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Hamlet o Hécuba

La irrupción del tiempo en el drama

Carl Schmitt

Hamlet o Hécuba - La irrupción del tiempo en el drama - Carl Schmitt

92 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2015
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 160 pesos
 Precio internacional: 11 euros

Aunque Carl Schmitt es mundialmente reconocido por sus trabajos sobre teoría política y derecho, su obra sobre Hamlet nos presenta una profunda e innovadora visión sobre la tragedia de Shakespeare, digna de un gran historiador de la literatura, teniendo como referencia la situación histórica en la que se creó y la irrupción de estos acontecimientos en la tragedia. Schmitt desarrolla una teoría del mito y la política que sirve como fundamento cultural a su concepción de la representación política. La ocasión le sirve para reflexionar sobre uno de los motivos constantes en su obra: Europa y su destino, vinculado siempre a las tensiones entre mitología y teología política.
Estamos, en suma, ante el intento de sacar a la luz lo que se oculta tras la figura de Hamlet, su significación histórica y su persistante fuerza como un moderno mito del espíritu europeo.

 

 

 

 

 

ÍNDICE

Primera parte
Hamlet o Hécuba (la figura del vengador) 7
Introducción 9
El tabú de la reina 17
La figura del vengador 27
Segunda parte
Las fuentes de la tragedia 41
La libertad de creación del poeta 43
Juego y tragedia 49
La obra dentro de la obra: 55
Hamlet o Hécuba 55
Incompatibilidad de la tragedia y la libre creación 63
Tercera parte
Resultados 71
Excurso I
Hamlet como heredero de la corona 75
Excurso II
Sobre el Carácter bárbaro del drama shakespeareano: a propósito de El origen del drama barroco alemán, de Walter Benjamin 83

INTRODUCCIÓN

En lo que sigue se trata acerca del tabú de una reina y de la figura de un vengador. Únese a ello la cuestión sobre el auténtico origen del acontecer trágico, la cuestión de la fuente de lo trágico, fuente que yo no acierto a encontrar si no es en una realidad histórica.
De esta manera he intentado comprender a Hamlet desde su concreta situación. A los devotos de Shakespeare y a los especialistas de Shakespeare les será útil para su previa orientación que yo mencione aquí, sin más dilación, los tres libros a los que singularmente debo valiosas informaciones y sustanciales criterios: Lilian Winstanley, Hamlet and the Scottish Succession, Cambridge University Press, 1921; hay traducción alemana de esta obra, bajo el título Hamlet, Sohn der Maria Stuart, Verlag Günther Neske, Pfullingen/Württemberg; John Dover Wilson, What happens in Hamlet, Cambridge University Press, i.a edic, 1935, 3.a edición, 1953; Walter Benjamin, Ursprung des deutschen Trauerspiels, Ernst Rowohlt Verlag, Berlín, 1928.
Quien haya recapacitado suficientemente sobre el Hamlet de Shakespeare y sus muchas interpretaciones sabe que se trata de un tema abismático y que hay muchos rastros que conducen al fondo de ese abismo, pero muy pocos que ayuden a salir de él.
Quien además —como yo— llega a la conclusión de que el Hamlet de Shakespeare tiene alguna cosa que ver con el histórico rey Jacobo, hijo de María Estuardo, tropieza con muchos tabúes y se expone a consiguientes peligros. Yo podría curarme en salud y no necesitaría más que citar el juicio de un célebre escritor inglés, que dice así:
«Shakespeare es tan grande que probablemente nunca podremos hacerle justicia. Pero ya que no podemos hacerle justicia, debiéramos al menos, de vez en cuando, variar los métodos de hacerle injusticia.»
Este juicio de T. S. Eliot nos ofrece un hermoso salvoconducto, pero no quisiéramos nosotros utilizarlo a no ser en extremo caso de necesidad. Antes que nada, ruego la atención del lector por unos instantes, suponiendo desde luego que le interese vivamente el tema de Hamlet.
El drama Hamlet, príncipe de Dinamarca, ha sido objeto de innumerables interpretaciones. El melancólico príncipe, vestido de luto, se ha convertido con el tiempo en un arquetipo de la problemática del hombre. La fuerza simbólica de su Figura ha dado origen a un auténtico mito que se mantiene en su incesante transformación. Los poetas alemanes del siglo XVIII, los del Sturm und Drang, Lessing, Herder y Goethe, iniciaron la creación de su propio mito a partir de Hamlet. En la interpretación de Goethe, Hamlet se convirtió en un Werther que sucumbía bajo el peso de una tarea demasiado grave. El siglo XIX hizo de Hamlet la contrafigura del activo Fausto, una amalgama de genio y locura. En el primer tercio de nuestro siglo XX, el fundador de la escuela psicoanalítica, Sigmund Freud, afirmó: todo neurótico es Edipo o Hamlet, dependiendo de que en su complejo neurótico se vincule al padre o a la madre.
El exceso de interpretaciones psicológicas ha dado lugar a un laberinto inextricable. La psicología es, como ha dicho incluso un gran psicólogo, Dostoievski, un bastón de doble punta al que se puede dar la vuelta a voluntad. Tras la primera guerra mundial, como reacción conceptual frente al psicologismo, surgió, principalmente en los países anglosajones, una corriente estrictamente histórica. Esa corriente mostró las carencias y contradicciones indiscutibles presentes en las piezas teatrales de Shakespeare, su dependencia de precedentes literarios y las conexiones con la sociedad de su tiempo. La concepción usual acerca de la estricta unidad de sus personajes y de la perfección artística de sus obras fue destruida. Shakespeare era entonces, ante todo, un dramaturgo de la época isabelina que concibió sus obras para el público londinense. También nosotros tendremos que hablar sobre ello.
Esa objetivación histórica tampoco supuso el fin de las interpretaciones de Hamlet, renovadas de continuo. Desde aspectos distintos y a menudo contrapuestos. Hamlet se muestra todavía hoy como un mito vivo. Mencionaré aquí dos ejemplos como síntomas de su inagotable capacidad de transformación. Un famoso literato alemán, Gerhart Hauptmann, sacó a la luz en 1935 una obra teatral con el título Hamlet en Wittenberg. No es una obra importante. Se queda atrapada en el psicologismo y contiene errores lamentables debidos a la pretensión de un subjetivista de la primera mitad del siglo XX de cargar a Hamlet sus complejos eróticos. A pesar de su romanticismo, en ocasiones obsceno, a través de esa obra poco afortunada asoman determinadas circunstancias históricas. El título es HamIet en Wittenberg, aunque un tema tan imponente como el anunciado en el título no aparezca. Sirve, no obstante, como indicio claro de que el mito Hamlet todavía conserva su fuerza
El otro ejemplo nos llega de lugares distintos, no del norte sino del sur. Salvador de Madariaga, filósofo de prestigio mundial, ha visto al Hamlet shakespeareano, en el libro On Hamlet, bajo una luz asombrosamente nueva. Nos muestra en él a un hombre del poder renacentista carente de escrúpulos, un Cesare Borgia. Aun cuando el libro está lleno de observaciones certeras y consideraciones imparciales, no es difícil explicarse la ironía con que los críticos ingleses respondieron, señalando que tal interpretación antes se entendía desde impresiones correspondientes a los años hitlerianos, que desde la época isabelina. Una vez más el secreto de Hamlet muestra su profundidad insondable; esta vez en la desconcertante interpretación de un filósofo tan significativo como Madariaga, que reúne en su espíritu el origen español y la cultura anglosajona.
Por lo demás, las interpretaciones de Hamlet y sus símbolos no se limitan a la psicología del individuo humano particular. También las naciones pueden aparecer como Hamlet. Así, durante el siglo XIX, publicistas del liberalismo alemán como Börne y Gervinus vieron al pueblo alemán, dividido y desmembrado, como un Hamlet, y algunos años antes del estallido de la revolución liberal de 1848, Ferdinand Freiligrath escribía un poema, Hamlet, que se iniciaba así.
¡Alemania es Hamlet! Grave y taciturna
la sepultada Libertad anda rondando
sus puertas todas las noches
y hace señas a los hombres de la guardia.1
La comparación con las vacilaciones y el ensueño hamletiano, incapaz de decidirse por acción alguna, se nos pinta en muchas ocasiones con todo detalle:
Hiló demasiada estopa erudita,
pues su mejor hacer es pensar;
o estuvo demasiado tiempo metido ea Wittenberg,
en el aula o en las tabernas.2
Así pues, nos movemos en un laberinto cada vez más intrincado. Quisiera pedir al lector que me siga durante algún tiempo por terrenos que no son los de la explicación psicológica, sin quedarnos tampoco con los métodos y resultados de la escuela histórica. Una perspectiva que fuera sólo histórica no supondría realmente -tras el callejón sin salida del psicologismo- más que otro derrotero sin salida, sobre todo si nos quedamos en la filosofía del arte del siglo XIX. Aunque debamos tener en cuenta los resultados tanto del método psicológico como del histórico, no podemos considerarlos la última palabra acerca de las interpretaciones del Hamlet.
En lugar de ello, veremos cómo una cuestión se eleva por encima de ambos métodos: la que pregunta por el origen del acontecer trágico en general. Si esta cuestión queda sin respuesta, se torna incomprensible lo específico del problema Hamlet en su totalidad. Cuando se piensa lo mucho que el espíritu europeo se ha desmitificado desde el Renacimiento, resulta verdaderamente asombroso que en Europa, y desde la esencia del espíritu europeo, haya podido crecer un mito tan poderoso y reconocido como el de Hamlet. ¿Dónde, pues, está el fundamento de que una obra teatral de los últimos años de la época isabelina haya dado origen al raro caso de un moderno mito europeo?
Dirijamos nuestra atención, en primer lugar, hacia los acontecimientos dramáticos de la obra, a la disposición y estructura de aquello que en el drama griego se caracterizaba como hypothesis, el argumento de nuestra estética académica, y lo que hoy podríamos llamar story3. Aten3
Interrogar a la story objetiva, críticamente pero con voluntad de comprensión, nos dota de mejores claves que un análisis polémico o el acuerdo apologético que pretende salvar a cualquier precio una determinada estética y una determinada imagen del autor. Es muy instructivo lo que Laura Bohannan -en su ensayo Miching Mallecho, That means Witchcraft (The London Magazine, Junio 1954)- nos comunica acerca de las experiencias que llevó a cabo con la narración de la story de Hamlet en el seno de una tribu negra africana. Los negros planteaban en gámonos a los hechos tal como se nos ofrecen en la obra y preguntemos: ¿cuál es la acción del drama, y quién es el Hamlet que actúa, el protagonista del drama?parte cuestiones muy racionales que, en su mayoría, eran más precisas y concretas que el material histórico-jurídico sin elaborar, relacionado con el tema de la venganza de sangre, que el famoso jurista Josef Kohler presenta al lector en su libro, muy útil por otro lado, Shakespeare ante el foro de la jurisprudencia (1889).

notas:

1 Deutschland ist Hamlet! Ernst und stumm / In seinen Toren jede Nacht / Geht die begrabne Freiheit um, / Und winkt den Männern auf der Wacht.
2 Er spann zu viel gelhrten Werg / Sein bestes Thun ist eben Denken; / Er stak zu lang in Wittenberg, / Im Hörsaal oder in den Schenken.