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Palestina, víctima del holocausto escudo y espada de Israel

Incluye artículos de Gilad Atzmon, Israel Shamir, Ilan Pappé y Shlomo Sand

Norberto Ceresole, Robert Faurisson, et alli

Palestina, víctima del holocausto escudo y espada de Israel - Norberto Ceresole, Robert Faurisson, et alli - Incluye artículos de Gilad Atzmon, Israel Shamir, Ilan Pappé y Shlomo Sand

312 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2019
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 490 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La tragedia que le toca vivir a Palestina es el mejor ejemplo de que el mundo moderno se basa en la mentira y en la hipocresía. No pasa un día sin que nos recuerden el terrible holocausto que le tocó vivir al pueblo judío ni de las maldades del nazismo, llegando incluso a perseguir y penar a quienes no compartan a pie puntillas cada uno de los hechos que se nos enseñan sobre ambos sucesos. Sin embargo, delante de nuestros propios ojos, sin que los cielos se abran ni se condene aunque sea en una milésima parte de lo que se condenan a los anteriores, vemos como el pueblo palestino es sometido a un genocidio constante, a una persecución, ocultamiento y negación de sus derechos. En la era en que cualquier hombre, para decirse civilizado, se llena la boca o reacciona en pos de la libertad y los derechos humanos (lo que sería loable si no estuviera oscurecido por la hipocresía del silencio ante algunos sufrimientos) contemplamos impávidos como el Estado de Israel discrimina, expulsa, arresta, golpea y tortura, o siquiera encarcela sin motivos de peso a los palestinos, que además son los legítimos habitantes se su tierra. Todas las organizaciones humanitarias tienen expedientes cargados sobre estos horrores cotidianos. A los policías y soldados judíos les inculcan un racismo poderoso que les lleva a un sadismo especialmente vicioso, admitido y celebrado por los oficiales. Racismo y tortura son institucionales en ese país tan amado por la mayoría de los progresistas del mundo entero.
Para mostrar en toda su dimensión esta barbaridad y doble faz, se recopilan los más representativos trabajos de numerosos y calificados autores al respecto.
Para empezar es Norberto Ceresole, un hombre que proviene de la izquierda, quien hace notar que la política de Israel es la consecuencia final, lógica e inexorable del monoteísmo judío. Que el único título de propiedad de sus tierras es la promesa de Yahvé en el Antiguo Testamento y su forma de actuar no es más que el fiel reflejo de las indicaciones dadas por la autoridad suprema: Yahvé. Ese dios nacional judío está detrás de todas las acciones militares del Estado judío: es el responsable de la expulsión a sangre y fuego de las poblaciones palestinas originales (los antiguos cananeos fueron los propietarios de la tierra “prometida” por lo menos quince milenios antes de que Yahvé se la diese en “propiedad” a un personaje mítico llamado Moisés), es el responsable de las torturas, es el responsable de los bombardeos y es el responsable del martirio que se sufre en las cárceles.
Pero resulta que el Antiguo Testamento contiene unos 600 pasajes cargados de violencia explicita, 1.000 versículos en los que se describen acciones violentas de castigo ejecutadas por el propio Dios y 100 pasajes en los que este Dios ordena a su pueblo elegido, expresamente, matar a otros. El dominio sobre los demás que Yahvé les promete es lo que alimenta su odio y discriminación, su falta de compasión sobre los que no pertenecen a su pueblo elegido.
Parece ser que la violencia es la actividad más mencionada en la Biblia hebrea, pero a pesar de ser una apreciación irrefutable para cualquiera que la lea, no se permite denunciarlo. Sí, claro, se puede atacar a cualquier otra religión, el cristianismo y el islamismo son constantemente atacados por los medios de difusión, sin permitirse una sola crítica contra la enseñanza yahvítica que se basa en genocidios y nos sigue dando todavía genocidios silenciados por la prensa.
Es Robert Faurisson, luego, quien alerta que la tragedia de los palestinos requiere que el mundo permita que se pueda revisar, desde ya que con métodos científicos y siguiendo las reglas historiográficas, lo que se ha dado en llamar Holocausto, que, por como están las cosas, pareciera ser un fraude que ha servido para crear el Estado de Israel y, actualmente, sirve como escudo y espada de aquel Estado que no cesa de aventar el fantasma de un supuesto exterminio. Este fraude es el que está instigando al odio y la guerra, por lo que es por el bien de la humanidad que se debería permitir someterlo a reglas severas de investigación para dejar de ser el gran tabú de la era moderna, detrás del cual se esconden la censura y persecución política.
Finalmente, se han recopilado artículos de los más destacados autores judíos que critican de igual modo las políticas que se aplican en contra de los palestinos. Judíos honestos, valerosos, que heroicamente entienden que el odio no puede seguir proliferando y se arriesgan a perder todo antes que callar lo que sienten. Entre ellos Israel Shamir, unos de los mejores escritores de la actualidad, denuncia como nadie la hipocresía y la falta de lógica de estas políticas. Ilan Pappé, campeón en la lucha por los derechos palestinos, denuncia sus diversas violaciones. Shlomo Sand, prestigioso historiador en Israel, denuncia las falsedades de la historia antiguo testamentaria y la manipulación y racismo que el Estado aplica para sostenerlas. Gilad Atzmon, brillante escritor, traza paralelos entre lo que la Biblia dice y los atropellos que el Estado israelí realiza.
Es este último quien sostiene también que el Holocausto es mucho más que un relato histórico, contiene la mayoría de los elementos religiosos esenciales: sacerdotes (Simon Wiesenthal, Elie Wiesel, etc.), profetas (Shimon Peres, Benjamin Netanyahu, etc.); mandamientos y dogmas (“nunca más”, “seis millones”, etc.); rituales (días conmemorativos, peregrinación a Auschwitz etc.); establece un orden simbólico esotérico (kapos, cámaras de gas, chimeneas, etc.); santuarios y templos (Yad Vashem, el Museo del Holocausto y, ahora, la ONU). Por si no fuera bastante, la religión del Holocausto también está mantenida por una enorme red económica e infraestructuras financieras mundiales (la industria del Holocausto, tal como la expuso Norman Finkelstein). Lo más curioso es que la religión del Holocausto es tan coherente que define a los nuevos “anticristos” (los negacionistas) y tan poderosa que los persigue (mediante las leyes contra la negación del Holocausto).
Nada importa que a los palestinos se les emparede vivos detrás de un muro de hormigón de ocho metros de alto; nada importa que se arranquen de cuajo los olivares y se destruyan los pozos de agua. Lo importante es que “no se demonice ni fustigue a Israel o a sus dirigentes”.

 

ÍNDICE

Palestina: la única víctima del holocausto, Norberto Ceresole9
El Estado de Israel es el Dios de Israel9
Historia profana de Israel11
Judaísmo y sionismo16
De Versalles a Nuremberg19
Primera intifada31
El gran negocio del Holocausto 33
El revisionismo histórico39
Síntesis y conclusiones43
Epílogo: Entre la complicidad de EEUU y la “neutralidad” europea51
Holocausto, Escudo y espada de Israel, Dr. Robert Faurisson55
I.- El adversario judío y sionista61
II.- ¿Cómo encaminar esa lucha para romper el silencio?66
III.- El objetivo principal. ‘La cámara de gas mágica’ (Céline) 71
Conclusión79
Post – scriptum82
A propósito de la fiesta judía del Purim. Del bíblico Libro de Ester a Birkenau y de éste al AIPAC, Gilad Atzmon83
La religión del Holocausto85
Arquetipos judíos91
El Libro de Ester94
De la fiesta del Purim a Birkenau96
Brenner y Prinz99
A modo de colofón sobre el sionismo103
El Antiguo Testamento y el Genocidio de Gaza, Gilad Atzmon105
De la Boca de los Rabinos,por Gilad Atzmon109
Prólogo de Gilad Atzmon109
Sionismo. Una afirmación del judaísmo112
Hijos de un Dios menor, Por Israel Shamir118
Hijos de un Dios menor 118
El Judaísmo, la Religión del Holocausto, Gilad Atzmon. 125
“Israel es el Estado Más Racista del Mundo” y los Judíos de la Diáspora “Dominan” a sus Naciones Anfitrionas, Shlomo Sand132
Diez mitos sobre Palestina, Ilan Pappé136
Lo que Israel quiere que creas sobre Palestina136
El Muro, Israel Shamir139
“El pueblo judío es una invención”, Shlomo Sand148
Gaza : Sobre Hombres y Ratas, Israel Adán Shamir155
La limpieza étnica contra los palestinos continúa, Entrevista a Illan Pappé165
Lluvia de Plomo sobre Gaza, Israel Shamir169
Oda a Farris, o la vuelta del paladín, Israel Shamir177
“Israel convirtió Palestina en la mayor cárcel del mundo”, Ilan Pappe185
¿Terminó la Intifada?, Israel Shamir193
Apoyar el derecho de los refugiados palestinos es decir no al racismo israelí, Ilan Pappe197
Cómo se absolvió a Israel de la masacre de Deir Yassin y de todas las demás masacres, Ilan Pappe210
Deshumanización 211
Viaje de destrucción 212
Absolver a Israel 213
Cuando la negación israelí de la existencia palestina se convierte en genocida, Ilan Pappe215
Disonancia cognitiva216
Incremento de la limpieza étnica217
Narrativa criminal218
La negación continúa219
El fantasma del antisemitismo no es más que una argucia para tapar los crímenes de Israel, Norman Finkelstein221
Israel: El tsunami de la penitencia, Israel Shamir225
Israel acuñó el término “Nakba” y todavía lo está implementando, Ilan Pappe229
Israel advirtió de la “catástrofe”230
Desposesión231
La historia de la limpieza étnica en Palestina, Ilan Pappé234
Poder sobre el terreno236
Destrucción de aldeas237
Deir Yassin238
La mentalidad de víctima, Gilad Atzmón241
Comencemos con la escuela sionista.245
La patología del mal, Gilad Atzmon249
No te metas con nuestra Shoa249
Más allá de la supremacía251
Sabbath goyim253
Fantasías de crímenes masivos254
Bibi el hacedor de Paz254
Jázaros Unidos255
Libertad de expresión: el derecho a comparar Gaza con Auschwitz, Gilad Atzmon257
Libertad y autoridad258
Libertad de expresión y libertad de pensamiento259
El principio del daño261
El principio de la ofensa y la libertad de expresión262
Los grupos judíos de presión y el discurso liberal262
Auschwitz frente a Gaza a la luz de la corrección política264
Niños palestinos, Ilan Pappe267
Banda de ladrones. El saqueo israelí de Palestina a la luz del Deuteronomio bíblico, Gilad Atzmon 272
Conclusión279
A confesión de parte, relevo de prueba281
El discurso sionista a través de algunas citas históricas.282
David Ben-Gurión283
Moshe Dayan284
Golda Meir284
Yitzhak (Isaac) Rabin285
Menachem Begin286
Yitzhak Shamir (Isaac Shamir286
Benjamin Netanyahu287
Ehud Barak287
Ariel Sharón288
Otras citas no incluidas en la web personal de Mona Baker289
Rafael Eitan289
Ehud Ólmert290
Comité Rabínico Yeshua290
Exterminemos a los árabes, comenzando por los niños. 291
“Los palestinos son animales que caminan sobre dos piernas”296
La militarización de la educación299
Una democracia… muy peculiar304
¿Apartheid? ¿Pero de qué hablan?306
Aún otras discriminaciones307
¿No es un régimen fascista?309
El campo de tiro de Gush Etzion310
Los tres monitos311

Palestina: la única víctima del holocausto

 

“No existe el pueblo palestino... Ellos no existen”.
(Golda Meir. Declaración al Sunday Times, el 15 de junio de 1969)

El Estado de Israel es el Dios de Israel

El judaísmo es la religión nacional de Israel. Por lo tanto la política de Israel es la consecuencia final lógica e inexorable del monoteísmo judío. El Estado de Israel - en el efímero reino mítico de David y en la actualidad - es la consecuencia natural de las indicaciones dadas por la autoridad suprema: Dios. Yahvé es el único monarca o jefe de Estado de Israel, además de ser el único propietario de la Tierra de Israel. Yahvé es el fundamento del poder, lo que significa que es la única fuente de legitimidad.
La guerra - en su aspecto internacional o “civil”, (esta última es llamada también, en el Antiguo Testamento, “expiatoria”) - es la consecuencia determinante del dominio de Yahvé sobre el Estado judío. En esos momentos Yahvé se transforma en el “Dios de los Ejércitos”. Por lo tanto toda guerra judía es, en primer lugar, una “guerra santa”, porque en última instancia lo que siempre está en juego es la conquista y/o preservación de la “Tierra prometida” (Josué, Jueces, Samuel, Reyes). En todos los casos la guerra es siempre una decisión divina.
Por lo tanto los crímenes del Estado Judío, las agresiones de Israel sobre el resto del mundo, son siempre una responsabilidad directa del dios yahvítico. Ese dios nacional judío está detrás de todas las acciones militares del Estado judío: es el responsable de la expulsión a sangre y fuego de las poblaciones palestinas originales, es el responsable de las torturas, es el responsable de los bombardeos y es el responsable del martirio que se sufre en las cárceles judías. Cuando una bala judía mata a un niño palestino, quien está detrás de ella es siempre Yahvé, protegiendo la “Tierra prometida”.
Israel, Estado sin Constitución, sin fronteras fijas, fundado sólo sobre una noción religiosa, reconoce como ciudadanos potenciales a todos los judíos del mundo. A los pocos palestinos que se quedaron en su tierra después de 1948 (musulmanes, cristianos y drusos), se les ha concedido recién una ciudadanía incompleta y posiblemente reversible. Esos palestinos, descendientes de los antiguos cananeos, fueron los propietarios de la tierra “prometida” por lo menos quince milenios antes de que Yahvé se la diese en “propiedad” a un personaje mítico llamado Moisés. De estas extraordinarias anomalías jurídicas resulta que la única manera correcta de nombrar a los ciudadanos israelíes es el término “judío”. Esto es lo que quieren las autoridades de ese seudo-Estado. Es también el instrumento conceptual que permite gravar con pesadas tasas a la diáspora judía en el mundo.

Historia profana de Israel
La palabra “profano” tiene en nuestro idioma un significado claro y preciso: “Que no es sagrado ni sirve a usos sagrados, sino puramente secular”. Una “historia profana” sería entonces una redundancia si nuestro mundo occidental posrománico o cristiano no hubiese sido el resultado de una profunda enemistad entre dos niveles de existencia: la sociedad eclesiástica (el poder espiritual) y la sociedad política (o “civil”), o el poder temporal.
Por lo tanto: ¿Es posible escribir una historia profana de Israel? En otras palabras: ¿Existe una historia de Israel fuera del texto mítico del Antiguo Testamento? Los arqueólogos e historiadores dan, unánimemente, una respuesta negativa a esta pregunta. Si la historia de Israel, desde la barbarie de las primitivas tribus hebreas (que llegan muy tardíamente al Canaán bíblico) hasta el día de hoy, quedara limitada a datos puramente físicos y/o documentales, esa historia sería sin duda alguna tan insignificante que no valdría la pena escribirla.
Por lo tanto la única historia posible de Israel es la historia mítica de Israel. Aquella historia que comienza con un falseamiento de fechas y la creación arbitraria de personajes (como es el caso de los Profetas, a los que se les hace vivir diez siglos antes de la escritura de los primeros Libros del AT), y termina con un “Holocausto rodeado de misterio”, como dice Elie Wiesel. El “Holocausto”, como toda la historia mítica de Israel, “...está más allá de la Historia, en verdad, fuera de ella, desafía a la vez el conocimiento y la descripción, no puede ser ni explicado ni visualizado, no puede jamás ser comprendido ni transmitido... es una mutación a escala cósmica”. El Holocausto es, por ello, la coronación consustancial de la historia mítica de Israel. “La historia de Israel es historia sagrada, historia del pueblo elegido por Dios para recoger su palabra y preparar el advenimiento de su reino... La historia de Israel adquiere en consecuencia un carácter único que no es susceptible de explicación con criterios meramente humanos” (Antonio Truyol y Serra, Historia de la Filosofía del Derecho y del Estado).
Estamos entonces enfrentados ante un grave problema. Habría, en principio, una imposibilidad teológica para escribir una historia (profana) de Israel. Lo que implica el reconocimiento de que todos los actos de ese pueblo son excepcionales, es decir, están inspirados en y son realizados por un mandato divino. Todos sus actos, especialmente los políticos y sobre todo los militares.
Así el Estado de Israel actual, el primitivo “Hogar Nacional” que surge con la “partición de Palestina”, debería ser estudiado no a través de la historia concreta real sino a partir de una decisión sagrada, o divina. Los hombres, los actores de la historia, serían meros agentes de una Voluntad Superior. El Estado de Israel no puede estar sujeto a las leyes humanas porque es el producto final del excepcionalismo judío. Los judíos son ontológicamente excepcionales.
Dios no es sólo el único “propietario” del Heretz Israel (la Tierra de Israel según el “mapa” del Antiguo Testamento), es también su único monarca. La política judía - la del Estado de Israel - es la consecuencia natural del monoteísmo hebreo. Dios se expresó primero por mediación de Moisés y, luego, por los “jueces”, que son caudillos político-religiosos expresamente señalados por Dios. Finalmente el verdadero gobierno lo ejerció una teocracia, en nombre de Yahvé.
Un día aparecen en escena lo que en términos contemporáneos son los judíos laicos o “socialsionistas”. Es decir, los descendientes de Filón de Alejandría, el primer “intelectual” judío helenizado. Cuando los judíos ya instalados en Canaán (a sangre y fuego, Josué) le piden a Samuel un “rey normal”, “como todas las naciones”, se origina una exigencia política de nuevo tipo: una atenuación del vínculo directo entre Yahvé y su pueblo. La respuesta de Yahvé la expresa su profeta Samuel (I Sam., VIII, 7). Le permite a su pueblo adoptar la institución monárquica, en la medida que los reyes queden sometidos a su Ley. Cuando el rey se aparte de ella quedará sometido al dedo acusador de los sacerdotes, es decir, los teócratas serán los únicos intérpretes de la ira de Yahvé.
Es un esquema muy actual porque dentro de él se realizó el último magnicidio: el asesinato del general Rabin. Pero tanto con reyes como con generales, Dios y no el pueblo es la única fuente de poder legítima en el judaísmo. ¿Puede una democracia judía sustentarse a largo plazo? En otras palabras: ¿Puede una democracia laica judía legitimarse en los designios de Dios?
Ahora bien, ¿Qué sería Israel sin el judaísmo? En última instancia todos los discursos políticos en Israel, hoy, y desde su fundación como Estado, remiten al Antiguo Testamento. En cuestiones vitales como la posesión de la tierra, el AT es en definitiva una escritura de propiedad, un documento jurídico y un permiso económico que le permite, a un judío polaco, o ruso, que llega por primera vez a “tierra santa”, adueñarse de tierras, propiedades y fortunas que antes de la Decisión Superior, y durante miles de años con anterioridad a la llegada de las primeras tribus hebreas, pertenecían a los antiguos habitantes cananeo-palestinos. Es evidente que no estamos en presencia de un simple colonialismo, en especial porque el Antiguo Testamento, ese registro de propiedad exclusivo de los judíos es al mismo tiempo una “licencia para matar”.
Se podría aceptar incluso que el Estado de Israel tenga derechos sagrados sobre el territorio que hoy ocupa. Pero sólo en la medida exacta en que ese Estado sobreviva como Estado confesional fuera y alejado de la llamada “comunidad internacional” de nacionales normales, es decir, no excepcionales, y basado exclusivamente en un Derecho Teológico. Si, en cambio, dentro de la población de ese Estado pretende sobrevivir, como es el caso actual, una importante población laica, los “derechos” de ese Estado sobre una tierra “sagrada” caducarían automáticamente. En buena lógica, sólo los creyentes (los hassedin) podrían disfrutar de un derecho de propiedad otorgado por Dios. ¿Cómo un no creyente podría disfrutar de ese derecho?
Por lo tanto la laicización del Estado de Israel obligaría a todos los habitantes de ese Estado a retornar a la historia real concreta y a sujetarse a leyes positivas y no divinas, incluidas las leyes de la guerra. Lo primero, entonces, sería abandonar las tierras cananeas palestinas y propiciar el retorno a ellas de los expulsados, a sangre y fuego, entre 1947 y 1949.
Si Yahvé es el vértice de la historia, se podría entender que sus seguidores gozaran de “derechos especiales”, en la medida que aceptemos la excepcionalidad judía: es decir la superioridad judía basada en una excepcionalidad ontológica. Pero un judío laico no puede pretender derechos especiales, no es superior a un gentil cualquiera. ¿Cuál es el papel de los judíos laicos en la “tierra prometida”, o “santa”? ¿Con qué justificación reemplazó a los primitivos habitantes árabes de esas tierras?
Estamos así en origen de una guerra civil judía. Y no sólo de una guerra judía-árabe.
Exceptuando el caso de Israel, tanto el concepto de “historia” como el de “historiografía” se han edificado bajo el signo de lo profano; no podría ser de otra manera desde el momento en que es preciso excluir causas divinas o sobrenaturales en el devenir humano, porque tales causas podrían introducir un elevado nivel de arbitrariedad en los análisis. Especialmente cuando la historia de las religiones nos señala la existencia de dioses nacionales, o nacionalistas, como es el caso de Yahvé.
Es sabido que en Occidente la disociación entre los dos niveles de la existencia (el sagrado, o eclesial; y el profano, o político) fue el producto del lento proceso de penetración del cristianismo sobre las estructuras geopolíticas y administrativas del Imperio Romano. En el mundo antiguo-pagano no había ni podía haber división entre Estado e Iglesia o Iglesias. El mundo antiguo precristiano era una comunidad total de vida, que abarcaba a la religión como parte de la política. La unidad interna entre lo profano y lo divino de ese mundo antiguo, desde sus orígenes hasta hoy conocidos, se desarrolló y se mantuvo por lo menos durante unos 16 milenios, o sea 160 siglos, hasta aproximadamente el siglo III dC. El mundo disociado, esquizofrénico, de Occidente es, por lo tanto, un producto novísimo.
La penetración del cristianismo en Roma es el origen de la dualidad que invade la vida occidental, y la causa final de que la conducta internacional de ciertos Estados sólo pueda ser explicada a nivel “sagrado”, es decir, mítico. Con la lenta cristianización del Imperio, el nivel divino adquiere una representación institucional que antes no tenía. La vida espiritual de los hombres queda bajo la autoridad de una Iglesia que se desprende de la autoridad temporal, y las más de las veces, a partir de allí, la enfrenta y la combate. Por oposición al “monismo” del mundo antiguo, nace el mundo moderno.
Cristianismo e Imperio son dos historias paralelas durante unos tres siglos, aproximadamente (es bien sabido que la conversión de los paganos no es ni simultánea ni automática y que además es muy tardía no sólo en los vastos espacios germánicos, incluidos los ya romanizados). San Pablo escribe su Epístola a los Romanos en tiempos de Nerón, al que se supone un tiempo de persecución de los cristianos, según la historia legendaria que es en esencia una historia cristianizante (o judeo-cristiana).
Los cristianos quieren apoderarse de un Imperio intacto: habían constatado la inutilidad del revolucionarismo y del secesionismo judío (Flavio Josefo, La guerra de los judíos). El monoteísmo abrahámico, judío o yahvesiano en su origen, había tropezado con la política, en este caso, con la realidad militar del Imperio. El exjudío Pablo, en cambio, es el príncipe de la estrategia. Sabe que no puede ni debe competir con el Imperio: sabe que en principio debe darse al César lo que es del César; pero sólo en principio.
Si el cristianismo no se hubiese apoderado del Imperio, su hermano mayor, el judaísmo, tampoco hubiese sobrevivido. Es esencialmente falsa la idea de un cristianismo tradicional “antisemita”. Sin un cristianismo convertido en “religión oficial” primero, y en oposición sistemática (al poder temporal) después, no existiría ni el recuerdo del monoteísmo en el mundo occidental.

Judaísmo y sionismo
El sionismo no es más que la ideologización tardía (siglo XIX dC) del judaísmo primitivo (siglos III, II, aC). La ideología sionista descansa en un postulado muy sencillo: está escrito en el Génesis (XV, 18): En aquel día hizo Yahvé un pacto con Abraham diciendo: a tu descendencia daré esta tierra desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates. A partir de allí, los dirigentes sionistas, incluso los que son agnósticos o ateos, proclaman: Palestina nos ha sido dada por Dios.
“Este país existe como realización de una promesa hecha por el propio Dios. Sería ridículo pedirle cuentas sobre su legitimidad”. Tal es el axioma de base formulado por la Sra. Golda Meir. “Esta tierra nos fue prometida y nosotros tenemos el derecho sobre ella”, repite Beghin. “Si un pueblo posee la Biblia, si se considera perteneciente a ese pueblo de la Biblia, debe poseer igualmente las tierras bíblicas, las de los Jueces y de los Patriarcas, de Jerusalén, de Hebrón, de Jericó y aún de otros lugares”, insiste Ben Gurión.
Ben Gurion dice muy claramente: “No se trata de mantener el status quo. Tenemos que crear un Estado dinámico, orientado hacia la expansión”. La práctica política responde a esta singular teoría: apoderarse de la tierra y expulsar a los habitantes, como lo hizo Josué, el sucesor de Moisés. Menahem Beghin proclamaba: “Eretz Israel será devuelta al pueblo de Israel. Toda entera y para siempre”. Así, de entrada, el Estado de Israel se coloca por encima de cualquier Derecho Internacional. Aplica la excepcionalidad judía. Que luego será reforzada por otra excepcionalidad: la del “Holocausto”.

(Continúa...)