Libreria Argentina Libreria Argentina Libreria Argentina

 

Análisis histórico de la dependencia argentina

 

José María Rosa

 

Análisis histórico de la dependencia argentina - José María Rosa

132 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2020
, Argentina
tapa: blanda,
 Precio para Argentina: 470 pesos

 

 

 

 

 

Análisis Histórico de la Dependencia Argentina es un estudio indispensable para comprender el proceso histórico argentino tanto como su actualidad. Los episodios que jalonan este proceso hasta 1880 resultan paradigmáticos para el presente; la apertura del puerto de Buenos Aires, el Banco Nacional, la enfiteusis, los empréstitos con los centros imperialistas, la política económica después de Caseros, culminan en 1880 afirmando nuestro status colonial. Frente a ello se halla el proyecto nacional encarnado en don Juan Manuel de Rosas como conductor de un pueblo.
La conclusión de este estudio no es meramente histórica: “el imperialismo no es tanto una imposición desde afuera; es, sobre todo, una aceptación desde dentro. Un país es colonia cuando quiere serlo, cuando existe una voluntad de coloniaje de su clase dirigente”. Hoy, como ayer, el desafío es liberación o dependencia.
Ya desde sus inicios, el factor que disgregaría la herencia española en muchas hijuelas debe buscarse en la acción externa y no en los propósitos internos. La debilidad de las Indias fue algo buscado por quienes aun intentan dominarnos.

Se ha tomado el período que abarca desde 1809 – apertura del puerto de Buenos Aires – hasta fines de la década de 1870, por considerar que este tramo, tan deformado por la historia “liberal”, contiene ya aquellos elementos claves que se manifiestan, de alguna manera, en la actualidad: las formas básicas del coloniaje y la dependencia y las luchas populares por la liberación. En el decir de nuestro autor: “Somos lo de hoy por un proceso vivido ayer y que nos llevará a mañana. Conocer y comprender ese proceso, es la manera racional de integrarse con la comunidad para nosotros, que hemos sido despojados de nuestras tradiciones. Comprender el pasado, entrever el futuro, iluminar el camino a recorrerse. El Pueblo que sabe su historia, se ha dicho, sabe dónde va porque no ignora de dónde viene”.

 

ÍNDICE


Presentación general7
Prólogo13
Nota del editor18
I.- La colonia19
1. El Imperialismo y la colonia.21
2. Apertura del puerto de Buenos Aires.23
3. Política británica ante la Revolución de Mayo.25
II.- Rivadavia31
1. El Banco de Buenos Aires.32
2. El Banco Nacional.38
3. El Empréstito.45
4. La Enfiteusis53
5. La Colonización60
6. La “River Plate Minning Association”64
7. La guerra argentino-brasileña69
III.- Rosas75
1. El Primer Gobierno de Rosas76
2. Efectos de la libertad de comercio.78
3. La Ley de Aduanas de 1835.80
4. Política Económica de Rosas.82
5. Las intervenciones extranjeras85
6. El conflicto con Francia (1838-1840)86
7. La intervención anglo-francesa (1845-1850)90
8. Caseros.97
IV.- La organización103
1. Abrogación del proteccionismo106
2. Consecuencias de “la Organización”108
Conclusiones119
Vocabulario123



Presentación general

 

Vivimos una época de profundas transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales.
Una de las fuerzas que impulsan este proceso constituye, a su vez, una de sus expresiones más típicas: consiste en que los pueblos pobres y los pobres de los pueblos se resisten a seguir siendo objeto de coloniaje y explotación.
Van tomando una conciencia cada vez más lúcida y combativa de su dignidad y de sus derechos; por lo mismo, quieren constituirse en sujetos – protagonistas verdaderos – de su historia y de la historia.
Se genera así un proceso de aspiraciones crecientes, que está en la base de los grandes cambios revolucionarios actuales. En efecto, las aspiraciones – con las correlativas frustraciones crecientes – comportan una carga psicológica de incontenible dinamismo revolucionario.
En este contexto, los pueblos pobres – sujetas a las más diversas formas de colonialismo perciben que la alternativa histórica ya no radica en el pretendido dilema subdesarrollo-desarrollo, sino en el de DEPENDENCIA-LIBERACIÓN.
Durante varias décadas consecutivas, los teóricos de los países centrales exportaron sus ideologías sobre el “desarrollo” a las naciones periféricas. El presupuesto básico de sus afirmaciones consistía en considerar al desarrollo como un proceso lineal y unívoco.
Las naciones llamadas subdesarrolladas llegarían al estadio alcanzado por las desarrolladas, al eliminar ciertos obstáculos sociales, políticos, culturales e institucionales y al movilizar ciertos mecanismos económicos, políticos y psicosociales, capaces – hipotéticamente – de provocar un desarrollo autosostenido.
La realidad se encargó de demostrar elocuentemente, especialmente en la década del 60, la falacia de tales ideologías “desarrollistas”, particularmente para América Latina. Es que tales teorías olvidan – o pretenden hacernos olvidar – que el subdesarrollo es la otra cara del desarrollo. Nosotros somos subdesarrollados porque ellos, al crecer en una situación de dominación desarrollan paradojalmente nuestro subdesarrollo y consolidan nuestra dependencia.
Por eso, América Latina ocupa entre todos los países del Tercer Mundo un lugar privilegiado en la toma de conciencia del dilema DEPENDENCIA o LIBERACIÓN.
Los sectores más lúcidos de nuestros pueblos perciben que de esta opción fundamental dependerá su verdadero desarrollo. De esta manera, la idea de liberación – a pesar del tremendo manoseo de que es objeto al ser empleada aun por las fuerzas más reaccionarias – constituye un leit-motiv generador de expectativas y catalizador de inusitadas e imprevisibles energías.
Desde los púlpitos hasta las barricadas, desde las cátedras hasta los grupos guerrilleros, desde los libros hasta los fusiles, desde los centros fabriles urbanos hasta las organizaciones agrarias más periféricas, apelando a Cristo, Marx, Mao o Perón, la palabra “liberación” provoca una sintonía de luchas y esperanzas como tal vez nunca vivió América Latina.
Sin embargo, si es cierto que no se puede entender la moderna historia latinoamericana sin este dinamismo liberador, tampoco se puede comprender su estructura sin objetivar con precisión la realidad correlativa: la dependencia. De allí que no puede hablarse en serio de la liberación si no se enfrenta frontalmente la dependencia.
Obviamente, la situación se perfila de manera diversa en los distintos países. América Latina ya no es un monstruo monolítico, ni política, ni económica, ni sociológicamente. Con todo, esta realidad estructural define – directa o indirectamente – la situación de todos nuestros países. En tal concierto, el nuestro ocupaba – hasta hace muy poco – un lugar tristemente privilegiado. Consiguientemente no podemos ignorar ni el contenido, ni las principales dimensiones de este fenómeno trágico para la Argentina y el Tercer Mundo, en general.
Antes que nada, la dependencia es un fenómeno estructural. Afecta de una manera tan radical la realidad de los países periféricos que constituye un cemento interno, visceral a los mismos.
Por tanto, ni debe entenderse en términos de una especie de determinación mecánica de lo interno por lo externo, ni debe objetarse como una yuxtaposición inorgánica de realidades compartimentadas. Existe una estructura dependiente, en la que todas las dimensiones que la expresan (económica, política, sociológica, científico- tecnológica....) se vertebran e integran ajustadamente. Esta estructura tiene además un alma: es la cultura de le dependencia que informa, penetra y articula todo el conjunto. Porque lo más grave de la colonización imperial radica en que el mismo proyecto del colonizador se introyecta en el ethos de una sociedad determinada, gracias a la complicidad de las oligarquías nativas. De ese modo, la dependencia hiere lo más profundo de un pueblo: su ser nacional. Los valores autóctonos quedan marginados y el mismo ser nacional resulta desfigurado, tullido.
La dependencia, por tanto, corta transversalmente toda la historia y marca horizontalmente todas las estructuras nacionales.
De allí la importancia capital de un diagnóstico circunstanciado, múltiple e integrado de la misma. Tanto más cuanto la falencia y el agotamiento del proyecto colonial que desfiguró nuestra historia y signa nuestro presente, cobra caracteres cada vez más intolerables.
Pero hay más. Los sectores oprimidos perciben con lucidez creciente que la ruptura del “orden dependiente”, que el enfrentamiento decisivo contra los centros hegemónicos y sus cómplices nativos se impone como una necesidad perentoria para lograr la liberación nacional y social. Buscar mejorar el “orden actual”, con parches “desarrollistas” o “modernizantes”, resulta cada vez ilusorio. Los argentinos tenemos muchas experiencias amargas, en tal sentido. “No se puede vertir el vino nuevo en odres viejos”. La aplastante mayoría que se expresó el 11 de marzo, contra la dependencia abre para el país enormes perspectivas de liberación.
Sin embargo, sería operativamente ineficaz la euforia por la liberación si no nos impulsara a dimensionar adecuadamente la calidad de la dependencia y la pluralidad de sus expresiones. De allí la necesidad de un enfoque interdisciplinar y orgánico de este fenómeno, no tanto para proporcionar diagnósticos a hombres de gabinete, cuanto para brindar puntos de partida a los que creen, trabajan y luchan por la liberación.
Esta es la tarea que asumimos en la colección que presentamos, a través de diversos fascículos, en cada uno de los cuales se van abordando distintas dimensiones de la Dependencia Argentina. Aunque cada uno de ellos tiene su autonomía, sólo el conjunto permite una percepción orgánica integrada del fenómeno.
En este contexto, hemos otorgado un lugar importante al análisis socioreligioso, teológico y pastoral del problema. Hay en ello una justificación no sólo sociológica sino estratégica. Porque estos enfoques, por un lado, evidencian cómo la dependencia inficiona todas las instituciones sociales, sin excluir las religiones inculturadas en el sistema. Por otro, quieren hacernos tomar conciencia de la insustituible gravitación estratégica que juega una fe liberadora en una Iglesia liberada y al servicio de la liberación.
Por supuesto, la liberación de la misma Iglesia se inserta en el Proceso global de liberación – nacional y social – pero en una relación dialéctica mutuamente enriquecedora.
Finalmente, la necesidad de enfocar directamente la realidad argentina no nos hace perder de vista nuestra integración en la patria grande latinoamericana. De allí el título que preside la colección: “DIMENSIONES DE LA DEPENDENCIA ARGENTINA EN SU CONTEXTO LATINOAMERICANO”. Unidas en el primer proceso emancipador, víctimas por igual de la balcanización y del neocolonialismo posterior, las naciones latinoamericanas son también solidarias en esta formidable marcha hacia la liberación que constituye nuestro desafío contemporáneo.
Concluimos aquí la presentación, pero dejamos abiertas las puertas al aporte crítico y a la discusión creadora, mientras preparamos la futura colección sobre “Proyectos concretos de Liberación”.

ALDO S. BUNTIG
Director del CIOS y Responsable del comité de Redacción.

Prólogo

 

 

América, la América nuestra que “aún reza a Jesucristo, y aún habla el español” quedó partida en veinte republiquetas dispares y opuestas al empezar su vida independiente. No fue por voluntad de sus pueblos, y – salvo contadas excepciones – tampoco de sus conductores. Las antiguas colonias españolas no se unieron en una federación como las ingleses o las portuguesas, y no puede buscarse este divorcio en una disimilitud de modalidades, que no la hubo. Más, pero mucho más distintos eran los pueblos de Nueva Inglaterra de los de Virginia en hábitos, economía y hasta formas sociales, y sin embargo formaron los Estados Unidos, pese a sus diferencias. Como tampoco había otra similitud que la comunidad de lenguaje y la conciencia de formar una nacionalidad entre el Pernambuco algodonero y fuertemente esclavista del Brasil, y la provincia de Río Grande Del Sur, de economía pecuaria y población preponderantemente blanca.
Fue, en consecuencia, una causa exterior la que motivó la partición española. No la voluntad de los escindidos, fuera de algunos doctrinarios que no atinaban a ver otra cosa que el Estado y nunca comprendieron, ni sintieron lo que era una nacionalidad. La verdad es que el factor que disgregaría la herencia española en muchas hijuelas debe buscarse en la acción externa y no en los propósitos internos. No fuimos una nación, porque no nos dejaron serlo; porque se buscó desde afuera la debilidad de las Indias (el viejo nombre español del continente, que alguna vez debemos reivindicar para distinguirnos de la otra América) a fin de sujetarlas mejor al dominio foráneo. Porque la verdad, desgraciadamente, es que salimos del Imperio Español que nos ataba con débiles lazos económicos y políticos, para caer en otros dominios, no por escondidos menos potentes. Salimos del Imperio pare caer en el imperialismo. Y para los nuevos amos convenía mejor nuestra desunión que nuestra reunión; es la regla, tan antigua como la política, del divide et impera.
Pese e ello, no ha podido matarse la fraternidad entre las Indias. Nos hicimos guerras muchas veces, pero el análisis sereno de le historia nos muestra el impulso de afuera que nos llevaba a enfrentarnos. Eran curiosas guerras sin odios de pueblos como aquella de la Confederación Perú-Boliviana contra la Confederación Argentina y la República de Chile en 1837; o la Argentina y Oriental contra los paraguayos en 1865. En aquélla puede verse la mano de Francia e Inglaterra, así como en ésta la de Brasil –también combatiente – y desde luego la inglesa. Igualmente podemos decir de todas las guerras del continente: la del Pacífico de Chile contra Bolivia y Perú en 1879, en que las empresas norteamericanas o británicas disputaron con sangre indiana la posesión de guaneras o salitrales; o la muy reciente de Paraguay y Bolivia enfrentados por el dominio – que siempre será foráneo – de los pozos de petróleo.
Guerra sin odios; guerras entre hermanos movidas por hilos que se manejan desde afuera, fueron las nuestras. Pese a ellas, pervive la conciencia de una comunidad nacional, el “estremecimiento que corre por las vértebras gigantes de los Andes”, que dijera Darío, cuando algunos de los Estados de origen español reciben el castigo de los poderosos de afuera.
A esa conciencia de formar una nacionalidad escindida desde afuera, corresponde la conciencia de que no somos independientes por el simple hecho de prestar un juramento en algún Congreso y firmar en Acta plena de solemnidades. No somos independientes, pero queremos serlo ¡vive Dios! Nuestros padres nos dieron, con su juramento y su voto, una personalidad política más aparente que real, es cierto, pero no pudieron hacer más. A nosotros incumbe darle alma y vida a ese voto; conquistar la verdadera independencia que es manejarnos en lo material y político por nuestras exclusivas conveniencias. Por patriotismo en primer lugar; pero también convencidos que no puede haber justicia social en las colonias.
Donde vive y se manifiesta un pueblo, encontramos independencia económica y justicia social. Lo vemos en la Banda Oriental de José Artigas con sus disposiciones aduaneras y leyes de tierras dictadas al tiempo que el Caudillo luchaba como un jaguar contra loa invasores; en el Paraguay de Gaspar Rodríguez de Francia, alguna vez llamado “estado socialista” porque la fuerte personalidad del gobernante apoyado en el pueblo se impuso a los militares y los ricos; en la Confederación Argentina de Juan Manuel de Rosas con su ley de aduana proteccionista, disposiciones agrarias e incautación del Banco Inglés que era dueño de la economía y el crédito interno. Esa Argentina que duró hasta mediados del siglo XIX, también llamada “socialista” por Laurent de l’Ardeche, porque no había clases dominantes sino una masa interpretada por un jefe. Pues el pueblo no gobierna por Directorios ni por gerentes sino por caudillos.
Rosas fue un auténtico caudillo que atinó a comprender al pueblo que conducía. Era un estanciero, pero no lo movieron impulsos de clase en su acción gobernante porque antes que estanciero era argentino – o mejor dicho “americano”, como gustaba decirse–. Su política perjudicó a los estancieros, que anteponían los patacones a lo Patria, porque Rosas no se amilanaba ante bloqueos que perjudicaban las exportaciones pecuarias si era necesario defender los intereses superiores de la nación. Su economía favoreció a los industriales y a los pequeños propietarios de la tierra. Era porteño, pero Buenos Aires no preponderó sobre el interior, y atinó e quitar los recelos de las provincias contra el Puerto que amenazaba dislocar en más porciones el antiguo Virreinato. Construyó la Confederación Argentina en el Pacto Federal, y supo preservarla con mano férrea y habilidad de conducción.
Lo que no obsta para que algunos teóricos superficiales repitan por ahí que Rosas, por el hecho de ser hombre de Buenos Aires y estanciero, debió hacer una política favorable al Puerto y a los ganaderos. Si así hubiera sucedido (no se les ocurre discurrir a estos historiadores a pálpito), Rosas debió ser la figura prócer por excelencia de la Argentina de mentalidad portuaria y hacendada que se afirmaba en la segunda mitad del siglo XIX. Debió tener estatuas, avenidas y ciudades con su nombre, porque las oligarquías son agradecidas. Pero si no ocurrió así, si Rosas fue precisamente la figura nefasta para la Argentina portuario y hacendada debemos necesariamente suponer que no fueron los intereses de clases ni las conveniencias del puerto quienes movieron su acción.
Aprovecho que he mencionado a Rosas para hacer una rectificación el Profesor H. S. Ferns, quien en su reciente libro Argentina dice que la ley de aduana de Rosas, dictada en 1835, fue derogada en 1838 y por lo tanto el mentado proteccionismo de Rosas sólo existió durante tres años. Ferns no ha leído con detención las fuentes históricas, porque entonces sabría que la ley de aduana no fue derogada en 1838, sino suspendida ya que el bloqueo francés de ese año obligaba a quitar las trabas a la importación. Pero terminado el bloqueo en 1840 con el tratado Mackau-Arana, no solamente quedó establecida la ley de aduana de 1835, sino que se elevaron los aranceles aduaneros.
Una segunda suspensión de la medida proteccionista habrá en 1845 al producirse el bloqueo anglofrancés, que será dejada sin efecto en 1847 cuando Howden levante el bloqueo en nombre de Inglaterra. La Ley de aduana del 18 de noviembre de 1835 se encontraba en plena vigencia, y aumentada con los adicionales de 1840, al producirse el 3 de febrero de 1852 la caída de Rosas.
Sólo será suprimida en 1854 por le legislatura del “Estado de Buenos Aires” que adoptó el libre comercio.

José María Rosa

Nota del editor

 

 

Los diversos episodios, desarrollados a lo largo de este fascículo, dan un enfoque histórico global de nuestra dependencia. Hemos tomado el período que abarca desde 1809 – apertura del puerto de Buenos Aires – hasta fines de la década de 1870 ; consideramos que este tramo, tan deformado por la historia “liberal” contiene ya aquellos elementos claves que se manifiestan, de alguna manera, en la actualidad: las formas básicas del coloniaje y la dependencia y las luchas populares por la liberación. En el decir de nuestro autor: “Somos lo de hoy por un proceso vivido ayer y que nos llevará a mañana. Conocer y comprender ese proceso, es la manera racional de integrarse con la comunidad para nosotros, que hemos sido despojados de nuestras tradiciones. Comprender el pasado, entrever el futuro, iluminar el camino a recorrerse. El Pueblo que sabe su historia, se ha dicho, sabe dónde va porque no ignora de dónde viene”.
La organización y sistematización de los textos del autor fue realizada por el Sr. Jorge Soneira, previa consulta y con la aprobación final del Dr. José María Rosa. Se utilizan para este trabajo, fundamentalmente, las siguientes obras :

Defensa y Pérdida de nuestra Independencia Económica, (varias ediciones). (citada como DPIE)
Rivadavia y el Imperialismo Financiero, Ed. Peña Lillo, Bs. As., 1964. (citada como RIF)
Historia Argentina, Edit. Oriente, Bs. As., 1965.
Rosas nuestro contemporáneo, Edit. La Candelaria, Bs. As., 1970. (citado como RNC)