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Hacia la liberación

 

Ramón Doll

Hacia la liberación- Ramón Doll

84 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2019
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 220 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Había en Ramón Doll un anhelo inmenso de claridad, una imperativa urgencia de sensatez y de sentido común, una continua vigilancia para que la letra no fuera la ahogadora del espíritu y, por el contrario, lo encarnase. De ahí su repudio a toda irrealidad ideológica, a esas tentativas de racionalizar lo concreto irreductible a la razón, que conducen a renegar de lo concreto.
La ideología, por eso, disuelve la realidad y la sustituye por una fantasmagoría detrás de la cual no se percibe presencia viva alguna. Su producto último es el intelectual-masa (cuya aparición en la política y en la literatura nacionales nuestro autor diagnosticara magistralmente), repetidor de fórmulas insulsas, para quien el mundo que lo rodea es sólo una suma de abstracciones opresivas que serán indefectiblemente barridas por otras abstracciones que el sentido de la historia anuncia. Y fue Doll uno de los primeros en señalar el hiato que entre los intelectuales y la realidad nacional producía ese ya apuntado enfoque racionalista.
Frente a ello, se propone ir hacia las cosas, abandonar los carriles ideológicos de molde racionalista y retomar al país en la fuente viva de su tradición histórica; en esa actitud tan exactamente planteada por Doll está el punto de arranque de una política reconquistadora, que se hace presente en "Hacia la liberación".
Comprende el folleto tres trabajos independientes. El primero de ellos se titula Las Malvinas, cuestión previa. En él comienza por estudiar, comparativamente, nuestra gestación como nación y el proceso similar ocurrido en los EE.UU. de Norteamérica. Afirma que el capitalismo inglés, instrumento a su vez de la masonería y el judaísmo internacionales, engendra no un imperialismo económico sino un imperialismo político. Es así que propone la “expropiación de las Malvinas”, como primer paso de esa campaña de reconquista.
La raíz de nuestra humillación nacional no es una cuestión económica. Reside en una infraestructura cultural, que arranca del principio de nuestra historia.
La clave reside en que previamente la Nación se encuentre a sí misma, que se encauce en la fidelidad histórica a sus orígenes latinos y católicos, para lo que debe eliminar de raíz la impostura ideológica. Entonces aparecerá claro que su enemigo no es tal o cual país, tal o cual corporación multinacional más o menos usuraria; el enemigo es el poder internacional del dinero bajo cuyo dominio confluyen los intereses capitalistas y los comunistas, la masonería cuanto el judaísmo, en la sinergia de su conspiración anticristiana. Una mera campaña de reivindicación económica, aun realizada con la mayor buena fe, está destinada a fracasar.
El segundo trabajo se titula "Por una conciencia rosista en el país". Es un estudio sobre la estrategia y alcances del Revisionismo histórico. Establecer una conciencia rosista significa, a la vez, una “desconcientización” de la armazón ideológica liberal. No es posible un término medio entre ambas posiciones.
El tercer trabajo se titula "La Reconquista" y se refiere a la reconquista del Buenos Aires de la primera invasión inglesa. En medio del chaparrón de la propaganda aliadófila, con su cortejo de zalamerías a la “benemérita” influencia inglesa en nuestra emancipación, ataca el difundido error según el cual las invasiones son antecedentes del Pronunciamiento de Mayo. Concluye el autor: “debemos considerarnos los argentinos en estado de guerra internacional contra una hidra tricefálica, cuyas cabezas son la masonería, el judaísmo y la finanza internacional y cuyo cuerpo es el Imperio Británico, sostén físico de todas las fuerzas destructoras y corruptoras que nos precipitan a una caída vertical sin precedentes. Si vencemos, recién entonces podremos celebrar la Reconquista”.
Con su estilo claro, vivaz, corrosivo, Ramón Doll expone de forma genial su pensamiento, sin lugar a dudas, uno de los más fecundos del Nacionalismo argentino.

 

ÍNDICE

Estudio preliminar7
Las Malvinas, cuestión previa15
Dos zonas privilegiadas15
Destinos dispares18
Los yanquis y nosotros19
Nosotros, peligro mortal para la judería22
Un paralelo imposible23
Nuestro envilecimiento24
El capitalismo tiene una intención política26
El capitalismo ingles es político28
Influencia social del imperialismo30
El carácter de nuestra lucha31
Qué significa el despojo de las Malvinas33
Para expropiar, primero, las Malvinas36
La campaña pro recuperación de las Malvinas37
Por una conciencia rosista en el país41
Objeciones al rosismo43
Rosas, el gran insultador45
Aquí han fracasado muchos movimientos de fondo rosista47
El Estado, instrumento de una facción52
Eran intelectuales53
El país fue tabla rasa para los unitarios55
Querían hacer una revolución social56
Como hicieron la revolución social58
Una tarea de humillaciones nacionales59
La Reconquista63
Los ingleses tienen razón en la historia oficial64
La mentira de la influencia civilizadora inglesa66
Soborno de afuera y traición adentro69
La leyenda negra a favor de los piratas72
La Mazorca y la Sociedad Popular Restauradora75
La mazorca76
La propaganda unitaria78
La Sociedad Popular Restauradora79
La posteridad80

ESTUDIO PRELIMINAR

 

Había en Ramón Doll un anhelo inmenso de claridad, una imperativa urgencia de sensatez y de sentido común, una continua vigilancia para que la letra no fuera la ahogadora del espíritu y, por el contrario, lo encarnase. De ahí su repudio a toda irrealidad ideológica, a esas tentativas de racionalizar lo concreto irreductible a la razón, que conducen a renegar de lo concreto. Se ha dicho que “la razón no tiene más que un medio de explicar lo que no viene de ella: el de reducirlo a la nada”. La ideología, por eso, disuelve la realidad y la sustituye por una fantasmagoría detrás de la cual no se percibe presencia viva alguna. Su producto último es el intelectual-masa (cuya aparición en la política y en la literatura nacionales nuestro autor diagnosticara magistralmente), repetidor de fórmulas insulsas, para quien el mundo que lo rodea es sólo una suma de abstracciones opresivas que serán indefectiblemente barridas por otras abstracciones que el sentido de la historia anuncia. La parábola racionalista concluye en el irracionalismo mas crudo.
Doll, como lo indica Julio Irazusta, fue uno de los primeros en señalar el hiato que entre los intelectuales y la realidad nacional producía ese ya apuntado enfoque racionalista. “Yo —escribió— no sé qué fatalidad quiere que la Argentina se tenga que formar sin la colaboración de la inteligencia, de la idea”. Y ubicaba el origen de esa deserción de la inteligencia en el principio de nuestra vida independiente, cuando lo raigal y concreto de nuestra tradición histórica se abandonó por la adopción de una cultura ideológica de cuño liberal. Esta prédica contra la idealización racionalista de la realidad nacional la sostuvo Doll, idéntica en lo sustancial, a través de todo su complejo periplo político; ella es el hilo conductor que unifica su obra.
Por lo mismo que atados a una cultura postiza, Doll descubrió que nuestros intelectuales padecían de un complejo de inferioridad aldeano, de una irremediable sequedad de ideas propias y de una tendencia ineludible al macaneo. Ejemplificó estas taras en retratos memorables, a los que la permanencia del tipo dibujado otorga un aire de perennidad.
Afirmación de la inteligencia de las cosas concretas, rechazo de las interpretaciones racionalistas de la realidad, tal fue el contenido de la tarea de policía intelectual a la que Doll se sintió llamado. Hoy, la Argentina continúa su vida ficticia en el marco ideológico que los organizadores liberales le fijaron, una vez volteada la Confederación. Con los años, el simple esquema liberal y capitalista del 53 ha devenido un Estado Servil, donde una organización estatal omnipresente garantiza el bienestar económico de un pueblo masificado y en vías de proletarización. Un Estado que pretende hacerlo todo, menos asumir nuestro destino en el mundo e inspirar el estilo de vida que lo lleve a cabo. Se vive así al día, dilapidando el porvenir, al modo triste de las factorías, plenas en lo material y miserables en el espíritu. Mientras tanto, la consecuencia lógica e histórica de la ideología liberal inicial, la ideología marxista, avanza al ritmo implacable de su praxis guerrillera. Frente a este panorama, los artículos de crítica literaria y política escritos por Doll hace treinta y cuarenta años mantienen frescura y permanencia guiadora. No tanto, como pudiera parecer a la lectura superficial, por el lúcido desarrollo de consignas de reivindicación económica y de revisionismo histórico que fueran acuñadas por el Nacionalismo en los años treinta, y hoy, malversadas, resultan moneda corriente en los slogans de nuestros partidos políticos. Más bien la actualidad de Doll reside, repetimos, en su justa actitud de ir hacia las cosas, de abandonar los carriles ideológicos de molde racionalista y retomar al país en la fuente viva de su tradición histórica; en esa actitud tan exactamente planteada por Doll está el punto de arranque de una política reconquistadora.
Tal actualidad está presente en Hacia la liberación. Comprende el folleto, publicado en 1939, tres trabajos independientes. El primero de ellos se titula Las Malvinas, cuestión previa. En él, Doll comienza por estudiar, comparativamente, nuestra gestación como nación y el proceso similar ocurrido en los EE.UU. de Norteamérica. Afirma que el capitalismo inglés, instrumento a su vez de la masonería y el judaísmo internacionales, engendra no un imperialismo económico sino un imperialismo político, decidido desde principios del pasado siglo a decapitar en cierne la posible evolución de una potencia latina y católica en estas latitudes. Por eso, la campaña contra el dominio inglés no puede consistir sólo en una mera reivindicación económica —‘‘no puede reducirse a una simple cuestión de «cobre y pague», a una simple tarea de que el usurero devuelva su pagaré y se largue con viento fresco”—, sino requiere una restauración de aquellos valores fundacionales de la nacionalidad perdidos u olvidados por mediación de Inglaterra y sus cómplices nativos. Es así que propone la “expropiación de las Malvinas”, como primer paso de esa campaña de reconquista. Entiende que, de ese modo planteada, la cuestión económica se convertiría en una cuestión nacional.
Doll ilumina de esta manera un problema permanentemente falseado. La raíz de nuestra humillación nacional no es una cuestión económica. Reside en una infraestructura cultural, que arranca del principio de nuestra historia y consiste, como demostrara el Revisionismo, en el odio a lo hispánico y a todo lo que religiosa, cultural y castizamente aquello significa. Para anular ese pecado original, los argentinos hubimos de abandonarnos al “viento de la Historia” —ayer liberal, hoy marxista—, echar a un lado toda idea de grandeza y dejar a otros el cuidado y usufructo de nuestra riqueza. Sólo entonces, a partir de esa constituye la superestructura económica del vasallaje que, en beneficio del extranjero y de sus gerentes locales, condujo a la situación señalada por Doll y que aún padecemos. Si el problema fuera el de la lucha contra un imperialismo económico, solamente, “todo el programa del Nacionalismo estribaría en una paulatina y evolutiva expropiación de los servicios públicos y un cierre discrecional ante nuevas expansiones. Se podría decir irónicamente del Nacionalismo que no valía la pena de crear una mística, de arrojar el baldón de la traición sobre los entregadores de la nación y hasta de provocar una guerra civil en el país, nada más que para recortarle las uñas al buitre capitalista o para tomar medidas legislativas tendientes a eliminarlo de la nación”. Tan cierto es lo que dice nuestro autor como que tras tantos años de antiimperialismo —en el sentido leninista— militante, absorbente y hasta gobernante, la Argentina sigue “oscura y humillada”. Como bien señala Doll, la clave reside en que previamente la Nación se encuentre a sí misma, que se encauce en la fidelidad histórica a sus orígenes latinos y católicos, para lo que debe eliminar de raíz la impostura ideológica. Entonces aparecerá claro que su enemigo no es tal o cual país, tal o cual corporación multinacional más o menos usuraria; el enemigo es el poder internacional del dinero bajo cuyo dominio confluyen los intereses capitalistas y los comunistas, la masonería cuanto el judaísmo, en la sinergia de su conspiración anticristiana. Una mera campaña de reivindicación económica, aun realizada con la mayor buena fe, está destinada a fracasar. Allí está el ejemplo de FORJA, cuya historia, hoy convenientemente romanceada por la literatura de cierta izquierda que ayer la combatiera, no logra ocultar la esterilidad de su mensaje. Un camino más duro y más difícil, que Doll aclara en este artículo, es factible en cambio. Y la propuesta de la vindicación de las Malvinas “como cuestión previa, como nudo vital de nuestra emancipación integral”, sigue contemporánea.
El segundo trabajo se titula Por una conciencia rosista en el país. Es un estudio sobre la estrategia y alcances del Revisionismo histórico. Establecer una conciencia rosista significa, a la vez, una “desconcientización” —como ahora se diría— de la armazón ideológica liberal. No es posible, dice el autor, un término medio entre ambas posiciones. O se acepta la Argentina post Caseros tal cual es, o se hace tabla rasa con ella —como antes se hiciera con el país tradicional—, para lo cual es necesario despertar esa “conciencia rosista”. Atribuye el fracaso de movimientos históricos de cierta inspiración rosista —menciona a Lagos, a Alsina, a Roca, al yrigoyenismo—, a haberse empapado, al fin, de los mismos principios del liberalismo, contradicción que les fue fatal. Como se ve, lo que aquí trata Doll está profundamente relacionado con el artículo anterior. Hay una Argentina esencial obliterada a partir de Caseros. Existe una Argentina accidental de ideología que la ha sustituido desde entonces. La prédica por una conciencia rosista representa la re-creación, aquí y en este tiempo histórico, de aquel país derrotado. Es imposible, aunque tal empresa se nos antoje más fácil, una transacción entre ellas. Lo que afirma Doll, y puede demostrarse con la claridad de un silogismo escolar, es tan cierto como a menudo olvidado. Esa tarea de restauración y regeneración de un país derrotado marca, a la vez, la dificultad y la grandeza del Nacionalismo. No es ésa, evidentemente, la conciencia ambiente. Actualmente está en vías de levantarse en Buenos Aires el llamado Altar de la Patria, suerte de bric-à-brac funerario donde tendrán cabida los héroes junto a los mediocres y a los traidores. Exquisito ejemplo de esa mentalidad que avanza con una sonrisa de comprensión universal, para borrar toda certidumbre, toda claridad, todo sentido de permanencia de las cosas fundamentales. Ese tráfico de próceres quita a la Historia su sentido de ejemplaridad, su función de magistra vitae. Y si se apela al socorrido sofisma de que todos tenían algo de razón, entonces resultaría que nadie tenía razón, y vendríamos a estar peor de lo que ahora.
El tercer trabajo se titula La Reconquista y se refiere, obviamente, a la reconquista del Buenos Aires de la primera invasión inglesa. En medio del chaparrón de la propaganda aliadófila, con su cortejo de zalamerías a la “benemérita” influencia inglesa en nuestra emancipación, Doll ataca el difundido error según el cual las invasiones son antecedentes del Pronunciamiento de Mayo, error originado en la usina historiográfica liberal. Concluye el autor, volviendo sobre los temas ya tratados: “debemos considerarnos los argentinos en estado de guerra internacional contra una hidra tricefálica, cuyas cabezas son la masonería, el judaísmo y la finanza internacional y cuyo cuerpo es el Imperio Británico, sostén físico de todas las fuerzas destructoras y corruptoras que nos precipitan a una caída vertical sin precedentes. Si vencemos, recién entonces podremos celebrar la Reconquista”.
Hasta aquí, Doll. Tal vez no sean éstos sus trabajos más representativos, como los que se encuentran en sus escritos de crítica literaria y raíz política. Pero es siempre su estilo claro, vivaz, corrosivo. Y sobre todo una inteligencia política firmemente plantada en la realidad, que sabía unir la sustancia de lo que cotidianamente advierten nuestros ojos con la novedad permanente de lo esencial. No tuvo la suerte, o la paciencia, de construir una obra orgánica. Andan dispersos sus escritos, fragmentado su pensamiento. Pero éste resulta, sin lugar a dudas, uno de los más fecundos del Nacionalismo argentino.

Luis María Bandieri
Buenos Aires, 15 de agosto de 1974