PROLOGO A LA EDICION ALEMANA
El primero de febrero de 1933, Adolfo Hitler, el nuevo Canciller de Alemania, pidió en su primer llamamiento al pueblo alemán que le fueran concedidos cuatro años para la realización de su obra: la reconstrucción nacional. Dos días más tarde repitió la misma demanda en el Palacio de Deportes de Berlín: "Durante 14 años los partidos de la decadencia, humillándole, gobernaron al pueblo alemán. Durante 14 años le desmoralizaron y le disgregaron hasta destruirlo. No es presunción presentarme hoy ante la Nación conjurándola: Pueblo alemán, concédenos cuatro años y te juro que nosotros, yo el primero, si fallamos, nos retiraremos de los puestos en la misma forma en que los hemos asumido. No me ha impulsado la ambición de beneficios materiales sino el amor a tí. e sta ha sido la decisión más grave de mi vida... No puedo renunciar a la fe en mi pueblo ni a la persuasión de que esta Nación se levantará otra vez, no puedo prescindir del am or hacia este pueblo y guardo el convencimiento inquebrantable de que llegará la hora en que los millones de seres, que hoy nos maldicen, se unirán a nosotros y con nosotros saludarán a la nueva Nación Alemana creada por todos, y conquistada en una lucha ardua y amarga: en Nuevo Reich Alemán, Reich en cuya grandeza son indivisibles el honor y el poder, la magnificencia y la justicia".
Hoy se puede afirmar que los acontecimientos de estos cuatro años representan reformas nacionales y sociales que en otras épocas hubieran exigido un tiempo mucho más largo. La promesa del Führer se ha cumplido, puesto que el partido Nacionalsocialista se encontraba el día del advenimiento al poder con la madurez necesaria para cumplir la misión que la voluntad del pueblo le había confiado.
Cuatro años son un episodio breve en la vida de una nación. Sin embargo, el Gobierno Nacionalsocialista, gracias a su intensa preparación durante los largos años de lucha pudo lograr en este plazo tan escaso una profunda reforma en la estructura política, en las organizaciones sociales y económicas, en las normas jurídicas y administrativas. Al mismo tiempo, el pueblo se liberó de las cadenas del Dictado de Versalles, y reconquistó la igualdad de derechos que le correspondían entre las grandes naciones, resultado que no consiguieron los gobiernos de la República de Weimar.
Un proceso de carácter claramente renovador, en cuyo curso ciertas tradiciones rancias tuvieron que ceder lugar a nuevas manifestaciones sociales y en el que las posiciones personales sufrieron cambios profundos, quedó sujeto a la crítica y al desc ontento. Siempre hay personas que no se dejan convencer de que los grandes momentos requieren también grandes decisiones. Pero estas dificultades fueron vencidas con el tiempo como lo demostró la última elección del Reichtag, efectuada el 29 de marzo de 1936. El cómputo de votos arrojó 44.955.000 de los cuales fueron emitidos 44.412.000 en favor del Gobierno y apenas 543.000 en contra. Han terminado por reconocer la obra realizada por el gobierno Nacionalsocialista altas personalidades que se habían distanciado del movimiento, como el General Lundendorff, e incluso hasta enemigos declarados del Nacionalsocialismo como Severing, antiguo ministro del Gobierno marxista.
La reacción en el extranjero fue intensa por dos motivos: primero por el conocimiento insuficiente de la situación de Alemania en el momento del advenimiento al poder y de las actividades gubernamentales en los primeros cuatro años; segundo, como consecuencia de la campaña de odio que realizaron y realizan todavía contra el Tercer Reich elementos partidistas o enemigos personales de la ideología Nacionalsocialista.
Nada tan perjudicial para las relaciones entre los pueblos como el desconocimiento recíproco de los mismos; esta ignorancia es la que levanta los muros de desconfianza que se interponen entre unos y otros. Así por ejemplo, el acercamiento franco-alemán, seguirá siendo un deseo irrealizable hasta que los franceses no se convenzan de que los alemanes son seres humanos como ellos y de que anhelan como ellos también, la misma paz.
Más allá de las fronteras de Alemania se ha mejorado en estos últimos tiempos el criterio sobre el Tercer Reich. Muchos prejuicios han desaparecido y, como prueba de ello, miles de extranjeros han visitado a la Nueva Alemania; no obstante, subsisten algunos todavía, puesto que las calumnias se ofrecen a merced, en cuanto se presenta la más pequeña oportunidad. De aquí resulta una situación que llena de desconfianza y envenena la opinión pública del mundo entero produciendo una intranquilidad general que perjudica en el más alto grado las buena s relaciones internacionales y la paz de Europa.
El objeto de este libro es completar el conocimiento de la Alemania de Hitler y rectificar ciertas afirmaciones falsas. Se prescinde en absoluto de toda valoración subjetiva y por eso mismo, tienen la palabra solamente los hechos probados y las cifras ve rificadas. Así el lector estará en condiciones de deducir las consecuencias lógicas que de aquí se desprenden.
Aún alemanes, hasta elementos del partido, con frecuencia no saben cuán grandes son los progresos que ha logrado el Gobierno en los primeros cuatro años, pues en medio de la lucha y del trabajo la vista no abarca sino un horizonte limitado.
La presente obra trata de resumir los éxitos del primer plan cuadrienal fijado por el Führer y de explicar los fines alcanzados, destinados a garantizar la independencia de Alemania en lo que concierne a su economía y a su abastecimiento.
En la complicada situación internacional presente considero deber de todo periodista concienzudo contribuir con todas sus energías a la obra de comprensión recíproca de los pueblos, y tratar de disipar toda discrepancia, en favor del estímulo de la armonía entre sí, sobre fundamentos constituidos por verdaderas comunidades nacionales.
Creo por lo tanto ser del mismo parecer que mis colegas de prensa que, residiendo desde hace años en Alemania han tenido oportunidad, los difíciles tiempos de posguerra, de conocer el relajamiento moral y material del pueblo alemán y de apreciar lo s esfuerzos titánicos por levantarse y resurgir en la plenitud de una vida nueva. Todos nosotros hemos compartido el dolor y las esperanzas de los alemanes y hemos convivido también su alegre optimismo y la feliz realización de sus anhelos.
Ya que vivimos entre hombres hay que ser uno de ellos; si se vive en tan gran pueblo que lucha por su existencia, no hay que esconderse negándose a reconocer el valor del esfuerzo puesto en la obra de reconstrucción general. Es necesario apreciar la significación de la lucha de Alemania por la igualdad de derechos que le corresponden entre las otras grandes naciones y su buena voluntad para vivir en paz con los demás y colaborar al bienestar general.
La grandiosidad de los sucesos, que tuve ocasión de presenciar, no ofuscan mi vista, ni afectan mi intento de buscar la verdad y de hacer constar imparcialmente los resultados alcanzados. Sin duda se han cometido desaciertos, especialmente de índole táctica. Estos errores ocasionaron en ciertos círculos extranjeros un sentimiento de animosidad y de oposición contra la Nueva Alemania. En un movimiento de tan gran magnitud y de tan profundo significado ético son inevitables las equivocaciones. "No creemos en un paraíso terrenal, pero sí en un estado en un Reich que será la Patria del alemán laborioso" (Hitler).
Berlín, diciembre de 1937
El Autor