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Konservative Revolution

Introducción al nacionalismo radical alemán, 1918-1932

A.A.V.V.

Giorgio Locchi - Robert Steuckers - Alain de Benoist -François Duprat - Thierry Mudry - Luc Nannens - Bertrand Eeckoudt – Michel Froissard - Lucian Tudor - Marqués de Valdeiglesias - Sebastian J. Lorenz - Alexander Jacob - Giovanni Monastra - Sandro Barbera - Giano Accame - Luca Leonello Rimbotti - Javier R. Abella – Erik Norling - Armin Mohler - Ángel Sobreviela - Claudio Mutti

Konservative Revolution - Introducción al nacionalismo radical alemán, 1918-1932 - Giorgio Locchi - Robert Steuckers - Alain de Benoist - François Duprat - Thierry Mudry - Alexander Jacob - Giovanni Monastra - Armin Mohler - Claudio Mutti

412 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2019
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 610 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La vida cultural y política alemana se caracterizó, entre 1918 y 1933, por la existencia de un poderoso movimiento espiritual decidido a “hacer tabla rasa de las ruinas del siglo XIX y a establecer un nuevo orden vital”. Este movimiento se manifestó, con mayor o menor fortuna, por toda Europa, pero fue precisamente en Alemania donde caló con mayor profundidad en todos los órdenes de la vida social. A este fenómeno se le dió el nombre de Konservative Revolution. De hecho se trataba de un fenómeno metapolítico del que mucho se ha hablado -muy a menudo por sus adversarios y siempre en base a ideas preconcebidas-, pero que se conoce mal a pesar de su importancia histórica.
El libro que aquí presentamos, basado en el editado por Acebo Dorado con trabajos de Giorgio Locchi y Robert Steuckers, entre otros, recopila los que creemos son los mejores artículos sobre este vasto y plural movimiento nacionalista, de carácter radical y antiburgués, que contara en sus filas, entre otros intelectuales, con Thomas Mann, Ernst Jünger, Friedrich Georg, Oswald Spengler, Ernst von Salomon, Carl Schmitt, Hans F. K. Günter, Werner Sombart, Rainer Maria Rilke y Max Scheler.
Para la historiografía antifascista, la Konservative Revolution no sería otra cosa que la génesis del nazismo. Para los revisionistas de la historia del siglo XX se trata, por contra, de la última revuelta contra el mundo moderno heredero directo de la revolución francesa de 1789.
Ella se encuentra sumamente ligada a otros dos movimientos cada vez más reconocidos, uno de ellos es el auténticamente fascinante movimiento juvenil alemán, los Wandervögel, y el otro es el fenómeno de los Cuerpos Francos -Freikorps- surgidos en la postguerra de 1918, en el que estuvieron directamente implicadas muchas de las figuras de la Konservative Revolution, impregnándolos con el espíritu heroico de lucha por la defensa de su cultura que fue propio de estos guerreros autoconvocados cuando la política nacional parecía defeccionar.
Si bien su correlación con el nacionalsocialismo no puede definirse claramente debido a la pluralidad de tendencias que lo conformaron, no se puede negar que las tendencias de la Konservative Revolution gozaron siempre de un respeto profundo entre los dirigentes nacionalsocialistas e incluso de la defensa de sus personalidades aun cuando fueran opuestas al nacionalsocialismo, como la oposición de Hitler a tomar medidas contra Jünger cuando este se opuso al III Reich. Otros han querido ver el espíritu de las Waffen SS, en tanto que Orden Militar, como derivado de ideas desarrolladas por la Konservative Revolution
La esencia de la Konservative Revolution ha sido definida como:
"...el elogio de las élites y la desigualdad, la concepción instrumental de las masas, el rechazo de la “nación de ciudadanos” a favor de la nación integral, la visión orgánica y comunitaria de la sociedad frente a las formulaciones mecanicistas y competitivas, la combinación del liderazgo con la hostilidad al individualismo, el ajuste entre la negación del materialismo y la búsqueda de verificaciones materiales en las ciencias de la naturaleza. Todo ello, presentado como un gran movimiento de revisión de los valores de la cultura decimonónica, como un rechazo idéntico del liberalismo y del socialismo marxista".
"el cuestionamiento de la supremacía de la racionalidad sobre la espiritualidad, el rechazo de la actividad política de los partidos demoliberales, la preferencia por un Estado popular, autoritario y jerárquico, no democrático, así como un distanciamiento tanto del “viejo tradicionalismo conservador” como de los “nuevos liberalismos” capitalista y marxista, al tiempo que se enfatizaba la experiencia de la guerra y el combate como máxima realización. La reformulación del ideario se fundamenta en la necesidad de construir una “tercera vía” entre el capitalismo y el comunismo (sea el socialismo prusiano de van den Bruck, el nacionalismo revolucionario de Jünger o el nacional-bolchevismo de Niekisch). Y por encima de estas actitudes se encontraba presente el sentimiento común de la necesidad de barrer el presente decadente y corrupto como tránsito para recuperar el contacto con una vida fundamentada en los valores eternos".
"la reactivación de todas aquellas leyes y valores fundamentales sin los cuales el hombre pierde su relación con la Naturaleza y con Dios y se vuelve incapaz de construir un orden auténtico. En lugar de la igualdad se ha de imponer la valía interior; en lugar de la convicción social, la integración justa en la sociedad estamental; la elección mecánica es reemplazada por el crecimiento orgánico de los líderes; en lugar de la coerción burocrática existe una responsabilidad interior que viene de la autodeterminación genuina; el placer de las masas es sustituido por el derecho de la personalidad del pueblo".

 

ÍNDICE

Presentación, por Juan C. García Morcillo11
Prólogo, por Carlos Caballero Jurado13
La Konservative Revolution en Alemania, 1918-1932, por Giorgio Locchi21
Mil direcciones22
Los trotskistas del nacional-socialismo24
Las imágenes conductoras25
Nihilismo y regeneración26
Eternos retornos26
Renovación religiosa28
Los Jungkonservativen30
Nacional-bolchevismo31
Las aves migratorias33
La Konservative Revolution en Alemania, 1918-1932. A propósito de la reedición tan esperada del manual de Armin Mohler, por Robert Steuckers35
Una obra de investigación36
Konservative Revolution y nacional-socialismo36
El origen del término Konservative Revolution38
Konservative Revolution y Deutsche Bewegung39
La noción de Weltanschauung40
Oposición entre concepto e imagen41
Una exigencia: superar el wilhelminismo43
A la sombra de Nietzsche...44
Movimiento Völkisch y movimientos de juventud45
El impacto de la guerra del 1446
El desastre de 1918: una necesidad47
Lucha total contra el espíritu burgués49
Los modernos guerreros50
Tres olas de nacional-bolchevismo51
El Dritte Front o Tercer Frente53
El papel de Hans Zehrer54
Fundamentos del pensamiento bündisch, por Luc Nannens57
Nuevos conceptos políticos57
Pensamiento bündisch, ¿génesis de la ideología nazi?58
Volk y Volksgemeinschaft59
Idealistas, Völkische y prenazis60
La comunidad popular como comunidad de combate61
Compromiso social y antiparlamentarismo61
Contra el espíritu de la revolución francesa62
¿Hacia un nuevo Estado?63
Admiración por Lenin y la planificación socialista64
¿Por qué releer en este momento los escritos bündisch?65
Los trotskistas del nacional-socialismo, por François Duprat67
El UNSPD68
El KGRNS72
El fin del KGRNS76
El Schwarze Front o Frente Negro77
La revuelta de Stennes y sus consecuencias81
Movimientos juveniles e ideología nacional-revolucionaria en la República de Weimar, por Thierry Mudy85
El socialismo bündisch86
El desafío hitleriano87
La represión comienza88
El ideal bündisch en el exilio89
Hans Ebeling y Theo Hespers90
El Bund como alternativa a los partidos91
Redefinir la Volksgemeinschaft92
La tradición libertaria del Wandervögel93
La tradición de los Cuerpos Francos94
Vínculos de los bündisch en el exilio con los inconformistas y planistas franceses95
Los Nerother, anarcas del movimiento de juventud, por Bertrand Eeckhoudt97
La guerra de 191498
Una visión caballeresca98
Expediciones y aristocracia juvenil99
Rechazo de toda politización extremist100
De la euforia nacionalista a la confrontación101
La lenta desaparición102
La Konservative Revolution y sus editores, por Michel Froissard105
Los autores de la Konservative Revolution. Recopilación a cargo de Giorgio Locchi y notas del traductor111
A. Las figuras de proa111
B. Los filósofos situados en la órbita de la Konservative Revolution112
C. Los investigadores situados dentro de la órbita de la Konservative Revolution113
D. Los poetas situados en la orbita de la Konservative Revolution114
E. Los autores völkisch antes de 1918116
F. Los autores völkisch después de 1918117
G. Los autores Jungkonservativen118
II. Los autores nacional-revolucionarios120
I. Los autores bundisch121
J. Los tránsfugas de la Konservative Revolution (en dirección al NS)122
ANEXOS
La Revolución Conservadora Alemana: Una Introducción, por Lucian Tudor123
Definiendo tendencias de la Revolución Conservadora Alemana.128
Socialismo conservador128
Integralismo Völkisch129
Tradicionalismo cristiano radical130
Pesimismo cultural131
Biocentrismo133
Filosofía política134
La filosofía de la guerra136
La influencia de la Revolución Conservadora138
El movimiento de la Revolución Conservadora, por Robert Steuckers140
La Revolución Conservadora en Alemania, por Marqués de Valdeiglesias146
De la «Konservative Revolution» a la «Nouvelle Droite»: ¿apropiación o rehabilitación?, por Sebastian J. Lorenz163
I. El ser y el no-ser de una “Revolución Conservadora” en Europa163
II. Rehabilitación de la “Revolución Conservadora” por la “Nueva Derecha”172
Arthur Moeller van den Bruck: Bases para un Conservadurismo Revolucionario, por Lucian Tudor180
Vida temprana y desarrollo180
Primera Guerra Mundial, Pueblos Jóvenes y teoría racial182
El Club Junio y el debate Spengler184
El Tercer Imperio185
Liberalismo y Democracia189
Reaccionarios y Conservadores190
El nacionalismo conservador y el Tercer Imperio191
Influencia y muerte193
El Socialismo Alemán como Alternativa al Marxismo, por Alexander Jacob195
El Pensamiento de Othmar Spann, por Giovanni Monastra211
El Reich neoconservador de Edgar J. Jung, por Alexander Jacob217
Alfred Bæumler y el Culto del Héroe, por Sandro Barbera222
Ernst Jünger y el Trabajador. Una trayectoria vital e intelectual entre los dioses y los titanes, por Alain de Benoist238
“Sólo se vivía para la Idea”240
“Perder la guerra para ganar la nación”244
Evola y la Revolución Conservadora, por Giano Accame251
Ideas para Europa: la Revolución Conservadora, por Luca Leonello Rimbotti257
La Revolución Conservadora de Ernst Nolte257
El rostro ambiguo de la Revolución Conservadora262
La Alemania de Von Salomon, por Alain de Benoist266
La escuela de cadetes266
Ernst von Salomon tenía entonces 16 años.267
Los cuerpos francos logran salvar la República268
El Baltikum270
El rencor de los “soldados perdidos”272
Schlageter y Rathenau274
Los réprobos277
De la autoridad a la totalidad278
1929: la revuelta campesina281
Superar el pasado282
La influencia de Armin Mohler sobre la cosmovisión de la Nueva Derecha, por Robert Steuckers284
El realismo heroico.285
El debate realismo/nominalismo.287
El “sí” a lo real de Clemente Rosset.288
La crítica del Occidente de Richard Faber, católico de izquierdas.289
La mirada de Panayotis Kondylis sobre el conservadurismo.289
Wolfgang Welsch y el postmodernidad.290
Georges Sorel: referencia constante.290
Martin Heidegger y la revolución conservadora, por Giorgio Locchi.292
Ruptura con el espíritu de occidente293
Una renovación de los orígenes295
La temporalidad como “esfera”296
Una “comunidad de destino”298
El “rector de los rectores”299
Sólo un “dios” podrá salvarnos301
Nueva derecha y revolución conservadora: una síntesis ideológica, por Sebastian J. Lorenz303
Oswald Spengler ¿precursor del nacionalsocialismo?, por Javier R. Abella Romero308
Oswald Spengler. Una introducción, por Alain de Benoist314
Otto Strasser y el Frente Negro, por Erik Norling317
Una nueva formación de combate317
Socialismo nacional-revolucionario319
El ideal europeísta325
Lucha antihitleriana328
La pluma y el fusil329
Los últimos años331
Schmitt y la Revolución Conservadora, por Armin Mohler333
I. Introducción333
II. El terreno inseguro335
III. Nueva imagen de la Revolución Conservadora340
IV. Carl Schmitt y su multiplicidad346
V. Revolución conservadora y Ordenamiento concreto353
Stefan George, poeta de la Revolución Conservadora, por Ángel Sobreviela358
1ª parte: Exordio358
2ª parte: La época, los nombres360
3ª parte: De esteta refinado a apóstol guerrero367
4ª parte: El nuevo o penúltimo Reich378
¿Revolución Conservadora en Rumania?, por Claudio Mutti392
Nae Ionescu395
Mircea Eliade399
Emil Cioran 402
Constantin Noica407
Conclusiones412

PRESENTACIÓN

Hace algunos años, leyendo un clásico del antifascismo contemporáneo como es la obra Fascismo y dictadura, de Nicos Poulantzas, me trope­cé -de paso- con un aspecto hasta entonces para mí absolutamente desco­nocido. Confieso que, si el libro de Poulantzas, lastrado terriblemente por una interpretación economicista y mecanicista, me aclaró bien pocas cosas sobre los fascismos italiano y alemán -sobre todo la razón última de porqué fué derrotada la clase obrera en aquellos países-, me dejó con un interro­gante aún mayor sobre aquellos otros grupos nacionalistas radicales que, en la Alemania de Weimar y al margen del partido nacional-socialista, fueron hostiles no sólo al sistema surgido del Tratado de Versalles sino a todo lo que representara espíritu burgués occidental e, incluso, al nacional-socialis­mo institucional.
Al referirse a ellos, Poulantzas los despachaba como organizaciones que abrazarían una “ideología feudal transformada”, una “ideología imperialista feudal”, un “romanticismo reaccionario vulgar” y un “socialismo feudal”: esto es, la habitual jerga marxista que, en lugar de ilustrar científicamente, oscurece todo cuanto aborda. Así, cuando se refería a los intelectuales que apoyaron tales posiciones, la palabra intelectual aparecía entrecomillada, surgiendo muy de pasada los nombres de Ernst von Salomon y Oswald Spengler, así como los de algunas organizaciones en la órbita de la Konservative Revolution. En definitiva, Poulantzas acababa por esquivar cualquier profundización en el marco de las luchas político-ideológicas en la Alemania de 1918-1933 con un sorprendente: “Sería fastidioso entrar en detalles” (¡sic!).
No tuve mucha más suerte -lo reconozco- en otros campos de la historiografía contemporánea -Jean-Pierre Faye-, incluida la no marxista -Alastair Hamilton. Al final, mi toma de contacto con ciertos aspectos de la cul­tura alternativa alemana a través de estudios de la Nouvelle Droite -funda­mentalmente por medio de las revistas Nouvelle Ecole, Vouloir y Diorama Letterario-, nos han permitido descubrir un mundo lo suficientemente atrac­tivo como para consagrarle este primer libro que al mercado lanza Edicio­nes Acebo Dorado con el patrocinio de la Asociación Cultural Disidencias: nos, referirnos -obviamente- al universo de la Konservative Revolution o Re­volución Conservadora alemana que el lector, al avanzar en la lectura, ob­servará que bien poco tiene que ver con esa purulenta y cotidiana agresión del mismo nombre anidada por Ronald Reagan y alentada posteriormen­te por sus yuppies, brokers, rambos, telepredicadores y demás fauna, en la pretensión de liquidar el transcurso de la Historia y dar el golpe de gracia a to­do atisbo de inteligencia, haciendo realidad aceleradamente las inquietan­tes premoniciones de los Aldous Huxley, Ray Bradbury y George Orwell.
Parece obvio que, para nosotros, jóvenes disidentes, ahondar en este aspecto de la historia de nuestro continente, desconocido sin duda para bue­na parte del público español, pero del que ya existe una abundantísima pro­ducción literaria en inglés, francés y, sobre todo, en alemán, no sólo no es fastidioso sino que lo consideramos oportuno en aras a contribuir, desde nues­tras modestas posibilidades, a ayudar a quebrar esa especie de exclusivo, ex­cluyente y sórdido reino de lo razón universal en el que, pese a sus ropajes democráticos, detectamos un alma totalitaria. Al ser artículos que tratan de forma general -los dos primeros- o bien se fijan en aspectos muy concretos de la Konservative Revolution -e incluso del nacional-socialismo, al referir­se a los llamados trotskistas de este movimiento- el lector observará ciertos saltos que, en principio, requerirán toda su atención. Creemos, sin embar­go que, valorados en conjunto, conforman una introducción más que acep­table a un tema por el que Ediciones Acebo Dorado se interesará en un pró­ximo texto ceñido a aspectos puramente ideológicos de aquel singular movimiento.
Agradecemos a las direcciones y las respectivas redacciones de las revistas Nouvelle Ecole -Francia-, Vouloir -Bélgica- y a la ya desaparecida Revue d´Histoire du Fascisme -Francia-, las facilidades que nos han sido da­das para la traducción y edición de aquellos. Y expresamos, por último, nues­tro reconocimiento al profesor Caballero Jurado, certero y esclarecedor prologuista, y al Sr. Fernández Massagué, presidente de la Asociación Cul­tural Disidencias, sin cuyas orientaciones y apoyos nuestra labor ciertamen­te se habría visto seriamente comprometida.


Prólogo, por Carlos Caballero Jurado

Creo que fué Goethe quien dijo que la cultura se presentaba de manera distinta en Francia y en Alemania. Comparándola con un árbol, afir­maba que la cultura crecía en Alemania como raíces y en Francia como flores. Es una hermosa parábola para señalar lo que quizá sea más llamativo de la cultura alemana: su opacidad.
No se debe sólo a que el alemán sea un idioma más difícil de lo normal, sino, quizá también, a la misma introversión de la cultura germana y a su muy peculiar manera de pensar.
Sea cual sea la causa, el hecho es que la cultura alemana alcanza or­dinariamente una trascendencia internacional menor que la francesa o la an­glosajona, por poner dos ejemplos. Muchos de los pensadores alemanes pa­san por la historia sin haber conseguido lectores más allá de las fronteras de su país. Otros, desde luego, alcanzan una trascendencia universal; baste con señalar que Karl Marx y Friedrich Nietzsche escribieron en alemán y su obra es, sin duda alguna, de tal índole.
Pero, volviendo al principio, esta introversión y esta opacidad de la cultura alemana son un hecho indudable. Y quizá ésta sea la razón por la cual ese fascinante fenómeno intelectual que fué la Konservative Revolu­tion alemana del periodo de entreguerras, apenas ha tenido comentaristas en el extranjero. Ciertamente algunas de sus figuras más destacadas como Ernst Jünger, Carl Schmitt, Oswald Spengler o Werner Sombart forman par­te ya de los clásicos contemporáneos, pero a otros muchos se los ha traga­do el olvido injustamente.
Significativo al respecto de lo que digo es la suerte conocida por el li­bro que aquí se comenta de manera directa en los dos primeros trabajos, me refiero a la obra de Armin Mohler Die Konservative Revolution in Deutschland, 1918-1932. Dieciocho años después de su primera edición aún no se ha vertido a ningún idioma extranjero. Hace años que se viene hablando de la aparición de traducciones al francés, al italiano... pero nada se ha concre­tado.
Por el contrario, el libro Langages totalitaires, del francés J. P. Paye, aparecido casi simultáneamente en diversos países europeos, ha conocido versiones en numerosas lenguas extranjeras, incluido el castellano. Y el tema era, sin embargo, el mismo: la Konservative Revolution alemana.
Del magnífico libro de Mohler hablan en estas páginas dos profun­dos conocedores de la Konservative Revolution, como son Giorgio Locchi y Robert Steuckers. Así que me limitaré a decir algunas palabras sobre el texto de Faye, por desgracia el único estudio global mediante el cual el lec­tor español puede acceder a las interioridades de la Konservative Revolu­tion.
Poco tiempo antes de su publicación, en el célebre mayo de 1968, la izquierda se había dado a sí misma la vana ilusión de que aún era posible una revolución al viejo estilo. La cultura, y más aún, la cultura política de la izquierda, se encontraba eufórica y aparecía dominada por tres impresio­nantes fetiches: el marxismo, el freudismo y la semiótica. O por sus oportu­nas mezclas: el freudo-marxismo o la semiótica marxistizante.
A esta última escuela se adhiere Faye, quien, no sin cierta pedante­ría, da a su libro un subtítulo que, inevitablemente, nos recuerda el que Marx dió a su celebérrimo El Capital: Crítica de la economía política. El subtítulo de la obra de Faye es, nada menos que:
La razón critica de la narrativa. La economía
El tiempo ha sido el mejor crítico de esta obra. El marxismo ha sido arrumbado al desván de las ideologías. Con suerte, como dijo Monnerot, algún día aparecerá en la Sala de los Milenarismos del Museo de las Supersti­ciones. El freudismo está cuesta abajo. Y la gran promesa, la semiótica, co­rre ya hacia su ocaso. Los supuestos teóricos en los que se basó Faye están ya superados.
Así que lo que en 1972 parecía ser el colmo de lo científico y lo mo­derno, hoy es un absurdo sinsentido. El sucesivo hundimiento de los distin­tos paradigmas del pensamiento izquierdista es, repito, la mejor crítica que se puede hacer al libro de Faye. Por lo demás, se trata de un texto al que con gran benevolencia podríamos calificar de plúmbeo. Con más mordacidad le atribuiríamos otros calificativos, como enrevesado, pedante, etc.
Hay otros textos notables con los que aproximarse a la Konservative Revolution. Quizá la forma más sencilla sea a través del escrito por el que fuera principal discípulo de Julius Evola. Me refiero a Adriano Romualdi y su obra Corriente politiche ed ideologiche della destra tedesca dal 1918 al 1932.
Se trata de un texto muy manejable y de fácil comprensión, incluso pa­ra alguien no familiarizado con la cultura alemana. Dado que es impensa­ble contar con una pronta traducción al castellano de la obra de Mohler, quizá fuera conveniente que alguien lo intentara al menos con el libro de Romualdi.
Muy revelador de lo que ocurre con la Konservative Revolution -su casi total desconocimiento por parte del público- es el hecho de que haya que recomendar como forma de introducirse en ella la obra del germanis­ta francés Edmond Vermeil, Doctrinaires de la Révolution Allemande, 1918-1932. Y digo que es revelador, porque esta obra fué escrita... antes del estallido de la segunda guerra mundial. Adolece, por ello, de un grave pro­blema: la falta de perspectiva. Aún así suele ser el texto más recomendado para iniciar una aproximación a la Konservative Revolution.
Para comprender bien el significado de la Konservative Revolution, por otra parte, debemos situarnos en otras coordenadas de la cultura polí­tica alemana. Uno de ellos es el auténticamente fascinante movimiento ju­venil alemán -los Wandervögel, término que podríamos traducir por aves migratorias. Por suerte, el texto que tengo el privilegio de prologar contiene dos artículos sobre aquellos, debidos a Thierry Maudry y a Bertrand Eeckhoudt, si bien quien desee conocer a fondo el tema deberá profundizar con algún libro más.
Igualmente es incomprensible la Konservative Revolution sin un co­nocimiento, al menos superficial, del coetáneo fenómeno de los Cuerpos Francos surgidos en la postguerra de 1918. En él estuvieron directamente implicadas muchas de las figuras de la Konservative Revolution. En reali­dad se trata de vasos comunicantes: la Konservative Revolution influye en los Cuerpos Francos tanto como éstos en aquella.
Y, siguiendo la actual tendencia interpretativa de los fascismos, que busca sus raíces en fenómenos culturales del siglo XIX, creo que tendría­mos que acudir a los estudios de George L. Mosse como forma de comple­tar este acercamiento. Mosse ha estudiado detenidamente cómo se produ­jo, a través de vías culturales, la nacionalización de las masas alemanas. El surgimiento de la sociedad de masas, típico de la moderna civilización in­dustrial y urbana, no fué acompañado en Alemania de un proceso de acul­turización, sino al contrario por un fenómeno de nacionalización de aquellas. Es en ese sustrato sobre el que crecerá y florecerá la Konservative Re­volution.
Y llegamos así al punto crucial. ¿Qué relaciones existen entre la Kon­servative Revolution y los fascismos? ¿Hay un vínculo unívoco, por ejemplo, entre aquella y el nacional-socialismo?
Hay que empezar con una afirmación contundente: la Konservative Revolution no es una corriente única de pensamiento, sino más bien un haz de tendencias, con puntos de analogía y puntos de discrepancia. No existía una sola dirección, una ortodoxia. Lo que conocemos como Konservative Revolution es, en realidad, un verdadero torrente formado por más de 550 círculos o clubs políticos y por unas 530 publicaciones periódicas distintas.
Problemas clave, como el debate sobre el papel que debía tener la técnica en la sociedad futura, encontraban soluciones contrapuestas en su seno. Había quienes rechazaban la técnica, como manifestación del mundo mecánico, cuántico y numérico que había surgido tras la Ilustración y sus dos epifenómenos: la revolución industrial y la revolución liberal democrática. Se trataba de un rechazo pleno. Otros, aún conscientes de este origen impuro de la técnica, consideraban utópico no atender a la realidad de que condenar al desarrollo técnico era condenarse a la impotencia. Finalmente, había quienes interpretaban la técnica como una manifestación más del espíritu prometeico y faústico que caracterizaba a los europeos y, más concretamente, a los alemanes.
Algo similar ocurrirá en los análisis que dentro de la Konservative Revolution se hagan con respecto a los fascismos. Muchos de ellos aplaudirán en el fascismo italiano la manifestación de un estado de espíritu análogo. Otros lo considerarán como una manifestación más del espirito latino del que debería desprenderse totalmente Alemania si deseaba buscar su propio y pleno desarrollo.
En el caso del nacional-socialismo el fenómeno se complica con factores añadidos. Hay que empezar por constatar un hecho obvio: los contactos -incluso los trasvases de ideas y personas- que se produjeron entre la Konservative Revolution y el NSDAP fueron intensos y extensos. Y seguir con una aclaración: el nacional-socialismo, ideología derrotada en la segunda guerra mundial, ha sido sometido a un sistemático y eficaz proceso de demonización: encarna el mal absoluto. Resulta muy comprensible que personajes integrantes de la Konservative Revolution -y estudiosos de ella, como el mismo Mohler- hayan intentado, en esta postguerra, subrayar todo lo que la separaba del NSDAP. Por decirlo con lenguaje de la calle: era la única forma de salvar algo de la quema. Quizá al recoger aquí un texto -por lo demás muy interesante- del malogrado François Duprat sobre lo que se ha dado en llamar los trotskistas del nacional-socialismo, no aclaremos lo suficiente las indudables influencias que, sobre éste movimiento político, llegó a tener la Konservative Revolution, pero sí se dejan notar las posibilidades a las que pudo llegar el nacional-socialismo si la inteligencia política de Hitler no hubiese sido capaz de desplazar al ala izquierda de los aledaños de la cúpula nazi.
Con todo, este intento de segregar -algunos llegan incluso a oponer- los fenómenos de la Konservative Revolution y el nacional-socialismo tiene también bases más fuertes. Para empezar, su muy distinto carácter. La Konservative Revolution es un amplísimo abanico de clubs políticos, editoriales y revistas que expresan ideas notoriamente dispares. El NSDAP es un movimiento político de masas y, como tal, sometido a una ortodoxia ideológica, a una dirección centralizada y también -¿por qué no decirlo?- a una importante plebeyización de sus componentes ideológicos. Algo especialmente grave a los ojos de los aristocratizantes y elitistas exponentes de la Konservative Revolution.
Hubiera resultado imposible hacer de un rudo hombre de las SA un erudito en el pensamiento jurídico de Carl Schmitt; las sutilezas ideológicas de Ernst Jünger le habrían resultado inasequibles al lector del Völkischer Beobachter; el pesimismo histórico de un Oswald Spengler no era el pensamiento más adecuado para los entusiastas seguidores de las Hitlerjugend.
El nacional-socialismo no podía sino tratar de reducir a un mínimo común denominador la variedad de tendencias encarnadas en la Konservative Revolution. Y este mínimo común debía ser algo sustancialmente distinto de las elaboradas cotizaciones de los intelectuales conservador-revolucionarios.
No cabe dudar de que el nacional-socialismo creció gracias al caldo de cultivo que supuso la Konservative Revolution. ¿Cómo no recordar aquí la anécdota del encuentro entre Hitler y uno de los más destacados líderes conservador-revolucionarios, Moeller van den Bruck? En él, Hitler reconoció la primacía intelectual de Moeller y sus colegas, ofreciéndose a ser un mero tambor en el ejercito que difundiera y defendiera sus ideas.
Ciertamente se produjeron, después de 1933, una vez Hitler en el poder, algunos choques directos entre exponentes de la Konservative Revolution y los nacional-socialistas. En la noche de los cuchillos largos algunos destacados integrantes de la Konservative Revolution fueron ejecutados.
Aún así, los miembros de las distintas tendencias de la Konservative Revolution gozaron siempre de un respeto profundo entre los dirigentes nacional-socialistas. Cuando Jünger, opuesto al III Reich, multiplicó sus críticas al régimen y algunos funcionarios desearon actuar policialmente contra él, Hitler se opuso directamente a cualquier medida contra el respetado autor de Tempestades de acero.
De manera cada vez más frecuente, los estudiosos que analizan el nacional-socialismo o alguna de sus facetas, empiezan su aproximación a través de la Konservative Revolution. Bern Wegener, por ejemplo, ha realizado uno de los más recientes estudios sobre las Waffen SS subrayando cómo su espíritu de Orden Militar derivaba de ideas desarrolladas por la Konservative Revolution.
Y como el deber del prologuista es no cansar al lector, termino aquí estos párrafos haciendo una última reflexión. El nacional-socialismo es hoy una ideología superada. Su derrota se debió no sudo al poderío de sus enemigos, sino también a sus debilidades y contradicciones internas. Apta para nostálgicos impasibles con espíritu de secta, resulta sin embargo difícil extraer de ella materiales ideológicos aprovechables para el tiempo en que vivimos.
Todo lo contrario ocurre con la Konservative Revolution. En su mul­titud de tendencias, en el vivo debate que la recorría, en su dialéctica fértil, cabe encontrar muchos puntos de referencia. De ahí, el interés indudable que tienen los textos que siguen.