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Batallas metafísicas

En lo Invisible se Inicia la Victoria o la Derrota

Salvador Borrego E.

A dónde nos quieren llevar - Salvador Borrego

132 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2019
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 280 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La civilización occidental, en tanto que decae la fuerza metafísica que la sostiene, se diluye cada vez más en la disgregación, en un caos en que ya no rigen verdades milenarias, ni la justicia, ni la lealtad, ni el valor, ni el instinto de legítima defensa, mucho menos el heroísmo o la santidad.
En contraparte, la Revolución Mundial (marxismo, socialismo, cambio de estructuras, etc.) ataca en todos los frentes inspirándose siempre en un núcleo anticristiano que forma parte siempre de un mismo linaje. Cromwell realiza en Inglaterra la primera revolución anticristiana y supercapitalista de la edad moderna; el iluminismo se difunde mediante sociedades secretas por el mundo hasta cristalizar como fuerza política en la revolución francesa. El comunismo desvía las luchas sociales; el bolchevismo se apodera de Rusia y se quiere expandir al mundo entero; las grandes familias de banqueros controlan el mundo desde las finanzas, en tanto que estos mismos financieros se apoderan de los medios de comunicación para modelar la opinión pública según sus intereses; en la primera y en segunda guerra mundial se alían para imponer su visión del mundo a la modernidad; y ya a sus anchas promueven la desintegración cultural, la proliferación y apología de los vicios que debilitan a los pueblos.
Aquel linaje notable que se remonta al Sanedrín que condenó a Cristo logra estar siempre presente en los más grandes sucesos mundiales: en la ocupación de España por los árabes durante 700 años; en el Renacimiento; en la Reforma Protestante; en el Enciclopedismo; en la Revolución Francesa; en el auge del Capitalismo Especulativo; en el Liberalismo que con apariencia de libertad impone directrices dogmáticas; en el Socialismo que con la apariencia de beneficiar al pobre lo empobrece más y lo sojuzga; en las proclamas de fraternidad e igualdad, que bajo su atractiva fachada introducen el odio; en la libre información, que con tan inocente planteo desliza erotismo y disolución.
Son siempre fuerzas metafísicas las que ponen en movimiento todo lo físico y desencadenan un torrente de efectos, ya sean buenos o malos. Las formas que van adoptando los hombres, los pueblos, las civilizaciones, las culturas, son impuestas por el choque de las fuerzas metafísicas del Bien y del Mal.
Para la comprensión de esta batalla es que el gran revisionista Salvador Borrego nos ha legado este libro. Pues ni el poderío material, ni la propiedad, ni el instinto de la conservación de la vida, ni el bienestar, son recursos suficientes para ganar una batalla o para conservar la victoria.
Todo depende a la postre de las fuerzas espirituales, que son la Realidad que se oculta a la percepción de nuestros sentidos físicos.

 

ÍNDICE

I.- Voces no Escuchadas7
“Un gran hecho en la historia de la humanidad”7
Todo efecto tiene una causa8
Una llamarada que venia de lejanos siglos11
Grandes causas ocultas y grandes efectos visibles14
Desde las sombras, golpe contra España18
Un “fantasma” real en quien nadie creía20
Y el plan secreto penetro en las aulas23
Terminaba el siglo XIX y empezaba nuestro siglo XX29
Los ejercitos europeos en la inmensa batalla31
Todo era muy claro, pero pocos lo veían37
1939: Cristianos contra cristianos 40
Las batallas metafísicas45
II.- Derrotas Físicas y derrotas Espirituales49
La derrota material puede ser un hecho secundario 49
Por que el comunismo no es una ideología52
Sutil destrucción de defensas físicas 53
III.- Tiempos Ganados y Tiempos Perdidos61
Dos ocasiones que occidente no aprovecho61
La economía es libre o no es economía64
Mercado de consumo, libre, o de racionamiento forzoso70
La eficacia de la reforma agraria73
La reforma urbana: un resultado matemático75
Un enemigo al que se le presta poca atención78
¿Quien desconfía de un infiltrado?81
Labor masiva de los medios de difusión83
La situación de la prensa en México85
Adoctrinamiento diario en los medios de difusión97
Esta programada la movilización femenina99
Guerrillas y ejercitos101
Niñez y juventud bajo adoctrinamiento forzoso106
Un linaje que ha sido fermento de la historia109
Tiempo ganado y tiempo perdido111
IV.- Batallas Metafísicas113
Resultado lógico, matemático, justo113
La fuerza real de lo invisible115
Defensas insuficientes 117
En lo invisible se inicia la victoria o la derrota121
Camino infalible, aunque largo y difícil124
Dos Núcleos y Mil Frentes128

I

 

“Un gran hecho en la historia de la humanidad”
Durante los siglos XVI y XVII proliferaron los piratas que con base en Inglaterra acosaban el tráfico marítimo del Reino Español. Esas guerrillas navales no eran acciones de bandoleros aislados, sino cierto sistema de acoso que contaba con la simpatía y el apoyo de sectores oficialistas y económicos de la Gran Bretaña.
Tales guerrillas tuvieron una coronación fulgurante con Oliverio Cromwell, quien en 1648 se convirtió en amo absoluto del Parlamento, hizo decapitar al Rey Carlos I y realizó trascendentales cambios en la vida británica, apoyándose en el terror.
Cromwell adoptó los siguientes principios:
Lucha a muerte contra el catolicismo. (Resucitaba así la acción sistemática y masiva de 1600 años atrás).
Utilización de la economía como instrumento de explotación y dominación del hombre. (Los adelantos de la técnica empezaron a ser puestos al servicio del más despiadado materialismo. La utilidad justa fue siendo desplazada por un nuevo sistema de capital especulativo, carente de todo principio moral).
En ambas tareas Cromwell contó con el consejo de eminentes personajes que pudieron regresar a Inglaterra, desde el destierro, y que eran naturalmente hostiles al cristianismo e inclinados a lograr poderío económico y político sin reparar en los medios.
Las sociedades secretas británicas, con antigüedad de tres siglos, recibieron mayor impulso y fueron eficaces auxiliares de Cromwell.
En 1656 Cromwell declaraba que el español “es el enemigo natural, el enemigo providencial”, y daba la consigna de combatirlo hasta destruirlo.
Todo aquello no fue debidamente aquilatado en su época.
Sucesos cargados de futuro no fueron —al parecer— suficientemente identificados por quienes podían haber erigido la defensa adecuada.
Se necesitó que pasaran tres siglos para que, públicamente, el historiador israelita Jurgen Kuczynski afirmara: “El movimiento de Cromwell es un gran hecho en la historia de la humanidad. . . Constituye la primera Revolución victoriosa de la edad moderna”. (Breve Historia de la Economía).
Todo efecto tiene una causa
El estallido que encabezó Cromwell tenía diversas causas, recientes y remotas. Entre las más importantes figura un hecho que señala Arnold Toynbee, estudioso trascendental de la historia, quien afirma que el estilo de vida cristiana había comenzado a descender desde el siglo XII. Un falso sentido de seguridad operaba negativamente. Además, el cultivo de ciertas corrientes de la filosofía y de la ciencia —incluso dentro de las esferas de la teología— fue minando en diversos sectores selectos la fortaleza de la Fe.
Seguramente por eso el Papa Gregorio X (1271-1276) condenó desviaciones y corrupciones que advertía dentro del Clero y pidió que se enmendaran.
A principios del siglo XVI ocurrió el gran cisma de Lutero y siguieron las guerras fratricidas, “que se llevaron a cabo con un espíritu de odio, malignidad y falta de caridad, con el fin no confesado de lograr objetivos sórdidamente terrenales, que estaban en escandalosa contradicción con las elevadas inspiraciones del cristianismo”.
En ese mismo siglo XVI el Papa Adriano VI insistió con alarma en el tema de la corrupción de ciertos círculos eclesiásticos (1522-1523).
Esa nueva condenación pontificia se debía al creciente número de sacerdotes y prelados que cultivaban más los lazos materiales y políticos que los tesoros de la Fe. Su ejemplo tuvo que ser nefasto. En vez de las virtudes cristianas de amor y caridad, de disciplina y sacrificio, aumentaron los casos de intransigencia, de fariseísmo, de relajamiento o de simulación.
Todo ese debilitamiento se hizo más sensible en el siglo XVII, cuando aparece la “primera revolución” acaudillada por Cromwell (de 1645 a 1658), que encontró ya un campo propicio.
Toynbee dice que durante las últimas décadas del siglo XVII (tras del dominio de Cromwell), fue ya evidente un “revolucionario interés” de los espíritus rectores del mundo occidental por la técnica y el aumento de la riqueza. “Cuando Dios, trascendente, creador y omnipotente fue depuesto en la cristiandad occidental a fines del siglo XVII, la naturaleza ya no era una competidora del hombre para ocupar el sitial de Dios que había quedado vacante. Despojada desde mucho tiempo atrás de su carácter divino tradicional, la naturaleza yacía entonces en una actitud pasiva e inerme, esperando a caer presa de cualquier Zeus intruso. . . La naturaleza fue el botín de la autodeificación del hombre en el siglo XVII. El dominio efectivo sobre la naturaleza fue para el hombre el signo de que él mismo se había exaltado hasta la altura de un verdadero dios. El hombre demostró la divinidad que había asumido al probar que era un experto en la técnica, palabra griega que significa habilidad, artificio de las manos que somete la naturaleza al hombre. . . La sociedad occidental sentía que se había desembarazado de la ‘religión y la barbarie’ y que estaba haciendo progresos tan substanciales, acumulativos, continuos y acelerados que evidentemente debían hallarse fuera de todo peligro de detención o anulación”.
Aunque localizado aún en pequeños círculos públicos y secretos —pero círculos de influencia en la vida en general— se estaba realizando un cambio de rumbo de enorme significación para el futuro de la humanidad.
Todo lo que había de sano y ejemplar en el mundo cristiano —y era en verdad mucho— tenía ya un flanco descubierto por donde el adversario atacaría con creciente furia.
Unas causas crean efectos, que a su vez se convierten en causas de efectos nuevos.
Una llamarada que venia de lejanos siglos
Mucho se ha escrito sobre los orígenes de las sociedades secretas. Las mismas tinieblas de que ellas se han rodeado —para protegerse y porque dicen que la vida no nace bajo la luz—, han vuelto difícil citar fechas exactas, máxime que son muchos los ritos y sus ramificaciones.
Sin embargo, se sabe que datan del siglo primero de nuestra Era y que inicialmente sirvieron para que los hebreos, dispersos por el mundo al ser vencida su insurrección contra el Imperio Romano, pudieran identificarse entre sí y transmitir sus enseñanzas. En diferentes épocas se ha visto que dichas sociedades secretas se vigorizan, “entran en sueños”, atacan victoriosamente, sufren quebrantos o se transforman. Pero han jugado un papel decisivo en la Historia.
En el núcleo más profundo de todas esas sectas hay un enfático rechazo de Cristo, aunque en algunos grados para profanos se finge lo contrario. Las sectas más radicales han practicado incluso el Satanismo y la “Misa Negra”. En el siglo XVII era ya conocido que este rito se realizaba en una cámara oscura, con una cruz invertida, y que en la profanación de una hostia el oficiante decía: “Esfúmate en el vacío de tu Cielo desierto, pues tú no has existido nunca ni nunca existirás”. Otras invocaciones decían: “Ante el poderoso e inefable Príncipe de la Oscuridad. . . ratifico y renuevo mi promesa de reconocerle y honrarle sin reserva en todas las cosas”.
En el llamado “canon” se decía: “Oh poderoso y terrible Señor de la Oscuridad, te suplicamos que recibas y aceptes este sacrificio, que te ofrecemos en nombre de las personas aquí congregadas. . . Te lo ofrecemos para que nos hagas prósperos de plenitud. . . para que se cumplan todos nuestros deseos y para que nuestros enemigos sean destruidos. Con las poderosas huestes del Infierno y con su ayuda esperamos poder fortalecer nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestra voluntad”.
También usaban simbolismos sexuales y el oficiante decía: “Es siempre a través de tí como nos vienen todos los dones. La sabiduría, el poder y la riqueza son tuyos, y eres Tú quien has de otorgarlos. Renunciando al paraíso de los débiles y de los lentos, depositamos nuestra confianza en Tí, el Dios de la Carne, y te pedimos que nos permitas satisfacer todos nuestros deseos y que nos hagas alcanzarlo todo en la tierra de los vivos.”
En otro pasaje el oficiante agregaba: “Jesús, artesano de supercherías. ¡Impostor! Monstruo. . . Profanador de los grandes vicios, abstinente de las purezas estúpidas. Nazareno maldito, rey impotente, ¡Dios cobarde! . . . Oh, Majestad Infernal, condénalo al Abismo. Alcánzale con tu cólera, oh, Príncipe de las Tinieblas”. . .etc.
La hostia era arrojada al suelo y pisoteada. La “bendición” se daba con la mano izquierda haciendo un signo muy diferente a la cruz.
Otro rito que también atrajo adeptos en el mismo siglo XVII escenario de la revolución de Cromwell— fue el del sexto grado de los Caballeros Templarios, que había empezado a ser practicado en el siglo XIII. En ese rito se exaltaba la soberbia y la adoración de la materia.
Puede observarse que a medida que el mundo cristiano daba muestras de debilidad, las sociedades secretas anticristianas adquirían mayor fuerza.
El siguiente siglo, el XVIII, fue todavía más elocuente...
Cien años después de Cromwell se percibió en la Europa Central, en Baviera, la existencia de la secta del Iluminismo, encabezada por Adán Weishaupt. La fuerza con que proliferaba en círculos influyentes de la política, de la economía y de la difusión de las ideas hizo pensar que Weishaupt disponía de un poderoso núcleo de ideólogos juramentados y decididos.
El Iluminismo disponía de una potente carga de voluntad que desplegaba las siguientes ideas básicas:
1. Guerra al cristianismo.
2. Abolición de la “vieja moral”
3. Ruptura de los lazos de la vida familiar.
4. Privar a los padres del derecho de educar a sus hijos.
5. Abolición de la “propiedad acumulada”. Y de la propiedad privada.
6. Emancipación de la mujer.
7. Defensa de los placeres sensuales.
8. Creación de una República Universal.
El Iluminismo especificaba que “el gran poder de nuestra orden consiste en permanecer oculta”. La revelación de secretos se castigaba incluso con la muerte. La acción de la secta debería ser conocida por el mundo sólo en sus manifestaciones, muchas veces indirectas, y a veces bajo diversos disfraces.
Uno de los disfraces consistía en propalar en determinados círculos que el iluminista se adhería realmente al cristianismo. De esta manera llegaron a ser atraídos algunos clérigos. Años después se encontró un escrito de Weishaupt que decía: “Lo más admirable es que grandes teólogos protestantes y reformados pertenecientes a nuestra secta creen realmente hallar en ella la verdadera y genuina idea de la religión cristiana.
¡Oh, hombre! ¡Cuantos absurdos se te pueden hacer creer! ”
Eso era un sarcasmo, pues en los más secretos núcleos del Iluminismo se practicaba también un rito profundamente anticristiano. Se afirmaba que todas las religiones son invenciones y se invocaba, a manera de oración, lo siguiente: “El hombre es Dios. Somos hombres. Somos dioses. Dios es el hombre. Suya es la mano que hiere. Suyos son los que rigen los campos. Suyo es lo nuestro. El es lo que nosotros somos. ¡Viva Satán! ”
No obstante el secreto de que se rodeaban las sectas, sus planes fueron siendo conocidos, por lo menos en parte, y funcionarios civiles y eclesiásticos las condenaron. En Baviera y en Francia el iluminismo actuaba en la clandestinidad. Los Papas Clemente XII y Benedicto XIV (de 1730 a 1769) lanzaron anatemas y excomuniones contra las sociedades secretas y revelaron que eran un grave peligro para todas las naciones.
Sin embargo, había escepticismo entre la gente que ocupaba altos puestos de responsabilidad. Algunos creían que se exageraba el peligro. Otros se engañaban con las apariencias humanitarias de las sectas. Y no faltaba quienes creyeran que las sectas eran conjuntos de personas excéntricas que no significaban peligro alguno. Total que ni se sometió al orden a los dirigentes secretos ni se previno suficientemente al público.
Grandes causas ocultas y grandes efectos visibles
Unida por diversos nexos con el Iluminismo, participando de las ideas básicas de éste, en 1789 estalló la Revolución Francesa. Otro capítulo más de una tremenda carga de voluntad que ponía frenéticamente en acción los siguientes principios básicos:
1. Guerra a muerte contra Cristo y su Iglesia.
2. Abolición de la propiedad privada.
3. Una sola educación obligatoria.
4. Una alimentación igual para todos.
5. Combatir la pobreza.
6. Instaurar la República de los Iguales.
7. Reclutamiento de trabajadores para labores obligatorias.
8. Los niños bajo el control del Estado.
9. Casas de burgueses para la clase obrera.
10. Planes para reducir la población francesa (calculada entonces en 2.5 millones de habitantes) en una tercera parte, a fin de dar bienestar a todos.
La guerrilla urbana, aunque entonces no se le llamaba todavía así, libertó “presos políticos” y se adueñó de la calle. Esta masa no era ciertamente la que había formulado la doctrina de la revolución, pero fue el ariete cargado de odio de que se valieron las sectas, cuyas ramificaciones públicas eran el “humanismo”, el “enciclopedismo”, el “filosofismo”, etc.
Y corrió sangre a raudales. . .
Se habló contra los ricos y el mayor número de los ejecutados eran pobres. Prudhome (revolucionario) calculó que el total de víctimas ascendía a 300,000, de los cuales tres mil pertenecían a la nobleza y a la burguesía.
Se habló en favor de los pobres y el mayor número de los que se empobrecieron más, eran pobres. Al suprimirse las fiestas religiosas y al reemplazar el domingo por las “décadas”, se añadieron 120 días de labor al año, bajó la demanda de mano de obra y aumentó la cesantía y la miseria. Al ser guillotinada la llamada clase alta se desplomó la economía y se acentuó la crisis.
Se habló de libertad y hubo menos libertad que antes; se habló de igualdad y no había igualdad bajo el terror; se habló de fraternidad y nunca Francia había vivido una época más carente de fraternidad.
También se habló de formar una sola Nación Mundial, la República Universal.
(...Continúa...)