Libreria Argentina Libreria Argentina Libreria Argentina

 

Águila tonta

 

Gabriel Silva

Águila tonta, Gabriel Silva

252 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2018
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 420 pesos
 Precio internacional: 14 euros

Novela-documento, basada en hechos reales, sobre la droga en la sociedad, en el mercado y entre los adolescentes y no tan jovenes. Ameno, apasionante e instructivo relato sobre una etapa de la vida del autor, que se vio implicado en el desesperado intento de luchar contra la drogaccion de sus amigos, especialmente en la campaña por rescatar a un genio cuya mente estaba alucionada por las drogas. Libro muy util para los padres y para los adolescentes, sean adictos o no. Las poesias de Ricardo revelan sus estados mentales y emocionales bajo los efectos de los enteogenos y alucinogenos que consumia, asi como sus nefastas consecuencias. El proceso de adiccion se explica tambien desde un punto de visto heterodoxo y poco conocido.
Águila Tonta, mediante el recurso de la ficción, alcanza las altas cumbres del pensamiento social, tanto a nivel psicológico y político, como metafísico, en un problema que se encuentra en la base del control de nuestra sociedad actual.

 

 

 

 

Prólogo Del Autor

 

La historia de Ricardo no es una mera novela, es parte de mi propia historia real. Una parte de mi vida que me ha costado mucho decidirme a contar. Este libro no ha sido escrito con el afán de entretener al Lector, sino de llevarlo en un viaje hacia la comprensión de uno de los males más evidentes de nuestra civilización: la drogadicción.
No puedo decir que alguna vez fui drogadicto, salvo por el tabaco, pero como persona con algunas experiencias (inducido involuntariamente una vez y voluntariamente otras) pude analizar el tema no sólo desde la teoría científica, sino escarbar en todos los recovecos filosóficos, políticos, médicos, económicos y antropológicos que unen con toda clase de drogas, inextricablemente a la humanidad en todos los tiempos.
Ciertos desarrollos paranormales incomprendidos en mi niñez, me llevaron desde el exorcismo por posesión diabólica, hasta la casi “locura” con que se rotula a todo aquel que no se ajusta a los moldes de la sociedad, por eso me convertí en un empedernido buscador de la Verdad. Ello me ha conducido a experimentar infinidad de cosas y a vivir haciéndome preguntas y buscando respuestas, pero entre las cosas que hoy veo como los mayores riesgos asumidos, ha sido la búsqueda -tan cuidadosa como me fue posible- de respuestas para comprender el problema de las drogas en sus más diversos aspectos, sin que por ello pueda decir que ya tengo resuelta toda la cuestión. Por el contrario, miles de preguntas me han quedado sin responder y mi vida actual y ocupaciones, no me permiten volver a sondear esos abismos, pero creo importante transmitir al menos lo aprendido y -sobre todo- servir como faro a aquellos que quieren arriesgarse en los arrecifes mortales de las sustancias con efectos psicológicos.
Mi amistad con Ricardo, a quien aún siento -y sentiré toda la vida- como a un hermano, me motivó a los veinte años a ahondar en el asunto, mucho más de lo que lo había hecho desde los catorce años, en que fui víctima de un plan de "expansión de mercado" de los traficantes del dulce veneno.
La historia que sigue es auténtica en gran parte, con las diferencias en los recuerdos, que las décadas y la diversidad de actividades me obliga a novelar para hacer digerible la lectura de algo que en el fondo es trágico para millones de jóvenes y no tan jóvenes. Los nombres de instituciones, personas y lugares, han sido cambiados en gran parte, ya que a treinta años de aquellos días de revolución local y personal, aún viven casi todas las personas involucradas en la historia. Ciertamente que tampoco es este un libro "tibio", puesto que se exponen con crudeza, puntos vista con los que el Lector/a seguramente coincidirá en que generalmente evitamos mirarlos, aunque por formar parte de las realidades desagradables no los queremos ver, pero nos afectan inevitablemente a todos y cada uno de nosotros, en diversos momentos y proporciones, o con mayor o menor conciencia de esta afectación.
No serán los Lectores, internados mediante esta lectura en paradisíacos delirios de ciencia ficción, ni en experiencias extra cósmicas irreales o improbables, ni en un plato volador que le lleve mentalmente fuera de esta pequeña esfera planetaria de la cual para colmo, apenas rayamos su tinta verde, azul y marrón-. Pero podrá, en cambio, conocer sin hacerse una dependencia patológica, aspectos de esta realidad que aún inevitablemente presente ante nosotros, es desconocida por la mayoría de los mortales.
Una de las más sabias actitudes humanas -o mejor dicho, su más poderosa facultad- es la de transmutar las cosas lamentables, convirtiéndolas en simples vivencias (y no tan simples) para soportarlas con cierta naturalidad. Aunque hay un riesgo de acostumbrarnos a vivir en el lodo de la desgracia, con Amor, Inteligencia y Voluntad en equilibrio, convertimos las tragedias más dolorosas en algo provechoso, en auténtica experiencia. Alguien me sugirió hacer este libro para la movilización del morbo de la gente. Que con eso seguramente ganaría mucho dinero...
Pero la verdad amigos Lectores, es que si sólo escribiera para ganar  dinero  me  sentiría  como  el  más  miserable de  los gusanos. Claro que hay peores aún, que suelen escribir para defender posturas arquetípicas siniestras, que lejos de servir, confunden... Que en vez de inducir a los lectores a ejercer las preciosas facultades de razonar y meditar en beneficio propio y colectivo, se empeñan en estimular y aprovechar sus debilidades y sensibilidad emocional para drogarlos con letras y vivencias - reales o no-, pero sin llegar nunca al fondo, sin comprometerse con la verdad.
Digo esto con cierto dolor, y nada más lejos que querer criticar a otros escritores. No me pongo en el papel de tal, pues si tuviera posibilidad de llegar masivamente al alma humana por la palabra oral, sería simplemente orador. Después de haber leído cerca de tres mil quinientos libros -y no precisamente novelas, salvo unos cincuenta clásicos- a lo largo de más de tropecientos años, concluyo en que soy un "libroadicto". Pero al igual que las drogas, este hábito me ha mostrado que puede confundir las ideas de un modo muy dañino, a menos que se lea con cuidado. Es decir, que uno no tiene que tragarse todo lo que lee, sino meditar profundamente sobre las motivaciones del escritor y los conocimientos concretos que llevan a construir un libro.

Tratándose del tema en cuestión, para ser francos, lo único que he aprendido sobre drogas mediante lectura, ha sido aquella vez que tomé un manual técnico de un estudioso alemán, cuyo nombre real -lamentablemente- no he podido incluir en este escrito. Unos diez libros referidos a la drogadicción pasaron por mis manos, dejándome entre todos, un amargo sentimiento de decepción. Entre los catorce y los veintidós años, revolví bastante en las bibliotecas buscando algo que sirviera, pero sólo hallaba las emotivas confesiones y tibios análisis de ex-drogadictos o de sus familiares, o (en el mejor de los casos) detalles puramente técnicos escritos por biólogos, químicos y médicos. Pero las explicaciones de fondo, de las causas sociales, como de las causas personales de los afectados, de las prohibiciones políticas contrastadas con la tolerancia del tráfico, de las repentinas y demagógicas permisiones que se dan liberando ciertos consumos, etc, y las explicaciones de los diferentes procesos que llevan a las personas al desastre del envenenamiento, brillaban siempre por su ausencia.
Ahora, cuando la vida me ha permitido aprender lo suficiente sobre éste y muchos otros temas aparentemente inconexos pero unidos en el fondo, siento la responsabilidad moral de publicar este libro que empecé a escribir tras a recuperación de Ricardo. En principio, hace ya casi treinta años, había arreglado algunas de sus terribles poesías y había añadido algunas mías; pero no podía sumarme al gremio de los "sensibleristas". No podía presentar la tragedia en su puro estado, tal como la vivía, como un concentrado de la química de las emociones y envenenar el corazón de los Lectores con mi amargura personal de aquellos días, en que veía a cientos de chicos morir o quedar desquiciados. Hoy no voy a las discotecas, ni camino habitualmente por los barrios donde abundan los drogatas, pero a veces me encuentro con esas personas y veo con horror la misma realidad que no quiere irse.

Ya superada la tragedia de mi Amigo y de muchos otros, entendidas sus causas, procesos y sus soluciones posibles en los diferentes aspectos, es hora de dar el producto a quien le sea útil. Pero no creo que exista en este mundo, persona alguna a la cual no le sea útil conocer esta faceta de nuestra injusta civilización. Mientras exista el sistema del mercado y el dinero, en que todo se transforma  en  "mercadería  vendible",  siempre  habrá  mentes pergeñando ganar ese dinero de cualquier manera, aunque ello produzca la muerte -o cosas peores- a otras personas. Mientras algunos acólitos del mal promueven la reproducción indiscriminada oponiéndose a todo  método anticonceptivo, alentando  a  los  mortales  a  seguir atrapando  almas  en  esta naturaleza genéticamente adulterada, donde nacemos condenados a muerte, otros -igualmente perversos- hacen uso de ese "mercado en expansión demográfica".
No quiero llevar al Lector a terrenos tan profundos como los que transitamos algunos locos aventureros que preferimos estar muertos antes que ignorantes o esclavos. Pero en todo caso, querid@ Lector/a, sepa que este libro no es un elixir de pesimismo, aunque sea una historia real y dolorosa. Solamente conociendo la verdad -por dolorosa que resulte- es que podemos salir de ella para entrar en otra mejor. Del mismo modo, no es posible al drogadicto detener su infernal caída, a menos que tome conciencia de lo terrible de su situación real y de lo nefasto de sus consecuencias. Por ello, he tratado de ser claro, más que ameno o divertido. El buen humor que posiblemente resulte incongruente con el tema, es producto de mi personalidad, y por lo tanto tal como viví aún en los peores momentos, de modo inevitable.
Los chistes, buenos o malos, me han servido siempre para suavizar los dolores y las situaciones difíciles. No imagino a ningún aventurero, a ningún explorador, a ningún buscador de la Verdad, que sea capaz de sobrevivir a los encontronazos de la vida sin una regia dosis de buen humor. Cuando empecé a esbozar este Libro, me embargaba el desasosiego, la angustia, la impotencia ante las injusticias cuyos orígenes aún no comprendía. Escribía en el autobús, o en un café, porque la mente se me dispersaba por momentos y era como tomarme unos respiros. Pero si intentaba escribir cuando estaba solo, la carga emocional me ahogaba. En vez de letras, el papel quedaba empapado en lágrimas.
Había vivido muy intensamente todo lo que llevo en este mundo, en realidad, como siempre, viví y vivo motivado por la eterna inquietud de La Gran Ansia del Retorno, esa que nos hace buscar "el sentido de la vida", la trascendencia, la posible inmortalidad y la evolución en la Vida Eterna. Nunca, -lo juro- nunca jamás, ha sido vana, nula, absurda o ingrata esa búsqueda, a pesar de su dureza. Por eso hallará Usted una amplitud metafísica -nunca religiosa o crédula- en la forma de encarar el asunto. Si hablo de reencarnación, plano astral y otras cosas, no crea que lo hago "de oídas", porque he consagrado mi vida a esa búsqueda trascendental, con criterio y actitud escéptica y científica.
Ni siquiera los dolores psicológicos más grandes de aquella época, me han sido mal pagados. La felicidad actual - auténtica e inquebrantable- se la debo a esos dolores transmutados, que obraron como abono en las raíces de mis sentimientos. Pero esos dos años en los que Ricardo fue - lo sigue siendo hoy en la distancia- mi Amigo, mi Hermano, mi Ahijado, mi Discípulo y mi Maestro, fueron, sin duda alguna, los más intensos hasta entonces. Sólo comparables con otras correrías posteriores, de las que quizá escriba en otra parte y que sirvieron para capitalizar mejor lo vivido antes.
Sin embargo, luego haber sobrellevado con altura las circunstancias que se dieron en aquel tiempo, cuando Ricardo se lanzó en su último vuelo se me desmoronaron todas las corazas. Mis alas se quebraron más de una vez y toda mi humana psicología cayó con él al abismo y se estrelló en la desesperanza...
En un momento pareció que nada podía devolvernos a Ricardo, pero todo lo que él luchó, todo lo que hicimos por él y por nosotros mismos, no fue en vano. Aunque para mí debió pasar bastante tiempo, antes de poder transmutar la vivencia en experiencia, para todos -los muchos- que Ricardo era algo así como el vórtice del remolino, hasta su propia tragedia representó una lección constructiva. Y si salimos luego de ella, fue porque la Santísima Trinidad, que es Amor, Inteligencia y Voluntad, ha estado en quienes "usamos" a Ricardo en el mejor sentido para dar un valor trascendente a nuestras vidas.
No me alcanzaban en aquella época los conocimientos elementales, -y no tan elementales pero aún sin sincretizar- y no me servían las buenas voluntades de mis amigos. Era un trago amargo que nadie podía evitar aunque lo compartiera. Tenía demasiada conciencia de las cosas y demasiada sensibilidad, y muy poca comprensión de las causas más profundas de los problemas de la vida. Había logrado cierta claridad de objetivos de vida, y tenía entonces conocimientos bastantes firmes de asuntos esotéricos, psicológicos y antropológicos. Mas me faltaba la templanza del Guerrero. Podía entender muchas cosas, pero la comprensión, que es "entender con el alma", aún no era posible.
A los seis años de edad empecé a estudiar religiones comparadas, luego había estudiado parapsicología durante cuatro años y tenía diversas experiencias en el espiritismo. Sabía mucho... Pero estaba como un cocinero teórico en una gran biblioteca de cocina. Jamás había preparado ni siquiera un huevo frito. Nunca había experimentado una terapia concreta antes de Ricardo. Pero fundamentalmente, además de conocer sólo “a medias” los mecanismos monstruosos que mueven el mundo político y económico propiciador de las lacras sociales, no sabía eso que todo el mundo debe aprender en carne propia inexorablemente con el paso de los años... Nunca se me había muerto un ser querido. Y en cierto momento conocí esa sensación. Hasta ese entonces, podía decir que en un sueño se murió mi madre, o mi padre... y yo lo lamenté y sufrí con la lógica intensidad.
Pero Ricardo no se moría, sino que se "me" moría. Recién allí uno se da cuenta que los demás son parte de uno. No propiedad de uno, sino parte de nuestra alma, parte de nuestros valores, de nuestra vida...
Y Ricardo no era simplemente un paciente o cliente, sino un Ser Humano. Jamás pude ver a una persona como un simple paciente. Tuve profesores médicos que podían "echar tierra sobre sus errores" y psicólogos que podían tomar a sus pacientes como objetos de su experimentación. Pero yo jamás pude hacer las cosas así. Siempre me sentí comprometido con las  personas como si fueran todas de mi propia sangre. Creo que si debiera combatir y matar en una guerra, sólo lo aceptaría bajo mis principios y conocimiento personal de los verdaderos enemigos de la humanidad,  y  no  contra  otros  pueblos por  mandato  de  los dementes que gobiernan el mundo. Si tuviera que volver algún día a funcionar como Guerrero, sería uno terrible... Pero mis balas irían nuevamente mojadas en mis lágrimas.
En estos tiempos en que la violencia parece estar sólo en la televisión o en las bandas de inadaptados, podría decirse de quien está preparado para matar o morir, que es un "violento". Les aseguro que nada está más lejos de la verdad que eso. Podéis preguntar al padre y a la madre de un niño drogado a los catorce años, qué harían con quien les arrastra a la muerte, si les tuvieran entre sus manos. Dios me libre de gente que no hiciera justicia si pudiera.

Cierto es que en nuestra sociedad hay policías y jueces que deben ocuparse de estos asuntos, pero... ¿Qué pasa cuando -como en el caso de Ricardo- ninguno de los estamentos legales parece querer atender el tema o, en lo cotidiano de cualquier persona, ni policía ni juez se encuentra en una calle o en la propia casa en una emergencia, un asalto o una violación?
Las ironías y el leve toque de cinismo que surge en mis expresiones, enojan a mis enemigos y divierte a mis amigos, - porque quién vive la vida en vez de dejarla pasar como mero espectador, siempre tiene grandes amigos y enemigos- y  el humor es algo que pongo en todas las cosas, por costumbre defensiva. Es decir: Muchas veces no he podido hablar por las claras, ante el riesgo de no alcanzar ciertos objetivos, especialmente debido a la incomprensión de los que obran sin razonar y juzgan sin saber. Como no puedo ejercer la hipocresía porque que me repugna, prefiero el cinismo moderado, que me permite burlarme y reírme un poco de los malvados y de los hipócritas, sin darles lugar a contraataques demasiado graves. Recomiendo a los cínicos no asociar el cinismo con el pesimismo o la agresividad, porque allí sí que se comienza a podrir el alma. No obstante sin estas pequeñas "licencias psicológicas", posiblemente no habría sobrevivido al dolor.
Quisiera que este libro salve vidas. No que las salve de la muerte, puesto que más tarde o más temprano, la genética de este mundo termina en el polvo. Pero sí, el conocimiento y el ejemplo -aunque sea por escrito- pueden salvar a muchos de la pérdida de la Dignidad, la Lealtad, y las ganas de vivir. Porque perder esas cosas es mucho peor que la muerte del cuerpo físico.
Gracias a Ustedes por leer un producto de mi vida, y Gracias a Ricardo, donde quiera que estés, por seguir inspirando lecciones.

Gabriel Silva