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El Judío, el judaísmo y la judaización de los pueblos cristianos

(2 tomos)

Roger Gougenot des Mousseaux

El Judío, el judaísmo y la judaización de los pueblos cristianos (2 tomos) - Roger Gougenot des Mousseaux
El Judío, el judaísmo y la judaización de los pueblos cristianos (2 tomos) - Roger Gougenot des Mousseaux

570 páginas
Tomo I: 286 pp
Tomo II: 284 pp
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2017
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 480 pesos
 Precio internacional: 31 euros

 

 

 

 

 

"El Judío, el judaísmo y la judaización de los pueblos cristianos" es uno de sus libros que marcan época. Escrito en 1869 denuncia tempranamente la influencia de las sociedades secretas y el judaísmo en los acontecimientos de una época convulsionada que le toca vivir desde las más altas esferas de poder primero y luego como pionero en la investigación periodística del poder oculto que intenta gobernar el mundo desde la oscuridad. Su amplia obra legitima su erudicción y pericia como periodista, escritor, historiador y católico. En su incansable labor recopila documentos de todas épocas y lugares, con los que referenciar sus escritos, que en este caso intenta sean mayormente de fuentes judías.
En la obra que aquí presentamos, quien fuera Caballero del Rey Carlos X, realiza un análisis del judaísmo, con capítulos dedicados al estudio de las tradiciones, el fariseísmo, los rabinos, el talmud, el asesinato talmúdico, las sectas, la estrategia y los medios de dominación, el mesías y la cábala. Una obra que, según Albert Monniot, le costaría la vida al ser envenenado en 1876 aunque había recibido una carta de advertencia en la que se le informaba del complot, de la que hizo caso omiso al no darle credibilidad.
El libro, hasta tiempos modernos había sido casi imposible de conseguir dado que se intentó sacar de circulación la obra comprándola en bloque, desapareciendo casi completamente del mundo literario. Así y todo llega a influenciar a gran parte de los posteriores investigadores de la cuestión judía y logra ser traducida a diversos idiomas, entre ellos al alemán en 1921 por Alfred Rosenberg, presentándos ahora por primera vez en castellano. Según Poliakov, hasta llegó a contar con la aprobación del Papa Pio IX.
Henri Roger Gougenot des Mousseaux (1805-1876,) nació y murió en Coulommiers (Francia). Cuando todavía era menor de edad le toca suceder a su fallecido padre como Caballero de la corte de Carlos X de Borbón. Católico tradicionalista y anti-liberal, permaneció fiel a la rama más antigua de los Borbones, desdeñando a Luis Felipe I de Orleans, por lo que su integridad le hace renunciar a la corte. Durante su vida, Roger fue testigo de uno de los períodos más convulsos de la historia de Francia, que sería gobernada sucesivamente por Napoleón Bonaparte, Carlos X de Borbón, Luis Felipe de Orleans, la Segunda República, Napoleón III y la Tercera República. Dos imperios, dos monarquías y dos repúblicas. Un período cuajado de guerras y revoluciones que le hacen darse cuenta que todas estas convulsiones no son espontáneas. Tras retirarse de la corte des Mousseaux se dedicó a viajar, aprendiendo varios idiomas y estudiando la vida sobrenatural y diabólica, la historia de la magia y el esoterismo, denunciando a la francmasonería y a las sociedades secretas, estudiando su relación con el judaísmo, que él veía como el enemigo secular de los pueblos cristianos.

 

ÍNDICE

Notas17
Conversación20

LOS JUDÍOS
PRIMERA PARTE
I.- Tradiciones43
El Judío es el último de los hombres.- Al contrario, ¡el Judío es el primero de los hombres! — Tiempos antiguos; tradiciones farisaicas de los Rabinos; son las fuentes del Talmud. — ¿Cuáles son las creencias, y en consecuencia cuáles son las costumbres de los Judíos? — El pueblo judío distinto de cualquier otro pueblo. — El carácter que lo distingue varía desde que se manifiesta la decadencia de su ley religiosa. — Esta ley era la ley de Moisés. — Ésta fue infectada por la idolatría cuyas doctrinas son las de la cábala sabeista primitiva (Ver al final del libro)y por las tradiciones rabínicas de las cuales se forma el Talmud. — Hay pues un abismo entre estas tradiciones talmúdicas y la ley de Moisés, que, desde el Cristo, el Judío no puede llamarla su ley religiosa sin mentir a la historia y a su fe.
II.- El antiguo fariseo, padre y tipo del fariseo moderno, o tiempos antiguos, indispensables de conocer para comprender la época actual.55
Lo que son los Fariseos. — Devociones, maceraciones, hipocresía, favor popular, orgullo, prodigio de su poder, ejemplo. — Su panegírico en la boca del rabino moderno.-Su retrato, repugnante en el Evangelio, que nos dice: Hagan lo que ellos dicen, ¡pero no lo que ellos hagan! — ¿Por qué? — Extraña virtud de la cátedra verdadera. — Para el Judío el Evangelio sólo es una leyenda malsana, y es gloria para el Fariseo ser vituperado en sus páginas. — El fundador de la ley de amor y fraternidad, después de los profetas, no es Jesús, es Hillel, y los Fariseos son sus discípulos. — Su retrato hecho por ellos mismos. — Prodigios de su ceguera. — Puesto que el Fariseo rechaza el Evangelio, dejemos de lado los evangelistas y en su lugar interroguemos la historia profana. — Los Judíos ¿serían los grandes miserables?. — Estamos lejos de generalizar tal afirmación. — Conclusión: el lector está en condiciones de hacerla.
III.- Primera división.- Los rabinos, el gran Sanedrín, los consistorios.71
¿Qué es el rabino? ¿Es un pastor, un sacerdote, tal como lo sostiene hoy el Judío? — Es un doctor, muy a menudo cubierto de ignorancia, y cumpliendo a veces muchas singulares funciones. — No hace nada ¡que un laico no pudiera hacer en su lugar! — Los rabinos ejercen las profesiones más variadas, pueden ser carniceros, zapateros, revendedores, etc. — Su educación. — Elogios que se hacen entre ellos mismos. — Cruel severidad con que son ellos mismos juzgados por los órganos del judaísmo. — Sin embargo los Judíos, para aparentar tener un culto serio, y para obtener del Estado que sea culto asalariado, dan a esos rabinos el título de prelados, pontífices, pastores. — Y esos pastores judíos están en una institución profana; deben su estado de ministros de religión judaica gracias a príncipes cristianos. — Fases de la autoridad legal de los rabinos en Francia. — Napoleón I los utiliza para sus reclutamientos militares y su policía política. — En una palabra, el rabino sólo es un doctor; y el Talmud nos dice que, desde su dispersión, ¡No hay más doctores en Israel!-

Segunda división.89
La gran asamblea judaica de 1806, y el gran Sanedrín de 1807, el cual fue un falso Sanedrín. — Concordato judaico, faltando a la ley de Moisés y el Talmud. — Falsa declaración de esta asamblea. — Lo que es el verdadero Sanedrín. — Una palabra de M. de Bonald sobre los Judíos.
Tercera división. Los consistorios.97
Organización artificial, preludio de la desorganización radical. — Funciones políticas y policíacas de los consistorios y de los rabinos. — Napoleón 1ro, nuevo Moisés a los ojos de los Judíos, y de su borrachera. — Organización católica del rabinato. — Los Judíos legalmente constituidos en pueblo distinto por la ley misma que pretende fusionarlos. — Retratos crueles de los consistorios, pintados por Judíos mismos. — Esta institución religiosa emplea a los laicos, es decir a las ovejas, en la dirección de los pontífices o del pretendido sacerdocio de Judá. — Lamentos. — Fruto de las quejas: escándalos. — “El cetro de Judá transformado en club.” — El gobierno cristiano de Francia transformado en regulador del culto de Israel. — Un ministro y un general gobernando en la Sinagoga. — Conclusión.
IV.- El Talmud.109
La causa del odio y del desprecio de los pueblos hacia los Judíos está en el Talmud. — El Talmud es el código religioso del Judío. — ¿Qué es ese código? — Quien no tenga la llave del Talmud no podrá descifrar el misterio del Judaísmo. — Frente al Talmud, ley oral y tradicional, la ley de Moisés es borrada. — Quien viole esta ley, obra farisaica de rabinos, merece la muerte sin juzgamiento. — La ortodoxia de Israel sacudida; revuelta contra el Talmud. — Judíos que nunca fueron talmudistas: descubrimiento; Judío contendiente de la ley del Talmud. — Palabras de M. Renan. — El Talmud reprobado e incendiado por reyes y papas, guardianes de la civilización. — El Talmud estudiado en sí mismo y revelado por bocas judaicas. — Maldad, cinismo y vileza de este código tan querido por Judá. — Sus absurdos. — Poner a Dios por debajo de los rabinos. — Obligados a suprimir los pasajes que indignan a los cristianos, los Judíos los enseñan en forma oral. — Deslealtad de estos ortodoxos. — Ellos son “el núcleo indestructible de la nación” — Duelo a muerte entre doctrinas talmúdicas y civilización, que será salvada cuando la conciencia del Judío sea reconstruida con otro plan, pues el Talmud es la expresión de la Sinagoga misma; contiene la doctrina cabalística “dogma de la alta magia”. Ut turpiter atrum. Desinat in piscem, mulier formosa superne. Ars poet., v. 3-4.

SEGUNDA PARTE
V.- Primera división. - La moral del Talmud en acción.133
El primer hombre y la primera mujer; dignidad de la raza humana salida de esos dos monstruos,-Juzguemos al árbol por sus frutos. - Conocemos la moral que toma sus raíces en los dogmas cristianos; la que sale de las tradiciones talmúdicas ¿Hay alguna relación? - San Crisóstomo, Padre de la Iglesia, sobre las costumbres del Judío; prodigiosa pintura. Misma descripción del célebre Simon Maiol en la época del Renacimiento. - Nada ha cambiado desde que Delamarre escribe su monumental obra Traité de la police. - Dejemos un momento de juzgar la doctrina judaica por las costumbres del Judío y juzguemos el Talmud por su texto. - Dios creó a Adán, quien busca compañera; no conveniéndole ninguna, pidió una parecida a él. - Eva es digna de Adán y nos transmite el veneno de la serpiente. - El Talmud siendo ley suprema y creencia del ortodoxo, y el hombre regulando sus actos según sus creencias, el Talmud hizo del Judío lo que es. Ejemplo del sentimiento paternal sometido en Francia y en el siglo diecinueve, por el Talmud. - Proscripción del prevaricador.
VI.- Segunda división. Moral del Talmud en acción. La mujer entre los judíos.143
La joven mujer en la casa paterna junto a sus hermanos ¡expuesta a las explicaciones de las vilezas talmúdicas! - El rabino y la elevación de la mujer entre los Judíos; buenos pensamientos - Réplica de la historia.-M. Crémieux habla como la historia. - El Talmud asimila la mujer al esclavo. - Ninguna ley, aún en el matrimonio, le asegura el menor respeto por parte de su marido, por el cual ella es “la carne de la carnicería...”-Ella debe tolerar la concubina de éste hasta bajo el techo conyugal. - Es suficiente que esta concubina no sea una no judía, en cuyo caso es considerada por la ley como animal. Bizarrías del pudor judaico. - Derecho de corrección manual sobre la mujer y derecho de divorcio. - Delante de Dios y delante de reuniones religiosas, la mujer cuenta como nada. - Enseñarle la santa ley es tan imputable como enseñarle obscenidades. - Retrato de la Judía por un pintor de sangre judaica. - Defectos y cualidades. - Proporción de mujeres de mala vida mucho mayor entre los Judíos que entre los Cristianos (confesión judaica). - Gracias al Talmud el Judío provee al proletariado su escoria. - Pero profesar el Judaísmo, rescata toda debilidad de la mujer, según los talmudistas.
Tercera división. La moral del Talmud en acción. El prójimo del judío.155
¿Hay alguien que no tenga prójimo?-Sí, dice el Judío ortodoxo. Aparte del Judío, cualquier otra persona debe ser un bruto. - Si lo mata, sólo mata a una bestia. - Palabras de san Epifanio, Padre de la Iglesia, y de Michelet. Explicación de esta palabra: Prohibida la entrada a Judíos y a cerdos. Debilidades y pasiones del Judío provocadas contra cualquier extraño a su fe por sus creencias talmúdicas. - Ejemplos. - Hasta dónde va este odio del Judío, y sobre todo contra lo cristiano. - Robar y matar al cristiano no es un mal; al contrario. - Mayor cantidad de malhechores Judíos que cristianos. - Diferentes países, diferentes ejemplos. - Poder y universalidad de sus medios de malvivir. - Su espantosa y homicida codicia en el seno del ejército francés en la desastrosa campaña de Rusia. - Reconocimiento implícito de la inferioridad moral del Judío, en publicaciones judaicas. Su predisposición al mal fue de todos los tiempos, desde el reinado de las tradiciones rabínicas; registrada en “disposiciones de las personas” en el tiempo de Vespasiano. - Conclusión. Notas. - Su terror a la opinión.
Cuarta división. El Kol Nidrai. Moral talmúdica.175
El Kol Nidrai, o el perjurio en la religión. - Palabra sacramental; tres Judíos, los recién llegados, forman un tribunal que puede dispensar a cualquier Judío de sus juramentos y de cualquier compromiso. - Este hecho negado. - Esta negación destruida. - Los tres tienen la misma autoridad que el tribunal de Moisés, pero la tienen contra el derecho. - El Talmud ¿Hace del hombre moral un hombre a la inversa?-¿Ningún vínculo social de promesa o contrato puede comprometer al Judío con el cristiano?-Una ceremonia disuelve cada año, para el futuro o para el pasado, a todo Judío formulando o por formular un compromiso. Fórmula grotesca empleada por el Judío que lo dispensa de sus compromisos. - Trucos y fórmulas que, en la intención del Judío alejan cualquier validez a sus promesas dejando su conciencia en paz. Costumbres talmúdicas explican el odio de los pueblos y los rigores del poder social contra esas poblaciones migrantes y antisociales. - Un juramento cuya formalidad y texto parecen atacar habitualmente al Judío con terrores supersticiosos es impuesto a los Judíos en la mayor parte de los Estados cristianos y subsiste aún en algunos.Francia. - La corte de Colmar (10 de febrero de 1809) y su fallo. - Reflexiones.
Quinta división. Moral talmúdica. La usura185
Judío y usura, palabras asociadas por una fuerza de cohesión veinte veces secular. - El Judío, ¿usurero? - Paradoja, pues ¡no puede serlo! Astucia y contradicciones. Los Judíos devoran Francia. Expulsados por crímenes de usura, aceptan con resignación la servidumbre y las condiciones más degradantes para obtener el derecho de reingreso. En algunos años “la mayor parte de los bienes de los cristianos están en su poder”. - Los cristianos llegan a ser la cosa de quienes fueron sus siervos. - La famosa petición de Pierre de Clugny contra esos excesos. - El Judío, a pesar de las persecuciones de las que se lamenta, no quiere otro paraíso que la tierra de sus persecutores. Célebre y magnífica carta de Inocencio III denunciando sus crímenes y comprometiendo a los príncipes de hacerlos regurgitar. Príncipes a menudo acusados injustamente de codiciosos. - Protección de pontífices extendiéndose a Judíos que soliciten su justicia, y sobre sus bienes, así como al cristiano. - los Archivos de Champagne. - Ejemplo: Los Judíos de Troyes, etc. - Tasa de usura. - Se veía bien, sin embargo, tener en los Judíos “una corporación condenada de antemano que hizo el oficio del réprobo”-Un concilio los condena a llevar una marca que los distinga. - Prohibición definitiva bajo Carlos VII, “por los crímenes cometidos cada día”-Luis XVIII renueva este fallo. –Región de Lorena y Alsacia, que son las exceptuadas, devoradas por la usura. - Edicto de Leopoldo contra ellos en Lorena, en 1728. - El procurador general del Regente, en Francia, donde muchos Judíos regresaron, los llama “los monstruos de la sociedad civil”. - Lo que los Judíos hicieron de Alsacia. - Napoleón 1º y los usureros judíos. - Los Judíos en Alsacia y el Sr. De Bonald. - Sentencia contra los Judíos de M. Michelet, con esta nota final: “de bofetada en bofetada, llegaron al trono del mundo”. - Espantosa excusa del usurero. - La usura, entre los Judíos, fruto de una creencia religiosa. - M. Toussenel y los Judíos. - El rey ciudadano Luis Felipe y los Judíos. - Moraleja de este capítulo.
VI.- El asesinato talmúdico.207
Asesinatos, o sacrificios de cristianos, ordenados en algunos casos por el Talmud, que es la inversión del Decálogo. - Este crimen de idolatría mágica y de antropofagia, señalado en la Biblia, es tradicional. - Estos crímenes desaparecen en las grandes ciudades; fueron en todos los tiempos y en todas partes parte de los talmudistas. - El Judío los niega con su característico aplomo. - Ejemplos y autoridades. - La mayor magistratura de los cristianos está compuesta, al decir del Judío, de ignorantes y verdugos. - Pieza auténtica que nos muestra a los Judíos cometiendo este crimen a la luz del día, porque imaginan tener garantía legal. - Príncipes obligados continuamente a reprimirlos. - Uno de esos crímenes, cometido hace cuatro siglos, similar en todos sus detalles al que fue víctima el Padre Thomas. - La Iglesia se pronuncia sobre esos crímenes sagrados como magistratura secular. - Los Judíos se llamaban ¡pueblo de tierno corazón!. - Relato paralelo al precedente; asesinato religioso del Padre Thomas y de su doméstico. - Pequeños detalles, interrogatorios, procesos verbales, horrores inexplicables. - Intrigas judaicas contra la justicia y contra el cónsul de Francia. - Diputación y presión de los Judíos de Europa sobre el soberano de Egipto. - El oro. - La justicia detenida: marcha atrás luego de la condena a los asesinos. - Negación del crimen por todos los Judíos de la tierra, pese a sobreabundancia y precisión de detalles. - Palabras del soberano de Egipto y el fermân. - Obtienen silencio de la justicia. - Furor y rencor del Judío contra M. Thiers, porque este ministro se atrevió a alabar frente a la tribuna la conducta del cónsul de Francia contra los asesinos. - Este digno representante de Francia no se detiene ni por el millón ni por amenazas. - Las piezas del juicio, consultadas en el ministerio de asuntos extranjeros. - Estos crímenes religiosos tienen un parecido tan contundente, a pesar de los siglos de diferencia, que la idea sobre hechos diferentes se borra frente a la naturaleza de los actos. - Conclusión. - Nota.
VII.- Primera división. - Moral talmudista. Antigüedades bíblicas. Antropofagia sagrada.237
Siempre entrenado hacia el politeísmo, el Judío, desde los tiempos más antiguos se dedica a inmundas y atroces prácticas de los Cabalistas sabístas, es decir, de los primeros adoradores de los astros. — Qué son estos idólatras. — La Biblia enumera sus crímenes; crímenes que no podrán detenerse ni por la ley ni por profetas. — Esta espantosa idolatría se estableció, con personal y mobiliario, hasta en el palacio de los reyes, hasta en el templo. — Sus actos supremos son los sacrificios humanos y la antropofagia sagrada, la manducación de la carne humana. — La Biblia nos da la historia y la clave de esas supersticiones, que la tradición talmudista transmitió a los descendientes de esos Judíos corruptos.
Segunda división. La sangre. Y por qué.243
Los verdaderos talmudistas sólo inmolan a los cristianos para recoger su sangre: ejemplos auténticos. —Usos sagrados de esa sangre y que varían como el error, según los tiempos y los lugares; pero necesidad de beber esa sangre que representa al hombre y que es llamada su vida.—Sus virtudes, su inapreciable valor.—Ella sana, ella santifica, ella salva.—Desarrollos y pruebas.—Denegaciones eternas del Judío.—Confesión de uno de los más célebres rabinos en pleno ejercicio de sus funciones.—Cólera de las Revistas judaicas contra esta celebridad nacional calificada de falso sacerdote.— Legítima indignación de los Judíos no talmudistas.—Conclusión.

TERCERA PARTE
VIII.- Primera división. —La marcha del judío. Ortodoxia occidental.257
Se grita en todas partes que el Judío se encamina, que sus costumbres cambiaron, ¡Qué maravilla!-Entonces, ¿Cambió su creencia? – Este es el signo de un tiempo nuevo. – El indestructible núcleo del judaísmo queda formado por los ortodoxos talmudistas; pero, por debajo de aquellos se encuentra la nueva ortodoxia, los reformistas y el librepensador judaico.—Furias de los neo-ortodoxos contra los adversarios del fanatismo israelita y de la inmutabilidad talmudista.—Ataques del fanatismo israelita por el ilustre rabino Jellinek.—Amargas réplicas del Univers israélite, órgano de la ortodoxia.—El judaísmo ya no es una religión, es una cosa muerta, etc.—Un gran cisma separa pues a Judá en varias partes, pero ¡oh maravilla! sin desunirlos por la necesidad. –Ejemplo. —Razón y astucia de los reformistas; derrota. – Lamentos. —Llagas del judaísmo. —Hipocresía de los mayores que se autodestruyen entre ellos; reproches de los menores.-Proselitismo y cambio de rol entre los dos partidos.-¿Cómo es juzgada la ortodoxia por los judíos de nuestros lares?—Los hechos. —El ilustre gran rabino Klein y el Sr. Isidor. — Este último es elegido gran rabino de Francia. Curiosos y concluyentes debates. —La familia israelita degenera moralmente y cae en una completa decadencia; así lo titula el diario judaico Neuzeit.
Segunda división. Los reformistas.269
¿Qué quieren los reformistas? – Unir el presente al pasado; ¿pero cómo? – Rechazan el Talmud y para ellos la Biblia es un libro de mitos.—Una religión (religare) es, sobre todo para ellos, una cosa que no debe atar al hombre.—Estupidez de atribuir a Moisés y a Jesús lo que era propio de los que los precedieron o los siguieron, al progreso del tiempo, a la humanidad.—Puede llamarse Israelita cualquiera que adopte la unidad de Dios, la inmortalidad de Dios y del alma y que interpreta toda cosa según su propio entender.—De la amplitud de esta libertad nacerá la religión universal, sin atentar contra la conciencia.—Tres curiosos ejemplos de esta práctica tolerancia.—El tercero es del doctor Sée, profesor de la Escuela de medicina de París, acusado de materialismo y ateísmo.—El consistorio central, consejo supremo de los intereses religiosos y sociales del judaísmo, no cree que deba admitirlo en su seno.—Curiosas revelaciones.—Un gran número de israelitas buscan disimular su creencia.—Esta clase de homenaje que rinden a su fe es más cómoda que la del mártir.
Tercera división. El judío librepensador.277
Paso del Judío reformista al Judío librepensador. —Beso de Lamourette entre las tres hijas de la Biblia puestas frente a frente por el Israelita Hippolyte Rodrigue.—Un solo templo contendrá a todos los cultos fusionados, bajo las banderas de la Razón y de la Filosofía del siglo dieciocho.—Este templo es la Alianza Israelita universal, abierta a todo el género humano, bajo la alta dirección de Israel. – Hecho consumado, destruyó el fanatismo y fundó la gran fraternidad. —Lo que es esta alianza. —Palabras de M. Crémieux, su presidente, uno de los ilustres de la francmasonería y del judaísmo. —Se prepara el Mesianismo de los nuevos días; una “Jerusalén de nuevo orden sustituta de la doble ciudad de los Césares y de los Papas;” pues “Israel es la grandeza de Dios.” Es la protectora de todos los cultos, aun “contra las leyes todavía en vigor.”—Los pueblos tienen una mano a Israel y le piden perdón por el pasado.—Ya no tenía centro, pues todo había cambiado.—Episodio.—Llamativo y apenas creíble ejemplo de liberalismo religioso Judío.—Un gran rabino defensor intrépido del librepensamiento.— Relato.—Se puede “llegar a ser librepensador y permanecer israelita”.— Misma fe, mismas aspiraciones animando a Judío, francmasón y librepensador o al solidario.—Quienquiera que entre en las sociedades ocultas es aliado del Judío.—Su recién nacido amor por la libertad solamente desconoce el culto católico.—Palabras de Eckert.

 

TOMO II

IX.- Primera división. Nueva moral, nuevas conductas.17
Cualidades sociales del talmudista Judío promedio, visto según los representantes de la prensa judaica. —Observaciones limitadas a estos dos puntos: veracidad, benevolencia hacia el cristiano.-¿Es suficiente con la simple destrucción de la ortodoxia talmúdica para la regeneración social del Judío?-¿Qué sienten los Judíos, hoy, por el cristiano? – Protección que les acordaron los emperadores, los Papas y las clases altas. —Ingratitud universal.-¿Sería la misma ingratitud aunque el Judío se destalmudice?— Ejemplo.—Grito de muerte del Judío contra Roma, quien fuera en todos los tiempos su más inviolable asilo.—Pretexto y santo y seña universal.—El affaire Mortara.—una palabra sobre este asunto y comparaciones.— Razones del fingido furor Judío.—Su propio ejemplo.—Intolerancia excesiva, mentiras odiosas y calumnias contra el arzobispo de Argel.—La admirable carta del prelado, y el Judío.—Graves hechos.—Los textos.—Profundas marcas de la creencia en la conducta, aunque no tenga creencia. – Notas. —Pío IX y la diplomacia europea militando en favor del Judío. —M. Mirès a los Israelitas, sus correligionarios. —Rusia y los Judíos…
Segunda división. Nueva moral, nuevas conductas.37
Continuación. —Cualidades sociales del Judío. —Reconocimiento.— M. Mirès; su consejo a los Judíos de no tocar el oro de la Iglesia y de testimoniarle alguna gratitud.—Astuta respuesta y enojos.—Amargos reproches sobre la espantosa tiranía que los martiriza en los ghetto.—Obra teniendo por objetivo transportar a todos los Judíos fuera de la abominable ciudad de Roma; resultados.-¿Qué es un ghetto? – Refutación del Judío por las descripciones o la palabra de M. Thiers, ex ministro; --de M. Sauzet, ex presidente de la Cámara de diputados; -del anticatólico M. Renan, del Instituto;- de M. Bail, patrón de la causa judía. —Refutación del Judío por la declaración tan trascendente de la más grande asamblea en los tiempos modernos. —Lo que el Judío debe a la Iglesia, curioso y admirable fragmento. — Facilidad del Judío, aún liberado de las limitaciones del Talmud, para renegar de sus representantes. —Este discurso era para él una astucia de guerra, solamente debe odio a la Iglesia y al papado. – Hechos de los Papas y del clero romano, defensores y protectores desinteresados del Judío; les aseguran para su culto la libertad que muchos gobiernos niegan al catolicismo.— ¿El más implacable enemigo del Judío nos pintará mejor de lo hace él mismo sobre su horror a cualquier verdad que lo contradiga, su odio hereditario hacia el cristiano? – El Judío que se describe en sus propias páginas, tal como las citamos, ¿es un hombre reconocido por la civilización? – excepciones. —Notas. —El Ghetto de Aviñón,-Los ghetto (tre ghetti); el de Roma.
Tercera división. Nueva moral, nuevas conductas.53
Continuación. —Tolerancia del Judío; sus pretensiones, su presunción nacida de las debilidades de la fe cristiana y de la fe talmúdica. – Grandezas de su orgullo al comparar lo que él es después de perder la fe con lo llegan a ser los pueblos cristianos cuando dejan de creer. – Se cree insultado por las libertades del culto cristiano. —Curiosos ejemplos.—Llamados a los principios de nuestra Revolución.—Sus pesas y medidas siempre diferentes para él y para otros.—Su abominable manera de entender la libertad de cultos.—Su misión.—Para él, la libertad de culto es la destrucción del culto cristiano.—Legítimas protestas de algunos Israelitas contra este fanatismo.—Grito de Alemania contra el despotismo del Judío.—La igualdad ya no le alcanza; domina, quiere alcances excepcionales.-¡Curioso y nunca visto ejemplo!—Otro ejemplo: Insolencia de Israel contra el Emperador mismo, a quien un rato antes lo llamaba su ángel, y porqué. – Otro ejemplo: cristianos amenazados hasta en el fuero de sus antiguas solemnidades. —El mismo derecho le permitiría exigir el cierre de iglesias y la supresión de la palabra cristiano.—Lo que es el Judío, y lo que era ayer; inmenso progreso, palabra de M. Crémieux.—Deber del Israelita de invertir contra la Iglesia el estudio mismo de la teología y de ponerla de acuerdo con la filosofía judaica, la del siglo dieciocho.—Hombre o idea, el Mesías judaico está próximo, los pueblos deben caer a sus pies.—“Jerusalén, ciudad del futuro”.—El racionalista Kluber sobre el Judío, en su libro Du droit de la Confédération germanique.—Los teólogos alemanes sobre el Judío.—Resumen del capítulo y conclusión.
X.- Primera división — Acción del judío para encaminar sus asuntos, organización del judaísmo en el mundo, sus efectos.73
La palabra del concilio en el sínodo judaico de 1869.—La constitución natural del Judaísmo.—Lo que puede, quiere y se atreve a hacer el Judío.—Gracias a sociedades secretas formadas a su imagen, siendo su alma, cada uno de los suyos es una malla viviente de la inmensa red que encierra al mundo.—Rol de los cómplices de su negocio que rodea el mundo.—Una organización nacida de ella misma.—Necesidad de suplementar allí con asociaciones artificiales.—Sociedad semi-evidente, la Alianza israelita universal ofrece a los Judíos un vínculo que los une en todas partes; sociedad oculta, la francmasonería juega paralelamente el mismo rol. – Núcleo poco numeroso de verdaderos iniciados.—La constitución judaica de la francmasonería ubica en mayoría de altos consejos a Judíos iniciados e iniciantes.—Sociedades cuyo único objetivo es el triunfo de las ideas judaicas, que son las ideas modernas.—Exterior seductor de estas Sociedades.— Traiciones e indiscreciones que desenmascaran al Judío.—El Judío y las logias.—Logias judaicas; donde se reúnen los hilos de todos los acontecimientos revolucionarios, incubados en logias cristianas.— Instrucciones.— Valiosas confesiones.—Misma acción judaico-masónica en el nuevo mundo.—El misterio masónico es indispensable en la Sinagoga en el propio seno de las repúblicas más libres.—Palabras de Kluber.—Inevitable antagonismo entre el Judaísmo y los Estados cristianos.—Triunfo del Judío sobre la civilización cristiana es el inevitable resultado de esta lucha.
Segunda división. Instrumentos de influencia, cómplices: el oro.87
El oro es el amo del mundo; nos posee y el Judío posee al oro. — Monstruoso poder que el Judío le debe a su oro, y a su habilidad para hacerlo trabajar.—El oro es hoy,como nunca lo fue antes, el motor de la guerra y de la paz, el objeto de deseo familiar, el sazonamiento del honor, la coronación de la gloria y de cualquier nobleza.—Hombres de Estados Europeos de rodillas frente al Judío.—Nada se hace sin la voluntad del Judío; cómo se entroniza bajo las apariencias de los reyes cristianos.—Por el oro él gobierna las sociedades secretas, las que gobiernan a su vez al mundo.—Poder financiero ilimitado en un mundo donde se extingue la creencia religiosa, ridiculizada por el Judío y sus cómplices.—Único remedio a este inmenso mal.—Hechos y poder sorprendentes; impresión de uno de los primeros ministros de Gran Bretaña y un discurso que sería una locura olvidar. Nota final sobre uno de los tiranos del Judaísmo.
Tercera división. La maestría de la opinión pública, la prensa.95
Otro poder auxiliar del Judío; representantes honorables y no.— Servicios que el Judío reconoce deberles.—Todavía no se ha terminado de judaizar al mundo, ¡paciencia!—Categorías de los hombres de prensa.— Despotismo del dueño de un diario.—En numerosos diarios ¿quién es el déspota?-¡Misterio!-Características de su posición.—Su mérito está en la elección de sus redactores literarios.—Lugares donde abunda esta gente de alto y bajo rango.—Como cualquier propiedad, todo diario cambia de dueños, de redactores, y en consecuencia, de ideología.—El Judío compra, explota o hace explotar la mayoría de las publicaciones importantes.—Su influencia sobre la opinión, sobre las ideas religiosas, empresas comerciales, industriales, políticas: el Judío engaña por su intermedio, y arrastra gobiernos y gobernados.—A pesar de un buen número de escritores honestos, la Prensa es, por naturaleza, esencialmente corrupta; nadie más interesado que el Judío en comprarla, y nada mejor que el oro para pagarla.—Pero ¿Tiene algún valor de seriedad la prensa?—Ejemplo tan explosivo como picante.—Un gobierno y un gran diario, órgano del feudalismo financiero.— Cualquiera sea el poder de un diario, el Judío casi siempre es o llega a ser su dueño, aunque sin aparecer como tal.—Más que cualquier otro país, Alemania nos muestra el poder del Judío.—Los acontecimientos de Europa dependen de un decena de hombres, Judíos o ayudantes de Judíos. – Palabras acertadas del ex primer ministro de Gran Bretaña, de sangre judía, Disraeli. – Su palabra y la del príncipe de Metternich confirman nuestras páginas. —Apéndice. —Espantosa depravación del clero austríaco, antes; siendo la obra del jansenismo y del Judío. —Decadencia de los valores del honor y el patriotismo, y por quién.
Cuarta división. Superioridad intelectual del judío sobre el cristiano; reflexión sobre la superioridad moral.119
El Judío, armado con sus instrumentos influyentes, hoy es el hombre que prima y dirige; con fuerza irresistible y a la que le agrega la incomparable superioridad de su inteligencia:-Excepción.—Encarnizada cultura de esta superioridad; por qué y cómo se afirma en todos los dominios.— Prueba de su imperecedera vitalidad.—Esta superioridad de naturaleza se manifiesta hasta en las clases más bajas; pintoresca descripción .—El Judío, tan rápido en agrandarse, es sin embargo un advenedizo; es un caballero de capa caída que ocupa derechos de la nobleza.—Otra pintura, complaciente y verdadera, de las sorprendentes superioridades del Judío, por el primer ministro de Gran Bretaña, Disraeli.—Cómo prepara esta superioridad al imperio del mundo, que tanto ansía y que lo ejerce en parte. – La superioridad intelectual del Judío sobre el cristiano ¿está acompañada de superioridad moral?
Quinta división. Superioridad física del judío, su constitución.129
Su constitución completamente excepcional y privilegiada; inmunidad a enfermedades que atacan a cualquier otra familia humana. — Consecuencia: el Judío, el pueblo de la dispersión, y único pueblo realmente cosmopolita, es decir que cada individuo puede vivir impunemente en cualquier lugar de la tierra.-Causas de ese insigne privilegio, según algunos imperturbables comentaristas.—Segundo privilegio: el Judío nunca cultivó las artes que fortalecen el cuerpo; sus extremidades son generalmente delgadas y débiles; sin embargo sus fuerzas vitales, longevidad, superan a otros pueblos.—Ejemplos,estadísticas, autoridades varias.—Pero, además del fenómeno de esta burlona vitalidad que se produce en sentido inverso al vigor corporal, y al de su inmunidad, una nueva distinción señala a este cosmopolita.-¿Cuál es? Una fecundidad repentina que la ciencia no puede explicar y que recuerda a la de Israel en Egipto en tiempos de los milagros del Exodo. —Ejemplos. —Esta constitución que hizo del Judío errante y disperso el hombre más indestructible, el más tenaz misionero del mal, el apóstol universal del ocultismo, ¿lo predispone o no a ser el ser universal, el más tenaz y el más indicado de los misioneros del Evangelio?...—Cuadros estadísticos del elemento judaico dispersado en el mundo y resumen de las superioridades de este pueblo; lo que podría llegar a hacer en un momento determinado. —Ejemplo del capítulo siguiente.
XI.- Una población judía de la edad media en pleno siglo diecinueve.149
ANTES DE PREGUNTAR. —Como dijimos antes, la corriente judaica, puede, algún día, cubrir un punto de Europa y apropiárselo.¡Quiénes serían estos Judíos? Son de la edad media, y están aquí. —Sus repentinas pretensiones, sostenidas por sus compatriotas de afuera y por una parte del poder europeo…Cómo y por qué. — Rumanía, teatro de su invasión. —Lucha de los Rumanos, similar a la de los cristianos contra el Judío en la edad media. — Reacción contra el Judío.
PERSECUCIONES, DETALLES. —Relatos y dolencias del Judío.— Gritos desesperados, llamado a la intervencion de los Judíos de afuera y a los poderosos.—Razzias de Judíos, detenciones, brutales expulsiones.— Dolorosas escenas.—Algunos meses de calma y el furor se renueva; saqueo, violencias, sinagogas destruidas, espantosos abusos.
INSTIGADORES O AUTORES DE ESTAS PERSECUCIONES: INFUNDADAS ACUSACIONES DEL JUDÍO. —Denegación de justicia por parte del príncipe, elegido de M. de Bismark. —Su todopoderoso ministro es Bratiano; este jefe de demócratas es el gran persecutor. —Excesos que cometió, desmentidas insultantes; quiere dar el vuelto a Europa. —En una palabra, el gran culpable, para los Judíos, es, al igual que en la edad media, el príncipe que se atreve a defender a sus súbditos de los Judíos.
¿QUIÉN TIENE LA CULPA?—La investigación demuestra que los provocadores de esos excesos fueron los propios Judíos. —Los Judíos de Occidente, una vez enterados de la situación del Judío rumano, reconocen no poder concilar las denuncias.—El Judío contra la libertad de prensa y contra la tribuna, en la cual es ardiente orador en los Estados cristianos donde domina su influencia.—Si el gobierno se declara contra el Judío, está cediendo a la presión de la voluntad nacional.—Esta nación rumana ¿Es bárbara?—Rumania siempre fue el refugio de los perseguidos; su pueblo es, según la opinión de los Judíos, un modelo de tolerancia religiosa, de bondad, de hospitalidad. Palabras de los señores Crémieux y Montefiore. —Si el Rumano no cambió sus hábitos de la noche a la mañana, ¿la culpa sería pues, como en la edad media, de los excesos e iniquidades de los Judíos?— Palabra de Metternich sobre Alemania, aplicable tal vez mañana a este país. —Esto que ha pasado, ¿es para Europa, que desconoció las verdades de su vieja historia, una advertencia providencial?
TONO DICTATORIAL DEL JUDÍO PARA DIRIGIRSE A LOS SOBERANOS. —Los Rumanos obligados a burlar al Judío y a las potencias extranjeras, obligadas a intervenir a favor del Judío. —En qué tono los ciudadanos de la nación judía, dignos émulos de los ciudadanos del pueblo soberano, escriben a los poderosos. —Ejemplo de paciencia de los príncipes. —El Judío, “frente a las atrocidades” que se cometen, se lamenta “de la hipocresía que reina desde arriba hacia abajo”
INTERVENCIÓN DE LOS PODEROSOS EN FAVOR DEL JUDÍO Y PESE AL PRINCIPIO ANTICRISTIANO DE NO INTERVENCIÓN ADOPTADO POR LA EUROPA LIBERAL. El Judío afirma que esta hipocresía de los Rumanos se origina en el temor a los poderosos, por eso los presiona para intervenir.— Insistencia del jefe de la Alianza israelita universal ante los gobiernos.— Notables ejemplos, condescendencia y premura de éstos.—Carta de Bismark.
INMENSA IMPOPULARIDAD DEL JUDÍO. —Los Judíos tratados por la nación como la lepra y las inmundicias de la tierra. —El país que se les fue entregado y que someten, está revestido de un aspecto siniestro. — Declararse allí, es para los Judíos, renunciar a toda influencia.
LA CAUSA DE LA INMENSA IMPOPULARIDAD DEL JUDÍO Y DE LAS PERSECUCIONES QUE SOPORTA, ES LA MISMA QUE EN LA EDAD MEDIA. — SU ALCANCE Y SUS ESPERANZAS DE DOMINACIÓN SON LAS MISMAS.—El concierto de desprecio y de furores que persigue al Judío no es invariable porque solo el Judío no haya cambiado.—Documentos aplastantes, y el admirable Manifiesto de hombres de Estado del país contra el Judío.—En este retazo de historia actual, reencontramos siempre vivo al Judío de siglos pasados.—Terrores que despiertan sus costumbres antisociales y por su espantoso crecimiento numérico.—Ataque directo a las fuerzas vitales del país: usura desenfrenada, monopolio, falsificación de productos alimenticios.—Los Judíos son diametralmente opuestos en todas las cosas a todos los hombres: su tendencia es construir sobre las ruinas del otro.—Esperan reformularse como nación única y luego dominante.—Tratan de erigir en Rumania este Estado judaico que sería la primer realización de sus deseos.— Proyecto de ley formulado para rechazar el peligro social que expone este documento auténtico.—Llanto de Judíos; Europa se conmueve.—Carta de Bismark tranquilizando estos Judíos contra las intenciones de hombres de Estado rumanos.—Conclusión.
XII.- Primera división. —El mesías judaico.191
El Judío ortodoxo no deja de esperar una revolución universal que lo eleve, por su Mesías, por encima de todos los pueblos.— ¿Ha conservado Israel una fe robusta y genuina por su Mesías? Sí, pero el Judío, desde hace años, ya no es, aquí y allá, parecido a sí mismo.— El rabino Lazard anuncia que el restablecimiento de Jerusalén es únicamente un ideal, que no daña, en consecuencia, a su patriotismo nacional.— Los reformadores alemanes dicen lo mismo, porque hablar de ese restablecimiento sería un obstáculo para su emancipación.—Los Judíos ingleses, los más sinceros, y la inmensa mayoría de Judíos cree en el Mesías, pero está prohibido fijar una fecha.— El Mesías de los talmudistas sigue siendo el pivote de la fe judaica.— Carta del Sr. Lévy Bing sobre el Mesías, obra maestra de claridad.—La unificación de los pueblos debe operarse, para que Israel pueda ser, por encima de todos ellos, el pueblo-Papa.— El brindis universal.— La patria del corazón y definitiva del Judío, es todavía Judea.—Sin embargo el Mesías no será de naturaleza divina.— Para el Judío progresista, el Mesías es la época filosófica actual, que destruye Iglesia y Talmud; para el judío ortodoxo, esta época es una de las etapas que preparan al Mesías real.— Grotescas supersticiones.— Familias mesiánicas, descripción.
Segunda división. – El mesías judaico, continuación. Realidades y conjeturas.211
La espera de un Mesías, futuro dominador de los pueblos y la espera “del núcleo indestructible de la nación.”—Algunas opiniones disidentes entres los reformistas, aunque un acontecimiento los reunirá con los creyentes. Si algún seductor se hace pasar por Mesías, ¿Se inclinarían los Judíos por ese lado o por el lado de los Estados que los declararon ciudadanos?— Evidentes informes entre el Mesías que el Judío espera y que el hombre al que el cristiano designa como el Anticristo. —Todo está preparado para la gran unidad cosmopolita de la cual este hombre debe ser su expresión. — Cuando termine la obra de decristianizar el mundo, ¿el mundo podrá aceptar por amo a un hipnotizador de raza judía? – Ejemplos de dominadores rechazados y luego unánimemente aceptados. —Ejemplos de hombres salidos de repente de la nada para elevarse al pináculo en tiempos de crisis. – Con la velocidad de las ideas y de los hechos, ¿cómo sorprenderse que surja en el seno de Judá el que realizará las ideas de soberanía cosmopolita con Judíos como sus apóstoles? ¿Algún Moisés podrá ponerse a la cabeza de algún formidable éxodo? ¿Pueden ser los Judíos al menos los segundos y el brazo armado de algún conquistador? – Ejemplos de recursos que Israel supo acumular en un mismo lugar; posibilidades, facilidades. – Vistazo desde las alturas de la historia sobre el porvenir.
Apéndice. Las dos cábalas o la ciencia de las tradiciones.233
Cábala o tradiciones orales de la Sinagoga anteriores a los libros bíblicos. —Las dos ramas de cábala de orden divino. —La Cábala es confiada a un cuerpo especial de doctores. —Corrupción de la Cábala, convertida en receptáculo de supersticiones mágicas y de brujería.
Segunda división. — La cábala mágica o de izquierda, es decir, la cábala farisaica.239
Ella es el dogma de la magia, la llave de las sociedades secretas u ocultistas. —Soberano poder que otorga a los que la poseen. —Los Judíos, nuestros maestros en magia, fueron sus más fieles depositarios. —Sus orígenes. —Ella fue “parida por la necesidad de independencia”, es decir, de rebelión. – Ella da el conocimiento de los espíritus de este mundo, y gobierna todo ser por la virtud de las letras, de las palabras y de los números.—El mundo está formado sobre el místico plan del alfabeto.—La cábala es la clave del mundo invisible, el secreto del espiritismo antiguo.—El cabalista debe unirse en cuerpo y alma a los ángeles que ejercen influencia sobre los astros; y es por su nombre que se los domina.—Esta magia sideral es la de los matemáticos de Roma, es decir de los Caldeos, o astrólogos, quienes, después de haber sido los oráculos del mundo pagano, fueron en casi todos los tiempos los oráculos del mundo cristiano.
Tercera división. – La cábala mágica.251
Todas las religiones dogmáticas, nos dice un sabio cabalista, salieron de la cábala. —“Todas las asociaciones masónicas le deben sus secretos y sus símbolos” – Estas tradiciones son celosamente conservadas por el sacerdocio, y según él, las Claviculas de Salomón son el ritual, digamos el grimorio de un Papa. – Los principales receptáculos de la cábala judaica son el Zohar y el Talmud.—Está en todos los pueblos, en todo lo que hay de misterioso, y esta doctrina mística desciende de los Caldeos, salidos de Cam.—Abraham es llamado mago cabalista, porque era de Caldea.—Magia y brujería inseparables de la cábala.—Los Judíos, los más fieles depositarios de los secretos de la cábala, son, hablando de magia, los grandes maestros de la edad media.—Representando el espíritu de las tinieblas, vos ex patre diabolo, fueron los misioneros y los grandes maestres del ocultismo.—Las tradiciones cabalísticas deslizan su veneno en varias ramas del conocimiento humano porque los Judíos tomaron parte de su difusión.—Ejemplo: la medicina ejercida por los Judíos, está manchada de magia.—Mezcla de medicina y astrología.—Concilios y Padres de la Iglesia contra esas prácticas.—Para terminar de pervertir las ciencias sociales, los cabalistas, cuyos príncipes son Judíos, contaminan de doctrina cabalística a los templarios, a los que los masones los consideran sus ancestros.--¡Su objetivo!—Revelaciones de sus sucesores.

Notas

 

El R.P. Voisin, director del Seminario de misiones extranjeras en París, ex Misionero en China, es uno de los teólogos más versados en ciencias profanas y uno de los religiosos más humildes que conocemos. Nosotros le hemos remitido el manuscrito de esta obra, que queríamos publicar hacia el tiempo de la apertura del Concilio Ecuménico y le pedimos que nos lo reenviara con sus observaciones. He aquí la carta que lo acompaña, y que, en el interés de nuestro libro, creemos nuestro deber hacer conocer a nuestros lectores:
“He leído con el más vivo interés vuestro manuscrito intitulado El Judío, el judaísmo, la judaización de los pueblos cristianos, y se los devuelvo sin críticas. Allí he aprendido una multitud de cosas que ignoraba y cuya importancia me parece muy grande. Pocas personas son tan dignas del estudio –no solamente católicos, pero también de todo aquel de buena fe indiferente u hostil al catolicismo. Es tiempo, gran tiempo, más que tiempo de abrir los ojos sobre hechos que ustedes supieron poner a la luz ¡Y sus consecuencias próximas e inmensas! El interés extraordinario que reviste a la lectura de los capítulos no es menor que aquel que se demuestra por vuestras obras sobre la magia y vuestro extenso apéndice sobre las dos Cábalas arroja incidentemente una gran luz sobre este último aspecto. Vuestro libro, en fin, conviene a toda clase de lectores y deseo presagiar un gran éxito.
Voisin.
5 de octubre de 1869

NOTIFICACIÓN

 

Una objeción se nos sugirió alguna vez; nos parece que debemos responderla y hela aquí: Desde la publicación de una de vuestras obras intitulada Dios y los dioses (momentáneamente agotada) desarrollándose sobre ciertas antiguas prácticas idólatras y cristianas, el magnetismo y el espiritismo, ¿no estarían ustedes en el número de sus defensores?- No, ciertamente; no, absolutamente ¡todo lo contrario! Hemos abordado estos temas para combatir las locuras y los peligros, pero guardándonos de negar algunas grandes verdades que estas nuevas manifestaciones del mal muy conocidas desde la antigüedad se actualizan hoy en día. La teología se digna no solamente en aprobar estos escritos, también los cita frecuentemente y le hizo honorables aportes: y la ciencia médica, representada por algunos de sus eminentes doctores, los trata concediendo algunos puntos. Estar de acuerdo con la Iglesia, profesar su fe, sostener y ratificar sus dichos sobre las cuestiones científicas donde ella se pronuncia, no es hoy, en ningún lugar del mundo, para llamarse católico y no tomarlo en serio.
En el interés de nuestro libro, observamos pues como deber, informar a nuestros lectores que uno de los más seguros e ilustres teólogos de la actualidad, el R.P.Perrone, del colegio Romano, ha citado en numerosas ocasiones nuestras obras sobre la magia en su publicación Praelectiones theologicae, y que ha dicho hablando de nuestro amigo el Marqués de Mirville y de nosotros: Praecipui auctores quos uti duces et antesignanos, ex recentioribus, secuti sumus, et quorum opera profecimus… etc p. 158-vol. De 1866.- Recordaremos que la primera y la más grande revista de los tiempos modernos, la Civiltà cattolica, ha dicho de nuestras obras sobre la magia: In tutti questi scritti, l’autore mostra l’istessa abbondanza di erudizione, la medesima sicurezza di guidizio, il medesimo concatenamento di raziocinii; che sono LE TRE qualita di questi scrutti tanto Iodate dall, Em, cardinale arcivescovo di Besanzone. 374º entrega, serie VI, V. 21 de octubre 1865.

Se ha visto que desde las primeras páginas de estos libros hay bastantes y poderosas recomendaciones para que nosotros no tengamos ningún motivo para avergonzarnos por esta obra eminentemente católica y cuya palabra hemos sostenido como participantes del congreso de Malinas (1864). Para finalizar dejamos en estas últimas líneas la reiteración de los epígrafes de nuestros volúmenes: “Los libros de los Sres. Mirville y Des Mousseaux sobre el mundo suprasensible de los espíritus ofrecen una lectura extremadamente curiosa e interesante no solamente por los hechos, también por el talento, y, lo que podrá sorprender, por el buen sentido de estos escritores” –Gazette médicale, 23 de febrero de 1854.
“Lo que se puede decir sin riesgo de equivocarse, es que los Sres. de Mirville y des Mousseaux están encabezando, si no son los únicos, la lista de escritores que desarrollan una página de historia católica constatando que las extrañas situaciones extrañas que atestiguan, no son ilusiones”Revue médicale française et étrangère, 31 de marzo de 1864, París.

Conversación

 

Quienquiera que nos haga el honor de leer esta obra querrá sin duda y primero que nada, recorrer el índice y hará bien en ello, pues éste revela a la vez los elementos, las riquezas y el plan de nuestros capítulos. De allí nuestra esperanza en que el lector querrá participar con nosotros en una conversación que creemos indispensable como una rápida iniciación; y, tomándonos la libertad de iniciarla, señalamos un retrato del Judío:
¡Quien quiera que seas, aquí está tu amo!
¡Lo es, lo fue, o debe serlo!
Cada uno de nosotros ha leído estos versos escritos debajo de una imagen sobre el Amor, pero ¿Qué relación imaginar entre el Amor y el Judío? Ninguna, ¡ninguna verdaderamente! Estas líneas deberán pues significar simplemente que el Judío es, ¡O más bien debe ser nuestro amo! Pensemos en ello y ¡pensemos bien!
Nuestro amo, ¿él? Él mismo, y remarcaremos que hay algo entre todas las cosas que distingue y que más lo caracteriza al Judío: es la necesidad de dominación que llena su corazón, y nace en el orgullo por sus instintos nacionales, alimentados por su fe religiosa. Luego, lo que espera, lo que desea, lo que prepara y maquina el Judío, apremiado en cumplir sus deseos y la infatigable espera de su nación, es lo que nuestro público ignora con la mayor, profunda e inexplicable ignorancia. Por los más íntimos y urgentes intereses de este público, sin embargo es necesario que lo sepa, y que lo sepa lo más pronto posible, pues el tiempo apura, y, si no lo sabía antes, el momento después puede ser demasiado tarde, ¡No lo aprendería a tiempo! Pero, digámoslo bien, no se trata aquí del Judío de Francia, se trata de la nación judía.
Este análisis, cada vez más indispensable, es además más interesante de lo que parece; y podemos decirlo, equivale a un viaje de largo alcance por regiones desconocidas y a veces salvajes; regiones desconocidas porque dejaron de ser conocidas, visitadas, de arrimar allí el ojo curioso, y que, para saber qué es el Judío, vamos a preguntarle a él mismo, aceptamos su palabra ¡como un texto de historia! Pero regiones salvajes, agregamos nosotros, ¿y cómo? Porque, en estos tiempos, todas las leyes de la civilidad ¡fueron violadas! Que los que se imaginan conocer al Judío porque frecuentan en París o en algunas grandes ciudades de Europa, a honorables y muy dignos resabios del judaísmo, no se apresuren en juzgarnos; que esperen, si desean seguirnos paso a paso, siempre atentos a rechazarnos si encontraran en nosotros un guía infiel.
Pero, al que desee seguirnos, no le ocultamos que nuestra primera etapa es sobre el flanco de la montaña, a menudo árido y rocoso. Ella nos lleva hacia rastros antiguos que debemos relevar, hacia ruinas donde es indispensable descifrar el plan, si mantenemos la idea de comprender el espectáculo que el instante después provoque y recompense las miradas. Entonces, pues nuestra palabra de cicerone, atrapando el oído del viajero, lo retiene sobre el teatro donde circulan y nacen las tradiciones judaicas, donde se inicia con paso firme el fariseo que el Cristo condena, y cuyos hijos son los ortodoxos de la actual sinagoga; cuando señalamos allí a estos albergados, estos revendedores de galardones; cuando sorprendamos allí, golpeando la puerta de los consistorios, de los ministros de culto, cuya autoridad, a veces responsable, cede ante el avance del Judío laico, quien, lejos de estar gobernado por el sacerdocio de Judá, lo gobierna, lo modera, y hasta se burla, ciertos viajeros turistas encontrarán tal vez el tiempo un poco largo. Pero pueden acortarlo y pasar de largo esta primera etapa. Ella es la que nos conduce a la cúspide de un pico donde se encuentran, bajo una marea de luz, las perspectivas sin fin, y creemos poder afirmar, sorpresas sin límites.
La última etapa, si no nos equivocamos, es la que experimentará el espectador sobre sí mismo, espantándose del descuido que lo llevó a ignorar un mundo en el cual vivía y cuyos destinos turísticos ¡arrastran los suyos en un tren a vapor!!
Sí, he aquí que el mundo judaico está delante nuestro con sus sombras y desoladas alturas, con sus mesetas, sus pantanos pútridos, sus áridos y ardientes desiertos, patria de la sed devorante de horribles ardores; está delante nuestro con sus frescos y dulces valles cuyos sinuosos pliegues huyen a nuestra mirada; él nos seduce y nos retiene por el señuelo de sus perspectivas, por la ilusión de sus espejismos, por el horror de sus precipicios del cual se escapan ya silenciosos y mortales vapores, ya vientos y tempestades; él nos aterra con sus súbitos abismos donde se sumergen los senderos que transitan los pies de Israel, a menudo más ejercitados que sus ojos, e infatigables en seguir las temeridades de sus guías. He aquí, pues delante nuestro, hombres y cosas, he aquí el mundo judaico, un mundo donde dieciocho siglos de inmovilidad acaban de ceder, como a la señal de un maquinista de ópera, ¡a los desórdenes de una afiebrada agitación que miles de bocas llaman maravilladas la marcha del progreso! Helo aquí levantándose como un mar que empujan fuegos subterráneos; agrandándose, invasor y lanzando sobre sus aguas nuevas aguas como para engullir nuestros reinos. He aquí este mundo y he aquí el Judío.
¿El Judío? El Judío, nos atrevemos a decir, provocando turbas judaicas ensordecedoras con miles de gritos agudos alrededor de ese nombre que repudian con furor los hijos de Benjamín y de Judá, avergonzado sin duda de las manchas con que fue cubierto. Y sin embargo el respeto que le debemos a la historia nos ordena conservarlo y dejar de lado el nombre de Israel; pero protestando enérgicamente contra cualquier intención hiriente u hostil, simplemente hemos resuelto que dejamos a cada persona y a cada cosa su título histórico y legítimo.
El Judío, sin embargo, a menos que una calificación especial no cambie nuestro sentido, no será para nosotros cualquier brote de la raza de Judá, sino del hombre de la ortodoxia farisaica, el leal de las insociables tradiciones del Talmud; tampoco se trataría, de cualquier miembro de la familia judaica, el nombre de Judío no lo designará en nuestras páginas como tal, a no ser que expresamente lo hagamos, que digamos por ejemplo, el Judío de la ortodoxia bastarda, el Judío reformista, el Judío del librepensamiento. En una palabra, nuestras formales intenciones son de incluir bajo el nombre puro y simple de Judío al puro sector del Talmud.
Si el sentido de nuestra frase parece a veces desmentirnos y traicionar nuestra voluntad, suplicamos al lector de resistir a las apariencias, o corregirnos, pues nuestras intenciones siguen en pie. Cualquiera verá de cerca que nosotros no les atribuimos nada que ellos mismos no se hayan atribuido, nada de lo que ellos se atribuyen entre ellos, nada más allá de lo que les atribuyeron los publicistas que tomaron la pública responsabilidad de sus palabras; y éstos, la mayoría, salieron de sangre judaica. A veces nuestras armas, es verdad, dan algunos golpes sensibles y tal vez terribles. Sí, sin duda, pero, habrá que enfatizar, esos golpes se dan en el marco de los encuentros donde el hombre de la civilización no debe retroceder frente a ninguna lucha para sostener sus principios y los beneficios contra sus más hábiles e implacables agresores.
Es allí, no obstante lo que el Judío, que comienza a tomar su nombre por insulto, no quiere tolerar a ningún precio; y cada día se transforma, en algún lugar del mundo donde manchen su persona, más astuto, más dominador y más dispuesto al desafío. Ya mismo, en nombre de esta libertad de cultos de la cual su boca hace un tan extraño y audaz abuso, prohíbe al cristiano no solamente luchar contra sus pretensiones, sino también de trabajar para los hijos de Jacob a no ser que sea para ofrecerles oro e incienso. Un incidente verdaderamente increíble nos mostrará este detalle de lo que llegará a ser nuestra libertad delante del Judío; digamos mejor, de lo que será en tierra de Francia la simple libertad de expresión y de la historia, si la arrogancia judaica no encuentra alguna llamativa derrota.
El 1 de junio de 1869, la Revue des deux mondes publicaba bajo este título: El clan del robo en París, un artículo del más alto interés y que fue firmado por M. Maxime du Camp. Este artículo ¿dejaba entrever el propósito de ultrajar al Judío? Ciertamente que no, y como evidencia, queremos que el lector juzgue las cosas con sus propios ojos sometiendo el texto mismo de la Revista, suplicándole de recorrer primero los pasajes más remarcables de la carta que el consistorio de Nancy escribió sobre este grave hecho al Consistorio central de Francia.
“Señor Presidente, nos ha parecido que este escrito constituye el delito de excitación al odio y al desprecio entre los ciudadanos, y que merece ser denunciado en París”
“Todos nuestros correligionarios que leyeron este articulo fueron sensiblemente golpeados, como nosotros, con el espíritu hasta hostil que reina de una punta a la otra en ese trabajo, donde la palabra judío es repetida hasta la cansancio sin ninguna necesidad de estilo, como por placer, sin pruebas que lo apoyen”
Tales ataques “hieren profundamente el sentimiento público israelita; y, en su nombre, venimos a pedir que tales discriminaciones sean diferidas a la justicia de este país. El gobierno del Emperador, estamos convencidos de ello, si fuera sensible a nuestra queja, perdería apenas un escritor, cualquiera sea su valor, que, amparándose tras la libertad de pensamiento y de expresión, nos arroja en la cara ultrajantes aserciones y cubrió con ignominia mentira a sectarios de un culto reconocido por el Estado”
Esperamos que, “gracias a vuestra intervención ante la autoridad, una represión judicial ponga fin a los abusos que no llevan a nada menos que mantener en la población los odiosos prejuicios que tanto sufrimos en el pasado, y lo que hay que, a todo precio, impedir su retorno en el interés de la paz social y de la civilización”
Firman los miembros del consistorio israelita de Nancy…
Tal es la solicitud del judaísmo de la región de Lorena, en relación con el texto que se atreve a incriminarlo, ¡para pedir justicia y venganza! Nada, en cuanto a nosotros, revolucionaría nuestro pensamiento tanto como “de incitar al odio y al desprecio entre los ciudadanos”; y si nos permitimos alguna vez escribir con la pluma de historiador y de crítico sobre el Judío, no es, como se permite él mismo en sus publicaciones, para atentar “contra la paz social y la civilización”; es por el contrario, con el fin de constituirnos en vigilante y estricto defensor. Tengamos, pues, los ojos abiertos y apresurémonos a abrir los de Francia sobre un hecho que tiende a repetirse incesantemente y está aquí:
Porque un hombre honorable ha tocado el amor propio o las pretensiones judaicas, una tormenta se levanta, un Estado se dibuja en el Estado y se levanta para aplastarle la cabeza: y este hombre, el ciudadano de una única nación, va a encontrarse solo; solo para luchar contra adversarios que se reúnen en colectivos, y ¡que se ven a la vez como ciudadanos franceses y ciudadanos de la nación judía! Solo pues, contra todo un pueblo representado por una de sus poderosas asociaciones, usando derechos y fuerzas de los dos pueblos, y ¡pesando sobre él todo el peso de dentro y fuera de Francia!
Vemos aquí cuál es el simulacro de igualdad frente a la ley que abandonan al Francés por derechos civiles y políticos ¡que el Judío ha conquistado! Y, esto sea dicho con la calidad de respeto que cada ciudadano debe a la ley buena o mala que lo rige: si la fuerza de nuestros modos de ser nacionales no oponía aún cierto equilibrio a los abusos de derecho y de poder que sueña la raza judaica, la organización de las fuerzas de la cual esta raza dispone, ¿no pondría delante del hijo de Judá a cada individuo de nuestra nación bajo el golpe de un régimen de terror?
Ya, aunque en circunstancias mucho menos críticas, ¡la república romana misma conoció algo de este terror! Y en esta Roma, donde el celo por las leyes no hubiera admitido jamás que un Judío pudiera elevarse a rango de magistrado, y ver a sus pies como justiciables un ciudadano del pueblo soberano, ni la opinión pública, ni la majestad del pueblo detendrían la audacia de este dudoso inquilino sentado en el hogar de la gran ciudad. Cierto, no podemos, no debemos ignorar que delante del Judío, hábil siempre para preparar, trabajar, manejar la multitud, el príncipe de los oradores se sentía lleno de emoción, delante de quien Catilina temblaba por haber llenado la ciudad de maniáticos conspiradores. No podemos ignorar que Cicerón, con todo su poderío, en la Tribuna, ponía sordina a su voz cada vez que temía irritar la nerviosa susceptibilidad del Judío, ese poderoso y hábil incitador (…quantum valent in concionibus!).
Bueno, escuchemos, pues Flaccus está incriminado. El defensor que eligió fue Cicerón, y por acusadores tiene a los Judíos. Lelius, que habla en favor de ellos, tiene la habilidad, con el fin de conseguirse un medio cómodo de ser mantenido por estos emprendedores, de acercarse al fuego del hogar que los concentra…”Ah! Te comprendo, Lelius: Veo porqué esta causa es defendida ¡en instancias Aurelianas! Es por esto que elegiste este lugar, ¡y por esto que te rodeas de esta turba! Conoces cuál es la multitud de esos Judíos, cuál es su unión, su objetivo, su habilidad y su dominio sobre la multitud de las asambleas. Pero yo bajaré el tono para ser escuchado solamente por los jueces; pues no podría ignorar que entre ellos se encuentran sus cabecillas, siempre listos a dirigirlos o contra mi persona, o contra la élite de ciudadanos; no pienses pues, que me voy a prestar para facilitarles este trabajo.”
El miedo del cual no puede defenderse Cicerón frente al campo judaico, dividiendo en dos la multitud romana, ¿sería menos sentido hoy -delante de los jurisconsultos o delante de los consejos o asociaciones que representan, en medio de cada nación moderna, y delante de cada uno de sus ciudadanos de forma aislada- por la nación judía toda entera? ¿Y su palabra no perdería aún algo de sus formidables repercusiones si sentía la turba judaica (turbam) moverse por aquí de la mano de sus consistorios, o allá a la voz de los jefes de la Alianza israelita universal, esta inmensa red cuyas mallas se cierran cada día para cubrir la tierra? Pues, desde que este príncipe de oradores habituado tanto a levantar tormentas como a actuar con irritación en el Forum, y que, sin embargo, baja la voz con circunspección frente a las manipulaciones del Judío, ¿ignoramos lo que se dice de una punta a la otra de nuestra Europa?
Ah, usted lo ignora tal vez, usted, valiente ciudadano que, en su simpleza, en su ingenuidad, se considera a sí mismo de la talla para luchar solo en los campos de la justicia contra aquel que tiene todo un pueblo que lo respalda. Y bien, se dijo, se decía que quien quiera llame al Judío, o defienda contra él su causa frente al juez,-si esta causa no es insignificante-, está perdido de antemano, ¡y perdido sin recursos! Se decía que el Judío, fuerte en innumerables medios que pone en juego su nación (ver cap. X), aplasta sin esfuerzo al temerario que lo ataca o que le resiste, si este temerario no es un poderío. Y, desde que estas cosas se decían, los Judíos ¿no se introdujeron en filas cerradas en los grados de la magistratura europea? ¿Acaso no pululan en las administraciones, en los consejos, en las altas funciones del Estado? En fin, si conservaron el respeto por la ortodoxia pura, si les queda alguna ternura por los dogmas y adhesiones a su fe, acaso el Talmud dejó de decirles: “Cuando un Israelita y un no judío tienen un proceso, dictarás en favor de tu hermano.” Y, si no, si la cosa es imposible, “hay que acosar con chicanas (al no judío) hasta que el fallo de la causa quede para el Israelita.” (Infra, p. 180.)
Lo que se dijo y lo que se puede decir, creemos que no podemos ignorarlo; pero, por más llenos de Israelitas que se suponga que están nuestros tribunales, la magistratura de nuestro país nos inspira una sana y justa confianza. Y, de lo que nos es imposible de dudar, es que, sobre nuestra leal tierra de Francia y bajo la salvaguarda del honor público, el escritor serio continuará sin temor a librarse a las exigencias de sus tareas, que el Judío frunza o no las cejas poniendo sobre él su atención; es que, situado cual fuerte torre entre sus conciudadanos, podrá enfrentar pacíficamente todo poder temerario para marcar en su corazón el grito de indignación provocado por espantosas creencias o costumbres. No, jamás ningún privilegio, ningún artificio, ningún arte de ocultar el ser colectivo bajo la máscara del individuo, dará poder al Judío para romper la pluma de un escritor, y suscitar contra él la nación judía entera en nombre de los principios de la legislación moderna. La conciencia pública, en una palabra, querrá que cada Francés discurra libremente así como es libre el Judío de discurrir sobre el Francés o del Árabe, del puritano o del mormón.
Singular audacia, de verdad, audacia del Judío quien, haciendo marchar frente suyo, como la columna de oscuridades del desierto, desconocemos con qué prestigio intimidan, levanta la mano no solamente contra la libertad de prensa sino contra la libertad misma de la historia, apenas siente puntas que lo hieren, pavoneándose con la jactancia y el mal gusto de un trepador, se presenta en todos lados como descarado defensor de la libertad, una libertad que mina, da vueltas y trastoca las instituciones de los pueblos cristianos. (Leer todas las revistas judaicas.)
Pues, si el objeto del cristiano practicante es de cristianizar el mundo, es decir de fundar instituciones cristianas, las únicas que pueden mantener y expandir en el seno de las sociedades humanas los beneficios de la civilización, y fundar el reino de la paz sobre la tierra, el objetivo del Judío, cuya convicción va en sentido contrario a la del cristiano, es de judaizar el mundo y destruir esta civilización cristiana. Tal es la razón que nos hace llamar al Judío activo-misionero del mal, por más honorable que se muestre desde el punto de vista doméstico y civil.
Es verdad que nuestros judaizantes comienzan, la mayoría, a no buscar imponerse al mundo con las doctrinas del Talmud, sino que fue reemplazado por una ardorosa propaganda de las doctrinas filosóficas del s. XVIII. Es por esto, desde el inicio del año 1869 hasta su final cuando tuvo lugar el Concilio ecuménico de la Iglesia, el concilio ecuménico de Israel nos declara que estos “principios modernos”, transformados en filosofía, política y religión del Judío progresista, son “las condiciones vitales de la existencia del judaísmo y de su más alto desarrollo”, ¡la propia palanca de su poder! ¿Lo entendimos? ¿Lo comprendimos? ¿No vemos acaso esas doctrinas tan claramente formuladas por los órganos oficiales de la Alianza israelita universal son las mismas de los órganos de la francmasonería? Y, cada vez que una de esas asociaciones universales se expresa, ¿acaso no la sorprendemos repitiendo con variantes, el lenguaje de sus hermanas? He aquí la filosofía anticristiana del siglo XVIII viviendo con una sola y misma vida, animadas por ¡una sola y misma alma! Y la masonería de altos adeptos, la de los iniciados en serio, nos permite finalmente ver el segundo sentido de sus manifiestos y que es solamente en definitiva la organización latente del judaísmo militante, siendo la alianza israelita universal una de sus organizaciones apéndices.
Se verá pues, en todos los puntos del globo donde palpita un corazón de Judío, que ese Judío testimonia sus simpatías más ardientes por la masonería, sobre la cual la Iglesia del Cristo lanzó las mayores condenas. Pues la masonería, salida de las misteriosas doctrinas de la cábala, que cultivaba tras los gruesos muros, al filósofo del siglo XIX, sólo es la forma moderna y principal del ocultismo, del cual el Judío es el príncipe, porque fue en todos los siglos el príncipe y el gran maestro de la cábala. El Judío es pues, naturalmente, y agregamos que es necesariamente el alma, el jefe, el gran maestre real de la masonería, cuyos dignatarios conocidos son, la mayor parte del tiempo, los engañadores y engañados de la orden.
En el seno de esos altos e impenetrables consejos de ocultismo, cuyo objetivo especial es descristianizar el mundo y refundar en un molde único las instituciones de todas las sociedades humanas,- ¿por mayoría judía, entonces? Sí, sin dudas, y el control, en esas regiones de oscuridad social, le están asegurados por la cantidad de sus voces. Así lo quiere la constitución del Orden; así lo quieren los estatutos, y esos estatutos son el secreto supremo del verdadero adepto. Aquí está lo que nosotros debemos decir, y es eso lo que el mundo ignora, lo que los iniciantes le esconden como el más importante de sus misterios; razón por la cual dar al público las pruebas materiales de la supremacía masónica del Judío, sería casi imposible. Y lo reconocemos con impaciencia y vivamente, tanto que las pruebas de esta dominación judaica fueron inscriptas en los relatos que son la riqueza de nuestras páginas.
Apoyados estamos en la suma de nuestras investigaciones, acordamos, por nuestro lado, a esta afirmación el sustantivo certeza; ciertos estamos, en efecto, que la certeza fue establecida en nuestros días por una boca eminentemente verídica, y fue la de un religioso en su lecho de muerte. Muriendo en la plenitud de sus facultades, escrupuloso historiador, este docto personaje enunciaba una verdad conquistada gracias a sus obstinadas investigaciones. Pero quizá, y le creemos, debía esta verdad más bien por la tortura de los remordimientos que conducen a tantos y tan grandes culpables delante del tribunal de penitencia, y que, por la confesión, objeto del justo furor de los enemigos de la Iglesia, han salvado tantas veces las sociedades humanas sanando el alma de las personas. Pues a menudo sucede que, satisfecho de esconder su nombre a la sombra de un inviolable misterio, el hombre tocado por el verdadero arrepentimiento no puede dejar la vida sin reparar sus faltas, y que impone al ministro de la Iglesia la revelación de secretos cuyo conocimiento es la salvación de los Estados.
El Judío, en fin, no deja, en las páginas de sus Revistas, de declararse entusiasta admirador de todos los revolucionarios que atentan y alteran el mundo, pero sobre todo de aquellos cuyo odio insaciable amenaza directamente la existencia de la Iglesia. Frente a sus simpatías calurosas, frente a sus implacables doctrinas, frente a las asociaciones de cualquier naturaleza cuya tarea es pasar de la teoría a los hechos, habría que estar afectado de la más rara miopía para no reconocer en el Judío al preparador, el maquinador, el ingeniero en jefe de las revoluciones. Pues ellas solas, descristianizando el mundo, ellas solas judaizándolo, transformándolo a su provecho, pueden conducir al Judío a sus fines; habiéndose propuesto un fin, ¿Sería tan tonto de rechazar los medios?
Pero este Judío, cuyo nombre viene siempre en nuestra pluma, no es el ancestro de su raza, no es y nos mantenemos en declarar una vez más en los términos más educados, al que forma mayoría en su nación. Nos referimos al hombre de la fe talmúdica, el que su celo e implacable rencor lo predisponen contra la civilización cristiana; el hombre activo, sagaz y audaz que se entrega al cuidado de disciplinar y guiar el judaísmo militante. Este es el que combatimos, porque lo rechazamos; ¡Y nuestras páginas hablan sobre si es o no es peligroso! Pero el terror legítimo que experimentamos por su presencia, ¿Es una razón para cubrirlo con nuestro desprecio? No, ¡A menos que exista una causa individual y especial que lo provoque!
Al número de gente que los azares del mundo nos mezclan de tiempo en tiempo, se encuentran los franco-revolucionarios, auxiliares solícitos de ese Judío maquinador de revoluciones aunque la mayor parte lo son por ignorancia. Casi todos esos hombres están perdidos, pero no son malvados. Algunos hasta nos caen simpáticos y su naturaleza es excelente; solo encontramos detestables sus doctrinas. Un ambiente lamentable, una educación viciada, cierta pobreza de inteligencia que lo hace insensible al mundo, lo han hecho los que están y ¡tantos otros que estuvieron antes en sus lugares! Asimismo, guardémonos de despreciar o de odiarlos; y, salvo razón muy particular, suficiente con quejarse de ellos, aun cuando lo único que nos quede sea combatirlos. Este movimiento de compasión fraterna es el único que nos inspira cuando nosotros mencionamos al Judío; y jamás dejaremos de repetirlo. Por rudamente que nuestra conciencia nos obligue a atacarlo, nos reprocharíamos de haber dirigido contra él nuestros ataques sin sincera intención de servirle, y nosotros le servimos arruinando sus proyectos; pues su triunfo sería su ruina por la ruina del orden social, del cual, nosotros, SOLDADO DEL CRISTO, somos en consecuencia el custodio.
Animados por el sentimiento de frío respeto que todo ciudadano debe a las leyes aunque no esté de acuerdo con su espíritu y además porque su religión y su conciencia no le ordenan desobedecer, usamos del legítimo derecho a la crítica contra las leyes donde el Judío ha impreso la audacia que lo caracteriza, las que lo muestran como nuestro maestro, burlándose al declararlo en igualdad de condiciones. Podrán escucharnos decir señalándolos: Dura lex, pero nosotros agregamos sed lex, ¡y no iremos más allá! Al menos que estuviéramos obligados a desobedecerlas, declararles la guerra, sería hoy una pena inútil; y que, en el hecho y la historia de su existencia creemos reconocer una disposición especial de la Providencia, cuidadosa de marcar a los acontecimientos una marcha conforme a la espera secular de la Iglesia.
Profesamos, por el Judío honorable, por el Judío honesto y pacífico, un sincero espíritu de tolerancia y que se extiende de su persona y a su culto; y en la buena voluntad que mostramos hacia este hombre infeliz, sobreabunda la compasión más alejada del insulto. Nosotros creemos, sostenemos que el Judío es de todos los países, pero particularmente del nuestro, porque nadie escapa a la presión del ambiente en el cual zambulle su vida. Sin embargo, a pesar de nuestros cuidados, se nos escapa contra él alguna ofensa o dudosa afirmación, estamos listos, a la primera opinión, a darnos vuelta contra nosotros mismos, a condenarnos, a corregir directamente los errores de nuestra pluma. Pensamos además que toda imprudencia, toda injusticia, lejos de servirnos, nos impediría de llevar Judíos y Cristianos por las vías de la razón y del conocimiento útil de las cosas. En cuanto a aquel cuyas creencias y costumbres son una de las plagas de la civilización, si nos toca hacer sangrar su alma, nuestra violencia necesaria será la que la humanidad ordena al cirujano quien, en el único interés del mal por sanar, pone hierro caliente en las carnes vivas.- La sociedad nos agradecerá, si el paciente no nos perdona.
Pero, en el cumplimiento de nuestra tarea, nuestra moderación pondrá en ella una mirada más favorable pues, dejando intacto pilas enteras de documentos cuya utilización nos hemos prohibido a nosotros mismos, hemos tomado sólo las publicaciones que tienen carácter de fuerza histórica o las que vinieron directamente de la mano de un Judío.
Entonces, tenemos para tratar algunos de estos temas diversos: los fariseos o rabinos, los talmudistas o los reformistas, el Talmud, la Cábala: o bien estos otros con palabras más duras: la hipocresía del ortodoxismo puro, el fanatismo de Judá, no podrán acusarnos de falsarios, ya que nuestro punto de apoyo es la palabra misma del Judío, del fariseo, del rabino. Aún estamos muy lejos de repetir todo lo que, en su maravillosa inconsecuencia, estos personajes de nuestro drama nos han confiado; y mil veces menos duros son los adjetivos puestos por nosotros en el campo del debate que las propias armas que nos facilitaron ellos mismos. Pero digámoslo mejor; digamos que, si, en la confusión y la desorientación que reinan en el seno de las creencias y modos del judaísmo, debiéramos responder por nuestras palabras, son los Judíos mismos los que nos apoyarían en nuestros más irresistibles documentos; son Judíos, son quizá rabinos librepensadores que, por odio al fanatismo de los suyos, ¡se encargarían públicamente de justificarnos!
Sin embargo, si de algún lado de ese judaísmo se elevara un grito semejante al que resonó y suena aún contra el sobrio y picante escritor de la Revue des Deux-Mondes (M.M. du Camp), nosotros daríamos al instante el contra grito, y la situación llegaría a ser seria; pues la guerra sería audazmente declarada por el Judío, y en el exclusivo interés de su despotismo, no solamente a la libertad de discusión, sino también a la libertad misma de la historia. Incapaz sería un escritor cualquiera de luchar, en su aislamiento, contra una nación que posee en ella misma las fuerzas vivas de la mayor parte de las naciones, y la de la prensa en primer lugar, habría que, de inmediato y en el interés de la independencia pública, oponer a las asociaciones patentes y latentes del judaísmo la fuerza de una asociación contraria. Habría que oponer, a los consejos permanentes de sus jurisconsultos, la permanencia de consejos análogos; habría que oponer, a los diarios de Judá, cada tanto, en el suelo donde pretendemos marchar con paso seguro, un diario cuya especialidad sea ocuparse de Judá; habría que, ya en el campo, esperando el nacimiento y el éxito de esas publicaciones, cubrir, o tres veces por semana, de documentos y correspondencia extranjera, columnas especializadas de dos o tres diarios, que repetirían a su gusto los más próximos y los más lejanos ecos de la prensa popular. Las reservas de nuestro portafolio, prestándose a modificaciones y desarrollos cuyas circunstancias dictarían el consejo, tomarían lugar en variantes con un éxito proporcional al ruido de las persecuciones del cual el despotismo invasor del Judío en el espacio de la prensa no judaica habría iniciado la tempestad.
Si la nación judía, bajo el falso pretexto de libertad religiosa que nadie amenaza, si son sus propios órganos y sus auxiliares cuando se trate solamente del cristiano (Cap.VIII infra) juzgara que llegó el momento de inaugurar en las regiones de la prensa la exclusiva dominación de Judá, y de aplastar con los pies de sus legistas toda pluma bastante atrevida que señale sus tendencias y su marcha, un ser colectivo se formaría entre nosotros en un abrir y cerrar de ojos, hecho a semejanza de su propia organización. Y nosotros, a su vez, Alianza cristiana universal si es necesario, viviendo con los mismos derechos que la Alianza israelita universal, y caminando a la par, pediríamos cuenta por cada una de las publicaciones del judaísmo, por cada número de sus Revistas, ataques tan a menudo mentirosos y brutales como que su implacable odio hacia el cristianismo suscita contra nuestras creencias, contra nuestro culto, contra nuestro clero, contra nuestras órdenes religiosas y sobre Soberano Pontífice, a menudo hasta contra nuestra magistratura y nuestros funcionarios, cuando éstos no funcionan al agrado de los hijos de Jacob…
Pero, ¡Alabado sea Dios! Hemos hablado muy rápido, y muy rápido se escapó de nuestra pluma la declaración de las necesidades belicosas que nos entrenarían en el derecho de defensa en un país hostil a cualquier despotismo, y donde el Judío ha alcanzado suficiencia por la popularidad de los que, por aversión al catolicismo, patrocinan los intereses judaicos. Apresurémonos pues en retroceder; y, lejos de levantar el tono, felicitémonos por impartir justicia a los honorables miembros del Consistorio central de Francia, cuyo tacto y sagacidad calman nuestra sangre y reprimen las impaciencias del Consistorio de Lorena en lugar de la Revue des Deux-Mondes:
“Señores, el artículo del Sr. Maxime du Camp, intitulado el Clan del robo en París, que ustedes señalan para nuestra atención, ha sido objeto de un profundo examen por nuestra parte. Apreciamos la emoción legítima (releer el extracto) que esta publicación hizo nacer entre nuestros correligionarios; pero deben tener la certeza que nosotros ya estábamos preocupados antes de haber recibido vuestra comunicación.
“El consistorio central no falló nunca en cumplir sus deberes primero que nadie, el de defender el honor del nombre y del culto israelita cuando éste es seriamente atacado. No creemos que lo sea en las presentes circunstancias,… y sería faltar a nuestra dignidad si hiciéramos una suposición de este tipo. Además, el trabajo del Sr. Maxime du Camp no contiene un solo término que ofrezca de manera incontestable el carácter legal de delito de incitación al odio y al desprecio entre los ciudadanos. Es pues, imposible que nosotros pidiéramos autorización para llevar al autor a los tribunales.
París 20 de junio de 1869.
Firman los miembros del consistorio de Israelitas de Francia…”
La Revue du Progrès, los Archives israélites creyeron su deber duplicar esta respuesta categórica con las siguientes palabras, a quienes dirigimos nuestros sinceros reconocimientos;
“Por este ataque salido de la prensa, la prensa sola, en nuestra opinión, debe responder”
“A los escritores que nos desconocen o que nos deprecian injustamente, es por la discusión y por las cifras que convendría responder… Tal ha sido también la opinión del Consistorio central…que cuenta en su seno con eminentes jurisconsultos”
Arch. Israél., XIII, p. 395-6, 1869.
Tal fue, tal quedará pues nuestra propia opinión; y la pregunta será realizada en su verdadero terreno. Si no, quién nos dirá el número de los Archives y del Univers israélite, donde no estaríamos con derecho de perseguir el delito que nos ha reprochado el Judío contra el Judío. Pero, como soldado que somos, somos solamente denunciantes; la denuncia repugna a nuestros principios; en nosotros es una cobardía, una ignominia. El hijo de Israel tiene el buen gusto de reconocerlo y declara por su más honorable órgano querer mantenerse genuinamente en la línea del honor, que es a la vez, la de la habilidad suprema. Bueno, aplaudimos y, sin que arme su boca con amenazas de ley, nosotros lo tenemos como nuestro igual, tanto fuera como dentro de un artículo del Código. Que si es necesario combatirle, por más ruda que sea la lucha, le acordaremos con solicitud y gran corazón, como al adversario que no nos inspira desprecio sino estima, el caballeresco saludo de las armas, y tenemos la esperanza de contarlo un día entre los nuestros ayudándolo a bendecir su derrota.

* * *

Al momento que se termina la impresión de nuestro libro, aparece el excelente folleto de los Sres. abates Lémann: La question du Messie et le concile du Vatican, 8 de noviembre 1869; Albanel, París; 159 p. in-8º.
Ninguna contradicción real existe entre este escrito y el nuestro sobre la cuestión del Mesías, donde esos señores se confinan. Cuando ellos la centralizan y cuando nosotros la difundimos, se entiende sin embargo que nuestras palabras pueden diferir entre uno y otro sin que haya allí desacuerdos.
Agregamos, sobre este folleto, que si se nos ocurre atribuir tal o tal creencia al Judío talmúdico, no pretendemos de ninguna manera establecer que esta creencia está explicitada en el Talmud; queremos decir simplemente que ella habita el corazón y el espíritu del ortodoxo puro, de aquel que forma, según la palabra de M. el abate Goschler, nacido judío, “el indestructible núcleo de la nación.”
Las últimas páginas de MM. Lémann se acuerdan de manera completa con la primera parte de nuestra obra, la que nosotros hemos suprimido, y donde nos encontrábamos en plena concordancia con el célebre Duguet (Règles pour l’intelligence des Ecritures saintes; y: Vérité sur le retour des Juifs, 377 páginas 10-12; un vol.; París, 1716).
Observemos pues, y siempre a propósito del mismo escrito, la gran diferencia que existe entre lo que cree y dice la mayoría de los Judíos, y el pensamiento secreto de los jefes o líderes misteriosos de la nación judía.

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NOTA DE LA CONVERSACIÓN

EL CLAN DEL ROBO EN París,
Revista de los Dos Mundos, 1º de junio de 1869, texto.
En un artículo de las 35 páginas de la Revue des Deux-Mondes, intitulado El Clan del robo describiendo todas las categorías imaginables de ladrones, los Judíos son mencionados solamente seis veces. Sobre esas treinta y cinco páginas, diecisiete líneas, es decir, un poco más de un tercio de página, o la centésima parte del artículo aproximadamente, forman la parte que les fue dedicada. El resto de los malvivientes son Franceses. Pero presentemos frente al tribunal de nuestros lectores el texto mismo de los pasajes que conciernen al Judío.
“El ladrón que junta y atesora es una anomalía que se encuentra en muy pocos Judíos avaros.” P. 630.-
“Un viejo Judío llamado Cornu, antiguo chofer, paseaba un lindo día en los Campos Elíseos. Fue encontrado por jóvenes ladrones grandes admiradores de su alta obra, quienes le dicen: Y bien, padre Cornu, ¿qué anda haciendo ahora?- Como siempre, la grande soulasse, hijos míos, respondió con bonhomía… La grande soulasse, es asesinato seguido de robo.” P. 634.
Hay familias que parecen destinadas al robo de generación en generación; “son los Judíos, principalmente, quienes, dedicándose a humildes travesuras, pero incesantes, cumplen estas clases de funciones hereditarias. Son de temer, no por su atrevimiento, pues rara vez asesinan, sino por su persistencia en el mal, por el inviolable secreto guardado entre ellos, por la paciencia que demuestran y las facilidades que tienen para esconderse en casa de sus correligionarios. Los ladrones judíos rara vez se ponen en pie de guerra contra la sociedad; mas están siempre en estado de sorda lucha; se diría que toman revancha, que están en su derecho, y que después de todo lo único que hacen es recuperar, cuando la ocasión se presenta, un bien que a sus ancestros fuera arrebatado por otros de manera violenta. A veces se reúnen en bandas y roban a lo grande, como cuando se hace un negocio; tienen sus corresponsales, sus intermediarios, sus compradores, sus libros de contabilidad. Así procedían los Nathan, de quien hablo, los Klein, los Blum, los Cerfs, los Lévy. Todo les viene bien: desde el plomo de las cañerías hasta un pañuelo en un bolsillo. El jefe toma el título generalmente de comisionado de mercaderías, y hace expediciones hacia América del Sur, Alemania y Rusia. El argot hebraico-germano que hablan entre ellos es incomprensible y sirve para despistar las investigaciones. Son los primeros desconfiados del mundo y disimulan sus acciones tras un oficio ostentosamente ejercitado.” P. 634.
“Los choferes eran llamados suageurs, los que hacen sudar; el aceite, es la sospecha; judacer es denunciar a alguien haciéndose pasar por amigo” P. 636.
“Menos violentos son los carreurs (ladrones de diamantes), casi todos de origen Judío, humildes, educados, hasta elegantes, éstos evitan los excesos que puedan conducir a castigos irremediables.” P. 642.
Hay una categoría de ladrones que se dedica especialmente a los ladrones, se trata de los filosos. “Un hecho digno de rescatar: los ladrones judíos sobresalen en afilar a los ladrones cristianos; pero nunca se afilan entre ellos.” P. 648.
¿Dónde está pues, la mala fe en esta enumeración tan rica en detalles? ¿Dónde pues, y sobre todo si comparamos con lo que supimos de boca de Judíos, M. Cerfberr, nacido de raza judaica? Dónde pues, y si lo acercamos a los Archives israélites mismos, que reconocieron hace dos años que las mujeres de mala vida de sangre judía ¡eran más numerosas que las de cualquier otro pueblo! Puesto que estas mujeres no figuran nunca, por mayoría, y en todos los países del mundo, en el rango de ladrones; ¿cómo no habría que ver en ellas el alma del crimen y secuaces de malhechores de toda clase?
El Judío de Francia se aleja del Talmud puro; ya no sigue su moral, listo; y eso que nosotros hicimos de su historia lo mejor que pudimos, pero durante dieciocho siglos él ha profesado los dogmas talmúdicos que le hacían un mérito el despojar a los cristianos de sus pertenencias. ¿Acaso en la liga de un pueblo, tales hábitos se pierden de la noche a la mañana?
Las otras categorías de malhechores tienen a Franceses cubriendo los cuadros. Para el punto de vista del judaísmo de la región de Lorena, M. du Camp ¿no habría insultado a Francia señalándolos? Y ¿por qué entonces, los Judíos de nuestro país no se sienten atacados en las otras páginas en calidad de Franceses?
Si se hubiera dicho que las categorías de ladrones atribuidas al Judío estaban compuestas por Normandos, Gascones, Parisinos, que se reclutan sobre todo entre los cerrajeros, los carpinteros y los albañiles, ¿quién se hubiera notificado para quejarse en Normandía, en Gascona, en París, o en la asociación de artes y oficios? ¿Qué hombre en Francia, y sobre todo el Judío francés se habría dado a acusar al escritor “del delito de incitación al odio y al desprecio entre los ciudadanos”? ¿Qué clase de judaico rectificador de errores tuvieron si dice con odio “DENUNCIADO en la fiscalía de París”, reclama a los gritos “la justicia local contra tales rechazos”, y sostiene que los cristianos sus hermanos estarían en el derecho de ver allí un insulto a fe que profesan?

 

 

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