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Tratado del rebelde



Ernst Jünger

Tratado del rebelde - 
Ernst Jünger





160 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Editorial Argos
2022
, Argentina
tapa: blanda
 Precio para Argentina: 1440 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“Tratado del rebelde”, conocido también como “La emboscadura”, es un ensayo socio-político publicado por Ernst Jünger en 1951, aunque desde entonces ha tenido una actualidad que pareciera incluso aumentar, siendo un libro cada vez más necesario.
Junger se pregunta cómo comportarse ante la falta de libertades y ve en el bosque un símbolo de la solución. Como “caminante del bosque”, describe a una persona que es mentalmente independiente de la sociedad circundante y es capaz de resistir si el Estado se convierte en opresivo. En el hecho de “irse al bosque”, de «emboscarse» — aquello que llamamos «emboscadura» — contemplamos la libertad de la persona singular dentro de este mundo. Un emboscado es, pues, quien posee una relación originaria con la libertad. Vista en el plano temporal, esa relación se exterioriza en el hecho de que el emboscado piensa oponerse al automatismo. En la emboscadura la persona singular se confronta consigo misma en su sustancia individual e indestructible.
El bosque, como símbolo de mantenerse fuera de la sociedad, es la patria de la persona libre, que decide vivir por sus propios medios; es el refugio de la persona de acción que opera sin ser apercibida. Es el lugar misterioso donde el hombre puro y auténtico puede ser humano. El bosque está en todas partes: en zonas deshabitadas y en ciudades, donde el rebelde vive escondido o se camufla detrás de la pantalla de una profesión; es, en suma, todo lugar donde el rebelde pueda practicar la resistencia.
En una democracia tecnócrata, en las que el individuo se ve sometido a fuerzas destructoras de la individualidad, o a la coacción mecánica de un mundo sin alma, el emboscado es la persona que opone resistencia a este ‘movimiento’ desde el sigilo, con la no-participación y la oposición invisible.
La emboscadura es un himno a la libertad del hombre contra la coacción de las sociedades, de la tecnología y de la avalancha de información, que parece ayudar al ser humano a conocer su entorno cuando en realidad lo desdibuja, privando al individuo de experiencias propias.
“Para saber lo que es correcto, no se necesitan teorías, ni leyes ideadas por algún jurista del partido. El rebelde se basa en las fuentes de la moralidad, aún no dispersas en los canales de las instituciones.” . El Ser es reconocido en el otro, según la antigua fórmula: ‘’tú eres el uno’’. La decisión soberana corresponde al emboscado, quien tampoco en la moral actúa de acuerdo con doctrinas y se reserva la aceptación de las leyes.
Con justa razón este breve ensayo ha sido considerado como la “Carta Magna” de la desobediencia civil.

 

ÍNDICE

El “der waldgang” y su terminología. Por Denes Martos7
Ernst jünger, reseña biográfica17
La emboscadura
1) Las preguntas que se nos hacen van simplificándose y exacerbándose.25
2) Llevan a disyuntivas, como lo muestran las elecciones.26
3) La libertad de decir «no» es restringida sistemáticamente30
4) Está destinada a dejar patente la superioridad de quien hace las preguntas ...35
5) ... y se ha convertido en un riesgo ... 38
6) ... que se asume en un sitio tácticamente equivocado.40
7) Lo dicho no pretende ser una objeción contra su significado moral.43
 8) La “emboscadura” representa una nueva respuesta de la libertad.44
9) Los hombres libres son poderosos, aunque constituyen únicamente una minoría pequeñísima. 46
10) Nuestro tiempo es pobre en grandes hombres, pero produce figuras. 50
11. La amenaza genera pequeñas minorías selectas.54
12. Junto a las figuras del Trabajador y del Soldado Desconocido aparece una tercera figura, el Emboscado.59
13) El miedo ... 63
14) ... puede ser vencido por la persona singular ... 66
15) .... si ésta adquiere conocimiento de su poder.71
16) La emboscadura, en cuanto conducta libre en la catástrofe...72
17) .... es independiente de las fachadas político-técnicas y de sus agrupaciones. 76
18. La emboscadura no contradice a la evolución ... 81
19) ... sino que introduce libertad en ella mediante la decisión de la persona singular.84
20) En la emboscadura la persona singular se enfrenta consigo misma en su sustancia individual e indestructible.88
21) Esa confrontación expulsa el miedo a la muerte.92
22) Aquí las Iglesias no pueden dar más que asistencia,... 100
23) ... pues, en su decisión, la persona singular está solitaria... 104
24) ... y el teólogo puede, ciertamente, hacerle cobrar conciencia de su situación ... 107
25) ... pero no sacarla de ella.113
26) El emboscado atraviesa por su propia fuerza el meridiano cero.115
27) En las esferas de la medicina ... 118
28) ... del derecho ... 123
29) ... y del empleo de las armas la decisión soberana corresponde al emboscado, ... 128
30) ... quien tampoco en la moral actúa de acuerdo con doctrinas ... 134
31) ... y se reserva la aceptación de las leyes. El emboscado no participa en el culto del crimen. 140
32) Él decide la naturaleza de su propiedad y el modo de afirmarla. 144
33) Es conciente de la inatacable profundidad ... 152
34) ... desde la cual también la Palabra otorga, una y otra vez, plenitud al mundo. En eso reside la misión del «Aquí y ahora».156

El “der waldgang” y su terminología
Denes Martos

 

Probablemente hay pocas obras alemanas cuyo título y cuyos términos principales resulten tan difíciles de traducir al castellano, aún aceptando que — ya de por sí — el recrear en la lengua de Cervantes lo creado en el idioma de Goethe no es precisamente tarea fácil.
El título original de este libro es “Der Waldgang”. En las distintas ediciones y versiones hasta este título mismo ha sido traducido de diferentes maneras. El libro ha aparecido como “Tratado del Rebelde”, como “El Emboscado” y, según me han comentado, habría por allí alguna versión titulada como “El Trotabosques”. Se impone, pues, orientar un poco al lector en cuanto a los términos empleados por Jünger pues, para colmo de males, estos términos, más que denominaciones, son conceptos fundamentales de la obra y se da aquí — una vez más — la conocida situación en la que, si no tenemos la palabra, no tendremos el concepto, y, si no tenemos el concepto, es imposible que comprendamos el mensaje.
De modo que comencemos por el principio y por lo básico. El idioma alemán tiene una maravillosa facilidad para construir sustantivos compuestos. Allí en dónde el castellano recurre muchas veces al latín o al griego — especialmente en el lenguaje científico — el alemán simplemente “arma” un término “juntando” las palabras adecuadas. Bien es cierto que esto produce a veces expresiones kilométricas que se prestan a la ironía. El ejemplo que siempre me viene a la mente es el título de una fotografía en un manual de mecánica que rezaba: “Kurzgewindefräsverfahren auf der Langgewindefräsmaschine”. Pero no se tarda mucho en comprender la ventaja del método germánico cuando se advierte que, en castellano, uno tendría que traducir eso por “Procedimiento de fresado de roscas cortas sobre la máquina de fresar roscas largas”. Trece palabras, contando preposiciones y artículos, para traducir tres “simples” palabras del alemán... Y la otra enorme ventaja es que estos términos alemanes, por más kilométricos que parezcan, resultan autoexplicativos. Si digo “fanerógamas” en castellano, probablemente más de la mitad de ustedes tendrá que recurrir al diccionario. Pero si digo Samenpflanzen, cualquier alemán entenderá inmediatamente que estoy hablando de plantas que se reproducen por semillas (por Samen= semillas y Pflanzen = Plantas).
Sea como fuere, Waldgang es una de esas palabras compuestas. Está armada con los términos Wald y Gang. Veamos qué significan.
Por de pronto, el término “Wald” en alemán significa “bosque”. Ahora bien, ya aquí hay matices para considerar. A veces esta palabra es traducida por “selva”. Así, por ejemplo, el bosque más importante y conocido de Alemania — el Schwarzwald — se conoce como “Selva Negra”. El problema es que “selva”, en nuestro medio, evoca ecos tropicales. Al escuchar la palabra “selva”, sin más aclaraciones, en América normalmente nos imaginamos la selva tropical; algo que el alemán denominaría “Urwald” o incluso “Dschungel” que en castellano equivale a “jungla” y que, en realidad, es un anglicismo proveniente de “jungle”.
El “Wald” germánico es el bosque europeo. Es el bosque de pinos, robles, alerces, abetos, hayas. Es un bosque que puede volverse “negro” (Schwarz) en sus partes tupidas pero que también tiene sus claros, sus prados, sus flores, sus lugares bañados por el sol. Para imaginarnos algo similar al Wald europeo, en América tendríamos que pensar en los bosques andinos de las provincias de Río Negro o Neuquén en la Argentina y de ningún modo en algo similar a, por ejemplo, la “Selva Negra” nicargüense.
El segundo componente de la palabra Waldgang es Gang. Viene del verbo gehen que significa “caminar” y es, de hecho, la sustantivación del mismo; es decir: “el caminar”. Waldgang por lo tanto, traducido en forma prácticamente literal, daría algo así como “el caminar por el bosque”. De este modo, Waldgänger es “aquél que camina por el bosque” y, en consecuencia, in den Wald gehen es “ir al bosque”.
Sólo que por desgracia, en el contexto en el que Jünger pone estas expresiones, los sentidos implícitos no son exactamente éstos.
El Waldgand que Jünger sugiere se relaciona con una antigua tradición de Islandia. El mismo autor nos confirma esto cuando en el Cap. 17 de la obra nos dice: “El hecho que esa palabra tenga ya una historia anterior — es una de las viejas palabras islandesas — no puede ser perjudicial.”
En realidad, el Waldgang en la antigua Islandia fue una condena de expulsión, una especie de ostracismo. Personas asociales, por lo general homicidas, pero en todo caso individuos cuyo comportamiento había demostrado ser incompatible con la vida en comunidad, eran separados de la sociedad y prácticamente arrojados fuera de ella. Con lo cual quedaban condenados a vivir apartados de las poblaciones y los asentamientos; es decir, obligados a vivir en el único lugar disponible que les quedaba: el bosque.
La antigua palabra islandesa equivalente a Waldgang fue “skóggangr” y significó tanto como “destierro”, “proscripción”. Para captar todo el drama de la condena no deja de ser significativo constatar, por ejemplo, que los francos sálicos y los godos al Waldgänger lo llamaron “vargr”, un término emparentado con las palabras modernas Würger (estrangulador) y Wolf (lobo). De hecho, entre estos pueblos, la captura o “caza” de los proscriptos fue probablemente recompensada, como lo sugiere el hecho de que se le ponía precio al “wulfes heafód” (Wolfschädel en alemán moderno = “cráneo de lobo” o “cabeza de lobo” en traducción literal).
El gran problema que se plantea aquí es el de cómo reproducir — aunque más no sea en forma aproximada — toda la carga tradicional y hasta legendaria que tienen estas palabras. Esto se hace tanto más difícil porque Jünger, no se limita a la mera alegoría directa, sino que introduce en los conceptos una interpretación muy personal. En efecto, inmediatamente después de hacer alusión a la genealogía islandesa de su término, todavía agrega: “Aunque aquí, ciertamente, vamos a entender esa palabra en un sentido más amplio. El irse al bosque, (...) era un acto que seguía a la proscripción. Mediante ... (ese acto) ... el hombre proclamaba su voluntad de depender de su propia fuerza y a afirmarse tan sólo en ella. Hacer eso se consideraba honroso; y también hoy continúa siéndolo, digan lo que digan todos los lugares comunes que por ahí corren.” (Cf. Cap. 17)
En un sentido estricto, podría discutirse que en el antiguo mundo germánico el “irse al bosque” constituyó realmente un acto por medio del cual el proscripto “... proclamaba su voluntad de depender de su propia fuerza y a afirmarse tan sólo en ella”. Probablemente lo que tenemos aquí es un optimismo algo exagerado, para decirlo de algún modo. Después de ser expulsado de su comunidad, realmente no se ve muy bien a qué otro lugar, fuera del bosque, podría haber llegado a ir el buen hombre. Es muy difícil — por decir lo menos — imaginar para el proscripto otras opciones aproximadamente viables; sobre todo si es cierto que — en algunos casos al menos — se le pudo haber puesto precio a su cabeza. Por supuesto, es comprensible que, por el otro lado, se generase alrededor de los Waldgänger esa especie de legendaria aura de heroicidad que siempre ha acompañado a los solitarios, muy especialmente cuando fueron algo misteriosos. Los norteamericanos, por ejemplo, han construido toda una leyenda y hasta todo un culto alrededor de la figura del lone ranger y han convertido al solitario segregado de la sociedad en uno de los héroes norteamericanos típicos. Hollywood incluso lo ha estereotipado a través de innumerables producciones. Hasta cierto punto y desde una perspectiva romántica, la sociedad siempre admira a quienes se apartan de ella.
Pero desde una óptica política — y es imposible dejar de advertir una fuerte intencionalidad política en la obra de Jünger — probablemente Carl Schmitt estuvo más cerca de la realidad cuando señaló la tendencia a declarar al enemigo político “hors-la-loi” es decir: “fuera de” o “más allá de” la ley. Es un tema que Schmitt desarrolla con bastante extensión en su ya clásico El Concepto de lo Político y que reaparece luego, obviamente, en su Teoría del Guerrillero cuya figura central puede considerarse bastante emparentada con el Waldgänger de Jünger. (De hecho, Jünger y Schmitt se mantuvieron en contacto y se han conservado varias de las numerosas cartas que intercambiaron a lo largo de una nutrida correspondencia). De todos modos, bien vale la pena poner al Waldgänger de Jünger y al partisano de Schmitt lado a lado, y estudiar sus diferencias y similitudes.
Tenemos así razonablemente en claro los conceptos fundamentales de Jünger. Pero esto, por desgracia, todavía no nos ayuda mucho en la determinación de las palabras exactas que podríamos utilizar para traducirlos.
En la edición argentina del libro, el Waldgänger fue traducido por “el rebelde”. Es una opción. No se podría decir que es absolutamente incorrecta pero tampoco existen demasiados argumentos para defenderla y no cabe duda alguna de que no transmite en forma a acabada el concepto original. Es cierto que Jünger introduce un elemento volitivo en su concepción del Waldgänger. En la versión islandesa o germánica original se trata de un proscripto, de un expulsado. En la interpretación de Jünger es alguien que — aún dentro de un contexto de coerción y eventualmente hasta de terror — toma esa proscripción para hacerla suya. Dicho en otras palabras: en gran medida se auto-proscribe. El Waldgänger es “rebelde” en la medida en que su condición nace de ese elemento volitivo pero, por el otro lado, habría que ser muy superficial para perder de vista que el contexto en el cual esa decisión voluntaria se produce es un contexto de coerción y posiblemente hasta de terror. Que el problema tiene dos componentes, una coercitiva y otra volitiva, queda meridianamente claro en varios pasajes. Por ejemplo, en una parte Jünger nos dice; “O bien poseer un destino propio o bien equivaler a un número: ésa es la disyuntiva que hoy nos viene impuesta — ciertamente por la fuerza — a todos y a cada uno de nosotros. Pero el decidirse por lo uno o por lo otro es algo que cada cual ha de hacer por sí solo.” (Cap.14). Así, o bien aceptamos las reglas de juego del sistema, o bien optamos por la expulsión, ya sea haciéndonos expulsar, o bien autoexpulsándonos.
Estamos, por lo tanto, en el famoso caso de “la libertad dentro del círculo de la necesidad”. La disyuntiva nos viene impuesta - ¡y por la fuerza! - de modo que la única alternativa que nos queda es optar por alguna de las dos posibilidades disponibles ya que una tercera, la neutralidad, se encuentra excluida: “ ...la neutralidad equivaldría al suicidio — de lo que aquí se trata es: o bien se aúlla con los lobos, o bien se los combate” (Jünger, C.19). De modo que, si el Waldgänger fuese un rebelde, estaríamos ante el caso de un rebelde al que, en buena medida, lo han empujado a decidirse por la rebeldía. Míreselo como se quiera, no termina de resultar demasiado convincente; sobre todo si lo que se necesita subrayar es la importancia que tiene el acto volitivo de tomar la decisión de “combatir a los lobos” — que es lo que Jünger destaca de un modo bastante intenso a lo largo de toda la obra.
La otra posibilidad — y es la que hemos respetado aquí — es la de aceptar el pequeño juego de palabras que el traductor español nos propone con el término “bosque” y sus derivados. Con este criterio, el traductor nos sugiere aceptar que, si Wald es “el bosque”, entonces “Waldgänger” es “el emboscado”. Se advierte inmediatamente el doble sentido implícito.
El recurso puede objetarse, por supuesto. Es cierto que Jünger sólo en algunos pasajes hace referencia a “emboscadas” propiamente dichas, entendidas como “Ocultación de una o varias personas en parte retirada para atacar por sorpresa a otra u otras” según lo define la Real Academia en su primera acepción. Pero esos pasajes existen y no dejan de ser muy significativos. Considérese tan sólo el siguiente: “En lo que se refiere al lugar, hay bosque en todas partes. Hay bosque en los despoblados y hay bosque en las ciudades. En éstas el emboscado vive escondido o lleva puesta la máscara de una profesión. (...) El emboscado conoce los campos de trabajos forzados construidos por el agresor, conoce a los oprimidos, conoce a las minorías que están esperando con impaciencia su hora. El emboscado lleva a cabo su pequeña guerra, su guerrilla, a lo largo de las vías del ferrocarril y de las rutas de aprovisionamiento, amenaza los puentes, las transmisiones y los depósitos. (...) El emboscado difunde un desasosiego continuo, provoca pánicos nocturnos. Incluso puede reducir a la parálisis a ejércitos enteros, como pudo verse en España en el caso de los ejércitos napoleónicos.” (Cap.29) Como puede verse, el traductor no ha forzado demasiado los términos al traducir Waldgänger por “emboscado”.
Se dirá que la cita arriba expuesta es, de parte de Jünger y en el original, más una alegoría que una propuesta práctica concreta. Quizás, en alguna medida, eso sea cierto. Pero si uno tiene en cuenta la ya apuntada cercanía del Waldgänger al partisano de Schmitt, la traducción no deja de ser un reflejo razonablemente fiel del pensamiento del autor — dentro de lo humana e idiomáticamente posible, por supuesto.
Aceptado esto, no nos queda más remedio que ser coherentes y aceptar también los otros términos propuestos por el traductor. In den Wald gehen (“ir al bosque”) se convierte, casi necesariamente en “emboscarse”. Según la Real Academia, la segunda acepción de esta palabra es: “Entrarse u ocultarse entre el ramaje”; lo cual sigue siendo bastante consistente, tanto con la traducción como con el texto original. Y por último, tenemos “emboscadura” que la Academia acepta tanto en su sentido de “Acción de emboscar o emboscarse” como en el sentido de “lugar que sirve para eso”. Habrá que admitir que no se trata de una traducción perfecta. Pero probablemente es lo más cerca que se puede llegar dadas las opciones disponibles.

Denes Martos, Enero 2006