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La Política económica de Rosas y el capitalismo extranjero de los unitarios



Juan Pablo Oliver

La Política económica de Rosas y el capitalismo extranjero de los unitarios - 
Juan Pablo Oliver




156 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2022
, Argentina
tapa: blanda
 Precio para Argentina: 1420 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Juan Pablo Oliver no suele ser tan recordado dentro del revisionismo histórico, pero su aporte puede ser contado entre los más importantes. No sólo veló por los intereses concretos del país siendo uno de los abogados que investigó y denunció los escandalosos actos de corrupción de la Compañía Argentina de Electricidad (CADE) durante la Década Infame y, luego, de la cervecera Bemberg durante el gobierno de Perón, sino que como historiador y miembro del Instituto Juan Manuel de Rosas nos ha dejado el más completo y exhaustivo estudio del liberalismo argentino extranjerizante con su obra “El verdadero Alberdi”.
Resultaba entonces necesario reunir en un libro sus otros estudios no menos importantes, pero que por breves quedaron reducidos a la Revista del Instituto y otras fuentes. Conocedor profundo de la historia argentina y de economía, habiendo sido profesor de Historia Económica Argentina en la UBA, sus trabajos sobre la política económica de Rosas y, por contraste, la de sus enemigos, siguen siendo la referencia obligada sobre el tema.
Aunque la historia lo intente borrar, la figura de Rosas es incomparable. No sólo expuso francamente sus ideas, sino consiguió aplicarlas en los hechos: en materia bancaria: monetaria; crédito exterior; distribución de las tierras; proteccionismo industrial; decidido amparo al extranjero honesto decidido a incorporarse a la sociedad argentina pero de repudio a todo manejo puramente mercantilista que obedeciera a entidades ajenas al país. Su sistema rodeó a Rosas de prestigio verdaderamente nacional. Todas las provincias vieron reactivadas las artesanías y el tráfico mercantil. Se crearon las condiciones propicias al arraigo de industrias manufacturadas; por primera vez, se habla en documentos de gobierno de las atenciones que requiere una “clase media” apta para atender las necesidades de la industria; se arbitran medios para la formación de “artesanos hábiles”, para la creación de una marina de cabotaje, para la formación de prácticos en plantíos y demás faenas del campo, etc.
No sólo dejó en alto el honor nacional sino que en el manejo de los intereses puramente económicos obtuvo resultados infinitamente más positivos que los logrados por los hombres que hasta hoy detentan el acaparamiento oficial de las estatuas. Sin embargo la “historia oficial” no sólo lo hace depositario de todos los males sino que ni siquiera ha exceptuado de su anatema su política económica. Si alguna excepción cabe apuntar es el reconocimiento, parco y a regañadientes, de la honradez personal del gobernador; lo límpido de su actuación ofrecía tan evidente contraste con otras anteriores y posteriores, que no brindaba, mal pesare a sus críticos, ni posibilidad de disimularlo, ni el mas leve resquicio para clavar el dardo de la calumnia. Pues Rosas se ha transformado en el caso único en el país de un período de veinte años de absoluta escrupulosidad administrativa. Publicó diariamente en “La Gaceta Mercantil”, el diario oficial, el estado de la Tesorería, y mensualmente las informaciones de la Oficina de Estadística, además de dar cuenta anualmente de su labor a través de los Mensajes legislativos.
En “La Política económica de Rosas“ Juan Pablo Oliver analiza y refuta con datos y análisis las principales críticas que los historiadores oficiales le han hecho a su política económica.
Dedica también un trabajo a revindicar a Rosas como fundador del Banco de la Provincia y su importancia. Recuerda que dictó también la supresión del Banco Nacional en 1836, con fundamentos claros al señalar que la moneda corriente debe estar exclusivamente garantizada por el gobierno y que dar la facultad de emitir a los Bancos particulares es la causa de la anarquía monetaria. El Banco es del pueblo y para el pueblo, pero el “Banco Nacional” estaba en realidad formado mayormente por accionistas ingleses y formaba parte fundamental de la estructura imperialista británica. No sólo se habían apoderado de él de forma espúrea ya que para formar su capital los accionistas habían pagado solamente el 20% del capital, y con pagarés, que luego cancelaban con billetes emitidos por el Banco, y este mismo les prestaba; sino que, sobre todo, su influjo en la política le permitía realizar una acción anti-nacional en beneficio de los intereses extranjeros. Rosas fundó, en su reemplazo, el Banco de la Provincia de Buenos Aires, con el fin de que la política monetaria asistiera a los intereses del país.
Con “Los unitarios y el capitalismo extranjero” expone cómo el capitalismo -en su acepción negativa, pues reconoce también sus virtudes- que querían imponer los enemigos de Rosas se reducía a la simple actividad mercantil desarrollada por organismos extranjeros, que lejos de representar la incorporación efectiva de nuevos capitales, implica, por el contrario, la extracción de los existentes. Reducían así al país el papel de factoría donde, además, los extranjeros se lleven lo producido.
Con su introducción a “Rivadavia y la economía argentina” expone como este supuesto prócer constituyó el exponente acabado, real y consciente, de los intereses capitalistas extranjeros en el país. Y de hecho, cuando sus negocios resultaron desfavorecidos por la orientación nacional que sobrevino a la caída de Rivadavia, la posterior intervención armada franco-británica en el Río de la Plata que Rosas tuvo que repeler no es sino la continuación de esta política por otros medios. Y a pesar de aquella derrota militar, los imperios volvieron a hacerse, hasta hoy, con los resortes políticos del país tras contribuir a la caída de Rosas en Caseros.
Finalmente, con la introducción de Oliver a un libro de Alberdi que incluimos llegamos a vislumbrar la pericia que demuestra el autor para exponer al más anglófilo de los próceres argentinos.

 

ÍNDICE

La Política económica de Rosas7
I.- Confiscaciones10
II.- Emisionismo11
III.- Feudalismo16
IV.- Ausencia de reformas17
Tierras. 25
Comercio internacional. 26
Industrias.27
Población. 29
Los unitarios y el capitalismo extranjero37
Admisión legal del capitalismo extranjero40
Administraciones unitarias anteriores a Rosas41
Empréstito exterior45
Administraciones unitarias contemporáneas a Rosas52
Administraciones posteriores a Rosas54
Conclusión56
Apéndice I: Fomento de la inmigración y de la industria58
Libertad de comerciar los extranjeros59
Apéndice II: Vagos59
Apéndice III: Copia del bono general61
Apéndice IV: Carta de Rivadavia a Mr. Beaumont de Londres64
Apéndice V: Minas67
Obras citadas68
El fundador del Banco de la Provincia71
Advertencia preliminar72
Los primeros bancos74
Rosas y el Banco Nacional77
Fin de la existencia del Banco Nacional78
Antecedentes de la fundación del Banco de la Provincia79
Fundación del Banco de la Provincia89
Funcionamiento del banco90
La opinión del fundador92
Nacimiento y muerte de los bancos93
El Banco de la Provincia después de Rosas95
El ejemplo del Banco de la Nación97
Conclusiones97
Introducción a Rivadavia y la economía argentina99
Estudio Preliminar a Alberdi107
La paradoja alberdiana107
El mito108
La realidad109
El libro111
Las “Bases”114
El sistema federal119
Sistema representativo121
Elaboración123
Influencias126
Modalidades del libro129
Oportunismo132
La idea básica134
La intervención138
Tesis y contexto142
Conclusiones150

La Política económica de Rosas

 

Los fines esenciales de la política no son de orden económico. Si nuestra mentalidad cristiana condena la subordinación de la conducta individual a resultados lucrativos, nuestra conformación latina e hispana repele con igual vigor el propósito de reducir las actividades del Estado a fines puramente utilitarios traducidos en su enriquecimiento o en el del elemento humano que lo constituye. Lo esencial es el triunfo de la Idea Nacional, el engrandecimiento de la Nación, mediante la integración de sus porciones naturales y la exclusión de factores extraños en la determinación de su destino; y la medida en que se logre o no el triunfo de ese anhelo lo estará señalando el resultado de nuestra vida en relación con los demás pueblos de la tierra. Es por eso que la organización interna del país, sea económica, política o social, no es más que la adecuada conformación de medios que permitan cumplir aquel propósito.
No es aquí del caso –estaría fuera de mi alcance–, desarrollar una filosofía o una teoría de la política económica mantenida en un determinado período de nuestra historia, pero he querido dejar pre-anotados aquellos conceptos, pues de su comprensión depende el juicio que en definitiva merezca Rosas ante los problemas económicos que le tocó resolver durante su gobierno.
Quien esté conforme en que lo principal es la independencia de la patria y no su opulencia, convendrá que la política de Rosas fue loable; quien intente reprocharle haber retardado la instalación de ferrocarriles, bancos y cuanto constituye el llamado “capital europeo” –aún cuando el apresuramiento de su instalación hubiera implicado convertirnos en una factoría o protectorado colonial–, podría tener razón en censurar su conducta; es evidente que la India, Argelia y Etiopía han recibido los beneficios económicos de la civilización inmediatamente después de su conquista.
“Podría” tener razón –he dicho– pues con Rosas no llega a cumplirse la disyuntiva, ya que si bien no puede caber duda en que aseguró la emancipación y mantuvo la integridad del país en un grado que no supieron conseguirlo sus adversarios, en el manejo de los intereses puramente económicos obtuvo –también– resultados infinitamente más positivos que los logrados por los hombres que hasta hoy detentan el acaparamiento oficial de las estatuas.
Su recia personalidad se destaca como la del grande hombre de estado argentino cuya política financiera y económica ajustada a los ideales superiores de independencia y unidad nacional nos está indicando, a través de un siglo, el camino a retomar.
Los distintos aspectos de la acción económica de su gobierno es motivo asaz extenso para permitir –en un artículo de esta índole–, reseñar los hechos que, por consideración científica, han de venir necesariamente acondicionados al elemento probatorio de documentos, transcripción de juicios, cifras, citas y estadísticas. A mérito de la extensión, pues haré, en lo posible, gracias al lector de la reseña y sus comprobantes, y también porque prudentemente me lo está indicando la aridez del tema, y hasta por último, quizá, porque un resabio abogadil recuerda a los que no somos historiadores ni hombres de pluma, que en materia de procedimientos el período de prueba es posterior y separado de la tesis expuesta. Con esta advertencia –la de que puedo, llegado el caso, fundamentar acabadamente cada afirmación– intentaré bosquejar las características económicas salientes, de aquel período.
* * * *
Desde luego que la presentación de la época de Rosas, modelada con elementos de novela para las sucesivas generaciones bajo el rótulo oficial de “Historia”, no ha exceptuado de su anatema la parte económica. Si alguna excepción cabe apuntar es el reconocimiento, parco y a regañadientes, de la honradez personal del gobernador; lo límpido de su actuación ofrecía tan evidente contraste con otras anteriores y posteriores, que no brindaba, mal pesare a sus críticos, ni posibilidad de disimularlo, ni el mas leve resquicio para clavar el dardo de la calumnia. Aceptar por otra parte, dentro de un cuadro de acabada condenación, la honradez intrínseca de Rosas ante los caudales públicos, no contradecía la pintura de caudillejo ignorante y sanguinario con la cual se ha pretendido embaucar a la posteridad. De cualquier manera es bueno dejar consignado, no su honradez personal que no interesa –como no interesa la de algunos de sus adversarios que también la tuvieron– sino el caso único en el país de un período de veinte años de absoluta escrupulosidad administrativa, circunstancia a la cual –como ocasión de anotarlo el crítico antagonista Agustín de Vedia en “El Banco Nacional”– no ha de ser ajena la constante adhesión popular a su gobierno.
Los historiadores que, sin recurrir al expediente de saltar del año 29 al 52 llenando el vacío con las rituales cuatro palabras “tiranía”, “libertad”, “despotismo” y “ostracismo”, se han aventurado en el campo de la economía a fundamentar una crítica, la concentran a los cargos siguientes:
1° Las confiscaciones.
2° El emisionismo.
3° El “corte feudal” de su economía.
4° Ausencia de toda “reforma” administrativa.

(...continua...)