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El drama de los judíos europeos

 

Paul Rassinier

El drama de los judíos europeos - Paul Rassinier

288 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2015
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 300 pesos
 Precio internacional: 20 euros

Paul Rassinier, antiguo diputado socialista francés, estuvo preso en los campos nazis de Buchenwald y Dora por su actuación en la Resistencia. A pesar de esta dramática experiencia adoptó una actitud de total imparcialidad y orientó su actividad al estudio de todo lo relacionado con los campos de concentración. Fruto de su labor fueron un buen número de libros que causaron gran impacto en toda Europa en un momento en que el tema del nazismo y los judíos alcanzaba su mayor virulencia. La postura de Rassinier, basada siempre en datos, contrastaba con la de muchos que estudiaban el tema con criterios casi exclusivamente políticos. Del enfrentamiento se derivaron numerosas rectificaciones de esos últimos, obligados por los argumentos de Rassinier. El drama de los judíos europeos puede considerarse como el testamento histórico de Rassinier pues es la obra que resume su labor de historiador al enfrentarse de una vez con el tema clave de sus estudios: el número de judíos muertos en los campos de concentración. Partiendo de la cifra que siempre se ha dado como oficial, seis millones, el autor, que utiliza datos de fuente judía, la vivisecciona con rigor, refuta, concede, cuenta, suma, resta, busca a través del dramático mapa de Europa de los años treinta y cuarenta, detalla la emigración judía mundial y llega a una conclusión sorprendente. Nunca, ni por el estilo ni por el fondo, se ha podido decir con mayor exactitud que una investigación histórica se ha llevado con la precisión de un proceso matemático.

 

ÍNDICE

 

Introducción 7
I.- El señor Raul Hilberg, su doctrina y sus métodos 19
II.- Testigos testimonios y documentos 43
I. Generalidades 43
II. El testigo Rudolf Hoess: Comandante de Auschwitz 56
III. El testigo Miklos Nyiszli: Médico en Auschwitz 68
IV. El testigo Kurt Gerstein 76
V. Conclusión 104
Apéndice: Las dos versiones del documento Gerstein 123
El documento Gerstein 1ª ed 124
El documento Gerstein 2ª ed 131
III.- Estadísticas: ¿seis millones, o ... ? 139
I. Estadísticas de anteguerra 146
II. Estadísticas de anteguerra y de postguerra 152
III. La emigración judía o «el judío errante» 165
IV. El movimiento de la población judía europea 1933-1945 183
Conclusión 273

INTRODUCCIÓN

 

En 1950, al escribir La Mentira de Ulises, clasifiqué en tres categorías los testigos del fenómeno concentracionario que estudiaba en aquella obra:
• los que nada destinaba a ser unos testigos fieles y a los que, sin ninguna intención peyorativa por otra parte llamaba testigos menores;s
• los psicólogos víctimas de una inclinación, a mi entender demasiado pronunciada, hacia el argumento subjetivo;
• y los sociólogos o reputados como tales.
No había encontrado historiadores... al menos que fueran dignos de ese nombre.
En guardia incluso contra mí mismo, para no ser acusadlo de hablar de cosas situadas excesivamente al margen de mi propia experiencia, de caer a mi vez en el defecto que reprochaba a los demás, es decir, a arriesgarme a quebrantar las normas de la probidad intelectual, renuncié deliberadamente a presentar un cuadro completo de la literatura concentracionaria de la época.
El número de los testigos puestos en entredicho era, pues, forzosamente limitado en cada una de las categorías y en su conjunto: tres testigos menores1 (el abate Robert Ploton, el Hermano Birin de las Escuelas Cristianas de Epernay, el abate Jean-Paul Renard), un psicólogo (David Rousset) y un sociólogo (Eugen Kogon). Fuera de categoría: Martin Chauffier. Dado que una afortunada casualidad había querido al mismo tiempo que, exceptuando a uno de ellos, sus experiencias afectaran a los mismos campos en los que yo había adquirido las mías, aquel método, por otra parte bastante sencillo, ofrecía muchas ventajas.
Desde entonces, Sostenida y estimulada por la política que gobierna las relaciones ruso norteamericanas, la literatura concentracionaria que apoya a su vez a aquella política no ha hecho más que aumentar. No es un secreto para nadie que, en la política general de los Estados Unidos, cierto número de artículos están destinados únicamente a no cortar de un modo radical los puentes con Rusia. El mito del peligro de un renacimiento del nazismo y del fascismo en Europa es uno de ellos. Stalin y Truman digno heredero de Roosevelt , de mutuo acuerdo, lo explotaron a fondo, el primero para evitar que Europa adquiriese consciencia de sí misma e integrara a Alemania, el segundo por deficiencia mental. Y Kruschev siguió jugando con Kennedy el juego de Stalin con Truman...
En cualquier caso, alrededor de 1950 renació y tomó cuerpo en muchas mentes privilegiadas la idea de que Europa existía. Antaño provocada por la frecuencia de las guerras germanofrancesas, esta toma de conciencia episódica se debía, esta vez, a otros dos argumentos complementarios, por una parte, la casi certeza de que, dividida contra ella misma, Europa era una presa fácil para el bolchevismo. Y por otra, que no había Europa posible sin que Alemania estuviera integrada en ella. En Moscú y en Tel Aviv habían intuido, desde su primer soplo, que aquel viento procedía de lejos; si degeneraba en tempestad no podía dejar de desembocar en una Europa Unida lo que habría significado para Rusia el aislamiento y, para Israel, el final de las subvenciones vitales que le eran entregadas por Alemania a titulo de reparaciones (al recibir al señor Gerstenmayer Presidente del Bundestag, el señor Ben Gurion declaró el 30 de noviembre de 1962 que su importe ascendía a 850 millones de dólares el 1 de abril de 1962: ¡una bicoca!). La contraofensiva no se hizo esperar: dos ataques tan notablemente sincronizados como si hubieran sido concertados y hermanados partieron al galope de dos empresas de fabricación y falsificación de documentos históricos, una bajo la razón social de un Comité para la persecución de los crímenes y de los criminales de guerra, con sede en Varsovia, y otra bajo la del Centro Mundial de Documentación Judía contemporánea, cuyas dos sucursales más importantes se encuentran en Tel Aviv y en París. Objetivo: Alemania. Tema: los horrores y las atrocidades cometidas durante la segunda guerra mundial por el nazismo, vocación natural de Alemania el tema precisaba que el Gobierno de Bonn volvía a adoptar sus principios nacionalistas y militaristas fundamentales , lo que la convertía en un pueblo que había que mantener bajo un estricto control, en perpetua cuarentena. El primer fruto de aquella contraofensiva fue, que yo sepa, Documentación sobre el exterminio por medio de los gases (1950) de H. Krausnik, el segundo Médico en Auschwitz (1951) de un tal Dr. Miklos Nyiszly, israelita húngaro deportado a ese campo en mayo de 1944, y el tercero El Breviario del Odio (1951) de León Poliakov. Desde entonces, el chorro no se ha interrumpido: cada vez que ha aparecido la menor señal de acercamiento entre Alemania y los otros pueblos europeos (C.E.C.A., Mercado Común, Tratado franco alemán, etc.), hemos tenido, estampillado por el Comité de Varsovia o por un miembro importante del Centro de Documentación Judía, o por el Institut für Zeitgeschichte de Munich, que es una asociación de los dos primeros, un estudio de aquel tipo que constituía un acta de acusación más terrible que la anterior contra la Alemania de Bonn y sobre la cual la prensa mundial montaba una espectacular campaña de publicidad. Así hemos visto publicados sucesivamente: El Tercer Reich y los Judíos (1953), de León Póliakov y Wulf, Historia de Joel Brandt, un intercambio de 10.000 camiones contra un millón de judíos (1955), El Lagerkommandant de Auschwitz habla, Memorias de Rudolf Hoess2 (1958), etc., por citar únicamente los más resonantes, ya que si hubiera que citarlos todos la lista de los títulos, sin comentarios, llenaría un volumen. Muy recientemente ha aparecido una antología de esa literatura editada por un Comité de estudio de la segunda guerra mundial, con sede en París y cuyos animadores son una dama, Olga Wurmser del Centro de Documentación Judía y un ilustre desconocido llamado Henri Michel. La antología en cuestión recoge textos de 208 autores testigos, y debo añadir que sólo cita a los que definen sin el menor error la línea en la cual conviene atestiguar ya que, en las estanterías de mí biblioteca de trabajo figuran casi otros tantos que no son citados y que resultan igualmente acusadores y a menudo con más inteligencia, aunque con la misma falta de respeto a la verdad histórica. No hace falta decir que no figuro entre los citados. Título de esa antología.. Tragedia de la Deportación (1962). Lo más lastimoso es que se hayan encontrado historiadores bastante dañinos como para garantizar esos testimonios con su autoridad. Labrousse y Renouvin en Francia, Rothfels en Alemania, etc. Los Estados Unidos, a su vez, acaban de aportar uno a la causa del Comité de Varsovia y del Centro Mundial de Documentación Judía. Raul Hilberg, cuyo libro The Destruction of the European Jews (1961) es seguramente la más importante de todas las obras que han sido publicadas sobre la cuestión y la que ha logrado asumir mejor la apariencia sólo la apariencia de un estudio serio. Un monumento, por otra parte no publicado todavía en Europa en el momento en que escribo, debido a la oposición de las comunidades judías europeas en virtud de las confesiones que contiene y que proporcionan a ese estudio uno de sus principales argumentos.
La ventaja de esa superproducción literaria es la de que, preocupado cada uno de esos charlatanes en mostrarse más original que su compañero de yunta y mejor informado - los mismos hechos son presentados de un modo distinto por unos y otros, que se contradicen unos a otros, que de cuando en cuando un subterfugio del uno es puesto en evidencia por el otro, y que entre todos han terminado por demostrar lo contrario de lo que querían demostrar. Hasta el punto de que, rematado todo por Le Jugement du Proces de Jerusalén (1961), hoy sabemos casi exactamente lo que ocurrió con los seis millones de judíos exterminados durante la segunda guerra mundial, en las cámaras de gas de los campos de concentración o de otra manera.
Y de que por fin se puede hablar de ello con la certeza de no incurrir en errores de bulto, lo cual no era el caso en la época en que escribí La Mentira de Ulises, y por cuyo motivo no me aventuré a hacerlo. En resumen: hoy se saben muchas cosas, y este estudio se propone dar a conocer lo que se sabe.
Para completar el cuadro, hubiera sido preciso citar también las películas extraídas de aquella literatura y destinadas a condicionar a la opinión pública. La última etapa, Kapo, Los Documentos de Núremberg, etc. He renunciado a ello, hubiera equivalido a redactar el catálogo de Folletines para porteras desde 1946 hasta nuestros días. Y yo no soy el archivero del Sindicato de porteros.
Tal como se presenta, este estudio me parece séame disculpado suficientemente amplio para el objetivo que se propone y que, no creo que se pueda estar en desacuerdo con ello, queda bastante bien definido por las dos informaciones siguientes, de las cuales ya di constancia en La verdad sobre el proceso Eichmann3 y que fueron hechas públicas con dieciséis años de diferencia, una en la propia barra del Tribunal de Núremberg el 29 de enero de 1946, la otra por el Ministro de los Ex Combatientes.
En Núremberg, hablando en nombre de Francia, el Procurador General Dubost había declarado el 29 de enero de 1946:
«Los censos que hemos efectuado en Francia permiten afirmar que el número de deportados franceses superó los 250.000, de los cuales sólo regresaron 35.000. El documento F. 497 depositado bajo el nº R.F. 339 señala que de las 600.000 detenciones que los alemanes realizaron en Francia, 350.000 fueron llevadas a cabo con vista un internamiento en Francia o en Alemania Número total de deportados: 250.000. Número de deportados que regresaron: 35.000 (T. VI, P. 338 de las Actas de los debates)”
El Porcentaje de los supervivientes se elevaba pues al 14% y el de los muertos al 86 %. Pero, a una pregunta que le había sido formulada por un diputado sobre esa cuestión, el Ministro de los Ex Combatientes y Víctimas de la Guerra del Gobierno francés respondió así a través del Diario Oficial, el 24 de febrero de 1962 (Debates parlamentarios, p. 229).
«Según los informes estadísticos existentes con fecha 1 de diciembre de 1961 en el fichero mecanografiado de los deportados e internados de la guerra 1939 1945, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos, el número de tarjetas entregadas a deportados e internados o a sus causahabientes se eleva a:
Fallecidos
Deportados (Resistentes)
16.702
9.783
Deportados (Políticos)
13.415
9.235
Internados (Resistentes)
9.911
5.759
Internados (Políticos)
10.117
2.130
Totales
50.145
26.907
Para los deportados, pues, las cifras se presentaban así:
Total de deportados: 49.135
Total de fallecidos: 19.018 (o sea alrededor del 38 %)
Supervivientes: 30.117 (o sea alrededor del 62%)
con fecha del 24 de febrero de 1962. Evidentemente, resulta bastante difícil determinar, partiendo de esos datos de base, el número exacto de los muertos y de los supervivientes con fecha del 8 de mayo de 1945: regresando de los campos tras una estancia en ellos más o menos larga, los supervivientes representaban una población muy frágil y en la cual el índice anual de mortalidad es, obviamente, muy superior al normal. No me sorprendería si me dijeran que, de los 19.108 que faltaban el 24 de febrero de 1962, del 35 al 45 % murieron después de su regreso.
En tal caso, habría que admitir que, el 8 de mayo de 1945, las proporciones eran las siguientes: del 75 al 80 % de supervivientes, del 20 al 25 % de muertos, lo cual, siendo ya suficientemente trágico, se sitúa muy por debajo del 86 % de muertos y el 14 % de supervivientes que se deducen de las cifras presentadas en Núremberg por el Procurador Dubost. ¡Tan por debajo, que se trata casi de proporciones inversas!
Esas dos informaciones se podrían completar con otras dos igualmente significativas:
1. El 16 de marzo de 1962, en un discurso pronunciado en
Dachau en presencia de los representantes de 15 naciones que habían acudido a conmemorar la liberación del campo, Monseñor Neuhäussler, Obispo auxiliar de Munich, se expresó en los siguientes términos, según Le Figaro del día 17 del mismo mes y año:
«Esta tarde, a pesar del intenso frío y de la tormenta de nieve, los peregrinos se han reunido en el campo de Dachau donde treinta mil hombres fueron exterminados de los doscientos mil procedentes de treinta y ocho naciones que fueron internados en él desde 1933 hasta 1945».
Y todos los periódicos del mismo día publicaron las mismas
2. Sin embargo, el Pastor Niemöller había pretendido, en una conferencia pronunciada el 3 de julio de 1946 y editada bajo el título «Der Weg ins Freie» por Franz M. Helbach, de Stuttgart, que «238.756 personas fueron incineradas en Dachau», es decir, una cifra superior a la de los internados.
¿El drama de los judíos europeos en todo eso? Concretamente: consiste, no en que seis millones de ellos fueran exterminados como ellos pretenden, sino únicamente en el hecho de haberlo pretendido y de que, tal como ha confirmado el proceso de Jerusalén, según todas las publicaciones de fuente anteriormente citadas, la exageración del Centro Mundial de Documentación Judía contemporánea en la materia sea del mismo prden que la del Procurador Dubost puesta en evidencia por el Ministro de los Ex Combatientes, y que la del Pastor puesta en evidencia por Monseñor Neuhäussler.
Ya que nunca se miente impunemente y he aquí que llega el tiempo de la expiación.
No hay que olvidar, en efecto, que esa falsedad ha sido cometida para procurarse los fondos necesarios para la edificación del Estado de Israel (indemnizaciones alemanas proporcionadas al número de las víctimas). Sin embargo...
Sin embargo, de facto, el Estado de Israel está construido actualmente4 sobre una superficie de 20.000 kilómetros cuadrados. De jure, sólo cuenta con los 10.000 kilómetros cuadrados, aproximadamente, que le fueron otorgados por la Convención de la O.N.U. del 29 de noviembre de 1947. En consecuencia, si los 17.583.057 judíos del mundo que resultan del estudio de la estadística del Centro Mundial de Documentación Judía contemporánea5 o los 18.265.601 que resultan del estudio de la del señor Raul Hilberg6 se instalaran allí, la densidad de la población aumentaría a 875 habitantes por kilómetro cuadrado en el primer caso, y a 915 en el segundo (densidad calculada sobre su superficie de facto), lo cual, a menos de practicar con éxito contra los autóctonos árabes una política del Lebensraum inspirada en el nacionalsocialismo alemán, ese Estado, no podría soportar, desde el punto de vista económico: con sus 2.270.000 habitantes actuales confesados, es decir, con una densidad de 110 a 115 habitantes por kilómetro cuadrado, su vida económica se encuentra ya singularmente comprometida, dado que su presupuesto experimenta un déficit de 85 a 100 millones de dólares anuales y sólo se equilibra gracias a las indemnizaciones alemanas, las subvenciones de las comunidades judías de la Diáspora (eufemismo para designar Bancos como los Rothschild, Kühn Loeb and Co., etc., que recuperan esos donativos con los beneficios de sus operaciones financieras con la población mundial), y los préstamos o regalos a fondo perdido de diversos Estados del mundo. Incluso si la población judía mundial fuera en la actualidad de unos 13 millones de personas, como pretende el Movimiento Sionista internacional, no habría un cambio apreciable en ese fenómeno: si se dirigían todas a Israel, la densidad de la población alcanzaría los 650 habitantes por kilómetro cuadrado y su economía tampoco podría soportarlo.
Entre los Estados europeos que participan en los donativos y regalos a fondo perdido, una determinada política, la del general de Gaulle, tiende incluso a aumentarlos y, para aumentarlos más y con más facilidad, a incluirlos en la cuenta del Mercado Común. En mi opinión, no cabe duda de que si el Mercado Común se orientase por ese camino, por poco que otros Estados del mundo atlántico siguieran sus pasos, el Estado de Israel así estimulado se empeñaría de un modo más pronunciado en aquella política del Lebensraum definida por Ben Gurion sin pronunciar la palabra (El pueblo y el Estado de Israel. Editions de Minuit, 1959, pp. 75 81), que le ha empujado ya a apoderarse de 10.000 kilómetros cuadrados más de los que le había otorgado la Convención de la O.N.U. del 29 de noviembre de 1947 (Neguev, Territorio de Ammon, Eilath, etc.). Y, al término de la evolución de los acontecimientos en ese sentido, habrían pocas posibilidades de que un tercer conflicto mundial por motivos de petróleo a los cuales la URSS no podría permanecer indiferente, diría, con razón, mi amigo Pierre Fontaine pudiera ser evitado.
Por consiguiente, cuando el Movimiento Sionista internacional pretende que seis millones de judíos fueron exterminados en unas cámaras de gas por los alemanes, proporciona a Kruschev el principal argumento del que usa y abusa para demostrar, aparejándolo con el renacimiento del nazismo y del militarismo prusiano, que el pueblo alemán es un pueblo de bárbaros y que sería muy peligroso integrarlo a Europa de pleno derecho apuntando con ello a matar en germen a una Europa inconcebible sin Alemania. Al presentar, por otra parte, la factura ,que corresponde a esa cifra (seis millones de veces 5.000 marcos), el Movimiento Sionista internacional sólo pretende aliviar en otro tanto la carga que el déficit permanente del Estado de Israel hace pesar sobre los banqueros de la Diáspora, e incluso suprimirla y transformarla en un beneficio apreciable.
Y todo, a fin de cuentas, para crear en el Oriente Medio las condiciones de un tercer conflicto mundial.
Que la verdad histórica estalle lo antes posible, con la suficiente amplitud y la suficiente fuerza para modificar el curso actual de los acontecimientos y hacer que esta expiación no adquiera esa forma en la cual el mundo entero seria, una vez más, el redentor del pecado de unos pocos, es, en función de aquella aprensión, la gracia que nos deseo.
P. R.

 

notas:

1 Ruego que no se vea ninguna mala intención de anticlericalismo en el hecho de que sean tres religiosos.
2 Una edición de esas Memorias había sido publicada en Polonia en 1951 pero, que yo sepa, no había cruzado el Telón de Acero antes de 1958
3 El lector que esté al corriente de mis obras anteriores encontrará en ésta cierto número de hechos que ya conoce y cuya repetición se imponía porque sirven de puntos de apoyo a otro razonamiento, que de otro modo difícilmente hubiera sido comprendido, vivos
4 Tenga en cuenta el lector que este trabajo fue escrito en 1963. (Nota a la ed. española.)
5 Cf. p. 263.
6 Cf. p. 263.

CITAS

 

«Amicus Plato sed magis Amica veritas».
LA ANTIGUA SABIDURÍA


«Dejad que hablen, dejad que os vituperen, que os condenen, que os encarcelen; dejad que acarreen vuestra perdición, pero publicad vuestro pensamiento. No es un derecho, es un deber. La verdad pertenece a todos...
Hablar es bueno, escribir es mejor; imprimir es algo excelente... Si vuestro pensamiento es bueno, aprovecha a alguien; si es malo es refutado y aprovecha también a alguien. Pero, ¿y el abuso?
Una palabra estúpida; los que la han inventado son los que realmente abusan de la prensa imprimiendo lo que quieren, engañando, calumniando e impidiendo replicar ... »
Paul Louis Courier


«No es posible, atenienses, que la injusticia, el perjurio y la mentira adquieran una potencia duradera. Esos artificios pueden, durante cierto tiempo, crear una ilusión. Pero no tardan en desplomarse».
Demóstenes

CONCLUSIÓN

 

La lógica impondría que este estudio demográfico terminara al menos con una estadística general que incluyera cuatro columnas para cada una de las naciones europeas a las que acabo de pasar revista:
1. El número de los judíos que vivían en ella en vísperas de la subida al poder del coronel Beck en Polonia (1932) y de Hitler en Alemania (1933).
2. El número de ellos que, para escapar a la persecución, emigraron entre aquel doble acontecimiento y 1945.
3. El número de los que fueron encontrados vivos en ellas en 1945.
4. Finalmente, el número de los muertos.
Para que se hiciera toda la luz sobre esta sombría historia, esa estadística tendría que ir acompañada de otra que diera la estructura de la población judía mundial a finales del año 1962. También con cuatro columnas para cada una de las naciones de los otros continentes:
1. El número de los judíos que vivían en ellas antes de la subida al poder del coronel Beck en Polonia y de Hitler en Alemania.
2. El crecimiento natural desde 1932 hasta 1962.
3. El nivel de la población judía a finales de 1962.
4. Finalmente, el número de los emigrantes judíos obtenido por diferencia entre los totales de las columnas 2 y 3: no cabe duda de que esa diferencia sería del orden de 4.524.108.
Tal era mi intención a la salida, A la llegada, esa doble tarea se ha revelado imposible: la segunda estadística sólo puede ser establecida a condición de que el Movimiento Sionista Internacional acepte el principio de un censo mundial de la población judía y, como hemos visto, la aceptación de ese principio no entra en sus cálculos. En cuanto a la primera estadística, su establecimiento tropieza con una serie de dificultades de otro orden, a pesar de todas las precisiones que nos ha aportado el estudio al que acabo de proceder.
La más insuperable de esas dificultades y que las resume todas es la siguiente: si bien sabemos, ahora, que un mínimo de 4.524.108 judíos lograron abandonar Europa entre 1931 y 1945, estamos mucho menos informados sobre la nacionalidad de cada uno de ellos. Para países como Dinamarca, Noruega, Alemania, Austria, Bulgaria y un par de ellos más, como los Países Bálticos, por ejemplo, o incluso Grecia, no hay problema: no se encontraban en el itinerario de la emigración judía, los alemanes sólo encontraron en ellos a judíos nacionales de esos países y todo está claro. Pero en otros no ocurre lo mismo: en Holanda, en Bélgica, en Francia, en Italia, en Hungría, en Rumania, que fueron países de refugio o de paso antes de ser ocupados por las tropas alemanas, los judíos fueron detenidos y deportados en mescolanza, y nos vemos en la imposibilidad de distribuir por nacionalidades lo mismo a los que lo fueron que a los que lograron no serlo. Hungría es el prototipo de esta dificultad: hemos conseguido establecer que, de los 800.000 judíos existentes allí el 19 de marzo de 1944, 543.000 no habían sido deportados, alrededor de 200.000 lo habían sido, 57.000 habían sido, muy probablemente, asesinados en operaciones de policía, y 343.000 habían logrado emigrar, pero... Pero, en cada una de esas categorías, ¿quién era húngaro, quién era checo, quién era yugoslavo y quién era polaco? El mismo problema para Rumania, donde hemos encontrado 147.650 muertos y 652.350 supervivientes. 227.350 de ellos emigrados. El mismo problema también para Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia, donde hemos establecido que solamente 83.000 judíos de una u otra de esas cuatro nacionalidades habían podido ser detenidos y deportados: aquí, sabemos que no había belgas entre ellos, que el número de los franceses se sitúa forzosamente entre 6.000 y 11.999, el de los luxemburgueses entre 0 y 2.000, siendo los demás holandeses, pero de todos modos se trata de datos que no son lo bastante concretos para figurar en una estadística. Para Polonia, sabemos que fueron detenidos 829.040 judíos, sea en el suelo nacional, sea en la ruta de emigración por el Oeste; pero, de los 289.300 que habían intentado emigrar por la ruta danubiana, ¿cuántos fueron detenidos en Hungría, cuántos en Rumania? Otras tantas preguntas a las cuales no es posible contestar y que pueden formularse igualmente para los checos que huyeron a Hungría, los yugoslavos que huyeron a Italia, etc.
En último análisis, más bien que poner en circulación una estadística por nacionalidades, en la cual todos los datos hubieran sido discutibles, y aumentar la confusión creada por los historiadores y estadísticos del Movimiento Sionista Internacional, he preferido establecer esa estadística al único nivel en el que tenemos certezas, es decir, al de Europa. Aquí no hay discusión posible: podemos afirmar que un mínimo de 4.524.108 judíos europeos lograron emigrar con la suficiente antelación para no ser detenidos y deportados a campos de concentración, y podemos añadirlos a los que los historiadores y estadísticos del Movimiento Sionista Internacional encontraron vivos en Europa en 1945.
He aquí, pues, sobre los datos del Centro Mundial de Documentación Judía contemporánea, lo que resulta a escala de Europa nuestra estadística de cuatro columnas integrando en ella, con fecha de 1931, a los 300.000 judíos alemanes + los 180.000 judíos austríacos dados como huidos de Europa por temor a Hitler + el millón de judíos de la zona rusa que nunca fue ocupada por las tropas alemanas y que el Centro había deducido arbitrariamente:
Veamos, pues, adónde hemos llegado (cf. pp. 270 y 271):
El estudio de la estadística del Centro Mundial de Documentación Judía contemporánea hace que aparezcan, según sus propios datos, 1.485.292 judíos europeos muertos a consecuencia de las persecuciones nazis, en campos de concentración o de otro modo.
El estudio de la del señor Raul Hilberg sólo hace aparecer 895.392.
Por dos veces, me había inclinado sobre este problema: en Ulises traicionado por los suyos, publicado en Francia en 1960, y en una comunicación a la revista alemana Deutsche Hochschullehrer Zeitung (Tubingen, nº 112, febrero de 1963). Cada vez lo había hecho en función de los datos de fuente judía hechos públicos en la época. Pero, la primera vez, ni la Sentencia del Proceso de Jerusalén ni, con mayor motivo, el estudio de The Jewish Communities of the World de febrero de 1963 habían sido puestos en circulación. Y, en función de lo que era conocido, había llegado a la conclusión de que el número de los judíos europeos muertos a consecuencia de las persecuciones nazis, en campos de concentración o de otro modo, debía situarse en tomo a 1.000.000, poco más o poco menos. La segunda vez, estaba en posesión de la Sentencia de Jerusalén y había seguido día a día los debates del Proceso, pero no tenía aún conocimiento del estudio de The Jewish Communities of the World, que aún no había sido publicado: como corolario de mi comunicación a Deutsche Hochschullehrer Zeitung (ob. cit., pp. 61 62), había pretendido que si el número era superior a 1.000.000, no podía en ningún caso sobrepasar las 1.655.300 víctimas. Hoy, disponiendo de todos esos documentos que no tenía entonces, puedo decir que, calculado sobre las informaciones anteriores del Centro Mundial de Documentación Judía contemporánea, el número de las víctimas es de 1.485.292, y de 895.392 calculado sobre las del, señor Raul Hilberg. Para llegar a una mayor precisión, hay que esperar a que nuevas cumbres sionistas tipo Shalom Baron, Poliakov, Borcwicz, etc. nos brinden nuevas confesiones, o a que un nuevo proceso tipo Jerusalén nos aporte nuevas luces sobre la cuestión: temo provocar la risa del lector diciéndole que, conociendo a los medios sionistas, ni la una ni la otra de esas dos hipótesis quedan excluidas, e incluso son más que probables, la una y la otra. En esos medios no faltan, en efecto, ni los charlatanes inconscientes y ávidos de publicidad, ni ¡por desgracia! los jueces sedientos de venganza. Confío mucho también en otros dos órdenes de motivos: las disensiones latentes y continuas que existen entre Ben Gurion y Nahum Goldman, y las diferencias surgidas entre los señores Kruschev y Mao Tse Tung.
Desde hace mucho tiempo, el señor Nahum Goldman da señales de impaciencia y de fatiga ante la política de Ben Gurion con respecto a Alemania. Se sabía ya, lo había declarado públicamente él mismo, que la detención de Eichmann y el proceso subsiguiente no le habían entusiasmado. Por indiscreciones, de cuando en cuando, llega a saberse que no aprecia demasiado todos esos procesos incoados en Alemania contra antiguos miembros de alguna de las organizaciones nazis de la época de Hitler. En el propio Israel, apasionadas discusiones enfrentan a los de su clan con los del de Ben Gurion, cada vez que este último encuentra un ministro alemán lo bastante necio como para aceptar una invitación que Ben Gurion le hace con el único objetivo de hacerle insultar públicamente en Israel por sus partidarios y tener así un motivo para llamar la atención del mundo entero sobre la deuda que, al identificarse con Hitler en 1933, Alemania contrajo con Israel. Todo parece indicar que, no atreviéndose a tomar públicamente posición contra Ben Gurion a propósito de su política con respecto a Alemania, el señor Nahum Goldman se esfuerza, entre bastidores, en poner una sordina a su tema central. Y el hecho de que en materia de judíos exterminados las estadísticas que nos llegan del Movimiento Sionista norteamericano sean generalmente más moderadas que las que nos llegan de su rama europea (es el caso de la del señor Raul Hilberg comparada con la del Centro Mundial de Documentación Judía contemporánea) podría ser perfectamente el reflejo de las disensiones que existen entre los dos hombres. Así se explicarían las divergencias y contradicciones que aparecen en las fuentes judías en materia estadística.
En cuanto a las diferencias surgidas entre los señores Kruschev y Mao Tse Tung, podrían tener consecuencias en virtud del hecho de que, con la de los Estados Unidos, la población judía de Rusia es el otro de los dos mayores enigmas que pesan sobre la solución del problema. El Institute of Jewish Affairs de Londres y The Jewish Communities of the World nos han dicho que en 1962 había 2,3 millones de judíos en Rusia. Pero el señor Raul Hilberg nos ha revelado que había 2.600.000 en 1946, y esta evaluación que puede ser considerada como confirmada por el periodista David Bergelson (Die Einheit, 5 XII 1942, ob. cit.), puede serlo también como dato mucho más próximo a la verdad. En este caso, los judíos existentes en Rusia no serían 2,3 millones, sino 2.600.000 + 16 % = = 3.016.000. Si le tomamos la palabra a nuestro viejo conocido el Profesor Shalom Baron, serían incluso: 2.600.000 + 20 % = 3.120.000. Pero, no caigamos en la tentación: 3.016.000. En realidad, tienen que haber muchos más, puesto que el periodista David Bergelson nos ha dicho también, no lo olvidemos, que el 80 % de los judíos bálticos, polacos y rumanos que se encontraban en las líneas rusas por haber huido ante las tropas alemanas en 1941 42 habían sido salvados y encaminados hacia el Asia central por las autoridades soviéticas. A finales de 1942, calculaba en unos 5,2 millones, de ellos 3 millones de rusos, el número de los judíos que se encontraban en territorio soviético, y en esto estaba de acuerdo con la estadística del 17 de abril de 1943 del alemán Korherr ya citado. Pregunta: ¿qué ha sido de esos 2,2 millones de judíos no rusos? Respuesta: una parte logró escapar y alcanzar el continente americano o Israel, una parte no lo ha logrado aún. ¿Cuántos, en una y otra parte? Resulta imposible saberlo. Pero, puede asegurarse que mientras los señores Kruschev y Mao Tse Tung se entendían bien, los judíos conducidos al Asia central durante la guerra no encontraban ninguna facilidad para alcanzar el continente americano a través de China, y que los que lo lograron tuvieron que hacerlo clandestinamente. Las diferencias entre los dos grandes personajes del bolchevismo podría tener como consecuencia que Mao Tse Tung ayudara a los judíos a abandonar el territorio soviético, del mismo modo que la China de Chang Kai Chek les ayudaba a hacerlo antes de la segunda guerra mundial y por los mismos motivos. En tal caso, sería posible también que la presencia de un número muy importante de judíos fuera revelada súbitamente, un día, en todos los países del continente americano, tal vez incluso en Israel, y, en la medida en que el acontecimiento no podría ser mantenido oculto, proyectaría una nueva luz sobre las últimas estadísticas de los prohombres del movimiento sionista internacional. Esta hipótesis no puede ser excluida. Y si los Estados Unidos adoptaran por fin una política racional con respecto a Rusia, la verdad no tardaría en estallar.
Pero volvamos a nuestro problema en sus datos, tal como se nos presentan actualmente: establecido el número de los judíos europeos que murieron víctimas de las persecuciones nazis, sea de 1.485.292 personas según los datos del Centro Mundial de Documentación Judía contemporánea confrontados con los Considerandos de la Sentencia de Jerusalén y con el estudio aparecido en febrero de 1963 de The Jewish Communities of the World, sea de 895.392 según los del señor Raul Hilberg sometidos a la misma confrontación, queda por saber cómo se han distribuido en las otras partes del mundo los 4.524.108 judíos que estaban vivos en 1945 y que, no figurando como tales en las estadísticas europeas de fuente judía, se considera que abandonaron Europa entre 1931 y 1945. Es el problema de la segunda estadística, destinada en mi mente a dar la estructura por países de la población judía mundial en 1962. Y esta estadística resulta tan imposible de establecer como la anterior.
Sabemos ya una cosa que nos ha sido revelada por el estudio de la población judía israelí, y es que incluye a 1.055.657 judíos europeos que emigraron a Israel entre 1931 y 1962 (cf. la Estructura de la población israelí).
Quedan por distribuir: 4.524.108 1.055.657 = 3.468.451 judíos europeos en el resto del mundo. Y precisamente sobre este último aspecto del problema las fuentes judías se muestran más que discretas: son sumamente raros, en el estudio de The Jewish Communities of the World y en el World Almanac de 1963, los países no europeos en los que la población confesada es superior en más de su crecimiento natural a lo que era en 1926 27 o 1928, según los casos, en la estadística de Arthur Ruppin. Los hay incluso que no alcanzan el índice normal de crecimiento, y éste es el caso, como hemos visto, de los Estados Unidos, que si hemos de creer a esas honorables publicaciones sólo han aumentado de 4.461.184 en 1926 a 5.500.000 en 1962: pero, como hemos visto (cf. p. 208), con el índice medio anual de crecimiento natural del 1 %, no pueden haber menos de 6.067.210 judíos en los Estados Unidos, y con el índice de crecimiento del Profesor Shalom Baron tendrían que haber 6.745.310 (6.745.312, exactamente, contando los dos emigrados seguros que son la señora Hannah Arendt y el señor Robert K. Kempner, pero sin contar a los otros que hacen mucho menos ruido y sobre los cuales tenemos muchas menos informaciones). Resumiendo: como países de los otros continentes que no son Europa en los que el Movimiento Sionista Internacional declara en 1962 una población judía superior en más a su crecimiento natural en relación con lo que era en 1926, sólo he encontrado Argentina, Canadá, Brasil y África del Sur. Para esos cuatro países, he aquí la estadística que se puede establecer (cf. p. 282):
Crecimiento deducido, esto representa unos 200.000 emigrantes de origen europeo para esos cuatro países. A condición de que las cifras hechas públicas por las autoridades del Movimiento Sionista Internacional para 1962 sean exactas... y sería sorprendente que lo fueran. Si lo son, nos quedan todavía 3.468.451 200.000 = 3.268.451 judíos europeos por distribuir. Para conseguirlo, sería preciso poder realizar para todo el mundo los mismos

 

Inmigración crecimiento natural incluido
123.600
22.800
85.600
28.400
260.400
1962
Confesados
450.000
254.000
140.000
110.000
954.000(1)
Normal
326.400
231.200
54.400
81.600
693.600
Crecimiento natural: 36%
86.400
61.200
14.400
21.600
183.600
1926
240.000
170.000
40.000
60.000
510.000
País
Argentina
Canadá
Brasil
África del Sur
Totales
1. El total permite admirar, una vez más, la seriedad de las estadísticas de fuente judía. Para Argentina, Canadá y Brasil el total es: 844.000. Sin embargo, hay también algunos judíos en otros países deI continente americano, especialmente en Méjico, (70.000), en Uruguay (60.000), en Chile (15.000), etc. En total, pues, para esos seis países: 844.000 + 70.000 + 60.000 + 15.000 = = 989.000. Y, para todo el continente americano, la misma estadística da un total de 6,3 millones que The Jerusalem Post Weekly se complace en poner en evidencia. Si, de ese total para todo el continente se deducen esas 989.000 personas quedan para los Estados Unidos: 6.300.000 989.000 = 5.311.000 y no 5,5 millones como pretenden el comunicado del Institute of Jewish Affairs de Londres y el World Almanac de 1963. Es a lo que se llega a base de querer ocultar el total de la población judía de los Estados Unidos y también de escribir sin reflexionar...

 

cálculos que en los casos de Argentina, Canadá, Brasil y África del Sur, lo cual no resulta posible porque esos países son los únicos a propósito de los cuales el Movimiento Sionista Internacional da unas cifras que acusan una inmigración.
Sin embargo, es evidente que, si no están en Europa ni en Israel, esos 3.268.451 judíos que estaban vivos en 1945 se encuentran en alguna otra parte... ¡con el número de aquellos que han aumentado de un modo natural desde entonces!
¿Dónde? Para saberlo, es preciso esperar las nuevas revelaciones que los charlatanes inconscientes y ávidos de publicidad del Movimiento Sionista Internacional no dejarán de hacer un día u otro en un momento de descuido. Hasta entonces, sólo se puede conjeturar, y ese no es mi estilo. En consecuencia, me permitiré decir únicamente cuáles son los principios básicos que definen la orientación que preside las investigaciones a las que continúo entregado, y que son los mismos que me han guiado hasta ahora:
1. No es probable, pero es posible que en agosto de 1945, fecha en la cual el señor Poliakov nos dijo (El Tercer Reich y los Judíos, ob. cit., p. 196) que las comunidades judías europeas procedían al inventario de sus pérdidas por cuenta del Juez Jackson y sólo encontraran 3.768.100 supervivientes (cf. p. 146) según el Centro Mundial de Documentación Judía contemporánea, o 4.250.000 según el señor Raul Hilberg (cf. p. 147). Si digo que es posible, lo hago por dos motivos: el caos de displaced persons que en aquellas fechas era Europa y que hacía imposible todo censo serio, y el método utilizado por las comunidades judías que, en todas partes, sólo censaban a los judíos de la nacionalidad en cada país, pudieron determinar que se llegara a un resultado tan absurdo.
2. Incluso si ese resultado no fuera absurdo (lo cual queda excluido), es seguro que, si todos los judíos que habían abandonado Europa entre 1931 y 1945 no habían regresado a ella todavía en agosto de 1945, muchos de ellos regresaron posteriormente, al menos en la Europa occidental, pues en lo que respecta a la Europa del otro lado del Telón de Acero puede darse por igualmente seguro que los que han regresado a ella constituyen la excepción. A este respecto, el caso de Francia es típico: 300.000 judíos en 1939, entre 450.000 y 500.000 a finales de 1962, después de que 130.000 judíos argelinos y dos decenas de millares de judíos marroquíes y tunecinos acudieran a buscar refugio en la metrópoli tras la concesión de la independencia a aquellos tres países: de 300.000 a 350.000 nacionales franceses en 1962, es decir, una cifra normal en relación a su población de 1939. Pero la estadística del Centro Mundial de Documentación Judía contemporánea continúa pretendiendo, ante el mundo entero: 180.000 en 1945 + el índice de crecimiento natural del 16% = 208.800 (216.000 si se aplica el índice de crecimiento natural del inefable Profesor Shalom Baron). Es muy probable que, si nos tomásemos la molestia, pudiéramos hacer comprobaciones semejantes para Bélgica (donde regresaron, además, de 20.000 a 25.000 judíos del Congo), Holanda, Austria, etc. Y tal vez incluso Alemania. Sin embargo, todos esos judíos que regresaron a Europa con posterioridad al mes de agosto de 1945, y cuyo número exacto no podrá darse mientras el Movimiento Sionista Internacional se niegue a comunicárnoslo (puesto que para no «provocar la cólera de Dios» (sic) se opone a todo censo oficial), son seguramente algunos cientos de miles, figurando en el número de esos 3.268.451 que ninguna fuente judía nos permite situar en parte alguna.
3. El problema de los judíos polacos, bálticos y rumanos que en los años 1941 42 fueron evacuados al Asia central y que, si hemos de creer al periodista David Bergelson habrían sido de 2 a 2,2 millones en 1942, puesto que en 1939 había 3 millones de judíos en Rusia, y a finales de 1942 su número había aumentado a 5,2 millones. ¿Cuántos de ellos viven todavía en el «Asia central» (léase: Siberia) con su progenie? ¿Cuántos han logrado escapar de allí desde hace 16 años ¿Adónde se marcharon? Todo indica que los que lograron escapar clandestinamente se dirigieron al continente americano, que era el más fácil de alcanzar para ellos. A este propósito, una hipótesis que no pasa de ser una hipótesis y que me libraré mucho de dar coma una certeza, bulle en mi mente: en 16 años, es posible que la mitad de ellos hayan logrado, a costa de dificultades sin cuento, abandonar el Asia central en dirección al continente americano. En tal caso, dado que el Movimiento Sionista Internacional no los sitúa ni en Argentina, ni en Canadá, ni en Brasil, ni en ningún otro país de aquel continente, se encuentran forzosamente en los Estados Unidos y la estadística que podría ser establecida para Rusia y los Estados Unidos se presentaría del modo siguiente:
A. RUSIA
Encontrados vivos por el señor Raul Hilberg en 1945.......2.600.000
Vivos en Asia central según David Bergelson ........... +2.200.000
Total en 1945 .............................................................4.800.000
- Habrían logrado abandonar el Asia central y llegar a EE.UU .................................................................................. -1.100.000
- Quedaron en Rusia ..................................................3.700.000
- Crecimiento natural del 16 % desde 1947..................+ 592.000
Total en Rusia en 1962 ...............................................4.292.000
B. ESTADOS UNIDOS
Estadística de 1926 ................................................... 4.461.184
Crecimiento natural del 36 % desde 1926 ............... + 1.606.026
Total en 1962 ............................................................ 6.067.210
- Habrían llegado del Asia central desde 1946.............1.100.000
- + su índ. de crecim. nat. del 16 %: ........................... 177.000
Total ......................................................................... 1.277.000
Total en 1962 ............................................................ 7.344.210
Pero ese total de 7.344.210 sólo incluye la inmigración procedente del Asia central y no a los que, como la señora Hannah Arendt y el señor Robert W. Kempner llegaron de otra región de Europa, y de los que puede afirmarse que son muchos más de dos... ¿Cuántos? No lo sabemos, todavía. Lo único que se puede decir es que los hay y que con toda seguridad la población judía de los Estados Unidos es superior a 7.344.210 personas. Se puede asegurar también que cuando el National Observer (ob. cit., 2 VII 1962, cf. p. 140) pretende que en 1962 había 12 millones de judíos en los Estados Unidos, se trata de una exageración en sentido contrario, visiblemente inspirada por un antisemitismo tan desvergonzado como el Sionismo, pero no me asombraría si, algún día, una revelación improcedente de un personaje sionista revelara que en 1962 había alrededor de 8 millones de judíos en los Estados Unidos.
Repito que todo esto son conjeturas y no certezas: la hipótesis de trabajo que todos los investigadores necesitan como punto de partida de sus investigaciones y que orienta las mías. A mis ojos, resulta tan verosímil y expresa tanto más mi profunda convicción por cuanto que, hasta ahora, no sólo no me ha conducido a ningún callejón sin salida ni a ningún yerro, sino que me ha permitido anunciar con diez años de anticipación las conclusiones que se deducen de la Sentencia de Jerusalén y del estudio de The Jewish Communities of the World.
4. Aquí se trata de una consideración muy próxima a la certeza, al menos a nivel de la magnitud: la población judía mundial en 1962. Por medio de estadísticas con fecha de 1926, 1927 ó 1928, según los países, Arthur Ruppin la evaluaba globalmente en 15.800.000 personas. Hemos visto (p. 146) que el World Almanac de 1951 la evaluaba en 16.643.120 en 1939: comparada con la de Arthur Ruppin, esta evaluación es admisible, teniendo en cuenta que el índice de crecimiento natural de los judíos europeos ha descendido considerablemente entre 1925 y 1939 (Poliakov dixit, cf. p. 242). He aquí pues lo que era la población judía mundial de 1962, si se la calcula sobre los datos corregidos del Centro Mundial de Documentación Judía contemporánea:
- Población judía mundial en 1939 ................. 16.643.120
- Víctimas del nazismo ................................... 1.485.292
- Quedaban en 194543 ................................... 15.157.828
- Crecimiento natural del 16 % desde 1946.........+2.425.252
Total en 1962 44 ...................................................17.583.080

Y he aquí lo que era calculada sobre los datos corregidos del señor Raul Hilberg:
- Población judía mundial en 1939 ......................16.643.120
- Víctimas del nazismo ........................................... - 895.392
- Quedaban en 1946............................................ 15.747.728
Crecimiento natural del 16 % desde 1946 ............ +2.519.636
Total ................................................................... 18.267.364

 

notas:

43 «Entre 15 y 18 millones en 1947», había dicho Hanson W. Baldwin.
44 No hay que olvidar que este total es el que resulta del estudio de las estadísticas de fuente judía, es decir, tal como han sido hechas públicas, sea por el Movimiento Sionista Internacional, sea por el Rabinato tras una encuesta en las sinagogas. Pero si es cierto, como pretende Arthur Koestler (A la sombra del Dinosaurio, ob. cit.), que no hay más de los 2/3 de los judíos del mundo inscritos en las sinagogas, cabe pensar que esa cifra debe ser corregida en aumento en la misma proporción.