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Odio incondicional

Culpabilidad de guerra alemana y el futuro de Europa

Capitán Russell Grenfell

Odio incondicional - Culpabilidad de guerra alemana y el futuro de Europa - Capitán Russell Grenfell, R. N.

272 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2018
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 440 pesos
 Precio internacional: 15 euros

 

 

 

 

 

 

Odio incondicional afirma que la culpa atribuida a Alemania como iniciador de la guerra tanto como por sus crímenes durante la misma, es una falsedad.
Quien fuera oficial de la Armada Británica afirma ahora que un verdadero holocausto se perpetuó contras los civiles alemanes en Dresden y no duda en elogiar la política en pro de Europa que proponía el Tercer Reich, en contraposición de una política cegada por el odio de los aliados, que sólo veían como posible la total destrucción del nacionalsocialismo, sin importar los medios a utilizar para ello.
Grenfell traza la historia de los sentimientos anti-alemanes de la política de Francia e Inglaterra, desenmascarando la política aliada como una total hipocresía ya que históricamente los aliados fueron los impulsores de las mismos crímenes que se le quieren imputar ahora a Alemania, siendo además que muchas de las acusaciones son falsas.
Como militar inglés, no tiene empacho en criticar duramente las políticas de Churchil pues considera que este no actuó como un hombre de Estado que busca el bien de su país sino como un cruzado internacional que predida una guerra santa y la total destrucción de Alemania a cualquier costo, sin importar las consecuencias que esto pudiera traer a su propio pueblo.
"Odio incondicional" pone en cuestión la culpabilidad de guerra alemana y el futuro de Europa.
Sus observaciones sobre los motivos y las ineptitudes de los políticos en cuestiones de guerra son contundentes y extremadamente controvertidas, hasta el punto de que, aun siendo autor ampliamente leído y reconocido por su conocimientos sobre estrategias y tácticas militares, le resultó imposible publicar este libro en el Reino Unido.
Totalmente silenciado por la prensa, muere repentinamente por causas desconocidas en 1954 mientras la segunda parte de esta obra explosiva, que aclarará muchas mentiras y no dejará indiferente a sus lectores.

 

ÍNDICE

Prólogo7
I.- Cómo entró Gran Bretaña en la Primera Guerra Mundial11
II.- Lord Vansittart y el Alcaudón alemán31
III.- Alemania y Dinamarca (1864) y Austria (1866)41
IV.- El Alcaudón y Francia (1870)53
V.- ¿Quién inició la Primera Guerra Mundial?69
VI.- Alemania y Polonia (1939)85
VII.- ¿Cuál fue el objetivo de guerra de Mr. Churchill?95
VIII.- La equivocación de Mr. Churchill109
IX.- El elevado coste del odio119
X.- Políticos que dirigen la guerra133
XI.- Errores cometidos por los políticos en tiempo de guerra147
XII.- El objetivo británico en 1815 y 1945171
XIII.- Delito e inocencia Internacionales185
XIV.- Ventajas de la paz negociada195
XV.- La perspectiva de europa209
XVI.- Inglaterra y el futuro inmediato221
XVII.- Conclusiones235
Apéndices
I.- El telegrama de Ems y el comunicado de Prensa de Bismarck258
II.- Las demandas austríacas a Servia en 1914259
III.- Resolución por las organizaciones de alemanes ex combatientes260

PRÓLOGO

 

Muchas cosas pueden salir mal en la guerra: la táctica y la estrategia en pequeña y gran escala, aprovisionamientos, instrucción y servicio de información. De fracasar alguna de estas cosas pueden derivarse consecuencias adversas, de mayor o menor importancia según la magnitud de la falta en relación a la guerra en conjunto.
Hay otro factor, sin embargo, en el que el error es casi siempre serio. Es la política, ya que ésta es el elemento dirigente que controla todo el resto. La evidencia concerniente a la segunda guerra mundial indica que la política americana y británica, por separado y en combinación, tuvieron defectos de carácter importante. El mayor esfuerzo militar que se conoce en la Historia se basó en la creencia de que la derrota completa y el desarme permanente de Alemania extirparía el peligro de la guerra del mundo. Esa creencia ha resultado ser del todo falsa; así, a pesar de todos los sacrificios y de la sangre derramada, tuvo que pedirse a Alemania que se rearmase después de la victoria aliada que habría de señalar el final del poderío militar alemán. Aparece así claramente que hubo algo erróneamente planteado en la aproximación a la guerra por parte de los dirigentes políticos americanos y británicos, y mi propósito en este libro es investigar y determinar en qué se equivocaron, especialmente en relación con el aspecto británico del asunto.
El lector encontrará que he estado algo iconoclasta. Pero no creo necesario disculparme por ello. Me imagino que no hay nada en el manual de la democracia que sugiera el que los políticos están inmunes de la crítica. Ciertamente debe ser lo contrario. La libertad del ciudadano para criticar a sus gobernantes es, de hecho, la señal más sobresaliente de una sociedad libre, y precisa ejercitarla si no se quiere que la facultad de hacerla caiga en desuso.
Esto no quiere decir que cualquier persona razonable se preste a discutir la firmeza con que sir Winston Churchill ha dirigido la guerra, a no ser que tenga razones de peso para ello, pues la crítica capciosa en ese sentido sólo serviría para perjudicar el juicio crítico.
Tampoco me creo insensible a las cualidades realmente notables de sir Winston como caudillo de una guerra. No hubo ningún otro político en Inglaterra capaz de infundir tan enormes dosis de energía y resolución en el esfuerzo de guerra como él. Pero precisamente esto resalta la importancia de determinar si toda su presión y vigor fueron ejercidos en la dirección debida o en la equivocada, pues el ejemplo de Churchill está destinado a ejercer considerable influencia en cualquiera de sus sucesores que puedan encontrarse en una posición similar.
Este libro fué ultimado precisamente cuando Malenkov tomó las riendas del gobierno en Rusia y electrificó al mundo con su «nuevo atractivo». He dejado, sin embargo, el libro sin cambios substanciales. Aun cuando la política rusa esté en proceso de orientarse hacia la cooperación con el Occidente, de lo que hasta ahora no podemos tener certeza, el problema planteado por el vacío militar en Europa central seguiría siendo no menos crítico que en tiempos de Stalin, y posiblemente todavía más.
Me encuentro con una dificultad en lo que atañe al caballeroso sir Winston Churchill. No se tome por descortesía el que me resulte dificultoso presentar, puestas al día, todas mis referencias al primer ministro en el tiempo de la guerra. Uno de los dos o tres hombres más famosos en el mundo fué considerado universalmente, durante seis años difíciles, como «Mr.» Churchill. En mi opinión sería violentar la Historia el describirle de otro modo en relación con aquellos años. Además, ¿cómo puedo afirmar que, cuando este libro aparezca impreso, sir Winston Churchill sea conocido por otro título?
He recibido una ayuda valiosa de un cierto número de personas para escribir este libro. A todas deseo expresar mi más sincero reconocimiento Prefiero, sin embargo, no especificar ese agradecimiento mío, ya que deseo tener la responsabilidad plena, sin dividir, de un libro para el que será difícil contar con una aclamación absoluta.

R. G.