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La desaparición de la gran raza

Sustento racial de la historia europea

Madison Grant

La desaparición de la gran raza - Sustento racial de la historia europea - Madison Grant

222 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2016
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 230 pesos
 Precio internacional: 21 euros

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La desaparición de la Gran Raza es uno de los libros de orientación racial más prominentes de todos los tiempos, escrito por el conservacionista estadounidense más influyente del estado de ánimo de su país, hasta el punto que hizo posible las medidas de control de inmigración de 1924. Es considerado como "El Manifiesto del Racismo Científico" ya que fue la primer obra en enfocar la historia desde el punto de vista racial, integrando la ciencia evolutiva más avanzada de su época con estudios de historia y cultura. La premisa fundamental del libro es que la raza cultiva la cultura, la religión y el Estado (y no al revés).
La historia europea ha sido escrita en términos de nacionalidad y de lenguaje, pero nunca antes en términos de raza. Sin embargo, la raza ha desempeñado un papel mucho mayor que el lenguaje o la nacionalidad en moldear los destinos de los hombres. La raza implica herencia, y la herencia implica todas las características morales, sociales e intelectuales y rasgos que son los resortes de la política y el gobierno.
La gran lección de la ciencia racial es la inmutabilidad de los caracteres somatológicos o corporales con la que está estrechamente asociada la inmutabilidad de las predisposiciones psíquicas e impulsos. Por ello es que se busca defender y preservar cada tronco racial según sus características propias.
En contraposición, las teorías Democráticas de gobierno en su forma moderna están basadas en los dogmas de igualdad formulados hace unos doscientos años, y descansan en la asunción de que el ambiente y no la herencia es el factor principal en el desarrollo humano, siendo usualmente muy intolerantes en lo referente a la temática de las limitaciones impuestas por la herencia. Escondidos tras una fachada de filantropía y un noble propósito, quienes dictaron esta doctrina en la Declaración de Independencia, entendiendo que “todos los hombres son creados iguales”, eran ellos mismos dueños de esclavos, y despreciaron a los indios como algo menos que humano.
El libro comienza por definir claramente la raza y traza la historia de las tres ramas principales de la humanidad europea, a saber, los tipos étnicos alpinos, nórdicos y mediterráneos, así como sus características físicas y mentales, desde los más antiguos comienzos de los diversos grupos europeos hasta la actualidad. Vincula hilos de pensamiento sobre la teoría de la migración aria, la etnología, la antropología y la historia en un amplio estudio de la subida y la caída históricas, y la expansión y retracción, de las razas europeas. También conecta la historia de América con la de Europa, especialmente con sus naciones nórdicas. Grant afirma que Norteamérica siempre ha sido un país nórdico, formado por inmigrantes nórdicos.
En resumen, el libro elabora la interpretación de Grant de la antropología contemporánea y la historia, que él ve como girando principalmente en torno a la idea de la raza en lugar de medio ambiente. Promueve específicamente la idea de la raza nórdica como un grupo social clave en la responsabilidad del desarrollo humano, en la que ve con mayor profusión características deseables, como "la vida familiar, la lealtad y la verdad".
Generalmente bien recibido en su época en la prensa popular y académica, fue ampliamente leído tanto por presidentes de EE.UU., científicos, como por gente común, convirtiéndose en un best-seller y sentando las bases de la ciencia emergente de la eugenesia. Theodore Roosevelt describió El Paso de la Gran Raza como "una obra capital". Según una autobiografía no publicada de Leon F. Whitney, de la American Eugenics Society, el libro fue también una lectura de cabecera de Adolf Hitler.
"Madison Grant (1865 - 1937) fue un abogado, historiador, antropólogo físico, conservacionista y eugenista estadounidense, nacido en la ciudad de Nueva York, graduado con honores de la Universidad de Yale y posteriormente graduado en derecho por la Columbia Law School. Es más conocido por su trabajo como conservacionista, acreditado con la preservación de muchas especies diferentes de animales, fundando muchas organizaciones ambientales y filantrópicas diferentes y desarrollando gran parte de la disciplina de manejo de vida silvestre.

 

ÍNDICE

Introducción7

Primera parte: Raza, lenguaje y nacionalidad
I.- Raza y democracia14
II.- La base física de la raza21
III.- Raza y hábitat 41
El hábitat nórdico 42
El hábitat de los alpinos y mediterráneos 46
IV.- La competencia de razas 49
V.- Raza, lengua y nacionalidad58
VI.- Raza y lengua68
VII.- Las razas europeas en las colonias73

Segunda parte: Las razas europeas en la historia
I.- El hombre eolítico 88
II.- El hombre paleolítico 94
III.- Las eras neolítica y de bronce107
IV.- La raza alpina 118
V.- La raza mediterránea 129
VI.- La raza nórdica 143
VII.- Europa teutónica 153
VIII.- La expansión de los nórdicos 161
IX.- La patria nórdica 178
X.- La raza nórdica fuera de Europa 183
XI.- Las aptitudes raciales 186
XII.- Arya 190
XIII.- El origen de las lenguas arias 197
XIV.- La lengua aria en Asia 206
MAPAS215
Bibliografía219

Introducción

 

Las siguientes páginas están consagradas a un esfuerzo por elucidar el significado de la historia en términos de la raza; es decir, por los caracteres físicos y psíquicos de los habitantes de Europa en lugar de por su agrupación política, o por su idioma. Prácticamente todos los historiadores, al usar la palabra raza, han confiado en los nombres tribales o nacionales como su única definición. Los antiguos, como los modernos, determinando el origen étnico, no ven más allá del nombre, idioma, o país de un hombre, y la información real aportada por la literatura clásica en el tema de los caracteres físicos se limita a unos dispersos y a menudo obscuros comentarios.
La antropología moderna ha demostrado que las líneas raciales no sólo son completamente independientes de las agrupaciones nacionales y lingüísticas, sino que en muchos casos las primeras cortaron a las segundas en ángulos agudos correspondiendo estrechamente con las secciones de división social. La gran lección de la ciencia racial es la inmutabilidad de los caracteres somatológicos o corporales con la que está estrechamente asociada la inmutabilidad de las predisposiciones psíquicas e impulsos. Esta continuidad de la herencia tiene una muy importante presión en la teoría de la democracia y todavía más en la del socialismo, y entre aquéllos, comprometidos en el levantamiento social y en los movimientos revolucionarios quienes usualmente son muy intolerantes en lo referente a la temática de las limitaciones impuestas por la herencia.
Las teorías Democráticas de gobierno en su forma moderna están basadas en los dogmas de igualdad formulados hace unos ciento cincuenta años, y descansan en la asunción de que el ambiente y no la herencia es el factor principal en el desarrollo humano. La filantropía y el propósito noble dictaron esta doctrina en la Declaración de Independencia, el documento que hoy en día constituye la base real de las instituciones americanas. Los hombres que escribieron las palabras, “nosotros consideramos estas verdades como evidentes, que todos los hombres son creados iguales”, eran ellos mismos dueños de esclavos, y despreciaron a los indios como algo menos que humano. La igualdad en sus mentes significaba meramente que ellos eran tan buenos ingleses como sus hermanos del otro lado del mar. Las palabras “que todos los hombres son creados iguales” han sido desde entonces falsificadas sutilmente agregando la palabra “libre”, aunque ninguna tal expresión se encuentra en el documento original, y las enseñanzas basadas en estas palabras alteradas en las escuelas públicas americanas de hoy en día sobresaltarían y asombrarían a los hombres que formularon la Declaración.
Las leyes de la Naturaleza operan con la misma fuerza implacable e inmutable en los asuntos humanos como en los fenómenos de naturaleza inanimada, y la base del gobierno del hombre es ahora y siempre ha sido, y siempre será, la fuerza y no el sentimiento, una verdad demostrada nuevamente por la conflagración mundial presente.
Será necesario para el lector despojar a su mente de todas las preconcepciones acerca de la raza, ya que la antropología moderna, cuando es aplicada a la historia, involucra un cambio entero de definición. Nosotros debemos, en primer lugar, comprender que la raza pura y simple, la estructura física y psíquica del hombre, es algo completamente distinto de la nacionalidad o idioma, y que la raza yace hoy en día en la base de todos los fenómenos de la sociedad moderna, así como lo ha hecho a lo largo de los eones no registrados del pasado.
La antigüedad de las poblaciones europeas actuales, vista a la luz lanzada sobre sus orígenes por los descubrimientos de las últimas décadas, nos permite trasladarnos a períodos tan remotos que el mundo clásico pareció haber sido ayer. Los habitantes de Europa consisten en una capa tras capa de elementos raciales diversos en proporciones variantes, e historiadores y antropólogos, estudiando estas poblaciones, se han preocupado principalmente por los estratos recientes, y han descuidado a los más antiguos y sumergidos tipos.
Las poblaciones aborígenes desde tiempo inmemorial han sido una y otra vez sumergidas bajo los diluvios de recién llegados y han desaparecido durante un tiempo de la escena histórica. En el transcurso de siglos, sin embargo, estos elementos primitivos han reafirmado despacio su tipo físico y han gradualmente reemplazado a sus conquistadores, por lo que la historia racial de Europa ha sido en el pasado, y es hoy en día una historia de represión y resurgimiento de razas antiguas.
Las invasiones de nuevas razas ordinariamente llegan en olas sucesivas, los más tempranos son rápidamente absorbidos por los conquistados, mientras que los llegados más tarde normalmente mantienen mucho más tiempo la pureza de su tipo. Por consiguiente los más recientes elementos se encuentran en un estado menos mezclado que los más viejos, y los estratos más primitivos de la población siempre contienen rasgos físicos derivados de predecesores aun más antiguos.
El hombre ha habitado Europa en algún modo u otro por centenares de miles de años, y durante todo este lapso de tiempo la población ha sido tan densa como el suministro de comida lo ha permitido. Las tribus en la fase de la caza son necesariamente de tamaño pequeño, no importa cuán abundante sean las presas, y en el período Paleolítico el hombre probablemente sólo existió en localidades especialmente favorables, y en comunidades relativamente pequeñas.
En los períodos Neolíticos y de Bronce los animales domesticados y los conocimientos de agricultura, aunque de carácter primitivo, posibilitaron un suministro de comida ampliado, y la población en consecuencia aumentó grandemente. Los moradores del lago en el Neolítico eran, por ejemplo, relativamente numerosos. Con el aclaramiento de los bosques y el secado de los pantanos durante la Edad media y, sobre todo, con la expansión industrial del último siglo, la población se multiplicó con gran rapidez. Nosotros podemos, claro, formarnos una vaga o nula estimación sobre los números de la población Paleolítica de Europa, y no podemos hacer mucho más sobre los tiempos Neolíticos, pero incluso el último debe haber sido muy pequeño comparado con el censo de hoy.
Una cierta concepción del crecimiento poblacional en los tiempos recientes puede ser basada en el aumento en Inglaterra. Se ha computado que Inglaterra Sajona en el momento de la Conquista contuvo aproximadamente 1,500,000 habitantes; en los tiempos de la Reina Elizabeth la población estaba aproximadamente en 4,000,000, mientras que en 1911 el censo dio para la misma área unos 35,000,000.
El inmenso rango del asunto de la raza en relación con la historia desde su nebuloso amanecer, y las limitaciones de espacio, requiere que a menudo deban declararse generalizaciones sin una mención de excepciones. Estas declaraciones tajantes pueden parecer incluso demasiado audaces, pero ellas descansan, en la buena fe del escritor, en las bases sólidas de los hechos, o en las conclusiones legítimas de la evidencia ahora a mano. En una ciencia tan reciente como la moderna antropología, nuevos hechos son constantemente revelados y requieren la modificación de las hipótesis existentes. Mientras más el tema es estudiado, más provisional es e incluso la teoría mejor sostenida también, pero la investigación moderna abre una visión de inmenso interés e importancia para el hombre, ahora que nosotros hemos desechado los grilletes de los puntos de vista falsos anteriores, hemos podido discernir, aunque oscuramente, la solución de muchos de los problemas raciales. Los Nuevos datos inevitablemente en el futuro extenderán, y quizás cambien nuestras ideas, pero tales hechos como los que están ahora a mano, y las conclusiones basadas en ello, son puestos provisionalmente en los capítulos siguientes, y, necesariamente, a menudo en forma dogmática.
Las declaraciones relacionadas con el tiempo han presentado la mayor dificultad, pues las autoridades difieren ampliamente, pero las fechas han sido fijadas con un conservadurismo extremo y el escritor cree que cualquier cambio de ellas que sea requerido de ahora en adelante por investigaciones y estudios adicionales, resultará en empujarlas hacia atrás y no hacia adelante en la prehistoria. Las fechas dadas en el capítulo del “Hombre Paleolítico” son francamente tomadas de la más reciente autoridad en este asunto, “Los Hombres de la Vieja Edad de Piedra”, por el Profesor Henry Fairfield Osborn, y el escritor desea aprovechar esta oportunidad para reconocer su gran deuda a esta fuente de información, así como al Sr. M. Taylor Pyne y al Sr. Charles Stewart Davison por su ayuda y gran cantidad de sugerencias útiles.
El autor también desea reconocer una deuda de gratitud al gran trabajo del Profesor William Z. Ripley en “Las Razas de Europa” que contiene una inmensa serie de datos antropológicos, mapas, y retratos de tipo proporcionando una mina de información que el autor ha utilizado libremente, para la distribución presente de las tres razas primarias de Europa.
La Sociedad Geográfica americana y su personal, particularmente el Sr. Leon Dominian, también han sido de gran ayuda en la preparación de los mapas contenidos aquí dentro, y esta ocasión es tomada por el escritor para expresar su aprecio profundo por su ayuda.