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FASCISMO ROJO

 

Colectivo «Karl-Otto Paetel»

FASCISMO ROJO - Colectivo «Karl-Otto Paetel»

304 páginas
21 x 15 cm.
Ediciones Nueva República

Barcelona, 2009

Cubierta ados tintas, con solapas y plastifica
da brillo
64 Págs. interiores con fotografías
 Precio para Argentina: 125 pesos
 Precio internacional: 21 euros

«Maliciosamente calificado por los medios de comunicación beneficiarios del Sistema, como “extrema derecha”, “neofascismo”, “tramas negras” y otras etiquetas similares que ya han perdido su sentido, durante las dos últimas décadas ha surgido en España y en el resto del continente, en la periferia del mundo político, un movimiento que se plantea síntesis ideológicas tan novedosas como estimulantes, e iniciativas que poco o nada tienen que ver con los hombres y las organizaciones que, en la década de los años setenta, representaban a la derecha radical “clásica”.
“Fascismo Rojo” recoge la trayectoria de alguna de sus organizaciones más significativas y, sobre todo, aporta una inédita recopilación de documentos que marcan, tanto las líneas ideológicas, como los posicionamientos estratégicos, de esos nuevos movimientos, que han dejado definitivamente en el rincón del olvido la nostalgia de un pasado que no volverá y un anticomunismo sumario y obsoleto.
Hoy, el enemigo político del fascismo rojo es Norteamérica, el neoliberalismo y el “pensamiento único”. Sus camaradas los nacional-bolcheviques rusos, los radicales antisistema italianos, ecologistas paganos franceses y los movimientos de liberación del Tercer Mundo refractarios al occidentalismo.»

 

ÍNDICE

● Frente Sindicalista de la Juventud
● Movimiento de Acción Social / Movimiento Autónomo Solidarista
● Asociación Cultural Tercera Posición
● Coordinadora Autónoma Solidarista
● Línea Ecológica
● Revista Disidencias
● Tercera Vía Solidarista
● Alternativa Europea

CITAS

"No sabemos lo que vamos a hacer, pero vamos a hacer algo... Sabremos quiénes somos cuando veamos lo que hemos hecho... No sabemos lo que hay que ha­cer. Pero vamos a intentar cualquier cosa."
Pierre Drieu La Rochelle, Le Chef (1933)

"...un trotabosques no se cuadra más que en el poste del martirio."
Ernst Jünger, Abejas de cristal (1957)

"La raza legendaria de Agamenón y Ulises no ha muerto. Las ofensas que hemos recibido serán venga­das. Nuestra historia ha sido una sucesión de Ilíadas."
Jean Thiriart, Un empire de 400 millions d'hommes: l'Europe (1964)

"Rechazamos un mundo donde la certidumbre de no morir de hambre se da a cambio de la muerte por abu­rrimiento."
Texto de un cartel de las jornadas de mayo de 1968,
cit. por André Stéphane, L'univers contestatiommire (1969)

PRÓLOGO

Esta vez, no. Esta vez nadie nos ha escrito la historia. Estamos acostumbrados -mejor deberíamos decir resignados- a que a nues­tro movimiento político sea despachado, cuando tenemos el dudo­so honor de que se nos cite, con cuatro largas y bajonazo, como diría el castizo.
Hace muchos años conocí a un veterano camarada que me de­cía todo lleno de razón: "que nos insultan, respondamos; que nos calumnian desde una revista, fundemos una y contraataquemos; que alguien escribe un libro en nuestra contra, creemos una edito­rial...". No estaba errado y Fascismo rojo es prueba de ello.
Pero, ¿qué es Fascismo rojo?
En primer lugar, es un libro sobre política, sobre los anhelos de renovación social de personas -entre las que tengo el honor de contarme- que han pensado y han trabajado por unos ideales equi­vocados o no, pero que en cualquier caso no han estado -ni están-al abrigo del conformismo y el inmovilismo.
Es un libro, por supuesto, de historia, en la medida en que los materiales compilados forman ya parte del pasado. Del pasado más reciente, pero pasado al fin y al cabo. El colectivo de estu­dios Karl-Otto Paetel de Valencia, integrado en la asociación Alternativa Europea pero autónomo en sus quehaceres, ha reali­zado un viaje a las profundidades de las publicaciones nacional-revolucionarias más significativas de finales de los años ochenta y primeros de esta década que agoniza; esto es, a lo largo de lo que para nosotros ha sido un tiempo sustancial: el punto de rup­tura con las llamadas "fuerzas nacionales", años en los que su presunta fortaleza se diluía como azucarillo en el café y cuyo in-sufrible nacionalismo acabó por repelernos a todos: a los que se marcharon a casa y a los que nos quedamos en la brecha. Fascismo rojo es, en consecuencia, el (auto)retrato del ansia de un puñado de personas que decidieron no resignarse a ser escla­vos del pasado e iniciar la marcha sin volver la vista atrás, andar un camino inédito y apostar resueltamente por un horizonte no­vedoso.
En Fascismo rojo hablan sus protagonistas y quedan en un muy segundo plano sus vicisitudes corporativas. ¿Por qué? Muy senci­llo: el movimiento nacional-revolucionario es un grano de arena en el desierto, una semilla si se quiere. Importa, más que las idas y venidas, más que el anecdotario insípido, la potencialidad del pen­samiento -unas veces balbuceante y torpe, otras cabal y certero-que se cimentó -y se cimenta- día a día y que, en el fondo, es la au­téntica columna vertebral de nuestra capacidad de resistencia. Los compañeros del colectivo de estudios Karl-Otto Paetel han hecho bien en no pretender un libro académico al uso, uno de esos volú­menes fríos, cuyos protagonistas nos parecen seres mudos, fantas­males, pecuarios. En contrapartida, Fascismo rojo no deja de ser un apunte y se puede reprochar a sus autores -yo el primero- el he­cho de haberse dejado demasiadas cosas en el tintero... Pero a lo mejor de eso se trata, de que venga alguien detrás a completar el relato.
El lector, la lectora, deberá tener en cuenta, aparte del momen­to en que fueron redactados los artículos, digresiones y programas que jalonan este volumen, el cómo. La prensa nacional-revolucio­naria ha sido lo que nosotros llamamos una prensa de alcantarilla: un rosario de fanzines gestados las más de las veces con faltas de ortografía y una sintaxis alejada no pocas veces de la ortodoxia de los puristas del castellano. Faltaba siempre, para descargo nues­tro, tiempo y vil metal. Los compiladores, con acertado criterio, han respetado escrupulosamente los errores y, en todo caso, se han limitado a hacer un suave maquillaje ortográfico.
Saludo, por último, la inteligente y oportuna iniciativa de los autores por introducir abundante material gráfico. En efecto, se­senta y cuatro páginas de ilustraciones, aparte de no ser moco de pavo, ayudan -¡y de qué manera!- a explicar aquello frente a lo que la palabra queda coja.
Termino ya.
Confío en la fertilidad de esta zancada editorial y agradezco sinceramente la desmesurada magnanimidad de quienes me han invitado a escribir estos párrafos previos.
Juan Antonio Llopart

INTRODUCCIÓN

Acaso no encontremos en el lenguaje político del siglo XX término más ambiguo y que requiera mayor capacidad de análisis interpre­tativo que la expresión nacionalismo revolucionario. En efecto, desde las sangrientas revueltas de París que acabaron con el Antiguo Régimen en 1789, hasta la instauración en 1979 del go­bierno chiíta en Irán, pasando por todas y cada una de las guerras de liberación de los países llamados del tercer mundo, bien pode­mos calificarlas a todas -prácticamente sin excepción- como expe­riencias nacional-revolucionarias. Grosso modo, podríamos identi­ficar nacionalismo revolucionario con cualesquiera manifestacio­nes emprendidas por el partido revolucionario moderno, que con­juguen el arraigo a la tierra, la identidad nacional y el respeto al acervo tradicional de un pueblo, con profundas transformaciones sociales, políticas, económicas y/o culturales. Nacional-revolucio­narios, desde este punto de vista, habrían sido regímenes tan dis­tintos como el fascismo mussoliniano, el nasserismo egipcio, el peronismo argentino. Ni siquiera las revoluciones de carácter co­munista que se desataron por todo el mundo a partir de 1917 elu­dieron aquella componente nacional: el bolchevismo ruso, por ejemplo, no fue en realidad sino un nacionalismo revolucionario o, si se prefiere, una revolución que, a pesar de su poso internacionalista-proletario, no quiso -o no pudo- en momento alguno desa­sirse de su carácter nacional.
¿A qué nacionalismo revolucionario nos vamos a ceñir, pues, en este libro? ¿Cuál es la tipología concreta a abordar? El título del li­bro no deja lugar a equívocos: nos vamos a referir organizaciones políticas españolas que, a partir de la década de los ochenta han definido sus coordenadas doctrinales, sus referentes fuera de las fronteras del país, sus discursos y sus estrategias bajo la explícita etiqueta del nacionalismo revolucionario. Pero, ¿cuáles son esas se­ñas de identidad que nos permiten situarlo en el marco de la políti­ca española? A finales de los años setenta, Ernest Milá definía de manera esquemática las bases ideológicas que, casi veinte años después, apenas si ha sufrido variación alguna: "nacionalismo de li­beración, lucha contra el imperialismo ruso-norteamericano, cierta condescendencia con respecto al comunismo chino, socialismo-na­cional como propuesta organizativa de la sociedad, unidad euro­pea, cultura nacional y popular y economía comunitaria" (1).

Antecedentes españoles del nacionalismo-revolucionario
En nuestro país el referente más lejano, pero no por ello menos trascendente, lo constituyen las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS) que, fundadas en 1931 por Ramiro Ledesma Ramos(2), bien puede considerárselas como la primera manifesta­ción del nacionalismo revolucionario español. La fusión, a prime­ros de 1934, de la organización de Ledesma con la Falange de José Antonio Primo de Rivera, frustró sin duda lo que podía haber sido un movimiento político de envergadura y con una amplia base obrera, pues los proyectos revolucionarios de Ledesma pasaban necesariamente por arrastrar a la CNT e incluso a sectores disi­dentes del comunismo (Andreu Nin y Joaquín Maurín) al campo del nacionalismo.
Tras la guerra civil, y ya desde los primeros años del régimen franquista, varias serán las organizaciones que, desde distintas po­siciones y estrategias, tratarán de recobrar desde la clandestinidad lo que acertadamente consideraban como la revolución traiciona­da. Entre esas intentos frustrados citaremos, aunque no fueron las únicas, a las Juntas de Acción Hispánica (JAH), las Juntas de Acción Nacional-Sindicalista (JANS) y un serio intento de recons­trucción de las JONS entre los años 1958 y 1959.
En la década de los sesenta serán varias las organizaciones que, independientemente de su impronta sindicalista revolucionaria y ante la patética derechización de la Falange oficial, sufrirán un fuerte giro a la izquierda. Entre aquéllas se destacaron por su acti­vismo el Círculo "Manuel Mateo" (CMM), fundado a finales de 1961 y núcleo originario, dicho sea de paso, del sindicato Comisiones Obreras (CCOO). En marzo de 1963, surge el Frente de Estudiantes Sindicalistas (FES) de la mano de Nicolás Poveda, Sigfredo Hillers y Ceferino Maestú que dará lugar, al año siguiente y encabezada por este último, a la Unión de Trabajadores Sindicalistas (UTS), que ya no era propiamente una agrupación de Ideología nacional-sindicalista, sino abiertamente sindicalista-re­volucionaria(3). Distintas derivaciones de éstas organizaciones cita­das darán lugar a grupos a los que ya podemos definir sin amba­ges como de izquierda revolucionaria, tales como la organización Solidaridad, fruto de la fusión de distintas facciones de la UTS, el Frente Sindicalista de Trabajadores (FST) y militantes anarcosin­dicalistas, dirigida por Félix Carrasquer y que acabará en las filas de la CNT(4); el Frente Sindicalista Revolucionario (FSR), dirigido por Narciso Perales, antiguo dirigente falangista y destacado opo­sitor al Régimen franquista, al que con posterioridad veremos apa­drinar a FE de las JONS (auténtica) de los años setenta(5); o los nú­cleos que, del falangismo de izquierda, pasarán al comunismo, fundamentalmente al trotskismo y al maoísmo (6).

Alemania, cuna del nacionalismo revolucionario
Fuera de España, el antecedente más remoto hay que buscarlo, sin lugar a dudas, en las publicaciones y grupos políticos que, en la Alemania de finales de los años veinte y la década de los treinta, ya se definían a sí mismos como nacional-revolucionarios (Nationalrevolutionaré), y en aquellos otros de carácter nacional-bolchevique (Nationalbolschewismus) (7), posiciones políticamente muy próximas.
Este nacionalismo revolucionario tenía una fuerte carga ideo­lógica y operaba, no bajo la disciplina de grandes partidos de ma­sas, sino a través de élites políticas y cuadros dirigentes autóno­mos. Entre las personalidades más interesantes de estas dos co­rrientes políticas hay que destacar a Ernst Jünger, Helmut Franke, Franz Schauwecker, Wilhelm Kleinau, Werner Lass, Hans Ebeling, Ernst Nieckisch, los hermanos Bruno y Ernst von Salomon, Karl-Otto Paetel y Otto Strasser. Como publicaciones nacional-revolucionarias -o nacional-bolcheviques- más influyen­tes citaremos a Die Standarte -más tarde Standarte-, Arminius, Der Vormarsch, Die Kommenden, Der Widerstand, Das Landvolk y Der Nationale Sozialist, entre otras. No serán numerosas, sin em­bargo y por lo que antes hemos dicho, las organizaciones propia­mente nacional-revolucionarias alemanas de la época. Citemos tan sólo por su significación -que no por su importancia numéri­ca- a los Grupos Nacionalistas Social-Revolucionarios de Paetel, la Comunidad de Combate Nacional-Socialista Revolucionaria de Strasser -escisión de carácter izquierdista del NSDAP y preceden­te del Frente Negro-, el Comité de Combate de los Grupos Nacional-Revolucionarios de W. Lass y el Movimiento de la Resistencia de E. Niekisch.
Tras la instauración del Régimen nacional-socialista todas las publicaciones nacional-revolucionarias desaparecerán bajo el peso de la censura, las organizaciones oficialmente disueltas y buena parte de sus dirigentes huidos al extranjero (Paetel), encercelados (Nieckisch) o en el exilio interior (Jünger). La realidad es que el na­cional-socialismo -movimiento que también podría encajar dentro de los amplios parámetros del nacionalismo revolucionario- supu­so, de hecho, la liquidación del movimiento nacional-revoluciona­rio alemán de entreguerras (8).

Jean Thiriart: el resurgir del nacionalismo revolucionario
La segunda guerra mundial supuso no sólo un sangriento y ca­tastrófico paréntesis de la historia de Europa, sino un serio revés Ideológico para los dos grandes movimientos revolucionarios del primer tercio de siglo: el socialismo y el nacionalismo. El naciona­lismo revolucionario de posguerra no será ajeno en absoluto a este proceso, en la medida que socialismo y nacionalismo habían sido -y son- dos de sus ingredientes básicos. A ello había que añadir un factor que contribuía todavía más, si cabía, a su marginación: el nacionalismo-revolucionario y sus organizaciones serán machaco-na y sistemáticamente acusados de fascistas o neofascistas por sus adversarios políticos en un intento claro de desprestigiar y criminalizar al movimiento.
Aunque existen precedentes en la inmediata posguerra, pode­mos considerar a 1960 como el año de la vuelta del nacionalismo revolucionario europeo. Es el año de la fundación de Jeune Europe (Joven Europa) la organización fundada por Jean Thiriart, el óptico bruselense cuyo nombre estará indisolublemente al re-surgimiento del movimiento y su posterior evolución. Joven Europa tuvo delegaciones en buena parte del continente -incluida España- e incluso ramificaciones en Latinoamérica. El movimien­to no alcanzó en absoluto los objetivos anhelados por Thiriart, pe­ro sin duda suministró las claves ideológicas y dotó de un nuevo discurso al nacionalismo revolucionario, al tiempo que sirvió de catalizador para la eclosión de partidos de esta misma tendencia que se producirá en las décadas sesenta y setenta.
Thiriart, desde luego, no encajó nunca en lo que la prensa de­finía equívocamente como neofascismo: no estaba imbuido por el anticomunismo que era moneda común en la extrema derecha de aquellos años, regularmente mantenía estrechos contactos con dirigentes y publicaba con asiduidad en la prensa de la Europa del Este, e incluso llegó a entrevistarse en Bucarest con Chu-en-lai en el verano de 1966. Nunca dejó de ser un nacional-comunitarista -como a él le gustaba definirse- y, hasta pocos meses antes de su muerte, apoyo lo que él consideraba como una ba­talla más en la lucha por una Europa unida, de Brest a Vladivostock, apoyando desde Moscú a la oposición nacionalista-comunista que propició el pustch contra Yeltsin.
Bien puede decirse de Jean Thiriart, para lo bueno y para lo malo, que es el padre del nacionalismo revolucionario de posgue­rra(9).

El nacionalismo revolucionario francés
Jeune Nation, la sección francesa de Joven Europa, se situaba, como ha escrito E. Milá, "en el punto de partida del que luego se llamaría nacionalismo-revolucionario"(10). Entre sus dirigentes más destacados estaba Dominique Venner, quien dio al nacionalismo revolucionario francés unas líneas de acción que más tarde influi­rán de manera categórica en el resto de organizaciones del movi­miento. Entre estas hay que citar a la organización estudiantil Grupo de Unión de Derecho, fundada por Alain Robert y que tuvo su nacimiento en la facultad de Derecho de Assas, pero no será hasta finales de 1969 cuando se organice en París Ordre Nouveau (Orden Nuevo), gracias a las gestiones de Roger Holeindre y Alain Robert. Ordre Nouveau estará llamado a convertirse el gran partido nacional-revolucionario de carácter extraparlamentario de los años setenta y único capaz de incidir de pleno en el movimiento obrero, con la creación de la Union General des Travailleurs (Unión General de Trabajadores). El partido, no obstante, fue di­suelto por el gobierno, tomando como excusa unos enfrentamientos con la Liga Comunista Revolucionaria, por aplicación de la Ley Pleven (11).
Entre las organizaciones que recogieron el legado de Ordre Nouveau estaban los Grupos Nacional-Revolucionarios de Base, dirigidos por Francois Duprat, y el movimiento Tercera Vía de Gilíes Malliarakis, y otras organizaciones más escoradas a la iz­quierda como Organisation Lutte du Peuple (Organización Lucha del Pueblo), que tenía como máximo dirigente a Yves Bataille, y verdadero precedente de la organización Nouvelle Résistance (Nueva Resistencia), que preside actualmente Christian Bouchet (12).

El nacionalismo revolucionario italiano
El referente obligado del nacionalismo revolucionario en Italia serán las corrientes de izquierda y las escisiones que se operaron en el seno del Movimiento Social Italiano (MSI), justo hasta el mo­mento de su definitiva derechización e integración en el Sistema (13).
Ordine Nuovo (Orden Nuevo), primera de estas grandes faccio­nes desgajadas del MSI, nació en 1953 y, aún cuando se reintegró en el partido en 1969, sus trabajos ideológicos son de ineludible consulta para analizar las claves de la evolución del movimiento nacional-revolucionario italiano y europeo de posguerra. Ordine Nuovo -que en realidad poco tenía que ver con la organización francesa del mismo nombre-, logró "centralizar los mejores cerebros del MSI en una época en que éste no terminaba de conciliar sus tendencias interiores y tampoco conseguía demarrar electoral-mente" y sirvió como "centro de formación y análisis político, puesta al día ideológica y escuela de formación" de los cuadros di­rigentes del MSI (14).
Fruto de la convergencia de distintas organizaciones extraparlamentarias surge, en 1962, Avanguardia Nazionale (Vanguardia Nacional). Junto a Stefano della Chiae aparecen otros dirigentes, algunos de ellos procedentes de la izquierda radical y del anarquis­mo, como Serafino di Luia o Mario Merlino, dando al nacionalis­mo revolucionario una dinámica de movilización de masas y lucha callejera que hasta entonces no había tenido.
Otra de las organizaciones extraparlamentarias más singulares era del nacionalismo revolucionario fue Lotta di Popólo (Lucha del Pueblo), surgida del Movimiento Estudiantil y Obrero de Vanguardia, diridigo por di Luia y Claudio Mutti, verdadero para­digma de lo que la prensa no dudó en calificar como nazi-maoísmo; esto es, la fusión de mitos, ideas, lenguaje y modus operandi comunes al nacionalismo revolucionario y la extrema izquierda. Al reingresar los militantes de Lotta di Poppolo al MSI constituyeron la tendencia Lotta Popolare (Lucha Popular).
Otras organizaciones de carácter nacional-revolucionario han sido, por ejemplo, el Partito Nazionale del Laboro (Partido Nacional del Trabajo), fundado en 1968 por disidentes del MSI y dirigido por Ugo Cesarini; o la organización espontaneísta Terza Posizione que, surgida en 1977, estaba dirigida por di Mittri (15).

El nacionalismo revolucionario alemán
Al igual que sucedió en Italia con el MSI, en Alemania el punto de partida de muchos nacionalistas revolucionarios estará ubicado en el Partido Nacional Democrático Alemán (NPD) fundado en 1964 (16). En 1972 se produce la escisión del ala radical encabezada por el doctor Pölmann denominada Aktion Neue Rechte (Acción de la Nueva Derecha), una de cuyas escisiones, de carácter izquier­dista, estará capitaneada por por Hartwing Singer y Michael Penz, y dará lugar a la Nationalrevolutionäre Aufbauorganisation (Organización de Reconstrucción Nacional-Revolucionaria), cuyo congreso de constituyente tuvo lugar en el verano de 1974. La NRAO será el paso previo que precederá a una nueva organiza­ción: Sache des Volkes (Lucha del Pueblo), hermanada con los pa-tidos francés e italiano del mismo nombre y, sin duda alguna, la más importante organización nacional-revolucionaria alemana de posguerra. Sache des Volkes se caracterizó por un socialismo solidarista, popular, autogestionario y antiimperialista. Próximo polí­tica y tácticamente a Sache des Volkes se situaba Solidaristische Volksbewegung (Movimiento Solidarista Popular) que, en 1980, se transformará en la Bund Deutscher Solidaristen (Liga de los Solidaristas Alemanes) y compartirá con SDV sus órganos de ex­presión y propaganda.
A principios de los años 80 surgirá otra organización de carác­ter nacional-revolucionario, el National-Revolutionärer Koordinationsausschuss (Comité de Coordinación Nacional-Revoluciona­rio), pero su característica principal con respecto a las organizaciones que le precedieron, es que sus militantes de base ya no pro­vienen del nacionalismo revolucionario sino del marxismo-leninis­mo, y el discurso ha cambiado sobremanera: se habla de teoría la teoría de la desconexión y de democracia de consejos (Räterdemokratie) (17)

¿Tiene el nacionalismo revolucionario futuro?
El hecho de que el nacionalismo revolucionario no exista para la sociedad mediática, como la nuestra, no sirve en absoluto para certificar su defunción: sus flujos y reflujos, sus callejones sin sali­da y derivaciones insospechadas, su lenta y pesada labor de difu­sión y formación en medio de todas las dificultades y carencias, sus débiles estructuras nacionales y sus intentos por conformar organizaciones supranacionales como el Frente de Liberación Europeo18, son prueba más que elocuente de que el fenómeno si­gue vivo.
A nadie se le oculta que el movimiento nacional-revolucionario, desde mediados de los años ochenta y no sólo en España, lleva una vida larvaria. Ello se debe, entre otras cosas, a las profundas transformaciones sociales, económicas y aún de carácter espiritual está sufriendo nuestro continente durante estos tres últimos tres lustros y a las que no ha sabido aún adaptarse: los referentes polí­ticos -a derecha y a izquierda- se han esfumado, la concepción le­ninista del partido revolucionario se ha convertido en una antigua­lla, el muro de Berlín se ha vendido como baratija, el fenómeno del individualismo social y la desestructuración de las clase traba­jadora están en su apogeo, el pensamiento único parece apoderar­se de todo y de todos...
Tal vez la historia no sea lineal y su obligado cumplimiento no sea más que una falacia, una trampa -una más- tendida por la poli­cía del pensamiento. O ¿acaso no hay indicios de que el Sistema ya no puede sostener lo que fue su triunfo más incontestable: la socie­dad del bienestar? ¿Qué decir de la caída de la natalidad como len­ta y letal revolución de insospechadas consecuencias en las socie­dades occidentales? ¿Cuáles son los mecanismos de nuestras so­ciedades frente a ese holocausto cotidiano que es la exponencial agresión al medio ambiente? ¿Cómo desacelerar las distancias en­tre los países ricos y los países del tercer mundo? ¿Cómo compatibilizar la democracia uniformadora y el respeto a las culturas tra­dicionales? ¿Cuáles son los mecanismos que impedirán constreñir la libertad del hombre frente a la multiplicación de los medios pa­ra controlarlo?... ¿Tiene, por fin, el nacionalismo revolucionario futuro? Quizá estemos cerca. Quizá estemos lejos y, parafraseando al Orwell de 1984, tomaremos parte en él como puñados de polvo y astillas de hueso. En cualquier caso, el camino no puede ser otro que la lucha.

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Colectivo «Karl-Otto Paetel»

 

NOTAS

1. Ernesto Cadena [pseud.]. La ofensiva neo-fascista. Acervo, Barcelona, Barcelona, 1978, pp. 39-40.
2. Sobre Ledesma Ramos es imprescindible la lectura de Tomás Borras, Ramiro Ledesma Ramos, Editora Nacional, Madrid, 1971; José Ma. Sánchez Diana, Ramiro Ledesma Ramos. Biografía política, Editora Nacional, Madrid, 1975; y José Cuadrado Costa, Ramiro Ledesma Ramos, un romanticismo de acero, Barbarroja, Madrid, 1990.
3. La UTS fue el precedente inmediato de la Confederación de Trabajadores
Independientes (CTI), sindicato que surgió a mediados de los años setenta, en plena transición política. La UTS se alineará, desde un principio, con el resto de sindicatos clandestinos. Así, por ejemplo, en 1971 aparecerá un manifiesto conjunto de amplia repercusión firmado por la UGT, la CNT, el FST, la OSO y la UTS, v. Juan Gómez Casas, Los cruces de caminos, CNT, París, 1984, p. 90.
4. J. Gómez Casas, op. cit., p. 109.
5. J. Gómez Casas, op. cit., p. 117-8. El FSR se embarcó a mediados de los setenta en la reconstrucción del Partido Sindicalista, tratando así de recoger el lega-do del diputado y dirigente anarquista Ángel Pestaña, pero esta iniciativa fue efímera y la mayoría de sus dirigentes acabarán por ingresar en la CNT. Otro grupo de orientación anarquista e influidos por el pensamiento de Max Steiner y Bakunin fue lo organización Bandera Negra, fruto precisamente de una escisión -en 1972-del FSR, v. Benito Sanz Díaz, L'oposició universitaria al franquisme, Valencia 1939-1975, Universidad de Valencia-DISE, Valencia, 1995-6, p. 102.
6. Conocido es el caso del grupo llamado Cinco Rosas de Madrid, de carácter nacional-sindicalista de izquierda que, encabezado por Manuel Gucdán, acabará eb la ORT, o la presencia de jóvenes falangistas catalanes, a principios de los años setenta, en la fundación de la LCR en Barcelona.
7. El nacional-bolchevismo no es ningún invento como sostienen algunas organizaciones marginales -y desmemoriadas- de la extrema izquierda. La primera formulación teórica de esta corriente se remonta a 1919, gracias al profesor de Derecho de la Universidad de Berlín Paul Eltzbacher. Líderes nacional-bolcheviques o nacional-comunistas serán Ernst Niekisch, Karl Otto Paetel, Heinrich Laufenberg y Friedrich Wolffheim. Sobre el nacional-bolchevismo v. Louis Dupeux, Stratégie communiste et dynamique conservatrice. Essai sur les différents sens de l'expresión "national-bolchevisme" en Allemagne sous la République de Weimar (1919-1933), Librairie Honoré Champion, Paris, 1976.
8. A este respecto es imprecindible la lectura de Jean-Pierre Faye, Los lenguajes totalitarios. Crítica de la razón/la economía narrativa, Taurus, Madrid, 1974.
9. Sobre la trayectoria de Joven Europa v. Yannik Sauveur, Jean Thiriart et le national-commimautaurisme européen, 4. vols., Machiavel, 3a éd., Charleroi, 1985. y en castellano, E. Cadena, op. cit., pp. 223-7. Thiriart publicó en 1964 un texto fundamental del nacionalismo revolucionario de posguerra: Un empire de 400 millions d'hommes: l'Europe, que en nuestro país se tradujo por ¡Arriba Europa! Una Europa unida: un imperio de 400 millones de hombres (Mateu, Barcelona, 1965).
10. E. Cadena, op. cit., p. 113.
11. Ordre Nouveau continuó su actividad política, no obstante, sólo que bajo la denominación de la que había sido su plataforma electoral: el Front National (Frente Nacional), que es el que hoy conocemos como partido dirigido por Jcan-Marie LePen.
12. De hecho, el órgano de expresión de Nouvelle Résistence se llama Lutte du Peuple. Nouvelle Résistence pertenece -junto a la organización española Alternativa Europea al Frente Europeo de Liberación (FEL).
13. Una facción importante, denominada Movimiento Social-Llama Tricolor y encabezada por Pino Rauti, antiguo líder de la corriente Línea Futura, ha retomado sin embargo la línea del antiguo MSI frente al posfascismo representado Fini.
14. E. Cadena, op. cit., p. 81.
15. Los Núcleos Armados Revolucionarios (NAR) no surgieron, como alguien ha escrito, como aventura armada de Terza Posizione, sino como una respuesta autónoma a los atentados de las Brigadas Rojas y a los crímenes de Estado del penta-partito: tras las expectativas de crecimiento de los Campos Hobbit -organizados por la juventud radical del MSI-, se inician una serie de asesinatos contra militantes nacional-revolucionarios, a los que éstos responden como "opción de supervivencia de un sector juvenil que se encontraba atacado y criminalizado y que veía en la violencia una autodefensa legítima" (Francesco Ingravalle en Robert Steuckers et al, La derecha radical en Europa, Disidencias, Barcelona, 1989, p. 52).
16. Hay, sin embargo, varios precedentes nacional-revolucionarios muy singular: el Sozialistische Reichs Partei (Partido Socialista del Reich), prohibido por las autoridades alemanas en octubre de 1952, que un año antes había obtenido el 11% de sufragios y 16 escaños en el parlamento de Baja Sajonia. "El SRP -ha escrito R. Steuckers- se oponía a la política prooccidental de Adenauer, luchaba por la reunificación alemana, la neutralidad, y competía seriamente con la izquierda gracias a un programa social audaz"; la Deutsche Soziale Union (Unión Social Alemana) fundada en 1954 por un grupo de militantes de tendencia socialista strasserista que será un vivero de futuros dirigentes nacional-revolucionarios; y, por último, los círculos de carácter político denominados Vötokalisten, fundados a principios de la década de los sesenta, precedente del Unabhängigen Arbeiter Partei (Partido Obrero Independiente) de carácter socialista-revolucionario (v. R. Steuckers el al., op. cit., p. 6 y SS.).
17. La NRKA se transformará en National-Revolutionärer Koordinationsbüro (Oficina de Coordinación Nacional-Revolucionaria) y, posteriormente en Politische Offensive (Ofensiva Política) (v. R. Steuckers et al, op. cit., p. 20).
18. El FEL agrupaba, según el número de Tribuna de Europa, órgano de opinión de Alternativa Europea (AE), correspondiente a octubre-noviembre de 1998 a organizaciones nacional-revolucionarias de Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, Polonia, Portugal, Rusia y España.