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Paracaidistas

 

Hermann-Bernhard Ramcke

Paracaidistas - Hermann-Bernhard Ramcke

220 páginas
medidas: 14,5 x 21 cm.
Ediciones Sieghels
2014
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 250 pesos
 Precio internacional: 18 euros

 

Este libro fue escrito con el fin de despertar la comprensión de los hombres del mundo acerca de la situación del soldado alemán que, como resultado del cumplimiento del deber, se convirtió en víctima de las disputas entre sistemas políticos. El hecho de que el general Ramcke, tras siete años de injusta prisión, exprese palabras conciliadoras y pida por la unidad europea, acuerda a este libro un especial significado.
Heroísmo y cumplimiento del deber, espíritu de sacrificio y camaradería, fidelidad a su pueblo y a su patria (aun en tiempos difíciles), así como generosidad y preocupación por sus subalternos, son las cualidades más altas a que debe aspirar un soldado y un oficial.
En forma ejemplar, dichas virtudes son personificadas por el general de paracaidistas Bemhard Ramcke, por su desempeño en las dos grandes guerras, y luego en la posguerra, hasta su muerte ocurrida el 4 de julio de 1968.
Este oficial ejemplar permanecerá inolvidable por siempre, debido a su espíritu de sacrificio, sus cualidades de combatiente, su inquebrantable dignidad durante su prisión en manos de los británicos y franceses, su exitosa lucha por el honor del soldado alemán ante el tribunal de vindicta de la Résistance, y su valor durante los siete años pasados tras los muros de una prisión como inocente "condenado de guerra", así como su constante defensa de sus camaradas ante la opinión pública, ajeno a todo oportunismo. Sus paracaidistas, con seriedad y respeto, le llamaban 'Papá Ramcke", ¡quizás la distinción más elevada que un conductor pueda recibir de sus subalternos!

 

ÍNDICE

Comentario preliminar 9
Introducción 11
Wahn. cerca de Colonia 15
Bretaña 23
Brest 35
Prisión 61
Clinton camp/Miss., U.S.A. 73
Campamento de Munster 91
Criminal de guerra 95
La resistencia en Francia 109
Cherche-Midi 125
Fresnes 131
Libertad provisional en soisy sur seine 137
Regreso voluntario a Francia 147
Cormellles 153
La acusación 159
Primer día del proceso 165
Segundo día del proceso 177
Tercer día del proceso 189
Informes de la defensa 195
Finalmente libre 205
Epilogo 217

COMENTARIO PRELIMINAR

 

Este libro fue escrito con el fin de despertar la comprensión de los hombres del mundo acerca de la situación del soldado alemán que, como resultado del cumplimiento del deber, se convirtió en víctima de las disputas entre sistemas políticos. El hecho de que el general Ramcke, tras siete años de injusta prisión, exprese palabras conciliadoras y pida por la unidad europea, acuerda a este libro un especial significado.
Heroísmo y cumplimiento del deber, espíritu de sacrificio y camaradería, fidelidad a su pueblo y a su patria (aun en tiempos difíciles), así como generosidad y preocupación por sus subalternos, son las cualidades más altas a que debe aspirar un soldado y un oficial.
En forma ejemplar, dichas virtudes son personificadas por el general de paracaidistas Bernhard Ramcke, por su desempeño en las dos grandes guerras, y luego en la posguerra, hasta su muerte ocurrida el 4 de julio de 1968.
Este oficial ejemplar permanecerá inolvidable por siempre, debido a su espíritu de sacrificio, sus cualidades de combatiente, su inquebrantable dignidad durante su prisión en manos de los británicos y franceses, su exitosa lucha por el honor del soldado alemán ante el tribunal de vindicta de la Résistance, y su valor durante los siete años pasados tras los muros de una prisión como inocente “condenado de guerra”, así como su constante defensa de sus camaradas ante la opinión pública, ajeno a todo oportunismo. Sus paracaidistas, con seriedad y respeto, le llamaban “Papá Ramcke”, ¡quizá la distinción más elevada que un conductor pueda recibir de sus subalternos!
El general Ramcke, entre otras cosas, ingresó, en la Primera Guerra, en la Marina Imperial Alemana; fue soldado en las batallas libradas en las ensangrentadas tierras de Flandes, y en los combates de defensa del cuerpo de voluntarios alemanes contra el Ejército Rojo en el Báltico; sirvió en el Ejército de 100.000 del Reich; combatió en Polonia; comandó la exitosa utilización de paracaidistas en Creta; y luchó en el Norte del África, donde él, con su Brigada de Paracaidistas, bajo el mariscal de campo Erwin Rommel, apoyó brillantemente las operaciones del Afrika Korps.
La grandeza interior del Ramcke hombre, su ejemplo como soldado y oficial, su dedicación para con sus paracaidistas, hacen que de él se pueda decir:
¡NUNCA LO HALLARÉ MEJOR!1

INTRODUCCIÓN

 

El presente libro no tiene otra finalidad que ser un simple relato de mis experiencias durante la defensa de la fortaleza de Brest, Francia, durante mi prisión y mi tratamiento como supuesto criminal de guerra en las cárceles de Inglaterra y Francia. Este relato abarca un lapso de más de siete años, tan decisivos para nuestra patria, de los cuales pasé quince meses tras los alambres de púas, y casi cinco años y medio tras los muros de una prisión.
Como es de público conocimiento, fui juzgado por un tribunal militar francés, y condenado, el 21 de marzo de 1951, es decir, seis años y medio después de la lucha por la fortaleza de Brest, a cinco años de trabajos forzados, y por ello fui infamado ante el mundo entero como criminal de guerra. Aun cuando esta sentencia no afecta mi honor de soldado, quiero, no obstante, hacer uso de mi derecho de establecer públicamente cómo se llevó a cabo contra mí el proceso de investigación y cómo se arribó a esa condena. Esto me parece necesario, pues a través de la sentencia del tribunal militar francés, aparecida en todos los diarios, podría llegar a creerse que efectivamente mis subordinados y yo hubiéramos cometido crímenes de guerra.
Me he preguntado frecuentemente si tiene sentido revivir el pasado y las injusticias cometidas por los adversarios. También me he preguntado con asiduidad si este relato podría promover un mejor entendimiento entre los pueblos. Pero en base a mis experiencias y convicciones llegué a la conclusión de que, luego del largo tiempo transcurrido desde 1945, debido en parte a la propaganda tendenciosa, y ya sea consciente o inconscientemente, en la mente de muchas personas hizo presa el concepto erróneo de que sólo del lado alemán ocurrieron injusticias, como si todas las demás naciones estuvieran libres de culpa y cargo. Tal sofisma no puede conducir jamás a la comprensión.
¡EL CAMINO DEL ENTENDIMIENTO PASA A TRAVÉS DE LA VERDAD!
Esta frase estaba frente a mis ojos mientras escribía algo de lo sucedido durante los largos años de cautiverio. Algo ¡no todo! Mucho no lo he mencionado; asimismo, mucho lo he vuelto a tachar en el manuscrito, pues quiero ahorrarle al lector el cuadro de la crueldad. Me anima el deseo de mostrar que, en esta segunda guerra mundial, no debe buscarse la injusticia sólo del lado alemán, coma tampoco la justicia, siempre y exclusivamente, del lado de los adversarios. Por mi parte, conozco y declaro, luego de un profundo y cuidadoso examen de conciencia, que mis acciones y órdenes de soldado no constituyeron nada de lo que yo deba avergonzarme, nada que estuviera sujeto a pena alguna. Sin embargo, según mi criterio y el de miles de soldados, hubo injusticia luego de exponerse jurídicamente la nefasta tesis de la culpa colectiva como base fundamental.
Cuando se arguye que del lado alemán hubo, de todos modos, mucha injusticia y crueldad, sólo puedo responder con las palabras de un poeta germano: “ninguna culpa puede empequeñecerse porque también el otro la haya cometido”. Esto es válido para ambos lados.
LA HORRIBLE PROPAGACIÓN DE IMPUTACIONES Y REFUTACIONES DEBE CONCLUIR DE UNA VEZ.
Por ello, este libro sobre mis experiencias durante la guerra y después de ésta, no es sólo para mí sino también para que se termine con la difamación y la mentira respecto a los soldados alemanes de la segunda guerra mundial.
En esta contienda de autodesgarramiento de los pueblos de cultura occidental, se luchó con tal dureza que es tiempo de que se reconozca que mal puede corresponderle a uno de los combatientes la toga de juez. Por fin, deben ser puestos en libertad los soldados que aún en 1951 están en prisiones extranjeras, sin sentencia, o cumplen penas con fallos en los que la pluma del magistrado fue dominada por el calor de la lucha y por el odio de la guerra, cuando ese juez era, hasta ayer, acerbo enemigo de los acusados. Ha llegado la hora de que, con miras a un futuro más venturoso, se ponga punto final a un pasado turbulento.
Esta es la “Hora 25” para que se abran las puertas de las prisiones a fin de esperar a todos cuantos se hallan detrás de las barreras de la “justicia” del vencedor por haber cumplido sus obligaciones de soldados para con su patria. Pero en aquellos casos en que existan dudas sobre la conducta del imputado, aun en hechos relativos a necesidades bélicas y cumplimiento de órdenes del servicio, el juzgamiento debería estar a cargo de tribunales neutrales y de acuerdo con las leyes alemanas e internacionales vigentes en aquel tiempo.
Así debería haber sido para que el cimiento de unión de los pueblos libres sea sólido, sin fisuras.
Es por eso que insisto en mi convicción de que no sólo es posible, sino también urgentemente necesario, que los pueblos de Europa, que ayer se mataban y herían, se unan para el trabajo conjunto en bien de la paz. Pero repito: sólo podrá existir tal unión si ésta se ejecuta sobre la base del respeto mutuo y de la igualdad de derechos para todos.
Cuando en 1940 estábamos en Francia como vencedores, un francés me expresó sinceramente que deseaba un entendimiento con Alemania, una paz “honorable, duradera, sin segundas intenciones”. Ahora sólo debo repetir estas palabras. Si luchamos por ello, podrán aventarse las tétricas sombras que se ciernen actualmente sobre Occidente como un anticipo de su caída, y podrán desaparecer, para siempre, del cielo de Europa, los jinetes del Apocalipsis.
Alemania quiere y puede aportar sinceramente su contribución. Sorprende él milagro de que Alemania, herida mortalmente en 1945, siga viviendo luego de media década y que por doquier se haya impuesto su ansia de vivir. Sorprende que, a pesar de su sangrienta división, haya crecido económica y culturalmente, y no haya quedado rezagada respecto a los pueblos menos afectados. ¡Cuánta fuerza vive aún en nuestro pueblo y, por ello, cuánta esperanza para un futuro mejor!
A pesar de todo lo ocurrido, deseo creer en ese futuro mejor de mi patria: tiene que ser una Alemania unificada, libre y feliz en una Europa unificada y libre; y asimismo, una Alemania en la que la verdadera virtud del soldado vuelva a ocupar el lugar que le corresponde.
¡Abandonar a Alemania (el corazón de esta parte de la tierra) significa entregar Europa! Y el corazón de Europa debe volver a ser fuerte y sano, si el cuerpo todo quiere estar lleno de vida.
Con estas palabras entrego este libro a todos los hombres de buena voluntad que quieran colaborar en la reconstrucción de Europa.
EL AUTOR

EPÍLOGO

 

Mi relato ha terminado. No obstante, no quiero cerrar este libro sin una seria advertencia; también entre Francia y Alemania debe existir una verdadera y duradera unión, y nuestra generación está llamada a conseguirla. Al regresar de las prisiones francesas, después de siete años de cautiverio, no es mi intención con este libro en que narro mis experiencias, engendrar nuevas amarguras y levantar nuevas barreras. Para la unión europea se necesita ineludiblemente el entendimiento de sus dos pueblos principales, Francia y Alemania. Para que ni aquí ni allá vuelva a repetirse lo que yo y muchos de mis camaradas tuvimos que sufrir, deseo de todo corazón el entendimiento con la nación francesa, en la que también conocí a muchos caballeros, a muchas personas de bien.