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Las camionetas de gas

Una investigación crítica

Santiago Álvarez

Las camionetas de gas - Una investigación crítica - Santiago Álvarez

500 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2017
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 480 pesos
 Precio internacional: 31 euros

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mientras que las cámaras de gas dominan la mente del publico cuando el espectro del “Holocasuto” aparece, las llamadas “camionetas de gas” o cámaras de gas móviles son prácticamente ignoradas tanto por revisionistas como por exterminacionistas. Esto es un sorprendente descuido desde el momento en que se cree que unas 700.000 víctimas se deben a estas "camionetas de la muerte", o sea más del 10% del supuesto total de víctimas.
Santiago Álvarez remedia esta situación logrando un estudio detallado y ampliamente documentado, revisando exhaustivamente todas las referencias al respecto.
Los soviéticos, por ejemplo, dicen haber capturado alguno de los responsables encargados de las camionetas de gas homicidas, los cuales fueron puestos a disposición judicial en 1943. Uno por lo tanto podría esperar que al menos uno, o varios de estos vehículos hubiesen sido capturados, sin embargo, no existe ninguna información sobre la localización de dichas camionetas ni indicios de la adaptación especial a la que fueron sometidas, la que inevitablemente habría sido necesaria para el desarrollo de estos vehículos con propósitos homicidas. No hay absolutamente ninguna prueba material tangible: no hay camioneta, no hay partes de la camioneta, y no hay ningún plano o esquema de la camioneta. No existe ni siquiera un estudio de que estos ostensibles vehículos a gas existieran, y es incomprensible como dichos vehículos han sido construidos sin un plano técnico correspondiente. Tampoco se entiende cómo pudieron ser capaces estos expertos soviéticos de probar el envenenamiento por monóxido de carbono en cuerpos que están pudriéndose en sus tumbas desde hace varios meses, si no más de un año, usando además un método que es inadecuado para ello.
Como muchos otros mitos del holocausto es increible que se sigan sosteniendo hipótesis sin prueba alguna.
Para sostener sus conclusiones el autor ha escrutado todos los documentos y fotos conocidos en tiempos de guerra sobre este tema; ha analizado una gran cantidad de testimonios presentados en más de 30 juicios en Alemania, Polonia e Israel en todos estos años; y ha revisado todas las referencias que sobre el tema han aparecido en la literatura oficial sobre el holocausto.
Con este fundamento realiza preguntas que pueden hacer temblar a los historiadores ortodoxos: ¿son estos testomonios confiables? ¿son los documentos genuinos? ¿dónde están las armas del crimen? ¿cómo operaban? ¿es posible que operen como se dice? ¿dónde están los cuerpos de las víctimas? ¿han muerto realmente de la forma en que se dice?
Los resultados de estas investigaciones son sorprendentes.

 

ÍNDICE

1. Evidencias materiales y forenses
1.1. Huellas materiales del arma del crimen 14
1.2. Pruebas materiales de las víctimas 18
1.3. Consideraciones forenses y técnicas 22
2. Documentos
2.1. Fotografías 32
2.2. Documentos alemanes contemporáneos 38
2.3. Vehículos especiales alemanes 119
2.4. Vehículos con generador de gasógeno 125
3. Expedientes judiciales del periodo de guerra y
postguerra
3.1. Primeros informes en los medios 129
3.2. El juicio de Krasnodar 132
3.3. El juicio de Járkow 145
3.4. El marco psicológico de las confesiones de
postguerra 156
3.5. Camionetas de gas durante el IMT y el NMT 158
3.6. Las camionetas de gas durante los juicios de
postguerra fuera de Alemania 178
3.7. Las camionetas de gas durante los juicios de la
Alemania Occidental 214
3.8. Las camionetas de gas durante los juicios de la
Alemania comunista del Este 302
4. Resumen crítico de las declaraciones de los testigos
4.1. El problema de los testigos 311
4.2. Características afirmadas de los vehículos 322
4.3. La hipótesis del origen de las afirmaciones de las
“camionetas de gas” 343
5. Conclusiones 347
6. Apéndices
Apéndice 1: Imágenes de las supuestas “camionetas de
gas” 351
Apéndice 2: La carta de Becker
Versión A 359
Versión B 363
Versión C 365
Versión D 366
Apéndice 3: Los telegramas del documento 501-PS 367
Apéndice 4: Dossier R 58/871 fº 1, BAK 373
Apéndice 5: Versiones publicadas del documento Just 418
Apéndice 6: La carta de Turner 424
Apéndice 7: Informe Einsatzgruppen de febrero de
1942 429
Apéndice 8: Vehículos especiales del Ejército Alemán 432
Apéndice 9: Protocolo de interrogación del testigo
Falborski 436
Apéndice 10: Correspondencia 442
Apéndice 11: Bocetos de “camionetas de gas” 470
Bibliografía 472
Notas 484


Prefacio

 

El presente estudio es el resultado de una confluencia de un número de coincidencias. De hecho, este autor nunca tuvo la intención de escribir un libro sobre el tema. Simplemente quería traducir el libro escrito por otro autor, y quizás editarlo y actualizarlo en lo que fuera necesario. Pero esto no fue lo que ocurrió.
Primeramente hubo una idea a principios de 2010 de traduccir al inglés el estudio en francés de Pierre Marais Les camions à gaz en question (Las camionetas de gas escudriñadas), que había sido publicado a comienzos de 1994. Esto supuso el ocupar un hueco en las Series de los Libros de bolsillo del Holocausto, entre los que no había un monográfico sobre el tema exclusivo de las “camionetas de gas”. El estudio de Marais apareció en una edición alemana ligeramente revisada en 2009, y el autor dispuso de ambas traducciones originales, alemana y francesa. La parte del texto tenía aproximadamente 100 páginas en un formato generoso, y que, junto con las actualizaciones recientes preparadas para la edición alemana, pareció un proyecto que podría llevarse a cabo rápidamente, o eso creía.
Aunque inicialmente no había ningún experto respecto a las “camionetas de gas” del Tercer Reich, he leído muchos artículos sobre este tema en el pasado, permitiéndome tener un conocimiento bastante bueno del tema. De ahí, que mientras traducía el trabajo de Marais, advertí numerosos errores de facto, argumentos erróneos o ausentes, y, aún peor, muchas omisiones de documentos importantes y material anecdótico, muchos de los cuales se habían hecho accesibles durante los últimos 15 años, por lo que decidí llevar a cabo un trabajo completo. Bien, debido a estos datos añadidos, corregidos, y revisados, he aumentado el libro de Pierre en un 100%.
Después de los esfuerzos de edición, tuve delante mío un libro del cual el 80% de su contenido no pertenecía a Pierre, si no a mi, y las partes que pertenecen a Pierre a veces se hacía extraña su lectura debido a que el estilo del libro estaba escrito por dos autores diferentes. No hay duda de que esto debería ser suavizado también.
Bajo estas circunstancias, ¿podría el libro todavía ser presentado al autor – o al público – como una traducción de este trabajo? Difícilmente. ¿Aceptaría los cambios realizados? Bien, tuve miedo de preguntar, y poniéndome en contacto con el agente literario de Pierre, el sugirió no hacerlo hasta haber presentado la trascripción al por entonces Monsieur Marais de 90 años, aunque habría tenido difícil desmenuzar su trabajo y reescribirlo. Así la decisión tomada fue reescribirlo completamente y publicarlo bajo mi nombre.
Aunque el reescribirlo todo estaba casi hecho, el presente libro sigue perteneciendo bastante al trabajo original de Pierre, ya que este, es la razón principal de su existencia. También, la estructura del libro sigue el ejemplo del de Pierre, y muchos de sus argumentos pueden encontrarse, a pesar de que hayan sido reajustados, escritos con otras palabras, y a veces revaluados. Y por último pero no menos importante, el libro de Pierre fue un rayo de luz en su época, una base sobre la que el presente estudio se erige aún más grande, mas argumentado. El libro de Pierre ha sido la guía principal para el presente estudio; su tomo es el gran, el primer trabajo pionero, sin el cual este trabajo no hubiera sido posible.
Aunque este libro pueda parecer una clara mejoría del trabajo de Pierre – algo natural previsible después de que al menos hayan pasado dos décadas – esta todavía lejos de completarse, ya que mucho material archivado por la Zentrale Stelle en Ludwigsburg, Alemania, es a día de hoy, casi de imposible acceso a investigadores críticos debido a las leyes de censura alemanas. De ahí que las conclusiones de este estudio deban necesariamente ser consideradas provisionales, ya que el debate puede volver a ser abierto.
Además de Pierre Marais, el presente estudio debe mucho al apoyo de Thomas Kues, quien infatigablemente me suministró todo tipo de documentos, muchos de ellos por petición, pero también muchos que eran desconocidos para mí.
Carlo Mattogno me ayudó a mejorar el libro de forma directa leyendo de forma crítica una versión primeriza de este, y también de forma indirecta con su investigación realizada para su libro del Campo de Chelmno, del cual este estudio saco bastante provecho.
También doy las gracias a mis otros ayudantes, a los que por razones de seguridad dejaré sin nombrar.

Introducción

 

Cuando nombramos el “Holocausto”, el supuesto exterminio de los judíos europeos por el III Reich, mucha gente piensa que lo “conoce”. Por supuesto que todos “conocemos” lo que pasó. “Conocemos” que 6 millones murieron. “Conocemos” que los nazis empujaron a los judíos a las cámaras de gas y a los hornos de gas, que fueron quemados, vivos o muertos, en gigantescos crematorios y en grandes piras. Nuestro conocimiento esta tan seguro de esto que cualquiera que dude será condenado al ostracismo. En muchos países la gente incluso llama a la policía y hacen detener a escépticos, procesarlos y enviarles a prisión. El que duda de lo que todo el mundo sabe que es verdad, debe ser el diablo, como mínimo.
Muchos lectores que leen detenidamente las oraciones anteriores no se dan cuenta que contienen un típico error, una falsedad incluso reconocida por historiadores ortodoxos. Este error ha llegado a convertirse incluso en una parte fija del cliché que consideramos ser “conocimiento” que pasa desapercibido.
No hubo hornos de gas.
El término no tiene sentido.
Los historiadores de la corriente principal afirman que hubo cámaras de gas por un lado, diseñadas para rápidamente asfixiar a cientos, incluso a miles de personas al mismo tiempo en pocos minutos. Por otro lado todo el mundo esta de acuerdo en que hubo hornos crematorios, diseñados para reducir los presos fallecidos del Campo a cenizas (aunque la causa de la muerte de los presos y las capacidades de los hornos es discutida). En la mente del público en general, sin embargo, las cámaras de gas y los hornos crematorios se han fusionado en un mismo siniestro sonido, el de “hornos de gas”. El discurso público del Holocausto esta repleto de estos términos estúpidos, a pesar de que lo que describen nunca existió.
Tanto es lo que “conocemos”.
Listando y explicando todos los falsos clichés que prevalecen en el público sobre el “Holocausto” rellenaríamos un libro aparte, así que me abstendré de hacerlo. Lo que quiero resaltar aquí es que, a pesar de que todos tenemos una idea básica de lo que significa el “Holocasuto”, mucha gente esta muy poco familiarizada con muchos aspectos de este tópico.
Mientras que las cámaras de gas dominan la mente del publico cuando el espectro del “Holocasuto” aparece, las “camionetas de gas” están normalmente ausentes en el discurso.
¿Qué porcentaje de gente en general de gente ha oído hablar alguna vez que los nazis desarrollaron también cámaras de gas móviles, las cuales los historiadores llaman normalmente “camionetas de gas”?
Esta ausencia de conocimiento es excusable, porque incluso en los historiadores ortodoxos las “camionetas de gas” han jugado un papel solo menor. Hasta la fecha no ha sido escrita por la corriente principal de historiadores ninguna monografía sobre el tema. Existen algunos artículos publicados en diarios o antologías, y la mayoría de estos ni siquiera se centran en las “camionetas de gas” en si, si no que lo hacen sobre sus localizaciones, como el Campo de Chelmno en Polonia o el Campo de Semlin en Serbia, o en ciertas unidades armadas alemanas, particularmente en las fuerzas anti-partisanas alemanas Einsatzgruppen situadas detrás del frente ruso, o en eventos donde dicen que fueron usadas, como en las acciones de eutanasia, por nombrar alguna. Encontraremos muchos de estos papeles en el presente estudio. Pero antes de hacer esto, quiero resalta que el único papel principal que se acerca a un estudio de las camionetas de gas es este. Por lo que habrá que reconocer la dura necesidad de un estudio mucho más exhaustivo y crítico.
En 1987 el historiador alemán Matias Beer publico un texto cuyo título traducido del alemán sería “El funcionamiento de las camionetas de gas para el asesinato de judíos”. En este, intenta describir, basándose en 14 documentos y muchos más testimonios, como la Alemania NacionalSocialista desarrolló esta arma mortal. Justo al principio de su escrito admite que todos los documentos existentes son de la última fase de este desarrollo de camionetas, por lo que puede deducirse poco de su anterior desarrollo. Para remediar esto recurre a declaraciones verbales realizadas por varias personas que aseguran han sido testigos oculares de algo, muchos de los cuales fueron interrogados durante alguna investigación criminal o juicio. Sabiendo que Beers al basarse en dichas declaraciones entra en territorio pantanoso, declara que “debido a los peculiares testimonios” deberán estar siempre vinculados a, es decir, respaldados por, algún documento, y que estos documentos en si, necesitan ser “objeto de una exhaustiva crítica”.
Estoy de acuerdo con esto, ya que es el método estándar de la historiografía. Aun así Beer ha olvidado dos importantes cosas: la primera de todas, cada testimonio, este respaldado por un documento o no, necesita estar sujeto a un examen también. Un testimonio de la Edad Media afirmará que el diablo cabalga en una escoba mientras tiene sexo con una bruja, y este estará respaldado por un documento muy “válido”, que cumplirá el criterio de Beer, pero que no constituye la verdad. El creador del documento puede equivocarse o mentir tanto como lo puede hacer un testigo ocular. Por otro lado Beer omite el mayor y más importante grupo de evidencias: las evidencias físicas y tangibles.
¿Dónde esta la escoba voladora? ¿Dónde esta el diablo? ¿Dejaría el diablo su semen en la bruja?, etc… estas son preguntas muy importantes a cuestionarse.
En nuestro contexto estas preguntas serían: ¿Dónde están las camionetas? ¿Dónde están los cuerpos? ¿Dónde está el veneno en sus cuerpos?
Beer omite completamente todas estas cuestiones: no realiza un control sobre los testimonios que escoge, ni solicita ninguna prueba material, ni se pregunta sobre la construcción ni el modo de funcionamiento de estos vehículos. Y peor aún: fracasa en su criterio de que la crítica del documento es fundamental, porque su escrito no contiene ni una sola crítica de ninguno de los documentos que cita o al menos una referencia a dicha crítica (la que no existe ni siquiera entre los historiadores ortodoxos, debo añadir).
De ahí que el escrito de Beer es ya un completo fracaso en materia de forma. Pero esto no es todo. Su objetivo de trazar el desarrollo de las camionetas de gas dentro del marco de los documentos falla también. Como Mattogno ha demostrado, la extensa “reconstrucción” de Beer de como las camionetas de gas presuntamente entraron en funcionamiento no esta basado en ningún documento, como Beer admite. Lo que los queda son los testimonios en los que Beer depende en gran medida. Encontraremos muchos de estos en el presente estudio, donde los someteremos a un exhaustivo control. El resultado es demoledor: muchos de los testimonios de testigos oculares importantes usados por Beer se demuestra que son muy poco creíbles (ver, por ejemplo, dos de las personas supuestamente responsables del funcionamiento de las camionetas de gas, August Becker, capítulo 3.7.3.3. y Albert Widmann, capítulo 3.7.4.7.).
Mientras hizo su investigación para su propio estudio en 1994 sobre las camionetas de gas, Pierre Marais notó la completa ausencia de actitud crítica de Beer, y como resultado de esto le escribió una carta con diversas cuestiones, a la que Beer respondió consecuentemente. He reproducido este intercambio de comentarios con Marais en el Apéndice 10. Y aunque, las preguntas a Beer no fueron tan fuertemente directas como las hubiera formulado yo, Beer rehusó continuar el intercambio de impresiones mostrando quien de los dos es un ideólogo dogmático y quien un crítico de pensamiento libre.
Cualquier investigador decente habría tomado dichas observaciones críticas como una razón para revisar su propia investigación y corregirla donde fuera necesario. Pero como no parece que Beer sea una mente abierta, cuando lanzó una versión abreviada y actualizada de su escrito de 1987, publicado en una antología en 2011, expuso las mismas deficiencias de superficialidad. Aquí, las referencias de Beer a documentos y declaraciones de testigos oculares sirven solo de nuevo, una vez mas, para repetir de forma acrítica lo que el ha leído. Además, en esta nueva versión del escrito de Beer también faltan referencias a y discusiones sobre varios tópico críticos hechos durante las pasadas dos décadas (principalmente la de Marais en 1994 y la de Weckert en 2003). De ahí que Beer, como la mayoría de autores del Holocausto, pruebe ser impermeable a las críticas, lo que significa que no es susceptible al método científico.
En vista del total error de la historiografía ortodoxa de abordar de forma adecuada el tema de las “camionetas de gas”, el monográfico de Pierre Marais en 1994 sobre las “camionetas de gas” fue ciertamente un estudio necesario. Desafortunadamente pasó desapercibido sin causar ninguna reacción de la historiografía establecida.
El presente estudio empezará incluyendo y resumiendo lo que Marais ya ha revelado y lo llevará a un estudio mas profundo.