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Oro en el Crisol

 

Savitri Devi

Oro en el Crisol - Savitri Devi

316 páginas
medidas: 14,5 x 21 cm.
Ediciones Sieghels
2013
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 120 pesos
 Precio internacional: 20 euros

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"Oro en el Crisol" es la visión de una ardiente nacionalsocialista de la Alemania ocupada tras ser derrotada en la Segunda Guerra Mundial, basada en largos viajes y entrevistas realizados durante los años 1948 y 1949 en una Alemania en pleno proceso de desnazificación.
La autora describe con crudeza la brutalidad e hipocresía aliada sobre un pueblo derrotado: millones de civiles alemanes muertos bajo los incesantes e innecesarios bombardeos aliados; millones muertos incluso después de terminada la guerra, siendo desterrados de sus hogares y trasladados a nuevos destinos; más de un millón de prisioneros de guerra muertos de hambre o por asesinato abierto y descarado en los campos de concentración aliados; miles de desaparecidos en los campos de labor esclavo en territorio soviético.
Savitri Devi describe las técnicas de desnazificación que le tocó presenciar o escuchó relatar. También narra el saqueo sistemático de Alemania: la tala de los antiguos bosques, el desmantelamiento de las fábricas, el robo de los recursos naturales.
Pero a pesar de la catástrofe, Savitri Devi no lo cree el fin del nacionalsocialismo, sino como una purificación, una prueba de fuego que separa el oro de sus impurezas, el preludio de un nuevo comienzo. Así, es que también deja espacio a la presentación de la filosofía y el programa político del nacionalsocialismo.
Ella no cree que lo acontecido haya sido un mero hecho político o histórico sino la actualización de una religión eterna. Para Savitri:
"Dioses, es decir, Superhombres inspirados de lo divino - no nacen cada día, cada siglo. Y cuando efectivamente vienen y viven y obran de manera maravillosa, no los reconoce todo el mundo. La nación así bendecida lo conserva en su espíritu, siguiéndole hasta el amargo final, tanto en la victoria como en la desgracia, a estos hombres divinos que en ella nacieron. Esta nación ambicionará belleza, fuerza y alegría, y al final triunfará sobre los poderes de la muerte, mientras el resto del ingrato mundo desordenado permanecerá tendido a sus pies.
Hace treinta años se podía pensar que los días de los Dioses habían pasado para siempre; que la promesa que había sido dada al mundo en el libro de los libros -el Bhagavad-Gita- nunca más se cumpliría; esa humanidad se volvió, día tras día, degenerada, despreciable, necia, más enfermiza y más fea; se había vuelto un ser incapaz de servir a la encarnación del nuevo envío divino a nivel internacional. Pero a pesar de su cercano final volvió aún a brillar."

 

ÍNDICE

Prólogo 7
Introducción 9
I.- La filosofía de la cruz gamada 13
II.- Los cortos días de gloria 25
III.- Ahora la prueba 31
IV.- La noche inolvidable 49
V.- La desnazificación 67
VI.- Lugares del infierno 85
VII.- Explotación, mentiras y superficialidad107
VIII.- Una mirada en la guarida del enemigo 141
IX.- La élite del mundo 161
X.- Venganza divina 191
XI.- Nuestro trabajo constructivo 205
XII.- En la floresta sagrada 245
XIII.- Voces desde la zona rusa267
XIV.- Contra el tiempo 291

PRÓLOGO

 

En 1948 pude entrar dos veces en Alemania gracias a la autorización que me fue concedida a través del "Bureau des Affaires Allemandes" en París, ya que allí tenía que recoger la información necesaria para poder escribir un libro sobre Alemania. El libro no es otro que el que aquí está (¡qué ironía, tengo ganas de que este relato se publique y aparezca ante los ojos de las momentáneas democracias victoriosas!). Hacia el 20 de febrero de 1949 había escrito ya la introducción y los tres primeros capítulos, cuando, debido a una "propaganda nazi" fui capturada, escribiendo el resto del libro en mi celda de Werl. El libro debe, no su supervivencia como manuscrito, sino su publicación después de todo, a un prodigio, o mejor casi a una fe en una serie de milagros, de los que ya hice un relato más preciso en una extraordinaria historia en otro de mis libros como despedida: "Defiance". Aquí está todo lo que quise expresar, —cuatro años fueron necesarios para escribirlo—; debo una vez más insistir en mi más infinito agradecimiento a esa fuerza invisible que lo salvó de forma prodigiosa. Era como si esta fuerza extrajera directamente las hojas intactas del fuego. Todo lo que yo aquí quise plasmar es mi confianza en el paciente, sereno e impersonal saber de esta fuerza, en la sabiduría que todo lo guía, y que persiguió la humanidad más elevada para su provecho y mayor gloria, para el triunfo de la verdad y la belleza que ella misma encarna. Las fuerzas que salvaron este libro y que a pesar de todo lo sacaron a la luz, llevarán otra vez a mis camaradas y superiores al poder, y permitirán un día, a través de ellas, salvar lo que todavía en occidente debe de ser salvado.
Es así en todo caso, como interpreto este milagro que me ocurrió.
¡Un saludo brazo en alto!

Savitri Devi Mukherji
Lyon, a 21 de agosto de 1952


INTRODUCCIÓN

 

"¡En toda época, cuando el derecho es pisoteado, cuando dominan malos gobiernos, entonces vengo yo otra vez; nazco nuevamente en esta tierra, para salvar al mundo!"
Bhagavad-Gita

"Todo un Pueblo, toda una Nación se siente hoy fuerte y feliz, porque en ustedes este Pueblo no sólo ha resucitado el Führer, sino también el Salvador."
Hermann Göring
(Discurso en Nürnberg,
el 15 de septiembre de 1935)

Dioses, es decir, Superhombres inspirados de lo divino —no nacen cada día, cada siglo. Y cuando efectivamente vienen y viven y obran de manera maravillosa, no los reconoce todo el mundo, cualquier nación. La nación así bendecida los conserva en su espíritu, siguiendo hasta el amargo final, tanto en la victoria como en la desgracia, a estos hombres divinos que en ella nacieron. Esta nación ambicionará belleza, fuerza y alegría, y al final triunfará sobre los poderes de la muerte, mientras el resto del ingrato mundo desordenado permanecerá tendido a sus pies.
Hace treinta años se podía pensar que los días de los Dioses habían pasado para siempre; que la promesa que había sido dada al mundo en el libro de los libros —el Bhagavad-Gita— nunca más se cumpliría; esa humanidad se volvió, día tras día, degenerada, despreciable, necia, más enfermiza y más fea; se había vuelto un ser incapaz de servir a la encarnación del nuevo envío divino a nivel internacional. En Oriente como también en Occidente, incluso las razas superiores estaban en completa decadencia; agotadas del todo; pero a pesar de su cercano final volvió aún a brillar.
El mensaje del triunfo de la vida, una y otra vez —promesa de Dios— nunca puede fallar. Las palabras que dijo el Eterno Conservador del mundo en Kurnkshetra —nadie sabe para que tiempo se dijeron—: " Vengo de nuevo...", no fueron dichas inútilmente. Contienen lo mejor para cualquier época y país en los que todavía viva una raza noble y veraz que quiera dar testimonio del cumplimiento de estas palabras , que quiera admirar y adorar el retorno del Salvador, levantándose entorno a él (aún agotada y vencida por las tenebrosas sombras de la muerte). Cuando la justicia es pisoteada, cuando dominan los malos gobiernos —si toda esperanza está irrecuperablemente perdida— entonces brilla —ya está esperando— el Salvador, inadvertido por la muchedumbre, dispuesto a manifestarse nuevamente.
Al término de la Primera Guerra Mundial, de la Alemania rota se alzó el hombre que estaba predestinado a infundir una nueva fuerza, un nuevo orgullo, con un nuevo soplo vital pleno de alegría, no sólo a su propio Pueblo, sino a la élite racial de todo el mundo; el más grande europeo de todos los tiempos: Adolf Hitler.
Sólo, sin riquezas, únicamente con el amor de su enorme corazón, una indomable voluntad y la inspiración de la eterna sabiduría; sin ninguna otra fuerza que el poder vencedor de la verdad; sin ninguna otra ayuda que la de los Dioses invisibles; de los que era el único elegido, realizó aquello que ningún otro hombre hubiera podido soñar. Levantó de nuevo a Alemania no sólo de la pobreza, esclavitud y corrupción —del polvo— a la altura de las grandes potencias, sino que se convirtió en el anunciador de una idea maravillosa, de una meta sempiterna y universal. Durante unos breves años —hasta que el judaísmo internacional consiguió soliviantar a las fuerzas de la estúpida mayoría de la humanidad contra él— pudo mostrar al mundo la obra maestra de su genio creador: una Supercivilización, una creación perfecta, en la que el hombre fue calado por una religión en los más altos valores, siendo totalmente consciente del verdadero sentido de la vida. Nunca se había hecho algo parecido, ni siquiera en la Antigüedad: el primer paso hacia el nuevo orden en Europa estaba dado; en la Alemania nacionalsocialista él era el precursor encarnado de una nueva "Era de la Verdad" en la evolución del mundo.
Si Alemania hubiera salido victoriosa de la Segunda Guerra Mundial y se hubiese extendido la visión de Hitler sobre toda la esfera terrestre, —o no se hubiera producido ninguna guerra y la Idea hubiese ganado terreno lenta y constantemente mediante la mera fuerza a la llamada por la nobleza natural del mundo, ¡qué clase de lugar tan maravilloso hubiera llegado a ser este planeta en menos de una o dos generaciones!. Habríamos presenciado entonces la inteligente dominación de los mejores sobre un mundo que hubiera sido ordenado precisamente en el mismo espíritu que dispusieron los luminosos, fuertes y sabios conquistadores —los arios o los nobles— de la India desde hace tiempos muy lejanos, cuando el orgullo nórdico aún viviente en su corazón, se unía con el recuerdo a su Patria ártica y lejana.
Entonces habríamos observado la jerarquía natural de las razas humanas —e individuos— , como un componente de la jerarquía natural de todos los seres. Esta jerarquía, fijada por el sol, sería entonces otra vez implantada allá por doquier donde según las palabras del Bhagavad-Gita: "la corrupción de las mujeres ha provocado el caos de las castas", conservada y puesta de relieve gracias a la ley, en una de nuevo instituida religión natural ; en efecto "una nueva tierra y un nuevo cielo" ; el renacimiento del mundo bajo el símbolo del sol.
Los hombres fueron demasiado necios y vulgares para comprender la belleza de esta visión. El mundo —las razas arias mismas en su mayor parte— rehusó el regalo de amor y genio de Hitler y le pagó con el desagradecimiento más lúgubre. Pocos Grandes han sido injuriados tan despiadadamente por sus indignos contemporáneos. Nunca un Único de la historia fue tan completamente mal entendido, tan sistemáticamente engañado y sobre todo tan propagadamente odiado.
Ahora se ha impuesto externamente la voluntad de los instrumentos de la descomposición en todas sus formas. La orgullosa y bella Alemania nacionalsocialista yace en ruinas; cientos de los más fervorosos colaboradores de Hitler están muertos. Y los millones que le vitoreaban todavía hace un par de años con entusiasmo —llegando casi a la adoración— están ahora enmudecidos. "Es la tierra del miedo", fueron las palabras que en 1948 en Saarbrücken me dirigieron, como expresión de la entera situación en la Alemania ocupada. Y nadie sabe donde se encuentra Hitler, en el caso de que él deba estar aún con vida.
Sin embargo la religión nacionalsocialista que se basa en la verdad y es tan antigua como el sol, nunca podrá extinguirse. Vivo o muerto, Adolf Hitler nunca puede morir. Y antes o después su espíritu debe vencer.
Este libro está dirigido a todos sus verdaderos seguidores, dentro y fuera de Alemania; a todos aquellos que en 1948 estaban adheridos a los ideales nacionalsocialistas del mismo modo inquebrantable a como lo hicieron en 1933 y 1940.
Pero está especialmente dirigido a los alemanes que preservaron la fe en nuestro Führer bajo lluvias de fuego y bombas de fósforo, que los aviones anglo-americanos hacían caer sobre ellos, noche tras noche, durante cinco años; durante los cuales, le veneraron y amaron en medio de espantosas condiciones de vida de postguerra, que les fueron impuestas por sus enemigos, bajo humillaciones de toda índole, bajo persecuciones y pasando hambre; en campos de concentración o en la desoladora miseria de sus viviendas deshechas —a pesar de todos los locos ensayos para desnazificar; a los hombres de oro y acero, no desalentados por la derrota, no sometidos mediante terror y tortura y que no pudieron ser comprados con dinero; a los verdaderos Nacionalsocialistas, mis Camaradas, mis jefes —que no tuve el honor de sufrir materialmente por nuestro Ideal como ellos lo hicieron—, a los únicos entre mis contemporáneos, por los cuales moriría alegre.
Doy gracias a todos los amigos de dentro y fuera de esta tierra, que me han ayudado a preparar junto con ellos al resurgimiento de nuestro Orden Nuevo.
No puedo nada más que dar las gracias también a aquellos de nuestros enemigos, que sin saber lo que hacían me posibilitaron la venida a Alemania. También —excepcionalmente— obraron como herramientas de esas potencias invisibles, que desde ahora mismo preparan el camino para la definitiva victoria de la cruz gamada.

¡Un saludo brazo en alto!

Savitri Devi Mukherji,
3 de octubre de 1948,
Alfeld an der Leine (Baja Sajonia)