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El medio pelo en la sociedad argentina

Apuntes para una sociología nacional

Arturo Jauretche

El medio pelo en la sociedad argentina - Apuntes para una sociología nacional - Arturo Jauretche

328 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2019
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 510 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Decir que un individuo o un grupo es de medio pelo implica señalar una posición equívoca en la sociedad; la situación forzada de quien trata de aparentar un status superior al que en realidad posee. Medio pelo es el sector que dentro de la sociedad construye su status sobre una ficción en que las pautas vigentes son las que corresponden a una situación superior a la suya, que es la que se quiere simular.
Lo que pretendía ser unas notas periodísticas inspiradas en el ridículo del “medio pelo”, algo para el humor fácil, se convierte en un trabajo sobre sociología nacional, a medida que percibe como "la tilinguería absorbiendo a la burguesía reciente, había destruido una de las fuerzas potenciales para la construcción de la Patria Grande".
Siguiendo lo que había sido su objetivo de vida: "modernizar las estructuras económicas y sociales argentinas", Jauretche se encuentra con que el “medio pelo” tenía una proyección que no había percibido en el primer momento. Esto lo lleva a analizar la evolución de la sociedad en la historia y constata enseguida que no se acomodaba a los esquemas transferidos desde otras sociedades y desde los cuales se sacan conclusiones.
En Argentina, que la burguesía desnaturalice su función histórica adoptando las pautas ideológicas de las clases que se oponen a su desarrollo, es una aberración, porque su posición antinacional significa una posición antiburguesa, ya que el desarrollo de un capitalismo nacional depende exclusivamente de la modernización de las estructuras. Así, sólo la dirección de los trabajadores aparece cumpliendo su función histórica y teniendo que cubrir, además de su tarea en la conducción del proletariado, el claro, la vacante de la función abandonada por la burguesía, en la expansión hacia la Argentina potencia.
Las clases pujantes, que podrían haber constituido una nueva elite dirigente, se incorpora así a la oligarquía y pierde, influida por ideología extranjerizantes, toda idea de construcción nacional.
Jauretche intenta mostrar la gravitación que las pautas dominantes en una sociedad tienen sobre su destino. Esta es la única función docente que tiene la historia: enseñarnos el presente y el futuro por lo que sucedió ayer. Esa es la razón por la que se la falsificó sistemáticamente en nuestro país, oponiendo a una historia de la política una “política de la historia”.
El autor asume no seguir las pautas científicas de la pujante ciencia de la sociología, pues la experiencia muestra que para darle realidad a los datos científicos es necesario haberse graduado primero en la universidad de la vida. Ver la realidad con criterios propios y dejar de ir a comprar provisto con el "manual del comprador" escrito por el almacenero, hace de Jauretche una clara expresión de lo criollo, que rompe con los cánones establecidos. Aporta a la sociología, entonces, una "visión desordenada de un hecho social a través de un abigarrado conjunto de anécdotas, situaciones ciertas o hipótesis, de hechos inimportantes y otros significativos y saltando de un grupo a otro en un deliberado desorden”. Es un trabajo que rescata constantemente los elementos de la “cultura popular” en la medida que ésta es la verdadera expresión de lo “nacional”.
"El medio pelo en la sociedad argentina" sacó a relucir con agudeza, y sobre todo con gran humor, el prototipo de comportamiento y pensamiento que hunden a la clase media argentina en una veneración por sus amos. Con ello llegamos a valorar debidamente la Argentina que podría haber sido y no fue.

 

ÍNDICE

Advertencia preliminar9
Relatividad del dato “científico”11
El estaño como método de conocimiento13
El chico de la bicicleta15
Identificación del medio pelo17
I.- El marco económico de lo social y los tres fracasos de la burguesía19
El “progreso indefinido”... y sus límites19
Relación de los términos del intercambio20
La población23
Oligarquía = dependencia24
Gran Bretaña juega sus cartas25
La década infame confiesa su juego26
Primer fracaso: la generación constituyente. Liberalismo internacional o liberalismo nacional27
La guerra de secesión: ejemplo práctico29
El profeta del libre cambio y sus apóstoles30
La argentina preindustrial31
La posible burguesía frustrada de la “patria chica”34
Segundo fracaso: la burguesía prospera se siente aristocracia35
El roquismo y la aparición de una idea industrialista36
Una triste página de historia37
Los “civilistas” utilizan a los militares38
Fracasan los del “ochenta”39
Los ausentistas en su hora de “medio pelo”40
Buenos Aires y su City42
Los “progresistas” devienen antiprogresistas43
En los límites de La Pampa44
Avances y retrocesos45
El tercer fracaso de la burguesía46
El medio pelo y la nueva burguesía47
II.- La sociedad tradicional49
Fundación de Buenos Aires y despueble49
Segunda fundación50
Aparición de la burguesía porteña. Contrabando y trata de negros52
El desclasamiento de los vecinos fundadores55
Gente principal (parte sana y decente de la población) y gente inferior55
El caudillo “sindicato del gaucho”58
Federales y unitarios ante el hecho social59
La clase alta se amplía61
Caseros y las nuevas incorporaciones64
“Principales” porteños y provincianos65
III.- Desarraigo de la clase alta67
El “ausentismo” de la alta clase67
Efecto político del desarraigo72
Cultura europea y ritual criollo73
De burguesía a aristocracia dependiente77
La escisión de la “gente principal”: pobres y ricos81
Un testigo del “900”83
IV.- La crisis de la sociedad tradicional87
La sociedad criolla del interior87
El criollaje del litoral91
La expansión agropecuaria93
La inmigración en el medio rural95
La composición de las clases rurales98
V.- La sociedad urbana se modifica105
La capital de La Pampa gringa: Rosario106
El límite de La Pampa gringa: Córdoba108
Buenos Aires: Infraestructura de la exportación109
El hotel de inmigrantes, el conventillo y la casita suburbana115
La fusión de las nacionalidades118
La oposición de pautas y su unificación120
Los arquetipos nativos del extranjero122
La nueva situación y la familia popular124
El ascenso social de la mujer126
La clase “inferior” se extingue129
La psicología del “ascenso” en los trabajadores130
Las características del inmigrante132
Burguesía y clase media. (primera parte del siglo)134
La clase media: sus dos vertientes139
La mujer de la clase media141
El barrio en el nacimiento de la clase media142
La familia es de barrio143
Particularismos de los barrios146
El centro y sus satélites148
Flores: “la flor de los barrios151
VI.- La sociedad y los límites de la patria chica155
Progresismo y anti-progreso157
La sociedad y el advenimiento del radicalismo al poder159
Yrigoyen frente a la realidad161
Yrigoyenismo y antipersonalismo: Alvear163
1930: El salto atrás y la década infame166
Orden social y miseria popular170
La clase media pauperizada171
VII.- Una escritora de medio pelo para lectores de medio pelo179
La clase alta según el “medio pelo”181
La clase alta en su club (siempre según el “medio pelo”)184
Las aberraciones sexuales de la “gente bien”185
La sociedad de la gente “que no es como uno”189
La Pampa y la estancia190
Síntesis: el libro como repertorio del “medio pelo”. Su símbolo político193
La evasión de la clase195
VIII.- Las clases medías, la nueva burguesía y la aparición del “medio pelo”199
El papel de las clases medias en la revolución nacional199
Modificación en la condición económica de la clase media201
Las contradicciones en el seno de la clase media203
“Placeros y rotarianos”206
Heterogeneidad de la clase media207
Aparece el “medio pelo”209
La burguesía y el prestigio de la estancia212
La nueva burguesía reverencia a la antigua214
La búsqueda del prestigio y el medio pelo220
Burguesía anterior al medio pelo222
Estética de la clase media228
Analogías y diferencias con el “medio pelo”231
Los orígenes del medio pelo y los primos pobres234
Los barrios residenciales del extremo norte238
La sociedad de San Isidro240
IX.- Partida de nacimiento del “medio pelo”245
La cola del barrio norte246
La presencia del “cabecita negra”250
El pensamiento de los cultos251
Políticos y doctores fuera de la cancha252
Una burguesía paradójica254
Un estudio sobre la evolución de la burguesía255
Asimilación por la clase alta de la primer burguesía259
La alta sociedad, a pie, por la calle261
X.- La composición social del “medio pelo”. Permeabilidad y filtro267
Idiosincrasia de la burguesía reciente272
Busca de prestigio y “medio pelo”275
La equívoca situación ambiental279
¿Status o imagen de status? Sus últimas variantes281
XI.- Las pautas del “medio pelo”287
Pauta de comportamiento: domicilio288
Automóvil y estancia289
Los colegios291
Pautas menores de comportamiento294
Pautas ideológicas296
Obreros y “negros”299
El racismo del “medio pelo”300
El maestro ciruela301
La raza superior305
Flor de ceibo y nostalgia307
La gran pauta312
Conclusiones318

Advertencia preliminar

Si bien el tema que voy a tratar en este libro es de sociología debo prevenir al lector que no estoy especializado en la materia, y que sólo ando por ella de “bozal y lazo”, como dijo Hernández, un sociólogo nuestro que tampoco era de la especialidad. Guardando las distancias con el autor del Martín Fierro intento colocármele “a la paleta” en el método, proporcionando datos y reflexiones que he recogido como actor y observador apasionado en el curso de una vida lo suficientemente prolongada para que pueda ser testigo de casi todo lo que va del siglo.
Tal vez lo que resulte sea pura anécdota de “mirón”, pero no es mi propósito, como no fue el de Hernández, hacer obra puramente literaria a través de un personaje de imaginación, que es lo que pretendieron entender durante mucho tiempo los mandarines de nuestra cultura.
Porque los conocía se previno:

Digo que mis cantos son
para los unos... sonidos
y para otros... intención.

Nos dejó así, el mejor, sino el único, documento histórico sobre una época de transición en que fue sepultado el pueblo-base de nuestra nacionalidad; de ese drama tendríamos muy escasas noticias, a pesar de lo reciente, por la labor de los informantes documentales y eruditos, sin la presencia de su testimonio poético elaborado en una vida de hombre “comprometido”, y en causas perdedoras.
Con esto se comprenderá porque he subtitulado este trabajo como “apuntes para una sociología” con la esperanza de proporcionar al sociólogo, desde la orilla de la ciencia, elementos de información y juicio no técnicamente registrados, que suelen perderse con la desaparición de los contemporáneos. Que lo logre o no, dependerá de mis aptitudes que “pido a los santos del cielo” me ayuden a ponerme en la huella de tan ilustre marginal de lo científico.
Al mismo tiempo, pretendo ofrecerle a mis paisanos un espejo donde vean reflejadas ciertas modalidades nuestras, particularmente en la cuestión de los status, de cuya evolución histórica me ocuparé en primer término. Deseo hacerlo amablemente, abusando del escaso humor de que dispongo, para atenerme al castigat ridendo mores, en espera de que la comprensión de la falsedad de ciertas situaciones, y el ridículo consiguiente, contribuyan a liberar a muchos de las celdas de cartón en que se encierran con la aceptación de artificiales convenciones.
El sociólogo apreciará los hechos que refiero, valorándolos según el juicio que surja de su particular inclinación interpretativa. Yo sólo pretendo señalarlos y es su tarea determinar causas, lo que no excluye que ocasionalmente me aventure hasta las mismas, cuando lo imponga la descripción de los grupos identificados. Esencialmente aspiro a señalar la gravitación en nuestra historia de las pautas de conducta vigentes en los grupos sociales que la han influido, y solo subsidiariamente referirme a las causas originarias de las mismas.
Con lo ya dicho, —la naturaleza de testimonio de este trabajo— excuso la ausencia de informaciones estadísticas y de investigaciones de laboratorio que pudieran darle, con la abundancia de citas y cuadritos, el empaque científico de lo matemático y al autor la catadura de la sabiduría. Las pocas pilchas que lo visten son las imprescindibles para justificar la presentación del testimonio.
Relatividad del dato “científico”
A este respecto debo confesar mi prevención contra los datos de ese género que en muchas ocasiones, con su deficiencia perturban más que ayudan. Creo en la eficacia utilizar como correctivo del dato numérico la constatación personal para que no ocurra lo que al espectador de fútbol que con la radio a transistores pegada a la oreja, cree que dice el locutor con preferencia a lo que ven sus ojos.
Por vía de ejemplo van pruebas al canto:
“La Nación” del 6 de marzo de 1966, nos informa sobre el resultado de un relevamiento aerofotográfico realizado en la ciudad de Córdoba, para comprobar la validez del registro de propiedades urbanas de la Municipalidad de esa Capital. Dice el ingeniero Víctor Hansjurgen Haar, quien tuvo a su cargo el relevamiento, que la pesquisa ha indicado que sólo el 50 % de las propiedades se encuentran correctamente registradas, y de ese 50% si bien cumplen con sus obligaciones al fisco, no han declarado sus propietarios mejoras que se han hecho en sus viviendas.
Esto significa que el 50% de la ciudad de Córdoba no existe estadísticamente pues los datos sobre la construcción se recogen de los registros municipales. El sesudo investigador que sólo se guía por estos datos y no por las empíricas comprobaciones, se encontrará con que la oficina en que trabaja y el techo bajo el que duerme no tienen existencia efectiva, según los datos de la realidad científicamente documentada, si como es muy probable, ese techo y esa oficina pertenecen al 50% de construcción que para la estadística es inexistente. En cambio otras informaciones estadísticas le permitirán comprobar paralelamente que Córdoba ha crecido varias veces en estos últimos decenios, en población y en actividad, con lo que tendrá que concluir que Córdoba es un fenómeno urbano en el cual la mayoría de la población está indomiciliada y donde no existen las fábricas, los talleres, los escuelas, etc., que resultan de otras estadísticas que no son las de la construcción. ¿A cuáles se atendrá?
(Limitándome a la construcción, ya había hecho mi composición de lugar hace mucho tiempo mediante una somera investigación reducida a la manzana céntrica de Buenos Aires en que resido y que el lector puede hacer en la suya. Pude comprobar que las modificaciones interiores en las casas de la manzana hechas en los últimos años sin la correspondiente intervención municipal —presentación de planos, aprobación, permiso de construcción e inspecciones— importaban una inversión muy superior a la de los dos o tres edificios nuevos construidos en la misma manzana con el consiguiente registro municipal. Sáquele la punta el lector a este hecho y trasládelo a la crítica general de los datos estadísticos).
El caso de Córdoba se repite para el Gran Buenos Aires en dos épocas distintas.
Desde las últimas décadas del siglo pasado Buenos Aires y sus alrededores recibieron gran parte del contingente inmigratorio europeo cuando el Hotel de Inmigrantes y el conventillo fueron escalones hacia la casita propia. Es muy posible que el italiano, el español o el turco que las levantaron construyendo una pieza y una cocinita, sin sanitarios, haya registrado en la municipalidad suburbana esa primitiva construcción. Pero ese hombre ahorrativo que realizaba el sueño de la casa propia fue agregando habitaciones construidas con la ayuda de un media cuchara, a lo largo del lote que pagaba en mensualidades, pues la casa crecía a medida que crecía la familia. Y éstas no las registró.
El fenómeno volvió a repetirse cuando a la ola inmigratoria ultramarina sucedió la migración provinciana hacia los centros industriales. Cualquier inspector municipal del Gran Buenos Aires podrá decir cómo se suceden barriadas y barriadas enteras no inscriptas en los padrones municipales. (O tal vez no se lo diga porque allí hay un “rebusque”: sorprender a los vecinos de esas barriadas en plena construcción sabatina y dominical con el aporte voluntario de vecinos y amigos, para paralizarle la obra por falta de planos y llegar, después del susto consiguiente al “arreglo” ¡Pero el “arreglo” tampoco figura en las estadísticas! Sin embargo, sería interesante registrar estadísticamente el monto de los mismos que explicarían por qué esos inspectores se resignan al mísero sueldo comunal, que no alcanza para mantener el automóvil que tienen a la puerta y es elemento imprescindible para el descubrimiento de las infracciones al Digesto, que dan origen al arreglo).
Si a la estadística de la construcción le falla la base, ¿qué puede informar la estadística sobre la mano de obra si el dueño de casa, sus amigos y parientes que colaboran no pertenecen al gremio de la construcción y están registrados en otras actividades? ¿Y qué datos sobre el consumo de materiales de construcción cuando se utilizan restos de demolición, elementos en desuso u objetos de otro destino habitual que no pasan ni siquiera por el control de producción de la fábrica? ¿Y qué valor tienen los datos sobre el producto bruto del país si los datos sobre la construcción de viviendas en la parte más extensa del Gran Buenos Aires en los últimos veinte años, en que se sumaron millones de habitantes, no figuran en los mismos ni por lo construido, ni por mano de obra, ni por materiales empleados?
La rectificación por la experiencia del dato aparentemente científico exige haberse graduado en la universidad de la vida: por lo menos tener algunas carreras corridas en esa cancha, sin perjuicio de la bastante Salamanca para ayudar a Natura. Porque si el ratón de biblioteca, de hábitos sedentarios y anteojos gruesos, no es el más indicado para corregir el dato con las observaciones, tampoco basta con mirar para ver.

El estaño como método de conocimiento
Tener estaño es una expresión sucedánea de otra tal vez más gráfica pero menos presentable, y se refiere al “estaño” de los mostradores. Recuerdo que Lucas Padilla o el “Colorado” Pearson, no estoy seguro cual de los dos, que actuaban en los movimientos iniciales del nacionalismo, dijo una vez que la condición de “pianta-votos”, calificación atribuida a Perón, provenía de que los fundadores del movimiento eran “niños bien” de “familias bien” es decir, los juiciosos “hijos de mamá”; que otra cosa hubiera ocurrido si los primeros hubieran sido “niños mal” de “familias bien”, esto es “tenido estaño”.
Tal vez la deficiencia de nuestros datos científicos obedezca al tipo de nuestra economía y sociedad en transición, fluida en sus etapas cambiantes —como ocurrió en los Estados Unidos, cuyas técnicas son ahora modelo imprescindible, desde el final de la Guerra de Secesión hasta la primera de las guerras mundiales; que sus métodos sólo sean compatibles con la existencia de un capitalismo de concentración muy avanzado, o con el socialismo, que excluyen la presencia del pequeño empresario, del taller patronal que conserva una organización casi artesanal, de la abundancia de pequeños productores que entre nosotros representan el grueso de las actividades. (Si Ud. tiene alguna duda al respecto, averigüe qué dato estadístico proporciona el tallercito donde arregla su automóvil, el hojalatero que le arregla el balde, el colchonero, el marquero de sus cuadros, etc., etc., las múltiples actividades de empresarios que calculan los costos a ojo, no llevan contabilidad, no están inscriptos, no registran su producción, eluden impuestos, etc.).
En cambio el ajuste de los datos es condición de existencia en las grandes organizaciones económicas con sus contabilidades organizadas, su propia estadística, el registro de los costos, es decir, los elementos básicos para una estadística general.
Parecida cosa ocurre con los censos y encuestas, donde se suman factores personales propios del informante y del recolector de datos que además pueden ser típicos de nuestra modalidad, factor del que se prescinde cuando se aplican sistemas que pueden ser hábiles en su lugar de origen.
Así, frecuentemente, el interrogado está prevenido contra el interrogatorio y tiende a desfigurar los hechos; además, muchas veces es descomedido y grosero con el agente de la investigación. Es lo que pasa en las “investigaciones de mercado”.
El “Hombre que está solo y espera” no es un tipo fácil. Pregúntele usted a un paisano su juicio sobre algo o alguien y oirá que le contesta: Regular. Pero regular quiere decir bueno; o muy bueno; también malo. Serán su oído y el conocimiento del hombre los que darán la interpretación, según el tono y tal vea algún detalle mímico. Pero esto no es para el “potrillo” que hace la encuesta y menos para la computadora electrónica. ¿Y el “gallego”? —el gallego de Galicia, se entiende—; hágale usted una pregunta cualquiera y verá que le contesta con otra: pruebe, y le juego cualquier cantidad a que acierto.
Hace pocos días llevé a un industrial, que creía en la eficacia de las “encuestas”, a un café para mostrarle cómo actuaban los agentes de una investigación que había contratado. Los muchachos a quienes se les paga por el número de planillas que llenan estaban reunidos a lo largo de dos mesas y los formularios se alternaban con los pocillos de café. Mi amigo industrial puso los ojos como “dos de oro” cuando oyó que unos a otros se preguntaban. Y a este, ¿qué le ponemos?, y así las iban llenando, cansados de golpear puertas estérilmente, o de que los encuestados les hicieran un interrogatorio a ellos en actitud defensiva, o les contestaran a la “macana”. Si todavía tiene alguna duda, lector, recuerde que le responde a esa vocecita femenina que le pregunta por teléfono: ¿Qué programa de televisión está usted viendo? Y por lo que usted le contesta considera la validez del rating que está haciendo la vocecita.
Pero, además de la muy relativa validez de los datos, existe el uso malicioso de la información, para fines políticos y económicos, como la creada por los órganos de publicidad y por las manifestaciones de los grupos económicos agroimportadores interesados en dar una imagen del país que les conviene y que en los últimos años es directamente depresiva.
El chico de la bicicleta
El doctor Manuel Ortiz Pereyra, uno de los fundadores de F.O.R.J.A., fallecido hace ya muchos años, dejó un pequeño libro, editado en 1926 ó 1927, que se titulaba “El S.O.S. de mi pueblo”. Era hombre con mucho “estaño”, dotado de una notable inteligencia que le había permitido superar la solemnidad y el empaque, entonces anexos al título universitario; había sido la suya una vida múltiple y agitada en la que había tocado los más variados niveles de la fortuna y de las actividades ciudadanas; además, Dios lo había dotado de gracia.
Sobre esto de la información traía un capítulo titulado “El chico de la bicicleta”.
Comentaba allí la apariencia técnica con que los diarios presentan una página llena de cuadritos con letras y números diminutos, donde se habla de cotizaciones de la producción en mercados de los que el chacarero nunca oyó hablar y en medidas y precios de los que no tiene la menor idea. El chacarero, decía, se hace una imagen borrosa donde se embarullan Winnipeg, Ontario, Yokohama, Rotterdam, con dólares, libras, yens, rupias, florines, toneladas y bushells, todas palabras misteriosas para él. No entiende, pero está muy agradecido a los grandes diarios que se preocupan por ilustrarlo para la defensa del precio de su cosecha, y supone que estos sostienen grandes oficinas llenas de peritos de toda clase, que le proporcionan la información.
No hay nada de eso, decía Ortiz Pereyra. Lo único que hay es un chico con una bicicleta que va a buscar la página a lo de Bunge y Born o a lo de Dreyfus; es decir que la aparente información para el vendedor la proporciona el comprador. ¡Y hace tanto tiempo que vamos al almacén con el “Manual del Comprador” escrito por el almacenero! El último que se ha “avivado” es Raúl Prebisch.
De tal manera, a los efectos que en sí tiene la supuesta información científica, se agrega ésta del “chico de la bicicleta” donde la “información científica” es utilizada, y aun los datos correctos, de manera hábil para despistarnos mediante el manejo de la publicidad.
Lo que llevo dicho basta para dar la idea que me propongo. He citado sólo algunos casos, tanto de la falacia del dato, como de su utilización maliciosa para sorprender al que no está prevenido y carece de “cancha” para leer las entrelíneas de la información. Deseo que el lector lo tenga presente, cuando recordando que el que escribe es un hombre comprometido, lo confronte con otros informantes de apariencia aséptica. La verdad es que todos estamos comprometidos, por que todos estamos en la vida y la vida es eso: compromiso con la realidad.
Me resta advertir que con frecuencia seré redundante volviendo a lo ya dicho para ampliar algo, presentarlo desde otro punto de vista, o relacionarlo con lo que se expone en ese momento. Espero que se me perdone, pues escribo para mis paisanos del común, a quienes quiero facilitar la lectura que desearía fuese como un diálogo y que no deje a nadie en ayunas por un prurito de precisión técnica o sobreentendidos. Cárguelo a la cuenta de la común inteligencia que busco, y que también me obliga a ser algo difuso y a apelar al socorro de ejemplos y anécdotas ilustrativas, que pudieran ahorrarse con el lenguaje para iniciados que simplifica la exposición, pero que puede resultar esotérico para el profano.
Identificación del medio pelo
Falta ahora explicar por qué digo medio pelo.
En principio decir que un individuo o un grupo es de medio pelo implica señalar una posición equívoca en la sociedad; la situación forzada de quien trata de aparentar un status superior al que en realidad posee. Con lo dicho está claro que la expresión tiene un valor históricamente variable según la composición de la sociedad donde se aplica.
Francisco Javier Santamaría (“Diccionario General de Americanismos” México, Ed. P. Robredo, 1942) define el medio pelo: “En México dícese de la persona que no pertenece a la clase decente; pardo. No hay que confundir el trabajador, etc., con el medio pelo que es la gentuza o pelusa, la gente de mala educación, mediocre social, palurda y basta. Pero aun este mismo concepto varía con el lugar. Así dice: En Puerto Rico la persona de color o cruzada que no es de raza blanca o pura. En México la calificación parte de la estructura social. En Puerto Rico esencialmente de la racial, tal vez porque raza y clase se identifican allá.
Tobías Garzón en su “Diccionario de argentinismos” expresa: Aplícase a las personas de sangre o linaje sospechoso o de oscura condición social que pretenden aparentar más de lo que son. Aquí sangre no es una referencia racial sino una complementación de linaje, pues como lo veremos más adelante el linaje, expresado por la legitimidad de la filiación, es un factor predominante para marcar la composición de las clases. Pero Garzón está hablando en una época que corresponde a la estructura tradicional de la sociedad argentina. A renglón se remite a la Academia que dice: locución figurada y familiar con que se zahiere a las personas que quieren aparentar más de lo que son o cosa de poco mérito e importancia.
La primera definición que hace Garzón corresponde al momento local en que la hace; al remitirse a la expresión de la Academia le da luego la latitud que corresponde a una situación general. Medio pelo es el sector que dentro de la sociedad construye su status sobre una ficción en que las pautas vigentes son las que corresponden a una situación superior a la suya, que es la que se quiere simular. Es esta ficción lo que determina ahora la designación y no el nivel social ni la raza.
Cuando en la Argentina cambia la estructura de la sociedad tradicional por una configuración moderna que redistribuye las clases, el medio pelo está constituido por aquella que intente fugar de su situación real en el remedo de un sector que no es el suyo y que considera superior. Esta situación por razones obvias no se da en la alta clase porteña que es el objeto de la imitación; tampoco en los trabajadores ni en el grueso de la clase media. El equívoco se produce a un nivel intermedio entre la clase media y la clase alta, en el ambiguo perfil de una burguesía en ascenso y sectores ya desclasados de la alta sociedad.