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La Gran Nación

Europa unida de Brest a Bucarest

Jean Thiriart

La Gran Nación - Europa unida de Brest a Bucarest - Jean Thiriart

136 páginas
20 x 13 cm.
Ediciones Nueva República
Colección «El Partisano Europeo» / 3

Barcelona, 2010

Cubierta a todo color, con solapas y plastifica
da brillo
Págs. interiores con fotografías
 Precio para Argentina: 90 pesos
 Precio internacional: 15 euros

“Thiriart nos propuso una Patria y los tecnócratas nos han dado su caricatura. ¿Resta eso valor a sus propuestas? No. En cualquier caso añade un motivo más de desprecio hacia la oligarquía irresponsable y sin rostro que ahora gobierna Europa. Los escritos de Thiriart siguen teniendo valor porque fueron propuestas atrevidas en su tiempo; porque fueron también propuestas lo suficientemente amplias y ambiciosas como para trascender más allá de su momento histórico; y porque fueron propuestas que merecen ser revisadas y actualizadas sobre todo ahora que, desaparecido el Telón de Acero, por primera vez son posibles.
Necesitamos ese Partido Europeo que construya Europa; necesitamos (más que nunca) esa Europa capaz de alumbrar con su luz al resto del mundo. […]
Sepamos leer sus escritos con atención y cuidado y descubriremos en ellos los gérmenes que algún día, no demasiado lejano, crecerán y darán forma a nuestro continente. Nos preguntábamos pocas líneas atrás ¿Quién en Europa está dispuesto a morir por esa bandera azul que representa un mercado y no una nación? Y la respuesta sigue siendo que probablemente nadie… Pero ¿quién de entre nosotros no estaría dispuesto a morir por la EUROPA grande que soñó Thiriart?” 
[del prólogo de Juan de Pinos

 

 

 

ÍNDICE

Prólogo a la edición española. Juan de Pinos               7
Agradecimiento                       11
Presentación. Léon Quittelier               15
Definición y misión                   19
Los enemigos de Europa                     25
Geometría política de Europa               41
Las Europas ilusorias               51
El realismo europeo                 61
La realización de Europa                     69
Principios                     77
El hombre                    87
Aplicación-modalidades                      95

Anexo
Las prohibiciones atómicas:
un intento de estrangular a Europa. Jean Thiriart  123

PRÓLOGO A LA EDICIÓN EN LENGUA ESPAÑOLA

Leyendo a Thiriart, como leyendo al Mosley europeísta de la postguerra, uno siente una extraña sensación de inco­modidad. No son los autores, que siguen siendo grandes ejemplos tanto en su vida política como en sus ideas; ni las ideas, que siguen siendo correctas; no son las palabras, que fluyen y sabemos tenían razón en lo definitivo; sino que los tiempos históricos fallan. Thiriart en los años sesenta esta­ba escribiendo para una Europa que no acabó de llegar. La Europa de los años sesenta, en que se escribieron las páginas que estáis a punto de leer, estaba aún desunida; estaba además llena de gente que desconfiaba entre sí y de unos vecinos con los que habían combatido hacía me­nos de una generación antes. El Mercado Europeo tenía sólo seis miembros y hablar de una moneda europea era una utopía. La Europa que imaginaba Thiriart y en la que proyectaba sus ideas políticas, deseaba acabar con esa desconfianza, con esa división, pero era muy distinta de la Europa relativamente "unida" en la que vivimos ahora. Mucho ha cambiado desde que Thiriart escribió estas páginas en 1965. Un bloque, el soviético, que creíamos eterno, existía todavía y proyectaba su sombra sobre toda la política interna europea. Aquellos lectores nacidos en los ochenta que lean estas páginas difícilmente podrán comprender el peso que supuso aquella sombra sobre una generación que había visto la revolución comunista bajo su peor aspecto, en las tierras de Europa Oriental invadi­das al final de la Segunda Guerra Mundial, y tampoco po­drán, en consecuencia, darse cuenta del mérito y el valor que implicaba en aquellos momentos declararse contra la OTAN y renunciar a la supuesta "protección norteameri­cana". El antiamericanismo que después, y en demasiadas ocasiones, se ha convertido en un recurso fácil y sin ries­gos para demostrar que uno es revolucionario, implicaba muchos riesgos y rechazos reales cuando Thiriart lo esbo­zó en sus escritos.
Gran parte de las proyecciones históricas de Thiriart no se han cumplido. El capitalismo ha sabido reinventarse en vez de hundirse, la gran burguesía oligárquica ha demos­trado que tiene una capacidad para reinventarse y sobre­vivir que va más allá de lo decentemente imaginable. El comunismo ha desaparecido, y dejado tras de sí una serie de países que parecen haber mantenido su carácter euro­peo mucho mejor bajo la tiranía abierta del comunismo que aquellos otros países, los occidentales, que sufrieron la tiranía encubierta del consumo. Finalmente estos escri­tos coincidieron con un momento de retroceso norteame­ricano en que Thiriart vio una retirada general... ¿quién en 1965, o en 1977, podía creer que Estados Unidos fue­ra a ganar la Guerra Fría? Pero sobre todo, quién podía preveer la completa inversión de valores éticos, morales, educativos y familiares que explotó en el 68 a lo largo de Occidente, destruyendo la familia tradicional, invirtien-do los valores, ensalzando las sexualidades alternativas, privando a los maestros de su autoridad, igualando por lo bajo todas las manifestaciones culturales. Con todos sus crímenes, que fueron muchos, al menos el comunismo mantuvo a sus ciudadanos a salvo de la miseria de esa contracultura autodestructiva nacida en California y ex­tendida como lepra al resto del mundo. Thiriart habla de una Europa, grande, libre, armada, cen­tro del mundo, mucho antes de que lo hiciera la mayor parte de los tecnócratas que crearon esta Europa pequeña en la que vivimos, esta Europa no necesariamente mísera pero sí sin peso en la esfera mundial. Cuando Thiriart habla de nacionalismo europeo, cuando escribe NACIÓN-EUROPA, piensa en un Estado en el que merezca la pena vivir, pero también en una Patria por la que merezca la pena morir. Los tecnócratas que nos dieron primero el Mercado Común, después el euro y la Unión Europea, nos han dado por el contrario una Europa en la que es cómodo vivir, sobre todo si no pretendes vivir de acuerdo con tu cultura, si no pretendes ser independiente y si no esperas ser tratado como un igual por los norte­americanos. Lo que no nos han dado es una Patria común digna de tal sacrificio... ¿Quién en Europa, incluso entre los europeístas está dispuesto a morir por esa bandera azul que representa un mercado más que una nación? Proba­blemente nadie, y menos que nadie, aquellos que sí somos nacional europeos y deseamos una Nación Europea. Desde el Mercado Común y la Unión Europea nos han dado una Europa castrada, sin más importancia que la eco­nómica, desarmada y sin peso a la hora de tomar las gran­des decisiones políticas sobre el mundo que nos rodea. Esto hace particularmente dolorosa la lectura de algunas páginas de Thiriart. Aquellas páginas en que hace propues­tas que fueron revolucionarias cuando él las planteó por vez primera, como una moneda única, pero que han sido después desprovistas de impacto y lejos de convertirse en un instrumento de la libertad europea se han unido a la am­plia panoplia de instrumentos empleados para oprimirla. Thiriart nos propuso una Patria y los tecnócratas nos han dado su caricatura. ¿Resta eso valor a sus propuestas? No. En cualquier caso añade un motivo más de desprecio hacia la oligarquía irresponsable y sin rostro que ahora gobier­na Europa. Los escritos de Thiriart siguen teniendo valor porque fueron propuestas atrevidas en su tiempo; porque fueron también propuestas lo suficientemente amplias y ambiciosas como para trascender más allá de su momento histórico; y porque fueron propuestas que merecen ser re­visadas y actualizadas sobre todo ahora que, desaparecido el Telón de Acero, por primera vez son posibles. Necesitamos ese Partido Europeo que construya Europa; necesitamos (más que nunca) esa Europa capaz de alum­brar con su luz al resto del mundo. La fortuna ha querido que esa Europa ya no sea tan sólo la Occidental sumada a la Oriental, sino que a ella pueda unirse una Rusia liberada del comunismo, que cada día parece reencontrar nuevas conexiones con su cultura tradicional y su historia pre-soviética. Thiriart es ahora estudiado en Rusia, tanto como en España o Bélgica. Y las partes más gloriosas de su sue­ño, aquellas que hablan de llevar la frontera de una Europa Unida más allá de los Urales, son finalmente posibles. Sepamos leer sus escritos con atención y cuidado y descubriremos en ellos los gérmenes que algún día, no dema­siado lejano, crecerán y darán forma a nuestro continente. Nos preguntábamos pocas líneas atrás ¿Quién en Europa está dispuesto a morir por esa bandera azul que representa un mercado y no una nación? Y la respuesta sigue siendo que probablemente nadie... Pero ¿quién de entre nosotros no estaría dispuesto a morir por la EUROPA grande que soñó Thiriart?

Juan de Pinos

AGRADECIMIENTO

Con gratitud hacia esos hombres que me han animado, ayudado; que se han comprometido a mi lado en esta lu­cha titánica engendrada por el desafío que hemos lanzado: hacer Europa.
Son ya muchos para que pueda citarlos a todos. Debo sin embargo dar algunos nombres de gente que se ha señala­do por su lealtad para conmigo.
En Francia son Gerard Bordes y Francis Thill; en Italia Pierfranco Bruschi, Massimo Constanzo, Claudio Mutti, Claudio Maranelli, Claudio Orsi, Lucio Martelli, Renato Cinquemani; en España Pedro Valles; en Portugal Joachim Rafael Duarte y José Manuel Santos Costa. En Bélgica deseo agradecérselo particularmente a Yvan Hardy, Robert De Martelaere, Marcel Ponthier, Francis Krauthausen, Raymond Folville, Rene Dastler y León Quittelier.
Nunca podré olvidar a aquel amigo que, adivinando que estaba en un periodo de prueba moral y sabiendo que no soy cristiano, me dijo "he rezado por ti". Una mención excepcional le será concedida a mi esposa Alicia Thyssens, colaboradora de todo momento.
Finalmente mis dos nietos me perdonaran el haber sacri­ficado deliberadamente una importante situación social a favor de un ideal del que no pueden aún medir la impor­tancia. Mi esposa, mi madre y mis hijos me perdonarán también el haberlos privado demasiado a menudo del afecto que les debía en tanto que esposo, hijo y padre.
Jean Thiriart
Octubre de 1965

CITA

En todo humanismo hay un elemento de debilidad que procede de su repugnancia hacia todo fanatismo, de su tolerancia y de su inclinación hacia un escepticismo in­dulgente, en una sola palabra: de su bondad natural. Lo que nosotros necesitamos hoy, sería un humanismo militante, un humanismo que afirmaría su virilidad y es­taría convencido de que el principio de la libertad, la to­lerancia y el libre examen, no debe dejarse explotar por el fanatismo sin remordimiento de sus enemigos. ¿Es acaso incapaz de resucitar el humanismo europeo?
Thomas Mann
Advertencia a Europa 1937

CITA

Este texto tiene un doble objetivo: ante todo, está desti­nado a mostrar al público algunas de nuestras posiciones fundamentales; servirá, además, de manual de combate a nuestros militantes y miembros.
Exponemos en él una gran cantidad de problemas, dando para cada uno de ellos, los esquemas, la orientación si así se quiere, de nuestra solución. Cada una de las tesis del texto merecería, ya lo sabemos, explicaciones mucho más voluminosas, pero nuestra "autonomía" financiera nos li­mita a una brevedad un tanto espartana.
El lector podrá sin embargo discernir el sentido de nuestra acción, su espíritu y su método. Tan sólo le faltará esco­ger. Optar a favor o en contra. Estamos profundamente convencidos que de esta elección depende el futuro de Europa, es decir el futuro de todos los europeos, los del Este como los del Oeste, tanto hombres libres, como ciu­dadanos libres de una nación libre. Todo el mundo habla de Europa. Todo el mundo tiene una fórmula para "hacer Europa". Todo el mundo desea Euro­pa y sin embargo Europa no se construye. Por el contrario lo poco que se ha edificado es cuestionado sin cesar, si es que no ha sido ya destruido.
¿Por qué? Porque a todas las fórmulas propuestas hasta ahora les falta lo esencial, les falta vida. No se construirá Europa sino se cree en ella profundamen­te. Si no se cree en Europa. Si no se la siente ya como un todo, si no se la vive hoy como ayer vivíamos cada uno de nosotros nuestra pequeña patria. No se construirá Europa sin amarla, sin respetarla, sin sentimos orgullosos de ella. No se construirá Europa sin suscitar un profundo senti­miento nacional europeo, el único que puede superar el pequeño nacionalismo, y el único que puede dar hoy a la acción política de los europeos, sentido y eficacia. La Europa de las Patrias es la Europa de ayer; es una Europa de acuerdos, pactos, discusiones; es una Europa siempre discutida.
La Europa sin naciones, es una construcción abstracta, un esquema de tecnócratas, es la vía más rápida hacia la satelización y la sumisión a los grandes bloques extranjeros que son, ellos sí, vigorosamente nacionalistas, implaca­blemente imperialistas.
Europa, esa "perla del globo", "ha dado imprudentemente fuerzas desmesuradas a la masa" advertía Paul Valery, ya en 1919.
Bien, puesto que es el caso, importa que también noso­tros europeos formemos una masa. Para nosotros es una cuestión de vida o muerte. La formula que aportamos -el Partido Comunitario Europeo— es la única que puede dar a todos los europeos una conciencia neta de la solidaridad de su destino. La comunidad de destino se llama comuni­dad de voluntad. Es este futuro en común el fundamento del nacionalismo europeo, como es fundamento del Parti­do Comunitario Europeo.
Ayer las naciones fueron forjadas por la voluntad de los soberanos.
Las naciones modernas son obra de los Partidos, pero de los partidos históricos más que de los políticos. Para llenar esa misión histórica, nuestro partido responde a tres condiciones de base:
1. Es el elemento de unión de la gran Europa: se dirige a toda Europa, no tan sólo a Europa Occidental, y puede acoger todas las "opiniones políticas" en la medida en que esas opiniones no sean inspiradas por una de las dos po­tencias extranjeras que ocupen Europa.
2. Es supranacional: el partido tiene, para nosotros, primacía sobre la pequeña nación que nos ha visto na­cer porque, para nosotros, el Partido es Europa y somos conscientes de que sirviendo ante todo a Europa servimos mejor a nuestra pequeña patria.
3. Finalmente, es revolucionario porque propone nuevas estructuras, necesarias si se desea un día reunir verdade­ramente, en un sólo estado, a nuestra Europa, hoy partida en dos y sometida a sistemas políticos opuestos.
El Partido Comunitario Europeo es desde ahora la Europa legítima porque el interés de Europa es para el la ley su­prema. El Partido es ya la Nación Europea.
Es por eso que mañana, cuando todos los falsos profetas y aprendices de brujo sean desenmascarados, cuando Eu­ropa desespere tal vez de sí misma, es desde el Partido Comunitario Europeo que surgirán, de forma natural, los hombres que construirán finalmente Europa.

Léon Quittelier
Septiembre de 1965