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Apercepciones Sobre El Esoterismo Cristiano

 

René Guénon

 

Apercepciones Sobre El Esoterismo Cristiano - René Guénon

132 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2020
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 470 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En la obra que aquí presentamos se recopilan diversos estudios, realizados por René Guénon, que presentan el rasgo común de relacionarse con el mismo tema, a saber, el esoterismo cristiano.
El interés de estos estudios fragmentarios nos parece tanto mayor cuanto que, precisamente, René Guénon, aparte del folleto sobre San Bernardo y su pequeño libro sobre El Esoterismo de Dante, no ha consagrado ninguna obra a esta forma de la tradición.
Aunque se puede decir que una de las aportaciones principales del gran pensador francés consiste justamente en una exposición sintética de las doctrinas metafísicas orientales, destinada a despertar, entre los occidentales intelectualmente cualificados, el deseo de reencontrar y de poner al día en cierta medida, los aspectos más profundos de su propia tradición. A estos occidentales concierne el probar así que la degeneración intelectual y espiritual del Occidente no es tan total, no es tan irremediable que se deba excluir toda esperanza de un enderezamiento. Era por tanto normal, en esta perspectiva, que René Guénon se limitara, en lo que respecta a la tradición cristiana, a proporcionar algunas “claves”, a indicar algunas vías de investigación. Es lo que ha hecho en capítulos y notas de sus diversas obras y en los estudios que se encontrarán reunidos a continuación.
Por ello mismo es que nos parece indispensable reunir aquí algunos de los textos en los cuales ha expresado más claramente su posición con respecto al Cristianismo. En ellos logra enmarcar consustancialmente al cristianismo en la gran tradición primordial, que fue siempre, en realidad, la única verdadera religión de la humanidad entera. El Cristianismo en el cual piensa Guénon no es aquel de los pseudo-esoteristas que no ven en el Cristo nada más que un “gran iniciado” y menos el de los protestantes liberales, sino el Cristianismo auténtico de las Iglesias apostólicas.
Entiende que sólo en el Catolicismo se ha mantenido lo que subsiste todavía, a pesar de todo, de espíritu tradicional en Occidente, a pesar de que sus seguidores no sean conscientes. Pues, si el depósito de la tradición ha permanecido intacto, lo que es ya mucho, es bastante dudoso que su sentido profundo sea todavía comprendido efectivamente, incluso por una élite poco numerosa, cuya existencia se manifestaría sin duda por una acción o sobre todo por una influencia que, de hecho, no comprobamos en ninguna parte. Se trata, pues, más verosímilmente de lo que llamaríamos de buena gana una conservación en estado latente, que permite siempre a los que sean de ello capaces, reencontrar el sentido de la tradición, cuando incluso este sentido no fuera actualmente consciente para nadie...
Por el hecho de que el Cristianismo ocupa relativamente poco lugar en la obra de René Guénon tomada en su conjunto, porque éste no se ha afanado en poner a la luz su contenido metafísico e iniciático, algunos se han creído autorizados para concluir que Guénon consideraba al Cristianismo como una forma tradicional regular y ortodoxa, ciertamente, pero en cierto modo incompleta en el aspecto del conocimiento metafísico. Sin embargo, es muy claro en manifestar la certidumbre de que en Occidente, en la Antigüedad y en la Edad Media, existió, para uso de una élite, doctrinas puramente metafísicas y que podemos llamar completas, comprendiendo aquí esta realización que, para la mayor parte de los modernos, es sin duda una cosa apenas concebible.
La obra de René Guénon ha permitido a muchos el redescubrir e interpretar correctamente esas doctrinas generalmente olvidadas o mal comprendidas.
Los estudios reunidos en el presente volumen están en su mayor parte dedicados a organizaciones que René Guénon consideraba como habiendo sido en la Edad Media las depositarias de la enseñanza y de los métodos del esoterismo cristiano: Orden del Templo, Fieles de Amor, Caballería del Santo Grial. Ellos vienen precedidos por dos estudios titulados “A propósito de las lenguas sagradas” y “Cristianismo e Iniciación”, que constituyen, el primero, la vía de investigación más importante quizás para un estudio en profundidad de las ciencias tradicionales y de los métodos del esoterismo cristiano; y el segundo concierne a la estructura misma del Cristianismo en su doble aspecto religioso e iniciático.

 

ÍNDICE

 

Prólogo 7
Primera parte: Estructura y características de la tradición cristiana
I.- A propósito de las lenguas sagradas17
II.- Cristianismo e iniciación 23
Segunda parte: De algunas organizaciones iniciáticas cristianas
III.- Los guardianes de la Tierra Santa45
IV.- El lenguaje secreto de Dante y de los «Fieles de amor»I57
V.- El lenguaje secreto de Dante y de los «Fieles de amor» II 75
VI.- Nuevas apreciaciones sobre el lenguaje secreto de Dante85
VII.- «Fieles de amor» y «Cortes de amor»93
VIII.- El Santo Grial103
IX.- El Sagrado Corazón y la leyenda del Santo Grial121


Prólogo

 

René Guénon(1886-1951) ha dejado una obra considerable: diecisiete obras publicadas y centenares de artículos y recensiones en diversas revistas, principalmente en la revista católica “Regnabit” y en “Etudes Traditionnelles” (anteriormente “Le Voile d´Isis”) de la cual él fue el inspirador desde 1929.
Hemos ya reunido en un volumen titulado Initiation et Réalisation Spirituelle, una serie de artículos que él había escrito entre 1945 y finales de 1950 y que constituyen una continuación a los Aperçus sur l´Initiation. Presentamos hoy algunos estudios aparecidos en diversas épocas pero que ofrecen el rasgo común de relacionarse con el mismo tema, a saber, el esoterismo cristiano. No se trata en ningún caso de una exposición, incluso de manera sumaria, de los diferentes aspectos de este importante asunto de manera didáctica. Se trata de estudios de circunstancias cuyo punto de partida era proporcionado sea por cuestiones planteadas por los lectores, sea por obras de las que Guénon tenía conocimiento y de las que creía necesario señalar los errores o las insuficiencias. El interés de estos estudios fragmentarios nos parece tanto mayor cuanto que, precisamente, René Guénon, aparte del folleto sobre San Bernardo y su pequeño libro sobre El Esoterismo de Dante, no ha consagrado ninguna obra a esta forma de la tradición que toca de manera tan apremiante a las preocupaciones más legítimas de la inmensa mayoría de sus lectores.
Esta reserva de René Guénon se relaciona estrechamente con el papel que asigna, en Orient et Occident y en La Crise du Monde moderne, a la élite occidental. La aportación de René Guénon consiste principalmente en una exposición sintética de las doctrinas metafísicas orientales, destinada a despertar, entre los occidentales intelectualmente cualificados, el deseo de reencontrar y de poner al día en cierta medida, los aspectos más profundos de su propia tradición. A estos occidentales concierne el probar así que la degeneración intelectual y espiritual del Occidente no es tan total, no es tan irremediable que se deba excluir toda esperanza de un enderezamiento. Era por tanto normal, en esta perspectiva, que René Guénon se limitara, en lo que respecta a la tradición cristiana, a proporcionar algunas “claves”, a indicar algunas vías de investigación. Es lo que ha hecho en capítulos y notas de sus diversas obras, en su Esoterismo de Dante y en los estudios que se encontrarán reunidos a continuación.
Pero esta actitud tan comprensible ha sido diversamente interpretada por lectores superficiales o sólo portadores de un conocimiento incompleto de la obra guénoniana y también por críticas no siempre desinteresadas. Nos parece por ello indispensable reunir aquí algunos de los textos en los cuales René Guénon ha expresado más claramente su posición con respecto al Cristianismo, y nos queda excusarnos por este recordatorio a lectores que han hecho una lectura atenta y completa de su obra.
El texto más importante desde el punto de vista que nos ocupa es sin duda el pasaje del Roi du Monde donde René Guénon, asimilando los Reyes Magos del Evangelio a los tres jefes del Centro Espiritual Supremo, escribe:
“El homenaje así rendido al Cristo naciente, en los tres mundos que son su dominio respectivo, por los representantes auténticos de la Tradición primordial, es al mismo tiempo, obsérvese bien, la prenda de la perfecta ortodoxia del Cristianismo con relación a ella”.
Por otra parte, hablando del mismo acontecimiento de la historia sagrada, René Guénon expresa la misma idea con una precisión suplementaria. Habiendo hecho alusión a Melquisedec que aparece, en la Biblia, revestido del doble carácter sacerdotal y real, prosigue: “En fin, Melquisedec no es el solo personaje que, en la Escritura, aparece con el doble carácter de sacerdote y de rey: en el Nuevo Testamento, en efecto, encontramos también la unión de esas dos funciones en los Reyes Magos, lo que puede hacer pensar que hay un lazo muy directo entre estos y Melquisedec, o, en otros términos, que se trata en los dos casos, de representantes de una sola y misma autoridad. Ahora bien, los Reyes Magos, por el homenaje que rinden al Cristo y por los presentes que le ofrecen, reconocen expresamente en él la fuente de esta autoridad en todos los dominios donde se ejerce: el primero le ofrece oro y le saluda como rey; el segundo le ofrece incienso y le saluda como sacerdote; en fin, el tercero le ofrece mirra o el bálsamo de incorruptibilidad y le saluda como profeta o Maestro espiritual por excelencia lo que corresponde directamente al principio común de los dos poderes sacerdotal y real. El homenaje es así rendido a Cristo desde su nacimiento humano, en los “tres mundos” de los que hablan todas las doctrinas orientales: el mundo terrestre, el mundo intermediario y el mundo celestial; y aquellos que lo rinden no son otros que los depositarios auténticos de la tradición primordial, los guardianes del depósito de la Revelación hecha a la Humanidad desde el paraíso terrestre. Tal es al menos la conclusión que, para nosotros, se desprende muy claramente de la comparación de los testimonios concordantes que se encuentran al respecto en todos los pueblos; y además, bajo las diversas formas de las que se revistió en el curso de los tiempos, bajo los velos más o menos espesos que la disimularon a veces a las miradas de los que se atenían a las apariencias exteriores, esta gran tradición primordial fue siempre en realidad la única verdadera religión de la humanidad entera. La gestión de los representantes de esta tradición, tal como el Evangelio nos la relata, ¿no debería, si se comprendiera bien de qué se trata, ser considerada como una de las más bellas pruebas de la divinidad de Cristo, al mismo tiempo que como el reconocimiento decisivo del sacerdocio y de la realeza supremas que le pertenecen verdaderamente “según el Orden de Melquisedec?”.
En efecto, el Cristianismo en el cual piensa René Guénon no es aquel de los pseudo-esoteristas que no ven en el Cristo nada más que un “gran iniciado” y menos el de los protestantes liberales, sino el Cristianismo auténtico de las Iglesias apostólicas:
“... El Protestantismo es ilógico en tanto que esforzándose por “humanizar” la religión, deja aún subsistir, a pesar de todo, al menos en teoría, un elemento suprahumano, que es la Revelación; no osa impulsar la negación hasta el fin, pero, librando esta revelación a todas las discusiones que son la consecuencia de interpretaciones puramente humanas, la reduce de hecho a no ser apenas ya nada; y cuando se ve a gentes que, aun persistiendo en denominarse “cristianas”, no admiten incluso ya la divinidad del Cristo, está permitido el pensar que ellos, sin quizás percatarse, están mucho más cerca de la negación completa que del verdadero Cristianismo”.
Lo que era cierto en la época de la Reforma lo es aún hoy:
“ ...es muy cierto...que sólo en el Catolicismo se ha mantenido lo que subsiste todavía, a pesar de todo, de espíritu tradicional en Occidente; es decir que, ahí al menos, ¿podría hablarse de conservación integral de la tradición, al abrigo del alcance del espíritu moderno? Desgraciadamente, no parece que sea así; o, para hablar más exactamente, si el depósito de la tradición ha permanecido intacto, lo que es ya mucho, es bastante dudoso que su sentido profundo sea todavía comprendido efectivamente, incluso por una élite poco numerosa, cuya existencia se manifestaría sin duda por una acción o sobre todo por una influencia que, de hecho, no comprobamos en ninguna parte. Se trata, pues, más verosímilmente de lo que llamaríamos de buena gana una conservación en estado latente, que permite siempre a los que sean de ello capaces, reencontrar el sentido de la tradición, cuando incluso este sentido no fuera actualmente consciente para nadie... “.
Las citas que preceden, por importantes que sean, demandan sin embargo otras precisiones. Por el hecho de que el Cristianismo ocupa relativamente poco lugar en la obra de René Guénon tomada en su conjunto, por el hecho de que éste no se ha afanado en poner a la luz su contenido metafísico e iniciático, algunos se han creído autorizados para concluir que Guénon consideraba al Cristianismo como una forma tradicional regular y ortodoxa, ciertamente, pero en cierto modo incompleta en el aspecto del conocimiento metafísico. René Guénon se ha opuesto de antemano, y durante mucho tiempo, a tal deformación de su pensamiento. En 1925, en su conferencia sobre La Metafísica Oriental, Guénon hacía una declaración que no deja lugar a ningún equívoco. Tras haber hablado de la “metafísica parcial” de Aristóteles y de sus continuadores, él decía:
“Tenemos, por nuestra parte, la certidumbre de que hubo algo más que eso en Occidente, en la Antigüedad y en la Edad Media, que hubo, para uso de una élite, doctrinas puramente metafísicas y que podemos llamar completas, comprendiendo aquí esta realización que, para la mayor parte de los modernos , es sin duda una cosa apenas concebible”.
Ahora bien, en Occidente y en la Edad Media y sabemos que cuando Guénon habla de la Edad Media, encara sobre todo el período de la Edad Media latina que se extiende desde el reinado de Carlomagno hasta principios del siglo XIV- las doctrinas puramente metafísicas y completas, así como los métodos de realización correspondientes, no podían depender sino del esoterismo cristiano y, más precisamente, de un esoterismo que tomaba su apoyo sobre el exoterismo religioso del Catolicismo romano. La obra de René Guénon ha permitido a muchos el redescubrir e interpretar correctamente esas doctrinas generalmente olvidadas o mal comprendidas.
Los estudios reunidos en el presente volumen son en su mayor parte dedicados a organizaciones que René Guénon consideraba como habiendo sido en la Edad Media las depositarias de la enseñanza y de los métodos del esoterismo cristiano: Orden del Templo, Fieles de Amor, Caballería del Santo Grial. Como tales constituyen un complemento a El Esoterismo de Dante y al Rey del Mundo. Los hemos puesto precedidos por dos estudios titulados “A propósito de las lenguas sagradas” y “Cristianismo e Iniciación”. El primero, que pone al descubierto la importancia de la lengua hebrea en el Cristianismo, indica la vía de investigación más importante quizás para un estudio en profundidad de las ciencias tradicionales y de los métodos del esoterismo cristiano. El segundo concierne a la estructura misma del Cristianismo en su doble aspecto religioso e iniciático.
Al término de este prólogo que hemos estimado indispensable hacer tan objetivo como fuera posible, no podemos no formular la cuestión que vendrá al espíritu de muchos lectores cuando hayan conocido esta corta obra: el esoterismo, en su pureza si no en su integridad, ¿ha permanecido vivo en alguna parte en el seno del Cristianismo latino? En una nota redactada en los últimos meses de su vida (diciembre de 1949) y reproducida en este libro, René Guénon consideraba esta posibilidad.
¿Cómo podría sorprendernos? Remitámonos a las palabras que no pasarán. Por una parte:
“ ...Y yo, te lo digo: tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.
Y por otro lado:
“ ...Pedro, volviéndose vió, siguiéndolos, al discípulo que Jesús amaba, aquel que, durante la Cena, había reposado sobre el pecho de Jesús... Pedro pues, viéndole, dijo a Jesús: “Y este, Señor, ¿que hará?”. Jesús le dijo: “Si yo quiero que permanezca hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme”. Por ello corrió el rumor, entre los hermanos, de que el discípulo no moriría. Sin embargo, Jesús no había dicho que no moriría, sino: “si quiero que él permanezca hasta que yo venga, ¿qué te importa?”.
La obra de Guénon no contradice eso, ciertamente.