penitentes (Conclusión del anterior)              253
CUENTO X. La mujer joven de un viejo en presencia de un ladrón                  257
Cuento XI. La mujer que se quedó sin marido y sin amante ....   260
Cuento XII. La pájara consejera y el mono            262
Cuento XIII. La mujer que dejó a su marido por un lisiado                     264
Cuento XIV. El camello que por su orgullo fue muerto por el león                      266
Cuento XV. El chacal triunfando del león, del tigre y de otra bestia, ante un elefante muerto       268
Cuento XVI. El perro en país extraño                     271

Libro V: La conducta impremeditada
Cuento I. El comerciante, el barbero y los religiosos mendicantes          
Cuento II. La brahmana y el icneumón                  277
Cuento III. Los cuatro brahmanes que se fueron en busca de fortuna (Este cuento se continúa en los siguientes hasta el fin del libro)                         279
Cuento IV. Los brahmanes eruditos y el brahmán discreto                      283
Cuento V. Los eruditos mentecatos                        285
CUENTO VI. Los dos peces sabios y la rana precavida               287
Cuento VII. El asno cantor y el chacal                    290
Cuento VIII. El tejedor que siguió el consejo de su mujer             292
Cuento IX. El brahmán que quedó blanco en la cama                  295
Cuento X. El rey y los monos                       296
Cuento XI. El rakxasa, el ladrón y el mono                        302
CUENTO XII. La princesa de tres tetas, el ciego y el giboso                     303
Cuento XIII. El brahmán y el rakxasa
(Continuación del anterior)             304
Cuento XIV. El pájaro de dos picos             308
Cuento XV. El brahmán salvado por un cangrejo                        309
Notas              311
Glosario                      319

PRÓLOGO

El Pancatantra, nuestro Panchatantra, constituye una recopilación de cuentos, fábulas e historias moralizadoras hindúes escrita en sánscri­to. Su título original, Pañcatantra, significa «cinco» (pañca) «tramas» (tantra, que también puede traducirse como «reglas» y «libros»). Tal y como nos ha llegado hasta la actualidad, la versión india más completa consta de cinco libros, los cuales atesoran un total de setenta y tres pie­zas en prosa intercaladas de poemas que, a manera de estribillo, ayudan a memorizar el mensaje esencial de la narración.
Según la tradición fue un soberano de Mahilaropya, entonces un pequeño reino del Dekán, quien a finales del siglo V o principios del siglo VI encargó al bráhman Visnusarman la redacción de un texto para instruir a los nobles de la corte; de ahí el marcado carácter didáctico que tiene el Panchatantra. Pero también, tal como se dice en la primera pá­gina de la obra, el rey quería principalmente educar a sus «tres hijos muy estúpidos», y lograrlo en tan sólo seis meses; por lo que, además, la tra­ma se caracteriza por un planteamiento muy sencillo, y el texto por un estilo costumbrista, rayano en lo anecdótico.
Para escribir el Panchatantra Visnusarman aprovechó numerosos textos populares de la tradición literaria india, tanto apócrifos, Purdna o «Antiguos», como religiosos, Jdtaka o «Nacimientos». También pudo ser el resultado de la transliteración del Tantrükyayiká, un texto de si­milares características, hoy desaparecido, pero del que sabemos que se escribió en Cachemira durante los siglos IV y v.
Mucho más importante que su discutible originalidad es la enorme influencia que el Panchatantra tuvo en la posteridad, tanto dentro como fuera de la India, de lo que da más que cumplida cuenta la magnífica nota del traductor José Alemany Bolufer que recuperamos en este volumen (págs. 21-30).
Dentro de la India, una de las mejores muestras de la rica herencia lite­raria del Panchatantra la constituye el Hitopadesa, obra que fue escrita por el venerable Náráyana en Bengala entre los siglos XI y xill de nuestra era, alcanzando desde entonces gran popularidad. Otra versión india de gran in­terés es el Pañcákhyanaka, escrita en 1660 por Meghavijaya, un monje jai- na del Gujarat; y otra más, el Kathamritanidhi o «Tesoro del néctar de los cuentos», anónimo y de fecha incierta pero también escrito en sánscrito. Aunque más indirecta, es indudable la huella que el Panchatantra dejó en la obra titulada Kathásaritságara, el «Océano de ríos de cuentos», que es­cribió el bráhman Somadeva entre 1063 y 1081 en lengua sánscrita.
Fuera de la India, la primera traducción del Panchatantra fue la per­sa del año 570, que lleva por título Kalila wa Dimna («Karataka y Damanaka», los dos chacales que protagonizan todo el primer libro del Pan­chatantra), de la que surgen las versiones siriaca y árabe. A su vez, del Kalila wa Dimna árabe se hizo una traducción griega anónima en el si­glo xi, otra hebrea en el siglo XII firmada por Rabi Joel, y de esta última, por fin, Juan de Capua realizó la traducción al latín entre 1262 y 1278 bajo el título Directorium Humanae Vitae,
Para el lector español la más importante versión del Kalila Wa Dim­na es, sin duda, la realizada por encargo del todavía infante y futuro rey Alfonso X el Sabio: nuestro Calila y Dimna. Actualmente esta obra se conserva en dos manuscritos fechados en 1251, que se encuentran en el monasterio de El Escorial. La influencia del Calila y Dimna en la litera­tura occidental ha sido muy valiosa, y son escasos los compendios de cuentos populares europeos que no contengan alguno del Panchatantra. En España cala en la obra de Ramón Llull y del Arcipreste de Hita, y más concretamente inspira el Libro de los enxiemplos del conde Lucanor et de Patronio, escrito por el infante don Juan Manuel entre 1330 y 1340.
Las fuentes indias han sido determinantes en nuestra tradición lite­raria de las fábulas, pero también hay que tener en cuenta las fuentes de nuestra antigüedad clásica, tales como las fábulas griegas de Hesíodo, Arquíloco, Estesícoro y, fundamentalmente, Esopo; así como las latinas de Horacio, Cicerón, Apuleyo y, fundamentalmente, Fedro. Durante el medievo las tradiciones indias y grecorromanas confluyeron, pero en el Renacimiento se dio mayor protagonismo a las occidentales. Sin em­bargo, las fábulas indias pervivieron en la literatura europea, y florecieron con fuerza en las Fables (1668-1694) de lean de La Fontaine. En España al­canzaron su esplendor en las Fábulas morales (1781) de Félix María Sa- maniego y en las Fábulas literarias (1782) de Tomás de Iriarte. Durante los siglos XIX y XX, los autores españoles que pueden calificarse de fabulis­tas son menos célebres, aunque numerosos; entre ellos hay que resaltar a Antonio de Trueba, Juan Eugenio de Hartzenbusch, Ramón de Campoa- mor y, muy especialmente, al catalán Apelles Mestres, porque fue un entusiasta del arte oriental en todos sus ámbitos.

Tras citar estas referencias literarias del Panchatantra, brevísimas en comparación con la enorme importancia de esta joya de la literatura uni­versal, vamos a recordar su contenido. El Panchatantra, como indica su título, consta de cinco libros, compuestos por numerosas piezas.
Libro I. Está dedicado a la «Desunión de amigos» y parte del cuento principal, en el que el chacal Damanaka (Dimna) intriga y encizaña, a pe­sar de las llamadas a la prudencia que le hace su «hermano» Karataka (Ca­lila), hasta lograr la desconfianza y el enfrentamiento mutuo de dos ami­gos, el rey león y su protegido el toro. Ambos chacales apoyan sus opiniones sirviéndose de numerosos cuentos, cuyos personajes, bien sean animales, humanos e incluso divinos, narran a su vez más historias moralizadoras, lo cual no quiere decir que su lectura sea edificante sino muchas veces todo lo contrario, pues al lector puede enturbiarle el ánimo la conti­nua mentira o la crueldad y perversidad de algunos personajes. Sin em­bargo, todo el texto está plagado de sabios consejos: «La palabra se ha de emplear donde, dicha, obtenga fruto y dure siempre su efecto, como el co­lor en tela blanca» (Cuento I). De comentarios políticos: «El que sirve a los intereses del rey llega a ser odiado por los súbditos, y el que sirve a los in­tereses de los súbditos es desdeñado por los reyes. Existiendo, pues, tan grande oposición entre ambos intereses, es difícil encontrar uno que a la vez sirva al rey y a la nación» (Cuento III). Y de opiniones originales: «Ri­cos son, distinguidos y celebrados aquí en el mundo, aquellos hombres a cuya casa llegan los amigos para satisfacer alguna necesidad» (Cuento X).
Libro II. Trata sobre la «Adquisición de amigos», y presenta en el cuento principal a sus cuatro protagonistas: un cuervo, un ratón, un cier­vo y una tortuga. A lo largo de múltiples vicisitudes logran salir airosos del peligro gracias a su amistad y colaboración, que combinan sabia­mente contra la adversidad pese a hallarse sin recursos individuales. Pa­radójicamente, este libro que trata sobre la amistad presenta bastantes comentarios antiamistad: «Necio y estúpido es el hombre que se busca un amigo de desigual condición, sea rico o sea pobre, pues de todos mo­dos se expone al ridículo» (Cuento I). O, «Con el enemigo no se ha de contraer alianza, aunque sea con todas las garantías posibles. El agua, por muy caliente que esté, apaga el fuego» (Cuento I). Si bien estas frases no tienen éxito en el contexto, las que ensalzan la amistad y la genero­sidad, aunque más escasas, triunfan en ingeniosos comentarios: «Darla, gozarla o perderla, son los tres caminos de la riqueza; quien ni la da ni la disfruta, la lleva por el tercer camino» (Cuento VI).
Libro III. El tradicional título literario Buhocorvina, suele entender­se como «La guerra entre cuervos y búhos». Este asunto se desarrolla principalmente de noche, porque es cuando el rey de los búhos ataca a los cuervos. El Libro III constituye todo un manual de estrategia políti­ca, tanto de defensa como de ataque, de retirada, de división del enemi­go y de alianza con un tercero, porque: «¿A quién no eleva la unión con un hombre grande? El agua sobre las hojas del loto adquiere el brillo de las perlas». Pero en este caso, finalmente, la victoria de los débiles cuer­vos consiste en introducirse con engaño entre los fuertes búhos para des­truirlos desde dentro. Entre los cuentos secundarios, que sirven para con­firmar las opiniones de cuervos y búhos, resultan muy ilustrativos los del elefante y las liebres, y el del chacal y el león. Aunque no es el úni­co libro en que se detecta un desprecio por lo femenino —lo que resulta chocante en la tradición hindú, cuyo talante es favorable a la mujer y a la energía femenina (sakti)—, hay que denunciar frases tan deplorables como: «Con las mujeres, el enemigo, el mal amigo, y especialmente con las prostitutas, el hombre que procede con sinceridad se arruina» (Cuento I).
Libro IV. A lo largo de sus numerosos cuentos (algunos tan cortos que sólo ocupan una página), se relata cómo «La pérdida de lo adquirido» pue­de empezar por un sorprendente ataque de celos. Todo se desencadena cuando un mono ofrece una sabrosa fruta del árbol jambu en el que vive a un monstruo acuático (el popular y benigno makara indio); el makara, que tiene la delicadeza de llevarle una de las frutas del mono a su monstruosa mujer, se niega a satisfacer el deseo de ella: «El que come diariamente de estos frutos semejantes a la ambrosía tendrá sin duda un corazón de am­brosía. Por tanto si alguna estimación me tienes, por ser tu mujer, propor­cióname el corazón de ése [el mono] para que, comiéndomelo, quede exen­ta de vejez y de muerte y disfrute contigo mucho placer». Ante la negativa del makara, la monstrua disparata: «Tú siempre has hecho lo que yo te he dicho, y no otra cosa; así que ahora sospecho que ése sea mona, y que tú, prendado de ella, te vas allí a pasar todas las horas del día» (Cuento I).
Por este Libro IV se pasean un sinfín de animales tópicos, como la rana vengativa, la serpiente insaciable, el viejo león, el chacal astuto, el burro flaco; también todo tipo de humanos, como un alfarero, un carre­tero, un asceta o un labrador, y originales personajes como el sol, la nube, el viento, la montaña, etc.
Libro V. Comienza advirtiendo contra «La conducta impremedita­da» porque: «Lo que no se haya visto bien, ni conocido, ni oído, ni me­ditado, nunca debe hacerlo el hombre como lo hizo el barbero». Aunque en este Libro V aparecen algunos animales, la mayoría de los protago­nistas de los cuentos son humanos, concretamente monjes y brahmanes, eruditos mentecatos, raksasa demoníacos, y hasta tres extraordinarios personajes: «Un ciego, un giboso y una princesa de tres tetas, [que] sa­naron los tres por tener de cara al destino» (Cuento XII). Otro de los as­pectos exclusivos de este último libro es que el topónimo de partida no es Mahilaropya sino Pátaliputra, la capital imperial de la India antigua (III a.C.-v d.C), cuna de los Maurya y de los Gupta.
El Panchatantra constituye un excepcional vehículo de conoci­miento (yana) del universo indio, y como tal podría proclamarse Pañcatantrayana, porque nos transporta de lo real a lo fantástico continua­mente, rompiendo los límites del tiempo y del espacio, con un pasado indefinido que se convierte en espiral y un medio físico que se transfor­ma en umbral de lo mágico. El Panchatantra es un producto típicamen­te hindú, pues su hilván narrativo va engarzando los cuentos, unos dentro de otros, envolviendo en el metacuento a los protagonistas hasta completar el ciclo, como si se tratara del propio Brahmá jugando, el Alma universal creando lúdica y espontáneamente el mundo y dejando que las almas individuales se purifiquen por su propia experiencia hasta identi­icarse de nuevo con Él, el Absoluto. Extraordinario reparto de papeles: seres de una etnia suprahumana, divinos (deva), tanto con brillo (sura) como sin él (asura), hombres y mujeres junto a animales y personifica­ciones de la naturaleza, todo mezclado, todo lo mismo, configurando el amplio abanico de la condición humana. Nunca es reiterativo, en cual­quier encuentro con el pensamiento indio, insistir en que el hinduismo es claramente monoteísta, a pesar del aspecto politeísta de su imagine­ría de culto y de la fragmentación con la que lo vive el fervor popular.
Respecto a las fábulas, quizá ninguna otra cultura podría tutear a los animales como lo hace la india, porque desde el origen de la civilización del valle del Indo se contempló la naturaleza como el mejor ejemplo del com­portamiento humano. También, hay que tener en cuenta que la ley de las reencarnaciones (samsára), común en todas las religiones de origen indio (hinduismo, budismo y jainismo), plantea la vida animal como una posible existencia previa a la humana, por lo que el respeto a los animales tiene una consideración moral. Aun así, la convivencia cotidiana entre hombres y ani­males en la India contemporánea, rural o urbana, sigue siendo uno de los aspectos más asombrosos para la mentalidad occidental.
La poderosa presencia de la naturaleza, en forma de montañas, ríos, campos y, sobre todo, árboles y plantas, es sobresaliente. Desde las primeras obras artísticas indias, ya sean escénicas, plásticas, musicales o literarias, cualquier autor recrea la madre naturaleza. La lectura del Panchatantra evoca escenas de Kálidása, con los mismos árboles kalpa, jambu, pippal, banyan, y todo tipo de higueras sagradas, cuya umbría siem­pre resulta un grato lugar de reunión. Entre sus páginas se escuchan los raga matutinos y vespertinos, y se admiran las bellísimas yaksiní que dan vida a los árboles de la escultura y la pintura indias.
El Panchatantra es un magnífico reportaje de la India sempiterna, de la no dualidad llevada hasta la mentalidad popular, donde se unifican mitología y costumbre, realidad y fantasía; es un elocuente reflejo del mosaico de emociones que componen la unión india. Al lector español del Panchatantra le ocurrirá hoy lo mismo que al hindú de cualquier época: se sentirá inmerso en la unidad de toda la obra, y sólo permane­cerá un instante suspendido en lo ilusorio. Pero ¡qué instante!

Carmen García-Ormaechea


   El Dekán es la gran meseta que ocupa el centro de la India meridional. Desde los últimos años del siglo V hasta finales del XII estuvo gobernado por la dinastía Cálukya, que consolidó un gran imperio, al que sin duda perteneció el reino de Mihiláropya (el Mahilaropya de nuestro Panchatantra). La cultura de los Cálukya alcanzó un gran es­plendor durante los siglos vi, vii y viii; en el campo de la arquitectura fueron los creado­res de las estructuras religiosas que posteriormente se conocerían como los templos hin­dúes del norte (nágara) y del sur (vimána); en el de la escultura, inventaron la mayoría de los prototipos iconográficos de la imagen de culto de Siva que han llegado hasta la ac­tualidad; y en el de la literatura son los responsables de las riquísimas recopilaciones de textos antiguos en sánscrito, que además mandaron traducir a los principales idiomas de su imperio (kannara, telugu, mahárástn, etc.). Es muy probable que el Pañcatantra se de­biera a la emulación que hizo el rey de Mihiláropya de algún emperador cálukya, pues su comportamiento ejemplar se puso de moda en todas las cortes del imperio.

   Los Purána o «Antiguos» componen una colección muy popular de textos apó­crifos (dieciocho mayores o Mahüpurána, e incontables menores o Upapürána) del hin- duismo y del jainismo que, según la tradición, fueron escritos en sánscrito por Vyasa, el legendario autor del Mahábhárata. De temática mitológica muy diversa, los Purána constituyen una importante fuente literaria e iconográfica, principalmente los dedica­dos a los dioses Visnu y Krisna, así como a los tirthankara o venticuatro profetas jai- nas.

    El término Jataka deriva del sánscrito játi o «nacimiento», y se refiere al con­junto de vidas o reencarnaciones anteriores de Buda, que sirven de enseñanza morali­zante para los fieles budistas. Los Jataka fueron recopilados entre los siglos III a.C. y v, y constituyen una buena documentación costumbrista de la India antigua, además de ser un abundante manantial iconográfico del arte budista. De un total de quinientas cua­renta y siete vidas pretéritas de Buda (divididas en ventidós grupos, siendo las diez últi­mas específicamente distinguidas como Mahánipáta) destacan las principescas (como el Maháyánaka ¡átaka o el Visvantara Jataka), en las que el rey protagonista abandona el lujo palaciego para encontrar la iluminación por la vía ascética (lo cual sólo logrará fi­nalmente el príncipe Siddhártha Gautama, el Buda histórico). Pero mucho más popula­res son las vidas zoomórficas, constantemente representadas en el arte indio: Hamsa Ja­taka («La oca de oro»), Kaccapa Jataka («La tortuga y los patos»), Mahakapi Jataka («El gran mono y el árbol del mango»), Mrigala Játaja («El ciervo bondadoso»), Sasa Jataka («El conejo y la luna»), etc.

   El erudito español José Alemany Bolufer nació en Cullera en 1866 y murió en Madrid en 1934. Fue catedrático de griego en las universidades de Granada y Madrid, y experto sanscritista. En 1908 entró a formar parte de la Real Academia Española, en el mismo año en que tradujo nuestro Panchatantra. También le debemos la traducción del Hitopadesa (1895), así como una edición del Calila y Dimna (1915).

   Hitopadesa significa literalmente «Enseñanzas útiles» y constituye una de las primeras interpretaciones indias del Panchatantra, además de ser frecuentemente tra­ducido a lenguas occidentales, entre las que cabe destacar la española que José Alemany Bolufer realizó en 1895. El Hitopadesa consta de cuatro libros escritos en sánscrito, que tratan de la amistad, la paz y la guerra, para concluir con sagaces comentarios sobre el buen hacer político. Aunque la atribución a Sri Náráyana es legendaria (también se atri­buye al propio Visnusarman), pudo escribirlo cualquier otro bráhman de la corte Sena, cuyos soberanos reinaron sobre Bengala y Bihar desde el siglo XI al Xill.

   El Pañcákhyanaka o Pañcákhyánoddhára es una versión del Panchatantra que pone el énfasis en la relación con los ¡átaka. Llegó a ser un libro escolar en los monaste­rios jainas del oeste de la India, entre los que se cuentan impresionantes conjuntos arqui­tectónicos de mármol blanco, como los de Palitana, Mont Abu y Ranakpur.

   Reúne trescientos cincuenta cuentos que deben mucho al Panchatantra, pero ge­neralmente se relacionan más con Las mil y una noches.

   Del Directorium Humanae Vitae surgieron durante la Edad Media numerosas traducciones a lenguas europeas, como la castellana titulada Ejemplario contra los en­gaños y peligros del mundo, que fue impresa en Zaragoza en 1493.

   El Libro de los enxiemplos del conde Lucanor et de Patronio bebe de otras fuentes asiáticas, como el Sendebar y el Barlaam y Josafat, amén de muchas más occidentales.

   Apel les Mestres (Barcelona, 1854-1936) fue un ilustre catalán «finisecular», a caballo entre el romanticismo y el modernismo. Entre su copiosa obra literaria y obra
plástica resaltan, en relación con el orientalismo, sus narraciones gráficas Cuentos vivos (1881), con las que se se distingue como introductor de esta modalidad en España, y su meritoria antología de Poesía xinesa (1925).

   En la presente edición el número total de cuentos no coincide exactamente con el original indio: son sesenta y tres en lugar de setenta y tres, pues el número de piezas en cada libro se altera, salvo en el Libro I, que presenta íntegros los veintidós cuentos, y en el Libro V, que lo hace con los quince. El Libro 1 se ajusta fielmente al original, gra- 1 i.is indudablemente a la sólida presencia que en la tradición española tiene el Calila y Dimna. Sin embargo, el Libro II ofrece seis capítulos, uno menos que el Pañcatantra in­dio; el Libro III, sólo cuatro de los diecisiete originales; y el Libro IV, por el contrario, aumenta a dieciséis los doce tradicionales.