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El dogma nacionalista

 

Walter Beveraggi Allende

El dogma nacionalista - Walter Beveraggi Allende

136 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2019
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 280 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Patria Argentina ha sido sometida, durante la mayor parte de su historia, por poderes extranjeros, y sus correspondientes cipayos, a una ideología contraria a su interés nacional. La filosofía liberal por ellos inculcada ha servido a la colonización ideológica. Lo importante y sustantivo detrás de toda esa técnica farisaica era el designio de dominación, de aprovechamiento, de subyugación cultural y material, a fin de que nuestros pueblos fueran fructífera materia para la expoliación por parte de los grandes mercaderes de la Historia, de los fenicios de todos los tiempos, de los adoradores del “becerro de oro”. De ahí que la nuestra sea, a la vez que una lucha de supervivencia, una lucha teológica: el enfrentamiento de quienes fuimos enseñados a anteponer los valores espirituales en contra de quienes promueven y deifican los valores materiales.
Se hace necesario entonces un dogma nacionalista para poder combatir la colonización y lo instrumentos por excelencia del fariseísmo moderno que: 1) En el orden filosófico y espiritual, simula “liberar” al hombre de la “tutela moral” de todo sistema normativo ético-religioso, pretendiendo desembarazarlo de la idea y del sentido de subordinación a Dios y a la Ley Natural; 2) Establecidas tales premisas “libertarias”, el liberalismo económico y político —aderezado con todos los atractivos de una formulación hipócrita y sofisticada— deja el camino expedito para la primacía de los atracadores, que hoy llamamos imperialistas, pulpos financieros, monopolios económicos nacionales e internacionales.
Esta obra es un alegato y una arenga, en defensa y promoción de la causa nacional. Un rescatar nuestra tradición y nuestra historia, que de forma sistemática y malintencionada ha sido deformada, de modo tal que toda nuestra enseñanza y formación cultural estuviera nutrida, unilateralmente, por la impostura liberal. Y en el afán de lograr su indigno cometido, no tuvieron reparos en ignorar o denigrar a nuestros próceres más dignos y esforzados, como defensores de la integridad y autodeterminación nacional. Así tampoco lo tuvieron en glorificar a cuanto bellaco indigno estuvo en la tesitura o en la práctica de vender o someter la Patria a quienes mejor satisficieran sus apetencias personales.
Este dogma nacionalista ataca por igual a los responsables de la instauración, en nuestro suelo americano, de cualquier género de imperialismo: sea éste capitalista, marxista, sionista o de cualquier otra índole; sea éste inglés, francés, ruso, norteamericano o israelita. Sea que sus poderes de penetración, desmembración y desnaturalización del SER NACIONAL vengan de fuerzas ocultas, como la masonería y todas sus colaterales, o de otras formas culturales y comerciales no tan clandestinas en sus procederes, pero igualmente disociadoras y deformantes del alma nacional y de los valores permanentes de nuestra nacionalidad: a saber, NUESTRA FE CRISTIANA, NUESTRA ESTRUCTURA FAMILIAR, NUESTRA AUTODETERMINACION ECONOMICA Y POLITICA, NUESTRA CONCEPCION ÉTICA DE LA VIDA Y DE LA POLITICA, PLASMADA EN EL AMOR Y LA CARIDAD, que nuestros mayores recibieron de España y que nosotros hemos preservado como el más preciado tesoro, a pesar de todos los contratiempos, para nosotros y para nuestros hijos.

 

ÍNDICE

PDedicatoria 7
Prólogo9
I.- Semblanza de la Nación Argentina, 196917
Demografía17
Orden moral19
Orden económico21
Orden político - cultural31
II.- Contenido y significación del nacionalismo39
Modelo de ingerencia o interferencia económica40
Modelo de ingerencia o interferencia política44
Carácter de las influencias negatorias o restrictivas de la autodeterminación nacional46
a) Ideológicas: liberalismo, socialismo, y comunismo.46
b) Ideológicas-secretas: Masonería y afines.49
c) Económico-comerciales.57
d) Financieras62
e) Políticas68
f) informativo - culturales73
III.- Necesidad de una conciencia nacional81
La conciencia nacional82
El destino nacional86
La política nacional89
Nacionalismo, patriotismo y extremismo91
El dogma nacionalista95
Antinacionalismo y falsos nacionalismos102
IV.- Objetivos adicionales y complementarios del Nacionalismo105
Objetivos políticos106
Objetivos económicos y sociales110
Objetivos culturales114
Objetivos internacionales117
V.- Proposiciones para un “programa mínimo del nacionalismo argentino”121
1. Proposiciones generales121
2. Proposiciones jurídico - políticas124
3. Proposiciones económicas126
4. Proposiciones sociales130
5. Proposiciones culturales132
6. Proposiciones de política exterior134
Acotación final135

PRÓLOGO

 

Cuando Cristóbal Colón y los suyos pusieron pie en América, una raza autóctona —desprevenida e ignorante respecto de muchos refinamientos intelectuales y formales de los nuevos colonizadores- empezó una desigual lucha por su supervivencia. En efecto: los descubridores les brindaban abalorios y llamativos collares de vidrio, pero procuraban su oro, sus pertenencias y su sometimiento a la condición de vasallos económicos.
El engaño implícito en las ofrendas de espejitos y cuentas de colores, contra el intento de avasallamiento permanente, simboliza a mi juicio, en buena medida, la trágica y prolongada lucha a que vienen haciendo frente desde entonces los pueblos latinoamericanos. Sólo varían las técnicas y los particularismos formales propios de cada época, ya que la esencia del problema se mantiene la misma: los abalorios y collares —como instrumentos de embaucamiento- son reemplazados sucesivamente por una serie de nuevos instrumentos, particularmente desde comienzos del siglo XIX, cuando nuestros pueblos alcanzan su segregación política o independencia, sin alcanzar por ello su autodeterminación económica. Sólo que para entonces los mismos habían adquirido, a través de algunos de sus exponentes más notables, una cultura intelectual que se sumaba a la conciencia intuitiva popular, para plasmar una confianza indomable en sus propias posibilidades de autodeterminación política y económica.
Por consiguiente, las técnicas de embaucamiento y los instrumentos de dominación adquieren nuevas fisonomías, para adaptarlas a las nuevas circunstancias. Los abalorios son reemplazados por sofisticados mecanismos: entre ellos, una filosofía liberal, una devoción fetichista por la ciencia y el progreso material indefinido, así como por la democracia formal de tipo electoralista, todo lo cual estaba destinado a servir a la colonización ideológica y a las nuevas formas del imperialismo, europeo y norteamericano.
Por otra parte, los nuevos colonizadores económicos y políticos empiezan a contar, desde nuestras independencias nacionales, con un nuevo espécimen de importantes colaboradores: son los “cipayos”, los americanos nativos que por sumisión intelectual o por la paga —o por ambas cosas a la vez— se convierten en los grandes aliados autóctonos de los dominadores extranjeros.
Lo importante y sustantivo detrás de toda esa técnica farisaica era el designio de dominación, de aprovechamiento, de subyugación cultural y material, a fin de que nuestros pueblos fueran la fructífera materia para la expoliación por parte de los grandes mercaderes de la Historia, de los fenicios de todos los tiempos, de los adoradores del “becerro de oro”. De ahí que la nuestra sea, a la vez que una lucha de supervivencia, una lucha teológica: el enfrentamiento de quienes fuimos enseñados a anteponer los valores espirituales —el amor y la caridad cristiana, que los grandes misioneros españoles y portugueses inculcan a los pobladores del Nuevo Continente— en contra de quienes promueven y deifican los valores materiales, que sólo debieran tener fuerza instrumental, pero que desde los tiempos bíblicos constituyen el dios pagano y la meta final de toda una civilización de atracadores.
* * * *
Nuestra patria argentina —fruto geográfico retaceado del plan de desmembraciones de los atracadores— tuvo numerosos y encumbrados exponentes de la filosofa liberal, ese menjunje intelectual, político y económico, promovido por los dominadores extranjeros. Pero la cumbre de las expresiones nativas de esa mecánica de total sumisión —consciente o inadvertida— a los modernos imperialismos, es sin duda alguna El Dogma Socialista, de Esteban Echeverría.
De ahí que la presente obra de refirmación de nuestra esencia nacional latinoamericana y de nuestra voluntad indeclinable de autodeterminación, lleve como título lo que queremos representar como la antípoda —en todo sentido— de la concepción echeverriana. De ahí, al Dogma Socialista o Liberal, como podría indistintamente llamarse le opongamos desde el titulo mismo de la obra, la antítesis, el enfrentamiento total, la ortodoxia nacional, la pasión combativa: ¡El Dogma Nacionalista!
No queremos dialogar con nuestros adversarios liberales, no admitimos posibilidades de conciliar nuestros puntos de vista. El sólo pensarlo, significaría admitir en nuestras filas el “caballo de Troya”, el embrión de la sumisión y de la entrega, dentro de nuestras propias ideas y concepciones políticas.
Quienes procedemos —y hemos sido enseñados a pensar y proceder— en términos de buena fe, de honra, de amor y caridad cristina, de respeto por la dignidad y la persona humana, no podemos conciliar, o adaptar, nuestro credo con el de quienes niegan la honra, la buena fe, el amor y la caridad cristiana, el respeto a la libertad y dignidad de las personas, de los pueblos y de las naciones. Con más razón si éstos se disfrazan, para “ocultar su mercancía”, con el pabellón del liberalismo, de la fraternidad humana, de la competencia, de la tecnología, de la excelsitud científica y del progreso material y cultural indefinido.
Un reciente pensamiento de Su Santidad. Paulo VI, nos autoriza a pensar y proceder de esta manera. En efecto, hace poco tiempo expresaba el Pontífice de la Cristiandad, censurando los excesos de las rebeldías juveniles, que se expresan en todo el mundo de manera tan ruidosa y agresiva como desprovista de significado y claridad constructiva, que tales manifestaciones —no obstante— “no pueden ser totalmente condenadas, en cuanto ellas se oponen a las hipocresías tradicionales” ...
* * * *
Y éste es, en síntesis, el problema de nuestro tiempo: la revolución contra las hipocresías tradicionales.
El liberalismo — endiosador del libre albedrío humano y por consiguiente, del hombre mismo —implica la afirmación del positivismo, del evolucionismo, de la primacía científica y es el sutil pero implacable sustentador del materialismo, dialéctico y no dialéctico. El liberalismo es, pues, en última instancia, la corriente filosófica que pretende “liberar” al hombre de lo que ateos y liberales llaman peyorativamente el “fetichismo”, la “superstición” y en definitiva, la fe religiosa* Y “liberándolo” de todas estas creencias, lo subliman en su esencia material, en sus posibilidades de superación individual y en sus perspectivas de verdadera emulación de Dios, llegando así clara y manifiestamente al satanismo por vía de la explotación de la soberbia y de la egolatría humana.
Partiendo de tales premisas, el liberalismo, en lo económico y en lo político, no es menos elaborador y apañador de imposturas. Con el pretexto de promover la libertad del individuo y de las naciones, en la práctica, y administrado por los monopolizadores del dinero, los poderosos y los amorales, se convierte en el gran instrumento de dominación, al servicio de aquéllos y en desmedro de los pueblos embaucados con aquella filosofía.
Vale decir, que el liberalismo es el instrumento por excelencia del fariseísmo moderno: 1) En el orden filosófico y espiritual, simula “liberar” al hombre de la “tutela moral” de todo sistema normativo ético-religioso, pretendiendo desembarazarlo de la idea y del sentido de subordinación a Dios y a la Ley Natural; 2) Establecidas tales premisas “libertarias”, el liberalismo económico y político —aderezado con todos los atractivos de una formulación hipócrita y sofisticada— deja el camino expedito para la primacía de los atracadores, que hoy llamamos imperialistas, pulpos financieros, monopolios económicos nacionales e internacionales.
* * * *
Esta obra es un alegato y una arenga, en defensa y promoción de la causa nacional. Ni pretendemos, ni tendría objeto disimular su carácter, en razón de presuntos escrúpulos nuestros frente a los melindrosos liberales, democráticos, eclécticos, asexuados políticos, indiferentes y toda la gama que consciente o inconscientemente sirviera y sirve de instrumento, a los atracadores, conformando lo que con plena razón nuestro pueblo llama “fuerza antinacional”.
Ello no obstante, nuestra justificada pasión, nuestra santa causa —como que ella se inspira en la fe cristiana católica— está signada por la buena fe y un espíritu de justicia y equidad. Por tanto, no pretendemos involucrar indiscriminadamente en nuestra invectiva o denostar a quienes, a lo largo de estas páginas aparezcan como exponentes —conscientes o inconscientes, involuntarios o deliberados, activos o pasivos, totales o parciales— de lo antinacional.
Reconocemos desde ya que muchos exponentes, portavoces y propagandistas del liberalismo en nuestra historia patria, obraron de buena fe. Sabemos que muchos de ellos, inclusive, en la madurez de sus vidas reaccionaron contra los espejismos y “cantos de sirena” de aquella filosofía. Sabemos de otros que, sin perjuicio de abrazar la causa del equívoco, sembraron aquí y allá sus propias reservas, que implicaban una autocrítica intuitiva a sus devaneos y sofismas intelectuales. Con respecto a todos éstos, vaya nuestra indulgencia por cuanto hace a su equivocación y que el latigazo de nuestra palabra les alcance sólo en la medida del mal que hicieron.
Pero los hay también que obraron a conciencia y a sabiendas, por ateos, por soberbios, por cipayos o por venales. Respecto de ellos vaya nuestro anatema sin atenuantes. No sólo porque ellos son los grandes modeladores de la desventura patria, sino porque son los responsables de la sistemática e intencionada deformación de la verdad histórica. De esa deformación que llevó, por ejemplo, a que toda nuestra enseñanza y formación cultural —impartida o fiscalizada por el Estado durante más de un siglo— estuviera nutrida, unilateralmente, por la impostura liberal. Y en el afán de lograr su indigno cometido, no tuvieron reparos en ignorar o denigrar a nuestros próceres más dignos y esforzados, como defensores de la integridad y autodeterminación nacional. Y no tuvieron reparos tampoco en disimular muchas de las virtudes, de este carácter, respecto de otros próceres consagrados por su brillante participación en la guerra emancipadora. Así tampoco lo tuvieron en glorificar a cuanto bellaco indigno estuvo en la tesitura o en la práctica de vender o someter la Patria a quienes mejor satisficieran sus apetencias personales o se acomodaran a sus ideologías subalternizantes.
De ahí que millones de argentinos hayamos tenido que descubrir la verdad histórica a través de un ingente esfuerzo y de una indomable vocación patriótica, luego de haber vagado —confundidos— durante años, o durante toda una vida, sirviendo inconscientemente los designios “liberales”, económicos y políticos, de nuestros falsos maestros y ejemplos.
* * * *
No titubeamos tampoco en clarificar que los destinatarios de nuestra invectiva son todos los artífices del cautiverio nacional y de la sumisión al extranjero, bajo la hipócrita fachada del liberalismo: filosófico, económico y político.
Como tales, involucramos por igual a los responsables de la instauración, en nuestro suelo americano, de cualquier género de imperialismo: sea éste capitalista, marxista, sionista o de cualquier otra índole; sea éste inglés, francés, ruso, norteamericano o israelita. Sea que sus poderes de penetración, desmembración y desnaturalización del SER NACIONAL vengan de fuerzas ocultas, como la masonería y todas sus colaterales, o de otras formas culturales y comerciales no tan clandestinas en sus procederes, pero igualmente disociadoras y deformantes del alma nacional y de los valores permanentes de nuestra nacionalidad: a saber, NUESTRA FE CRISTIANA, NUESTRA ESTRUCTURA FAMILIAR, NUESTRA AUTODETERMINACION ECONÓMICA Y POLÍTICA, NUESTRA CONCEPCIÓN ÉTICA DE LA VIDA Y DE LA POLÍTICA, PLASMADA EN EL AMOR Y LA CARIDAD, que nuestros mayores recibieron de España y que nosotros —vale decir, los pueblos latinoamericanos — hemos preservado como el más preciado tesoro, a pesar de todos los contratiempos, para nosotros y para nuestros hijos.

W. B. A.
Cárcel de Encausados de Córdoba,
21 de octubre de 1969.