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Tank Men

La historia humana de los tanques en la guerra

Robert Kershaw

 

Tank Men - La historia humana de los tanques en la guerra - Robert Kershaw

Ediciones Platea
2011
498 págs.,
16 páginas con fotografías en b/n
15 x 23 cms.
 Tapa: blanda
 Precio para Argentina: 170 pesos
 Precio internacional: 24 euros

 

Tank men es una perspectiva prácticamente a vista de torreta de lo que era luchar con los tanques desde su repentina aparición en 1916 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Británicos, alemanes, rusos, franceses, tripulantes de carros americanos e italianos describen las consecuencias emocionales y físicas que se derivan de la carrera armamentística con la aparición de esta nueva arma tecnológica.

Robert Kershaw crea un documento excepcional basado en experiencias y testimonios personales. Al leer su obra nos veremos sumergidos en batallas cruciales de las dos guerras mundiales desde dentro de los carros de combate y viviremos la brutal historia de sus tripulaciones.

Las personas de este libro aguantaron dentro de una caja de metal cerrada, asfixiante y ruidosa, temiendo ser alcanzados y quemados vivos por un enemigo al que no podían ver. Dominado por consideraciones mecánicas, su medio terrestre hace de estos soldados un grupo diferente al resto.
Son los tanquistas

 

 

ÍNDICE

Personajes 11
Introducción 21
Desierto Iraquí, 28 de febrero de 1991
Capítulos:

1. Génesis 25
El Tanque «Madre»
La Visión a través de la Mascarilla de Cota de Malla
La Ergonomía de la Tripulación y el Tanque contra Tanque
2. Nuevos Tanquistas 51
Nuevas Máquinas Nuevos Hombres
3. Preparándose para la Guerra 77
La Guerra de los Diseñadores
Guerra de Maniobra contra Guerra a Caballo
Guerra
4. Una Guerra Diferente 103
Bautismo de Fuego
Lanzas contra Tanques
El Oeste no sería un Paseo
5. Blitzkrieg en Francia 129
Una Guerra de Parada y Arranque
Choque de Blindados
¿Dónde están los Británicos? Persecución y Retirada
6. Combate de Carros en Francia
La Llegada
Cruzando la Lìnea de Partida
La Batalla y su Resultado Final
7. Estira y Afloja en el Desierto 171
Zorro Muerto en Campo Raso La Guerra Pendular
8. Batalla de Tanques en el Desierto 199
Diana y Partida
Encontrando y Fijando al Enemigo
Avance para el Contacto
Carro contra Carro
Ruptura del Contacto. Los Heridos
9. El Crisol Ruso 233
Invasión
El Fracaso de la Blitzkrieg
Crisol de Experiencia. Máquinas y Hombres
10. Retorno al Desierto
Nuevos Hombres
Nuevas Máquinas
Nuevo Terreno. Los Americanos
11. Combate de Carros en el Frente Oriental 293
El Área de Reunión. La Espera
Movimiento Operacional
Avance para el Contacto
Combate de Encuentro
Secuelas
12. Masa contra Tecnología
Preparando la Masa
Masa contra Tecnología
Creencias y Preocupaciones
Sorpresas Tecnológicas. Los «Funnies»
13. Combate de Carros en Normandía 373
De la Irrealidad a la Invencibilidad
De la Cautela al Miedo
Del Miedo al Trauma en Combate
14. Tanquistas 421
La Conjunción de Hombres y Máquinas
Los Tanquistas en la Victoria y en la Derrota
Réquiem
Proscriptum: Los Veteranos Hoy 463
Agradecimientos 469
Fuentes 471
Agradecimientos Fotos 479

DESCRIPCIÓN

Sir John Keegan abril de 2008:
«Admiro mucho este libro y lo considero una pieza muy original y valiosa de la historia militar. Esto debería transformar nuestra idea de la Segunda Guerra Mundial, la mía ya lo está. Cualquier lectura sobre Kursk y el Bocage en Normandía tendrá que tener en cuenta esta descripción de la realidad. Le felicito muy calurosamente por un libro maravilloso y original, basada en la investigación más detallada».

Tank Men es una perspectiva prácticamente a vista de torreta de lo que era luchar con los tanques desde su repentina aparición en 1916 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Británicos, alemanes, rusos, franceses, tripulantes de los tanques americanos e italianos describen las consecuencias emocionales y físicas que se deriva de la carrera armamentística con la aparición de esta nueva arma tecnológica.
El libro describe lo que es estar dentro de un carro de combate, una caja de metal cerrada, de la que poco se puede ver para aclarar una claustrofobia omnipresente y reforzada por el temor de acabar quemado. Los sentidos humanos están limitados por la visión restringida, el olor del combustible y el aceite, ensordecidos por el ruido del motor y las orugas, el sabor en la boca de residuos ásperos de polvo y gases de escape. Dentro de tanque y protegidos de los disparos del exterior se estaba expuesto a multitud de peligros como las partes calientes del motor, trozos de esquirlas o partes móviles. Los diseñadores de los primeros ingenios blindados estaban obsesionados con la protección, con el blindaje e incluso por la potencia de fuego y la movilidad, y esto fue claramente en detrimento de la comodidad de las tripulaciones y las necesidades humanas.
Desde que aparecieron los primeros «tanks» en la Gran Guerra hasta su máximo desarrollo y uso en la Segunda Guerra Mundial, el autor nos cuenta en base a multitud de entrevistas con veteranos de los principales ejércitos que emplearon fuerzas acorazadas a gran escala lo que era un día normal de combate en un tanque. Experiencias de campañas como las de Polonia, Francia, Rusia, El Norte de África, Kursk o el Bocage en Normandía y de veteranos míticos como Stuart Hills, Otto Carius, Hans von Luck y tantos otros que están recogidos en la obra.
 Esta es una historia humana que describe el vínculo emocional que se producía entre miembros de una tripulación, que explica de dónde fueron reclutados y por qué eligieron luchar en los tanques. Un sin número de pequeñas historias contadas desde una perspectiva multinacional, que describen las experiencias de los protagonistas que lucharon en la guerra. El miedo a terminar quedamos estaba siempre presente, había sólo de cinco a ocho segundos disponibles para huir de un habitáculo en llamas causado por los restos de un proyectil entrante, antes de que el oxígeno fuese absorbido por las llamas o se produjera una explosión.
En la Primera Guerra Mundial la experiencia revela que la resistencia de la tripulación durante la lucha estaba limitada fundamentalmente por el humo, el calor, la artillería enemiga y los múltiples golpes del movimiento sin suspensión. En la Segunda Guerra Mundial los alemanes fueron los primeros en dominar la interfaz hombre-máquina, basando la construcción de sus panzer en una mecánica y técnica excelente, y muy eficaz. Los aliados, en cambio priorizaron la producción en masa sobre la excelencia técnica lo cual implicó, para sus tripulaciones, pagar un alto precio en vidas.

 Apoyándose Robert Kershaw en experiencias y en fuentes primarias como son los testimonios personales, al leer su obra nos veremos sumergidos en batallas cruciales de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial desde dentro de los tanques, viviremos la historia brutal de las tripulaciones de estas máquinas en campaña.

INTRODUCCIÓN

Desierto Iraquí, 28 de Febrero de 1991

Mi primera visión de un tanque estallando me dejó atónito. Era febrero de 1991: la Primera Guerra del Golfo.
El campo de batalla nos pertenecía y, tal y como había leído en muchas narraciones de la Segunda Guerra Mundial, «reventábamos» sistemáticamente los tanques iraquíes abandonados para dejarlos total­mente inservibles. El fogonazo y el humo de la explosión y después el retumbante «crump» precedían a la onda expansiva. Una torreta saltaba del casco para mantenerse por un momento sobre un extremo, con el sobre­saliente tubo del cañón sosteniéndola como si fuera un gigantesco salta­dor (1), antes de derrumbarse. Las llamas se proyectaban rugientes a veinti­cinco metros de altura como si se tratara de un lanzacohetes invertido. Un momento después, la torreta volteada también se incendiaba entre silbi­dos y crepitar cuando el propelente de los proyectiles apilados en su inte­rior vomitaba fuego. Proyectiles aulladores volaban en todas direcciones y el aire por encima y alrededor se llenaba de silbante y veloz chatarra. Du­rante veinte minutos nos quedábamos clavados en tierra.
Esto era la guerra en el desierto. Había leído sobre ella durante mis tediosos años de servicio en Alemania, pero nunca creí que fuera a experi­mentarla.
Durante toda la primera Guerra del Golfo mantuve un diario de opera­ciones. Resultaba una verdadera disciplina que iluminaría investigaciones históricas posteriores. Leyendo los diarios de otras personas me daba cuenta de la esencia de verdad que había en ellos. Mis experiencias no se parecían en nada a las que describía el soldado poeta Keith Douglas en Alamein to Zem Zem, en las que cada uno de sus días podría muy bien haber sido el último. Nunca Fue así en el Golfo en 1991, pero a partir de entonces des­cubrí que podía reconocer retazos de autenticidad en los relatos de prime­ra mano, diarios y entrevistas que leía de otras campañas.
Con sus asombrosos contrastes de color y de atmósfera se diría que el vasto y remoto desierto, de algún modo, anula el impacto de la guerra. Como observó un veterano italiano de la Segunda Guerra Mundial, no hay casas y pocos testigos civiles. Y, aún así, la capa de civilización sigue siendo peligrosamente fina. Los tanques de los ingenieros americanos que iban por delante de nosotros emplearon sus bulldozers para enterrar en sus trincheras a los servidores de piezas antitanque iraquíes, lo que fue descrito en nuestros países como una conducta desproporcionada y re­pugnante para los telespectadores de los canales veinticuatro horas. Del mismo modo, en 1941 el comandante de un tanque británico fue amones­tado por su indignada tripulación cuando ordenó dar marcha atrás para sepultar en sus trincheras a unos artilleros antitanque del Afrika Korps. Pero, habiendo experimentado ya el horror visceral del impacto de un antitanque, no quiso dejar nada al azar.
El disparar a tripulaciones de carros que escapaban de tanques destrui­dos ocurrió muy raramente durante la Guerra del Golfo. La abrumadora superioridad de alcance llevaba a darse cuenta de que martillear las torretas con fuego de ametralladora —como si se repicase en una puerta— suponía una invitación suficiente para que las irremediablemente superadas tripu­laciones de carros iraquíes los evacuasen antes de que llegase el proyectil mortal. Pero no todas las acuciadas tripulaciones de carros podían permi­tirse ser caballerosas en enfrentamientos de gran movilidad. Durante la campaña en África del Norte las tripulaciones británicas y de los panzer ametrallaban a los supervivientes de forma rutinaria, pues resultaba arries­gado permitir a adversarios técnicamente competentes vivir para comba­tir otro día. Cualquier cosa que prolongase el conflicto retrasaría la vuelta a casa. El comportamiento civilizado puede ser corrompido muy rápida­mente. Como nos explicó un comandante del desierto durante la Guerra del Golfo, existe una muy fina línea divisoria entre, simplemente, retirar a los caídos artículos de valor militar, tales como binoculares, y robar a los muertos.
El espectáculo de la guerra es mencionado con frecuencia en este libro. El escenario panorámico del desierto, con el polvo de masivas columnas blindadas en marcha reduciendo el sol al esbozo de una difusa luna, pro­duce imágenes indelebles. Las negras y humeantes carcasas de tanques, oxidadas como si llevasen allí cientos de años en lugar de horas, tenían el aspecto de fotografías de los campos de batalla del desierto de la Segunda Guerra Mundial. Enormes columnas de humo contrastaban vivamente con un cielo azul cobalto, produciendo una vista cinematográfica, solo malograda por la chatarra retorcida y por los lastimosos cuerpos desperdigados por el camino.
Resulta excepcionalmente difícil reproducir el hedor de la guerra pero la mayoría de relatos de veteranos aluden a él en algún momento. El olor es físico en su acritud y provoca una sensación de podredumbre que acaba por deprimir. Sesenta años después de desembarcar el día D, mi padre me confesó que todavía sentía náuseas cuando percibía el olor del diesel, pues había estado flotando entre cadáveres que eran arrastrados por el mar hasta la playa. Desde la Guerra del Golfo he tenido un problema con el olor de la carne podrida, un hedor molesto y empalagoso que parece que nunca he conseguido arrancar de mis uniformes del desierto.
Para el 28 de febrero de 1991 estábamos 320 kilómetros en el interior de Irak, en el borde de una humeante bolsa de blindados iraquíes destrui­dos. Después de cuatro intensos días el cielo era de un gris apagado con una bruma grasienta a nivel del suelo. Resultaba un alivio el que uno pu­diera mesurar el futuro. Volé en un helicóptero con el teniente general Franks, comandante del VII Cuerpo estadounidense, para un último reco­nocimiento de fin de guerra, y aterrizamos entre un grupo de carros Abrams en el desierto de color pardo sucio. El cielo, manchado por el humo de pozos de petróleo ardiendo, tenía una tonalidad marciana, de un naranja como de otro mundo.
Tanquista experimentado, el general se acercó para conversar con las tripulaciones. Estaban tiznados de carbón de sus trajes NBQ, los cuales estaban comenzando a deshacerse debido al calor. Los rostros estaban cubiertos de mugre debido al combate en las torretas, y las líneas de arru­gas y las patas de gallo alrededor de los ojos se acentuaban. El general quedó extrañamente afectado por su conversación con los tanquistas. Había envejecido visiblemente durante los cuatro días pasados dirigiendo los combates, pugnando entre preservar vidas y aplastar unidades blindadas iraquíes. Mi diario me recordó el incidente: «...charla con los tripulantes de carros dejó al general algo afectado emocionalmente». Toda la escena era punzante, con el marco de fondo del humo negro que ascendía lánguidamente de un vehículo que ardía en segundo plano.
Las tripulaciones de tanques no son diferentes a las de aviones en lo que se refiere a que ambos roles están relacionados con el impacto de la máquina sobre el ser humano. Por otro lado, los aviadores pasan, en cues­tión de minutos, de la tumbona al combate embrutecedor, para después Volver a dormir en sus lechos. Los tanquistas viven con las privaciones Aticas y la tensión mental del combate inminente. La tecnología tiene un papel vital, como también lo tienen la velocidad de reacción y la cohesión de la tripulación, en lo que respecta a las perspectivas de supervivencia de ambos. Las personas de este libro aguantaron dentro de una caja de metal cerrada, asfixiante y ruidosa, temiendo ser alcanzados y quemados vivos por un enemigo al que no podían ver. Dominado por consideraciones mecánicas, su medio terrestre hace de estos soldados un grupo diferente al resto.
Son los tanquistas.

Notas:

1. Bastón saltador, «pago stick» en el original. Juguete que consiste en un bastón con un murllo en un extremo que se utiliza para dar saltos (n. del t.).

PERSONAJES

ALIADOS

Británicos y de la Commonwealth

Eric Allsup. Mayor (1), 8° RoyalTank Regiment(2) (RTR). Nacido en 1918. Com­batió en el desierto y en Italia y percibió un creciente profesionalismo que se exasperaba con la anterior filosofía del «azotador de burros» de la caba­llería. «Tienes que ser bueno para sobrevivir».
Peter Balfour. Teniente de los Scots Guards [Guardias Escoceses]. Ejemplificó el creciente profesionalismo entre los tanquistas en Normandía para sobrevivir y terminar la guerra lo antes posible. Le desagradaban las SS y fue gravemente herido poco antes del final de la guerra.
James Carson. Teniente de los Welsh Guards [Guardias Galeses], Tenía un cariñoso respeto por su tripulación, quien le enseñó todo y descubrió que la torreta del tanque era un «nivelador social». Le desagradaban los alema­nes, particularmente las SS, que ejecutaron a uno de sus tripulantes, y com­batió en Normandía, noroeste de Europa y, finalmente, Alemania.
Jack Clegg. Cabo, 1er regimiento Fife and Forfar Yeomanry. Jack Clegg no tenía porqué haber ido a la guerra, ya que tenía un destino seguro como instructor de artillería en el Reino Unido. Decidió servir en ultramar y llegó a tiempo para la campaña del noroeste de Europa. Murió tres meses antes del final de la guerra.
Bill Close. De soldado a Comandante de Escuadrón, 3er RTR. Nacido en 1914. Se alistó en 1933 y combatió en Calais, Grecia, el Desierto y Norte de Africa, Normandía y noroeste de Europa. Fue ascendido a oficial y terminó la guerra como comandante de escuadrón. Su notable experiencia abarca el marco cronológico de este libro.
Robert Crisp. Capitán, 3er RTR. Capitán recién ascendido, había proba­do jugar al cricket en Sudáfrica. Sirvió en Grecia, donde se formó opinio­nes escépticas sobre el rendimiento técnico de los carros británicos. «Los estrategas querían que el tanque se pareciera todo lo posible a un caballo», declaró.
Keith Douglas. Teniente, regimiento Nottinghamshire Sherwood Rangers Yeomamy. Nacido en 1920. Fue uno de los mejores soldados-poetas que emergieron de la Segunda Guerra Mundial. Su libro Alamein to Zem-Zem [«De El Alamein a Zem-Zem»] ofrece un evocador cuadro de la Guerra del Desierto después de El Alamein. Murió pocos días después de desem­barcar tras el Día D.
Stephen Dyson. Soldado. 107 regimiento del Royal Armoured Corps (3) (RAC). Gemelo, se unió a un regimiento de carros Churchill con su hermano Tom y combatió desde Normandía hasta Alemania. Su hermano sobrevi­vió.
Henry de la Falaise. Teniente. 7/12 de Lanceros. Su experiencia con un coche blindado de retaguardia tipificó el caos y la confusión que caracteri­zó a la retirada británica hacia Dunkerque a lo largo de carreteras total­mente dominadas por la Luftwaffe en 1940.
A.F. Flatow. Mayor. 45 RTR. Comandante de escuadrón/comandante adjunto del regimiento. Oficial del Territorial Army (4) (TA) cuyo regimien­to sufrió tales bajas en El Alamein que quedó destruido.
Bert Foord. Diseñador de tanques. Nacido en 1912. La perspectiva única de Bert Foord en el diseño de carros británicos desde su perío­do de aprendizaje en la década de 1930 hasta su participación en el programa del Sherman Firefly pone de manifiesto lo artesanal del enfoque británico en el diseño de carros durante la Segunda Guerra Mundial. Comparó el proceso a una «carrera lenta», en contraste con la producción en masa estadounidense.
Ian Hamilton. Teniente. 22 de Dragones. Nacido en 1922. Hamilton fue comandante de una compañía de carros barreminas que desem­barcó en Normandía y combatió a lo largo del noroeste de Europa hasta Alemania. Perdió a su última tripulación dos días antes del final de la guerra.
Stuart Hamilton. Teniente. 8o RTR. Combatió en las campañas del Desierto e italiana y describió vividamente las fases de deterioro que llevan a la fatiga de combate.
Patrick Hennessey. Soldado/cabo. 13/18 de Húsares Reales. Sirvió en los primeros carros anfibios Dúplex Drive (DD) que desembarca­ron el Día D y, posteriormente, combatió a lo largo del noroeste de Europa con carros Sherman hasta Alemania.
Stuart Hills. Teniente. Regimiento Nottinghamshire Sherwood Kangers Ytomanry. Nacido en 1924. Ex alumno de Tonbridge y amigo de Keith Douglas. Desembarcó el Día D con carros DD y fue uno de los po­cos comandantes de tropas que sobrevivieron a una guerra en la que treinta y cinco de sus oficiales murieron.
CyrJl Joly. Teniente/mayor. 3er RTR. Comandante adjunto de es­cuadrón y posteriormente General de Brigada. Llegó a Egipto en 1940 y después escribió un impresionante relato literario de sus experien­cias.
David Ling. Capitán/mayor. 44 RTR. Comandante de escuadrón. Nacido en 1915. Se alistó con conocimientos de ingeniería, habiendo sido aprendiz con coches Rover antes de la guerra. Su hermano, que servía en la RAF, murió el día de Nochebuena de 1940. Fue licenciado con una pensión completa por minusvalía en 1943 e ingresó en un Mo­nasterio Benedictino en 1964
John Mallard. Teniente/capitán. 44 RTR. Nacido en 1918. Oficial del TA de preguerra que sirvió a lo largo de la campaña del Desierto y que presenció de primera mano el amargo proceso de integrar al TA en el ejército regular.
Bernard Montgomery. General, posteriormente Mariscal de Campo. Comandante del Octavo Ejército después de agosto de 1942 y arquitec­to de la decisiva victoria en El Alamein en noviembre de 1942. Su com­placiente creencia de que el Sherman con el cañón de 75 milímetros «bastaría» tras su introducción, condenó a los carristas británicos a en­frentarse a los panzer en Normandía y el noroeste de Europa con carros inferiores.
Richard O'Connor. Teniente General. Mandó la Fuerza del Desierto Occidental durante la victoriosa ofensiva del desierto de Wavell en 1940. Fue capturado por las fuerzas de Rommel a comienzos de 1941.
Bert Rendell. Sargento. 1er RTR. Nacido en 1912. Era un viejo sol­dado regular que se alistó en 1934 y estaba en Egipto cuando estalló la guerra. Franco y directo, fue un soldado efectivo y un superviviente nato.
Peter Roach. Operador de Radio. 1er RTR. Nacido en 1913. Pasó dos años en la marina mercante antes de alistarse en el ejército. Era lo bas­tante viejo como para desarrollar una actitud irreverente hacia la vida militar. «Como civiles, cogíamos del ejército lo que necesitábamos e ig­norábamos las tonterías», decía.
Paul Rollins. Soldado. 40 RTR. Nacido en 1919. Se alistó en 1938 y combatió en la campaña del Desierto y en Italia. Tenía una baja opinión de la actuación norteamericana en Kasserine.
Jack Rollinson. Conductor de carro. 3er RTR. Nacido en 1919. Había sido conductor de ponis en la mina a cielo abierto de Worksop, Nottinghamshire y obtuvo el título de conductor de grúas. Escapó de la cola del paro cuando fue reclutado en 1940 y combatió en Calais. Sospechaba que el ejército tenía una baja opinión de los conductores.
Michael Trasenster. Teniente. 4/7 de Dragones de la Guardia Real. Nacido en 1923. Desembarcó el Día D con carros DD y fue uno de los pocos coman­dantes de carro originales en Normandía que completaron la campaña del noroeste de Europa y acabaron la guerra en Alemania. Percibió el firme dete­rioro que llevaba a la fatiga de combate. Se dio cuenta de que las deficiencias del Sherman podían ser superadas si se empleaban el ingenio y la astucia.
Peter Vaux. Teniente. 4o RTR y oficial de estado mayor (inteligencia). Com­batió en Arras en 1940 y fue gravemente herido en el desierto.
Jack Wardrop. 5o RTR. Nacido en 1919. Un «soldado de soldados» que tenía mucho interés en actividades al aire libre, en explorar y en nadar junto con una pasión por todas las cosas mecánicas. Su padre fue ingeniero. Se alistó en 1937 y ascendió de soldado a sargento y luego fue degradado a soldado de nuevo. Fue altamente respetado como un soldado motivado y profesional. Murió en acción durante los últimos días de la guerra.
Peter Watson. Cabo. 2o RTR. Nacido en 1918. Se alistó en 1939, empezando como conductor/operador de radio y graduándose, más tarde, como coman­dante de carros. Sirvió en Francia en 1940, después en Egipto en 1941 y, posteriormente, en Extremo Oriente. Era un poco escéptico con respecto a los oficiales. Después de la guerra, trabajó en el gobierno local.
Archibald Wavell. General. Comandante en jefe del Oriente Medio en El Cairo durante la victoriosa ofensiva contra el Ejército Italiano en 1940. Mandó las menos exitosas Operaciones Brevity y Battkaxe hasta que fue relevado de su mando en el desierto y enviado a la India.
Andrew Wilson. Teniente. 141 regimiento del RAC. Comandante de un es­cuadrón de carros lanzallamas Churchill «Crocodile». No comprendía porqué los alemanes ejecutaban a los tripulantes de carros lanzallamas hechos prisio­neros en Normandía. Combatió en el noroeste de Europa hasta Alemania.
Allan Wollaston. Sargento/sargento mayor. 3er RTR. Nacido en 1917. -Wollaston procedía de una larga dinastía de soldados que sirvieron en el ejército regular, Virtualmente, todos los miembros masculinos de su familia esta­ban en el ejército. Experimentó dos evacuaciones antes de llegar al Desierto Occidental, en Dunkerque y en Grecia.

Norteamericanos
Belton Cooper. Capitán, Oficial de Armamento de la 3a División Acora­zada Norteamericana. Cooper experimentó de primera mano la incapaci­dad de las dotaciones de los Sherman para enfrentarse a los más pesados panzer alemanes en Normandía y Alemania. Su experiencia en la recupe­ración de tanques constituye una auditoría de las consecuencias humanas y técnicas de la decisión aliada de oponer la producción en masa de tipos inferiores de tanques frente a la superior calidad alemana.
J. Ted Hartman. Conductor de carro de la 11 División Acorazada Nor­teamericana. Llegó a Europa como conductor de carro novato a tiempo para la Batalla de las Ardenas y combatió hasta Alemania, ascendiendo finalmente a comandante de carro.

Rusos
Vladimir Alexeev. Teniente. Comandante de un carro T-34 en el 5o Ejér­cito de Carros de la Guardia. Combatió en las batallas de Stalingrado y Kursk y participó en el asalto final sobre Alemania. Era un miembro con­vencido del Partido Comunista, que se sustentaba en su filosofía de que «solamente se vive una vez».
Anatoly Kozlov. Teniente. 5o Ejército de Carros de la Guardia. Nacido en 1922. Combatió en las batallas de Stalingrado y Kursk y tomó parte en el avance sobre Alemania. Apreció el grado hasta el cual el miedo a los Co­misarios influyó en la vinculación emocional que sentían los tripulantes de carros en el frente y el impacto decisivo de los vehículos del programa de Préstamo y Arriendo en la movilidad del ejército de carros soviético.

POTENCIAS DEL EJE

Alemanes
Ludwig Bauer. Teniente. 33 Regimiento Panzer. Nacido en 1920. Sirvió en el mismo regimiento durante un notable período que va desde la inva­sión de Rusia hasta Kursk y desde Normandía y el noroeste de Europa hasta Alemania. Utilizó sus proverbiales nueve vidas al ser alcanzado en nueve ocasiones, perdiendo amigos cada vez, la última, irónicamente, por fuego amigo. Sufrió graves quemaduras y fue condecorado con la Cruz de Caballero.
Hans Becker. Sargento. 12 División Panzer. Cambió su uniforme de con­ductor por el negro de los panzer antes de la ocupación de Checoslova­quia. Combatió en Polonia y fue capturado en Rusia.
Winrich Behr. 3er Batallón de Reconocimiento. Un confiado comandan­te de panzer que afirmaba que «los carros británicos no son buenos contra nuestros panzer».
Otto Carius. Teniente. 502 Batallón Pesado Panzer. Nacido en 1922. As­cendió desde tripulante de un 38t checoslovaco a comandante de una com­pañía de Tiger y, posteriormente, de una unidad de Jagdtiger, sirviendo en Rusia y en el noroeste de Europa. Altamente experimentado y poseedor de la Cruz de Caballero, tenía una baja opinión de la capacidad de los carros norteamericanos y le amargó perder la guerra.
Karl Drescher. Suboficial. 116 Batallón de Reconocimiento. Experimen­tó el cinismo que afligió a las tropas panzer que intentaban vanamente parar el avance aliado mientras los civiles alrededor insistían en rendirse.
Hermann Eckardt. Sargento. 8o Regimiento Panzer. Nacido en 1920. Una notable experiencia. Combatió toda la campaña del Desierto con el Afrika Korps, escapó de Túnez en 1943 y sirvió el resto de la guerra en un batallón de Sturmgeschütz (cañones de asalto) durante las retiradas desde Rusia, a través de Polonia y, finalmente, Alemania. Fue condecorado con la Cruz de Caballero y herido defendiendo el último obstáculo fluvial an­tes de Berlín.
Karl Fuchs. Sargento. 7a División Panzer. Nacido en 1917. Su experien­cia única de artillero a comandante de un carro ligero checo 38t es típica del fervor idealista de los primeros días del arma panzer. Murió a las afue­ras de Moscú en 1941 antes de la desilusión de la derrota.
Heinz Guderian. General. Comandante de ejército panzer e Inspector General de las Tropas Panzer. Nacido en 1888. Guderian fue el «padre» del arma panzer y probó sus capacidades como comandante de cuerpo y de ejército durante las campañas francesa y rusa de 1940-1941. Fue releva­do del mando después de la primera contraofensiva de invierno rusa pero fue reincorporado como Inspector General de las Tropas Panzer en 1943.
Kurt Hoehne. Teniente Doctor. Comandante de Artillería Antiaérea de 88 milímetros de la Luftwaffe. Estudió medicina tropical en la Uni­versidad de Tübingen, logrando el doctorado, y fue luego reclutado por la Luftwaffe. Se presentó voluntario para los paracaidistas y cam­bió su puesto como doctor en el Afrika Korps para ser comandante de cañones antiaéreos de 88 milímetros.
Hans von Luck. Teniente/Coronel. 7a y 21 Divisiones Panzer. Naci­do en 1911. Procedía de una familia de militares prusianos pero detes­taba la instrucción. Se sintió decepcionado al ser enviado a una unidad motorizada, pues prefería la caballería, aunque disfrutaba de los co­ches rápidos. Su opinión de los británicos era que «nos comprendía­mos mutuamente». Combatió en Polonia, Francia y Rusia. Su euforia inicial fue atemperándose y dando paso a un sereno juicio. En Normandía, era ya claramente consciente de la escala de la superiori­dad material aliada.
Kurt Meyer. Soldado/Oberführer (5). 1a y 12 Divisiones Panzer SS. Un nazi convencido que combatió en Polonia, Francia, Rusia y Normandía, siendo finalmente nombrado comandante de la División Hitlerjugend (Juventudes Hitlerianas) en Normandía. Fue acusado de crímenes de guerra por la masacre de Malmedy durante la batalla de las Ardenas.
Erwin Rommel. Teniente General, posteriormente Mariscal de Cam­po. Nombrado comandante del Afrika Korps tras distinguirse como comandante de la 7a División Panzer, una de las primeras unidades en alcanzar la costa del Canal de la Mancha durante la campaña de 1940. Joachim Schorm. Teniente. 5o Regimiento Panzer. Un comandante de compañía panzer que estuvo en acción dentro de su panzer durante veinticuatro horas seguidas.
Wilhelm Wessel. Teniente. Artista bélico. Produjo un libro de fasci­nantes acuarelas que reflejaban la vida diaria en el Afrika Korps.

Italianos
Coglitore. Teniente. 12° Regimiento Bersaglieri, fue testigo de «hasta qué punto el cuerpo humano puede ser mutilado» en combate.
Paolo Colacicchi. 10° Ejército italiano, experimentó la primera ofensiva del desierto de Wavell.

NOTAS:

1.    Grado que, en el ejército español actual, equivaldría al de comandante (n. del e.).
2     Real Regimiento de Carros. A pesar de su denominación como Regiment nació como un cuerpo, el Tank Corps (TC), en la 1 GM, y comprendía los diversos batallones de carros que se fueron creando durante la misma. En los años 20 se redenominó Royal Tank Corps (RTC) y, poco antes del inicio de la II GM, pasó a llamarse Royal Tank Regiment (RTR). Seguía compues­to de diversos batallones de carros pero estos pasaron a denominarse, a su vez, Regiments, a pesar de conservar el tamaño de batallones (n. del e.).
3     Real Cuerpo Acorazado. Cuerpo de nueva creación del cual pasaron a depender las unida­des de caballería mecanizada y el RTR, poco antes del comienzo de la II GM (n. del e.).
4     Ejército Territorial. Ejército formado por voluntarios no profesionales creado en 1908. El término «Territorial» significaba que sus unidades no estaban obligadas a combatir fuera de su territorio, aunque al estallar la Primera Guerra Mundial muchos de sus batallones se ofrecieron voluntarios para combatir en Francia (n. del t.).
5.  Rango de las SS equivalente, aproximadamente, al de teniente coronel o general de brigada (n. del e.)