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La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas

«La verdadera historia de la guerra del Paraguay»

José María Rosa

La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas – «La verdadera historia de la guerra del Paraguay» - José María Rosa

340 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2021
, Argentina
tapa: blanda
 Precio para Argentina: 1170 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La guerra del Paraguay debería ser estudiada como el gran acontecimiento histórico que definiría si América volvía a ser grande y poderosa o si caía bajo el poder extranjero que pretendía mantenerla postrada.
La guerra en sí fue el final de un drama que bien podría llamarse el ocaso de la nacionalidad. Una tragedia de veinte años, con reminiscencias wagnerianas, que descuajó la América española y le quitó la posibilidad de integrarse en una nación. Fue la última tentativa de una gran causa empezada por Artigas en las horas iniciales de la Revolución, continuada por San Martín y Bolívar al cristalizarse la independencia, restaurada por la habilidad y férrea energía de Rosas en los años del sistema americano, y que tendría en Francisco Solano López su adalid postrero. Causa de la Federación de los Pueblos Libres contra la oligarquía directorial, de una masa nacionalista que busca su unidad y su razón de ser frente a minorías extranjerizantes que ganaban con mantener a América débil y dividida; de la propia determinación oponiéndose a la injerencia foránea; de la patria contra la antipatria, en fin, que la historiografía colonial que padecemos deforma para que los pueblos hispanos no despierten del impuesto letargo. Causa tan vieja como América. Narrarla es escribir la historia de nuestra tierra, es separar a los grandes americanos de las pequeñas figuras de las antologías escolares.
Es por eso que el gran historiador argentino, José María Rosa, lo trata aquí con sentimiento de Patria Grande, sin circunscribirse a los colores de los mapas ni a las divisiones contemporáneas de una organización administrativa. Porque cree, con los hombres de la Independencia y de la Restauración, que los hispanoamericanos somos parte de una hermandad escindida por intereses foráneos que supieron jugar con habilidad con las contraposiciones locales, las ambiciones bastardas, o simplemente las tonterías de nuestros gobernantes. Nuestra América (o, para darle el nombre creado por Colón cuando el descubrimiento, las Indias Occidentales) no consolidó la Nación poderosa que le reservaba el destino, pero alienta en todos sus habitantes —en casi todos— la esperanza de una unidad que es seguridad de fortaleza.
Por ello fue que Juan Manuel de Rosas quiso legar su espada a Francisco Solano López en los años trágicos de la resistencia paraguaya. De la misma forma que San Martín le hizo llegar a él su espada «por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de la Patria», el Gran Americano dio orden de entregar a López «la espada militar y diplomática que me acompañó durante me fue posible sostener esos derechos, por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de su Patria».
José María Rosa entiende que en este hecho histórico se simboliza el destino de los pueblos americanos. La guerra del Paraguay fue un epílogo. El final de un drama cuyo primer acto está en Caseros el año 1852, el segundo en Cepeda el 59 con sus ribetes de comedia por el pacto de San José de Flores el 11 de noviembre de ese año, el tercero en Pavón en 1861 y las «expediciones punitivas» al interior, el cuarto en la invasión brasileña y mitrista del Estado Oriental con la epopeya de la heroica Paysandú, y el quinto y desenlace en la larga agonía de Paraguay entre 1865 y 1870 y la guerra de montoneras en la Argentina de 1866 al 68.

 

ÍNDICE

Prologo a la primera edición15
Prólogo a la presente edición17
Primera parte: Antecedentes
I.- Francisco Solano López21
La República del Paraguay en 186224
II.- Hegemonía brasileña después de Caseros27
Rosas y Brasil27
La política brasileña después de Caseros29
Hegemonía brasileña (1852 a 1860)31
El marqués de Abrantes, ministro de extranjeros (1860 a 1862)32
III.- Maua35
«Labor improbus omnia vincit…»35
El banquero36
Caída de Rosas37
El Banco Mauá y Cía38
La guerra desdichada39
IV.- La «diplomacia del patacón» en la Argentina y el Estado Oriental41
Los restos de un naufragio41
La «diplomacia del patacón» (1865)44
Oposición a la injerencia brasileña en la Argentina46
Mayo y Caseros, para don Carlos47
V.- La «diplomacia del cañón» y Paraguay (1853-1858)49
Brasil y Paraguay49
La «diplomacia del cañón»51
¡Independencia o Muerte!53
«La guerra será inevitable»54
«¡Miente usted!»55
Misión Paranhos: la paz o la guerra56
VI.- Paraguay e Inglaterra: la cuestión Canstatt59
La diplomacia del «marinero herido»59
La lección de Rosas60
La cuestión Canstatt (1859)60
La técnica de Rosas62
Brasil63
VII.- Inglaterra y Brasil: La cuestión Christie64
Tres beodos y la policía (1862)64
Inglaterra toma «represalias»65
Conmoción popular67
Segunda parte: Pavón y el Chacho
VIII.- Francisco Solano López y la unidad Argentina en 185970
Se prepara la guerra brasileño-paraguaya (1858)70
La guerra argentina de 185971
Misión de Solano López a la Argentina71
Pacto de la Unión Nacional del 11 de noviembre de 185973
IX.- Pavón y sus consecuencias75
López y la desunión argentina75
La unión se hace imposible76
Pavón77
Cañada de Gómez (22 de noviembre)79
X.- El Chacho81
La página más negra de la historia argentina en el siglo XIX81
El Chacho83
De «la guerra de policía» a «la ley marcial»85
Se reinicia la guerra (abril de 1863)86
Olta (8 de noviembre)88
Tercera Parte: La guerra en la República Oriental
XI.- Antecedentes de la política oriental92
Los blancos en el gobierno92
Los tratados de Rió de Janeiro (octubre de 1851)96
Intervención brasileña en la política oriental97
XII.- La República Oriental en 186399
Bernardo Berro, presidente (1860)99
«No olvide, general, a los orientales proscriptos» (1861)100
«¡Amigo!, no le crea una palabra a Mitre» (1862)102
Brasil se dispone a ocupar la República Oriental104
XIII.- El misterio de la invasión de Flores en 1863106
La incógnita del 19 de abril de 1863106
Planteo del problema107
Primera hipótesis: Flores obró por su cuenta108
Segunda hipótesis: Flores obró de acuerdo con Mitre109
Tercera hipótesis: Flores y Brasil estaban de acuerdo con los ministros de Mitre, a espaldas del general.110
«Calumnias de los mitristas…»111
XIV.- La «cruzada libertadora»113
«Neutralidad» bien entendida113
Prepotencia mitrista114
El Tacuarí (noviembre)116
XV.- Urquiza119
Entre Ríos ante la invasión de Flores119
Recelos de Urquiza120
¿Una nueva disgregación argentina?122
«¡Hum! ¡Mi compadre desconfía!…»124
XVI.- Urquiza contra Entre Ríos126
«Urquiza no podrá resistir el jadear de los pueblos…»126
Pronunciamientos populares128
«El gobierno nacional puede estar seguro de la lealtad del gobierno de la provincia» (octubre)130
Cuarta parte: La alianza brasileño-mitrista
XVII.- Intervención brasileña en la guerra oriental134
El protocolo Lamas - Elizalde (20 de octubre)134
Los ducados del Plata135
El 5 de abril de 1864137
Situación oriental138
XVIII.- Paraguay en defensa de la república hermana140
Amenaza paraguaya140
Saraiva cambia su posición (12 al 14 de mayo)141
Mister Thornton (4 a 18 de junio)142
En las Puntas del Rosario (18 de junio)144
XIX.- No habrá guerra del Paraguay147
En Montevideo, a fines de junio de 1864147
Nuevas exigencias (30 de junio a 3 de julio)148
Habrá guerra (5 a 7 de julio)149
La sola esperanza está en Paraguay (julio, agosto)151
XX.- ¿Quién empezó la guerra?153
La gran polémica de 1869153
¿Por qué Inglaterra quería la guerra del Paraguay?154
XXI.- La alianza del imperio y el partido mitrista157
El ministro inglés en los acuerdos del gabinete argentino (julio)157
Ultimátum brasileño (4 de agosto)158
Protocolo Saraiva - Elizalde (22 de agosto)160
Empiezan los cañonazos (26 de agosto)160
Paraguay advierte (30 de agosto)162
XXII.- Paraguay en guerra con Brasil163
Brasil inicia la invasión de la República Oriental (octubre)163
Impresión en la Argentina165
La libertad contra la tiranía166
Urquiza se decide166
Paraguay inicia hostilidades (12 de noviembre)168
Silva Paranhos (diciembre)169
XXIII.- ¡Heroica Paysandú!171
Empieza el sitio (6 de setiembre)171
Bombas mitristas contra Paysandú173
Quema pública de los tratados de Rió de Janeiro (18 de diciembre)175
Una venta de caballos (31 de diciembre)175
XXIV.- La lección de Paysandú179
La epopeya (2 de enero de 1865)179
Impresión en la Argentina182
XXV.- La defección de Urquiza185
El cruce por territorio argentino185
Parcialidad, mitrista188
«Si me provocan, lo llevaré todo por delante» (febrero)189
La bandera de Caseros190
XXVI.- Termina la guerra en la República Oriental193
Paraguay se apodera de Matto Grosso (diciembre de 1864)193
Marcha contra Montevideo (enero, febrero de 1865)194
Montevideo capitula (20 de febrero)196
Quinta parte: La guerra contra el Paraguay
XXVII.- Cómo se inventa una agresión200
El Congreso Paraguayo declara la guerra al «actual gobierno argentino» (18 de marzo)200
El gobierno argentino oculta la declaración de guerra201
Cómo se prepara una «agresión»203
XXVIII.- El Tratado de la Triple Alianza (mayo de 1865)206
Octaviano206
La «triple infamia»208
Imperialismo mitrista209
XIX.- Falta de entusiasmo bélico212
Ocupación de Corrientes212
Los contingentes213
Urquiza y el ejército de vanguardia215
«La fidelidad a la alianza brasileña»215
XXX.- Los desbandes entrerrianos217
La ofensiva paraguaya217
Riachuelo (11 de junio)218
Basualdo (noche del 23 de junio)220
Toledo (8 de noviembre)221
XXXI.- Fracaso de la ofensiva paraguaya222
Yatay (12 de agosto)222
Pedro II en el teatro de la guerra223
El problema del mando en jefe223
Rendición de Uruguayana (18 de setiembre)225
XXXII.- Mitre y la conducción militar227
La guerra y la esclavitud227
Pehuajó (30 de enero de 1866)229
«Um homem que todo poderá ser menos general…»230
XXXIII.- La guerra en Paraguay233
Tuyuty (24 de mayo)233
Boquerón (16 a 18 de julio)235
Entrevista de Yatayty Corá (12 de setiembre)236
Curupayty (22 de setiembre)238
Sexta parte: Las montoneras
XXXIV.- ¡Basta de guerra al Paraguay!242
Estado interno de la Argentina durante la guerra242
Repercusión de la publicación del tratado243
Repercusión de Curupayty244
Revolución de los «colorados en Mendoza» (9 de noviembre de 1866)246
El Quijote de los Andes247
XXXV.- Felipe Varela, el Quijote de Los Andes251
La montonera de Jáchal251
Felipe Varela y los historiadores coloniales253
San Ignacio (1 de abril)255
El Pozo de Vargas (10 de abril)256
XXXVI.- El final de las montoneras258
Revolución federal en Córdoba (16 de agosto de 1867)258
Felipe Varela en Jáchal (abril a julio)260
Toma de Salta (10 de octubre)261
Saqueo de Salta262
Vuelve la montonera (diciembre de 1868)264
Séptima parte: Exterminio
XXXVII.- Se reanuda la guerra en Paraguay268
Consecuencias de Curupayty268
Los Estados americanos se solidarizan con Paraguay269
La escuadra imperial271
Vuelve Mitre: derrota de Tuyú-Cué (3 de noviembre de 1867)272
XXXVIII.- La guerra sin Mitre275
Humaitá (19 de febrero de 1868)275
El «soldado de la gloria y el infortunio».277
Lomas Valentinas (21 a 27 de diciembre)278
XXXIX.- La marcha trágica281
Los vencedores entran en Asunción (5 de enero de 1869)281
Fuera de la ley282
Las conspiraciones y su castigo283
La residenta285
El sable de Rosas287
XL.- Cerro-Corá289
La caravana empecinada289
Los colores de España291
El ejército de Cerro-Corá292
El 1 de marzo de 1870292
«¡Muero con mi Patria!»294
Epilogo diplomático
XLI.- La victoria no da derechos298
Admiración de América298
La guerra ¿para qué? La polémica de 1869299
La victoria no da derechos300
La diplomacia brasileña ante la Doctrina Varela302
XLII.- La diplomacia brasileña y la antidiplomacia argentina305
El gobierno libre305
Ocupación de Villa Occidental (20 de noviembre de 1869)306
La constitución paraguaya308
El «Virrey del Paraguay»309
Los protocolos brasileño-paraguayos (enero de 1871)310
El desacuerdo de Asunción (diciembre de 1871)311
Tratado Cotegipe-Lóizaga (9 de enero de 1872)313
XLIII.- El Curupayty diplomático de Mitre316
Mitre en Río de Janeiro (julio a noviembre de 1872)316
Mitre en Asunción (julio y agosto de 1873)320
XLIV.- La única victoria diplomática argentina: el Tratado Sosa-Tejedor (1875)323
La política anexionista brasileña323
El barón de Gondim326
Jaime Sosa327
La conferencia de Río de Janeiro328
Tratado Sosa-Tejedor (1875)329
Torpezas argentinas331
XLV.- Tratado definitivo (Irigoyen-Machain, 1876)333
Nueva amenaza de guerra. Se reúne el Consejo de Estado Imperial (12 de junio de 1875)333
Bernardo de Irigoyen334
Felipe Pereyra Leal335
Tratado Irigoyen-Machain (3 de febrero de 1876)337

Prologo a la primera edición

 

Con este título escribí durante un año entero, del 16 de octubre de 1958 al 1 de octubre de 1959, cuarenta y ocho notas en el semanario Mayoría de Buenos Aires. Despertaron interés aquí, y voces amigas me alentaron desde Montevideo y Asunción; Luis Alberto de Herrera me facilitó materiales, entre ellos las explícitas notas de Maillefer demostrativas de la situación oriental de 1864.
Terminada su publicación pensé valerme de ellas para escribir un libro completo sobre la guerra del Paraguay. Distaban mis notas de algo definitivo y bien trabajado: eran más la tarea evocativa de un periodista que la labor meticulosa de un historiador. Faltaba compulsar otros documentos, investigar en los archivos de Río de Janeiro y Londres, agotar los repositorios argentinos. No pude hacerlo, porque otras tareas me llevaron por rumbo distinto.
Debo ceder a impulsos amistosos. Ya que no pude escribir el libro completo sobre la guerra del Paraguay, que me propuse publico mis notas tal como salieron en Mayoría hace seis años. Pese a sus defectos entiendo que cumplen el objeto de mostrar —documentalmente— lo que fue el hondo «drama del 65» que dijera Herrera.
El final de un drama
La guerra del Paraguay fue un epílogo. El final de un drama cuyo primer acto está en Caseros el año 1852, el segundo en Cepeda el 59 con sus ribetes de comedia por el pacto de San José de Flores el 11 de noviembre de ese año, el tercero en Pavón en 1861 y las «expediciones punitivas» al interior, el cuarto en la invasión brasileña y mitrista del Estado Oriental con la epopeya de la heroica Paysandú, y el quinto y desenlace en la larga agonía de Paraguay entre 1865 y 1870 y la guerra de montoneras en la Argentina de 1866 al 68.
El ocaso de la nacionalidad podría llamarse, con reminiscencias wagnerianas, a esa tragedia de veinte años que descuajó la América española y le quitó la posibilidad de integrarse en una nación; por lo menos durante un largo siglo que aún no hemos transcurrido. Fue la última tentativa de una gran causa empezada por Artigas en las horas iniciales de la Revolución, continuada por San Martín y Bolívar al cristalizarse la independencia, restaurada por la habilidad y férrea energía de Rosas en los años del sistema americano, y que tendría en Francisco Solano López su adalid postrero. Causa de la Federación de los Pueblos Libres contra la oligarquía directorial, de una masa nacionalista que busca su unidad y su razón de ser frente a minorías extranjerizantes que ganaban con mantener a América débil y dividida; de la propia determinación oponiéndose a la injerencia foránea; de la patria contra la antipatria, en fin, que la historiografía colonial que padecemos deforma para que los pueblos hispanos no despierten del impuesto letargo. Causa tan vieja como América. Narrarla es escribir la historia de nuestra tierra, es separar a los grandes americanos de las pequeñas figuras de las antologías escolares.


Prólogo a la presente edición

 

Complacido acepto la reedición de un texto que escribí en 1958-59 con sentimiento de Patria Grande, aquélla que no se circunscribe a los colores de los mapas ni a las divisiones contemporáneas de una organización administrativa. Porque creo, con los hombres de la Independencia y de la Restauración, que los hispanoamericanos somos parte de una hermandad escindida por intereses foráneos que supieron jugar con habilidad con las contraposiciones locales, las ambiciones bastardas, o simplemente las tonterías de nuestros gobernantes. Nuestra América (o, para darle el nombre creado por Colón cuando el descubrimiento, las Indias Occidentales) no consolidó la Nación poderosa que le reservaba el destino, pero alienta en todos sus habitantes —en casi todos— la esperanza de una unidad que es seguridad de fortaleza.
Despojar al pasado de relaciones apócrifas, por apócrifas y porque conspiran contra nuestra unidad, es, pues, el propósito que me mueve a aceptar la reedición de La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas.
No he querido introducirle reformas. Aparte de algunos detalles menores, sólo he modificado la apreciación sobre la manda que Rosas quiso hacer de su espada a Francisco Solano López en los años trágicos de la residenta paraguaya. La carta de Rosas a José María Roxas y Patrón, su albacea, menciona el legado que San Martín le hizo de su espada «por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de la Patria» como explicación de su orden de entregar a López «la espada militar y diplomática que me acompañó durante me fue posible sostener esos derechos, por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de su Patria». El historiador que publicó ese documento, Jorge A. Mayer, entendió que Rosas «se propuso enviar a Solano la espada de San Martín»; en el mismo error incurrí yo en La guerra del Paraguay. Pero una lectura detenida de la manda de Rosas a su albacea me hizo rectificar en el tomo VII de mi Historia argentina, publicado en 1969. Lo que el Gran Americano quería legar al mariscal López era su «espada diplomática y militar». Decisión que no pudo cumplirse por la muerte de López en el Aquidaban, en marzo de 1870.